chapter = XII
author = NikkyScully
dedicate = Disclairmer: Yo soy la fundadora y creadora del Centro, con todos sus operativos y agentes en su interior, a excepción, obviamente del Dr. Mulder y la agente Scully, los cuales le pertenecen a la mente brillante (y fastidiosa) de Chris Carter. No agregaré más nada.
Clasificación: ¿Existe clasificación para este fic?
Dedicatoria: A Rovi, mi amada beta y la fan numero uno de Tezka, a Estrella que me prometio la peli de Pride and Prejudice y aun no se aparece con ella y mi Vania bella.
Agent Macgirl, mi compañera, mi amiga, mi co-escritora en otros proyectos y quien me regalará algo entre el mes de agosto y septiembre. A Rosa, que no se donde anda, a Paulina por igual que anda súper perdida, a mis niñas que las extraño y a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Maca, Icezard, Lizzy_x, Katherine_M_S, Sakura Spooky, conocimiento_acumulado, Chilly, wendymsanchez, Mary, scully_gab, leencita, Joly, dana-k, Isa, tazzy, danny_kf, gyllyx y adeDanK. Gracias a todos
Nota o más bien aviso: Les informo, para que no lo tomen por sorpresa, que este fic va hacer endemoniadamente largo. Tanto que me sorprende, así que les recomiendo que si planeas seguirlo tenganme mucha paciencia . Disfrútenlo.
Rating = touchstone
Type = Angst
fanfic = Complejo I
Mónica Reyes llegaba aquella mañana para darle noticias no agradables a John Doggett. Atravesó la entrada de la oficina del superior del Complejo I con su paz habitual, aunque en su mente estaban revoloteando, cada segundo, los problemas surgidos en las últimas horas en el Complejo II y que afectaban directamente a la agencia de su homólogo.
Ya el Sr. Doggett conocía el motivo de la visita de la Sra. Reyes, así que no quiso dilatar más el asunto y la invitó a tomar asiento; ésta aceptó gustosa y él le miró invitándola a hablar.
-No sabemos que pasó- comenzó tratando de liberarse del conflicto.
-Deberías saberlo, era la misión más importante del Complejo II y que debía concretarse esta semana- le reclamó molestó.
-Por la sencilla razón de que el Complejo I falló en Persia; si no hubieras fallado, Turquía no se hubiera realizado- le discutió a la defensiva.
-No busques culpables, Mónica- le aconsejó con una cara de enfado que no podía ocultar. -Necesito saber que pasó- le especificó.
-El perfil era limpio, con un noventa y ocho por ciento de posibilidades de ser exitosa…- comenzó a explicar.
-¿Por qué ese noventa y ocho por ciento se volvió contra nosotros? ¿Por qué fallamos?- volvió y preguntó mientras se ponía de pie y se empezaba a pasear por toda la oficina.
-Ya te dije que no lo se- contestó contrariada. -No puedo decirte algo que no se, John. Yo necesito saber que pasó, pero aún no encuentro la respuesta. Se suponía que el equipo Delta llegaría a Persia en horas de la mañana y que capturar a Abu Hamza Al Mohayer iba a ser muy sencillo- a ella le empezó a incomodar el hecho de que el Sr. Doggett la quisiera acorralar con el tema.
-Pero no lo fue- le corrigió. -Los asesinatos de Abu Azzam y de Abu Mussab al-Zarkawi fueron la secuencia de una operación para limitar en gran medida los actos de Al-Qaeda; sólo nos queda Hamza, y si él no muere toda la misión muere.
-De todas formas, ¿qué importa? Muere Hamza y Osama se asegura de poner otro segundo al mando. Es algo de nunca acabar y volveremos a lo mismo, es así de simple- comentó cansada la Sra. Reyes.
-Me enfurece tu despreocupación en estos asuntos, Mónica- le inquirió el Sr. Doggett y detuvo su paseo.
-Sólo es realismo- le aclaró cuando giró para mirarlo.
-No nos pagan por ser realistas, esto debió terminar hace tiempo- dijo inquieto.
-Pues evidentemente toda esta operación debió terminar en Persia, pero tu equipo Alfa falló completamente y también lo hizo el mío con serias bajas; perdí a cuatro agentes…
-Siempre habrá pérdidas- le aclaró, -y es lo de menos- a la Sra. Reyes al parecer no le había gustado el comentario indolente del Sr. Doggett, pero él tampoco se mostró preocupado al ver en ella el enfado. -¿Qué dice Inteligencia?
-Error de perfil- contestó.
-¿Qué dices tú de eso?- preguntó curioso.
-Nos delataron- respondió.
-¿Por qué lo crees?- preguntó con interés.
-Yo realicé el perfil- respondió, -y jamás fallo. Por lo tanto me enfurece que Inteligencia diga que fue una mala realización de perfil de campo- aclaró.
-Que curioso, Inteligencia dice lo mismo de Persia y más curioso es que yo piense que también se nos delató.
-¿Por qué lo crees tú?- preguntó curiosa.
-Cuando el equipo Alfa llegó al escondite de Hamza en Persia, éste y su gente no tenían ni media hora de haberse ido de allí- contestó. -¿Crees que haya sido El Centro?- le preguntó el Sr. Doggett.
-Imposible- contestó con sorpresa. -Atrapar a Hamza es una misión muy importante para la CIA, y Hannah y Andrew no arriesgarían algo como eso sólo por el simple hecho de vernos caídos- respondió.
-En esta guerra interna todo es valido, Mónica- aclaró, -por lo pronto me mantendré alerta- comentó. De repente su móvil sonó y él lo sacó del interior de su chaqueta. -Doggett...- se tensó al escuchar una voz superior del otro lado de la línea, -no hemos dejado de trabajar... Estamos investigando… Nuestro personal no falló... Seguiremos en su búsqueda... Sí, está conmigo… De acuerdo, estaremos ahí en quince minutos- contestó y antes de que pudiera despedirse le colgaron. El Sr. Doggett cerró el teléfono frustrado.
-Era Phillip- expresó la Sra. Reyes a modo de afirmación.
-Quiere vernos y claramente está furioso- se abotonó su chaqueta.
-No tienes por qué permitir que te intimide- le aconsejó al ponerse de pie y acercarse a él. -Phillip es un niño berrinchudo que necesita seriamente una tunda- le comentó mientras le acomodaba la corbata, -lamentablemente somos las niñeras y se nos está prohibido pegarle; pero obviamente sabemos como mantenerlo contento para que deje de patalear- diserto.
-¿Ah sí? ¿Cómo?
-Neri Vela- respondió y la mirada le brilló.
-Oh cierto- recordó, -fue una buena misión y muy ansiada por Phillip. Gracias por recordármelo.
-Es mi trabajo, evitar que te de un infarto cada vez que él nos llama- expresó con orgullo.
-Ciertamente no soy nada sin ti- aseguró.
Ella se sintió halagada y él le besó las manos. Mónica Reyes y John Doggett tenían una relación muy estrecha pero que no podía ser concretada por motivos laborales, no era prohibida, pero tampoco bien vista. Lo mejor para ellos era continuar así para evitar las habladurías dentro de la misma organización, los rumores no eran convenientes y aunque todos conocían lo que había entre ellos dos era mejor dejarlos especular que darles más armas con que acabarlos.
Por el momento, ambos estaban centrados en una sola cosa: acabar definitivamente con los planes de los líderes de El Centro y, esencialmente, en aquellos planes no había espacio para los juegos de cama y romance desmedido. John Doggett lo entendió muy bien cuando ella retiró las manos y volvió a esa expresión seria característica de cualquier agente veterano de la organización.
-Debemos irnos- le comunicó.
El también volvió a meterse en ese traje serio y estrictamente laboral, pero no sin antes, como cualquier caballero, le cedió el paso a la Sra. Reyes y esta salió de la oficina seguida por él. Los mundos oscuros de la CIA eran complicados de entender.
