fanfic_name = LA MENTIRA DE LA TELARAÑA – 4ª DE 5 PARTES

chapter = 4

author = SARANYA

dedicate = Autora: Saranya.



Título: LA MENTIRA DE LA TELARAÑA – 4ª DE 5 PARTES



Disclaimer: Garantizo que no me lucro con la utilización de estos personajes, que son propiedad de Chris Carter, la productora 1013 y la cadena FOX , los hechos y situaciones si son mi autoría.



Rating: MRS, caso X FILES, lenguaje para adultos.



Nota de la autora: Dedicatorias en la 1ª parte.



Spoilers: Me refiero a varios capítulos en general y a ninguno en específico.



Feedback: Si lo lees, me encantaría recibir sus comentarios ya sea en esta página o al correo saranya.xARROBAgmail.com . ¡Gracias por dedicar parte de tu tiempo a leerlo¡



Rating = touchstone

Type = Romance

fanfic = LA MENTIRA DE LA TELARAÑA – 4ª DE 5 PARTES - CUARTA PARTE



XVI



Skinner había estado vigilando a Kimberly toda la noche. Habían dejado cámaras y micrófonos en sitios claves de su estancia y su habitación y habían ubicado el centro de vigilancia en un furgón con puertas corredizas muy cerca de su apartamento. Se acomodó y se llenó de café humeante y caliente que previsivamente llevó en un gran termo, para mantenerse despierto toda la noche.



Observó atento como la mujer llegó a su apartamento hecha una furia. "Seguro es que no acepta un no por respuesta." Ironizó Skinner mentalmente recordando que Mulder ya le había informado que no cedería nuevamente a su pretensión.



Kimberly pateó todo lo que encontró a su paso y una vez en su habitación tomó varias fotografías de Scully y las rasgó con violencia. Luego se detuvo frente a una fotografía de Mulder, acarició sus contornos y la besó con fuerza, para terminar también rasgándola y triturándola en pedazos minúsculos.



- ¡Malditos, malditos, me la pagarán!- Gritaba con todas sus fuerzas repetidas veces hasta que cayó temblorosa sobre su cama, revolcándose con movimientos notoriamente incontrolables, como si convulsionara.



De pronto pareció recuperar la calma y se encaminó a la sala, prendió las luces y levantó una alfombra verde y polvorienta que reposaba cerca de la entrada a la cocina… levantó una baldosa y descubrió su caleta. Estaba muy bien mimetizada para no ser una experta, según la opinión de Skinner, tanto que ni ellos la habían localizado en su inspección inicial.



Revisó los documentos que allí guardaba uno a uno y extrajo dos, con gestos compulsivos los dejó en una carpeta que situó al lado de su cartera, seguro era para utilizarlos al siguiente día, vaya a saber con qué propósitos, pues obviamente planeaba llevarlos a la oficina.



Skinner respiró aliviado, ya repartirían funciones con Mulder para recuperar los documentos, pero era un hecho, con el descubrimiento de la caleta Kimberly estaba perdida y ellos salvados.





XVII



Mientras Mulder estaba con la mirada y el alma perdidas en el vacío, sentado en su escritorio después de su confrontación con Scully, recibió una llamada con prisas de Skinner.



Él le dio las buenas noticias y Mulder le dio las malas.



Acordaron que mientras Skinner recuperaba los documentos en el apartamento de Kimberly, que a estas horas estaría vacío pues ella estaba trabajando, Mulder visitaría al Juez y al Psiquiatra que la había diagnosticado, para ver la posibilidad de que la orden de ingreso a la institución se hiciera efectiva de manera obligatoria; la estrategia sería denunciar a Kimberly por extorsión, de manera que un juez emitiera la orden de ingreso que en otras circunstancias era eminentemente voluntaria.



También era indispensable eliminar, si era posible por medio del fuego, las copias obtenidas por Kimberly y también los originales, ya no se expondrían nunca más a que otra persona los encontrase, además debían hablar con Scully para hacerla creer, para hacerse perdonar. Eso iba a ser lo más difícil. Necesitaba prepararse para ello, buscar un momento de paz antes de retomar el rumbo de los acontecimientos, por ello se dirigió presuroso a su apartamento.



Scully cuando sintió que había recuperado el control, regresó. Se sintió aliviada de no encontrar a Mulder.



Estaba preocupada, quienquiera que le hubiera enviado esos documentos dentro del FBI era sin duda un enemigo de Mulder, alguien que además, con seguridad, quería minar la relación entre ellos. Le pareció tan claro que pensó que el mejor castigo que pudiera darle a esta persona sería no dejar que este incidente les separara, por lo menos, laboralmente.



