chapter = XI
author = NikkyScully
dedicate = Disclairmer: Yo soy la fundadora y creadora del Centro, con todos sus operativos y agentes en su interior, a excepción, obviamente del Dr. Mulder y la agente Scully, los cuales le pertenecen a la mente brillante (y fastidiosa) de Chris Carter. No agregaré más nada.
Clasificación: ¿Existe clasificación para este fic?
Dedicatoria: A Rovi, mi amada beta, a Estrella quien es capaz de escucharme por más de una hora por teléfono mientras le leo el fic y Vania, que gracias a Dios ha vuelto a este mundo virtual; ya la estaba extrañado.
Agent Macgirl, mi compañera, mi amiga, mi co-escritora en otros proyectos y quien me regalará algo entre el mes de agosto y septiembre. A Rosa, que no se donde anda, a Paulina por igual que anda súper perdida, a mis niñas que las extraño y a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Maca, Icezard, Lizzy_x, Katherine_M_S, Sakura Spooky, conocimiento_acumulado, Chilly, wendymsanchez, Mary, scully_gab, leencita, Joly, dana-k, Isa, tazzy, danny_kf, gyllyx y adeDanK. Gracias a todos
Nota o más bien aviso: Les informo, para que no lo tomen por sorpresa, que este fic va hacer endemoniadamente largo. Tanto que me sorprende, así que les recomiendo que si planeas seguirlo tenganme mucha paciencia . Disfrútenlo.
Rating = touchstone
Type = Angst
fanfic = El Centro
Aquella mañana una emocionada Kaoru Kawasaki arribaba al Centro con claras intenciones de ver a un muy perdido Tezka Kunimitzu, no lo veía desde la noche de Acción de Gracias porque en la madrugada había sido enviada a una misión de reconocimiento a Nueva Guinea, en la cual no había participado su superior.
Pasó por Sistemas para reportarse y, como era la regla, debía darle su informe completamente detallado al agente Kunimitzu. Pero más le interesaba poder conversar con él y aclarar de una buena vez lo sucedido entre ellos dos; algo que ella, después de tanta insinuaciones hechas por ella misma, en tales momentos no entendía.
Cuando se encontró frente a la puerta de la oficina del agente Kunimitzu arregló su larga cabellera, su ropa y respiró profundo. Tomó la manilla de la puerta y la giró para abrirla, pero su sorpresa fue descomunal al no encontrar allí al hombre que tanto su mente como cuerpo deseaban. No se encontraba, no lo ponía en duda, pero se preguntaba dónde podía estar el agente. Raramente se le veía fuera de allí, a menos que estuviera reunido con otros agentes de la organización en largas juntas de planificación de perfiles o con los mismos jefes de El Centro.
Se acercó al escritorio y dejó el CD que contenía el informe sobre su misión de Nueva Guinea, tomó su celular y marcó de memoria el número del agente Kunimitzu; se desesperó al ver que no contestaba. Era impensable que él estuviera fuera de la ciudad o del país, ella lo hubiera sabido, pero sus sospechas fueron confirmadas por el mismo agente Labiorestaux cuando fue a preguntarle por el paradero de su superior.
-Está en Atenas- confirmó.
-¿En Atenas? ¿Qué esta haciendo en Atenas?
-Está recogiendo un paquete- contestó buscando algo en particular entre una caja de disquettes.
-¿Y por qué no se me informó?- preguntó molesta.
-¿Desde cuándo se le debe informar a usted sobre lo que va a hacer o dejará de hacer su superior?- preguntó con especial interés.
-Bueno… debo entregarle mi informe y si él no está nadie lo verá- contestó.
-Eso puede esperar, agente Kawasaki. El agente Kunimitzu llegará esta tarde- informó.
-Esta tarde ¿a qué hora?- preguntó inquieta.
-Es un dato que no puedo darle porque no lo tengo- contestó y sin más la dejó.
Estaba más que furiosa, el agente Kunimitzu sabía como desaparecer y enfurecerla a la vez. Alexa Illianof que se encontraba allí la miró con cierta gracia, estaba a punto de hacer un berrinche. La líder del equipo Delta se acercó a la integrante del equipo Beta.
-Está siendo muy obvia, agente Kawasaki- le comentó.
-¿Señora?- la miró con duda, no estaba muy segura de lo que quería decirle.
-Baje el ritmo, ya obtuvo la mitad de lo que quería. Lo demás vendrá por añadidura- le recomendó y luego continuó su camino dejando muy confundida a la agente Kawasaki.
Altos de Washington
Residencia de Phillip Webster
El gran caserío, tan imponente sobre una solitaria montaña a las afueras de Washington, resguardaba al líder principal del Centro de Inteligencia Americana (CIA). Antes de empezar la jornada le gustaba ejercitarse, poco le importaba el frío y le encantaba dispararle con una escopeta a platillos de barros que una máquina lanzaba al aire. El deporte predilecto de los poderosos, pero que envejecían y ya ni siquiera podían pegarle a un saco de arena.
El ruido ensordecedor de las balas se podía escuchar a kilómetros y quien llegó en plan de plática tuvo que cubrirse los oídos con los protectores que uno de los asistentes del Sr. Webster le cedió. El Sr. Webster sabía que quien estaba esperando había llegado, pero le gustaba hacerse el interesante y después hizo esperar al Sr. Bennedetty, el cual se mantenía calmo y paciente a la espera de que el Sr. Webster le dijera por qué deseaba verle.
El último plato surcaba el cielo y apenas había bajado unos centímetros cuando el Sr. Webster lo hizo romperse en cientos de pedazos con una bala. La escopeta quedo humeante después de haber quedado sin balas y el Sr. Webster traía una expresión de completa satisfacción por su puntería. Le entregó el arma a su asistente y luego miró al Sr. Bennedetty.
-Buenos días Frank- le saludó.- Que bueno que viniste.
-Me pareció extraño tu mensaje, por eso quise venir temprano a verte- le informó. -¿De qué deseas hablarme?
-Primero entremos a la casa- le convidó, -te invito a desayunar.
Ambos entraron a la gran residencia y luego al salón de paredes de roble donde tomarían el desayuno acogedoramente. El Sr. Bennedetty, a pesar de la hospitalidad, no se sentía cómodo en tal ambiente.
-¿De qué deseas hablar Phillip?- volvió a preguntar el Sr. Bennedetty con algo de impaciencia mientras servían el desayuno continental.
-Todo a su tiempo Frank, empieza con tu desayuno primero- le pidió haciéndole entender que deseaba hablar con él en privado y con la presencia del servicio en el comedor eso iba hacer imposible. -¿Cómo está Margaret?- le preguntó mientras abría el pan en dos.
-Está muy bien, te envía saludos- contestó.
-Es una mujer inteligente y sensata. Te sacaste la lotería con ella.
-Gracias Phillip- agradeció algo contrariado.
No volvieron a decir nada hasta que los del servicio de la casa los dejaron solos para que pudieran desayunar con calma. Phillip Webster estaba consciente de que el Sr. Bennedetty estaba desesperado por saber que deseaba su superior, así que quiso inmediatamente sacarlo de su angustia.
-¿Están realizando tres misiones por día en El Centro?- preguntó llevándose un pedazo de fruta a la boca.
-Tal como lo ordenaste- contestó el Sr. Bennedetty.
El Sr. Webster sonrió satisfecho al escuchar la respuesta de su subalterno más confiable. Luego tomó particular atención a su taza de café mientras el ambiente se volvía más tenso e incómodo para el Sr. Bennedetty. Este intentaba desayunar como le había pedido su jefe, pero el hambre había desaparecido y sólo deseaba que la reunión terminara lo más pronto posible.
-Frank, ¿consideras a Andrew un buen líder?- preguntó el Sr. Webster después de haber dejado su tasa de café sobre la mesa.
