fanfic_name = Jugando a ser tú

chapter = Sexta parte

author = Luvi_trustno1

dedicate = Disclaimers: Mulder, Scully, Skinner, The Lone Gunmen, etc., no me pertenecen, solo juego un poquito con ellos. Y desde luego los nombres Chris Carter, Gillian Anderson, David Duchovny, etc., son invención mía, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

Spoliers: Ninguno, créanme.

Clasificación: A ver si ustedes me dicen, jejeje…

Dedicatoria: A todos y cada uno de quienes me han hecho llegar sus comentarios, no quiero mencionar los nombres para no cometer el error de omitir a alguna persona pues todos son súper importantes.

Muy especialmente a: Altamirus, por su confianza, sus consejos y por la deferencia especial que tiene conmigo de compartir sus apreciaciones, a Katherin_m_s, espero no estar defraudándote en mis apreciaciones sobre Gillian Anderson y Dana Scully, a Angelita, por todo lo que me enseña y a Nymphadora, por su gran apoyo y sus palabras de aliento. Y desde luego, a todos y cada uno de ustedes que de un modo u otro me hacen llegar sus palabras, sus puntos de vista. Gracias por hacerme sentir su cariño.

Feedback: ya saben: evanescence_xARROBAlycos.es.; prometo contestar cada uno

Nota 1: Los fragmentos de la canción que trascribo pertenecen a la película “Anastasia”

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Rating = touchstone

Type = Angst

fanfic = Jugando a ser tú: Sexta parte.

 

Edificio J. Edgar Hoover

Oficinas del Sótano

9.32 a.m.

 

Mulder miró su reloj por séptima vez desde que había llegado. Estaba preocupado. Scully ya debía haber llegado. Había hablado con ella a las 7.30 aproximadamente para preguntarle si deseaba que pasara por ella pero Scully había insistido en que no era necesario, que ya estaba por salir.

Aunque, para ser sincero, a él le pareció que sonaba adormilada.

“¿A las 7.30 de la mañana?”

Pensó que tal vez aún tenía pesadillas y que quizás estuviera consumiendo algún somnífero sin decírselo, pero…

El teléfono lo sobresaltó.

 

- Mulder.

- Agente Mulder, quieren hablarle, un momento por favor.

- Hola, soy yo.

- ¿Scully? - Bajó los pies que estaban sobre el escritorio sorprendido- ¿Dónde estás?

- En la recepción. ¿Puedes creer que no me dejan entrar?

- ¿Qué? Pero… Espera, subo enseguida- y colgó.

 

Gillian miró el aparato y luego a la señorita que no le permitía el acceso a “su” centro de trabajo y que la miraba con gesto de reconvención.

 

- Ya viene –dijo levantando las cejas y entregándole el auricular.

- Fiu, fiu… -un hombre de traje gris mostró su placa en recepción- Agente Michael Rourke- dijo sin dejar de mirarla.

- Hola… -ella le dedicó una seductora sonrisa.

- Aquí tiene agente –la señorita de la recepción le hizo entrega de su gafete de identificación- Adelante.

- Gracias. Se te ve muy bien hoy, Dana.

- Gracias –

 

Ella se mordió el labio inferior ligeramente y giró en su lugar para seguir con la mirada al hombre que se alejaba. Entonces se percató de que el ascensor se abría y emergía una figura conocida.

Figura que se quedó petrificada un par de segundos al mirarla. Luego se acercó.

 

- Agente Mulder.

- Buenos días, Christine.

- Puedes decirle a esta… a Christine que me deje entrar.

- Agente Mulder, conoce las reglas.

- Sí, no te preocupes –tomó a Gillian por un brazo y tiró de ella con suavidad.

- ¡Hey! ¿A dónde vamos?

- Te invito a desayunar…

 

Cuando apenas habían salido del edificio, ella se detuvo.

 

- ¿Por qué no puedo entrar? –dijo con aire ofendido- Soy tan agente como tú o como cualquier otro.

- Scully, mírate.

 

Ella lo hizo y luego volvió la vista hacia él con aire inocente.

 

- ¿Qué? ¿Está mal?

