chapter = XIII
author = NikkyScully
dedicate = Disclairmer: Yo soy la fundadora y creadora del Centro, con todos sus operativos y agentes en su interior, a excepción, obviamente del Dr. Mulder y la agente Scully, los cuales le pertenecen a la mente brillante (y fastidiosa) de Chris Carter. No agregaré más nada.
Clasificación: ¿Existe clasificación para este fic?
Dedicatoria: A Rovi, mi amada beta y la fan numero uno de Tezka, a Estrella que me prometio la peli de Pride and Prejudice y aun no se aparece con ella y mi Vania bella.
Agent Macgirl, mi compañera, mi amiga, mi co-escritora en otros proyectos y quien me regalará algo entre el mes de agosto y septiembre. A Rosa, que no se donde anda, a Paulina por igual que anda súper perdida, a mis niñas que las extraño y a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Maca, Icezard, Lizzy_x, Katherine_M_S, Sakura Spooky, conocimiento_acumulado, Chilly, wendymsanchez, Mary, scully_gab, leencita, Joly, dana-k, Isa, tazzy, danny_kf, gyllyx y adeDanK. Gracias a todos
Nota o más bien aviso: Les informo, para que no lo tomen por sorpresa, que este fic va hacer endemoniadamente largo. Tanto que me sorprende, así que les recomiendo que si planeas seguirlo tenganme mucha paciencia . Disfrútenlo.
Rating = touchstone
Type = Angst
fanfic = Florida
Hilton Hotel & Resort
Horas de la tarde.
El avión llegó sin ningún problema a aquella ciudad veraniega de Estados Unidos. El Dr. Mulder y la agente Scully bajaron del avión y después de buscar el poco equipaje que habían llevado salieron del aeropuerto y tomaron un taxi que los llevó al hotel donde se hospedarían.
El famoso hotel de las cadenas Hilton los recibió con todo el glamour y el desenfreno que los caracterizaba. Rodeado de hermosas playas y bellos paisajes. El ambiente era tan relajante que el Dr. Mulder podía ver la tranquilidad que la agente Scully expresaba en su rostro de marfil. Se registraron en el hotel y fueron llevados hasta la habitación donde se quedarían por cinco días y cuatro noches.
La agente Scully quedo maravillada al ver la habitación, era tan clara y pura, sabanas blancas cubrían la cama y un enorme ventanal que daba a un balcón les ofrecía una hermosa vista del mar. El Dr. Mulder se encargó de darle propina a quien les había llevado las maletas hasta la habitación y luego lo despidió. Encontró a la agente Scully sentada sobre la hamaca del balcón y él la abrazo por detrás.
-¿No te dio risa? La gerente te llamó Sr. Scully- comentó divertida la agente.
-Eso sucedió porque tú hiciste las reservaciones- aclaró el doctor.- No parecemos casados ¿O si?
-Tal vez en nuestra forma de comportarnos, pero te aseguro que nuestras relaciones sexuales no son en nada parecidas a las de un matrimonio- aclaró.- ¿Cómo se llama ese movimiento que hiciste cuando estábamos en el baño del avión?
-Un tirabuzón- respondió mientras se divertía intentado desabrochar la blusa de la agente.
-Oh… interesante- le dejo hacer lo que él quería con la blusa, jamás podía impedirle nada.-Este lugar es hermoso- dijo extasiada.
-Tú eres hermosa- le dijo el doctor al besarle el cuello, ella sonreía complacida.
-Se parece mucho a San Diego- comentó con añoranza.
-En Carolina hay playas, pero no tan parecidas como estas. Son más frías- explicó sentándose a su lado y ambos se recostaron en la hamaca, esta comenzó a balancearse.- Pero los veranos son estupendos.
-¿Viste el jacuzzi del baño? Es enorme- comentó entusiasmada.
-Hay varias cosas que podemos hacer allí- expresó con picardía.
-Primero estrenemos la cama- le recomendó la agente cuando le mordió una ojera.
-De acuerdo Sra. Scully- se levantó de la hamaca y casi la agente cae estrepitosamente en el suelo, él la detuvo y la levanto en brazos.- Primero la cama, luego el jacuzzi.