-Por supuesto, Phillip, su gran liderazgo lo llevó a donde hoy está- contestó con total seguridad, pero la pregunta le pareció de lo más extraña, siempre habían segundas intenciones en las preguntas del Sr. Webster.
-Eso y el haberse casado con mi hija mayor- expresó divertido con lo dicho. -¿Crees que tiene algún defecto?
-Todos tenemos defectos, Phillip- contestó confuso.
-¿Cuál es el mayor defecto de Andrew?- preguntó con interés, mirando fijamente al Sr. Bennedetty.
Frank Bennedetty se negaba a contestar, pero en el fondo estaba por enterado que no iba a salir de ahí si no contestaba. Se aflojó la corbata al sentir que el aire le faltaba; era eso, o el Sr. Webster lo asfixiaba con su mirada directa y poderosa.
-Es muy obsesivo- contestó finalmente, -y eso puede llegar a ser peligroso- y comenzó a sentir duda por haber contestado.
-¿Qué más?- volvió a preguntar.
-Es tradicionalista, no le gustan los cambios- respondió.
-Por eso no le agrada la idea de que Los Complejos estén usando civiles para algunos trabajos minoritarios- continuó el Sr. Webster. -Tampoco le agrada que John y Monica sean los nuevos favoritos.
Para el Sr. Bennedetty todo lo dicho por su superior era lo obvio, Phillip Webster estaba atando cabos y finalmente, al parecer, se estaba percatando de la creciente rivalidad entre las agencias que él lideraba desde las altas esferas. Pero el Sr. Bennedetty estaba preocupado porque se encontraba involucrado, estaba respondiendo a cada una de las preguntas que le hacía su jefe y Frank Bennedetty no quería estar inmiscuido en nada referente a Andrew Summers.
-¿A qué viene todo esto, Phillip?- preguntó nervioso.
-Quiero que vigiles a Andrew- el Sr. Bennedetty lo miró interrogante, -eres la persona más cercana a él y necesito pruebas que permitan sacarlo a él y a Hannah.
-Hannah es tu hija- le recordó con cierto susto.
-Sí, pero no puedo permitir que ella y el títere de Andrew establezcan un gobierno de terror en una de mis agencias. Se que quieren monopolizarlo todo y eso no está permitido, aunque John y Mónica tampoco han estado jugando limpio, no tengo pruebas para detenerlos y por eso te necesito.
-Soy tercero al mando, no puedo ser doble agente, no puedo espiar para ti. Sería traición interna- justificó algo ofendido por lo que le estaban pidiendo.
-No sería traición porque estarías obedeciendo mis ordenes, soy tu superior- le recordó. -Directamente estarías traicionando a tu cuñado, es lo cierto. Pero hablo de trabajo, no de la familia.
-¿Crees que me sentiré mejor con dicha justificación? Pues te equivocas, Phillip. Estoy muy conciente de que Andrew no está haciendo las cosas bien, pero he tomado la decisión de no inmiscuirme en ningún asunto que lo concierna a él o a Hannah- le aclaró molesto.
-Si no lo haces…
-Quítame el cargo, no me interesa- le interrumpió.
-No lo haré; pero si Andrew cae, tú caerás junto con él- explicó.
-Pues esperaré a que eso suceda- se levantó de la mesa y dejo la servilleta sobre ella. -Si me disculpas, creo que esta conversación llegó a su fin- se abrochó los botones de su chaqueta. -Que tengas buen día- se despidió y salió del comedor.
El Sr. Webster comprendió de buenas a primeras que Frank Bennedetty no tenía ninguna malicia y mucho menos avaricia en su corazón. Le hubiera gustado tenerlo como jefe en El Centro, era el indicado para el puesto y no su adorado y maquiavélico yerno, el cual le estaba causando muchos problemas ya.
Torre Asgard
Departamento de Dana Scully
La agente Scully salía de la ducha con la idea clara de pasar un día completamente aburrido en su casa, más porque no sabía donde el Dr. Mulder se había metido. Cuando despertó no lo encontró durmiendo junto a ella, estaba preocupada, él no había dormido nada bien a causa de la fiebre y al parecer había salido demasiado temprano del departamento, mucho antes de que ella se percatará de su desaparición.
Ya lo había llamado al móvil, pero este no contestó y ella no volvería a insistir, cuando desaparecía lo hacía por horas y ella no podía hacer nada para cambiarlo. Se vistió con su habitual ropa de entre casa, jeans y un suéter, se calzó con medias blancas para poder caminar sin tener que tocar el piso con las planta de sus pies.
Preparó café y se sentó delante de su sofá a mirar Discovery, pero ya había empezado a bostezar cuando vio correr al primer zuricata del clan en el desierto del Kalajari. Alguien entró a su departamento y ella miró hacía la puerta.
-¿Dónde estabas?- preguntó deprisa al ver al doctor que se quitaba el abrigo y sus guantes.
-Fui a casa a cambiarme- respondió, -no quise despertarte. Te traje el desayuno- le mostró una bolsa azul que decía: “Panqueques de la tía Martha”.
Se dirigió a la cocina seguida por la agente, que lo observaba embelezada. Adoraba cuando traía uno de sus trajes Armani de dos mil dólares, pero aún su gusto en corbatas seguía siendo atroz.
-No debiste molestarte- le dijo halagada al verlo sacar una ración de panqueques de la bolsa.
-¿Y arriesgarme a que te mueras de hambre?- preguntó con diversión.
-Generalmente yo soy quien está preocupada por la comida, eres tú quien no come- sacó dos platos de la alacena y sirvió los panqueques. -A propósito, ¿cómo está la fiebre?
-No lo se- contestó y la agente Scully le tocó la frente. -Creo que bajó- y luego siguió un sonoro estornudo de su parte, Dana Scully sintió la lluvia de gérmenes encima de ella y un ligero olor a enjuague bucal. -Lo siento.
-Descuida, ya estoy acostumbrada. Lo que te suministré al parecer ayudó a que te bajara la fiebre- comentó.
-Sí, pero mi trasero está resentido- dijo con una mueca de dolor, ella sonrió ante eso. -Debería haber otro modo- se quejó mientras servía dos vasos de jugo.
-No lo hay, querido, si lo hubiera no hubieran inventado las vacunas intravenosas- explicó.
-Hablando de salud- abrió un frasco de pastillas que estaba sobre la meseta de la cocina y sacó una píldora para mostrársela a la agente Scully. -Es hora de tu antibiótico- le dio a tomar la pastilla y luego uno de los vasos de jugo. -Hasta el fondo, agente Scully.
-Estás gozando esto- comentó cuando introdujo la píldora en su boca y la tomó con ayuda de un poco de jugo.
-No, créeme que no. Tú herida y yo enfermo, es completamente ridículo- dijo con frustración.
-Es un castigo- expresó siendo trágica, -hemos sido muy, muy, muy malos- se acercó al Dr. Mulder acorralándolo contra el refrigerador, lo besó ligeramente mordiendo su labio inferior.
-Dana, me estás tentando- dijo con miedo. -No empieces con algo que no puedas terminar- le aconsejó.
-Es un aguafiestas- se quejó al tocar su pecho.
-Y estoy a punto de estornudar- ella se alejó de prisa y el volvió a expeler. -Buenos reflejos- le dijo cuando se miró las manos llenas de saliva. -Que asco, debe haber un millón de gérmenes aquí.
-Y gracias a ti están en mi inmaculada cocina- se quejó y le dio una servilleta. -Límpiate, que los panqueques se enfrían- le comentó cuando tomó asiento en su pequeño comedor. -Luego veremos como sacarte ese resfrío lo más pronto posible.
-Una buena sesión de sexo sería lo mejor- comentó al sentarse junto a ella en la mesa.