- No, es que… -Mulder exhaló- te ves espectacular pero…

 

Era cierto. Ella llevaba un conjunto de falda larga ceñida con corte a la cadera y chaqueta corta en color gris azulado y una blusa en tonos rosa, azul y blanco, que apenas le llegaba a la cintura y que, además de resaltar cada curva de su anatomía, dejaba al alcance de la vista algunos de sus más encantadores atributos merced al generoso escote. Tenía el cabello recogido en un moño alto con mechones enmarcando su rostro que se veía resaltado por el brillo rosa de sus labios y sus ojos maquillados en tono gris se veían absolutamente cautivantes y profundos.

 

- Pero… -ella empezó a golpear el piso con la punta de su zapato de tacón en clara señal de impaciencia.

- Pero… -Mulder no pudo terminar la frase porque tuvo que girar la cabeza para mirar al par de estúpidos que acababan de silbarle y entraban al edificio riendo- … ¡eso! ¡Eso Scully! –dijo haciendo un enorme esfuerzo por conservar la poca paciencia que aún le quedaba.

- Yo no le veo nada de malo… -dijo sonriendo ella.

- ¿Qué? –y entonces se fue su paciencia- ¡Qué rayos te sucede! ¡Conoces las reglas! ¡Jamás las violas y menos aquellas relacionadas con tu indumentaria!

- ¿Qué? ¿Quieres decir que no tengo derecho a cambiar de vez en cuando para sentirme bien conmigo misma aunque sea sólo una vez en la vida?

- ¡Maldita sea, casi no te reconozco! –exclamó mientras la cogía del brazo- ¡Vamos a tu casa!

- Mira Mulder –ella se soltó con brusquedad- si estás pensando que voy a ir a casa a mudarme de ropa como una niña buena y obediente sólo porque tú lo dices, olvídalo. –él no podía creerlo, no podía reconocer a la niña mimada que tenía enfrente- Prefiero tomarme unos días más –dijo ella colérica y desafiante.

- ¡Haz lo que quieras! –él se volvió y se encaminó al edificio dejándola parada allí.

 

Tuvo que apretar los puños al escuchar un par de silbidos más a su espalda.

Obviamente no estaban dirigidos a él.

 

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Había sido uno de esos días en los que uno quisiera no haber despertado.

Tras el incidente con Scully –que dio un motivo más para convertirlo en blanco de las más estúpidas murmuraciones en el Bureau. Había tenido que subir a dar las explicaciones del caso a su superior, el Director Adjunto Walter Skinner.

 

- Así que es verdad –dijo apenas hubo tomado asiento.

- ¿Qué?

- Que un pueblo chico…

- Ahórrese sus ironías agente Mulder y explíqueme qué diablos sucedió allá afuera entre usted y la agente Scully.

- Quisiera, señor, pero no sé que decirle… -dijo él con absoluta buena fe.

- Pues yo sí tengo algo que decirle, Mulder. Será mejor que usted y Scully se guarden sus discusiones de enamorados para un lugar más apropiado que las gradas del edificio federal –Skinner casi apretaba los dientes al hablar- Y si la agente Scully no recuerda dónde ha metido la ropa apropiada para una agente del FBI, pues ayúdela a encontrarla. Pero no quiero, entiéndalo bien, no quiero escuchar un solo comentario más que tenga que ver con ustedes dos porque entonces voy a dar gusto a algunos de sus amigos y dejaré que les den un puntapié en el trasero a ambos, ¿entendió?

- Sí señor. ¿Algo más señor?

- ¡Claro que tengo algo más! Respecto a ese par de informes que aún no me han hecho llegar, los quiero aquí antes de que yo despierte firmado por ambos, ¿quedó claro?

- Sí señor –dijo Mulder con aire resignado.

- Ahora lárguese.

 

Mulder salió en silencio. “Sabía que debía reportarme enfermo”, se dijo al entrar al ascensor.

 

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Aparcó el vehículo y miró a través de la ventanilla hacia el departamento de Scully. Frunció el ceño al ver que estaba oscuro hasta que pudo distinguir un resplandor de intensidad cambiante.

“¿Es que hay algo bueno en la televisión?”

