fanfic_name = Mundos Distintos

chapter = X

author = NikkyScully

dedicate = Disclairmer: Yo soy la fundadora y creadora del Centro, con todos sus operativos y agentes en su interior, a excepción, obviamente del Dr. Mulder y la agente Scully, los cuales le pertenecen a la mente brillante (y fastidiosa) de Chris Carter. No agregaré más nada.

Clasificación: ¿Existe clasificación para este fic?

Dedicatoria: A Rovi, mi amada beta, a Estrella quien es capaz de escucharme por más de una hora por teléfono mientras le leo el fic y Vania, que gracias a Dios ha vuelto a este mundo virtual; ya la estaba extrañado.

Agent Macgirl, mi compañera, mi amiga, mi co-escritora en otros proyectos y quien me regalará algo entre el mes de agosto y septiembre. A Rosa, que no se donde anda, a Paulina por igual que anda súper perdida, a mis niñas que las extraño y a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Maca, Icezard, Lizzy_x, Katherine_M_S, Sakura Spooky, conocimiento_acumulado, Chilly, wendymsanchez, Mary, scully_gab, leencita, Joly, dana-k, Isa, tazzy, danny_kf, gyllyx y adeDanK. Gracias a todos

Nota o más bien aviso: Han sido unos dìas verdaderamente ajetreados, estoy en época de exámenes, hay pocas pendientes en casa bla bla bla… me dejo de excusas y les dejo leer el fic. Disfrútenlo.

 

 

Rating = touchstone

Type = Angst

fanfic = La Coronel O´Connell la miró fijo y concienzudamente, la invitaba así a sacarla a ambas del apuro y provocaba más los nervios y la preocupación de la agente Scully.

 

-Estudiamos árabe juntas después de los atentados del once de septiembre- comentó.

-Así es- afirmó con titubeo la coronel.

-Qué pequeño es el mundo- aclamó poco convencido el Dr. Mulder.

-Sí- dijo nerviosa la agente.

-Dana, él es Justin- continuó el Dr. Mulder, -hijo de Sarah y Janet- presentó.

 

La agente Scully tomó la mano del niño y le sonrió, el bebé de menos de dos años se rió con ella y la agente Scully se sintió conmovida por el gesto del niño.

 

-Mulder es su padrino- le contó Janet.-No me habías dicho eso- le sermoneó la agente Scully.

-Un detalle diminuto que olvidé- se defendió él.

-Es diminuto, pero no es un detalle- le corrigió la agente Scully.

-Mulder, sostenlo por un rato- le pidió Janet Krakovisch y sin esperar respuesta de él le cedió el niño. -Sarah, acompáñame a la cocina, la cena esta casi lista.

-De acuerdo.

 

Ambas se encaminaron a la cocina y la agente Scully tomó asiento nuevamente con el Dr. Mulder. Aunque Sarah O´Connell no sabía para cual estamento de la CIA la agente trabajaba, ésta temía que la coronel alertara al Dr. Mulder sobre su verdadera posición dentro del gobierno. Sarah O´Connell al entrar a la cocina se sirvió un vaso de whisky y se lo tomó de golpe. Su “esposa”, como ella la llamaba, la miró con sorpresa.

 

-Necesito un cigarrillo- le dijo la coronel.

-Ni lo pienses, no hasta que Justin se duerma- le advirtió Janet.

-Aguafiestas- se quejó y se apoyó de la meseta de la cocina.

-Ya que conoces a la nueva parejita de Mulder, ¿qué me puedes decir de ella?- preguntó curiosa cuando se disponía a cortar el pan.

-Esa mujer está más trastornada que las dos anteriores- su compañera la miró extrañada. -No me mires así, esa mujer llevara a Mulder a la muerte o se muere ella en el proceso- comentó.

 

Y Janet Krakovisch no podía creer lo que escuchaba, pensó que Sarah O´Connell estaba siendo un poco exagerada, pero cuando Dana Scully entró a la cocina no pudo formular la pregunta que le quería hacer.

 

-¿Se puede?

-Por supuesto- dijo la coronel con sequedad.

-¿Necesitan ayuda?- preguntó al terminar de entrar con aires de solidaridad.

-No, al pavo le faltan unos cuantos minutos. Llevaré esto al comedor- levantó una bandeja y con la mirada le indicó a su pareja que tuviera mucho cuidado con lo que decía o hacía.

 

Janet Krakovisch terminó de salir de la cocina y la agente Scully quedó a solas con la coronel O´Connell. Ambas se miraban fijo, como intentando adivinar sus pensamientos. Sarah O´Connell cruzó los brazos en señal defensiva y Dana Scully sonrió ante la dures de ésta.

 

-¿Cómo sabes que hablo árabe?- le preguntó ella refiriéndose a la conversación que habían sostenido con anterioridad.

-Un militar no es enviado a Irak para trabajar junto con la CIA en una misión de inteligencia sólo por su cara bonita- explicó.

-Tienes razón- expresó, -pero acertaste a duras penas. Ya sabía árabe mucho antes de los atentados- aclaró.

-Yo también- expresó. -¿Sigues en el pentágono?- preguntó curiosa.

-No, dejé la milicia hace dos años- contestó. -Ahora me dedico a la programación de sistemas operativos de compañías nacionales e internacionales- relató.

-¡Vaya! Has sabido usar lo que te enseñó Labiorestaux.

-¿Ambos siguen en la….?

-Nunca la hemos dejado- respondió rápidamente.

-¿Mulder sabe que tú…?- calló y le indicó con las manos a que se refería.

-Él sabe lo que ya te ha dicho, soy agente federal- contestó.

-No deberías mentirle, no se lo merece. Es un buen hombre- expresó inquieta.

-Todo lo que le digo es por su bien- justificó.

-Entonces sería mejor que te alejaras de él- le recomendó y la agente Scully negó con la cabeza. -No lo metas en problemas- le pidió.

-No lo haré- aseguró. -Y no te metas tú en problemas- le sugirió con su mejor voz de mujer peligrosa.

-Aun le sirvo a mi nación- aclaró temor.

-Me alegra saber que aún conservas ese patriotismo. Callar y servir sin pedir explicación- expresó con seriedad, dejándole en claro que a pesar de ser civil lo que sabía debía guardárselo para sí; y sin más que decir salió de la cocina.

 

Sarah O´Connell sintió rabia e impotencia, para ella era inconcebible lo que estaba sucediendo. No le agradaba saber que su buen amigo estaba saliendo con una agente de la CIA, pero ambas habían sido receptivas; las reservas de la agente Scully hacia ella años atrás le inspiraban miedo. Jamás pudo confiar en una mujer tan fría y callada.

 

Sabía que no sólo era una simple agente de la CIA, era algo mucho más que eso. No era una oficinista de dicha agencia; Dana Scully para ella pertenecía al eslabón más alto de aquella organización gubernamental y aunque no conocía dicho escalafón sabía que desde donde estaba podía ver y manejar el mundo a su antojo y eso sí que no le agradaba para nada.

 

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por su compañera que había entrado y no había visto, y la cual sacaba el pavo del horno listo para llevarlo a la mesa.

 

-¿Qué te pasa Sarah?

-Nada- respondió con la vista en el vacío.

-Parece que viste un fantasma- expresó y su compañera no dijo nada. -¿Podrías abrir ese pastel y llevarlo a la mesa?

-¿Quién lo trajo?- preguntó curiosa al verlo.

-Dana- respondió.

 

Sarah mostró desagrado y sacó el pastel de la caja. Lo tomó en sus manos y abrió el zafacón que estaba en una esquina y lo tiró en el interior de este. Janet la miró aterrada.

 

-¿Qué demonios hiciste?- preguntó alarmada.

-Puede estar envenenado- contestó.

-No seas tonta- abrió el zafacón y sacó el pastel agradeciendo que éste no se hubiera arruinado porque estaba en su caja. -Fue un excelente detalle de parte de ella el traer el postre.

-¿Ahora te agrada, Janet?- preguntó con sorpresa.

-No, pero hay que darle el beneficio de la duda- explicó.

-Ilusa- le dijo, tomó el pavo y salió de la cocina.

 

En el salón, la agente Scully había vuelto a sentarse junto al Dr. Mulder, conversaba con éste hasta que su móvil, que no lo dejaba por nada en el mundo, comenzó a sonar. Ella lo miró y este mostró el código de área de San Diego y el número de la casa de su hermano en esa ciudad. Le resultaba extraño ya que tenía más de año y medio que no hablaba con su hermano, desde la muerte de su hermana. El teléfono continuó sonando y ella dudó en contestar.

 

-¿Qué pasa?- le preguntó el Dr. Mulder.

-Es mi hermano- contestó.

-Dana, los muertos no llaman desde el más haya.

 

Al principio ella no entendió lo que él decía, pero cuando lo hizo lo único que pudo hacer fue pegarle. El Dr. Mulder había llegado a la conclusión de que los hermanos de la agente Scully no existían y cada vez que ella los mencionaba él se burlaba. Se levantó del mueble deprisa y por una puerta salió en dirección a la terraza de la casa y contestó.

 

-¿Sí?

-Dana, hija… al fin doy contigo.

 

La agente Scully sintió el vuelco de su corazón emocionado al escuchar la voz de su madre.

 

-¡Mamá! ¿Cómo estás?- preguntó alegre.

-Estoy bien hija, pero dime, ¿cómo estás tú?

-Bien- respondió lacónica.

-Tu voz me dice lo contrario, hija- comentó.

 

Su madre la conocía perfectamente, era su hija menor y era mucho más apegada a ella de lo que la misma agente se hubiera imaginado. La agente Scully sonrió con melancolía al escuchar lo que afirmaba su madre.

 

-Créeme mama, estoy bien- aclaró para tranquilizarla.

-¿Estás en Washington?- preguntó la ex agente Margaret Scully.