La agente Scully se sonrojó hasta la médula al escucharlo, y él se rió porque obviamente ella sí podía hacer insinuaciones, pero cuando él las hacía dirigidas a ella, la agente no sabía ni siquiera donde meter la cabeza. Aparentaba ser demasiado puritana y lo demostraba cuando se sonrojaba ante los comentarios libidinosos de su amante, pero ella, puritana no era; ya lo había demostrado cientos de veces.
-¡Mulder!- gritó para reprenderlo.
-Tú empezaste- le recordó y ella tuvo que aceptarlo.
Desayunaron calmadamente hasta que él se paró deprisa mirando su reloj y viendo que estaba retrasado. Hizo una llamada por su móvil mientras la agente Scully levantaba le mesa y llevaba todo al fregadero para empezar a limpiar lo que había sido ensuciado. El Dr. Mulder terminó su llamada y se acercó a la agente Scully.
-¿Tienes mucho trabajo hoy?- preguntó ella al verlo apurado.
-Mi mañana está repleta de asuntos- respondió corto y se recostó de la meseta, -pero prometo regresar para el almuerzo. ¿Qué harás tú?
-¿Aparte de tratar de no morir de aburrimiento crónico? Nada- contestó algo molesta por no tener nada que hacer.
-¿Quieres que te lleve algún lado antes de llegar al Instituto?- le preguntó.
-No- respondió, -no tengo cosas pendientes- explicó mientras lavó lo que le quedó y cerró el grifo al terminar. -Me quedaré en casa viendo televisión- acompañó al Dr. Mulder hasta el salón.
-¿Segura?- ella asintió con la cabeza. -De acuerdo, pero ya sabes: cualquier cosa y me llamas- le dijo algo preocupado al colocarse su abrigo.
-Descuida- le ayudó a acomodarse la bufanda, -estaré bien. Ahora vete, no quiero que llegues tarde, y cúbrete bien; si no te cuidas más te vas a enfermar- le recordó.
-Sí, mamá- dijo con burla, ella de forma habitual le golpeó un hombro. -Eres demasiado agresiva- comentó y ella rió asintiendo. -Te veo al rato- le dio un beso en la frente.
-Hasta el rato- abrió la puerta.
El Dr. Mulder salió del departamento, la agente Scully se quedó en medio del salón preguntándose qué iba hacer esa mañana y parte de la tarde. Necesitaba algo que hacer y lamentó estar en reposo porque si no lo hubiera estado, se hubiera ido al gimnasio.
En el ascensor, el Dr. Mulder esperaba para llegar hasta el estacionamiento; cuando las puertas se abrieron y él salió, chocó con un sujeto que su memoria fotográfica le indicó que conocía. Cuando este sujeto entró al ascensor, el Dr. Mulder evitó que las puertas se cerraran.
-Disculpe, ¿usted es amigo de la agente Scully?- preguntó curioso.
El agente Krycek miró al Dr. Mulder fijamente y con duda. Le parecía algo extraño que el Dr. Mulder, a quien él no conocía, estuviera preguntándole sobre la agente Scully.
-Lo siento, no se de quien me está hablando- contestó, un agente jamás revelaba información de buenas a primeras.
-¿Está usted seguro?- preguntó.
-No conozco a ninguna Dana Scully- respondió, -me va a disculpar, pero debo subir.
-Descuide- el Dr. Mulder dejó que las puertas se cerraran, al dirigirse hacia su auto estaba prácticamente seguro de que conocía a ese hombre. -Que extraño, yo no mencioné el nombre de Dana- expresó confuso, pero no le prestó atención y siguió su camino.
El agente Krycek iba pensando en el ascensor. No le pareció buena señal que un extraño le preguntara por su compañera, jamás le había visto en el edificio y como agente empezó a sentir inseguridad, especialmente por la agente Scully. Llegó hasta el departamento 14B y tocó el timbre. Su dueña acudió abrir segura de que era el Dr. Mulder.
-¿Qué se que te quedó…?- preguntó a medias cuando se dio cuenta de que era el agente Krycek. -¡Alex!- exclamó con sorpresa y fingió alegría al verlo. -¿Cómo estas?
-Bien- respondió. -¿Y tú?
-Perfectamente bien- y se decía interiormente que dejara de sonreír porque su compañero se iba a dar cuenta de que las cosas no estaban tan bien como ella quería que él pensara que estaban. -Pasa- le pidió y él aceptó. -¿Qué te trae por aquí?
-Vine a invitarte a desayunar, traje panqueques. ¿Gustas?- y levantó una bolsa azul que rezaba: “Panqueques de la tía Martha”.
Panqueques de la tía Martha, dos veces en una misma mañana. La agente Scully empezó a sentir nauseas y algo le dijo que su mañana iba hacer larga, agotadoramente larga.
El Centro
Oficina de Andrew Summers
El Sr. Summers estaba observando desde el gran ventanal de su oficina al equipo Omega que saldría esa mañana con destino a África del Sur. Estaba nervioso, el Sr. Doggett y la Sra. Reyes estaban ganando terreno en el campo de juego y él estaba perdiendo su poderío frente al mismo Sr. Webster.
Hannah Summers entró tranquila como cada mañana a aquella oficina, pero ese día le traía agradables noticias al primero al mando y esposo. El volteó para mirarla, ella se veía completamente relajada y con aires de que sabía algo que lo iba a emocionar bastante, él le sonrió a la espera de escucharla hablar.
-Te tengo noticias- comunicó con pose firme.
-Por tu cara debo suponer que son muy buenas- dijo él.
-Así es- se acercó a la baranda del ventanal y posó su vista sobre el último miembro del equipo Omega que se disponía a salir. -He obtenido los perfiles de las misiones de las próximas tres semanas de Los Complejos- comentó.
El Sr. Summers se sorprendió al escucharla, ella le miró y le sonrió, la expresión del Sr. Summers fue de completo orgullo. Sabía que su dama de hierro, de hielo, hecha de arrogancia y veneno jamás le fallaría, sólo era cuestión de tiempo para ver como ella misma empezaba actuar en contra de quienes ellos más odiaban.
-¿Qué puedo decir, querida? Me sorprendes- expresó increíblemente feliz. -¿Cómo los obtuviste?
-Tengo espías dentro de Los Complejos- respondió sin mirarlo y en completa calma.
-¿Cómo lograste introducir espías entre las filas de Los Complejos?- preguntó curioso.
-¿Recuerdas que hace tres meses hubo un intercambio de agentes entre agencias?- le preguntó.
-Es algo que propuso Mónica- recordó, la Sra. Summers le miró. -Y al parecer tú hiciste que ella sola se clavara el cuchillo.
-Más bien hice que ella se lo clavara a John- aclaró con un ligero tono de orgullo en su voz.
-¿Por qué no me dijiste esto con anterioridad?- preguntó con enfado al enterarse de lo que le había ocultado su amante-arpía.
-Porque debo reconocer que eres muy impulsivo y, como te dije, las cosas se hacen con calma y paciencia para obtener buenos resultados- expuso.
-Bien- dijo poco a gusto con lo que había escuchado. -¿Qué vamos a hacer ahora?
-Haremos que unas cuantas misiones de Los Complejos fallen- respondió.
-¿Y por qué no todas y al mismo tiempo?- le preguntó con curiosidad, su esposa siempre tenía dobles intenciones en sus planes.
-Porque iríamos a prisa, no lo disfrutaríamos y, sobre todo, porque quiero que mientras caigan poco a poco, lo vean y se desesperen; y la desesperación indudablemente lleva al sufrimiento- explicó.
-Esto lo estás llevando al campo de venganza- comentó con susto.
-Tú me has obligado- le dijo con rencor.
-Eso es cosa del pasado.
