fanfic_name = Más de tres palabras

author = Spooky2

Rating = touchstone

Type = Romance

fanfic =



Nota de la autora: Este relato es una interpretación libre de lo que ocurrió en "Three Words" y el porqué del comportamiento agilipollado de Mulder en ese gran episodio.



Resumen: Mulder despierta de su "muerte" y se encuentra con devastadoras novedades.



Spoilers: Three Words.





Apartamento de Mulder



M: Lo siento. No quiero parecer frío o ingrato. Es que... no me hago a la idea de dónde pertenezco ahora mismo. Eh... me cuesta bastante... procesar... todo. Esta situación me supera y ahora mismo me gustaría estar solo. Si no te importa...



La cara de la agente especial Dana Scully era el vivo reflejo de la frustración. En las últimas 48 horas había pasado de la exultante alegría inicial por tener a Mulder de vuelta a la decepción más monumental por mantenerla al margen de su vida. De nuevo. Y ante esa cascada de sentimientos desbocados que pugnaban por salir a la superficie y romper en mil pedazos la armadura con la que Scully llevaba protegiéndose de Mulder desde hacía más de ocho años, Dana perdió la compostura que, estoicamente, había mantenido durante los últimos dos días.





S: No claro que no me importa, Mulder. ¿Por qué tendría que importarme? -Y dijo estas palabras cargadas de ira-. Primero fueron los interminables meses de angustia, insomnio crónico y horribles pesadillas durante las cuales recreaba con sumo detalle y realismo las torturas m*s horribles que mi mente era capaz de imaginar. Cuando creía que ya no podría sufrir m*s te encontramos... Aunque MUERTO. Después llegó el sentimiento de impotencia, desamparo y fragilidad durante tu funeral... ¿Por qué sabías que te enterramos, verdad Mulder? Y al final de todo este proceso de desmoronamiento emocional me encontré vacía y sumida en un estado de duermevela continuo. Sólo las lágrimas que acompañaban mis estériles noches insomnes me recordaban que estaba viva y que, atrapado en este amasijo de carne y sangre, había un alma que me diferenciaba de tus malditos pececitos de colores. Por todo ello Mulder, ¿por qué iba a importarme a MÍ, tu fría y escéptica compañera que...

M: Excompañera.

S: ¿Cómo? -Scully no salía de su asombro-.

M: Excompañera, Scully. Te recuerdo que ahora compartes -e hizo una pausa cargada de segundas intenciones- "escritorio" con otro.

S: Mulder... ¿Desde cuándo ser compañeros tiene que ver con un maldito pupitre?

M: ¿Y me lo preguntas, tú? ¡¿La persona que puso en peligro su vida y se tatuó una maldita serpiente en la espalda simplemente porque su "compañero" no le puso una mesa en el despacho?!



Scully estaba preparada para todo menos para enfrentarse con Mulder y el descontrol de sentimientos que él le provocaba. Su fortaleza, que había mantenido intacta durante estos últimos meses, estaba totalmente en ruinas. Sólo Mulder era capaz de desmontarla emocionalmente con un par de frases. Sólo él tenía el poder de elevarla hasta el séptimo cielo y, segundos más tarde, hundirla en el infierno. Sólo él. Todo empezaba y terminaba en él. Como el maldito ouroboros de su espalda. Y ahora él la estaba asfixiando, con cada mirada hiriente, con cada palabra cargada de ira, con cada incómodo silencio, Mulder le estaba arrebatando el aire a Scully. Debía huir de ahí, marcharse de su apartamento antes de que las apremiantes lágrimas que amenazaban con desbordarse resbalaran por sus ardientes mejillas y él asistiera al lamentable espectáculo de ver a su "excompañera" desmoronarse emocionalmente. Sin embargo, antes de huir su corazón la traicionó una vez más y, en un arrebato pasional, se giró hacia Mulder taladrándole con su mirada de cristal.



S: ¿Qué te ha pasado, Mulder? ¿Qué te han hecho para que me rehuyas así? -Las palabras de Scully estaban cargadas de dolor- Mulder, no me dejes a un lado en esto, por favor. Sea lo que sea que haya pasado, puedes cont*rmelo...

M: No, no puedo... Y tampoco sé si quiero.

S: ¡¿Y qué pasa con lo que quiero yo, Mulder?! -Scully estaba totalmente fuera de sí-.