Instituto de Psicología y Ciencias.
Horas de la tarde.
Janet estaba acomodando las agendas del Dr. Rogers y el Dr. Mulder, cuando en particular le prestó demasiada atención a la agenda del último. Todas sus consultas del jueves hasta el lunes estaban canceladas, había enviado una charla en la universidad para el mes entrante y había pospuesto por tiempo indefinido su cita con el editor de su libro.
Janet no entendía lo que veían sus ojos y no se explicó por qué el Dr. Mulder había hecho tales cosas sin consultarle. Era raro para ella que él cancelara tantas citas cuando él mismo era adicto a tenerlas. Impaciente esperó a que el paciente que el doctor estaba atendiendo saliera y le pidió disculpas al que seguía detrás de éste. Entró al consultorio y no dejó que el doctor hablara por verla allí, sin decir nada le mostró la agenda.
-¿Qué?- preguntó esté confundido.
-¿Qué significa esto?- preguntó intranquila.
-Eso es latín y dice: mente sana, cuerpo sano- explicó mientras leía la inscripción en latín de unas de las hojas de la agenda. -Creí que lo sabías.
-No hablo de la inscripción- le aclaró incómoda, -hablo de las citas canceladas.
-Ah… eso, eso no es nada- le dijo tranquilo.
-¿Nada? Mulder, cancelaste todas tus citas de la semana ¿Qué demonios pasa contigo?- le preguntó.
-¿Desde cuándo te pones así cuando cancelo una cita?- le preguntó ya molesto.
-No es una cita, son veintitrés citas en casi una semana- le aclaró preocupada. -Tú nunca haces eso.
-Bueno… hay una primera vez para todo- le ilustró.
-¿Y por qué lo haces?
-Me voy de vacaciones- respondió revisando el expediente de su próximo paciente. Él no podía ver la expresión de sorpresa de su secretaria. -¿Podrías decirle al Sr. Chang que pase?
Cuando Janet Krakovisch empezó a reírse a carcajadas, él levanto la vista contrariado. Temía que a ella le hubiera dado alguna especie de ataque.
-¿Se puede saber que pasa contigo?- le preguntó.
-Nada, quien debe hacerse esa pregunta eres tú. ¿Tú? ¿Vacaciones? Eso ni en sueños, Mulder. Las odias porque te diviertes más trabajando- le recordó divertida por la situación.
-Creo que ese concepto sobre mí debes cambiarlo- le recomendó. -Sí me gustan las vacaciones, lo que sucede es que jamás tengo oportunidad para tomar alguna- explicó.
-Sí, como no y yo me chupo el dedo- dijo sarcásticamente, el Dr. Mulder la miró de mala gana. -Tú dices que no puedes cancelar ninguna cita porque de ti dependen muchas personas, pacientes con graves traumas y si a alguno de ellos le sucede algo por cancelar tan siquiera una cita- le indicó, -te sentirías muy culpable. Claro, omitiendo el hecho de que siempre te sientes culpable.
-Me estás irritando, Janet- le dijo. -Y esta vez te voy a pedir que dejes mi vida en paz, voy a tomar vacaciones, y mis pacientes, la universidad y hasta el maldito editor lo entenderán- concluyó irradiando disgusto.
-Vas a tomar vacaciones antes de las verdaderas vacaciones, eso es totalmente irracional.
-¿Desde cuando soy racional?- preguntó divertido.
-Dana Scully está detrás de esto, ¿cierto?- preguntó con seriedad. Él dudo en responder, se quedó callado y Janet Krakovisch lo entendió enseguida. -Lo sabía, ya te tiene entre sus garras.
-Eso no es cierto- desmintió.
-Claro que lo es, te lleva de vacaciones y tú no dices nada. Es como cuando Diana te llevó a comprar vajilla china y Phoebe te llevó a comprar una cama para tu departamento. Nada de eso te gustó, pero no rechistaste y Dana está haciendo lo mismo, te va a llevar de vacaciones y no puedes negarte. Me imagino que ya te compró el bañador.
-No seas ridícula, nada de lo de antes es parecido a lo de ahora- le corrigió. -Ella está de licencia medica, debo aprovechar ese tiempo que está fuera del trabajo para poder verla y si es necesario hacer este sacrificio de dejar a la deriva a medio instituto por la falta de un psicólogo, créeme que la culpa también se irá de paseo esta vez- Janet entornó los ojos al escucharlo. -No, no… no pongas esa cara- le pidió, -lo que siento por Dana no se compara con nada de lo que pude haber sentido antes…
-Cállate, me estás dando nauseas- le pidió con asco.
-Con esa mujer yo tendría hijos….
-Por favor- se alejó un poco de él.
-Me casaría con ella- le dijo con emoción.
-¡Basta!
-Moriría por ella.
-¡Suficiente!- y él evidentemente se calmó. -Hagamos de cuenta que esta conversación nunca la tuvimos- le dijo con desaire y se acercó a la puerta. -Este mundo ya se puso de cabeza- dijo para sí antes de salir.
Para el Dr. Mulder era obvio que sus últimas palabras habían sido de total desagrado para su secretaria y mejor amiga. Sin embargo había exagerado bastante con la última parte del discurso, cada palabra dirigida hacia su compinche era cierta. Aunque todo ello había sido expresado sólo por el motivo de fastidiarla y él claramente sabía que esas cosas poco le agradaban.
Volvió a su trabajo después de celebrar lo ocurrido, un poco de diversión no le hacía mal y más si era a costilla de otra persona. El Sr. Chang entró a la oficina para ser atendido; la asistente Krakovisch volvía a su escritorio sin dejar de balbucear insultos hacia el Dr. Mulder y la agente Scully.
Maseru
Capital de Lesotho
Horas del atardecer.
El equipo Beta liderado por el agente Kunimitzu había arribado a Lesotho, un país enclavado en Sudáfrica, rico en minas de oro y diamantes, pero afectado en gran medida por el síndrome del VIH entre miles de lesotenses. Habían llegado a dicho país para buscar a uno de los doctores más importantes en el ámbito de la clonación; existían rumores de que el Dr. Linet le había vendido sus conocimientos a una agencia terrorista francesa llamada La Cofradía, así traicionando y desertando de las filas de las agencias americanas para las cuales trabajaba.
Inteligencia le había pasado un informe al Centro donde le había sido dada la nueva localización de este prominente médico que, a sabiendas de que los norteamericanos no iban a estar nada contentos con su nuevo cambio de bando, decidió alejarse lo suficiente y optó por esconderse en aquel país sudafricano.
Se le conocía por su afición a los paseos por los mercados, cosa que hacía con frecuencia en Indianápolis, y estando en Lesotho no lo iba a dejar de hacer. Se aprovechaba de su color de piel oscura y, aunque parecía un turista más delante de los miles que visitaban diariamente la capital de Lesotho, Maseru, pasaba mucho más desapercibido que cualquier otro. Esto el Centro ya lo sabía y, por supuesto, el agente Kunimitzu.
En un mercado atestado de personas, la agente Kawasaki se hacía pasar por una turista japonesa junto con dos agentes más que le hacían compañía y le traducían al japonés cada cosa que ella escuchaba en la lengua sesotho, pero no podía evitar reírse ante el mal acento y pronunciación de sus compañeros.
Un agente observaba la calle desde un balcón y otro desde una azotea, comunicándose a cada momento con el agente Kunimitzu que se encontraba monitoreando la misión desde el interior de una camioneta estacionada a unas cuadras de allí.
-Linet, viene por el sur- informó el agente que permanecía en la azotea y lo veía llegar.
-Equipo primario, a sus posiciones- ordenó el agente Kunimitzu. -En quince segundos y contando.