-Obviamente que lo es y te he perdonado, pero yo no olvido; lo sabes. Te acostaste con ella- le recordó.
-Aquella vez tú y yo habíamos terminado, y al parecer iba a ser definitivo- le recordó.
-Pero como ves no lo fue y yo me enteré de que ella se metió en tu cama, y eso no se lo perdonaré nunca. Así que espero que no te duela cuando te enteres que se pegó un tiro ante el honor y el poder perdido- dijo con malicia, él le dio una mirada vacía y ante las cosas dichas, ella se acercó a la salida pero él la llamó.
-¿Quiénes son esos agentes?- preguntó.
-Stephan Gates y Vallery Virget- contestó sin voltear a mirarlo.
-La ex novia de Marcus, tu primo- comentó en voz baja.
La Sra. Summers terminó de salir de la oficina y el Sr. Summers continuó observando la labor de los agentes desde el gran ventanal. En definitiva entre ellos todo no era color de rosa y eso a ambos les constaba.
Torre Asgard
Departamento de Dana Scully
Al agente Krycek le pareció encantador llevarle algo de desayunar a la agente Scully, ella lo hubiera agradecido si no hubiera desayunado antes de haber llegado él. Pero de todas formas agradecía la visita y por supuesto su compañía, si permanecía mucho tiempo sola allí estaba segura que se iba a volver loca, ya que no acostumbraba a pasarse varios días metida en su departamento.
El agente Krycek comía sus panqueques sentado en el suelo, entre la mesa de centro del salón y el sofá más grande, mientras la agente Scully permanecía semi recostada en el sofá más pequeño. Prácticamente la agente se los estaba comiendo a empujones y al llevarse uno de los trozos desistió y dejó el plato con la mayoría de lo que se había servido en la mesa.
-Dana, no has probado bocado- le regañó limpiándose la boca con una servilleta. -¿Qué pasa? ¿No te gustan?- preguntó confundido.
-Sí me gustan- aclaró, -pero es que no tengo nada de hambre- mintió, se estaba volviendo tan patológicamente falaz que ya había llegado a mentirle a uno de sus más cercanos amigos. -Pero come tú, me encanta verte comer- le dijo con una agradable sonrisa.
-¿Tan mal como?- preguntó ligeramente ofendido pero a la vez con gracia.
-No, es que te brilla la mirada, como a los niños cuando tienen su plato preferido frente a ellos. Eso me agrada- le explicó.
-Si eso te hace feliz, bien- expresó sintiéndose patéticamente halagado. -Se acercan las fiestas navideñas, ¿qué harás?
-Trabajar- respondió con simpleza y terminando de recostarse en el sofá con la cabeza y las piernas colgadas en los apoya brazos.
-Vamos- le dijo, -hace tiempo que no tomas vacaciones.
-Estoy de vacaciones- le recordó.
-No, no lo estas. Estás de baja médica, lo cual es muy distinto- explicó. -¿Por qué no vas a ver a tu madre?
-¿Y arriesgarme a encontrarme con Bill? Ya veo que quieres que mis navidades sean un desastre- expresó asustada ante ello. -Prefiero evitarme altercados con él.
-Creo que este asunto de eterna enemistad fraternal entre ustedes se está volviendo ridículo. ¿Cuándo piensan dejar sus niñerías?
-No es mi culpa que él este empeñado en echarme la culpa de todos nuestros problemas familiares. Es cierto que soy responsable de la muerte de Melissa, pero creo que merezco su perdón. Mi madre ya me lo ha dado al igual que Charles; ¿por qué él aún quiere estar removiendo el pasado?- preguntó con frustración.
-Primero: tú no eres la responsable de la muerte de Melissa, estoy cansado de decírtelo; fue un accidente- le indicó apuntándole con su tenedor. -Y segundo: tu hermano es un idiota- la agente Scully empezó a reír.
-Alex, si Bill te escucha te mata- le dijo tocándose el costado, aun le molestaba.
-Estoy diciendo la verdad- expresó llevándose un último trozo de su desayuno a la boca.
-Voy a preparar té- le comunicó poniéndose de pie.
-No, déjalo- le pidió. -Yo lo preparo- también se colocó de pie y tomó los platos que estaban sobre la mesa. -Tú vuelve a sentarte, yo me encargaré de lavar los platos y del te.
-Gracias.
El agente Krycek se fue a la cocina y la agente Scully decidió poner algo de música. Se acercó a su estéreo y entre sus CDs encontró uno que pertenecía al Dr. Mulder y que este había dejado allí por casualidad. Era un CD variado de Bon Jovi; la agente Scully tenía poco tiempo para concentrarse en escuchar música, pero como era una mañana tranquila y tenía la grata compañía de uno de sus mejores amigos, decidió colocar el CD y deleitarse con la grandiosa voz de Bon Jovi.
Always empezó a sonar y el apartamento se llenó de música, sus paredes absorbían lo que hacía años no le daban y la agente Scully entró a la cocina para encontrar al agente Krycek con las mangas de su camisa remangada hasta los codos, con guantes en las manos y lavando los platos. El agua para hacer el té ya estaba en el interior de la tetera y sobre la estufa.
-¿Desde cuándo te gusta Bon Jovi?- preguntó extrañado y confuso al escuchar la música.
-Desde siempre- expresó, -sólo que no tengo precisamente el tiempo para escucharle a él o a otro. ¿No te gusta?
-Me parece exageradamente depresivo- expresó concentrado en quitar los restos de panqueques que habían quedado pegados a uno de los platos.
-No lo creo- dijo con algo de risa. -A mí me parece exageradamente romántico, tanto, que fastidia- el agente Krycek hizo un amago de sonrisa. -Pero Jon es muy atractivo.
-¿Más que yo?- preguntó y la miró fijo, su compañera sabía que la pregunta tenía doble intención.
-Tú tienes el estilo espía, él tiene el estilo rockero; por lo tanto no hay un modo de comparación- él le miró con duda, ella supo que lo había frenado.
-Cuando venía para acá, en el ascensor un sujeto me preguntó que si yo te conocía- relató cerrando el grifo y quitándose los guantes. -Me pareció muy extraño. Pero le dije que no te conocía.
-Seguro fue un vecino- expresó ella intuyendo ya de quién se trataba.
-No lo conozco, jamás lo había visto aquí. Era alto, no tanto como yo- y la agente Scully pensó que su compañero estaba empezando a exagerar, -usaba un traje gris y tenía una mirada de estúpido- eso sí que no le gustó a su compañera. -¿Lo conoces tú?
-Me estás describiendo a la mitad de los hombres de Washington, Alex, pudo ser algún vecino que yo no conozco- explicó esquiva y pasándose la punta de la lengua por los labios, su registrada marca de nerviosismo, confusión o duda, era la misma para esa tres cosas .
-Tienes diez años viviendo aquí- le recordó.
-Y en diez años me topo con un portero nuevo casi todos los días- él le miró con sorpresa ya que ella sí que estaba dramatizando. -¿No crees que no se ha mudado alguien y que yo aun no lo conozca? Apenas se que Marcus vive aquí también- comentó.
-Ese sujeto te llamó agente Scully.
-Esa es mi tapa, todos los vecinos creen que soy agente federal- explicó cansada. -Y basta, Alex, no te pongas paranoico ahora- le pidió.
-De acuerdo, pero sabes que debes tener cuidado. Nunca sabes quién te está vigilando- expresó inquieto.
Dana Scully agradeció al cielo que su compañero dejara el interrogatorio y la conversación. No había que ser muy inteligente para saber que quien le había preguntado por ella al agente Krycek había sido el mismo Dr. Mulder.