M: ¡¿Qué pasa contigo, Scully?! ¡Qué quieres de mí?! Ya has cumplido el expediente al "devolverme" de entre los muertos, así que deja de preocuparte por mí de una vez por todas y vete a casa. Seguro que tienes preocupaciones m*s importantes que las de alimentar a mis peces de colores...

S: Mulder, no eres tú quien habla... Est*s aún en estado de shock y...

M: Sabes, Scully, estos días en el hospital he tenido mucho tiempo para reflexionar: sobre los caminos que he tomado en la vida y todo lo que me he perdido por ser tan obstinado en la búsqueda de la verdad. He pensando en las personas que he perdido, en las que me han sido brutalmente arrebatadas y en las que se han sacrificado por mí.

S: Mulder...

M: No, déjame hablar, Scully. Fue en uno de esos momentos de introspección, tumbado en la cama del hospital y con más cicatrices en el cuerpo que el mismísimo Frankenstein, cuando me acordé de una de las pocas lecciones sobre la vida que me dio mi padre a lo largo de su miserable existencia. Fue justo antes de irme a Oxford. Me reunió una tarde en el salón y me dijo: "Hijo, todo el mundo supera una pérdida cercana a su manera. Hay quien se encierra en su caparazón y deja que la vida le consuma poco a poco, hay otros que se lanzan con una fe ciega a buscar la razón de todas las cosas, el porqué de esa pérdida inútil; y unos pocos que buscan llenar el vacío que ha dejado esa persona con el calor de otro cuerpo". -Y acompañó esta última frase con una solemne pausa para enfatizar sus palabras-. Yo sé a qué grupo pertenezco. Díme, Scully, ¿a cuál perteneces tú? -Y lanzó esa pregunta envenenada señalando, de manera acusatoria, a su prominente y abultado vientre-.



Antes de que sus palabras fueran verbalizadas, Mulder ya se arrepentía, incluso, de haberlas pensado. "¡Dios! ¿Cómo he podido reprocharle su embarazo? ¿En qué monstruo egoísta y despiadado me he convertido? Scully, perdóname. No quería... La impotencia y la rabia me impulsaron a decir cosas que no pienso...". Pero Scully ya había dado medio vuelta y, sin intercambiar ni una mirada con Mulder, había abandonado su apartamento.



M: Scully... -Su voz rota por el llanto se convirtió en na súplica-.



Pero ella ya no podía oírle. Se había ido de su apartamento tal y como llegó a su vida: como un huracán que arrasa con todo a su paso. Debió haberlo previsto ocho años atrás, cuando esa menuda y racional pelirroja se presentó en su despacho dispuesta a rebatirle cada teoría, hipótesis o comentario no basado en parámetros científicos que a Mulder se le pasara por su creativa cabeza. Si hubiera sido capaz, en ese preciso instante, de prever las devastadoras consecuencias de entablar una relación cordial con esa agente que desembarcaba en su despacho en calidad de espía, ahora no estaría deshecho, roto en mil pedazos y deseando estar, todavía, muerto. "Scully, ¿por qué viniste a buscarme de entre los muertos si tú ya habías rehecho tu vida?" Y mientras rezaba a un Dios en el que no creía, Mulder se abalanzó contra la puerta propinándole un sonoro y hercúleo puñetazo.



M: Ay!!! ¡Mierda, mierda, mierda! Bienvenido al mundo de los vivos, Mulder. Joder!



El duro porrazo que le propinó a la puerta retumbó por todo el pasillo, dando una sonora  bienvenida al agente Doggett, que en ese momento salía del ascensor en dirección al apartamento de Mulder.



D: ¿Agente Mulder, se encuentra usted bien?

M: ...

D: ¿Mulder?



Esa voz le era totalmente desconocía, aunque el rostro que veía a través de la mirilla de la puerta le proyectaba nauseabundos recuerdos. De hecho, en su memoria fotográfica lo tenía archivado en la categoría de "indeseables", junto con El Fumador y unos pocos afortunados más. A pesar del desprecio que le despertaba ese conocido aún desconocido, le abrió la puerta interrumpiendo así la batalla sin tregua que, hasta entonces, estaba entablando consigo mismo.



M: Sólo es un rasguño.

