fanfic_name = LA MENTIRA DE LA TELARAÑA
chapter = 2
author = SARANYA
dedicate = Disclaimer: Garantizo que no me lucro con la utilización de estos personajes, que son propiedad de Chris Carter, la productora 1013 y la cadena FOX , los hechos y situaciones si son mi autoría.
Rating: MRS, caso X FILES, lenguaje para adultos.
Nota de la autora: Dedicatorias en la 1ª parte.
Spoilers: Me refiero a varios capítulos en general y a ninguno en específico.
Feedback: Si lo lees, me encantaría recibir sus comentarios ya sea en esta página o al correo saranya.xARROBAgmail.com . ¡Gracias por dedicar parte de tu tiempo a leerlo¡
Rating = touchstone
Type = Romance
fanfic = LA MENTIRA DE LA TELARAÑA –SEGUNDA PARTE
VI
Kimberly también había aprendido con el paso de los años a enterarse de muchas cosas y callar siempre, siempre, hasta ahora. Estaba harta de su posición y deseosa de ser reconocida y exaltada, aún a costa de lo que fuera. Solo tenía una ventaja el pasar tan desapercibida, era el tener acceso a conversaciones, documentos y archivos a los que nadie, nadie más podía acceder.
Por eso estaba enterada de la labor del Sindicato, del complot y el trabajo encubierto del mismo quien sabe con qué propósitos.
Y por eso encontró una mina de oro, un pasaporte a su futuro que debía aprovechar con inteligencia. Su suerte comenzó cuando sacó a escondidas copia de una llave altamente protegida por Skinner, la guardaba en la caja fuerte de la oficina. Era del archivador personal de su Jefe, un área a la que ella no tenía acceso pero donde éste guardaba celosamente carpetas que progresivamente le entregaba Mulder. En una larga ausencia de Skinner lo abrió.
Lo que encontró la dejó sorprendida.
Era un archivo paralelo y secreto de los Expedientes Secretos X, más enigmáticos, más escalofriantes, más turbios...
Los ingenuos de Skinner y Mulder habían dejado un rastro documental de sus secretos. Todos los rastros y evidencias de las mentiras sobre las mentiras, asuntos que era evidente habían mantenido ocultos a sus superiores y aún para Dana Scully, los mismos documentos lo decían, carecían de sellos oficiales y todos iban firmados por Fox Mulder con un visto bueno de Walter Skinner. Si querían guardar el secreto, ¿para qué firmar los documentos? Quizá trataban de constituir pruebas que les sirvieran en un futuro para exponer esas verdades. Cuando se referían a Scully aclaraban las versiones que le presentaban, las razones y las evidencias sobre las cuales basaban los informes oficiales que presentaban con ella.
Los pensamientos de Kimberly se dispararon hacia el infinito. ¿Por qué se lo ocultaron a Scully? Seguramente para protegerla. ¿Quién tomó esa decisión? Seguramente Mulder, para evitar que su tesoro fuera mancillado por los más escabrosos y asquientos secretos del Sindicato, por preservar su inocencia, su ingenuidad y además, seguramente, porque sería difícil que ella lo creyera. Dana Scully, tan inteligente, tan sabia, pero tan tozudamente racional, había sido excluida de la verdad simplemente por su incapacidad para aceptarla como tal, al estar por fuera de su mundo de estricta cientificidad.
"Pobre tonta", pensaba Kimberly, "Finalmente se ha apersonado de una lucha en la que ella ha sido la principal engañada, y por sus propios amigos".
Kimberly gastó dos semanas de su tiempo libre dedicada a la minuciosa tarea de leer concienzuda y concentradamente todos los expedientes paralelos, todos acompañados de sendas copias de los expedientes oficiales, todos con las mentiras minuciosamente descritas, minuciosamente destacadas.
Así se enteró de que todo comenzó cuando una de las fuentes de Mulder que fue asesinada y designada como Mr. X, le había dejado a éste un legado, completamente documentado y con pruebas, de un plan de colonización extraterrestre que sería completado en el año 2.012.