Dicho doctor tenía mente fotográfica y la agente sabía que él había visto al agente Krycek el día que se vieron por primera vez en Starbucks. Aunque le pareció extraño que el Dr. Mulder no hubiera indagado más frente a su compañero o éste le estaba ocultando algo. A fin de cuentas, ambos caballeros habían tenido su primer encuentro y ninguno de los dos sabía en realidad quién era quién, para la gran suerte de la agente Scully.
El Centro
La agente Kawasaki corría apurada por uno de los pasillos de la instalación, siguió hasta la entrada de uno de los baños unisex del lugar que por lo general no era muy frecuentado por los agentes, sólo por el simple hecho de ser lo que era, un baño unisex. Entró deprisa al lugar y se introdujo en uno de los cubículos, que aún mantenía el pudor de ser privado. Se sintió feliz al librarse de aquella molestia que había sido provocada por tanto café y té en horas de la mañana.
Salió del cubículo y se acercó a los lavamanos, cuando abrió uno de los grifos escuchó que uno de los baños era descargado y que del interior de otro cubículo salía el mismo agente Kunimitzu. Ella lo vio a través del espejo, pero no dijo nada y se limitó a seguir lavándose las manos.
El se acercó a uno de los lavamanos quedando colocado junto a ella, no la veía, pero ambos sentían la tensión del momento. El aún podía sentir la esencia de la agente en sus labios y ella podía sentir los labios de su superior en el interior de su parte más intima. Nuevamente estaba excitada y él lo notó cuando la miró a través del espejo y la vio con los labios entre abiertos.
-Labiorestaux me hizo llegar su informe sobre su misión en Nueva Guinea- era su modo de saludo para ella, hablar de trabajo dentro del trabajo era lo más acorde para él. -Sólo me queda felicitarla, agente, está haciendo un buen trabajo.
-Gracias, pero ya va siendo hora de que me llames por mi nombre- expresó y lentamente cerró el grifo.
-Aquí hay cámaras- le dijo rápidamente y en su idioma natal.
Ella lo había olvidado, los baños unisex no gozaban de total libertad como se pensaba. Se debía cuidar el comportamiento de los agentes dentro de la instalación, escenas indebidas no debían ser vistas y mucho menos permitidas. La agente Kawasaki se alejó del lavamanos molesta.
-¿Cómo estuvo Atenas?- preguntó ella dándole la espalda.
-Bien.
De un momento a otro empezó a sonar el vaporizador de agua que utilizaban para secarse las manos sin necesidad de papel. La agente lo había activado y el ruido que hacía la maquina anulaba los micrófonos por un par de segundos, el agente Kunimitzu entendía que su subalterna no quería dejar para otro momento el tema que tenían pendiente.
-¿Qué significa lo que ocurrió la noche de Acción de Gracias?- le preguntó mientras se secaba las manos y le daba la espalda.
-No es el momento- contestó él cerrando el grifo.
-¿Y cuándo será el momento?- preguntó incómoda. -Por lo visto estás empeñado en darle de lado a lo sucedido.
-¿Qué quieres que te diga?- preguntó con la vista fija en el espejo.
-La verdad- pidió. Sus manos estaban secas y el vaporizador se apagó, pero ella volvió a encenderlo.
-Significa lo que tú quieres que signifique- expresó.
-¿Qué eres impotente?- le preguntó clavándole una estaca en ese orgullo machista que él perfectamente ocultaba. -Creo que no es eso, más bien es alguna especie de fetiche.
El vaporizador volvió apagarse y ella volvió a encenderlo. El se acercó un poco a ella aun guardando la distancia, las manos de Kaoru Kawasaki se quemaban al igual que el resto de su cuerpo por esa casi cercanía.
-Estás yendo demasiado deprisa- le comentó.
-¿Illianof y tú son gemelos o qué?- preguntó recordando el comentario que le había hecho la agente Illianof en la mañana.
-Si quieres algo de mí, tendrás que avocarte a lo que haga porque las reglas en esto las pongo yo- le aclaró.
El vaporizador se apagó y la agente no volvió a encenderlo. Se giró y le dio una mirada verdaderamente fulminante, como una geisha sagaz representando puro rencor y enfado. Era la primera vez, en años, que otro agente se atrevía a mirarlo de esa forma. La agente Kawasaki le dio a demostrar que, a veces, ella podía inspirar miedo en un agente como Kunimitzu.
La geisha ocultó la mirada y salió del baño, y Kunimitzu sintió que se había equivocado enormemente. Un hombre como él, no acostumbrado a entablar relaciones que no fueran estrictamente laborales, eventualmente no sabía o no podía llevar una relación que fuera más allá, más personal y sobre todo estrictamente sentimental.
Torre Asgard
Departamento de Dana Scully
El agente Krycek luchaba con los tubos del fregadero de la agente Scully. Se había ofrecido a revisarlos después de que ésta se hubo de percatar que éste estaba goteando a chorros.
Él estaba encantando con revisar la plomería y ella estaba más que sorprendida al entender que él no iba a desistir. Aunque él ya no hablaba de lo que sentía por ella, la agente Scully estaba segura que él no se iba a echar para atrás con el asunto, sino que solo le estaba dando un respiro.
-Interesante, Alex, espía internacional y plomero- ¿Qué más me ocultas?- le preguntó cuando le pasaba una de las llaves.
-Tienes la llave del baúl de mis secretos, Dana, sólo tienes que desear abrirlo.
El no podía verla desde la posición en la cual se encontraba, pero sabía que había logrado cierta tensión; sin embargo, por parte de la agente Scully era un completo hastío. Era ella la única responsable de que el agente Krycek se pasara todo el día enviándole indirectas, porque durante diez años permitió que él traspasara las barreras que ella ponía frente otros agentes.
El teléfono sonó y ella se sintió libre como una colegiala a la hora del receso cuando escucha la campana. Acudió a la sala dejando que el agente Krycek continuara con su lucha en contra del fregadero. La agente Scully contestó y la voz del otro lado del teléfono casi la deja helada.
-¿Estas viva?- le preguntó el Dr. Mulder en modo de saludo.
-Sigo respirando- le dijo ella yendo hasta su habitación cuidando que el agente Krycek no la escuchara hablar.
-¿Cómo ha estado todo?- preguntó.
-Bien- contestó.
-¿Segura?- preguntó con duda.
-Sigo herida, si es lo que quieres saber- dijo molesta.
-¡Hey! Tampoco es para que te enfades- le dijo.
-Lo siento- se disculpó. -¿Estás en la oficina?
-Sí, no saldré de aquí hasta bien entrada la tarde y es una lástima porque quería almorzar contigo- comentó.
-Descuida, de todas formas no tengo hambre- escuchó que una llave caía al suelo y luego que el agua corría. -No quiero ver comida hasta la semana que viene.
-¿Y a qué se debe eso?- preguntó curioso.
-¡Dana!- le llamó el agente Krycek.
-Un momento- le indicó y prosiguió hablando con el Dr. Mulder. -Si vienes esta noche, alquila una película- le pidió en voz baja.
-¿Por qué susurras?- inquirió confuso.
-No estoy susurrando- le dijo inquieta.
-¿Quién esta ahí?- preguntó.
-El plomero- respondió.
-¡Dana!- volvió a llamarla el agente Krycek.
-Voy- gritó.
-¿El plomero te llama por tu nombre?
-Llevo años conociéndolo- aclaró en vista del asomo inminente de los celos del Dr. Mulder.
-Mmm… interesante, lleva años arreglándote las tuberías- su voz tenía el claro tono de celos.
-Sí, Mulder, años- no estaba dispuesta en darle muchas explicaciones al Dr. Mulder estando el agente Krycek a unos cuantos metros de allí. -Si vienes no olvides la película.
-¿Magnolias de Acero?- indagó.
-Tú sí que me conoces- dijo divertida. -Hablamos en la noche.
-De acuerdo.