La agente Kawasaki y quienes le acompañaban vieron llegar al Dr. Linet. Concentrados en la tarea, cambiaron la frecuencia de sus intercomunicadores y cuando el contador llegó a cero otro sujeto, que también era agente del Centro, le arrebató el bolso a la agente Kawasaki y, ante la conmoción que ésta y los demás querían provocar gritó en japonés. Quienes hacían de sus acompañantes siguieron al otro agente y los tres, uno por uno, chocaron con el Dr. Linet, pero el último de ellos logro tener más contacto físico con él y logró tocarlo así inyectándole un sedante que también incluía un invisible localizador subcutáneo.
El Dr. Linet apenas sintió un roce, al cual no le prestó atención y se cruzó con la agente Kawasaki que hablaba histérica y en perfecto japonés con un policía lesotense que estaba cerca de la escena y que no le entendía ni medía palabra. La agente vio como el doctor se perdía por otra calle.
-Linet va hacia el este- informó ella por el intercomunicador en japonés y sin dejar de mostrarse nerviosa ante el policía.
-Deshazte del policía y sigue a Linet- le ordenó el agente Kunimitzu.
Ella hizo lo que le ordenaron, empezó a tocar al policía indicándole que ella quería que él viera algo, pero en cuanto él volteó ella ya había desaparecido sin dejar el más mínimo rastro. Logró alcanzar al doctor gracias a la ayuda del agente Kunimitzu que le indicaba, gracias al localizador, hacia donde se dirigía el doctor.
Ella lo veía balancearse un poco mareado por el efecto del sedante; en eso otro agente, el mismo que le arrebato el bolso a la agente, los alcanzó y caminó junto a ella.
-Cinco, cuatro,- contó el agente, -tres, dos y uno.
Al finalizar el conteo, el Dr. Linet calló al suelo frente a una pescadería y ambos agentes se le acercaron. Estaba totalmente inconsciente, una mujer que barría la entrada los miraba desconfiada. La agente Kawasaki en perfecto inglés le dijo que lo conocían, que era su amigo y estaba muy borracho; ella y él otro agente se reían mientras lo levantaban del suelo y se perdían por un callejón, al final de éste una minivan los interceptó y se abrió la puerta trasera de ésta. El agente logró meter a Linet en el interior y luego subió él.
La agente cerró la puerta y se devolvió por el mismo callejón. A la camioneta donde se encontraba el agente Kunimitzu, subían los agente que habían participado en la misión, el superior se contrarió al no ver entre ellos a la agente Kawasaki.
-¿Dónde esta Kawasaki?- les preguntó a los demás.
-Debió llegar primero señor, estaba más cerca del punto de encuentro- le informó uno de los agentes extrañado al no verla allí.
El agente Kunimitzu se colocó el intercomunicador que se había quitado y llamó a la agente. Esta no le respondía, pero podía escucharla hablar con alguien intimidante y que hablaba en una lengua que él no hablaba, pero que podía reconocer, era sesotho.
-No entiendo lo que me dice- decía ella en japonés.
-¿Dónde está el Dr. Linet?- le habló alguien en inglés, pero con un ligero acento francés.
-No entiendo lo que me dice- volvió a repetir en japonés.
-No seas ingenua, se que hablas inglés- le dijo el mismo sujeto.
Luego el agente Kawasaki escuchó a través del intercomunicador un golpe, como si la hubieran abofeteado y sin querer escuchar más cambio el intercomunicador a otro canal.
-¿Labiorestaux?- le llamó el agente.
-¿Sí?- preguntó éste confundido al recibir el llamado del agente Kunimitzu.
-Localiza la frecuencia del intercomunicador de la agente Kawasaki- le pidió.
El agente Labiorestaux hizo lo que le pidió su homólogo, tecleó en su computador el código de la frecuencia y se mostró extrañado al ver que no aparecía en pantalla. Al parecer ya lo habían descubierto y se lo habían quitado.
-No aparece- le informó él.
-Salte de este canal, podemos estar intervenidos- le reiteró. -E Intenta con su localizador muscular- le pidió.
-Es para casos de emergencias- le recordó mientras salía del canal.
-Es una emergencia- le rectificó, sabía que la vida de la agente corría peligro.
Frustrado e incómodo, el agente Labiorestaux buscó entre los archivos de la agente Kawasaki el código de su localizador. Cuando logró obtenerlo, lo introdujo en el sistema de búsqueda y el satélite inmediatamente la localizó en Lesotho ya bastante lejos del mercado y de la camioneta donde se encontraban los demás.
-Se mueve a cuatro kilómetros del centro de la ciudad- le informó al agente Kunimitzu mientras veía el monitor.- Ese auto no es nuestro- dijo confuso.- ¿A dónde va?
-La tiene la Cofradía, no desactives la búsqueda- tocó la ventanilla del chofer de la camioneta. -Arranca.
-Llegaremos al aeropuerto en quince minutos- le informó.
-No iremos al aeropuerto- le corrigió el agente de modo frío. -Vamos a la subestación.
Y todos en el interior hasta el mismo chofer le miraron desconcertados. Tezka Kunimitzu jamás retrasaba la salida hacia el aeropuerto después de culminar una misión y, aunque la situación era delicada por el secuestro de la agente Kawasaki, era primordial que el Dr. Linet, que ya iba de camino al aeropuerto, fuera inmediatamente enviado de regreso a Estados Unidos.
Por consiguiente el rescate de la agente Kawasaki no quedaba en manos del equipo Beta o el líder, sino de un pequeño grupo de agentes externos que laboraban alrededor de toda África. Pero evidentemente el agente no quería dejarles ese trabajo a agentes que ni conocía y él mismo se encargaría de sacar a Kaoru Kawasaki del lío en que se había metido.
Estados Unidos
Washington DC
Madrugada
Departamento del Dr. Mulder.
La agente y el doctor dormían placidamente y abrazados, afuera la copiosa lluvia de invierno se encargaba de hacer el ambiente cómodo y acogedor. De repente, la mente de la agente Scully volvía a jugar con ella, la llevó a un lugar que juró que no volvería a visitar y a una noche que no quería recordar.
Un pueblo ruso en llamas, hombres, mujeres y niños gritando, una misión fallida y terroristas matando al primer sujeto que se les cruzaba por el frente. Dos equipos del Centro recibían ayuda de las fuerzas especiales rusas para detener lo que se había desatado. Balas y sangre caían en la nieve y Melissa Scully corría hasta su hermana siendo alcanzada por una bala y cayendo en los brazos de ella. Una última sonrisa de ese ser lleno de luz, la agente Scully le gritó para que no se dejara llevar por la muerte; pero había sido en vano.
Sus ojos azules perdían el brillo y su hermana comenzó a llorar sin dejarla de abrazar. Hasta que sentía como el agente Wolf la sacaba de allí antes de que la mataran a ella también, y después despertó sobresaltada, sintiéndose extraña en aquella habitación, sin recordar donde estaba; luego vio el rostro del Dr. Mulder que dormía profundamente y en paz. Se cubrió la boca para evitar que saliera su dolor en forma de sonido y se paró de la cama, fue al baño y se miró en el espejo. Solamente no lo podía creer, pensaba que lo había aceptado, que había aceptado la muerte de su hermana; pero no había sido así, simplemente se había equivocado.
Salió del baño y tomó rumbo hacia la cocina, no dejaba de pensar en su hermana y en lo sucedido. Ese sueño había sido tan claro, todos los detalles los recordaba y más le dolía saber que no pudo haber hecho nada. Se secó las lágrimas, no dispuesta a seguir llorando y sufriendo; sacó el cereal de la alacena, junto con un tazón y una cuchara. La luz de la cocina fue encendida y vio al Dr. Mulder parado en la entrada.
-Buenos días- le saludó ella, le ofrecía una sonrisa, pero él podía notar que ella no se encontraba bien. -¿Quieres desayunar?
-Son las cuatro de la mañana- le informó con voz soñolienta.