"Qué estúpidos", pensaba. No dejaron el archivo en medio magnético o en la red por temor a los hackers o a las revisiones de seguridad de la propia organización, todo estaba en documentos impresos perfectamente marcados y organizados, quizá el mismo Mulder era el encargado de llevar este registro minucioso.
Las evidencias señalaban que, sin embargo, a pesar de mantener oculta la información, Mulder y Skinner hacían resistencia al plan de colonización, pero ella podría mostrar ante Scully que eran colaboradores. Sería fácil. Con tanta información oculta se sentiría traicionada. Tenía en sus manos a Skinner, pero lo mejor, lo que más le encantaba era que tenía en sus manos a Fox Mulder, quien estaría dispuesto a todo con tal de conservar la amistad y el afecto de Dana Scully.
Kimberly extrajo documentos claves progresivamente para fotocopiarlos y comenzó la tarea de establecer como obtendría ventaja del asunto. Se le empezaban a ocurrir unas interesantes ideas.
VII
Mr. X le dejó un mensaje encriptado en el correo electrónico que los Pistoleros Solitarios le ayudaron a descifrar.
Contenía los datos suficientes para encontrar el archivo personal de Mr. X, quien sin duda presentía o tenía certeza de que sería asesinado y por eso lo nombró heredero de la muerte. Un legado imposible de cargar solo, una verdad espantosa contra la cual se sentía impotente para luchar, pero no le quedaba otro camino.
Quién lo hubiera pensado, que una sola persona se convirtiera en ficha clave para salvar a la humanidad, y que esa persona fuera él, precisamente, él. Desde que fue poseedor del secreto no supo que hacer con él. Scully no le creería, absorta como estaba ya con las pocas verdades reveladas, no podría asimilar la carga de algo tan escalofriante, su espíritu se diezmaría, caería derrotada. Pero no podría luchar sin ella, lo sabía porque ya antes se había quedado solo, unos pocos meses, suficientes para que supiera que sin Dana Scully no era nada.
Entonces buscó a Skinner, más que para obtener un aliado, para compartir la carga pesada de sostener esa gran verdad, la que hubiera preferido que se mantuviera fuera, pero que ahora era parte de su ser. Skinner estuvo de acuerdo en mantenerlo oculto, Scully era una aliada pero aún no tenía la suficiente apertura mental como para comprender la inmensidad de la amenaza.
A partir de ese momento comenzaron a manejar el archivo paralelo de secretos. Muchos de los casos trabajados tenían la versión oficial, habitualmente trabajada con Scully y la versión extraoficial, organizada y sistematizada por Mulder, con el registro de los avances en la resistencia contra la colonización, con la finalidad en efecto de dejar un rastro documental que les sirviera en el futuro, cuando fuera propicio exponer el proyecto.
Si Scully se enterara se daría cuenta de por qué Mulder nunca tenía tiempo para redactar los informes con ella. No era en todos los casos, algunos no tenían nada que ver con el tema; a Scully le iban soltando verdades a medias y le iban mostrando evidencias progresivas, pero el tamaño de la mentira había adquirido proporciones descomunales y a estas alturas ya era imposible contarle la verdad, aunque estuviera preparada para ello, porque inevitablemente se mostrarían como unos traidores y manipuladores de mierda.
VIII
Ya era común para Scully permanecer solitaria en la oficina. No importaba no tener escritorio pues ella utilizaba el de Mulder en sus largas ausencias, ya hasta había comenzado a sacarle punta a los lápices con destreza y pensaba en la mejor estrategia para lanzarlos al techo.
Mientras tanto su mente analizaba y tomaba giros inesperados. La única salida que vislumbraba era seguirle y espiarle. Mulder recibía llamadas extrañas, hacía visitas sin ella en horas de trabajo, la excluía de todo esto y ni una sola palabra. Por ello, espiarle era la única alternativa.