Y luego de despedirse, la agente Scully colgó. Dejó el teléfono sobre la cama y regresó a la sala, cuando vio al agente Krycek arreglarse la camisa y la corbata.
-Listo, ya dejó de gotear y limpié el desorden- le contó cuando tomó su chaqueta.
-Gracias Alex- expresó agradecida.
-A propósito, ¿con quién hablabas?- preguntó curioso y a ella le pareció sumamente impertinente.
-Era Alyson- respondió, no le iba a decir que esta hablando realmente con su rival, -quería saber como estaba.
-Oh… bueno debo irme- le comunicó, -debo entrar al Centro esta noche y me gustaría dormir un poco- preguntó.
-¿Cómo está todo por allá?- preguntó ella.
-Tranquilo, no hay mucho que hacer cuando una de las principales agentes está fuera- relató.
-No digas eso, estoy segura que Kunimitzu ha aprovechado muy bien lo que me ha sucedido- expresó. -Sabrá hacer mis trabajos y los de él a la vez, es bastante competente.
-Eso es cierto, pero como tú, ninguna- le halagó y ella se sintió incomoda. -Fue agradable pasar un rato contigo, Dana- prosiguió colocándose su abrigo.
-Lo mismo digo- secundó la agente.
-Espero que podamos hacerlo de nuevo muy pronto.
-Ya veremos, Alex- ella le acompaño hasta la puerta.
-Me mantendré en contacto- le informó.
-Nos vemos pronto- se despidió.
El no se conformó con una simple despedida y le dio un beso en la mejilla, ella le daba una sonrisa vacía que él supo interpretar meramente como amigable; eso lo lastimó, pero no se inmutó y cuando la agente abrió la puerta él se dispuso a salir. Nuevamente la agente Scully quedó sola, pero prefería esa soledad que la compañía completamente incómoda del agente Krycek.
Departamento de Alyson Hannigan.
Aquella tarde, la agente Hannigan subió hasta su invernadero dispuesta a mimar sus preciosas y adoradas plantas, pero cuando llegó al lugar y encontrar la puerta del invernadero semi abierta las cosas no le parecían del todo correctas.
Abrió la puerta de par en par y lo que vieron sus ojos no fue de su total agrado, la mayoría de sus plantas habían sucumbido ante la brisa invernal que se coló por casi dos días al lugar. La mayoría estaba marchita, y otras congeladas; el regulador de temperatura no había podido hacer mucho para mantenerlas al natural, y Hannigan se sintió furiosa y decepcionada por lo que veía, era completamente frustrante para ella ver como sus amadas plantas habían muerto.
Recorrió el vivero y observó el suelo, alguien definitivamente había entrado y no precisamente solo, las pruebas estaban aún presentes en el suelo de arena y grava. Sobre la mesa aún había reminiscencias de lo que ella supuso que había sucedido y hasta sintió asco. Por la puerta entró el agente Krycek, que al verla con una expresión de completo enfado se sintió contrariado.
-No avances más, podrías destruir las huellas- le dijo agachada frente a una de las pisadas del suelo.
-¿De qué estas hablando?- preguntó confundido al verla tan extraña.
-Alguien entró al vivero- respondió.
-¿Tú seguridad está comprometida?- preguntó alarmado.
-No- respondió, -estas huellas no son frescas, son de hace dos días. Alguien subió aquí la noche de Acción de Gracias- aclaró. -Dejaron la puerta abierta y las plantas murieron- dijo molesta.
-Lo lamento mucho, Alyson- dijo comprendiendo que su amiga no se sentía nada contenta.
-Y peor aún, tuvieron sexo- dijo asqueada. -Esto es indignante- le miró.
-No me mires a mí- se defendió al ver que su amiga ya había empezado a buscar culpables.
-Se que no fuiste tú- se paró y se acercó a la mesa para observar las huellas que el polvo había permitido que dejaran. -Estabas muy ocupado esa noche tratando de acostarte con Marita en mi sofá- recordó.
-Todas las parejas que conocemos estaban en la sala esa noche, nadie subió aquí arriba- explicó el agente Krycek. -Además, ¿cómo puedes saber que tuvieron sexo? Esas son demasiadas suposiciones de tu parte.
-Está en el ambiente, Alex. Huele a eso, a sexo- explicó, -y tú vas a ser el primero en enterarte de quién fue- le comunicó. -Pero primero necesito recoger estas huellas- salió del vivero acompañada del agente Krycek y se dispuso a cerrar con candado el lugar. -¿De donde vienes?- le preguntó cuando se cubría completamente con su chal para no sufrir lo mismo que sufrieron sus amadas plantas.
-De la casa de Dana- contestó.
-¿Y cómo está?- preguntó curiosa.
-¿Para qué me lo preguntas? Tú hablaste con ella hace como media hora, debes saber como esta- le dijo mientras la seguía hasta las escaleras. La agente Hannigan lo miró embrollada.
-Yo no he hablado con Dana hoy- dijo finalmente al bajar las escaleras y entrar al departamento.
-Que extraño- dijo para sí el agente Krycek. -Su teléfono sonó y habló un buen rato; ella me dijo que tú la habías llamado- comentó y la agente Hannigan sonrió con burla. -¿Qué?
-Eres un completo idiota, Alex. ¿Cómo te dejas engañar tan fácilmente? Dana te mintió- aclaró.
-Ella no haría tal cosa- dijo a la defensiva.
-Pues lo está haciendo muy a menudo, si es que no te estás dando cuenta. Dana está ocultando un gran, gran secreto.
-Y dime, imitadora de Alexa: ¿Qué crees que sea?
-Que ya se te adelantaron y con poco esfuerzo- le dijo divertida ante la mirada aburrida que el agente Krycek le daba. -Iré por el colector de huellas, estás en tu casa.
La agente Hannigan se perdió por uno de los pasillos del enorme departamento mientras el agente Krycek se sentía bastante irritado por lo que había escuchado de ésta. Odiaba cuando para otros las cosas eran claras y para él no, le daba la razón a su compañera, él era un completo idiota.
Y si era cierto que la mujer que él amaba estaba saliendo con otro, él debía averiguar de quién se trataba, porque por más que estuviera al tanto de que la agente Scully no estaba interesando en lo más mínimo en lo que él sentía por ella, no podía quedarse de brazos cruzados. Llevaba demasiado tiempo enamorado de ella y el saber que era una posibilidad que ella estuviera saliendo con otro le daba más fuerzas para seguir luchando, tan fácilmente no se iba a rendir ya que se consideraba mejor que cualquier rival que estuviera interesado en Dana Scully.
Aunque aquel rival ya tenía la batalla y la guerra ganada, y aquella noche recostado en el sofá disfrutaba de una romántica película que le hacía vomitar y que ponía a llorar a la más fuerte mujer en el mundo, la más fuerte y cercana a él, que estaba llorando con su cabeza recostada en el pecho de ese rival que no conocía Alexander Krycek.
El doctor empezó a reír agradeciendo a quien estuviera allí arriba por la invención de los créditos que ponían al final de las películas, y la agente que utilizaba el ultimo klennex para limpiarse las ultimas lagrimas de su cara no entendía porque el doctor se reía.
-¿Qué es tan gracioso?- le preguntó cuando se giró para mirarlo.
-No sabía que fueras tan sentimental- explicó.
-¿Y eso te causa gracia?- preguntó ofendida.
-No, no es eso. Sólo que siempre te ves tan formal que a veces es difícil de creer que algo como una película te pueda poner a llorar a mares- contestó y luego le acarició el pelo que caía rebelde sobre sus hombros. Ella volvió a apoyarse en él y la recibió con gusto.
