fanfic_name = LA MENTIRA DE LA TELARAÑA – 3ª DE 5 PARTES

chapter = 3

author = SARANYA

dedicate = Autora: Saranya.



Disclaimer: Garantizo que no me lucro con la utilización de estos personajes, que son propiedad de Chris Carter, la productora 1013 y la cadena FOX , los hechos y situaciones si son mi autoría.



Rating: MRS, caso X FILES, lenguaje para adultos.



Nota de la autora: Dedicatorias en la 1ª parte.



Spoilers: Me refiero a varios capítulos en general y a ninguno en específico.



Feedback: Si lo lees, me encantaría recibir sus comentarios ya sea en esta página o al correo saranya.xARROBAgmail.com . ¡Gracias por dedicar parte de tu tiempo a leerlo¡



Rating = touchstone

Type = Romance

fanfic = LA MENTIRA DE LA TELARAÑA - TERCERA PARTE





XI



En su apartamento Scully se revolcaba en medio de las sábanas arrugadas. Un calor insoportable la inundaba y se dio cuenta de que provenía de su propio cuerpo, no del medio ambiente. La temperatura del aire acondicionado estaba correcta, ya lo había verificado varias veces.



Lo que la llenaba y no la dejaba dormir era una sensación de ira y dolor al mismo tiempo. Pensamientos obsesivos anegaban su mente y sintió temor por lo que le costaría volver a recuperar el control y el equilibrio. Debía lograrlo. Mañana sería inevitable enfrentar a Mulder en la oficina y no podía llegar a azotarlo con insultos o reclamos, cual novia celosa.



Cierto que se habían besado, cierto que ella esperaba de él una lealtad que trascendiera lo laboral, o por lo menos, si él no sentía nada más por ella, su amistad lo ameritaba, que le hubiera contado que estaba sosteniendo una relación con una mujer. ¡Con una mujer que no era ella!



Lo peor era contemplar como la ilusión que se había forjado se desinflaba.



El Mulder misterioso, que parecía obsesivo con llamarla cada noche, pero que se escabullía por completo de su vida, quizá estaba apenado por la perspectiva de tener que explicar por qué esa noche la besó con tanta intensidad, con una fuerza tan prometedora que no hicieron falta las palabras, haciendo que ella quedara con certezas injustificadas.



Obviamente él no había sentido lo mismo que ella, había sido un error, un lamentable error.



El timbre del teléfono la sacó un instante de su obsesión, pero la llenó de terror. Era él. Seguro era él y ella estaba ya bañada en lágrimas y la voz le saldría confusa, dolorida... pero ¿por qué él la llamaba si estaba con otra mujer? Lo había visto, esa misma noche, entrar con ella a su apartamento, desde la sombra de un auto oficial y desde unos binoculares que limpió repetidas veces para comprobar que no era una alucinación.



Una fuerza la movía a escuchar su voz vibrante, estremecida siempre que hablaba con ella, quería sentir en dónde guardaba el engaño... y hasta qué punto. Contestó cuando estaba por perderse la llamada en el contestador automático.



- Hola.

- Hola Scully... soy yo... de nuevo... - su voz se sentía también extrañamente triste, trágica, con un sino mucho más depresivo que el que le había escuchado en los últimos tiempos.

- Lo sé... - ella solo se sentía con fuerzas para contestar con monosílabos.

- Perdona que interrumpiera tu sueño nuevamente... quería escucharte, saber si estabas bien...

- Estoy... bien - su voz trémula la delataba.

- ¿Seguro? Te escucho algo extraña - por lo visto Fox Mulder era ya un experto en intuir sus estados de ánimo, a veces con mirarla, ahora con unas pocas palabras.

- Seguro... y tú… ¿estás solo?

- ¿Por qué lo preguntas? Claro que no estoy solo... no ahora que estoy hablando contigo.



Ella respondió con un fuerte suspiro, ¿de alivio? En principio se aterrorizó con la respuesta ¿él iba a admitirle que estaba con otra? Hasta que comprendió el sentido cuando la completó. ¿Por qué creerle? De pronto su acompañante solo estaba dormida, dormida después de sentir el peso de su masculinidad en su interior, gemir de placer y llorar de felicidad por los besos y las caricias que siempre le había negado a ella.



- No suenas bien Scully, pareces melancólica...

- Lo único que quiero es quiero dormir un poco, hasta mañana.



Los pensamientos comenzaban a obsesionarla con más fuerza, cuando cerraba los ojos le llegaba la imagen nítida y fuerte de una mujer sin rostro en los brazos de Mulder.