Por alguna extraña razón las últimas noches había soñado con la araña que vio en casa de Mulder. La veía tejer sus hilos y devorar sus presas, pero lo increíblemente angustiante era que veía a Mulder miniaturizado, atrapado en la red y a punto de ser devorado.
Aunque no se consideraba supersticiosa no podía alejar la sensación de que Mulder estaba en peligro, sensación respaldada con ese silencio, esa soledad que sentía que lo abrumaba como si nunca antes hubiera sentido tanta necesidad de tenerla a ella cerca, pero al mismo tiempo la alejaba y no la hacía partícipe de lo que estaba pasando.
Esa noche le vigilaría. Había solicitado un vehículo diferente al de siempre para no ser advertida, estaba dispuesta a desentrañar el misterio y a desenrollar su propia mente de esa telaraña de temores que la envolvía y prácticamente no la dejaba respirar en paz.
Mulder se había ausentado de la oficina toda la tarde con la excusa de que tenía una reunión con Skinner, pero Scully ya había hablado con Kimberly por teléfono quien le había informado que ni Mulder ni su jefe se encontraban en la oficina. ¿Quizá se habían encontrado fuera? Era extraño, o quizá Mulder le había mentido, no sería raro, con la actitud de los últimos días, esos problemas personales que decía que tenía sonaban a verdaderos problemas.
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Kimberly disfrutaba de la amable visión externa del Edificio Hoover a través de la ventana. Era agradable ver a esa gente insignificante pululando por todos lados, muchos con vidas insulsas y vanas, mientras ella estaba llena de una luminosa felicidad.
Sin embargo, la última llamada recibida la había dejado muy pensativa.
Recién que Dana Scully le había colgado el teléfono después de preguntar por su compañero de trabajo, Kimberly no pudo menos que sentirse triunfadora, ahora que estaba segura de que ellos nunca habían compartido una cama, con fines sexuales no, por lo menos, y aunque Scully lo ignorara por fin le había ganado en algo, había disfrutado de una noche de sexo con Fox Mulder, mucho más de lo que la misma Scully podía haber logrado en todos estos años.
Y el sexo había sido espectacular. Por lo menos para ella, con ese cuerpo intenso y bello disponible solamente para satisfacerla. Lo había recorrido y saboreado a su gusto. Estaba segura de que él lo había disfrutado, deseaba convencerse de ello, la prueba era que él había logrado excitarse y embestirla con su imponente y rígido miembro, para eso se requería estar excitado, ¿no? Pero la carcomía el recuerdo de la absoluta indiferencia de él ante sus besos, se había dejado hacer pero sin responder, dejando una huella de frialdad ante lo que había sucedido, y eso la llenaba de ira.
Debería contarle a Scully… alardear de su logro ante ella, pero no, no ahora, aún tenía mucho por disfrutar con Mulder, y si ella se enteraba de algo, corría el riesgo de perderlo todo. Aún no se expondría, hasta que se asegurara de obtener de Mulder más que su cuerpo, hasta que garantizara para sí algo de sus sentimientos, hasta que le hiciera dependiente de su afecto y de su pasión, porque ése era su objetivo.
Además ¿Scully había preguntado por una reunión entre Mulder y Skinner? Esos dos se traían algo entre manos si se reunían por fuera de la oficina para que ella no se enterara. Era hora de dar un primer golpe, que se dieran cuenta de que sus amenazas eran en serio y no el capricho de una niña tonta que pudiera ser manipulada.
Se alejó de la ventana y se sentó ante el escritorio dispuesta a definir su próximo paso.
IX
El último día en que Fox Mulder tuvo algo de tranquilidad la mañana estaba soleada y la mirada de Scully al recibirlo en la oficina había sido como una ráfaga refrescante en el calor del verano. Como era ahora habitual se habían visto el fin de semana y las señales que emanaban cada uno de ellos hacia el otro indicaban que estaban más que dispuestos a llevar su relación a otro nivel.