-Es muy difícil no mostrarse sentimental con semejante drama. Shelby muere por elección, quiere dejar un legado en este mundo, su madre se muestra reacia, pero termina aceptando al igual que las demás. Es algo simplemente bello- dijo con emoción.
-¿Tú harías lo mismo? ¿Morir por los que amas para dejarles un regalo?- preguntó, tratando de mirarla a los ojos pero se le dificultaba por la posición en la cual estaban.
Ella sintió duda hasta que recordó nuevamente a su hermana y lo sucedido hacía ya casi dos años atrás y la respuesta llegó clara y precisa a su mente.
-Si pudiera echar el tiempo atrás lo haría, pero ya no tiene caso- respondió.
El Dr. Mulder no la entendió porque su respuesta no era en nada semejante a lo que él le había preguntado. El lo que hizo fue abrazarla completamente y ella se sintió reconfortada, el calor de aquel cuerpo le gustaba tanto que podía relajarse en cuestión de minutos y él podía sentirla respirar calmadamente, pero aún no se había dormido.
-¿Qué vas hacer el fin de semana, Mulder?- preguntó con curiosidad.
-Es fin de semana y tengo que trabajar en mi libro- le aclaró al ver que ya el sueño estaba haciendo que ella dijera incoherencias.
-El próximo fin de semana- corrigió.
-Aún no tengo planes, ¿por qué?- preguntó.
-¿Quieres ir a Florida conmigo?- le preguntó. -No esta haciendo frío allá, hay hermosas playas, puedes hacer surf y yo podré quitarme este horrible color a papel- rió ligeramente.
-Podríamos ir a cazar ovnis, Florida es un imán. ¿Recuerdas que te lo comenté? Por la cercanía al Triangulo de las Bermudas.
-Nada de ovnis- negó con el dedo. -Yo sólo quiero una margarita- y el Dr. Mulder rió livianamente al escucharla. -Nada más.
-Ya veremos, pero primero vamos a la cama- le dijo mientras la agente abandonaba sus brazos y él se ponía de pie. -Ya estás hablando entre sueños, para mí que estás soñando con Florida- comentó mientras la tomaba en brazos.
-No estoy soñando y bájame- le ordenó, -porque puedo sola.
-Se que puedes sola- recalcó, pero a fin de cuentas terminó llevándola a la cama. La depositó allí y ella quedó totalmente rendida de sueño. El se quedó mirándola fijamente con total expresión de amor hasta que apagó la luz.
El Centro
Seis días después
La agente Alexa Illianof junto a su equipo llegaba proveniente de Dushanbé, capital de Tayikistán, país situado en el continente asiático. Muy frío, poco estable políticamente pero con una buena economía gracias a las producciones de energía hidroeléctrica y petróleo, poseedores de una buena reserva de mercurio y uranio; por ello estaban en la mira de El Centro.
Después de una misión de vigilancia de casi cinco días para ver si este país planeaba fabricar sus propias bombas nucleares, se confirmó que esto era falso, ya que estaban más ocupados con su guerra religiosa interna debido a los conflictos entre musulmanes chiítas y musulmanes sunitas, como para tener que preocuparse por mantenerse a salvo de fuerzas exteriores.
A la agente le frustraba las misiones que no la llevaban a ningún lado y, peor aun, tuvo una de sus visiones recurrentes en el viaje de regreso que cuando arribó a la organización no se dispuso ni a hacer su informe ni a cambiarse su traje de combate por el de oficina.
Fue directo a la oficina del agente Kunimitzu y entró como alma que lleva el diablo. Su compañero la miró sin demostrar un ápice de sorpresa, él nunca demostraba algo. Illianof le brindaba una mirada de completo enfado y ella misma puso la seguridad de la oficina para que su conversación no fuera escuchada.
-¿Si quieres algo de mí tendrás que avocarte a lo que haga porque las reglas en esto las pongo yo?- utilizó como pregunta la misma oración final que el agente Kunimitzu le había dicho siete días atrás a la agente Kawasaki. Alexa Illianof no podía ni creer lo que en su mente había visto. -¿Qué demonios significa eso, Tezka?
-Vaya Alexa, ¿no se supone que tu sabía eso antes de yo haberlo dicho?- le preguntó con un dejo de curiosidad al ver que su compañera estaba bastante estupefacta. -No entiendo por qué te sorprende, tampoco entiendo por qué me reclamas a tanto tiempo.
-Sé que tengo fama de antena, pero a las antenas a veces les llega la información un poco tarde. Además, ¿crees que sólo tengo visiones de ti y Kawasaki?- preguntó indignada paseándose por la oficina.
-En lo que a mí respecta, sí- respondió. -Lo cual me está empezando a irritar.
-¡Discúlpame, pero no es mi culpa que mi inconsciente esté obsesionado con ustedes dos!- expresó encrespada. -¿Se puede saber qué es lo que pretendes?- preguntó con dureza.
-Sabes qué es lo que pretendo, no pretendo hacer de mi relación con Kaoru un circo- explicó. -No es bien visto.
-¿Qué relación? ¡Aún no te acuestas con ella!- le recordó. -Entiendo que quieres mantenerlo todo en secreto, pero tu idea de mandar hasta en las relaciones amorosas es completamente absurda. Es cosa de dos, Tezka.
-Lo hago por nuestro bien- comentó mientras se quitaba sus elegantes lentes y los limpiaba con un pañuelo negro.
-Lo haces por el bien de El Centro- rectificó, -ni por tu bien, ni muchos menos por el bien de Kaoru. ¿No te das cuentas que él único de este lugar que no vive su vida a plenitud eres tú?- le preguntó preocupada. -Tezka, no lo eches a perder ni la alejes, esa mujer daría todo por ti porque simplemente te ama, sin condiciones ni reservar- ella podía notar aunque él no lo expresaba que no le estaba creyendo. -¿Acaso no han pasado las cosas que te he dicho con anterioridad? No estoy jugando- le aclaró algo dolida.
-Las cosas no son tan sencillas, Alexa- explicó.
-¿En serio?- se acercó sigilosamente hasta donde estaba sentado su amigo y colega. -Son más sencillas de lo que aparentan ser, estuviste así de cerca- le indicó con los dedos, -de sentir lo mismo que ella sintió sobre esa mesa. Si no hubiera sido por tu maldito entrenamiento ninja, estuvieras cantando otras quinientas- dijo con cierta picardía.
-¿Cómo tu mente puede ver esas cosas tan privadas?- preguntó, a la agente Illianof le pareció que su amigo le preocupaba lo que ella podía ver. -Si sigues así me convertiré en monje budista.
-Con esa lengua, lo dudo- le dijo divertida.
-¡Basta!- le pidió, estaba irritado aunque su rostro inmutable no lo aparentaba.
-Ella no te habla- comentó.
-Desde ese día en el baño- agregó.
-Es lógico, después de lo que le dijiste aún me sorprende que aún le atraigas- dijo sorprendida. -Yo te hubiera matado ahí mismo- comentó.
-¿Qué se puede hacer? Ya es tarde- expresó.
-Pídele disculpas- le recomendó, pero el agente Kunimitzu no estaba de acuerdo. -Tendrás que hacerlo si no quieres perderla- recomendó finalmente antes de acercarse a la puerta y abrirla. -¿Iras a Lesotho?
-Salgo en dos horas- contestó preguntándose como ella sabía a dónde él iría esa vez.
La agente Illianof cerró los ojos como si sintiera alguna especie de dolor, se puso pálida y el agente Kunimitzu podía ver como apretaba el manubrio de la puerta y sus nudillos se ponían más blancos de lo normal. De repente abrió los ojos y recuperó el color en fracción de segundos y le sonrió a su compañero.
-¿Está bien?- preguntó preocupado.
-Sí- dijo débilmente, -te veré en un par de horas- le dijo y luego salió de la oficina.
Departamento de Fox Mulder.