-Así es- contestó su hija.

-Pensé que vendrías a San Diego este año- formuló su madre. -Tus hermanos tienen muchos deseos de verte.

-Tal vez Charles tenga esas intenciones, pero, ¿tú crees que Bill desea verme?- preguntó.

 

Su madre sabía sobre las diferencias que existían entre su hijo mayor y su hija menor. Nunca se habían llevado bien y mucho menos después de la muerte de Melissa Scully.

 

-Bill sabe que tú no tuviste la culpa con relación a lo sucedido con Melissa- aclaró la Sra. Scully.

-Dijo algo muy diferente en el funeral de ella- recordó su hija.

-Sus palabras fueron fruto del dolor, Dana Katherine- explicó su madre.

-Dos meses después volvió a decirme lo mismo- justificó la agente Scully.

 

Margaret Scully respiró agotada por la riña existente entre sus hijos. La tenía cansada sobre todo la terquedad de ambos para hacer las pases y, mientras la agente Scully se congelaba en aquella terraza, su madre buscaba las palabras para que su hija menor cediera un poco.

 

-Te extraño un montón, hija, no sabes cuanto- le dijo.

-Yo también te extraño, madre- le dijo su hija.

-¿Cómo te está yendo en el trabajo?

-Bien, ya sabes como es- y recordó la herida de su costado al sentir un dolor punzante allí. -Es un caos.

-Eso me dijo Charles, las cosas no están bien en Europa y no se hable de Oriente- expresó preocupada. -Sólo te pido una cosa, Dana Katherine, cuídate.

-Lo haré, madre- le aseguró.

-A pesar de todo hija, tu padre, donde quiera que esté, y yo nos sentimos muy orgullosos de ti- dijo emocionada, -y no importa lo ocurrido en el pasado y la lejanía; siempre te hemos querido y siempre te querremos.

-Gracias madre- furtivas lágrimas se escaparon de sus ojos. -Yo también los quiero- expresó con tristeza.

-Espero verte pronto, hija- le dijo esperanzada.

-Prometo viajar pronto a San Diego. Saludos a todos allá- le envió.

-Feliz día de acción de gracias- la felicitó.

-Igual madre, hasta pronto.

-Hasta pronto hija, te quiero- repitió.

 

Margaret Scully colgó y más atrás lo hizo su hija. La agente Scully se frotaba sus brazos desnudos para proporcionarse calor después de haber hablado con su madre. Tenía meses sin verla y la extrañaba a muerte. La distancia que existía entre ella y su familia fue producida por los reproches de su hermano.

 

Este no concebía que sus hermanas trabajaran para una institución como El Centro y después de la muerte de Melissa Scully tuvo más razones para reprochar a su hermana menor, sobre todo porque la hacía responsable por la muerte de su hermana mayor. Nada en Washington le impedía viajar a San Diego, pero enfrentarse a la mirada acusadora de su hermano era lo que menos quería.

 

Por eso se quedó en Washington y, aunque no estaba tan sola después de todo, extrañaba la compañía de su familia. Estaba temblando a causa del frío, pero de repente sintió sobre ella el abrazo del Dr. Mulder y su agradable perfume, así transmitiéndole seguridad y tranquilidad.

 

-Te vas a congelar aquí afuera- le dijo preocupado.

-Ya voy a entrar- le comunicó.

-¿Cómo está tu hermano?- preguntó.

 

Él la abrazó más fuerte lastimando su costado, ella no se quejó y se tragó el dolor. Pero se alejó de él u giró para mirarlo y él se sintió extraño al ver su reacción.

 

-Supongo que bien, en realidad era mi madre- respondió. -Llamó para saber de mí y desearme feliz acción de gracias.

-¿Tan solo eso? Excelente de parte de tu madre, la mía me llamó para reprocharme el no haber ido- comentó.

-Supongo que nuestras madres son muy distintas- dijo ella.

-Sí, es verdad- acordó. -¿Cambiamos?

-Eso nunca- rió. -Yo quiero a mi madre con todas sus virtudes y sus defectos, no es mi problema que no aceptes a la tuya con los que tiene.

-Está bien, está bien, está bien- expresó fatigado. -Entremos, la cena está lista.

 

Volvieron al interior de la casa y el Dr. Mulder la guió hasta el comedor. Los demás ya se encontraban allí sentados y ellos también tomaron asiento. Frohike le servía más vino a la agente en su copa y ella ni sabía como ésta había llegado allí. Recordó que debía tomarse una pastilla a esa hora, pero ya se había tomado una copa de vino e iba por la segunda. Si seguía como iba a la mañana siguiente le iba a pesar, por el dolor en el costado y por haber obtenido una buena resaca.

 

El vino la mantenía relajada y le permitía soportar lo suficiente el dolor que le causaba la herida, por lo cual optó por olvidarse de las indicaciones de la Dra. Bennedetty y de las suyas propias como doctora que era.

 

Residencia de Alyson Hannigan

 

La agente Hannigan vivía en el último piso de un edificio ejecutivo, era una especia de penthouse rodeado de ventanales que permitían observar desde la distancia La Casa Blanca con su imponente domo cubierto con la nieve de finales de noviembre. El lugar era algo rustico para el glamour que profesaba su única residente, varios pilares sostenían el techo que resguardaba una terraza que había hecho la agente Hannigan y que en esos días no podían disfrutar ni ella ni sus invitados.

 

En el interior del penthouse se desarrollaba una reunión con motivo de la noche de acción de gracias, que la anfitriona había preparado para sus colegas y amigos más cercanos, en menos de seis horas. Sobre la mesa larga y amplia ya sólo quedaban los restos de la cena y los invitados pasaron a los grandes sillones a charlar y a disfrutar del buen vino; como la agente Illianof y el agente Labiorestaux que bailaban al ritmo de la voz de Bryan Adams, queriendo escapar así un rato de los asuntos que los agobiaban.

 

Los Webster, Rivera y Kunimitzu sostenían una charla, pero este último tenía su mente puesta en otro asunto. Esa noche, la agente Kawasaki no le había hecho una sola insinuación y él se preguntaba si ella había bajado la guardia o si se había cansado del juego. Se preocupaba patéticamente al pensar que sus rechazos habían convencido a la agente de no continuar con sus ataques de seducción.

 

El agente Rivera le invitó un cigarrillo, él acepto y ambos subieron a la terraza a fumar dejando solos a los Webster. De alguna forma, el agente Kunimitzu supo que el agente Rivera no iba a soportar el frío de la noche, e inmediatamente volvió al interior de la residencia dejándolo con una cajetilla y cerillos para él solo.

 

La agente Kawasaki vio regresar al agente Rivera y lo escuchó quejarse por el frío infernal y llamó loco al agente Kunimitzu por haberse quedado arriba fumando un cigarrillo cuando el frío era más fuerte que el calor que proporcionaba dicho aliciente.

 

La agente Kawasaki aprovechó que nadie la observaba y acudió a la terraza para acompañar al agente Kunimitzu. Cuando subió, el frío la golpeo de frente y maldecía al igual que el agente Rivera y se preguntaba cómo el agente Kunimitzu podía soportarlo. Lo vio cerca de la baranda de la terraza, lanzando humo desde su boca y ella lo veía más sexy, él sintió su presencia pero no se volteó a mirarla, más bien prefirió esperar a que ella terminara de acercarse.

 

-Se va a congelar aquí arriba, señor- expresó ella temblando de frío. Su chaqueta negra y larga no abrigaba lo suficiente.

-No más de lo que estoy.

 

A ella le pareció un diminuto chiste, sobre todo porque él había sonreído; nunca lo había visto sonreír y ello le pareció insólito. Su explicación para sí fue que las fiestas se acercaban y hasta los más duros siempre terminaban ablandándose.

 

-¿Un cigarrillo, agente?- le ofreció.

-Gracias señor, pero no fumo- le aclaró.

-Yo tampoco- afirmó antes de volver a darle una calada al cigarrillo que tenía en sus manos.

-Eso es una afirmación falsa, señor- le corrigió.

-Nada es verdadero entre nosotros- le aclaró.

-No entiendo- expresó confundida.

 

Él no intentó disipar su confusión, le dio una última calada a su cigarrillo y lo tiró al suelo para apagarlo con el zapato. Podía ver a la agente Kawasaki temblar como una hoja y conociendo la afición por las plantas de la agente Hannigan puso su atención sobre el invernadero que ésta tenía en la terraza.

 

Se acercó a el y se frustró al ver que estaba cerrado con llave. La agente Kawasaki no paraba de hablar sobre lo bonito de la vista, del frío que hacía y sobre un archivo que el agente Kunimitzu ni siquiera recordaba. Miró el pelo recogido por cientos de ganchos de la agente y sin pedirle permiso le sacó uno bajo la mirada negativa de ella.

 

Con el gancho abrió el cerrojo de la puerta del invernadero y entró seguido por la agente. El invernadero era amplio y lleno de plantas, que para la época ya debían estar marchitas, pero al parecer por los cuidados de la dueña eso no había sucedido. Había medidores de pH en cada macetero donde crecía una planta distinta y al fondo se escuchaba el sonido de música clásica, y al parecer la temperatura era regulada porque el agente Kunimitzu y la agente Kawasaki habían dejado de sentir frío.

 

-Este lugar es impresionante- expresó con sorpresa la agente.

-Hannigan se gasta la mitad de su sueldo en plantas- comentó el agente Kunimitzu.

-Y tú donas el tuyo a instituciones que brindan ayuda a personas afectadas por el terrorismo- comentó la agente, su superior no se mostró sorprendido por ello y mucho menos porque volvía a tutearlo, ya se estaba acostumbrando. -Eso demuestra que tienes un corazón generoso- expresó.

-Es lo mínimo que puedo hacer cuando trabajo para protegerlos y no logro hacerlo- expresó mostrando desconcierto.