El sábado anterior, en el apartamento de Scully, entre la bruma de unas copas de vino y una película estúpida, se habían besado. Con intensidad, con fuerza, con el anhelo desbocado de los que han deseado saborearse demasiado tiempo y se han contenido. Habían terminado de cenar en una de esas rutinas que habían adquirido para atenuar sus soledades, el sabor del vino era suave y el calor del alcohol en sus venas les hizo sentarse más cerca de lo políticamente correcto, en el sofá blanco y mullido, ante el habitual televisor encendido. Colocaron una película vieja en blanco y negro de la cual ninguno recordaba ni el título.
Él instintivamente pasó su brazo sobre sus hombros y la atrajo hacia sí, ella se recostó en su pecho y cerró los ojos, imbuida en la sensación de sentirse tan a salvo acunada por el ritmo acelerado del corazón de Mulder, que latía tan aprisa... ¿solo por tenerla a ella entre sus brazos? Sorprendida por ese ritmo cardiaco acelerado que ya se le había contagiado levantó el rostro y se encontraron tan cerca, tanto que fue inevitable. Ninguno podía recordar quien dio el primer paso o tomó la iniciativa, fue como de común acuerdo, como si una certeza se hubiera apoderado de ambos y solo hubiesen hecho lo más natural, lo más lógico e inexorable.
Los segundos parecían interminables mientras duró pero cuando acabó les pareció muy breve, suficiente sin embargo para dejales jadeantes, con la respiración entrecortada y absolutamente sin palabras. Al dar el beso por terminado sonrieron y se mantuvieron abrazados, ella recostada sobre su pecho, ninguno supo cuanto tiempo, allí sobre el sofá, con los ojos cerrados, hasta que el acuerdo silencioso hizo que finalmente Mulder se marchara.
Querían ir despacio, decirse las cosas poco a poco, sin prisas, sin temores. El primer paso estaba dado y ya no había vuelta atrás, una cosa era una tentativa de beso que no llegó en un pasillo o un beso de amigos en año nuevo, podían ser obviados, olvidados como si no hubieran existido, éste beso no, imposible.
Pero ese lunes siguiente al fin de semana memorable, día que parecía prometedor y refrescante, Mulder recibió la llamada alarmada de Skinner, quien lo citó de inmediato en su oficina.
Una vez allí Mulder vivió la reunión con Kimberly todavía envuelto en la sensación de aquel beso, con la certeza de que su felicidad y la de Scully estaban seriamente amenazadas.
Skinner, a pesar de estar tan alterado y decepcionado, confrontó con firmeza a Kimberly y le preguntó,
- ¿Qué quieres a cambio de tu silencio?
Ella no se lo pensó mucho, ya lo tenía todo muy definido.
- De usted, un ascenso en mi empleo con una alta recomendación de su parte, dejar de ser su mandadera y una nota de felicitación por mi desempeño para enviar a mi madre. De usted Mulder - dijo dirigiéndose a éste de forma muy sugerente - quiero algo un poco más complejo, que le indicaré en privado, esta noche en su apartamento. Deseo un trato respetuoso de ambos y poco a poco les iré comentando mis otras peticiones.
A Skinner le pareció muy poco y simple lo que pedía, había que estar alerta pues lo que estaba en juego era demasiado grave para negarle nada. No era únicamente Scully, era la lucha personal de Mulder y Skinner en resistencia a la colonización que habían logrado estructurar desde esa pequeña oficina del FBI, eran los nombres de los integrantes y colaboradores de la misma, una red que había crecido como una telaraña por el mundo, con auxiliares en los Estados Unidos y en países claves como Rusia y Francia. Era demasiado lo que estaba en juego.
Y eran demasiado escrupulosos para simplemente eliminarla, aunque a Mulder le pareció una alternativa viable cuando conoció todas sus pretensiones, esa noche, en su apartamento, y se vio obligado a ceder ante ellas.