- Bien, descansa, mi... Scully.



Mulder colgó atemorizado, casi, casi se le habían escapado sus sentimientos en una sola palabra que no había pronunciado pero que le nacía en el alma decir. Pero no podía pronunciarla, porque ahora era más indigno de ella, porque la culpa lo carcomía por dentro y había corroído su espíritu.



Ella se quedó escuchando el pitido del teléfono un rato. "...descansa, mi...", ¿mi qué? Otra cosa más para pensar en la eternidad de una noche de insomnio.





XII



Mulder estaba exhausto, preocupado pero satisfecho. Esta noche le había dado un NO categórico a Kimberly. No quiso perder la oportunidad de verla humillada ante la contrariedad que le generaba ser rechazada, sobre todo con todas las ínfulas del poder recién adquirido que le había dado tan buenos resultados en la anterior ocasión.



Él la encontró a la entrada de su edificio, ya tarde en la noche, cuando llegaba de la oficina.



-¿Sabes a lo que vengo? – Le preguntó ella.



Él asintió y la invitó a entrar en su apartamento como si necesitara que su araña, única compañía en su soledad, fuera testigo de que por fin tenía las agallas para ponerla en su sitio y dejar que secara su húmeda excitación en pura y simple frustración.



Entraron y Kimberly se dirigió inmediatamente a la habitación, llevándolo de la mano y prendiendo las luces, pues quería verlo todo y grabarlo en su mente para recrearse en cada detalle. Ella le guió hasta la cama esperando sexo, puro y llano, sin preguntar nada más, sin preámbulos ni la oportunidad de decir que no. Él la miró en silencio y solo al último momento, cuando ella empezaba a desvestirse y se acercaba con la intención de acariciarle, se lo dijo con una frialdad desalmada, que le daba un gran alivio.



- Me das asco...

- ¿Cómo? - Preguntó ella sorprendida, transformado su rostro por la ira y ofendida hasta la fibra más íntima de su ser.

- Eres una perra asquerosa y jamás, jamás en el resto de mi vida permitiré que vuelvas a ponerme un solo dedo encima – lo dijo con tal tranquilidad y certeza que trasmitió toda la intensidad de su sentir.

- ¿Estás loco?



Ella lo dijo temerosa de que él pudiera cumplir con su amenaza, si no podía tenerlo, ¿qué sentido tendría ser poseedora de esa verdad? ¿De qué le serviría verlo destruido, sin Scully, sin trabajo, pero sin la oportunidad de tocarlo, tomarlo y apoderarse de su cuerpo como única alternativa para poder adueñarse de su alma? Porque ella creía que podría conquistarlo, volverlo dependiente del placer que le proporcionaba.



- ¡No estoy loco, tú estás loca...! ¡Fuera, fuera de mi casa, fuera de mi vida, maldita perra! – Le dijo tomándola del brazo con brusquedad y llevándola hacia la puerta.



Ella se dio cuenta de que era en serio. Esquivó el roce doloroso de Mulder en su brazo, volvió a abotonar su blusa y a ponerse la chaqueta, mientras en shock le miraba como lo que él le había dicho que era, como una loca furiosa.



- Toda tu vida te arrepentirás de esto Mulder, ya lo verás, toda tu vida...

- Únicamente me arrepiento de la noche que pasamos juntos, te aseguro que es el recuerdo más vergonzoso y que me genera más repulsión de toda mi existencia.



Kimberly abandonó el apartamento rápidamente, dejándolo con la sensación de que había realizado un acto acertado y al mismo tiempo equivocado, con insospechables consecuencias. Cuando ella salió Mulder se quedó mirando la puerta y no pudo evitar desviar la mirada hacia la araña en su esquina preferida, la vio pendiendo de un hilo, con dificultades para mantener el equilibrio y retornar a su tela, porque una ráfaga de viento que entraba por la ventana abierta la hacía ondular de lado a lado.



De lo que Mulder no se percató fue que cuando invitaba a Kimberly a entrar a su apartamento, Scully le observaba con unos binoculares gastados que le impidieron identificar a la mujer. Ella se marchó inmediatamente entraron, con las entrañas revueltas y unas náuseas insoportables.





XIII



Después de abandonar en compañía de Skinner el apartamento de Kimberly, volvieron al FBI con la intención de indagar su expediente.



Desde un computador ubicado en la oficina de sistemas del FBI, Skinner accedió con facilidad al sistema de información donde estaban registradas todas las hojas de vida de los agentes y funcionarios al servicio de la organización; con facilidad entró a la página donde reposaba la información sobre Kimberly, todo se veía normal, correcto, adecuado a lo que siempre habían pensado de ella, hasta que se encontraron con un área restringida.