Como todos los días el Dr. Mulder se levantaba apurado, corriendo contra el reloj porque nuevamente se había quedado dormido y no escuchó la alarma; aunque aquella mañana, como otras la agente Scully lo acompañaba, eso no ayudaba mucho, porque como estaba de licencia medica ya no le prestaba caso a su reloj interno que le decía que debía levantarse para ir a trabajar.
El Dr. Mulder entró a la ducha deprisa para tomar ese baño de agua caliente que era parte de su maratónico tratamiento junto con el café para despertar, cuando terminó cerró el grifo. Pero en dicha mañana a su tratamiento de despertar se agregaba un nuevo ingrediente. La agente Scully entraba a la ducha como Dios la había traído al mundo y el Dr. Mulder la miró como nunca la había visto en mucho tiempo, con deseo.
-Buenos días, Mulder. ¿Terminaste?- le preguntó inocentemente, pero claramente quería empezar algo con él dentro de aquella ducha.
-Por supuesto- contestó sin dejar de mirar los pechos de la agente, -la ducha es toda tuya- abrió la puerta corrediza para salir de la bañera, pero la agente Scully volvió a cerrarla. -¿Qué?
-Nada, sólo que quería que me enjabonaras las espalda- abrió la regadera y comenzó a mojarse el pelo, ya le daba la espalda al Dr. Mulder. -Pero veo que estás apurado, así que lo dejamos para otro momento.
-No- gritó secamente y la agente Scully rió diminutamente al escucharlo, sabía que lo estaba provocando con ese juego ingenuo de mira pero no toques.
-¿Qué?- preguntó sin mirarlo, concentrada en jugar con el jabón entre sus manos.
-Aún hay tiempo- dijo y le quitó el jabón de las manos; se golpeaba mentalmente contra los azulejos. No quería enjabonarle la espalda, lo que quería era volverla loca y solo con sus mágicos dedos.
-Bien- dijo ella divertida.
-¿Qué harás hoy?- preguntó tratando de concentrarse en la tarea de enjabonar la espalda de la agente Scully, pero le estaba resultando muy difícil.
-Mmmm… iré a buscar los boletos de avión para nuestro viaje a Florida- contestó.
-¿Boletos de avión?- preguntó sorprendido. -Pensé que tan solo eran balbuceos tuyos, Dana- dijo contrariado.
-Pues no, lo he estado pensando bien y quiero salir de Washington. Y este fin de semana es perfecto, iré sola si no puedes ir, pero a fin de cuentas me iré- comentó.
-Ni pienses que te dejare ir sola a Florida, primero envió a Frohike contigo antes dejarte ir- dijo con celos.
-Ok. Pero no te va a gustar cuando te escriba diciéndote que me enamoré de Frohike y que no quiero volverte a verte- dijo divertida.
-¡Oye!- gritó molesto y la agente se hecho a reír. -No me arriesgaré, ese enano tiene una obsesión contigo- continuó enjabonando los hombros de la agente y continuó el camino descendente hasta sus pechos. -¿Cuándo nos vamos?
-El jueves en la noche- contestó.
-¿El jueves?- preguntó más asombrado aún.
-Quiero un fin de semana largo, Florida no está a la vuelta de la esquina- justificó. -Además, ya aparte los boletos.
-De acuerdo- respiró inquieto al prever que su semana de trabajo sería bastante corta. -Le diré a Janet que cancele mis citas. ¿Mañana es miércoles?- la agente asintió y él bajó más hasta su vientre. -Iré al psiquiátrico temprano y regresaré al Instituto para…
El Dr. Mulder calló totalmente al sentir que faltaba algo en la anatomía de la agente Scully. Un cuerpo extraño y pequeño ya no estaba. Las gasas y los puntos de su reciente herida ya no estaban y él se preguntaba a dónde habían ido a parar.
-¿Te quitaste los puntos?
-Cuando entraste al baño- contestó sintiendo en lo más profundo de su ser la caricia delicada del doctor sobre su cicatriz que aun permanecía irritada por los puntos. -Te dije que sano muy rápido- comentó y giró sobre sus pies para mirar aquel hombre capaz de derretirle el alma solo con su mirada. -¿O lo olvidaste?- preguntó.
-No, claro que no lo olvido- dijo de modo alegre. -Entonces podrás terminar lo que empezaste en la cama.
Ella asintió con firmeza. El Dr. Mulder dejó el jabón en la jabonera y volvió a rozar la pequeña cicatriz. El agua seguía cayendo sobre ella así llevándose los restos de espuma de su cuerpo y no lo soporto más, lo beso con añoranza acorralándolo contra la otra pared del baño, ya la ducha no la estaba mojando y la agente volvía a tener absoluto control sobre el doctor. Sin embargo, su control sobre él fue momentáneo, el sentir los dedos del Dr. Mulder buscando la entrada de su vagina la hicieron claudicar, él tomó el mando y la acorraló contra la pared.
La tocaba sin miramientos, deseando llevarla al borde de la locura, ella gemía a la vez que buscaba su boca, lo besaba y le mordisqueaba sus labios entreabiertos con desesperada excitación. Había pasado mucho tiempo desde su último encuentro y aunque el Dr. Mulder tenía el tiempo encima no podía dejar pasar la oportunidad, la necesitaba y la deseaba como nadie pudo haberlo hecho antes. Ella era lo único que él necesitaba para poder continuar el resto del día.
Caricias que llegaban al alma, besos lascivos, gemidos y palabras pecaminosas que hacían que Dios y el diablo sintieran envidia y celos extremos, que los santos, ángeles y arcángeles claudicaran; y que los vasallos del infierno intentaran copiar tal unión donde la pasión se reinventaba de manera extraordinaria.
Ella tocó el pene erecto de él y lo escuchó lanzar un gutural quejido de placer mientras el doctor bebía de sus labios rojo sangre como cual vampiro sediento. Las diferencias de estaturas se hacían evidentes cuando ella lo abrazo con una de sus piernas y eso fue todo para él entender que lo quería más cerca. La elevó y ella lo abrazó completamente, ahora ambos sexos se enfrentaban en el preludio de una ofensiva febril.
Continuaron besándose sin pensar en el tiempo o el mundo, él acariciaba el cuello de ella con sus labios haciéndola sonreír de placer y la mordió con intención de marcar ese cuerpo con su sello ardiente de deseo, y en el justo momento que ella lo miró con delirio él penetró en ella sin ningún aviso. Ella gritó y se sostuvo del tubo de donde colgaba la cortina del baño y él volvió a salir de ella; se quejó y pidió más de lo que él le acababa de arrebatar y ansiaba.
El volvió a embestirla de una manera casi poderosa, era evidente el deseo en ambos. Sus miradas se fundían y se hacían una cada vez que uno entraba dentro del otro, reverenciaban con tal unión sus sentimientos, ya no se extrañaban como días atrás, que aunque se podían ver les faltaba esa parte que les decía que todo entre ellos era sumamente real.
Ella se agarró completamente a él cuando sintió que su cuerpo se preparaba para recibir el tan esperado regalo del orgasmo, su vagina se contraía apretando el miembro de aquel que ya empezaba a sentir al igual que ella las marcas del pronto clímax en su propio cuerpo.
Ella se agitó y exclamó frases entrecortadas de placer, veía las nubes y siguió cabalgando en ellas completamente extasiada por el recorrido volcánico del orgasmo, le arañó la espalda casi inconscientemente mientras él llegaba al fin detrás de ella, embistiéndola desesperado y gozoso, vertiendo toda su esencia dentro de ella y sintiéndose libre. Después besos sutiles, caricias afectivas y pequeñas frases acompañaron ese encuentro excelso. Aquellas almas El Benefactor las bendecía y Lucifer las maldecía.
Continuará….
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