X
Mulder y Skinner entraron silenciosamente en el apartamento vacío de Kimberly, fue fácil distraer al conserje y más fácil aún abrir la cerradura. Se encontraron con una estancia pequeña que tenía la normalidad escrita en cada una de las sillas, mesas y adornos que la llenaban. Nada raro, nada especial o diferente que denotara alguna anomalía en la organización mental de su propietaria, quizá todo un tanto descuidado. Mulder había comenzado a apreciar la pulcritud y el orden femeninos a través de la armonía pluscuamperfecta del apartamento de Scully, percibir en su propio apartamento el descuido no le afectaba pero ahora viendo esos detalles en una mujer se llenaba de una aprehensión y un asco desconocidos.
Lo sorprendente lo encontraron cuando entraron a la habitación, una cama desgarbada y unas paredes encuadradas con espejos, cuyos marcos estaban bordeados de fotografías, en todos los tamaños y circunstancias, de Fox Mulder. Cuando en alguna foto aparecía Dana Scully, ésta había sido tachada con una x de color rojo con el centro en medio de la frente.
- Ésta mujer está desequilibrada - anotó Skinner siguiendo la línea del pensamiento de Mulder – y obviamente está obsesionada con usted.
Skinner decidió ser directo y expresar la duda que le daba vueltas en la cabeza, se giró hacia él y una vez le tuvo frente a frente continuó.
- Mulder, usted no ha querido decírmelo y yo se lo he respetado, pero por su seguridad y la de Scully, dígame ahora y exactamente, ¿qué fue lo que le pidió Kimberly esa noche?
Aunque hubiera preferido evadirlo, decidió ser sincero.
- Walter, soy la prueba fehaciente de que es una desequilibrada. Ella... ella… quiso tener sexo conmigo... - dijo con voz firme pero avergonzada, mirándole fijamente.
- Y usted... ¿accedió? - preguntó Skinner con sorpresa.
- No... no tuve alternativa... era eso o ver a Scully odiándome por el resto de la vida, ver todo nuestro trabajo de los últimos años en ruinas, a nuestros colaboradores expuestos…
- Pero por Dios, Mulder... hay que neutralizar a esa mujer como sea... no me atrevo a preguntarle lo que tuvo que ser para usted acceder a tal pretensión, no quiero saberlo... lo que me preocupa ahora es el tamaño de la obsesión que tiene con usted y las proporciones del odio que siente hacia Scully, estas fotografías lo representan…
Evidentemente, las fotos correspondían a copias de las que habían quedado archivadas en algunos expedientes, fotos logradas en escenas de crímenes o en entrevistas con sospechosos, parecían escaneadas e impresas para centrarse en los rostros de Mulder principalmente y en Scully alternativamente. Y la más sorprendente, era una foto de Scully tomada en el hospital después de su abducción, cuando aún no había recobrado el conocimiento, en la cual sobre la x una sola palabra la cubría con caracteres rojos y desproporcionados que decían: Morirás.
- ... lo que me preocupa es la seguridad de la Agente Scully...- insistió Skinner - quizá sea hora de que pensemos en contarle toda la verdad, aún a costa de nosotros mismos. La prioridad es garantizar su seguridad.
Mulder sabía que él tenía la razón, decirle la verdad era algo a lo que tenía que enfrentarse. Pasara lo que pasara.
Mientras tanto le hizo notar a Skinner los documentos personales que había encontrado en el cajón de la mesa de noche, eran una medicación firmada por un tal doctor Sullivan, de una clínica psiquiátrica, acompañada de un diagnóstico en letra confusa en el que se distinguía:
"Paciente: Kimberly Artheton. Diagnóstico: Trastorno delirante tipo erotomaniaco. Recomendación: ingreso inmediato a la Institución Psiquiátrica para tratamiento."
- Es un trastorno psicótico – explicó Mulder a Skinner sin ocultar su sorpresa– dadas las características y si yo soy el objeto de su obsesión, con seguridad piensa que estoy enamorado de ella, que accedí a sus deseos porque yo también lo deseaba y además… puede llegar a ser violenta.
Por fin tenían algo contra ella, Mulder sintió como si la presión del ovillo de la tela de la araña que lo apresaba cediera un poco y logró, por primera vez en mucho tiempo, respirar profundamente.
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Esta historia continuará...
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