Tomó el par de expedientes que aún tenía inconclusos e inhaló como para darse valor y se dirigió arriba. Cuando llamó a la puerta tenía cierta preocupación. Nunca le había gustado discutir con Scully, aunque de vez en cuando sucedía debido a sus particulares posiciones sobre los casos que les tocaban investigar, pero siempre se trataba de eso, discusiones con sentido que quedaban netamente en el plano laboral. Pero esta vez las cosas habían cruzado la línea de lo ridículo.

Llamó a la puerta pero ella no respondió. Insistió.

 

- Scully, soy yo.

- ¡Lárgate! –la oyó decir y lo habría hecho de buena gana de no haber percibido el tono lloroso en su voz.

 

Por alguna razón que aún no definía, la sensación de que aquella mujer era una perfecta desconocida crecía con cada minuto que transcurría.

Decidió abrir él mismo la puerta con las llaves que ella le había dado hacía mucho tiempo.

Y se quedó estupefacto.

Scully, vestida con pantalones claros muy anchos y una blusa ceñida de tiras –una de las cuales caía sobre su hombro sin que ella pareciera notarlo-, estaba sentada en el piso frente al televisor, mirando una película de dibujos animados, cantando la melodía que en ella sonaba y acunándose a sí misma, firmemente abrazada a un cojín.

 

“Lejos fue, tiempo atrás, poco a poco se pierde

lo que amé de verdad, más conservo en mi mente

la canción que escuché una vez en diciembre…”

 

- ¿Scully? –dijo cerrando la puerta tras de sí - ¿Qué te ocurre?

- Es Anastasia, ¿sabías? –dijo sin mirarlo- A ella le encanta esta película…

- No te entiendo, ¿ella quién? –se acercó dejando los expedientes sobre el sofá- Si no me hablas no sé cómo ayudarte…

- … y recuérdame siempre- continuaba ella ahogando los sollozos- con amor, junto a ti, una vez en diciembre…

- Scully…

 

Entonces ella lo miró, con expresión de infinita tristeza. Sorpresivamente le echó los brazos al cuello como una niña pequeña.

 

- Quiero ver a mi hija –le dijo y estalló en llanto.

 

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Conducía pensando en lo que acababa de pasar. Le costó mucho hacer que se calmara, le trajo un vaso con agua y apenas bebió un par de sorbos; entonces la condujo hacia el dormitorio, la arropó y esperó a su lado hasta que se quedó dormida.

Estaba confundido. No había imaginado que para Scully hubiera sido tan devastadora la pérdida de Emily, que hubiera tanto dolor guardado dentro de su corazón.

“¿Hasta el punto de inventar recuerdos?”

Algo estaba mal. Un nombre sonaba sin cesar dentro de su cabeza como un murmullo monótono, un nombre que ella había repetido una y otra vez mientras lo abrazaba con fuerza dejando desbordar ese torrente de amargura.

“Piper… Piper… ¿Quién es Piper?”

Detuvo el auto y sacó la bolsa de muestras de la guantera, se dirigió al edificio y pronto estuvo llamando a una puerta.

 

- ¿Quién es? –dijeron desde adentro.

- Abran, soy yo –Apareció el rostro somnoliento y la larga cabellera rubia alborotada de Langley- Necesito un favor.

- ¿Pero quién…?! –Byers aparecía rascándose la cabeza- Debí adivinarlo, sólo tú puedes venir a la una de la mañana.

- ¿Quiero saber a quién pertenecen las huellas de este vaso?

- A ver, dámelo –dijo Frohike, con voz somnolienta, mientras se colocaba unos guantes de látex.

 

Tomó una cinta para coger las huellas y luego la puso en una placa. Escaneó las impresiones y las comparó con la base de datos del DVI. Luego se volvió hacia Mulder con cara de muy pocos amigos.

 

- ¿Quieres decirme qué clase de broma es esta?

- ¿Por qué? ¿De quién son?

- ¡Ah, Mulder! –dijo Langley que se había acercado al monitor- Así que ahora te dedicas a robarle los vasos a tu compañera…

- Me voy a dormir – dijo Byers moviendo la cabeza negativamente – Cada día estás más paranoico, Mulder.

- No puede ser –murmuraba Mulder.

 

Frohike no se había movido un centímetro de su lugar, continuaba mirándolo.

 

- Vamos, dilo ya Frohike. Estoy paranoico.