-Haces un buen trabajo, no tienes porque auto criticarte- reclamó.

-Sólo digo lo que pienso- aclaró. Se quitó los lentes y los guardó en el bolsillo interior de su chaqueta.

-Entonces no eres tan reservado como aparentas ser- dijo y sigilosamente se acercó a él rompiendo la distancia entre ellos. -¿Qué más aparentas ser y no eres en realidad?- lo miró fijamente escudriñando en su típica mirada imperturbable, aspirando su esencia de hombre recatado y serio, volviendo a cruzar la frontera de superior y subalterno.

 

Él esperó el beso que no tardó en llegar, ella quería verlo reaccionar, era lo que buscaba cada vez que coqueteaba con él, tácticas fallidas que solían frustrarla aunque no lo demostrara.

 

Ella se alejo de él y éste no dijo nada. Molesta, le miró de mala gana y cuando se disponía a salir del invernadero él se lo impidió tomándola por el codo. La agente Kawasaki lo miró con confusión, esperaba a que dijera algo pero él no lo hizo, más bien hizo algo que ella no esperaba.

 

Era inimaginable que el agente Kunimitzu estuviera tomando la iniciativa esa vez. Besaba con pasión desmedida a la agente Kawasaki, la cual intentaba por todos los medios entender qué era lo que esta pasando, mientras el agente Kunimitzu la abrazaba más a él; comprendió que lo que había empezado como un coqueteo se había convertido en algo más complejo.

 

Ella rompió el beso, ambos respiraban agitados y ella buscaba dudas en su mirada, pero no las encontró. Él volvió a besarla y ella se dejaba hacer sin rechistar, lo había deseado desde hace mucho tiempo y no se iba a echar hacia atrás en ese momento.

 

La llevó contra una mesa y al chocar contra ella, varios maceteros cayeron al suelo. Ninguno se preocupó y el agente Kunimitzu sin pedir permiso empezó a desabrochar la chaqueta de la agente, la deseaba y se lo estaba demostrando, ella se sentía victoriosa, había descubierto en él el ser apasionado que se escondía detrás de su uniforme negro y su trabajo demandante.

 

Él estaba controlando completamente la situación entre ellos esa vez y ella no lo podía creer a pesar del júbilo. Era ella quien debía tenerlo acorralado desabrochándole la chaqueta y no al revés, como se estaba desarrollando la situación en esos momentos. Era un hecho, él era el líder hasta en el sexo. El último botón cedió y ante él apareció un sostén negro que hacía contraste con su piel oriental. El agente Kunimitzu se enterró en su pecho devorándola por completo.

 

-Sí eres humano- expresó la agente Kawasaki completamente excitada invitándolo a proseguir.

 

El agente Kunimitzu no la escuchó porque, aunque parecía tener el control, no lo tenía; se estaba quemando en vida. Llevó sus manos al cierre trasero de los pantalones de la agente, cuando lo abrió los hizo caer y llevó sus manos a las pantaletas negras de la agente, las tocó, pero no se las quito. Lo que hizo fue alzarla sobre la mesa para que quedara a su altura.

 

Se miraron fijo, respiraban agitados, pero la agente Kawasaki se veía más agitada que el agente Kunimitzu. Ella quiso sacarle el cinturón de los pantalones, pero él se lo impidió; ella se mostró molesta, pero a él no le importó y la obligó a recostarse en la mesa.

 

No sabía lo que él estaba intentando hacer, pero estaba dispuesta a llegar al final. Él volvió a besar sus pechos a través de su sostén y ni siquiera se molestó en quitárselos. Continuó besando su vientre ligeramente, con una paciencia desmesurada y ella temblaba sobre excitada.

 

Se detuvo en la frontera del bajo vientre y el pubis aún cubierto por las pantaletas y la miró con ojos de lujuria y hambre, y ella finalmente entendió que él la deseaba y no había marcha atrás.

 

Le bajó las pantaletas hasta las rodillas y vio que estaba húmeda, ella temblaba y no por el frío, sabía cual era el siguiente paso. El primer contacto de la lengua con el clítoris fue eléctrico, otro roce y ella lanzó un gemido. Intentó incorporarse, pero la mano que él tenía en su vientre se lo impidió y ella sólo pudo continuar dejándose llevar.

 

La lengua en su interior y ella deseaba ver su rostro, sintió un dedo en su interior moviéndose perfectamente al ritmo y pensó que no era justo para él. Luego la lengua y el dedo hacían equipo y ella empezaba a ver estrellas, planetas, anillos; en fin, una galaxia completa y seguía pareciéndole injusto.

 

-Detente- le pidió casi sin voz, el orgasmo inminente llegaba. -Detente.

 

Escucho un no y luego la lengua en el interior de su vagina y no era justo para él, pensó de nuevo. Luego se encendió una chispa y como una súbita explosión el orgasmo llegó recorriendo todo su cuerpo haciéndola arquear la espalda.

 

Después sólo se le escuchaba respirar agitada en medio de la calma y el ambiente post orgásmico. Estaba eufórica, tanto que hasta se sintió agotada. Mentalmente pedía unos minutos para recuperarse y seguir con lo pendiente. Había que limpiar la torre de Tokio.

 

Finalmente logró abrir los ojos y lo miró, lo vio limpiarse la boca con un pañuelo como quien acababa de cenar. Guardó el pañuelo e hizo algo que ella sí que no estaba esperando, volvió a colocarle las pantaletas y los pantalones, mientras aún permanecía recostada sobre la mesa.

 

Cuando logró incorporarse le dio una mirada de incomprensión verdaderamente fulminante, él no se inmuto, como siempre. Ella quiso hablar, pero él no la dejo cubriendo sus labios con los suyos y ella pudo sentir su esencia en esos labios que habían hecho seductores estragos en su cuerpo.

 

-Debemos regresar- hablo después de tanto tiempo. -Van a notar nuestra ausencia y no quiero que sospechen- concluyó.

 

Empezó a abrocharle la chaqueta como a una niña y ella se preguntaba a dónde había ido a parar la excitación de él o si él no se había excitado como ella. El terminó lo que estaba haciendo y salió del invernadero sin decir nada, quedando ella sumida en mar de interrogantes.

 

Minutos después se bajó de la mesa y aún le temblaban las piernas. Como pudo regresó a la reunión y entre el grupo buscó al agente Kunimitzu y lo vio entre los caballeros, de lo más tranquilo y tomando vino. Quería matarlo a pesar de que la había llevado a dar un gran paseo, pero se sentía incompleta, porque su lengua, su boca y sus dedos eran perfectos, pero quería lo que estaba precisamente entre sus piernas.

 

Residencia de Janet Krakovisch

 

La cena había transcurrido de lo más normal y tranquila a pesar de que Sarah O´Connell no se sentía cómoda y había intentando fingir ser buena anfitriona. Todos se encontraban en la sala después de haber dados las gracias y haber cenado.

 

A Dana Scully no le preocupaba mucho el asunto con O´Connell, pero estaba al tanto de que debía asegurarse de que ésta no fuera a delatarla con el Dr. Mulder. A pesar de todo, se estaba divirtiendo un montón y ya no le preocupaba su herida reciente.

 

-¿Recuerdas ese verano, cuando viniste de Londres y los cuatro fuimos a Nuevo México para visitar el área 51?- le preguntó Frohike.

-Por supuesto que lo recuerdo, fue más que una visita turística- contestó el Dr. Mulder divertido.

-¿Qué buscaban allá?- preguntó la agente Scully curiosa.

-Ovnis- contestó con su calma habitual Byers.

-¿Y los encontraron?- preguntó la agente Scully poco convencida con el tema.

-No, ni siquiera llegamos a entrar bien cuando dos guardias nos detuvieron- contestó Frohike.

-¿Y qué paso después?- volvió a preguntar la agente.

-Nos robamos una camioneta de la base para huir y dos helicópteros negros nos persiguieron por todo el desierto, hasta que lograron detenernos- relató el Dr. Mulder. -Nos encerraron por dos días y Byers tuvo que fingir un inicio de apendicitis para que nos dejaran libres- recordó.

-¿No le presentaron cargos?- preguntó la agente.

-No, nos trataron como simples fanáticos- contestó Langly.

-Pero cabe remarcar que estaban bastante interesados en saber si habíamos visto el interior de la base- recordó Frohike.

-Ya se durmió- dijo Janet al sentarse junto a Sarah, -estaba cansado y se durmió enseguida.

-Al fin- dijo su compañera con gozo al encender un cigarrillo, estaba desesperada por fumar y ya no aguantaba los deseos.

-Eres demasiado inquieta, Sarah- le dijo al tomar uno de los cigarrillos. -¿Verdad que no te costó mucho esperar a que Justin se durmiera?- su compañera no dijo nada y Janet miró al Dr. Mulder. -¿Quieres uno?

-Sabes que no fumo, Janet- le recordó y le dio un sorbo a su copa de vino.

-Eres un aburrido, Mulder- le dijo la ex coronel.

-Más bien trato de conservar mi salud. El cigarrillo mata lentamente.

-Descuida Mulder, no tenemos prisa- dijo divertida Janet. -¿Fumas Dana?- le preguntó a la agente.

-No, no quiero morir pegada a un respirador- dijo divertida, pero en su interior lo decía seriamente.

-Te quedo fantástica la cena, Janet- le felicitó Byers.

-Gracias- agradeció ella y se puso de pie. -He traído la cámara, acérquense chicos- les pidió Janet. -Quiero actualizar esos retratos- explicó.

-Todos los años es lo mismo, es como si quisieras tener un reporte grafico de nuestras vidas- se quejó Frohike que se ponía en posición para que le sacaran la foto.

-No empecemos con tu paranoia patológica, Frohike- reclamó el Dr. Mulder.

-No es paranoia- aclaró.