Ambos entraron a la habitación y está se llenó de risas y carcajadas en el preludio del juego sexual. Luego de ese pequeño preludio la habitación ardió de pasión, como ardía el sol aquella tarde en la veraniega ciudad de Florida.
Washington
El Centro
Sistemas.
Los agentes Patrick Labiorestaux y Daniel Rivera trabajaban afanosamente en las últimas misiones del día para cuando apareció la agente Kawasaki, ambos se sorprendieron al verla allí porque se suponía que ella aún estaba hospitalizada.
Entró al lugar y el agente Rivera le cedió su asiento, aunque no se veía cansada él sabía que ella aún se estaba recuperando de sus heridas y quemaduras provocadas por los electrochoques.
-Gracias Rivera- expresó ella.
-¿Qué haces aquí Kawasaki?- preguntó él muy curioso.- Deberías estar en la enfermería.
-La Dra. Bennedetty me dio de alta, dice que no soy una buena paciente, - dijo con gracia.- Y es cierto, no me gusta estar en cama por tanto tiempo, así que me envío a casa por unos cuantos días.
-No crea que va a trabajar agente, esta de licencia médica- le recordó el agente Labiorestaux que aunque no la veía por estar centrado en su computadora no podía evitar recordarle cual era su estado.
-Lo se agente, no vengo a rogar por trabajo. Conozco las reglas, solo es que quiero saber dónde esta el agente Kunimitzu. Aún no lo e visto y quisiera agradecerle lo que hizo por mi en Lesotho- explicó.
-¿No lo sabes?- preguntó desconcertado el agente Rivera.
-¿Qué no sé?- preguntó ella curiosa.
-El agente Kunimitzu fue suspendido ayer- respondió.
-¿Por qué?- preguntó atónita.
-Quebró las reglas del protocolo al liderar la misión de tu rescate en Lesotho, se colocó en modo autónomo queriendo ser su propio jefe y no obedeciendo las órdenes de El Centro- contestó el agente Rivera.
-¿Y dónde esta ahora?- preguntó ella pasmada.
-En su casa- respondió el agente Labiorestaux poniéndose de pie y yendo a buscar un CD en una de las cajas.
-¿Dónde vive él?- investigó curiosa.
-¿No sabes donde vive?- ella negó el saberlo,- que pena- dijo a modo de broma el agente Rivera.
-¿No podrían darme esa información?- preguntó la agente.
-Las únicas personas que pueden darle esa información son los superiores y los operativos nivel cinco como el mismo agente Kunimitzu- explicó el agente Labiorestaux.
-Agente Labiorestaux, usted es operativo nivel cinco- le recordó,- usted puede dármela.
-No tengo autorización para otorgársela agente, lo siento- se disculpó el agente Labiorestaux.
-Nadie sabrá que usted me la dio- le aseguró.
-De todas formas no puede, va contra las reglas- le dijo el agente Rivera.
En ese instante entró a Sistemas la agente Illianof y miró a todos con especial atención, pero sobre todo a la agente Kawasaki.
-Al sur de Norfolk, Virginia. Torre de departamentos Camelot, sexto piso, departamento 6A- le informó la agente a Kaoru Kawasaki.
-¡Alexa!- gritó su esposo
-Gracias agente Illianof- le agradeció entusiasmada y se puso de pie.
-Llévale saque, le va a encantar- le recomendó.
La agente le agradeció nuevamente con un ligero movimiento de cabeza y salió de Sistemas. Ambos caballeros miraban pasmados a la agente Illianof.
-¿Qué?
-¿Se puede saber que te pasa?- le preguntó tenso su esposo.
-Dejo que lo bueno fluya- explicó.
Y lo único que menos quería Patrick Labiorestaux era que su esposa se inmiscuyera en asuntos de otros agentes, pero para él era irremediable, Alexa Illianof siempre iba tres pasos más adelantada que todos en El Centro y ciertamente ella estaba bastante interesada en que Tezka Kunimitzu y Kaoru Kawasaki pertenecieran a la parte bonita de la organización. La parte fea solo traía pura tristeza a la vida de los agentes.