D: ¿Un rasguño? Yo m*s bien diría que est* roto. ¿Se puede saber qué ha hecho para...?

M: La puerta, que ha chocado contra mi puño. Ya ve, desaparezco unos meses y ni la puerta de mi casa se acuerda de mí -dijo con su particular y cínico sentido del humor-. Bueno, ¿y a qué debo su visita...?

D: John, John Doggett. Nos vimos en el hospital, la mañana siguiente de que... bueno resucitara.

M: Ah, sí! Ya me acuerdo de usted, aunque vagamente. No fuimos formalmente presentados, ¿verdad? Lo vi hablando con Scully en el pasillo del hospital... "¿Cómo no voy a acordarme de ti si lo primero que vi al despertarme esa mañana fue a Scully en tus brazos? ¿Cuántas veces más la debes haber abrazado, John? Dime, ¿habrás apreciado el sabor salado que adquiere su piel al ser espolvoreada por perlas de sudor mientras hace el amor? ¿Habrás oído su cautivador ronroneo segundos antes de llegar al orgasmo? ¿Cuántas veces habrás asistido a su mágico despertar? Dime, John, ¿cuánto tiempo te llevó meterte en su cama tras mi desaparición? ¿Eres de los que se aprovechan de una mujer vulnerable? ¿Eres de ésos, John?"



Y en ésas estaba Mulder cuando se dio cuenta de que los labios de Doggett hacía mucho tiempo que se movían sin cesar sin que él procesara ningún tipo de información inteligible. Sólo eran ruidos. Sencillamente, le importaba una mierda lo que ese cabronazo pudiera decirle.



D:... Y entonces Dana me contó...



"DANA. Así que Dana. Ocho años llamándola Scully y llega este gilipollas con traje de saldo y la llama DANA".



D: ¿Agente Mulder? ¿Se encuentra bien?

M: Eh... Sí, sí, claro. Todo lo bien que uno puede estar después de estar muerto durante... ¿Cuatro meses?

D: Día más, día menos. Aunque para serle sincero las cuentas las llevaba Dana.

M: Claro, las cuentas... Por cierto, hablando de cuentas y, antes de que se me olvide, felicidades. Tengo que reconocer que ha hecho un trabajo magistral. Ha conseguido lo imposible y, además, en un tiempo récord.

D: El mérito no es mío, sino de Dana. Fue ella quien, desde el primer momento, se negó a aceptar la implacable realidad; quien se entregó, sin importarle el qué ni el cómo ni el qué dirán, a una batalla que tenía perdida de antemano y fue ella quien, en los momentos en que parecía que habíamos tocado fondo, aquellos en los que nos dábamos de bruces contra la dura realidad, me animaba a continuar luchando, a no desistir. Lograrlo se convirtió en lo m*s importante de su vida, en su cruzada. Como antaño lo fue suya...



Mientras oía esta declaración de intenciones, Mulder se hundía poco a poco en el asiento de su sofá que, igual que un agujero negro, le atraía hasta devorarlo. Se sentía indefenso, inútil y vacío. Sólo el intermitente dolor de su mano le recordaba que estaba vivo. "¿Vivo? Si esto es estar vivo, por favor Dios, devuélveme al infierno". Las palabras de Doggett eran más de lo que la torturada alma de Mulder podía soportar. Su blindaje emocional a prueba de Scully había salido muy lastimado de su encuentro anterior con ella como para soportar ahora el asedio de Doggett echándole en cara su fracaso de hace unos meses. Cuando Scully depositó en él sus últimas esperanzas para ser madre. Pero fracasó en el intento. De nuevo. Ni eso fue capaz de darle a Scully. Y ahora este cabrón le restregaba su victoria sin un *pice de vergüenza. Por favor, Dios, ten un poco de compasión... Definitivamente, necesitaba descansar, su cabeza amenazaba con estallar.



M: Bueno, John. Si no le importa y no quiere nada m*s de mí, me gustaría descansar un poco. Ha sido una mañana m*s dura de lo que podía prever. Esto de estar vivo es lo que tiene... Y de nuevo, felicidades por este "milagro", sé lo mucho que debe significar para Scully.