-Vamos, dejen de quejarse. Es para hoy chicos- volvió a pedirles Janet.

 

Los chicos acataron la petición de Janet y se colocaron frente a la chimenea para que la mencionada les sacara la foto que tanto deseaba del grupo de caballeros. Después tres de ellos volvieron a tomar asiento, pero el Dr. Mulder continuó de pie y Janet Krakovisch aprovechó la oportunidad para sacarle otra foto, por lo cual este protesto.

 

-¡Janet!- le llamó a la atención.

-Dana, ¿no se ve sexy cuando se enfurece?- preguntó divertida la asistente del doctor.

-No te lo discuto- contestó la agente Scully.

 

El Dr. Mulder se mostró incomodo y nervioso, se pasaba la mano por la cabeza en señal de inquietud al verse bajo las miradas libidinosas de Janet y de la agente Scully. A todo esto la ex coronel O´Connell se mostraba reservada ante el cuadro que veía, porque con mucho ahínco deseaba que la velada acabara para poder volver a su vida normal sin la presencia de la agente Scully; pero más deseaba que esta se alejara del doctor por su bien y su seguridad.

 

-Ahora una foto de ustedes dos- les dijo Janet al Dr. Mulder y a la agente Scully.

-No, yo paso- expresó la agente Scully, odiaba que le tomaran fotografías y más si quien las tomaba era un civil.

-¿Por qué no?- preguntó el Dr. Mulder y luego le tomó de la mano. -Vamos, sería bueno tener una foto de nosotros dos.

-No quiero, Mulder- le comentó impaciente.

-¿Qué escondes?- preguntó asombrado por su negatividad.

 

La agente no esperaba dicha pregunta, la respuesta era bastante obvia para ella: ocultaba su identidad. No sabía como el Dr. Mulder lograba colocarla en esas situaciones tan incómodas y entendió que él era más perspicaz de lo que aparentaba ser.

 

-No me gusta tomarme fotografías, es todo- contestó. -No soy fotogénica.

-Lo eres- le indicó y la ayudo a ponerse de pie para que se acercara a él.

 

No le valía protestar, aquel hombre siempre lograba lo que se proponía y hacía con ella lo que quisiera. Dana Scully después de haber conocido a Fox Mulder se había convertido en una persona mucho más fuerte de lo que era en el pasado, pero cuando estaba junto al doctor se volvía débil y era servil ante él, a pesar de todas las mentiras.

 

Ella se colocó junto a él dándole la espalda, él la abrazo por detrás y apoyo su barbilla sobre el hombro de está y apoyaba sus manos en sus caderas. Miraron fijo a la cámara, sonrientes y como una pareja normal. Janet Krakovisch tomó la foto.

 

Se alejaron un poco y ella giró para ver al doctor. Le pareció extraña la mirada que este le daba y le sonrió al no entenderla, hasta que pudo ver una sonrisa igual en él. No había dudasde que estaba perdidamente enamorado de la agente y no le importó demostrarlo en aquella sala besándola sutilmente frente a todos y Janet Krakovisch volvió a tomarles otra foto.

 

-Janet, me vas a dejar ciego- se quejó el Dr. Mulder que aun continuaba pegado a la agente Scully.

-Está bien, no más fotos- repuso.

 

La agente Scully rió ligeramente ante el disgusto del doctor, era daltónico y evidentemente el flash de la cámara le molestaba sobre manera en la vista. De repente ella sintió un dolor punzante en su costado que le llegó hasta por debajo del muslo, lo cual le obligó a tomar asiento.

 

-¿Estás bien?- preguntó el Dr. Mulder al verla palidecer.

-Sí, estoy bien- le dijo con su típica respuesta.

 

Pero no lo estaba, su costado le dolía horriblemente, se había estado moviendo durante todo el día y parte de la noche; la herida no era grave, pero al tener puntos necesitaba reposo y ella no había hecho tal cosa. Ni siquiera había tomado los medicamentos que les había recetado la Dra. Bennedetty y su organismo estaba más lleno de alcohol que una tienda de vinos.

 

-Tengo deseos de hacer un travesura esta noche- informó Langly que sacaba su laptop del interior de un bolso.

-¿Qué tramas?- le preguntó el Dr. Mulder sentándose junto a él.

-Salgamos hasta el capitolio y apaguemos las luces, así activaremos la alarma de la Casa Blanca- propuso con malevolencia.

-Estás loco- exclamó la ex coronel. -No puedes hacer eso.

-¿Y por qué no? Lo hemos hecho antes y tú has sido fiel participe un par de veces- le recordó.

-Sí, pero no es bueno que lo volvamos hacer. Un día de estos nos van atrapar- comentó con cierto temor.

-Es divertido. Hagámoslo- expresó el Dr. Mulder.

 

La agente Scully miró al grupo con sorpresa. Era un grupo de profesionales pero con ideales separatistas de lo más ridículas y más le sorprendía que hablaran de ello frente a ella, cuando se suponía que ellos entendían y sabían que ella era agente federal.

 

-¿Recuerdan la última vez que activamos la alarma y vimos a Bush correr en bata de baño hasta el helicóptero presidencial?- preguntó divertido Frohike.

-Sí, corría como conejo asustado- recordó Byers divertido, pero su expresión se volvió sería. -Pero no lo vamos hacer, es peligroso, divertido, pero peligroso.

-Al fin alguien con buen juicio- expuso preocupada la ex coronel O´Connell.

-No lo estamos obligando, iremos nosotros- dijo el Dr. Mulder.

-¿Sabían que lo que quieren hacer es un delito federal que la constitución castiga con diez años de cárcel por conocérsele como terrorismo interno?- preguntó la agente Scully que no había dicho nada desde que empezaron hablar del tema.

-Eso no es terrorismo, es una travesura- defendió Frohike.

-Una travesura que acarrea malas consecuencias. Planean darle un susto al Presidente de los Estados Unidos y si no me equivoco al parecer ya lo han hecho antes.

-Qué inteligente te salió tu chica, Mulder- comentó Frohike ya molesto por el sermón de la agente Scully.

-Se la vamos a encender de una vez- aclaró Langly.

-Pero de todas maneras van armar un caos en La Casa Blanca, así que lo recomendable es que se queden aquí y no vayan a ningún lado- les pidió con seriedad la agente que le preocupaba más el bienestar del Dr. Mulder y sus amigos que el bienestar del Presidente.

-¿Darías tu vida por él, cierto?- le preguntó el Dr. Mulder.

-¿Por Bush?- preguntó ella, -en realidad no- contestó. -Prefiero que lo dejen en paz para que de una buena vez saque a las tropas de Irak y luego de ello pueden hacerle lo que deseen, pero mientras tanto no lo fastidien- les pidió.

-Pensé que compartías la idea de tu Presidente- y ella rió divertida.

-El no es mi Presidente- rectificó y el Dr. Mulder tomó asiento junto a ella.

-Entonces apaguemos el sistema del Pentágono- propuso Langly que estaba con la idea férrea de importunar algún estamento del gobierno esa noche.

 

Sarah O´Connell como ex militar y antigua empleada del Pentágono protestó hastiada con los delirios del melenudo. Dana Scully volvió a reír por la discusión que se había armado entre el grupo y Janet Krakovisch la miró con inquietud.

 

-Dana, le cayó vino a tu blusa- le comentó pasándole una servilleta de tela.

 

La agente Scully se miró la blusa, en su costado se mostraba una pequeña mancha roja que crecía a pequeños pasos. Toco la tela húmeda de su blusa de tirantes de tul azul marino y en sus manos vio restos de lo que sabía que era.

 

-¿Me puedes decir donde esta el baño?- le preguntó la agente Scully al ponerse de pie.

-Claro, por ese pasillo al fondo- respondió Janet.

-Dana- le llamó el Dr. Mulder, pero ella no respondió.

 

Siguió hasta el baño y se encerró en él. El Dr. Mulder se preocupó y todo fue silencio hasta que Langly volvió y habló.

 

-¿Entonces no vamos a apagar el sistema del Pentágono?- preguntó inocentemente y Janet le lanzo un cojín para que se callara.

-Te puedo apagar otra cosa- le dijo después.

 

El Dr. Mulder se fue hasta el baño y tocó la puerta, al no recibir respuesta se impacientó más y vio llegar a Sarah O´Connell y a Janet Krakovisch.

 

-Mulder, déjala y regresemos a la sala. Ella se está limpiando la blusa- le dijo Janet.

-Eso no era vino, era sangre, Janet- le aclaró la ex coronel.

-No seas dramática- le pidió su compañera.

-Es cierto, era sangre- expresó el Dr. Mulder y tocó a la puerta. -Dana, abre la puerta.

 

No recibió respuesta, segundos después escucharon que la agente le quitaba el cerrojo a la puerta y la abría. El Dr. Mulder la vio algo agitada y un poco sudada, la blusa seguía manchada y la agente no se veía nada bien.

 

-Mulder, ¿me podrías llevar a mi casa?- preguntó apoyada del marco.

-¿Qué te pasa?- preguntó él.

-Nada- respondió dándole una ligera sonrisa.

 

El Dr. Mulder no creyó dicha respuesta y como ser desconfiando debía ver con sus propios ojos que ocultaba la agente Scully debajo de aquella blusa ensangrentada, sin ella esperarlo él le levantó la blusa y vio en su costado la herida cubierta por una gasa llena de sangre. La agente sólo pudo cerrar los ojos con cansancio a la espera del sermón.

 

Janet y Sarah podían ver la angustia y la molestia del Dr. Mulder en su rostro y no dijeron nada. Era obvio que estaba muy molesto, pero tal cosa lo vio venir la ex coronel. Habían empezado a ser descubiertas las mentiras de la agente y la ex militar venía venir también el fin de la relación.

 

-Vamos, te llevo al hospital.

-No, quiero que me lleves a mi casa- dijo alarmada la agente Scully. La palabra hospital era lo que menos quería escuchar y verlo mucho menos.