-No tengo sueño- le aclaró, tomó el cereal y se sirvió un poco en el tazón.
-¿Tuviste otra pesadilla?- le preguntó preocupado.
Ella se limitó a asentir cuando devolvía el cereal a la alacena y buscó el cartón de leche dentro de la nevera. Él entendía que ella le quería restar importancia al asunto, pero él si no le iba a dar de lado. Le preocupaba que ella estuviera sintiéndose mal en ese momento y más le preocupaba que no quisiera expresar ni una sola emoción sobre lo que le sucedía.
-¿Fue sobre tu hermana?- le preguntó cuando se acercó a ella.
-¿Estas seguro que no quieres desayunar?- le preguntó mientras le mostraba el cartón de leche.
-Dana…
-No quiero hablar de eso- le apuntó negando el asunto con un ligero movimiento de sus manos. Devolvió el cartón de leche al refrigerador y se sentó frente a su tazón de cereal.
-Debes hablar de ello, te hará bien- le aconsejó, haló una de las sillas de la mesa y se sentó. -Sé que es incomodo, pero es lo mejor.
-Mulder, no quiero, simplemente no quiero- se echó el pelo hacía atrás, volviendo a demostrar nerviosismo. -Además tú eres….-sonrió algo incómoda, -bueno, ya sabes lo que eres y por consiguiente no puedes psicoanalizarme. Me acuesto contigo- dijo en forma de burla.
-Eso lo se, pero no quita el hecho de que a pesar de ser tu pareja, soy tu amigo y debo estar siempre para ayudarte y apoyarte. Entiendo por lo que estás pasando ahora, lo he vivido y es…
-Ya sabemos que de los dos, eres quien ha superado este asunto de nuestras hermanas con total entereza y éxito- le dijo contrariada. -Pero no puedes comparar, la perdiste cuando tenías once años; ahora eres adulto y has tenido el tiempo suficiente para superarlo- le recordó. -Yo perdí a mi hermana hace casi dos años y…
-La viste morir- concluyó por ella. -También sé eso, pero ambos dolores, aunque provocados por cosas distintas y en tiempos distintos, son los mismos. No puedes pensar que ya no me duele la perdida de mi hermana porque fue hace mucho tiempo, no Dana, aun sigue aquí- señaló su corazón con uno de sus dedos, -y duele, y sabes como es; y aunque tú creas que lo he superado, no es así; pero he aprendido a sobrellevarlo y es lo que quiero que hagas. Por tu bien y por el descanso de Melissa.
-Es difícil- le dijo limpiándose las lágrimas que surcaban su rostro. -Aún la extraño.
-Lo sé- le tomó de las manos y la agente Scully se sentó en su regazo, y lo abrazó, -lo sé- le tomó de las mejillas para que ella le mirara. -Quiero que me hagas un favor, habla con Carl mañana- le pidió.
-Mulder- se quejó, -ya mi terapia con el Dr. Rogers terminó- le recordó.
-Eso no es cierto, estoy enterado de cada una de tus consultas con Carl y él mismo me dijo que hace más de cuatro semanas que no vas a verlo- le informó algo molesto.
-¡Increíble! Se supone que él no debe decirte nada de mí- le dijo indignada.
-Las reglas cambian cuando se trata de tu salud mental- le aclaró. -Descuida, por ética no puede decirme nada con respecto a tu terapia o lo que has dicho en ellas; pero me manifestó su preocupación por tu inasistencia a ellas- comentó.
-Bueno, he tenido mucho trabajo y después de mi accidente laboral he olvidado completamente mi salud mental- se defendió, sintiéndose algo culpable por el abandono de sus terapias.
-Ve a verle mañana, si no lo haces me olvidaré de ese viaje a Florida- le reiteró.
-No lo harías- manifestó con duda.
-Pruébame- le solicitó.
-De acuerdo, de acuerdo- repetía al sentirse entre la espada y la pared, sabía que el Dr. Mulder no se iba a echar hacía atrás con el tema y si ella no quería irse a Florida sola tendría que acatar la petición. -¿Me ayudas con mi cereal?
-Ya que ninguno de los dos va a volver a dormir- expresó. -Yo quiero la primera cucharada- tomó el tazón y lo acercó a ellos.
-Necio.
Él se rió al escucharla y ella besó esa sonrisa que lograba reavivarle el ánimo cada vez que se sentía decaída. No lo reconocía, pero le encantaba que él se preocupara por ella, le hacía sentir más amada y comprendía por ello que ese hombre era más que su simple amante, era su todo y su perdición.
El Centro
Oficina de Andrew Summers.
Marcus Webster subía a la oficina de su más alto superior con noticias que no le iban agradar para nada. Cuando llegó allí no le sorprendió también ver a la misma Sra. Summers. Ambos le miraron confusos, el agente Webster evidentemente estaba nervioso.
-¿Acaban de llegar?- preguntó fatigado.
-Al contrario, jamás nos fuimos- le informó su prima. -¿Qué sucede Marcus? ¿Por qué tan nervioso?- preguntó curiosa.
-Tenemos un problema- contestó inquieto.
-¿Qué problema?- preguntó el Sr. Summers ya mostrándose disgustado.
-Es Lesotho- contestó, -se ha presentado un serio inconveniente.
-¿Linet escapó?- le preguntó el Sr. Summers alterado.
-No, el equipo Beta logró capturarlo y Linet ya viene en camino junto con el equipo- respondió deprisa.
-¿Entonces?- preguntó la Sra. Summers confusa.
-La Cofradía secuestró a la agente Kawasaki- informó preocupado.
-¿Cómo demonios sucedió eso?- preguntó más disgustado el Sr. Summers.
-Creemos que fue interceptada después de la captura de Linet- respondió.
-La Cofradía va intentar intercambiar al Dr. Linet por la agente Kawasaki- supuso la Sra. Summers. -O tal vez quieran sacarle información sobre la organización- expuso. -Pueden ser ambas cosas- concluyó.
-Kawasaki está entrenada para resistir largas sesiones de tortura- comentó el Sr. Summers. -¿Saben dónde la tienen?- le preguntó el Sr. Summers al agente Webster.
-Sí- respondió el agente.
-Bien, que los agentes de la subestación de África se encarguen- ordenó el Sr. Summers. -Ellos lograrán traerla de regreso con vida- comentó algo más tranquilo, de todos modos lo que más le interesaba era el Dr. Linet y la vida de la agente Kawasaki para él era lo de menos.
-Eso no va hacer necesario Andrew- le comentó el agente Webster.
-¿Por qué?- preguntó confuso.
-El agente Kunimitzu se está encargando personalmente de rescatar a la agente Kawasaki- contestó.
-Eso es imposible- negó inquieto, -Kunimitzu debe venir en camino con el resto del equipo Beta y el Dr. Linet- especuló.
-En realidad no, el equipo Beta viene sin su líder. Kunimitzu se quedó en Lesotho y en estos momentos está liderando el rescate de la agente.
-Está rompiendo el protocolo- miró a su esposa pidiéndole una explicación sobre la actitud del agente Kunimitzu. -¿Qué demonios le pasa?- pero su esposa no quiso contestar y luego llamó por el intercomunicador a Sistemas. -Labiorestaux, comuníqueme inmediatamente con el agente Kunimitzu- le ordenó irritado.
-Señor, he intentado comunicarme con el agente Kunimitzu desde hace una hora, he intentado por todos los canales, pero no responde; creo que está en modo autónomo- le comunicó al Sr. Summers.
-Marcus, eras el observador de esta misión. ¿Por qué no le advertiste a Kunimitzu sobre lo que le sucedería si se colocaba de modo autónomo?- le preguntó molestó el Sr. Summers.
-Seria como intentar derribar la Muralla China- dijo irónico.