- Eso no es algo nuevo, Mulder. ¿Quiéres un café? –él negó con la cabeza y se desplomó en una silla- Bueno, yo sí lo necesito, tengo que estar bien despierto para ver si logro entender qué diablos se te ha metido en la cabeza ahora.

 

Y Mulder supo que la pequeña estatura de Melvin Frohike era sólo una tonta fachada que la naturaleza había puesto para encubrir a un gran hombre.

Le contó paso a paso como se habían ido dando las cosas –omitiendo algunos detalles, desde luego-, el cómo la corazonada de encontrarse frente a una desconocida se hacía cada vez más y más una certeza.

 

- Ella no es Scully, lo sé- dijo poniéndose de pie.

- ¿Y qué se te ocurre que pudo suceder? ¿Qué la abdujeron y pusieron una impostora en su lugar?

- No lo sé, pero presiento que algo tiene que ver con el accidente. Alguna variación en las constantes tiempo y espacio…

- ¿Algo como lo que te sucedió con Morris Fletcher?

- Sé que suena ridículo, Frohike, pero sé que no es ella –Volvió a sentarse frente a él- Ponme a un clon de Scully enfrente, idénticas hasta en el modo de caminar, en el timbre de la voz… yo sabría cuál es la verdadera. Esa mujer no es Scully.

 

Frohike no podía menos que mirarlo conmovido. Quizás el propio Mulder no lo supiera, pero estaba revelándole el inmenso amor que sentía por su compañera.

 

- Haz lo que hizo Scully con Fletcher…

- ¿Qué? ¿Apuntarle con mi arma?

- No… pon a esa mujer a prueba. Ha sido tu compañera por más de siete años, Mulder. Conoces sus gustos, sus reacciones…

- Mjú… -Mulder , como lo hacía cada vez que intentaba darle forma a algún pensamiento, plegó los labios remarcándosele el pliegue en mitad de su labio inferior- Sé exactamente por donde comenzar.

 

De regreso a su departamento hizo un par de llamadas, lo que le valió también que lo enviaran un par de veces a pasear, dada la hora, antes de aceptar ayudarlo con tal de que los dejara hacer lo que todas las personas honradas hacen cerca de las tres de la mañana: dormir.

“Sabría que no es ella”, se repetía cuando se recostó en el sofá de cuero verde. “Me lo dirían sus ojos…”

 

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Edificio J. Edgar Hoover.

Oficinas del Sótano

8.06 a.m.

 

Mulder sintió que todo su cuerpo se ponía en tensión al escuchar los pasos femeninos acercándose. Sonaban como los de ella.

“No es ella”

La puerta se abrió.

 

- Buenos días, Mulder.

 

“Pero se le parece demasiado”

Ahora la mujer llevaba un traje azul marino de chaqueta y pantalón y una blusa blanca, con el maquillaje muy sobrio.

La vio enarcar una ceja al sentirse observada.

 

- ¡Oh, lo siento! Buenos días.

 

“¿Qué haría ella?”, pensaba Gillian.

Y lo supo, lo hizo. Bajó la mirada.

 

- Mulder, sobre lo de anoche yo…

- No es necesario que digas nada. Yo lo comprendo –El se acercó y puso una mano en su hombro- Todo está bien, ¿de acuerdo? –Ella asintió- Volvamos a trabajar. Por lo pronto, necesito que firmes este par de expedientes y se los dejamos a Skinner de camino.

- Está bien –ella lo hizo entusiasmada- ¿Y ahora qué?

- Ahora tenemos que ir a Maryland. La policía nos ha pedido ayuda-dijo entregándole otro file en las manos.

 

Mulder fue a buscar su chaqueta observándola de reojo mientras ella abría el expediente.

 

- ¡Ay, mi Dios! –ella hizo una mueca de terrible asco e inmediatamente cerró el fólder al toparse sus ojos con la fotografía de un cuerpo totalmente calcinado.

- La policía dice que no murió aquí, creen que quizás fue asesinado por la mafia y ya lo trajeron quemado. ¿Quieres saber lo que yo pienso?

- Claro –Gillian no salía de su asombro.

- Que lo trajeron desde el Lago Okoboge

- ¿Oko qué?

- Boge… Okoboge…-

 

¿Así que a ella ni siquiera le sonaba el nombre?