-No me obligues a llevarte a rastras, Dana- le amenazó.

 

Ella le miró de mala manera y se encaminó hasta la sala seguida por los demás. Se despidió de los tres chiflados y de las amigas del Dr. Mulder y luego fue hasta la puerta principal de la casa para tomar su abrigo, el Dr. Mulder hizo lo mismo y ambos salieron de la casa. La noche iba a ser larga, pero muy larga.

 

Washington

Hospital Trinity

Área de Emergencias

 

Todo había sido un error, un grave error. La salida de El Centro, el no decirle lo ocurrido al Dr. Mulder, el no tomar los medicamentos; el haber tomado más vino de la cuenta y el estar en ese hospital, era un error.

 

Ninguno de los dos había dicho nada, era lógico el enfado del Dr. Mulder y era obvio que ella estuviera más que callada porque era la única responsable de todo lo que estaba ocurriendo y, como siempre, estaba esperando un nuevo interrogatorio del Dr. Mulder que no veía llegar.

 

Se le habían abierto un par de puntos, a pesar de que era un rasguño le había hecho más daño que la herida se hubiera abierto. Un médico de la sala de emergencia le quitaba los puntos abiertos para ponerle nuevos, mientras ella miraba hacia el techo más que perdida y el Dr. Mulder esperaba impaciente en una silla.

 

El doctor que atendía a la agente Scully terminó con lo que estaba haciendo y le indicó que podía levantarse y que esperara un momento. Salió dejándolo solos, la agente Scully comenzó a colocarse el abrigo con ayuda del Dr. Mulder que aun permanecía callado, ella le miraba fijo, deseando que hablase; pero él no la miraba y tampoco hablaba. Ella no sabía si le incomodaba más que él no hablara o que él la sermoneara.

 

El médico volvió y entró a la habitación trayendo consigo más medicamentos para la agente Scully, ella puso los ojos en blanco y el Dr. Mulder la miró con reproche.

 

-Sr. Mulder, su esposa debe…

-No estamos casados- dijeron los dos al unísono.

-Lo siento entonces- se disculpó el médico. -Señorita…- miró el expediente- …Scully, debe tomarse una de cada frasco cada 12 horas- le indicó al darle los frascos.

-Ya tengo de ésta en casa- le devolvió el frasco al doctor, -y ya tengo de esta también- le devolvió el otro. -Muchas gracias, doctor.

-Si no se las toma no va a lograr sanar adecuadamente, Srta. Scully- le explicó el médico.

-Lo se doctor, yo también soy médico y conozco las consecuencias- explicó ella.

 

Y el Dr. Mulder decía en su mente que no lo parecía. Había sido demasiado negligente por su parte, pero lo que él no sabía que él también tenía algo de culpa, indirectamente.

 

-Bien, entonces puede irse.

-Gracias- dijo ella.

-Muchas gracias, doctor- le agradeció el Dr. Mulder.

-De nada- expresó él antes de salir de la sala.

-Vamos, te llevo a casa- dijo el Dr. Mulder esta vez dirigiéndose a ella finalmente.

 

Pero luego todo volvió a ser silencio y aunque se estaba comportando como todo un caballero con ella al ayudarle a bajar de la camilla y ayudarle a llegar hasta el auto, permaneció en silencio y siguió así hasta que llegaron a la torre Asgard y al departamento de ella.

 

Cuando entraron, la agente Scully encendió las luces de las lámparas del salón, el lugar se iluminó inmediatamente, pero no así la elocuencia de ellos dos. El Dr. Mulder cerró la puerta detrás de sí, pero se quedó de pie en medio del salón. La agente Scully lo miró con timidez, sentía en él decepción expresada hacia ella.

 

-Será mejor que me vaya- le dijo él con incomodidad.

-Espera- le detuvo, -necesitamos hablar. Permíteme cambiarme- le pidió, -regresó en un momento.

 

Él estuvo de acuerdo y ella fue a su habitación a cambiarse de ropa para ponerse más cómoda y prepararse para hablar con el Dr. Mulder; esta vez debía ser lo más sincera posible. Se puso su pijama y cuando regresó al salón encontró al doctor sentado en el sofá mirando el juego de llaves de su auto.

 

-Mulder…- le llamó al verlo tan pensativo. -Se que te he mentido muchas veces, pero sabes por qué lo hago- fue la única justificación que encontró en su mente profesional pero enmarañada de una sarta de mentiras.

-Entiendo tus razones- explicó él sin mirarlo. -Pero de las tres mujeres federales con las cuales he salido, tú eres la única que me miente con respecto a lo que les pasa- expresó molesto al mirarla.

-¿Me comparas con oficinistas, Mulder?- preguntó indignada ante la comparación.

-Phoebe Green, agente de crímenes violentos; y Diana Fowley, agente antiterrorista; tal vez la conozcas- comentó.

 

Ella agachó la cabeza, buscando en su mente alguna relación con la mencionada, pero no le iba a mentir, no la conocía y tampoco deseaba conocerla. Era el pasado del Dr. Mulder y como tal se quedaría en el pasado.

 

-Es ridículo- expuso. -Si crees que porque las tres seamos agentes federales debemos comportarnos igual, te equivocas- le aclaró. -Yo vivo mi vida a mi manera.

-Y al parecer estás empeñada en ocultarme cada detalle de tu vida- le indicó.

-No te oculto detalles- corrigió.

-Es cierto- expuso. -Creo que en realidad ocultas todo, porque a veces no se con quién estoy tratando, no se quien eres, Dana - expresó inquieto.

 

Ella se sentó en el extremo opuesto del sofá al escuchar sus duras palabras, que eran muy ciertas de por sí. Ella le estaba haciendo más daño de lo que pensaba y se había dado cuenta que no estaba siendo sensata con todas sus mentiras; pero no tenía opción, era su deber mentirle, por su bien y por el de ella.

 

-Te lo pensaba decir- comentó dándole vueltas al cinturón de su pijama.

-¿Cuándo? ¿Cuándo estuviéramos metidos en la cama a punto de hacer el amor y me detuvieras porque no puedes?- preguntó. -Es más que ridículo, es una herida de consideración, no me importa como te la hiciste, pero me hubiera gustado saber lo que te ocurría desde el primer momento en que nos vimos hoy y así todos nos hubiéramos ahorrado muchas molestias.

-No quería preocuparte, te lo he dicho y lo sabes, no me gusta que se preocupen por mí- le recordó.

-¡A ti no te gusta nada!- expresó al ponerse de pie. -Pero para tu información, lo que ocurre es una cosa de dos- indicó, -somos pareja, lo que te pasa me concierne y siempre me concernirá aunque no te interese que me concierna- explicó de forma tan acelerada que ni él pudo comprenderse, pero aún así continuó. -Date cuenta de lo que siento, me duele lo que haces y otro en mi posición ya se hubiera olvidado de ti- puso su mano sobre su corazón. -Pero lo que tengo aquí- indicó, -no me lo permite. Te amo demasiado para alejarme de ti.

-Sólo quería pasar una velada tranquila contigo y tus amigos sin que nada se interpusiera, ni siquiera la herida o el dolor. No me importa nada, sólo tú- explicó con la vista gacha.

-También estas tú y eres importante- expresó.

 

El se encaminó hacia la puerta, pero cuando pasó junto a la agente Scully ella le detuvo tomándolo de la mano, y él le miró con pena y se sentó a su lado. Ella no aguantó más y le abrazó con necesidad, como si hubieran estado separados por mucho tiempo.

 

Ella respiró profundo al sentir que él le acariciaba la espalda y sobre el hombro de él se apoyaba todo el cansancio de la agente Scully. Ya no estaba molesto, no había razones para estarlo, porque aunque él estuviera lo suficientemente enfadado sabía que ella no iba a decir más nada aparte de lo que ya había dicho. Le dolía dicha resignación, pero era obstinado y si tenía que aguantar cada una de sus mentiras para continuar junto a ella, lo haría.

 

La agente Scully debía descansar, había sido un día largo y muy agitado, lo cual era del conocimiento del Dr. Mulder. Con delicadeza la tomó entre sus brazos y la llevó hasta su habitación para colocarla sobre la cama, la cubrió con el edredón y apagó las luces de la habitación.

 

Ella intuía que él se iba a ir, pero se equivocó y lo confirmó cuando sintió que él se quitaba algo de ropa, se colocó junto a ella y la abrazó por la espalda. Se sintió reconfortada al sentir la calidez de su cuerpo cerca del de ella y enseguida ambos se durmieron.

 

Al día siguiente estuvieron de pie muy temprano, la agente Scully preparó un desayuno ligero y ambos desayunaron con total calma y la agente Scully le habló sobre lo que le había ocurrido en su costado, pero indiscutiblemente obviando los detalles importantes de lo sucedido. A él se le notó preocupado por la sencilla razón de que no le gustaba saber que ella arriesgaba su vida diariamente.

 

El debía trabajar y se cambió para ir hasta su casa y luego ir a la oficina, le pidió que descansara y que no pensara en el trabajo; lo cual era imposible. Se despidieron y la agente Scully ya se preguntaba por qué su móvil no había sonado si generalmente era su despertador automático a esas horas de la mañana.

 

Decidida a investigar el por qué de este hecho, se vistió con jeans, camisa manga ¾ gris, zapatillas deportivas y su fiel abrigo negro. A medio camino se recogió el pelo y con su bolso en mano llamó un taxi. Al llegar al Centro observó que nadie la estaba esperando y cuando llegó al área de Sistemas le preguntó al agente Rivera por qué no la habían llamado, este le contestó que estaba de baja clínica. La agente se mostró sorprendida y ante ello no le quedó más remedio que ir con la Sra. Summers para reclamarle.