Encontrar el origen del correo era encontrar al enemigo de Mulder y de ella, encontrar a quien buscaba separarles, por ello, dedicó su tarde a seguir el rastro del correo, desde el recorrido de entrega, su organización en la central de correspondencia, encontró el registro de recepción... desde la oficina de... "Oh por Dios..." – musitó ella con desesperación, "...es Skinner, él envió el correo... por medio de su secretaria...".



Estaba asombrada, cierto que había dudado muchas veces de Skinner, pero en el último tiempo se habían acercado, su apoyo parecía incondicional y Mulder, confiaba tan ciegamente en él. Sintió que era su deber advertirle, pero no lo encontraba... ni en la oficina, ni en el móvil... nada.





XVIII



Al mediar la tarde Skinner había completado su misión. Se encontraba en su apartamento y había encendido el fuego de la chimenea, un humo denso y oscuro se elevaba sobre el papel quemado, tan denso y tan oscuro como las verdades mismas que habían guardado y aún no revelado.



Skinner miraba pensativo como el fuego extinguía las pruebas de su lucha de los últimos años y le era inevitable centrar su pensamiento en su compañero de lucha, Mulder. A pesar de que Skinner era su superior jerárquico, hacía muchos años que le había aceptado como un igual, ganarse su amistad, su respeto y su confianza era uno de los principales retos que había afrontado en toda su existencia.



Pero lo había superado. Y habían compartido la guerra, la habían peleado y continuaban haciéndolo, habiendo obtenido a lo largo de los años efímeras y contadas victorias, pero victorias al fin y al cabo.



Y Scully, había sido apoyo incondicional, para ambos, aún sin saberlo. Probablemente ahora también ambos la perderían, cada uno en la forma en que la percibían, él con el respeto cuasiamoroso que le profesaba y que no podía dejar de evidenciar en algunos momentos, Mulder con la dependencia física y emocional que le tenía como si fuera un niño de brazos que difícilmente sobrevive sin su madre.



Mulder quedaría destrozado, sin Scully, quedaría anulado. No creía que abandonara la lucha, no era del tipo de los que dejarían que pasara el tiempo para que se cumplieran las promesas del Apocalipsis… sin duda se lanzaría de cabeza en la pelea con el ímpetu de un suicida al que le harían un favor causándole la muerte… Al final se inmolaría, para expiar sus culpas. Si no lo había hecho antes era porque Scully estaba a su lado, sin ella, ya no tendría el dique de contención que le frenara, que le hiciera ser razonable en ciertos momentos…



Apagó con un poco de agua el fuego de la chimenea. Debía regresar con prontitud a la oficina, Mulder había tramitado ya la orden del Juez para que ordenara la reclusión obligatoria de Kimberly, era sin duda una mujer enferma que requería tratamiento, por más que le inspirara tanto odio, sin duda era por su bien.



XIX



Kimberly esperaba con satisfacción noticias sobre la reacción de Scully ante los documentos que le había enviado. Sabía que tarde o temprano se enteraría de algo, anhelaba verla destrozada, anulada y sin fuerzas por el engaño, por ello, lo que menos se esperaba era encontrarse con una perfecta, arreglada e inexpresiva Scully que entró por la puerta, con amabilidad preguntó por Skinner y al saber que no se encontraba se sentó a esperarlo, con una frescura y tranquilidad inusitados.



Scully no era una mujer impulsiva o poco controlada como para reflejar todas las dudas y decepciones que se escondían en su ser, menos ante la secretaria del Director Adjunto, pues cuando la miraba no podía menos que recordar las miradas dulces y provocativas que Mulder le dirigía con frecuencia, quizá lo hacía solo por ser amable o porque a Mulder le era imposible no enviar señales de su atractivo, masculinidad y magnetismo personal aunque lo intentara, pero es que los mensajes que Kimberly le dirigía eran cada vez más descarados y ella, Scully, había decidido que no podía mostrarse afectada.



Kimberly, al verla tan tranquila y circunspecta, tan hermosa y orgullosa como si fuera la reina de Egipto y los demás fueran unos estúpidos que lo ignoraran, se llenó de un odio intenso. Mientras la miraba no pudo evitar acariciar el arma de fuego que reposaba en el cajón de su escritorio, ofreciéndose para ser utilizada.



El blanco era directo y perfecto, quizá hacia el corazón, ese corazón por cuya posesión Mulder la había dejado abandonada, o mejor a la cabeza, imaginaba la expresión de horror en el rostro de Mulder si la encontraba con los sesos regados por el suelo, ante ese espectáculo la tan admirada inteligencia de Scully demostraría ser tan solo un manojo informe de nervios y sangre.