-Marcus, Kunimitzu es japonés, no chino; así que te puedes ahorrar el chiste- le dijo la Sra. Summers, luego se dirigió a su esposo. -Esta claro que el agente Kunimitzu quiere hacer este rescate él solo.
-Lo voy a poner a limpiar todos los pisos del edificio cuando regrese y luego lo pondré como operativo nivel uno. No volverá a tocar un arma jamás en su vida- amenazó totalmente furioso.
-No ganarás nada con eso, Andrew- le explicó su esposa, -Kunimitzu es uno de los mejores, sabe bien lo que hace. Se aseguró de enviar con el resto de su equipo al Dr. Linet y ahora, como buen líder, como buen agente y buen compañero quiere ayudar a una de sus mejores subalternas. Yo lo apruebo- expresó.
-La muy tarada se dejó secuestrar. ¿Crees que es una buena agente?- preguntó contrariado el Sr. Summers.
-Por algo la sacaste de Japón- le recordó.
Al Sr. Summers le sorprendía como su esposa veía el asunto, era completamente descabellado. Un operativo nivel cinco se salía de los parámetros de la agencia y ella lo celebraba, era el colmo y lo único que podía hacer era esperar. Aunque su esposa no se lo fuera a permitir a Kunimitzu le iba a bajar el estatus y luego lo pondría a llorar.
Maseru
Lesotho
Horas de la noche
En un almacén abandonado, húmedo y bastante resguardado por guardias de La Cofradía, Kaoru Kawasaki era sometida a una sesión de electrochoques con un dispositivo de alta tecnología. En la cabeza tenía lo que parecía ser una especie de casco ergonómico por el cual pasaba la electricidad mientras permanecía sentada en una silla y completamente atada.
Un sujeto bastante alto le interrogaba y otro, que parecía ser un ratón de laboratorio, se encontraba sentado frente a una mesa. Éste manipulaba una maquina que llevaba la electricidad hasta el casco y causaba los fuertes choques. El que interrogaba a la agente estaba perdiendo la paciencia, ella se estaba resistiendo y a pesar de llevar el suficiente tiempo siendo torturada se negaba hablar.
-¡¿Dónde esta el Dr. Linet?!- le gritó.
-¿No te das cuenta que por más que preguntes no te voy a responder?- le preguntó agitada.
Se le veía cansada y estaba sudorosa. El sujeto que le interrogaba le ordenó al otro que le enviará una descarga y la agente se agitó estrepitosamente al sentir la descarga recorrer todo su cuerpo. Luego sintió una bofetada que le abrió el labio.
-¿Quién eres?- preguntó recuperando la compostura, la agente ni siquiera se dignó en mirarlo. -Eres una chica muy bella y para ser japonesa tienes un formidable ingles.
-No puedo decir lo mismo del tuyo- le dijo con burla.
-Trabajas para una agencia americana, ¿cierto?- ella no respondió. -Claro que sí, estás bien entrenada.
-Mi umbral del dolor es muy amplio- dijo con orgullo y en eso recibió otra descarga. -Gracias.
-¿Dónde está el Dr. Linet?- volvió a preguntar y en eso sacó una navaja. -Si no me respondes, tu hermoso rostro de geisha va a desaparecer porque te voy a pelar como una manzana.
-Formidable, así aprovecho y me hago de nuevo la nariz.
Ambos sujetos se rieron con gracia, para ellos era increíble la fortaleza de esta agente, era indiferente a todo lo que le hacían; pero el juego ya se había acabado y era el momento de continuar con cosas más serías. Ella vio como la navaja se acercaba a su rostro, pero transcurrió un segundo y vio como la muerte alcanzó los ojos de su torturador. Este caía al suelo después de que el agente Kunimitzu le disparó por la espalda, el otro sujeto intentó incorporarse y tomar un arma, pero un agente que acompañaba a Tezka Kunimitzu le disparó.
La agente Kawasaki los miró aliviada de verlos allí y sin nada de fuerzas. El agente Kunimitzu se acercó a ella y despacio le quitó las ataduras, luego le miró y le quitó el extraño casco. Le dolió verla tan mal herida, le acarició la frente tranquilo de verla con vida.
Le ayudo a ponerse de pie, pero ella estaba tan débil que cayó al suelo y él le levanto por la espalda. Ella le brindó una sonrisa de completo agradecimiento.
-¿Qué haces aquí?- le preguntó débilmente.
-Vine a rescatarte- contestó cubriéndola con su abrigo.
-No era tu deber, era deber de los agentes de la subestación- le recordó. -Es el protocolo, rompiste las reglas.
-No me importa, lo importante es que estás con vida y a salvo- le tomó entre sus brazos y la levantó, mientras se dirigía a la salida con ella. Un agente se le acercó.
-El lugar está despejado señor- le informó.
-Muchas gracias, agente. Le disparé un sedante a quien interrogaba a la agente Kawasaki, asegúrense de que vaya a bordo del avión que nos llevará a Washington- le pidió.
-De acuerdo, señor.
Salió del almacén aun llevando entre sus brazos a la agente Kawasaki que se sentía segura resguardada entre esos brazos que tanto anhelaba que la abrazaran, y así ambos subieron a una camioneta que los llevaría hasta el aeropuerto.
Estados Unidos
Washington DC
Medio día
Instituto de Psicología y Ciencias.
Se encontraba allí, respetando el pedido del Dr. Mulder y escuchando con completa serenidad el sermón que le daba el Dr. Rogers por haber faltado en el último mes a su terapia. Había sido su culpa y lo aceptaba resignada, ahora en ese momento sólo debía hablar con su psicólogo, como lo quería el Dr. Mulder y la misma Sra. Summers.
-Como diría Hannah: Me sorprende que aún no te hayas cortado las venas- le dijo a modo de sermón el Dr. Rogers.
-No es para tanto doctor- se defendió, -tan sólo fue un mes.
-En un mes pasan muchas cosas, Dana- le recordó. -¿Sigues teniendo las pesadillas?
-No tan frecuentes como antes, pero sí; incluso tuve una anoche y eso activó la alarma de su colega- comentó.
-Olvídate de Mulder, y hablemos de ti y tu pesadilla. ¿Cómo fue esta vez?
-La misma de siempre- contestó. -La bala, Melissa se atraviesa, le da a ella y cae en mis brazos; pero hubo una variante. El agente Eduard Wolf fue quien me sacó de allí, eso no lo recordaba; siempre supuse que había sido el agente Alexander Krycek y por ello siempre he sentido especial afecto por él. Ahora que recuerdo que fue Wolf, mi parámetro cambia totalmente- relató.
-¿Es importante para ti que haya sido Krycek y no Wolf?- le preguntó con interés.
-En realidad no- contestó con cierta claridad. -Sólo que ahora debo agradecerle a Wolf lo que hizo por mí. Si yo me hubiera quedado allí hubiera muerto, Wolf me alejó del pueblo y me llevó al transporte. Él y Melissa salvaron mi vida.
-¿Y crees que debes agradecerle?
-Sí, así es. Es un buen compañero y ahora es el líder del grupo que lideraba mi hermana. Está haciendo un buen trabajo con ese equipo, Melissa se sentiría bien al saber que ellos quedaron en buenas manos- comentó.
-A ti también te tranquiliza, a mi entender…
-Dr. Rogers, disculpe por la interrupción, ¿pero usted sabe como murió la hermana del Dr. Mulder?- preguntó llevando la conversación a otro nivel.
-¿La hermana del Dr. Mulder? ¿Por qué quieres saber eso?- preguntó confuso.
-Porque nuestras historias son parecidas, ambos perdimos a nuestras hermanas; y yo quiero saber cómo el Dr. Mulder ha superado y aceptado todo lo sucedido- contestó.
-¿Quién te dijo que él lo ha superado y lo ha aceptado?- le preguntó. -Está claro que no lo ha hecho, Dana; tú crees que sí, pero no. Ha sufrido por años y ha tenido episodios de depresión extrema, yo mismo lo he tenido que internar. Ahora se encuentra bien, pero nunca se sabe cuando vuelva a recaer.