- Qué extraño – anotó Mulder – esta área solo es utilizada para guardar información clasificada, sobre agentes, misiones u operaciones encubiertas ¿Por qué utilizarla con Kimberly? Es secretaria, no cumple misiones ni esta comprometida en investigaciones.

- Pues vamos a averiguarlo, – expresó Skinner con decisión mientras continuaba digitando – hace algún tiempo, por una casualidad llegó a mis manos la clave maestra de acceso a todo documento, clasificado o no, que esté alojado en el sistema de información del FBI, sabía que me iba a ser útil, pero no tan pronto.



En efecto, digitó los números y letras que se correspondían a la clave y la información quedó abierta, completa, sin restricciones.



- Wooow Walter, cuando le cuente a los muchachos no me lo van a creer, se van a morir de la depresión cuando sepan que ya no los necesito para hackear información de alto nivel.

- Entonces mejor no le cuento de donde provino la información de la clave… - respondió Skinner mirándole de reojo la expresión de sorpresa que se dibujó en su rostro.

- Vamos... los muchachos me la hubieran entregado a mí... ¿Por qué a usted?



Mulder se quedó esperando una respuesta, pues lo que tenían ante sus ojos, era abrumador. Así como los mismos Expedientes X, se encontraron con que existía un expediente paralelo de Kimberly, sostenido y ocultado por personajes que tuvieron que ver con su padre. Ellos se encontraron con que ella había entrado en la Academia y realizado el entrenamiento del FBI, Mulder se dio cuenta que los años coincidían con los de entrada y graduación de la misma Dana Scully. "Seguramente ya la conocía", pensó.



Kimberly había reprobado en dos oportunidades para poder ser designada agente del FBI, no solo los exámenes de aptitud y conocimientos, lo más grave, había reprobado los tests psicológicos que la señalaban como altamente egocentrista, sin compasión ni sentido de la lealtad o el sacrificio, inestable, con baja autoestima y recomendaban que le impidieran el manejo de armas de fuego.



- Una persona así no debió haber sido admitida en el FBI, para ningún tipo de cargo - rezongó Skinner, indignado.

- Usted estuvo trabajando con una bomba de tiempo por todos estos años Walter, vaya usted a saber en que otros asuntos pueda estar implicada.

- Lo peor es que no me di cuenta nunca, hasta ahora que saca las garras de la peor forma...

- Pues no lo culpo, parecía una mosquita muerta cuando en verdad era una araña ponzoñosa.



Imprimieron todos los documentos, tenían elementos para minar la credibilidad de Kimberly, el problema es que ésta aún tenía en su poder pruebas documentales de su secreto, no estaban en su apartamento, había que averiguar en dónde las había ocultado.



Camino al sótano, lugar por ahora más seguro para guardar la información que el despacho de Skinner, Mulder lo preparó para lo peor.



- Walter, Kimberly me ha avisado que hoy irá a mi apartamento, quiere más y yo no estoy dispuesto a dárselo. - Indicó con decisión.

- Pues nos prepararemos. Con estos documentos y su experiencia iremos construyendo un perfil criminal de Kimberly. La mostraremos como una extorsionista capaz de fabricar pruebas para defendernos ante nuestros superiores, en caso de ser necesario; respecto a Scully… deberemos definir como hablar con ella... y esa es una misión de los dos... no debemos ocultarle más la verdad, se lo debemos...

- Lo sé, eso para mí es lo más difícil... pero algo que me dará mucho alivio hacer, a pesar de las consecuencias...



Los dos hombres no podían ocultar la tristeza y la preocupación en sus rostros. El peor error había sido no haber confiado en ella desde el principio, aunque no lo hubiera compartido o creído, sin duda habría guardado silencio y les habría hecho menos amarga la lucha de los últimos años, o quizá hubiera optado por abandonarles, pero siempre con una opción clara y nítida ante sus ojos, no con el engaño al que había estado sometida, atrapada en la búsqueda de una verdad que ya habían encontrado, pero contra la cual aún debían luchar.





XIV



Ese día Scully se dedicó algo más a su arreglo personal. Aunque era normal en ella estar siempre muy bien presentada, ese día sentía que debía reforzar su autoestima y escogió de una forma más consciente su ropa y se aplicó con mayor atención el maquillaje, tenue, apropiado. El perfume se extendió con suavidad detrás de sus orejas, dejando una estela de aroma un poco más intenso del habitual.