La tentación era demasiado fuerte. De pronto entraron Skinner y Mulder a la oficina, Kimberly los miró a los ojos a cada uno y se percató de que se traían algo entre manos.



- Scully, ¿qué haces aquí? – preguntó Mulder tomándola del brazo con suavidad llevándola hacia una esquina.



Su presencia sin duda entorpecía los planes que tenían con Skinner, pensaban realizar la detención de inmediato, la ambulancia del Centro Psiquiátrico se acercaba y Scully se podría enterar de todo, no era el medio propicio para ello.



- Mulder debemos hablar de inmediato, - le dijo acercándose lo más posible para no ser escuchada por los otros - es importante lo que tengo que decirte, es sobre Skinner…

- No es el momento Scully, hablaremos luego, estoy en un caso y…

- ¿En un caso? ¿Sin mí?

- Bueno, no es un caso exactamente…

- Mulder, aquí pasa algo raro, hablemos en privado, por favor, puede ser que estés obrando manipulado por Skinner.



El Director Adjunto en nsiedad hizo carraspear su garganta como signo de que deseaba ser atendido. Ellos le miraron, Mulder con la nsiedad que le generaba la presencia de Scully y ella misma con esa duda latente que necesitaba aclarar de forma inmediata.



- Mulder, debemos obrar de inmediato – le dijo Skinner - con o sin la presencia de Scully.



Las dos mujeres le miraron asombradas.



Kimberly se dio cuenta enseguida que iban a obrar sobre ella. Acarició la pistola que tenía en el cajón del escritorio medio abierto, con agilidad le quitó el seguro.



Se sentía tentada todavía de dispararle a ella, pero estaba confundida, no sabía qué le esperaba, hasta que vio por el vidrio de la puerta que afuera estaba el Dr. Sullivan, el psiquiatra que la había atendido y recomendado la reclusión voluntaria. ¡Pensaban recluirla en un centro Psiquiátrico! La idea le iluminó la mente pero la dejó más confundida, si disparaba, únicamente tendría una oportunidad y eran tres personas en su contra, en pleno edificio Hoover, con sus dispositivos de seguridad, estaba perdida.



Podría negociar, lo sabía, con los documentos ocultos que seguramente interesaban a tantos, podría negociar, pero no quería desperdiciar el momento para aprovechar aunque fuera una bala… le parecía lo más lógico matar a Scully, aunque Mulder... era un traidor, había aceptado acostarse con ella y ahora le traicionaba. Su mente no procesaba que lo había hecho por el chantaje al que había sido sometido, pues tenía la esperanza de que había aceptado por algo más…



Skinner sacó las esposas y se dirigió a Kimberly.



- Señorita Kimberly Artherthon, queda detenida bajo el cargo de extorsión a agentes del Gobierno, por orden judicial será recluida para evaluación psiquiátrica, se le determinará si será sometida a juicio o a medida de aseguramiento. Tiene derecho a permanecer callada….



- ¿Qué pasa aquí? – preguntó Scully consternada.



Kimberly hizo un gesto para tomar la pistola, estaba oculta pero Skinner lo detectó de inmediato, sacó su propia arma y la dirigió hacia ella.



- Quieta, mantenga sus manos donde puedan ser vistas…

- Pero Señor, ¿qué es lo que quiere… qué es lo que pasa? – expresó Kimberly para aparentar inocencia ante Scully.



Scully no podía dejar de pensar en que Skinner era un traidor, ignoraba cuál era su propósito. No podía dejar de sospechar que era alguna maniobra distractora, alguna trampa en la que hacerles caer. Por eso sacó su propia arma y la dirigió con eguridad hacia su jefe.



- Señor, no sé que pasa aquí, la única certeza que tengo es la de que usted… nos ha traicionado, baje esa arma y deje en paz a esta mujer. Mulder, Skinner es quien envió el sobre a nuestra oficina en la mañana, lo comprobé por la ruta de correspondencia… Quiere separarnos, siempre ha querido acabar con los Expedientes X, todo con él ha sido una trampa – le dijo con firmeza, muy dolida.

- No Scully, baja esa arma – le dijo Mulder con suavidad - No te puedo explicar todo ahora, pero es un malentendido. Aquí a la única que hay que detener es a Kimberly, te puedo asegurar que el sobre provino de ella…

- Pero…



Ya no hubo más tiempo para pensar, Kimberly aprovechó que Scully amenazaba a Skinner y le había dejado paralizado, para tomar su propia arma, la que dirigió con prontitud hacia la misma Scully, quien en su rostro no reflejaba miedo, sino sorpresa, mucha sorpresa.