-No estaba enterada de eso- comentó extrañada.
-Dana, ¿tú estás con Mulder porque él también perdió a su hermana? Porque si así es, no creo que sea una buena manera de sobrellevar tu crisis. No le puedes agregar más sufrimiento a tu sufrimiento.
-Dr. Rogers, no estoy con Mulder por eso, es evidente que ambos nos apoyamos mutuamente por lo que nos ha ocurrido, pero nuestra relación va más allá.
-Que bueno que me lo aclaras, porque te iba a ordenar que te alejaras de él. La depresión existencial de Mulder no puede complementar la tuya- le explicó.
-¿Mi depresión es existencial?- preguntó sorprendida.
-No he dicho nada- respondió inquieto. -Mulder me dijo que te dispararon. ¿Cómo has estado?
-No me cambie el tema doctor- le pidió contrariada.
-Responde- le ordenó.
-Estoy bien, tan solo fue un rasguño con una bala rompe chalecos- relató restándole importancia la lo sucedido.
-Dr. Rogers- le llamó Janet por el intercomunicador.
-¿Sí, Janet?- contestó el Dr. Rogers cuando llegó hasta el aparato.
-El Dr. Mulder desea saber si aun le falta mucho con la Srta. Scully- le comunicó.
-No, casi estamos terminado- respondió. -Dile que tenga paciencia.
-De acuerdo, doctor- e inmediatamente se cortó la comunicación.
-Evidentemente está muy apegado a ti- le comentó el Dr. Rogers a la agente Scully cuando regresó a sentarse donde estaba anteriormente, frente a la agente.
-A veces se comporta como un niño y temo mucho lastimarlo- dijo con seriedad.
-El no se comporta como un niño Dana, es un niño- le aclaró el doctor. -Un niño grande y tienes que tener mucho cuidado- le recomendó. -Eventualmente querrá respuestas y tendrás que dárselas.
-Es lo que no deseo porque entraría en mi mundo y no quiero exponerlo del todo- explicó ella. -Sé que él sabe mucho más de lo que yo le he dicho, sé que él sabe que no todo lo que le digo es cierto y me preocupa que esté tan apegado a mí que acepte todas mis falacias y acepte no atravesar ese muro que he impuesto entre nosotros.
-¿Y si estuvieras en la obligación de dárselas?- le preguntó.
-Nada podría obligarme a dárselas, tales respuestas serían su sentencia de muerte- respondió inquieta, -y no estoy dispuesta a perderlo por esa verdad.
-Estás destinada a perderlo de todas formas, Dana- le dijo evitando ser duro y con total sinceridad. -No lo puedes evitar.
-¿Estamos aquí para hablar de mi prohibida relación con Mulder o sobre la muerte de mi hermana?- preguntó molesta. -Lo segundo es lo que nos compete realmente.
-Te quiero preparar para que cuando lo primero se termine no te afecte- le aclaró con firmeza.
Eran correctas las predicciones del Dr. Rogers con respecto a la relación entre el Dr. Mulder y la agente Scully, tal relación estaba destinada a terminar en fracaso, pero era difícil para ella aceptarlo cuando no podía imaginar su existencia sin él; y tampoco era correcto eso, ella estaba destinada solamente a trabajar por su país y cualquier afecto que volcaba sobre cualquier humano que ella consideraba especial debía ser pasajero.
Odiaba que el Dr. Rogers tuviera razón, pero difícilmente su mente admitiría tal hecho porque estaba completamente dominada por su corazón y estaba mandando en cada uno de sus actos. Había mandado su carrera, la organización y su patriotismo al diablo por el mismo Dr. Mulder y no se arrepentía de ello. Prefería vivir cinco minutos a su lado y luego morir, que vivir toda una vida afanosa donde se desvivía por su nación y morir con gloria. De la racional Dana Scully no quedaba ni rastro; Fox Mulder se había encargado de cambiarla por ese nuevo ser dispuesta a morir por un prohibido amor.
El Dr. Rogers por ello estaba resignado y no iba a insistir mucho más con el tema, la agente Scully ya no entendía razones, una mujer enamorada jamás entiende razones y eso él muy bien lo comprendía. Le deseo un feliz viaje y le dejó libre para que pudiera reunirse con el Dr. Mulder. Esta salió de la oficina y la asistente de ambos doctores le indicó que el Dr. Mulder la estaba esperando en su oficina. Entró inmediatamente y vio al prominente doctor semi sentado en una de las esquinas de su escritorio y frente a él, muy cómoda y sentada una mujer que no esperaba ver: la Dra. Crowdler, y enseguida sintió unos deseos de volverla a desaparecer por unos cuantos días.
El Dr. Mulder le sonrió al verla y ella se acercó a él, volviendo a guardar su disgusto por ver aquella mujer allí. Le brindó un ligero beso en los labios sin temer provocar cierta incomodidad en la Dra. Crowdler y después de su demostración de afecto la miró.
-Hola Dr. Crowdler. Que gusto volver a verla- le saludó con hipocresía.
-Hola Srta. Scully, lo mismo digo. ¿Cómo ha estado?- preguntó con interés.
-Muy bien, gracias- contestó y luego miró al Dr. Mulder.
-Leila vino a saludar- le aclaró al entender que ella no estaba contenta.
-¿En serio? Que bueno- expresó.
-Srta. Scully, recuerdo que usted es agente federal- comentó la Dra. Crowdler.
-Así es- confirmó sin entender el por qué del comentario.
-Quisiera saber si podría hacerme un gran favor- le dijo la doctora a la agente.
-Leila, no creo que Dana te pueda ayudar con lo que deseas hacer- expuso el Dr. Mulder un poco asustado.
-Vamos Mulder, para algo tiene que servir tu afición hacia a las agentes federales- comentó, logrando obtener una mirada incisiva por parte del doctor.
-No es lo correcto, además Dana está de licencia- le comentó en forma de aclaración. -Simplemente no puede ayudarte.
-Bueno, si está en mis manos poder ayudar a la Dra. Crowdler con gusto lo haré- intervino la agente Scully deteniendo la discusión de ambos profesionales.
-Me da gusto escuchar eso- expresó encantada la doctora. -¿Mulder le habló de que fui secuestrada hace más o menos un mes?- preguntó.
-Sí- contestó, -me preocupé mucho, incluso estuve al pendiente del caso y gracias a Dios que no pasó a mayores. Es una pena que no hayan atrapado al que lo hizo. ¿Cómo ha seguido usted después de aquel trauma?- preguntó con interés.
-Maravillosamente bien, puedo decir que no sufrí ningún trauma- dijo feliz, -y le agradezco al mismo Dios de que no hayan atrapado a mi secuestrador.
-¡Por Dios Leila! No puedo creer que digas eso, tú vida corría peligro, tal vez siga corriendo peligro y a ti te importa el bienestar de tu secuestrador. Es una completa locura.
-No lo es, Mulder- aclaró indignada, -me sentí identificada con Chris, creo que es un hombre que merece mi total ayuda. Como puedes ver me dejó libre, no me hizo daño y nos conectamos- explicó.
-Síndrome de Estocolmo- interpretó el Dr. Mulder, -eso fue tu conexión con el tal Chris.
Ambos empezaron a discutir mientras la agente Scully pensaba en lo estúpido que había sido el agente Webster de darle el diminutivo de su primer nombre a la Dra. Crowdler, era obvio que no le interesaba mucho mantenerse en las sombras.
-No tengo ningún maldito síndrome, no me analices- le pidió, -no estoy loca- luego miró a la agente Scully. -Srta. Scully la policía aún sigue buscando a Chris, pero no han dado con él y yo quisiera que tal vez, usted, usando sus recursos como agente federal, pueda acelerarlas las cosas y encontrarlo- explicó.