Mulder la había abandonado por otra mujer. Aunque siempre supo que no cumplía todos los requisitos del test físico para ser admitida en los gustos de Mulder, hoy él debía apreciar lo que se había perdido y, mejor aún, lamentarlo.



Llegó a la oficina vacía y al poco tiempo recibió con desconfianza el sobre sin remitente que le entregaron en la primera ronda de correspondencia de la mañana. Mulder aún no llegaba a la oficina y ella sentía el peso de una soledad que no deseaba romper porque verle sería aún más doloroso. Pero debía enfrentarlo, enfrentar su mirada y adivinar a través de ella, cuan equivocada había estado.



Abrió el sobre con rapidez inspirada por una inusitada curiosidad. El sobre había llegado por el correo interno, venía de alguien del mismo edificio, pero ni aún adentro aparecía de quién. Sacó del sobre la copia de unos documentos… un informe, firmado por Fox Mulder, una remisión de pruebas para análisis de laboratorio, también firmada por Fox Mulder... era extraño... detenidamente se fijó en el contenido y su rostro fue cambiando de tonalidades a medida que la sorpresa se apoderaba su ser, de un pálido blanquecino a un rojo furioso.



Un preocupado pero desprevenido Mulder entró por la puerta de la oficina dirigiéndole un fresco saludo. Mientras dejaba el saco en el perchero concentró su mirada en ella porque le extrañó el suéter y el pantalón negros que usaba, un poco ajustados ambos que dejaban traslucir su silueta, hermosa pero que habitualmente ella trataba de disimular bajo metros y metros de tela… pero hoy no. Hasta pasados unos instantes se percató de su expresión, de su mirada, del color de su rostro y de que ella no había respondido al saludo...



- ¿Qué pasa? – Le preguntó él y cualquier mortal hubiese podido pensar que con ingenuidad, como si no debiera nada a Scully, como si no le debiera una verdad que era importante para ella desde hacía mucho tiempo.



Ella se acercó lentamente y le entregó los documentos, un brillo de horror destelló en los ojos de Mulder, esos papeles eran sin duda las consecuencias de su negativa de la noche anterior, las consecuencias de haber obrado, aunque tardíamente, con dignidad ante la extorsión de una perturbada. Revisó los papeles con atención y los recordó, él mismo había redactado el informe y había hecho la remisión al laboratorio con la aprobación de Skinner, unos dos años atrás, cuando Scully aún estaba afectada por un cáncer terminal y asesino.



Ella por fin, trémula, pudo pronunciar palabra,



- Me lo ocultaste, sabías que era importante para mí, pero me lo ocultaste...



Lo que había revelado Kimberly era una de las tantas mentiras documentadas y detalladas del archivo, una de las más pequeñas comparadas con esa verdad grande y demoledora, pero sin duda, una de las más dolorosas.



- …encontraste los óvulos que me fueron robados... extraídos durante mi secuestro, o abducción, no lo sé... los encontraste, los guardaste, los remitiste al laboratorio y todo sin mi conocimiento, sin mi consentimiento, sin hacerme partícipe de los resultados... - las lágrimas inundaron su rostro mostrando toda su decepción, frustración y dolor.

- Sí, es cierto. No tengo excusa para ello y no quiero que me perdones, no lo merezco. En esa época estabas luchando contra el cáncer, no podía decírtelo, no podía causarte un dolor más grande... necesitabas estar entera para ganar la lucha... no podía minar más tu espíritu...

- Bien... pero luego sané... y sabías... sabes lo que he deseado, lo que deseo ser madre... y aún así... sabiendo que sería una posibilidad, no me lo dijiste.

- No... porque los resultados han sido negativos... los óvulos no son viables, Scully, si lo hubieran sido, te lo habría informado inmediatamente, pero no lo eran; esto es muy doloroso para mí, romper tu esperanza...



Los ojos de Mulder también se llenaron de lágrimas, su voz se quebró frente a una Scully decepcionada pero que aún en contra de su propia racionalidad, en el fondo, entendía por qué él lo había hecho.



Él sintió que su mente se nublaba mientras su instinto lo acercó a ella, la tomó con suavidad por las muñecas y la atrajo hacia sí en una tentativa de abrazarla, ella mientras lloraba le esquivó pero finalmente se rindió y terminó también abrazando, se aferró a él con fuerza, con sus brazos rodeándolo encima de su camisa, sintiendo la suave fricción de las manos de Mulder en su espalda, embriagándose en su calor que la confortaba; después de unos segundos él se soltó levemente, agachó la cabeza hasta que sus labios se deslizaron sobre la suavidad de las mejillas de ella, y cuando Scully sintió un suave beso detrás de su oreja, se permitió cerrar los ojos un instante, pero con la velocidad un suspiro súbitamente recordó los acontecimientos de la noche anterior y se soltó, con rapidez y brusquedad, saliendo de la oficina con una petición en los labios de la que no esperó una respuesta.