D: En eso tiene razón, pero si me permite la indiscreción... No sé qué tipo de relación tienen Dana y usted, nunca hemos hablado de ello, aunque lo que es incuestionable es que usted, aún no sé porqué, es muy importante para ella... Mulder, usted no parece entender muy bien por todo lo que ha pasado Dana durante estos meses, ¿verdad? Es una mujer muy fuerte, pero desde su desaparición hasta que Skinner se aventuró a desenterrarlo la agente Scully...



"¿Agente Scully? ¿A qué viene esta formalidad ahora?"



... se ha ido consumiendo poco a poco. Y tanto Skinner como yo asistíamos diariamente a su deterioro emocional sin poder hacer nada por ella. Se blindó contra todo y todos y convirtió su independencia y su lucha en su estandarte. Incluso después de darlo oficialmente por muerto y enterrado, ella continuaba pensando por ambos: por ella y por usted. Nunca lo apartó  de sus pensamientos. De hecho, cuando vaya a la oficina, podrá ver aún su placa en la puerta. Nos prohibió cambiar nada durante el tiempo que compartimos despacho.



"¡¿CÓMO? ¿Compartir despacho? ¿Qué me he perdido de este sainete?!"



M: ¿Despacho? ¿Scully y usted trabajaron juntos? ¿Cuándo?

D: Agente Mulder, ¿me toma el pelo verdad? A ver, ¿qué es lo que no ha entendido de toda la historia que le he contado?

M: Por lo que veo, me parece que he leído mal entre líneas. Si pudiera hacerme un resumen...

D: Mi nombre es John Dogget, agente especial John Doggett. Me asignaron a los Expedientes X para ayudar a la agente Scully a encontrarle. Y eso hice. ¿Alguna duda, ahora?

M: O sea, que usted y Scully son... ¿compañeros?

D: Oficialmente sí, aunque para ser exactos no fue hasta hace un par de meses que conseguí ganarme plenamente ese apelativo, porque la confianza y el respeto de Scully son difíciles de conseguir. Es una mujer muy exigente en cuanto al significado de la palabra "compañero". Supongo que tuvo un buen profesor... -Y sonrió mirando a Mulder-. De hecho no podríamos haber empezado peor. Siempre asociaré mi primer encontronazo con Scully con la humedad.

M: ¿Perdón? -Soltó Mulder exaltado-.

D: No me malinterprete - contestó ruborizado-. Derramó un vaso de agua sobre mi cabeza...

M: ¿Scully le tiró, adrede, un vaso de agua?

D: Sí. Y doy fe de que disfrutó con ello.

M: No me lo puedo creer. Eso no me lo esperaba de la fría doctora Scully -Mulder empezaba a divertirse ante este giro inesperado que había dado la conversación-.

D: Las hormonas. Visto con perspectiva, ahora lo achaco a las hormonas que, por entonces, ya debían estar muy alteradas por su estado, pero claro en ese momento...

M: Un momento, un momento. ¿Cuándo ha dicho que fue asignado a los Expedientes X?

D: Pues uno o dos días después de su abducción. ¿Por?

M: Porque los números de la lechera no me salen por ningún lado -El rostro de Mulder se iluminó como un árbol de Navidad. El cansancio que arrastraba minutos antes se había desvanecido como por arte de magia-.

D: ¿Cómo? Agente Mulder, perdone, pero no le sigo.

M: Ni falta que le hace. Agente Doggett, ¿tiene coche?

D: Sí, claro.

M: Perfecto. Tiene que llevarme al FBI.

D: ¡¿Cómo?! ¡Pero si aún está convaleciente!

M: Supongo que si ha trabajado tanto tiempo con Scully ella ya le habrá puesto al día de mis inestimables cualidades: soy muy testarudo y no me rindo con facilidad. Así que, o me lleva usted, o me voy yo con mi coche. Y en mi estado de pseudohibernación soy un peligro...

D: Dana me va a matar. Lo sabe, ¿verdad?

M: No se preocupe, invertirá todas sus fuerzas en exterminarme a mí primero, para cuando pueda ir por usted estará extenuada. Y m*s en su estado. Su estado... -repitió Mulder para sus adentros mientras una pícara sonrisa se esbozaba en su rostro- Que raro suena...



Edificio Hoover

La llegada de Mulder al buró se convirtió en la comidilla de todo el personal. Ni el mismísimo Elvis resucitado de la tumba hubiera despertando tanta expectación. Fue tal el revuelo ocasionado que el director adjunto Skinner ya estaba esperándoles a la puerta de su despacho mucho antes de que Mulder y Doggett hicieran acto de presencia.