-Bueno Dra. Crowdler yo…- ella no podía creer lo que le estaba pidiendo aquella mujer. El revolcón que le brindo su colega fue muy bien hecho, se sorprendía por ello.
-Pero entienda que no quiero verlo preso, solo quiero volver a ver a Chris- aclaró concisa.
-Me va a disculpar, Dra…. En fin, Leila. Yo no puedo hacer lo que me pides porque trabajo en la unidad antiterrorismo del FBI y estoy al tanto que la investigación de tu secuestro está siendo realizada por la policía de Washington, aunque yo estuviera trabajando en la unidad de anti secuestros del FBI no puedo intervenir en el caso sin la orden de un juez- aclaró. -No me corresponde como agente antiterrorista y mucho menos como agente federal- concluyó.
-Oh, ya veo- expresó desilusionada. -No perdía nada con pedirlo ¿verdad?
-Lo siento, Leila- se disculpó la agente Scully tomándole ya un poco de pena. Iba a matar con sus propias manos al agente Webster.
La Dra. Crowdler asintió algo contrariada con la explicación de la agente Scully. El doctor y ella se miraban sin saber que hacer o decir y la Dra. Crowdler se puso de pie y empezó a colocarse su abrigo.
-Leila- le llamó, -Dana y yo iremos a comer. ¿Te gustaría venir con nosotros?
-Gracias Mulder, pero debo volver al psiquiátrico. Hay mucho trabajo y más ahora que te vas por unos días- les miró a ambos, sentía cierta envidia por lo que ellos tenían, pero no tenía dudas de que eran uno para el otro. -Ya me tengo que ir, que disfruten el almuerzo y por supuesto su viaje. Hasta el martes, Mulder.
-Hasta el martes, Leila- se despidió.
-Fue bueno volverla a verla, Srta. Scully.
-Dana- le corrigió, -puedes llamarme Dana.
-Dana, adiós- y se encaminó hasta la puerta, una estela de tristeza le acompañó cuando salió.
-¿No crees que necesite terapia?- preguntó confusa la agente Scully.
-Se niega- se acercó al perchero y tomó su abrigo. -Ya la escuchaste, no cree tener el síndrome.
-¿Por qué la mayoría de ustedes niega los que les pasa?-preguntó.
-Porque debemos aparentar perfección- contestó al colocarse su abrigo.
-La perfección no existe Mulder, sólo es una ilusión generada por nosotros mismos para llegar a ser correctos y ser lo que se debe ser- explicó la agente Scully.
-Buen argumento- indicó él, -sobre todo porque ante los demas el psicólogo o el psiquiatra es alguien que jamás perderá la cabeza- abrió la puerta y la agente Scully salió y después él. -Pero ambos sabemos que eso no es cierto.
-No creo que me esté equivocando al decir que ustedes pierdan mucho más fácil la cabeza que cualquier paciente. Creo que se debe al estar expuestos por tanto tiempo a los problemas de los demás y no poder canalizarlo como nosotros cuando lo expresamos frente a ustedes- expuso mientras ambos caminaban hasta el ascensor.
-Me sorprende tu interpretación del asunto, Dana- dijo maravillado.
-Tengo un gran maestro- explicó ella orgullosa.
-Tu maestro tiene hambre- comentó él risueño.
Las puertas del ascensor se abrieron y ellos entraron. Al transcurrir el tiempo uno aprendía del otro y se desarrollaban mutuamente.
El Centro
Enfermería.
El agente Kunimitzu veía a través de la ventana de una de las habitaciones del área médica a una muy cansada y dormida agente Kawasaki. La Dra. Bennedetty estaba con ella y vigilaba minuciosamente sus signos vitales. Tezka Kunimitzu había pasado tremendo susto y por unos minutos pensó que la había perdido; luego mirando como descansaba en paz y protegida aquella agente que había llegado a su vida para hacerle entender que había algo más que ser un buen operativo de El Centro.
Por fuera, seguía siendo el frío, calculador, enigmático y mandón Tezka Kunimitzu; por dentro acababa de descubrir que era otro. Alguien que podía sentir miedo al descubrir que podía perder en cualquier momento a la persona que más le importaba, alguien que estaba dispuesto en arriesgarlo todo y alguien que podía amar sin temor a fallar.
Vio que la doctora se dispuso a salir de la habitación y él la esperó en la puerta. Cuando Margaret Bennedetty lo vio allí, le pareció curioso, pero el famoso agente “sin alma” se veía preocupado.
-¿Cómo está ella?- preguntó obviamente interesado.
-A pesar de los golpes recibidos y las fuertes descargas eléctricas, se recupera satisfactoriamente. Volverá al trabajo en dos o tres días, como mínimo- le comunicó la doctora.
-Tenía entendido que los choques eléctricos dejaban daños irreversibles en los músculos del cuerpo- comentó el agente.
-En el caso de la agente Kawasaki es muy distinto, ella tiene gran resistencia. Como usted, agente Kunimitzu, tienen fama de soportar el dolor como ningún otro- comentó la Dra. Bennedetty.
-Se debe al entrenamiento recibido- justificó, -todos los agentes tenemos la misma resistencia- explicó.
-Claro- expresó con cierta incredulidad, ella sabía que como agentes japoneses eran mejores preparados. -¿Desea verla antes de su reunión el Sr. Bennedetty?- preguntó.
-No- contestó.- Estoy retrasado.
-Entonces no lo detengo más- lo despidió.
El se despidió con un ligero movimiento de cabeza y mientras ella lo veía retirarse comprendió que en El Centro el viejo agente Kunimitzu ya no existía y había uno nuevo y mejorado. El agente Kunimitzu llegó hasta la oficina del Sr. Bennedetty. Digitó el código de acceso y la puerta eléctrica se abrió para permitirle el paso. Cuando entró vio al Sr. Bennedetty sentado frente a su escritorio mirando unas transparencias; cuando este notó la presencia del agente levantó la cabeza para mirarlo.
-Agente Kunimitzu, llega tarde- le dijo a modo de regaño.
-Lo siento señor, estaba en la enfermería- se disculpó.
-¿Cómo esta la agente Kawasaki?- preguntó.
-Perfectamente- respondió lacónico.
-Agente, entrando al asunto que nos atañe y que tiene que ver mucho con la misma agente Kawasaki, me dispongo a preguntar: ¿En qué demonios estaba pensando usted ayer cuando se colocó de modo autónomo?- el agente Kunimitzu le brindó una mirada vacía y el Sr. Bennedetty comprendió que este no iba a contestar. -Rompió con las reglas del protocolo cuando se está en la situación en que se vio involucrada el equipo Beta ayer en Lesotho; no le estoy quitando el merito, la misión fue muy exitosa, pero su actitud deja mucho que desear. Tomó la decisión de liderar el rescate de la agente Kawasaki usted mismo y envió a su equipo Beta de regreso al país junto con el Dr. Linet, pero sin usted- al él le parecía que el agente Kunimitzu no le estaba prestando la más mínima atención así que se puso de pie y se colocó frente a él para mirarlo directamente a los ojos. -¿Podría tan siquiera decir algo agente?
-Nada de lo que diga aplacará su furiosa, señor- contestó con frialdad y algo de altanería.
-Yo no estoy furioso, sólo decepcionado; quien está furioso es el Sr. Summers. Quería degradarlo hasta el nivel primario de un agente de El Centro, pero la Sra. Summers a sabiendas de que no vamos a encontrar a otro como usted le convenció de hacer todo lo contrario- disertó. -Lo han suspendido por diez días y esta degradación quedará acentuada en su impecable expediente con una explicación detallada de los motivos por el cual fue efectuada- concluyó.
-¿Cuándo empieza la suspensión?- preguntó el agente.
-Acaba de empezar, el agente Webster se encargará del equipo Beta en su ausencia y como la agente Scully regresa el lunes no tendremos por qué preocuparnos- le comunicó.