- Necesito que me los entregues, buscaré una segunda opinión.



Él quedó allí, solo, con los brazos huérfanos, con el perfume de ella adherido a su propia piel y con la fuerte sensación de haber perdido su cobijo, su fortaleza.





XV



Como no soportó permanecer en la oficina, prefirió la soledad de su pequeño apartamento, siendo todos los acontecimientos vividos inspiradores de pensamientos obsesivos. Cuantas veces sentado, solo, en el mismo sofá de cuero negro, frente a esa araña oscura que le recordaba todos sus errores, con la duda metódica carcomiéndole el cerebro, con las lágrimas recorriéndole el rostro dejándole sendas cada vez más profundas.



Porque cuando los hilos que tejen el destino se rompen y sabes que fue tu culpa, la sensación de que la vida es una carga más pesada de lo que podemos soportar no nos deja continuar. Fox Mulder estaba abrumado con el peso de la verdad revelada y peor aún, con la carga siniestra de la verdad aún oculta.



Sabía que no tendría perdón y que la única persona capaz de redimirlo de todos sus pecados, se alejaría horrorizada. Su mesías de rostro marfilíneo tomaría cualquier rumbo, no importaría cuál, solo le importaría que fuera uno en el que él ya no estuviera, causándole a ella más daño, más dolor, dejándole más cicatrices imborrables mientras él quedaría con las heridas abiertas para siempre.



Sentía el fuerte impulso de lanzarse a la telaraña, de ser una presa voluntaria frente al apetito voraz de los que deseaban ver su cabeza rodar y que se complacerían en ello.



Esa noche la enfrentaría, con o sin Skinner, ya no había vuelta atrás, el hilo en el que estaba atrapado se encogía con celeridad y ya no había escapatoria, esperaba que su paloma blanca no fuera a caer y a sucumbir en la misma red, esperaba que se mantuviera íntegra, completa, para luego poder resurgir entre las cenizas del engaño y quizá, si aún existía la redención para los más pecadores, quizá algún día obtuviera, no su amor, ya no podía ni soñar con ello, por lo menos algún atisbo de perdón.



Por ahora, se ocuparía de Kimberly, la muy maldita, la que le había privado de su dignidad como hombre y como ser humano, pero finalmente, la única que le había confrontado frente a la necesidad de decirle a Scully la verdad, por más dura que pareciera, por más estremecedora y aterrorizante que fuera.



Lamentaba que su regreso al mundo de los hombres que tenían sexo hubiera sido de esa forma. Desde que conoció a Scully lo había llenado una especie de complejo de fidelidad – algo así como una castración mental – enfermedad que no había sido explicada ni estudiada por nadie en la psicología moderna, pues era aquella que le hacía centrar todo su deseo en una sola mujer y ante la imposibilidad de tenerla, le era imposible saciarse con alguna otra. Con Kristen lo logró porque su ausencia y la culpa le pesaban tanto que bajó todas las defensas, pero cuando ella volvió sintió como si la hubiera traicionado.



Lo que más le atormentaba era que en algún momento pensó en Kimberly como una opción para desfogar su deseo reprimido, ella siempre parecía dispuesta y le enviaba esos mensajes tan directos y entendibles de que quería tener algo con él y él le devolvía los devaneos, las miradas, las sonrisas. Alguna vez creyó notar un atisbo de celos en Scully por ello y eso le incitaba a hacerlo, le divertía. Al fin y al cabo, Kimberly le parecía atractiva, si no hubiera existido Scully y él no hubiera pensado siempre que sostenía un romance con Skinner, quizá hubiera cometido esa equivocación hace mucho, mucho tiempo.



Pero Scully como siempre estuvo allí para salvarle. ¿Por qué era tan masoquista que se conformaba con que le volviera loco todo el tiempo, sin hacer ningún avance al respecto, siempre pensando en ella cuando finalmente se desfogaba en solitario?



Mulder prendía y apagaba la luz de la pecera mientras pensaba que quizá la respuesta era que le gustaba tener como única compañía a su pez. La semana anterior lo había estado observando tan solitario como él, que le inspiró algo de compasión y por ello al día siguiente le había comprado una pareja. En ese momento dudaba que hubiera sido buena idea, pues desde que se vieron por primera vez no hacían más que darse cabezazos todo el tiempo.



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Esta historia contimuará...



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