 

Cuando llegó a la oficina de ésta, la encontró trabajando con unos papeles y sin esperar a que ella le prestara el más mínimo de atención comenzó a hablarle.

 

-¿Qué es eso de que estoy de baja clínica?- preguntó visiblemente molesta.

-Buenos días, Dana, yo estoy bien; gracias por preguntar. ¿Cómo estás tú?- preguntó ella haciéndole entender que no estaba para escuchar sus quejas.

-No te hagas la chistosa y contesta- le pidió.

-Te voy a refrescar la memoria porque al parecer se te olvidaron los reglamentos de El Centro. La baja clínica consiste en darle al agente 15 días o más de descanso después de haber recibido una herida de consideración en el campo- contestó finalmente con toda calma.

-Hannah, no me estás entendiendo- expresó frustrada. -Me sacaste de los perfiles por esto…- señaló su vientre. -Ni siquiera me sacaste del todo cuando estuve a punto de tener un trastorno psicológico, pero me sacas ahora por algo ridículamente sencillo- expresó impresionada.

-Bueno… es mejor tenerte físicamente sana que psicológicamente sana- justificó. -De por sí, aquí nadie está bien de la cabeza.

-Empezando por ti- le dijo.

-¿Qué demonios quieres, Dana? ¿Trabajo? Pues bien, hay mucho trabajo en Sistemas… ve a buscarlo- le recomendó.

-Hannah, soy agente externa, no me puedes enviar a una oficina por quince días- explicó contrariada.

-Pues vete a tu casa- le exhortó.

-No puedo estar quince días en mi casa sin hacer nada- declaró. –Necesito trabajar.

-No puedes trabajar en el campo cuando tienes puntos, no te puedes arriesgar a que se te abran otra vez- Dana Scully la miró extrañada al escucharle hablar así, Hannah Summers sabía algo. -No se que vas a hacer, pero has algo. Tienes un tarjeta de crédito sin límite, vete de compras, redecora tu departamento; o vete de viaje o mejor aún vete de viaje con el Dr. Mulder- le pidió.

 

Dana Scully sintió que el mundo se le caía encima al escuchar tal apellido salir de los labios de Hannah Summers, segunda al mando en El Centro y la persona menos indicada para saber sobre el Dr. Mulder. Se mostró calmada e impasible, pero por dentro había un cúmulo de pensamientos de verdadero susto. Su jefa inmediata ya estaba enterada de su relación con un civil, algo verdaderamente prohibido dentro de la organización.

 

-Tienes buen gusto, Dana, no hay hombres como él dentro de El Centro. En verdad te felicito- dijo risueña, disfrutando increíblemente poner contra la pared a la agente Scully.

-No se de que me estás hablando- le dijo guardando la compostura ante lo que había escuchado.

-Eso Dana, negar todo conocimiento- celebró, colocó sus brazos sobre el escritorio para apoyar su cuerpo. -Te hemos enseñado bien, pero te hemos enseñado mejor a guardar secretos, me siento orgullosa. Yo no hubiera descubierto que estabas saliendo con un civil si no me entra la curiosidad de saber como iba tu enmarañada vida- comentó. -Pero descuida, no creas que te voy a pedir que lo dejes o algo por el estilo, claro que no. Has estado trabajando muy bien desde que sales con él, supongo yo… porque algo me dice que sales con él desde que te envié con el Dr. Rogers al Instituto de Psicología y Ciencias.

-El Dr. Mulder y yo sólo somos buenos amigos- aclaró seriamente.

-Que yo sepa Krycek no amanece en tu casa- expuso. -Yo entiendo por qué lo haces, a veces esta vida nuestra es tan aburrida que nos vemos en la necesidad de buscar nuevas aventuras, aventuras que la mayoría de veces nos incitan a romper las reglas- expresó remarcadamente. -Antes de casarme con Andrew la mayoría de mis aventuras fueron con civiles, pero obviamente siendo la hija del jefe de la CIA debía poner el ejemplo y seguir sus pasos. No me mal entiendas, amo a mi esposo, pero tengo en claro que a veces lo que está fuera de este mundo es mejor que lo que está dentro de él.

-Hannah ¿Qué me quieres decir con todo esto?- preguntó confundida.

-Que no me importa que estés saliendo con quien estás saliendo, pero ten en cuenta que es pasajero, nada dura y es estable. Eres una espía, un fantasma, alguien inexistente y lo que no existe no vive lo que se le llama siempre: una vida normal. Así que no te aferres- le pidió.

-¿No se te haría más fácil pedirme que me aleje de él?- preguntó enredada. La Sra. Summers se rió. -¿Qué es tan gracioso?

-¿Cómo te puedo pedir a ti que hagas eso si se que no lo harás? Una mujer en sus cinco sentidos no lo haría, yo no lo haría- explicó. -Se ve que es excelente en la cama, todos los psicólogos lo son y eso no se deja así por así.

-Sexo- dijo

-¿Qué? Es obvio que estás con él por eso ¿O es que realmente estás enamorada?- preguntó con curiosidad.

-Imposible Hannah, un agente jamás se enamora- enunció sabiendo que Hannah Summers quería escuchar eso.

-Es la primera regla.

-¿El Sr. Summers sabe esto?- preguntó fingiendo curiosidad, pero estaba demasiado preocupada por ello.

-No, si Andrew se entera te mata y luego me mata a mí. Además él está muy ocupado como para estar pendiente a lo que hacen los agentes fuera de aquí, así que todo esto queda entre tú y yo- comentó. -Lo único que te pido es prudencia.

-Sí, sí, sí, sí, prudencia- repitió cansada. -¿Entonces no puedo trabajar?- preguntó dirigiendo la conversación hacia otro punto.

-No, vete. Tu doctorcito debe estar extrañándote. Por cierto, debería quitarse el Fox… no le luce- comentó.

 

La agente Scully no le hizo caso al comentario a pesar de que también Marcus Webster, primo de Hannah Summers había hecho iguales comentarios con respecto al nombre de pila del Dr. Mulder. En vista de que ya no tenía más nada de que hablar con la Sra. Summers, la agente Scully se acercó a la puerta y se retiró.

 

A pesar de que la Sra. Summers prácticamente le había celebrado el que ella estuviera saliendo con un civil, desde ese momento debía tener más precaución y andar despacio. Hannah Summers se caracterizaba por ser una persona de temperamento cambiante y cuando menos uno lo esperaba se podía convertir en el más peligroso de los enemigos.

 

Decidió regresar al Centro dentro de quince días, tal y como se lo habían ordenado y también decidió aprovecharlos al máximo, no sabía si lo que sostenían ella y el doctor llegaría hasta fin de año. Cuando llegó a la salida, el agente Labiorestaux la interceptó y la agente se preguntaba si esa salida estaba empeñada en no permitirle salir por ella sin antes charlar con algún colega.

 

-¿Labiorestaux?

-Necesito hablar contigo, Scully- explicó el agente.

-¿Qué sucede?

-¿Recuerdas a Samantha Mulder?- preguntó él.

-Por supuesto- contestó confundida.

-Entré a su archivo- le comentó el agente.

-¿En serio?- preguntó asombrada la agente Scully. -Pensé que habías olvidado el favor que te había pedido.

-Fue más difícil de lo que creí, pero lo logré- le aclaró.

-¿Qué encontraste en su archivo?- preguntó emocionada.

-Espera… pude entrar, pero el archivo está cifrado- contestó con pesadez.

-¿Cómo que cifrado?- preguntó confundida.

-Está escrito en idioma navajo, el idioma utilizado en la segunda guerra mundial para impedir que los chinos pudieran entender las comunicaciones entre las fuerzas norteamericanas- relató.

-Lo se, Labiorestaux, conozco la historia- explicó. -¿Pero por qué ese archivo está escrito en ese idioma?

-Era típico del sindicato codificar los archivos con lenguas muertas- contestó.

-¿Crees poder descifrarlo?- preguntó con interés.

-Conozco a alguien que habla el idioma, él podía interpretar lo que dice el archivo- contestó.

-¿Es alguien de confianza?- preguntó interesada en saber si era alguien del Centro.

-Por supuesto- contestó seguro el agente Labiorestaux. -Pero va a necesitar tiempo, voy a necesitar tiempo- le explicó.

-Descuida, tomate todo el tiempo que quieras- le sugirió.

-¿Por qué tanto interés en Samantha Mulder?- preguntó curioso el agente.

-Es hermana de alguien que conozco, es todo- el agente asintió sin pedir más explicación. -Gracias por todo. Labiorestaux.

-Sabes porque lo hago.

-Aun mantengo en pie mi palabra- se colocó sus lentes de sol. -Te veo en quince días.

-Felices vacaciones obligadas- dijo el agente con gracia y la agente Scully le devolvió la sonrisa.

 

 

Instituto de Psicología y Ciencias

 

Un terrible dolor de cabeza martillaba hasta el alma del Dr. Mulder. No había tomado mucho la noche anterior, pero con el susto que pasó con la agente Scully y el comienzo de un extraño resfriado de principios de invierno le estaban complicando aquella mañana.

 

Escuchar una y otra vez la misma letanía de su paciente que se negaba a renunciar a una esposa que ya no lo amaba era algo que lo martirizaba. Un hombre divorciado que no se resignaba a la idea de que su ex esposa estaba más interesada en comprarle bonitos regalos a su amante joven, mientras él le tenía que pagar una pensión para ella y los hijos. Un completo fracaso y el Dr. Mulder le instaba a que rehiciera su vida, pero este se negaba rotundamente.

 

Su hora ya había concluido y el Dr. Mulder lo agradeció mentalmente, aunque tener que pasarse una hora más con cualquiera de sus pacientes no le molestaba en absoluto, en ese momento no le parecía idóneo y lamentablemente su agenda del día estaba completamente llena.