- Estúpida, no me quitarás a Mulder, él es mío, ha sido mío y solo mío, a mí me ha hecho lo que nunca, lo que ni siquiera podrías aspirar que te hiciera a ti… y te ha engañado, tengo las pruebas de ello ¡Te ha engañado maldita tonta! – Casi gritó Kimberly mientras apretaba el gatillo.



Cuando el disparo resonaba en el interior de la oficina, Mulder se abalanzó sobre Scully y la retiró del trayecto de la bala, haciéndola caer, mientras Skinner realizaba otro disparo que dio en el hombro de Kimberly en el brazo en el que portaba el arma, cayendo ésta de sus manos.



Scully se levantó del suelo y vio como Skinner llamaba a eguridad y a los paramédicos. Mulder quedó aturdido pues la bala le había rozado zumbándole cerca del oído derecho y sangraba levemente. Varios agentes entraron y se llevaron a Kimberly, quien consciente a pesar de la herida no paraba de gritar:



- ¡Ellos son los traidores Scully, los dos son unos traidores, te han engañado, te lo han ocultado todo, yo tengo las pruebas, las tengo...! – Finalmente se la llevaron.



- Necesito una explicación – indicó Scully bastante enfada.



Sin embargo, no pudo evitar sentar a Mulder para revisarle la herida. Quitó el maletín a uno de los paramédicos y ella misma, con cierta brusquedad le desinfectó y le vendó, indicándole que no era de ninguna gravedad, mientras Mulder solo emitía gruñidos de queja y miraba a Skinner, ambos preocupados y en silencio.





XX



La cita quedó concertada para esa noche en casa de Mulder. Dar explicaciones, dar explicaciones de lo inexplicable. Y pedir perdón, pedir perdón de lo imperdonable. Era sin duda una misión imposible.



A ella no le había importado en lo absoluto que él le salvara la vida esa tarde. Era su deber y algo que no debía ser agradecido después de las veces que la misma Scully le había salvado la vida, pero por lo menos esperaba haberla ablandado.



Cuando Mulder entró al solitario apartamento, no pudo evitar mirar al rincón de siempre. Prendió las luces y la telaraña refractaba la luz como si fuera de seda nacarada. Era hermosa sin duda, una maravilla de la naturaleza que lograba que una sencilla y simple criatura creara un complejo, intrincado y hermoso tejido, atrayente, aparentemente débil, pero una trampa mortal al fin y al cabo.



Mulder se sentó sin fuerzas sobre el sofá y algo atrajo su atención en el suelo.



La araña estaba con las patas hacia arriba en medio de la estancia, tratando de voltearse, pero con la agilidad que le había caracterizado perdida, quizá estaba herida o hambrienta, al fin y al cabo ya ni las moscas le visitaban últimamente y su alacena estaba tan desocupada que ni siquiera tenía alimentos descompuestos como para atraerlas.



Ni aún a las alimañas les convenía su compañía. Quizá podía comenzar a cultivar cucarachas, para alimentarla, ahora tenía una excusa perfecta para llamar a su entomóloga preferida, pero esa excusa ahora era inútil. Durante mucho tiempo quiso tenerla para poder llamarla e intentar algún acercamiento con ella, pero la idea de encontrarse alguna mantis religiosa y vivir rodeado de cucarachas no le atrajo en absoluto. Además, con seguridad se encontraría viviendo su segunda luna de miel con el investigador minusválido y brillante que resultó tener más atractivo que él.



Cortó un pedazo del periódico que reposaba sin haber sido leído en la mesita de centro, con él la recogió y la depositó de nuevo en la telaraña, con sumo cuidado, evitando lesionar el suave tejido de la misma. La araña cuando se sintió en su ambiente reaccionó con lentitud y recuperó el ritmo. Mulder se sentía asqueado pero atraído. Y solo, muy solo, como esa araña, por eso quizá se sentía tan cercano a ella.



Debería acostumbrarse a la soledad de ahora en adelante. Explicarse con Scully sería desgarrador. Sentir que la iba perdiendo a medida que le soltara todas las verdades era algo que no sabía como soportar. Lo haría, se lo debía. Skinner estaría allí para compartir la culpa, aunque fuera inútil y ello no la atenuara, pero prometió que la enfrentarían juntos, pues ambos le habían mentido, aunque él más, mucho más.



¿Y le contaría a Scully en qué había consistido la retribución por la extorsión de Kimberly? No, por supuesto, eso no, era algo que le avergonzaba hasta la muerte y hasta allí debía llegar el secreto. A Kimberly nadie le creería que eso había sido cierto, únicamente Skinner y él lo sabían, y nadie, nadie más se enteraría, nunca, jamás.



No pudo evitarlo, las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, lágrimas que refractaban la luz como si fueran de seda nacarada.



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Esta historia continuará...



PRÓXIMO CAPÍTULO: EL FINAL



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