S: Agente Mulder, ¿qué le trae por aquí? Si no recuerdo mal, está de baja por prescripción médica -Soltó con cierta ironía-.

M: Hola Walter, yo también me alegro de verle. -Mulder no había perdido su cínico sentido del humor-.

S: Agente Doggett, supongo que debo culparle a usted de esta "visita inesperada", ¿no?

D: Lo siento, señor.

M: Venga, Skinner, no sea duro con él. Yo le obligué, ya sabe que siempre consigo lo que me propongo...

S: Bueno, pasen. Creo que ya hemos dado suficiente de qué hablar en la oficina por hoy.

M: Señor, si no le importa, me gustaría hablar con usted... a solas.

D: No se preocupen por mí. Yo tengo aún papeleo pendiente, así que regreso a mi guarida. Si me necesitan, ya saben dónde encontrarme. Agente Mulder ha sido un placer, señor...

S: Gracias, agente Doggett.



Y, cogiendo a Mulder del hombro, el director adjunto cerró la puerta tras de sí dejando a su secretaria y a todos los transeúntes que deambulaban por el pasillo a esas horas con la extraña sensación de que algo importante iba a suceder en breve.



S: Bueno, Mulder. Ahora que estamos solos, ¿me dirá qué es lo que le trae por aquí?

M: Directo y sin rodeos. Siempre me ha gustado eso de usted.

S: Agente...

M: ¿Cuándo se enteró del embarazo de Scully, señor?



Visiblemente incómodo ante la pregunta lanzada a bocajarro por Mulder, Skinner se tomó su tiempo para responder.



M: ¿Señor?

S: Creo que ésta es una pregunta que no debe hacerme a mí, Mulder. Y se lo digo como amigo, no como su superior.

M: A esa misma amistad apelo yo para que me de una respuesta. No le pido el nombre del padre, ni su historial genético. Sólo desde cuándo lo sabe.

S: Desde la mañana siguiente a su abducción.

M: Eso significa que cuando estuvimos en Bellefleur ella ya estaba... - Mulder no salía de su asombro-.

S: Sí, ya lo estaba.

M: Pero, ¡¿por qué no me dijo nada?! No puede ser, tiene que ser un error, Scully me lo hubiera dicho. Una cosa así no me la hubiera ocultado. No a mí, que sabía lo que significaba para ella poder tener un bebé. ¡¿Pero por qué?!

S: Agente Mulder, cálmese. Ella no le ocultó nada, se enteró ese mismo día. Hacía días que se encontraba mal, fue al médico y allí le dieron la noticia. Scully estaba tan sorprendida como usted.

M: Los mareos, los temblores, sus desmayos, las n*useas matinales... Ahora lo entiendo. Y yo lo achacaba a una posible recaída del c*ncer. Dios mío, ¿cómo pude estar tan ciego? Y pensar que sospeché del agente Doggett...

S: ¿Doggett? ¡¿El padre del bebé de Scully?! Mulder, esto de estar muerto le ha dejado secuelas. Poco riego en el cerebro, supongo. Mire Mulder, aunque nunca hemos hablado de ello con Scully, desde el momento en que me dijo que estaba embarazada no tuve ninguna duda sobre la paternidad de la criatura... Hasta ahora. Su incredulidad sólo consigue poner en tela en juicio mis conjeturas iniciales.

M: Estoy desconcertado, señor. No sé qué pensar. Scully no podía... Tras la abducción... ¿Cómo ha podido pasar? ¿Y por qué ahora?

S: No lo sé, Mulder. Son preguntas que sólo Scully puede responderle. Y aún no todas.

M: Nunca renuncies a un milagro... -Dijo sonriendo para sus adentros-.

S: ¿Cómo?

M: Nada, señor. Disculpe, tengo que irme. ¿Puede prestarme su coche?

S: ¿Mi coche? ¿Y para qué quiere mi coche? ¿Se ha vuelto loco?

M: ¿Acaso lo ha dudado alguna vez?

D: No sé porque hago esto. Tenga, aquí tiene las llaves. Y por favor, no quiero encontrármelo en el desguace.

M: No es mi intención, señor. Y gracias.

S: Agente Mulder...

M: ¿Sí?