“Lo sabía”

La tomó del brazo para ayudarla a ponerse de pie y se encaminaron a la puerta.

 

- Vámonos Scully –sonrió- ya sabes cómo me apasionan los casos que tienen que ver con fuego –dijo cerrando tras ellos la puerta.

 

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Mulder había podido notar que la mujer que caminaba a su costado –no podía pensar en ella como Scully- palidecía con cada paso que daba. Incluso le había parecido notar que tenía dificultad para respirar ahora que estaban justo frente a la puerta metálica de la sala de autopsias

 

- ¿No vas a cambiarte de ropa? –preguntó.

- ¿Eh? –ella lo miró con sorpresa- No, no… no creo que sea necesario.

 

Entraron. Un hombre con gafas, alto y delgado, casi calvo, vestido con chaqueta y pantalón verde, ya los aguardaba.

 

- Agentes…

- Hola Mike ¿qué nos tienes?

 

Mulder saludó y luego cogió un par de guantes de látex y empezó a colocárselos.

Gillian pensó que lo mejor era imitarlo en ese sentido, aunque no podía dejar de mirar la forma cubierta con la sábana blanca en la plancha metálica. Sentía un nudo en la boca del estómago.

 

- Sexo masculino, por la constitución de los pómulos yo diría que es asiático. No sabré mucho hasta que no empiece a trabajar en él, está totalmente quemado. ¿Listos?

 

Mike destapó el cuerpo. Definitivamente irreconocible, calcinado completamente. Incluso el olor, que ya podía notarse en el ambiente, pareció acentuarse.

Gillian sintió un vértigo que la hizo dar un paso hacia atrás, los ojos completamente abiertos.

 

- Definitivamente no es mi marca de colonia –dijo Mulder llevándose una mano a la nariz.

- Comenzaré –dijo Mike- Agente Scully ¿me alcanza el escalpelo que está a su espalda?

- Mjú –ella lo hizo. Espantada vio cómo el médico hundía la herramienta sobre el omóplato del cuerpo- ¡¿Qué está haciendo?! –jadeó.

- Voy a hacer la incisión en Y –dijo el otro mirándola con las cejas levantadas- ¿No es lo ordinario en este procedimiento?

- Sí…sí… -ella empezó a balbucear- Yo…

- ¿Te encuentras bien? – Mulder se aproximó a ella.

- No… quiero decir sí –ella lo miró con aire absolutamente desamparado- Necesito ir al baño –dijo y salió casi corriendo.

 

Mike miraba a Mulder quien bajó la cabeza unos segundos e hizo un movimiento negativo. Luego, se giró hacia él lentamente.

 

- Gracias Mike.

- Oye Mulder, para ser una broma, me parece muy perversa…

- Sí, creo que me excedí. Voy a verla. – y salió.

 

Gillian estuvo más de cinco minutos en el cuarto de baño, intentando tranquilizarse. Pero las lágrimas resbalaban por sus mejillas y apenas podía ahogar los sollozos que atenazaban su garganta.

Jamás hubiera imaginado que las cosas hubieran podido llegar hasta ese punto.

Cuando ella filmaba, se reía de los cuerpos maquillados que ponían delante suyo. Muy rara vez a Chris se le había ocurrido usar órganos reales metidos en formol porque sabía que ella los detestaba. Una vez había visto un feto real y no pudo dormir una semana con esa imagen.

Y ahora estaba aquí, en un lugar donde un cuerpo hedía a que quemado, absolutamente irreconocible y todavía esperaban que ella presenciara cómo era destajado, como si se tratase de una res.

¿Qué pasaría después? ¿Iban a pedirle que lo hiciera por ella misma?

 

- ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío!

 

Cuando sintió que podía controlar mejor su respiración, trató de componer un poco su maquillaje. Se echó un poco de agua al cabello y lo alisó con las manos. Había tomado una determinación.

“Si es como yo creo, tratará de encontrar una solución”

Al salir se encontró a Mulder apoyado en la pared, junto a la puerta. Tenía el arma en las manos, como si jugara con ella.

 

- ¿Ahora sí vas a decirme quién eres en realidad? –dijo sin mirarla.

 

 

Continuará

 

feedback = Sí/Yes

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