-¿Algo más, señor?- preguntó el agente Kunitmizu, que por dentro se preguntaba por qué no le importaba que le hubieran suspendido por tantos días.
-No agente. Puede retirarse- el agente Kunimitzu se dirigió hasta la puerta y el Sr. Bennedetty le llamó, el agente le miró sobre su hombro derecho. -Felicidades por lo que hizo por la agente Kawasaki, demuestra un interés especial por su equipo- le congratuló.
-Gracias, señor.
Mañana siguiente
Aeropuerto Internacional de Washington
Área de espera.
Un nervioso Dr. Mulder vestido informalmente se movía inquieto en su asiento del salón de espera. La agente Scully a su lado miraba impaciente una pantalla que daba la información de todos los vuelos retrasados aquella mañana.
-No puedo creer que esté retrasado- se quejó él, -es que no puede ser.
-Es normal- explicó la agente conforme con el nuevo panorama que se dilucidaba ante ellos.
-No intentes consolarme- le pidió.- Odio la espera.
-No podemos hacer nada- señaló.
-Claro que sí. Pedir una explicación- expuso.
-No vas a ganar nada gritándole por tercera vez a la encargada de abordaje, y deja de moverte en esa silla me estás poniendo nerviosa- le reclamó al verlo tan inquieto. -Toma, a ver si se te pasa la ansiedad- le dio una bolsa de semillas de girasol.
-Dame un motivo para no regresar a casa- expresó tomando la bolsa de semillas de girasol.
-No me has visto en bikini- le indicó seria cuando empezó a mirar una revista.
-Ese es un buen motivo- dijo divertido y con picardía.
Cada uno se puso hacer lo suyo, la agente veía con interés los lindos vestidos y trajes que mostraba la revista y el Dr. Mulder paseaba la mirada por el salón, comía semillas de girasol y continuaba impaciente. La agente Scully sabía que tanto movimiento no era normal.
-¿Necesitas ir al baño, Mulder?- le preguntó sin dejar de mirar la revista.
-Las dos tasas de café y el jugo ya están haciendo efecto- respondió, pero aún permaneció sentado y muy centrado en volverla loca.
-¿Necesitas una invitación para ir?- le preguntó.
-Eres irritante, Dana- le dijo poniéndose de pie.
-Tú me irritas a mí- él le dio una mala mirada y fue directo al baño.
A ella de repente le dieron ganas de reír por el cuadro, eran un par de tontos y ridículos. Se decía a sí misma que ya parecían un matrimonio, pero eso era demasiado decir. Después de un rato, el Dr. Mulder volvió ya menos inquieto.
-¿Mejor?- preguntó ella aun risueña.
-Sí- contestó, prestó especial atención al anuncio de los altoparlantes.
-Pasajeros del vuelo 315 con destino a Florida, por favor abordar por la puerta cuatro- anunciaban. -Pasajeros del vuelo 315 con destino a Florida, por favor abordar por la puerta cuatro- volvieron a repetir.
-Somos nosotros- comunicó la agente Scully mientras se ponía de pie.
-¿Tienes los boletos?- le preguntó el Dr. Mulder al tomar una de las maletas de mano.
-Aquí en el bolso- se los mostró cuando los sacó y caminaban hasta la puerta de abordaje. -¿Tienes goma de mascar? La presión del aire me cierra los tímpanos, es una sensación muy incomoda.
-Lo se, descuida tengo un paquete- le informó.
-Gracias por volar por nuestra aerolínea- le agradecía una de las azafatas que inspeccionaba los boletos de avión y se los devolvía.
-De nada.
-Odio el marketing- dijo entre dientes el Dr. Mulder y la agente Scully lanzó una pequeña risa.
Empezaron a caminar por el pasillo que los llevaría hasta el avión, al final los esperó otra azafata que volvió a inspeccionar los boletos de avión, les dijo lo que le había dicho la otra y la agente Scully volvió a reír cuando el Dr. Mulder puso los ojos en blanco. Luego de eso pasaron hasta el avión y buscaron sus asientos.
La agente Scully quiso reservar en primera clase, pero no quería que la situación fuera tan obvia para el doctor, así que reservó en clase comercial. Encontraron los asientos que les correspondían y el Dr. Mulder guardó las maletas de mano de ambos en el compartimiento del avión y luego tomó asiento junto a la agente. Sin esperarlo un móvil comenzó a sonar y la agente sacó el de ella de su bolso, pero su sorpresa fue descomunal al ver que era el del Dr. Mulder que sonaba.
-¿Si?... Hola amigo. ¿Cómo estas?.... Yo muy bien... Sí, lo se, ella me comunicó sobre esa pequeña reunión con el jefe... No debes preocuparte, seguro que fue algo externo...- podía ver la cara de enfado de la agente Scully, él le tomó la mano y se la besó para ver si lograba borrar esa expresión, pero había sido en vano.- Eh... es interesante, lo leí ayer… No, voy de camino a Florida- él sonrió emocionado, pero la emoción de la agente Scully se había ido de ese avión. -Sí, con esa bella pelirroja de la cual te hable y la cual me está mirando como un demonio porque no le agrada la idea de que mi móvil esté de invitado en este viaje- a la agente Scully lo que le causó fue gracia, pero volteó a mirar por la ventanilla antes de que el doctor sintiera júbilo por su logro. -Te lo envío mañana temprano, aún tengo que darle los últimos toques... Gracias, igual. Adiós- y con la última palabra colgó y guardó el móvil. -Era mi editor- le informó.
-No puedo creerlo- dijo enfadada.
-Tú trajiste el tuyo- justificó.
-No es lo mismo, yo soy agente federal, no puedo estar incomunicada. Además se supone que estamos de vacaciones- explicó.
-Te contradices- cantó divertido. -¿Estamos de vacaciones a medias o totalmente? Para mí es a medias, no podía dejarlo. Tú podías dejar el tuyo, estás de licencia médica.
-¡Jesucristo! ¿Con quién estoy saliendo?- preguntó mirando hacía el techo. -Se la pasa todo el tiempo discutiéndome que sólo pienso en mi trabajo, pero él- señaló al Dr. Mulder, -no puede vivir sin trabajar, está maquinando algo todo el santo día para revolucionar el mundo de la psicología como si la bendita carrera fuera la salvación del mundo.
-¿Estás hablando con el avión?- preguntó confundido.
-¡Mulder! Que ese aparato no vuelva a sonar o lo ahogaré en el Atlántico- le ordenó.
-Me encanta cuando te pones furiosa- se abrochó su cinturón de seguridad. -Me excitas.
-Estoy hablando en serio.
-Todo lo que tú quieras, ahora dame un beso- le tomó de los hombros para que ella se acercara a él.
-Mulder, Mulder….
Fue inevitable, él logró obtener ese beso que deseaba en ese justo momento y también logró dejarla sin aire. Pero después de sentir esos labios algo le dijo que necesitaba volver a sentirlos y haló de la camisa al prominente doctor y se fundieron en un beso mucho más que ardiente. En ese instante apareció una de las azafatas, la cual carraspeó para llamar su atención.
-Disculpen, pero pronto vamos a despegar y deben ponerse los cinturones de seguridad- le comunicó, especialmente a la agente Scully que aún no se lo había colocado del todo.
-Sí, en un momento- le dijo la agente que no dejaba de besar al Dr. Mulder.
La azafata se retiró derrotada, ambos amantes no estaban muy interesados, ni en el avión y mucho menos en los cinturones de seguridad. Dana Scully le quitaba los restos de lápiz labial de la boca a Fox Mulder.
-Tengo una fantasía….
-Sexo en el baño mientras el avión vuela- concluyó por él la agente Scully. -Hecho- el doctor le sonrió.
-Por eso te amo- y volvió a besarla.
Continuara…
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