S: Déle recuerdos a Scully.

M: Lo haré.



Tras estas palabras cargadas de intención, un renacido Mulder abandonó el despacho de Skinner rumbo al apartamento de Scully. Durante todo el trayecto había conducido a una velocidad poco recomendable para un hombre cuyos reflejos estaban aún entumecidos por la "hibernación". Debía darle una tregua a su cabeza o le estallaría en mil pedazos. En apenas 48 horas había vivido demasiadas emociones. Su despertar, Scully, el abrazo con Doggett, su frialdad, la discusión en su apartamento, el duelo verbal con Doggett, la revelación de su no-paternidad, las dudas, la maraña de emociones ... Pero todo tenía un epicentro: Scully. Siempre ella. Y ahora, después de ocho años de desinteresado compañerismo, había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa. Ya habían desperdiciado demasiado tiempo como para echar por la borda el que les quedaba por vivir. "Sea de quien sea ese bebé, yo quiero formar parte de esto, Scully. Y esta vez ningún muro autoimpuesto ni miedo a arriesgarlo todo por todo podrá evitarlo".





Apartamento de Scully

Scully, ataviada únicamente por un albornoz XXL que cubría su nacarada desnudez, estaba en el baño preparándose para su ritual reparador cuando oyó el timbre de la puerta. No esperaba visitas y tampoco estaba de humor para recibir a nadie después de la discusión con Mulder. Así que decidió hacer oídos sordos y continuar con su proceso de higiene física y emocional. Pero los timbrazos no cesaron. La persona al otro lado de la puerta no parecía dispuesta a darse por vencida. "Quien será ahora. Dios, ¿no eres capaz de concederme ni este triste y egoísta deseo? Dime, ¡¿qué he hecho yo para que me tengas tan olvidada?! A veces entiendo porque hay tanta gente que ha perdido la fe..."



S: Ya va, ya va. Pero seas quien seas, haz el favor de desenganchar tu dedo de mi timbre. Me est*s volviendo loca...



Loca y helada. Así es como se quedó Scully cuando, tras abrir la puerta, se encontró con un avergonzado y... ¿eufórico? Mulder mirándola con toda la dulzura que una persona era capaz de asimilar sin morir en el intento por una subida de azúcar. Ni la imagen de Diana y el Fumador besándose apasionadamente delante de su puerta le hubiera causado tanta impresión como enfrentarse, de nuevo, a Mulder.



S: Mulder...

M: ¿Puedo pasar?

S: Iba a ducharme...

M: Tranquila, prometo mantener mis primitivos impulsos a raya y no mirar, sin tu consentimiento - Y lo dijo con una sensualidad que transformó en gelatina las piernas de Scully.



¿Dónde estaba el Mulder glaciar de hacía unas horas? ¿Y de dónde había salido este Mulder volcánico? Scully era incapaz de articular una palabra sin con ello parecer una adolescente en pleno subidón hormonal, así que optó por dejarle pasar cerrando la puerta tras de sí.



M: ¿Cómo est*s? Bueno, est*is... -dijo señalando el abultado vientre de Scully-.



Scully no podía dar crédito a sus oídos. ¿Mulder estaba interesándose por su "estado"? ¿El mismo Mulder que hacía unas horas le había recriminado esa condición como la peor de las traiciones?



S: ¡¿Quién eres y qué has hecho con Mulder?! Seas quien seas, debes saber que empiezo a estar habituada a las posesiones de Mulder? Contigo ya serían... ¿Tres? Los que han poseído su cuerpo, y en todos los casos se han dado por vencidos cuando han descubierto lo complicada que puede llegar a ser su vida.



Mulder parecía divertirse ante la imagen de una Scully visiblemente alterada, enfundada en un gran albornoz blanco y amenaz*ndole con un...



M: ¿Eso es un osito de peluche, Scully?

S: Aunque parezca inofensivo puede ser un arma letal en manos expertas.

M: Ja, ja, ja. Perdona Scully, pero ahora mismo, y en tu estado, no serías capaz de defenderte ni de un inocente y c*ndido payaso, y eso que les tienes p*nico...

S: Oh, Mulder. No te rías de mí, por favor. No estoy de humor...

M: Perdona, lo siento mucho -Y dijo esto con un semblante muy serio-.