Florida
Hilton Hotel & Resort
Había quedado quieta y pensativa, después de un momento largo y delicioso lleno de ardor, miraba el paisaje a través del gran ventanal de la habitación. Recostada boca a bajo, su espalda desnuda era una invitación clara para dulces caricias; pero saciada se preguntaba cuándo llegaría el fin y qué sería de ella cuando ese paraíso vivido se fuera a convertir en un nuevo infierno del cual ya no tendría escapatoria.
Giró su cabeza hacía otro lado de la habitación y vio a ese hombre que la había sentenciado a muerte de pie frente a la cama, cubierto con absolutamente nada, mostrándole lo que, sin alguna duda, conocía perfectamente. El era alguien completamente abierto, sin miedos o reservas, no conocía impedimentos y sólo tenía una cosa en claro en ese momento: eran ellos dos solos en aquel planeta y no había nadie más.
Ella deseaba ser otra persona, amar sin pensar en reglas, protocolos, objetivos y deberes. Había roto todas las normas existentes en su vida, pero sabía que en cualquier momento esa vida que tanto negaba, la iba a salir a buscar y la devolvería de un golpe a aquella realidad que ya no soportaba. Mientras él volvía a la cama, ella giraba sobre su cuerpo cubriéndose con las sabanas y él le miró con interés.
-¿En qué piensas?- le preguntó.
-En que si no te cubres te vas a resfriar de nuevo- contestó sonriendo débilmente.
-Si me cubro no podre seguir haciéndote el amor como tú quieres- explicó con perspicacia.
-¿Y por qué crees que quiero seguir haciendo el amor?- preguntó arqueando su ceja, una seña clara de total incredulidad y asombro.
-Porque…- se acercó más a ella y le habló sobre sus labios,- aún tienes mucho que dar- y le beso despacio y sutil, una diminuta caricia que logró hacerla vibrar.-¿Ves?
-No veo nada, solo veo a alguien que no se cansa de saciar una de sus necesidades primarias- le aclaró mientras le acariciaba un hombro.- ¿Sabías que podemos vivir sin esto?- le preguntó aparentando ingenuidad. Era cierto, pero para el Dr. Mulder esa parte de la psicología no era aplicable.
-Dana, sigue en el FBI y con la medicina, ahí esta tu verdadero futuro- a la agente Scully le dieron ganas de reír con tal comentario.- Es en serio, no más psicología para ti.
Ella le sacó la lengua a modo de burla y él hizo una mueca de desacuerdo e incomodidad. Se miraron fijos, explorándose las almas, ella tenía esa mirada relajada y contenta y él, por su parte, no podía pedir más. Todo ya le era suficiente y solo le quedaba hacerla feliz.
Introdujo una mano por debajo de una de las almohadas de la cama y de allí sacó un estuche largo en terciopelo azul. La agente Scully lo miró consternada, se estaba preguntando qué estábamos tramando él. Sin dilatar mucho el momento, el doctor abrió el estuche frente a la agente y le mostró un brazalete celta de oro y plata con diminutas figuras de soles y lunas. Ella tocó el precioso brazalete como si fuera un ensueño.
-¿Te gusta?- le preguntó gozoso.
-Es bellísimo- respondió maravillada.
Él sacó el brazalete del interior de su estuche y tomó una de las manos de la agente, se lo colocó quedando justo a su muñeca, los soles y las lunas brillaban perfectamente ante el contraste de la luz y el doctor besó la palma de la agente con su mirada fija en el rostro de ella.
-No debiste molestarte- le dijo ella conmovida con el obsequio.
-No pude resistirme- explicó.- Aunque debí decidir entre el brazalete o un juego de ropa interior comestible- contó divertido.
-Eres incorregible- le reprochó,- pero de todos modos gracias- expresó.
El le sonrió y volvió a quebrar ese diminuto espacio entre ellos con un beso, ella se dejó llevar permitiendo que se hundieran más y más. El empezó a retirar aquella sabana que cubría el cuerpo desnudo de la agente. Su diminuto y bien formado cuerpo le llamó como una mantra y le abrazó por la cintura mientras se besaban. Ambos cuerpos comenzaron a emanar esa esencia cálida de placer y deseo muy particular entre ellos.