 

Después de que su paciente hubo de salir, el doctor entró al baño de su oficina para refrescarse un poco la cara y poder continuar con el trabajo. Cuando se secaba las manos se miró al espejo y él mismo sintió pena por el rostro de enfermo que veía.

 

Volvió al escritorio y cerró los ojos, luego apoyó los codos sobre la mesa y empezó a masajear sus sienes al contrario de las manecillas del reloj.

 

-¿Por qué tú y el Dr. Rogers no usan el diván como los demás psicólogos?

 

El Dr. Mulder sonrió al escuchar dicha pregunta, la cual no esperaba y mucho menos esperaba tener frente a él a la agente Scully sonriendo burlonamente, como quien acababa de hacer una tremenda travesura.

 

-¿Qué haces aquí?- preguntó él apoyando la espalda en el respaldo de su silla de oficina.

-Bueno… pasé por la oficina y no me quieren allá- se puso de pie y fue directo hasta el refrigerador ejecutivo de la oficina. -¿Tienes jugo dietético?- preguntó después al abrir el refrigerador ejecutivo del Dr. Mulder.

-No, no tengo. Supongo que estás de licencia clínica- especuló. -Y deberías estar en tu casa- expresó.

-No quiero estar en la casa- dijo, -me aburro a muerte. Mulder, ésto es jugo de dieta- señaló molesta al sacar un frasco de vidrio del refrigerador.

-Ni siquiera deberías estar de pie- le recordó. -Y no, no es de dieta- negó.

-Sí es de dieta- afirmó y luego fue a sentarse en las piernas del Dr. Mulder llevando consigo el frasco de jugo. -Bien, ya estoy sentada- dijo risueña.

-Te encanta llevarme la contraría- expresó, -y vuelvo y repito, no deberías estar aquí, deberías estar en tu casa. Esa herida es muy delicada y necesitas reposo absoluto…

 

El era muy tierno cuando se preocupaba por ella, pero había momentos en que se ponía tan exagerado e insistente que a la agente Scully le causaba pesar, hablaba mucho y jamás paraba, sobre todo cuando se trataba de ella.

 

La única forma de hacerlo callar era enfocando su lengua hacia otras cosas y la única forma de enfocar la lengua del Dr. Mulder era enfocándola en la boca de la agente Scully, así que como buena conocedora del mecanismo de aquel hombre empezó a trabajar.

 

Para él, el beso había sido sorpresivo y poco esperado, pero tampoco lo rechazó, adoraba esos labios, como el católico adora la cruz. Se profundizaba aquel beso lánguido, ella lo abrazo por el cuello y él le acariciaba la espalda con sus fuertes manos. En ese momento su gran jaqueca había pasado a segundo plano.

 

Se miraron con intensidad y ella volvió a sonreír, él hizo lo mismo, pero acompañaba su sonrisa con una mirada extremadamente curiosa.

 

-¿Así es como obedeces las ordenes de tu medico? – preguntó.

-Tengo quince días para acatar las ordenes de mi médico- contestó.

-¿Quince días? ¿Ese fue el tiempo que te dieron en el FBI para recuperarte?- preguntó con sorpresa.

-Sí- respondió. -Durante quince días me tendrás para ti solo- le informó divertida.

-Es bueno saberlo, pero lamentablemente no podremos hacer lo que con frecuencia solemos hacer. ¡Demonios! Quince días sin…

-¡Mulder!- le llamó alarmada, él lanzo una carcajada. -Eres todo un promiscuo, además no significa que tardaré quince días justo en sanar. Mi cicatrización es rápida- aclaró y tomó el frasco de jugo.

-¿Entonces podremos hacerlo mañana?

-Mulder…- arqueó su ceja en señal de desaprobación y él con su pulgar derecho la acarició. -Contigo no puedo- abrió el frasco y tomó de su interior, pero inmediatamente devolvió el contenido al frasco. -¡Mulder, esto no es de dieta!- y se puso de pie.

-Te dije que no era de dieta- le recordó.

-Mentira- respondió.

-Dana- le dijo cansado. -Vete a casa, necesitas descansar- repitió.

-Sí, sí, sí y tú toma algo para esa jaqueca, te ves muy pálido- devolvió el frasco al refrigerador. -Te veo en la noche.

 

Ella salió de la oficina, dejándolo impresionado por lo observadora que solía ser. Sin duda alguna le fascinaba esa mujer. A medio camino, la agente Scully se topó con Janet Krakovisch que llevaba consigo a su hijo metido en su coche para bebes, a ella se le veía muy preocupada.

 

-Dana, que bueno que estás aquí.

-¿Qué pasa Janet?

-Necesito que me hagas un favor- comenzó a decir. -La niñera de Justin ha renunciado, yo en estos momentos tengo mucho trabajo y no puedo cuidarlo ¿Podrías llevártelo a tu casa y cuidarlo hasta que pueda pasarlo a recoger? Claro, si no estás trabajando. ¿Estás trabajando?- preguntó con agitación y extrema angustia.

-No, pero no puedo llevármelo, Janet, no estoy en condiciones para cuidarlo. Yo no se nada de niños- le aclaró.

-Vamos Dana, es por unas cuantas horas- le dijo desesperada.

-Llama a Sarah –le aconsejó.

-Imposible, está fuera de la ciudad y llega esta noche- relató. -Vamos, solo es por unas cuantas horas.

-Janet, no puedo, estoy recuperándome de una herida y no puedo moverme mucho…

-Ayer te moviste mucho- recordó.

-Imprudencia de mi parte- aceptó con pesadez. -Además, ya te dije, no se nada de niños.

-Vamos, por favor, es un pequeño favorcito. Justin es un niño tranquilo y no da muchos problemas. Solo tiene un año de vida, ¿qué problemas podría causarte?- le preguntó.

-Dios- exclamó, -esto es un verdadero dilema.

-Hazlo por Mulder, Justin es su ahijado- le recordó.

-Bueno…- miró al niño y éste volvió a sonreírle y si no estuviera cuerda hubiera pensado que le suplicaba con la mirada. En realidad era un niño hermoso y aunque ella no supiera nada de niños, le encantaban y no podía hacer nada para negarse. -De acuerdo, Janet, pero solo por un par de horas- le aclaró.

-Muchas gracias- dijo emocionada y le entregó el bolso donde traía las cosas del niño. -Ahí está todo lo que necesita, duerme mucho y no causa nada de problemas- volvió a repetir.

-Al parecer no tienes la idea clara de que es un niño y necesita muchas atenciones- recalcó.

-Es cierto, pero verás que es encantador. Míralo como si fuera el hijo de Mulder, bueno… pudo haber sido el hijo de Mulder, pero él no acepto la proposición que le hice de donarme su esperma- le entregó el coche donde estaba el niño. -Sólo serán un par de horas y gracias de antemano.

 

La agente Scully no dijo nada y Janet se retiró. A la agente le había caído como un balde de agua fría lo que le había dicho la asistente del Dr. Mulder. Ese bebé pudo haber sido hijo del Dr. Mulder y eso a ella le causó tremenda impresión. Era un niño perfecto, se preguntaba el por qué de la negativa del Dr. Mulder a ser partícipe del proceso de inseminación, pero para saber eso había suficiente tiempo y luego lo averiguaría.

 

Mientras tanto el primer problema para ella era poder cuidar ese niño sin salir ella lastimada en el intento, iba a ser un gran reto. Lo primero era poder lograr salir de allí y tomar un taxi que la llevara hasta Georgestown, lo demás lo haría paso por paso.

 

Georgestown

Torre Asgard

Departamento de Dana Scully.

Noche

 

Justin Krakovisch O´Connell dormía placidamente en los brazos de la agente Scully, que no sabía como había podido lograr una jornada de cuidados dirigidos hacia la criatura que en ese momento dormía placido entre sus brazos, como el ser indefenso y demandante de amor que era.

 

Según su madre era un niño muy tranquilo, pero para Dana Scully era un terremoto embotellado en el cuerpo de un niño de un año. Estaba agotada, pero por suerte estaba embotada de pastillas para el dolor y pudo superar los gritos, las rabietas, las lágrimas, las risas alborotadas, la demanda de leche y uno de que otro objeto tirado al suelo roto por completo.

 

El niño dormía y ella lo agradecía. Sólo esperaba el momento en que su madre llegara para recogerlo o ella misma lo enviaría a su casa por correo express. Mientras esperaba decidió llamar por su celular al agente Webster y charlar con él, hacía tiempo que no lo hacía y no quería que éste la catalogara de mala amiga y vecina, y mientras aguardaba para que éste contestara dejaba al niño encima de su cama y fue directo al salón.

 

-Webster- respondió el agente.

-Hola Marcus, soy yo- saludó ella.

-Hola pecosa. ¿Cómo estas? Me dijeron que resultaste herida en la misión de México.

-Así es, pero ya estoy mucho mejor, recuperándome más bien- expresó. -¿Cómo estás tú?

-Yo bien, en mi casa. A propósito, ¿por qué me llamas desde tu celular? ¿Dónde estás?

-En mi casa- respondió.

-Entonces sube y así hablamos un rato. Estoy preparando tofu- le comunicó.

-Me encantaría, pero no puedo. Estoy muy ocupada- le informó.

-¿Ocupada en qué? ¿En criticar todo lo que pasan por la caja idiota? Aclaración: es la TV- le explicó. -Deja esa cosa y sube- le pidió.

-No estoy viendo televisión y en realidad no puedo subir, tal vez en otro momento- le dijo. -Debo decirte algo.

-¿Qué?- preguntó a la vez que probaba un poco del tofu ya listo.

-Tu prima ya sabe que estoy saliendo con Mulder- le informó.

-¿Pero cómo lo sabe?- preguntó alarmado.

-No lo se.

-Te lo dije Dana, es una locura. Era lógico que se enterara. ¿Ya lo mando a dormir con los peces?

-¡Marcus!

-Lo siento, lo siento. ¿Qué te dijo Hannah?