S: No te preocupes, yo también me reía de mi misma si tuviera fuerzas para hacerlo.

M: No me refería a eso, Scully.

S: Ah.

M: Me refería a mi conducta esquizoide de las últimas 48 horas. Me he comportado como un auténtico gilipollas. Sé que no hay disculpa que borre lo que he dicho y hecho durante estos días. Créeme, si pudiera haría un reset y volvería a empezar de nuevo. No sé qué me ocurrió, pasé de no sentir nada a sentir demasiado, fue como si cuerpo y mi alma hubieran sido poseídos por una marabunta de emociones que escapaban por completo a mi control. Tantos años reprimiendo los sentimientos que me hacían vulnerable para que, en unos minutos, éstos me asaltaran con las defensas bajas en una cama de hospital. Pero no perdí los nervios y el control de mi mismo hasta que te vi.

S: ¿Me viste? ¿Dónde? ¿Cómo?

M: Te vi en el pasillo del hospital, a través del cristal de mi habitación. Estabas de pie, abrazada a él y... embarazada. Esa imagen fue devastadora, Scully. No estaba preparado para eso. No estaba preparado para perderte, de hecho nunca lo he estado... La única razón que me arraiga a este mundo eres tú, ¿lo sabes, verdad? Si sobreviví a los experimentos durante la abducción fue gracias a ti, tu recuerdo me daba las fuerzas necesarias para seguir luchando, para no rendirme, mi única meta era pensar que, cuando todo acabara, podría regresar a ti y retomar la vida donde la dejamos... Y ahora que estaba de vuelta, ya era demasiado tarde para nosotros porque tú... tú ya habías rehecho tu vida. Sin mí. Y en esa nueva realidad, esa "familia" que yo veía en gestación a través del cristal, yo no tenía cabida. Me habías apartado de ti sin más y me vida carecía sentido, Scully. Fue entonces cuando todo el amor que pugnaba por salir tras años de diaria represión se transformó en ira, en desesperación, en dolor y en odio. Sí, Scully, canalicé esa vor*gine de emociones en el único sentimiento tan o m*s poderoso que el amor... el odio. Por unas horas te odié como no he odiado ni creo que sea capaz de odiar nunca a nadie así, porque no hay nadie, a excepción de ti, que sea capaz de incendiarme el corazón como tú lo haces con sólo una mirada. Scully...

S: Mulder, por favor... -Scully estaba desorientada-.

M: No, déjame continuar. Me comporté como un niño malcriado. En vez de alegrarme por ti... por vosotros, me encerré en mi caparazón de cinismo clamándole a ese Dios en el que no creo que me arrastrara de nuevo a la muerte porque vivir sin ti no era vida, era simplemente supervivencia y ya llevo demasiado tiempo sobreviviendo como para estar harto. Pero cuando estaba a un paso de sumergir, literalmente, mi inútil cabeza dentro de la pecera de mi apartamento para unirme a la difunta Molly llegó Doggett, el vaso de agua, la placa del despacho, Skinner y sus teorías y... No sé cómo todo empezó a cobrar sentido, Scully. De golpe me di cuenta de que si habíamos sobrevivido a las abducciones, a tu cáncer, a las pérdidas de Sam, Mellissa y Emily y a todo lo demás, ¿cómo no íbamos a saber enfrentarnos a esta nueva situación? Sabes, Scully, me da igual quien sea el padre de esta criatura, me da igual que a partir de ahora no puedas seguirme en mis locas aventuras en busca de vampiros o hombres polilla, incluso creo que podré contenerme y no llamarte por las noches para que tu melódica voz haga más llevadero mi insomnio. Puedo renunciar a todo esto, Scully. Pero no me pidas que renuncie a ti... Además, en toda familia hay una oveja negra, ¿no? -dijo entre risas-. Pues en la tuya, esa plaza ya está cubierta: ¿qué mejor candidato podrías tener? Yo seré ese tío loco para el bebé. Ese tío al que no ves a menudo pero que siempre está allí cuando le necesitas. Ese tío que siempre tiene una anécdota que contar o una travesura con la que sacar de las casillas a mamá. Yo puedo ser ése Scully, si me lo permites. No pido más.

S: Mulder, yo...

M: Bueno, siempre que el padre esté de acuerdo... Por cierto, ¿cuándo tendré el honor de conocerlo?