Ella podría morir mañana, no le importaba, la felicidad de ese momento y de otros como ese siempre las llevaría grabada en su alma y en su piel. No se arrepentía ni por un segundo de haberse enamorado, no podía lamentarlo, él le había mostrado las cosas bellas de la vida y por las cuales valía la pena sacrificarse.
Norfolk
Virginia
Torre de departamentos Camelot
Departamento de Tezka Kunimitzu.
Cuando la agente Kawasaki llegó a Norfolk y estacionó su auto frente a la torre de departamentos Camelot le pareció que se había equivocado de dirección, pero el gran letrero que había sobre la entrada del edificio le comunicó que no se había equivocado de lugar.
Era un edificio rustico, con una arquitectura bastante común y sobre todo capaz de pasar desapercibido frente a cualquiera que pasara por allí. Estaba, pero a la vez no estaba ahí. La agente bajó de su auto y cruzó la calle, se detuvo frente las escaleras del edificio, tenía duda, tal vez el agente Kunimitzu no estaba interesado en verla, pero ella sentía que debía agradecerle por lo que él había hecho.
Cuando subió las escaleras y entró al edificio se dirigió inmediatamente a los ascensores, pero el portero del edificio que se encontraba detrás de un mostrador de vigilancia la detuvo.
-Disculpe señorita ¿A dónde cree que va?- preguntó desconfiando.
-Vengo a ver a Tezka- respondió señalando el ascensor.
-¿Quién es Tezka?- preguntó más desconfiando y confundido.
-El Sr. Kunimitzu- respondió acercándose al mostrador.- Vine a verle- repitió.
-¿Quién es usted?- preguntó curioso.
-Su hermana- contestó, sabía que el portero no la iba dejar subir si no se identificaba.
-El Sr. Kunimitzu jamás me ha dicho que tiene hermana o hermano- dijo con duda.
-Usted ni siquiera sabía que él se llama Tezka ¿Cómo cree que le diría sobre mi existencia? Para mi hermano yo no existo- comentó.- Además solo vine a darle la sorpresa, descuide, le diré que le llame para que este más tranquilo- se acercó al ascensor y le llamó.- Que tenga buenas tardes.
El ascensor se abrió y la agente después de haber dicho una gran mentira entró y desapareció tras sus puertas. El portero aun no seguía muy convencido, pero la agente no le pareció tan peligrosa después de todo. Kaoru Kawasaki llegó al sexto piso de la torre Camelot, se acercó a la puerta del departamento 6A y llamó enseguida.
Cuando la puerta se abrió jamás se imaginó ver lo que había visto. Tezka Kunimitzu estaba seximente desprolijo; con pantalones deportivos negros, descalzo, sin camisa, despeinado, todo sudoroso y sin sus elegantes lentes de aire. Todo un símbolo. La agente Kawasaki sintió que cierta parte de su anatomía se derretía.
El agente Kunimitzu la miró extrañado de verla allí, era un ser poco sociable y recibir visitas en su casa era poco común. Pero con las cosas sucedidas con anterioridad entre ellos él no tenía porque sorprenderse al verla allí; pero si lo estaba y bastante.
-¿Kawasaki?
-Buenas tardes señor- le saludó con una diminuta sonrisa, era lo único que podía hacer ante la tensión del momento.
Pero la tensión se rompió cuando el inter-com del agente empezó a sonar, este acudió a contestar sin pedirle a la agente que pasara, está mucho menos iba a pasar sin que su superior se lo pidiese. Era muy atrevida, pero tenía sus límites y más cuando las cosas se habían vuelto tan complicadas y le pareció extraño, pero podía escuchar música electrónica salir del interior del departamento.
-¿Mi hermana? -preguntó el agente que hablaba con su portero, el cual le explicaba lo sucedido a través del aparato. Miró a la agente que aun seguía frente a la puerta.- No, no soy hijo único- le aclaró a su portero siguiéndole el juego a la agente, no se iba a echar para atrás, ambo tenían muchas cosas de que hablar.- Me sorprendí, si. Gracias por todo Sr. Wilson. Buenas tardes- colgó el aparato y se acercó a la puerta.- Pase agente- le pidió.