-Celebró que este saliendo con un civil- contestó.

-¿Qué? Debo llamar al Centro, han secuestrado a Hannah Summers y ha sido suplantada por una usurpadora- expresó de lo más asustado.

-No seas idiota, Marcus. Hannah me dio un sermón sobre el hecho de que a ella no le importaba que estuviera saliendo con un civil.

-¿Y tú le creíste?

-Por supuesto que no- contestó. -Ella pretende hacerme creer que acepta ese hecho y también pretende que yo crea que ella cree que estoy saliendo con Mulder por sexo- comentó al tomar asiento en el sofá.

-Bueno por una parte debes comprender que es probable que ella lo crea así o más bien no tiene muchos deseos de estar al pendiente de ti. Hannah está más interesada en averiguar la forma de cómo acabar con el Sr. Doggett y la Sra. Reyes y tener que lidiar con una agente que esté rompiendo una de las reglas más importantes de El Centro es lo que menos le importa.

-¿Estás seguro?- preguntó.

-No- respondió despreocupado.- Recuerda que Hannah es muy camaleónica y siempre es propensa a hacer más daño que bien- le advirtió.

-¿Qué me aconsejas?

-Tener cuidado- le advirtió.

-¿Es lo único que se te ocurre?- preguntó confundida.

-Buena muñeca, es mi prima… pero no la conozco lo suficiente como para decirte que hacer cuando vaya a sacarte el alma- explicó.

-Ella me dijo que tuviera cuidado con el Sr. Summers, ella no quiere que se entere.

-¡Ahí está! Mientras el loco de Andrew no se entere podrás seguir jugando a la casita con el Dr. Mulder- dijo en forma de burla. -En el fondo Hannah te aprecia, Melissa era su mejor amiga y la única que la ponía con los pies sobre la tierra. Después de la muerte de Melissa, a Hannah no le importa destruir lo que se le cruce por el frente, pero tú eres una Scully y una Scully es sagrada para Hannah. Antes de darte de baja definitiva, prefirió enviarte a un psicólogo y está al tanto de que si Andrew se entera de lo tuyo con el doctor va a arder Troya; por eso lo oculta y tampoco te lo prohíbe. Pero conste, ten cuidado; hablamos de Hannah -dama de hierro- Summers, no de la Madre Teresa de Calcuta.

 

Dana Scully rió ligeramente al escuchar lo que le había dicho Marcus Webster. Luego escuchó como lloraba Justin al haberse despertado y encontrarse sólo.

 

-¿Es un niño él que llora?- preguntó curioso.

-Debo dejarte. Gracias por el consejo- no terminó bien de agradecer el consejo cuando ya había colgado y acudía deprisa a su habitación. Tomó al niño en sus brazos para calmarlo. -Ya, ya. Dana esta aquí y no te va a pasar nada.

 

Paseó con el niño alrededor de la habitación para calmarlo, no era una experta pero sabía que a los niños les gustaban esas cosas. Cuando sintió que la puerta principal del departamento era abierta y luego cerrada ella acudió al salón.

 

El Dr. Mulder la miró fijamente, impresionado por verla cargar a su ahijado como si fuera su hijo. Le era impactante y de cierto modo bello, pensó que ella sería una gran madre.

 

-No me lo creí cuando Janet me dijo que tú estabas cuidando a Justin- dijo asombrado. -Es increíble, eres masoquista, Dana, no puedes cuidarte ni tú misma en estos momentos y te ofreces a cuidar a un niño- le sermoneó.

-Mira como me habla tu padrino, Justin, es todo un quejita- decía risueña. -No te pongas así, no tuve opción. A Janet sólo le falto llorar- le aclaró.

-Reconozco que no deja de insistir hasta que no consigue lo que quiere, pero debes recordar que debes cuidarte- expresó. -Además, Sarah viene para acá y está furiosa- le comunicó.

-¿Por qué?- preguntó extrañada.

-No le gusta que Janet deje al niño con extraños- contestó.

-No soy una extraña, Sarah me conoce; sabe que no le haré nada al niño. Es una loca.

-Es una madre primeriza y lesbiana, son más obsesivas que una madre normal- le aclaró. -Pero al parecer, Justin está en perfectas condiciones y no hay que de preocuparse- la miró con cierto brillo en sus ojos, como de encanto. -Tú te ves muy sexy con ese monigote de baba en tus brazos- bromeó y ella rió.

-Es un niño encantador- decía con emoción, le estaba gustando esa faceta de niñera. -¿Cómo sigue tu jaqueca?- le preguntó curiosa.

-Creo que estoy resfriado- dijo con cansancio y la agente Scully se acercó a él para tocarle la frente.

-Tienes algo de calentura- le informó. -¿Dónde habré puesto el termómetro?- preguntó para sí.

 

En ese momento sonó el timbre de la residencia y el Dr. Mulder acudió a abrir. Detrás de la puerta apareció una poco amigable Sarah O´Connell que entró como tromba al departamento sin ni siquiera esperar a que la invitaran a pasar.

 

-¿Dónde está mi hijo?- preguntó deprisa, al ver que la agente Scully lo cargaba se acercó a ella para quitárselo de los brazos. -Janet está demente, lo deja al cuidado de una inexperta- expresó con angustia, -y cabe más por decir extraña.

-Dana lo ha cuidado muy bien, Sarah, el niño está bien- defendió a la agente el Dr. Mulder, la agente Scully le pidió con la mano que olvidara los comentarios de la ex militar.

-Cállate Mulder, no te pedí opinión- metió al niño en su coche y tomó la pañalera. -Será mejor que nos vayamos, Justin, ya ha sido un día demasiado alocado para ti. Pero no te preocupes, a tu madre la mato- le informó.

-Sarah, el niño no habla- el Dr. Mulder calló al recibir una mirada asesina por parte de Sarah O´Connell.

-El niño está bañado, cambiado, ya tomó su leche y durmió un par de minutos- le comunicó la agente.

 

Sarah O´Connell hizo el mínimo de caso a lo que le decía la agente Scully y como había entrado al departamento, así salió dejando al Dr. Mulder y a la agente Scully sin la presencia de aquel bebe. Pero los dos respiraron con más calma.

 

-Dios, no puedo ni caminar- dijo cuando la agente se dirigía la habitación. -Estoy molida.

-¿Te duele la herida?- preguntó el doctor preocupado al seguirla.

-No, estoy más drogada que un indio apache cuando le baila a la luna- dijo sarcásticamente. -Solo que tu ahijado se mueve más que tú Mulder, era imposible seguirle el paso.

-Bueno, es mi ahijado- dijo con orgullo.

-Pudo ser tu hijo- le comentó al recostarse en el respaldo de la cama.

-¿Janet te lo dijo?- la agente Scully asintió y él se sintió algo incomodo. Acudió aacostarse junto a la agente en la cama.

-¿Por qué no quisiste ser el donante?- preguntó curiosa la agente.

-No me malinterpretes, aprecio a Sarah y a Janet, pero no me gusta la idea de estar regalando mi esperma así como así. Es algo para crear vida, vida de la cual yo pretendo ser partícipe. Si Justin hubiera sido mi hijo hubiera estado muy limitado de participar en su vida, es mi ahijado, es cierto; pero nada más. Janet y Sarah están criando a Justin con una figura paterna limitada y eso a mí no me gusta. Si voy a tener un hijo quiero ser parte activa de su vida- aclaró.

-En eso tienes mucha razón, pero tener un hijo es una responsabilidad seria- abrió el cajón de su mesa de noche. -Hay que estar preparado.

 

Ambos quedaron reflexionando sobre el asunto. Más el Dr. Mulder que la agente Scully. La agente sacó un termómetro del cajón y lo colocó en la boca al doctor para saber cuanto tenía de temperatura.

 

-Deberíamos tener uno- propuso el Dr. Mulder con seriedad. -Tú y yo.

-¿Qué?- preguntó la agente Scully pálida ante lo que había escuchado.

-Sí, sería fantástico. ¿Te imaginas?- ella negó perturbada. -Sería muy inteligente, de buena presencia, excelente carácter y sería nuestro.

-Mulder, yo no puedo tener hijos, lo sabes- le recordó impactada ante la proposición.

-Entonces podríamos adoptar, hay muchos niños sin padres allá afuera- expresó apuntando hacia la ventana con las manos.

-¿Te atacó la crisis de los treinta?- preguntó impresionada. -Mulder, un niño no es un paquete o un juego que dejas cuando te aburres, es una responsabilidad a tiempo completo. Ya lo hemos hablado antes, tú mismo me dijiste que tu carrera no te da tiempo para nada y no hablemos de la mía. Ni siquiera tenemos tiempos para vernos ¿Cómo podríamos tener un hijo o adoptarlo?- le preguntó preocupada.

-Tienes razón- expresó desilusionado. -Pero es una buena idea.

-Es una mala idea, creo que la fiebre te está haciendo pensar mal- le quitó el termómetro que tenía en la boca. -Y tengo razón al decirlo, tienes la temperatura un poco elevada- le comunicó. -Iré a prepararte la tina, un baño frío te caerá bien- él la detuvo de su intento de ir al baño y la insitó a volver a su lado.

-En un momento, quédate un rato aquí ¿sí?- se abrazó a ella como quién quiere ser protegido con afecto. -Me gusta estar así.

 

El cerró los ojos y respiró la esencia femenina de la agente que tanto le agradaba y se quedó ligeramente dormido. Ella le acarició el pelo y le dio un beso ligero en los labios al cual el respondió. Ella pensaba mientras le pedía que despertara, le hubiera gustado muchísimo ser la madre de sus hijos; pero tal vez la oportunidad se daría en otra vida, aunque no creyera en que pudiera tener otra.

 

Continuara…

 

 

feedback = Sí/Yes

email = jro185ARROBAhotmail.com