Y sin saber cómo ni por qué Scully estalló en una sonora carcajada que desembocó en una cascada de lágrimas. No podía dar crédito a todo lo que Mulder le había confesado en apenas unos minutos ni a su aparente inocencia. ¿El padre de su bebé? ¿Cómo podía estar tan ciego? De verdad creía que había OTRO? Pero decidió seguirle el juego, podía ser divertido hacerle sufrir un poquitín...





S: Él... Él ha estado ausente por un largo periodo de tiempo y, bueno, creo que aún no es del todo consciente de la situación.

M: Vaya, así que él aún no sabe que tú..., o sea, que est*s embarazada...

S: Más o menos.

M: ¿Y cuándo esperas decírselo, cuando el niño se gradúe? ¿O es niña? ¿Niño o niña, Scully?

S: No lo sé, aún.

M: ¿No lo sabes? Yo creía que ya se podía saber el sexo del bebé a los pocos meses de embarazo.

S: Y así es. Pero preferí compartir esa experiencia con él... Debido a su "ausencia" se ha perdido todo el proceso y no quería que también se perdiera ese momento... Dime sentimental, pero pensé que quiz*s cuando regresara podríamos desentrañar ese misterio juntos...

M: ¿Y a qué esperas, Scully? ¿Acaso aún no ha regresado?

S: Est* en camino, Mulder. Est* en camino...

M: Ni que viniera de la Luna...



Scully le echó una mirada que delataba la mayor de las sonrisas contenidas.



M: Scully... No te habrás buscado a un astronauta, ¿verdad? Me consta que eres una persona muy exigente y, claro, a la hora de buscar futuro papá no ibas a ser menos, ¿pero era necesario ir tan lejos?

S: No es astronauta, Mulder -riéndose-. Aunque ha viajado a las estrellas, eso sin duda...

M: Scully, empiezas a asustarme... Mister Spock te queda un poco mayorcito, ¿no?

S: ¿De verdad que no lo entiendes, Mulder?

M: La única cosa que no entiendo es por qué no me mandaste de nuevo entre los muertos, Scully.

S: Estuve tentada en más de una ocasión, Mulder. ¡Ay! -Y se tocó el vientre-

M: ¿Estás bien? -dijo con voz asustada-.

S: Sí, sí. Sólo es una patada -Y mientras decía esto, se frotó su barriga, oculta bajo el enorme albornoz talla XL-.



Esa imagen conmocionó a Mulder y, guiado por una fuerza desconocida, redujo la escasa distancia que le separaba de Scully para situarse a unos escasos centímetros de su rostro. El único obstáculo entre los dos lo ocupaba aquel perfecto y prominente vientre que albergaba el mayor de los milagros de la Naturaleza. Y en ese círculo de consentida intimidad, las miradas de Mulder y Scully encontraron de nuevo esa complicidad que solían compartir antes de la abducción, antes de que su mundo se volviera del revés. "Mulder...". Antes de que Scully pudiera continuar, Mulder depositó su dedo índice sobre sus labios. "No digas nada, Scully". Y sin previo aviso descendió su dedo, que antes descansaba en sus labios, por su barbilla en dirección sur, donde se hallaba su objetivo: ese misterio que la madre naturaleza llama vida. Y allí, se detuvo. Con una delicadeza que Scully desconocía en su antiguo compañero de fatigas, Mulder desabrochó el albornoz lo suficiente como para dejar a la vista su dilatado vientre de embarazada. Y, acto seguido, depositó sus manos sobre él. Era tan suave y c*lido... Scully era la viva imagen de la Maternidad hecha mujer.



M: Dios... -Levantó la vista hasta encontrarse de nuevo con la cristalina mirada de Scully y le dedicó la m*s sincera de sus sonrisas-. Eres preciosa, Scully...

S: Mulder, yo... -Apenas podía contener las lágrimas que empezaban a derramarse por sus sonrosadas mejillas-.

M: Shhhh... Dime Scully, ¿cuándo has dicho que tenemos que ir al ginecólogo para saber si esta beligerante personita es una pequeña Dana o un pequeño Fox?



Y antes de que Scully pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, los cálidos y carnosos labios de Mulder ya se habían posado sobre los suyos en un beso que era preámbulo de un nuevo presente y, sin duda, de un nuevo mañana juntos.



FIN

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