Ella entró gustosa, pero sin demostrarlo lo suficiente. El agente respiró profundo cuando ella pasó bastante cerca de él. Se concentró en cerrar la puerta y cuando giró vio a la agente sentada en pequeño banco que había pegado a la pared donde el agente Kunimitzu colgaba los abrigos y se quitaba los zapatos. La agente Kawasaki se quitaba las botas negras quedando solo en medias, colocó las botas debajo del banco junto con otros zapatos que sin ninguna duda eran de su superior. Para los japoneses el suelo de un hogar era sagrado y el calzado era demasiado profano para ser usado dentro de un hogar.
Se puso de pie y el agente le pidió su abrigo, ella se lo quitó y se lo entregó; él colocó el abrigo sobre el perchero junto a otros que ya había allí y le invitó a introducirse un poco más en el interior del apartamento.
Ella observó el amplió salón, decorado con tendencias minimalistas y modernas, todo en blanco y gris, simple pero a la vez exótico, pulcro y limpio; lo cual demostraba una vez más la obsesión de agente Kunimitzu por la perfección la cual empezaba por su hogar. Ella giró a mirarlo, no podía dejar de hacerlo y él al sentirse tan expuesto se vistió con una camiseta negra que encontró sobre el mueble principal, la agente Kawasaki sonrió al verlo aparentemente nervioso.
-Disculpe el desorden, estaba haciendo ejercicio- comentó mientras acudía a apagar el estéreo que ya lo estaba incomodando con su bum bum y su plas plas.
-Ya veo- agregó ella.
-¿Cómo llegó hasta aquí?- le preguntó y la agente lo miró como si no entendiera.- ¿Cómo me encontró?- reformuló.
-La agente Illianof me dio su dirección- contestó.
-La agente Illianof sabe que es contra las reglas revelar mi domicilio- expresó.- Por eso usted no debería estar aquí- reafirmó.
-A ella le importa un comino las reglas- expresó, vio una diminuta sonrisa en el agente Kunimitzu ante su comentario.- Descuide señor, no pienso permanecer mucho tiempo aquí. Solo vine a decirle algo.
-¿Qué?- preguntó.
-Vine a agradecerle lo que hizo por mi en Lesotho- comunicó,- fue algo que nadie esperaría de usted, ni siquiera yo que alardeo de conocerlo a la perfección. Siempre pensé que para usted era demasiado importante su carrera como para arriesgarla por un agente, ya veo que no. No le importó romper el protocolo y liderar la misión de mi rescate. Estoy enteramente agradecida- expresó.
-No tiene porque estarlo- le dijo sutilmente.
-Es mi deber, sobre todo porque por mi culpa a sido suspendido y eso afectara gravemente su condición dentro de El Centro- dijo contrariada y con la vista gacha.
-Eso es lo de menos, Kaoru- le aclaró el agente Kunimitzu.
Ella levantó la vista al escuchar su nombre salir de los labios del agente Kunimitzu, lo cual era enormemente insólito. Era primera vez que lo escuchaba llamarla por su nombre a pesar de que muchas veces la había tuteado. Comprendió que las cosas habían cambiado.
-Lo que es importante es este extraño e incomprensible sentimiento que se ha desarrollado entre nosotros- explicó.
-Para mi no es extraño y mucho menos incomprensible- se señaló así misma.- Siempre lo e tenido claro- expresó.
-Entonces tendrás que explicármelo a mi porque simplemente aun no lo comprendo- expresó confundido.
-¿Qué es que lo que no entiendes?- le preguntó inquieta, le parecía que el agente Kunimitzu estaba teniendo serias dudas.
-Esto- señaló.- Lo que quieres de mí, lo que siento pero no puedo expresar porque no sé si es real. Tal vez sea un error, tú y yo…
-Me salvaste la vida, te fuiste por encima de todos los protocolos y estamentos del Centro y no protestaste ante tu suspensión por una razón muy especifica- disertó.- Soy importante para ti.
-¿En que sentido?- preguntó.
-¿Me estas pidiendo que exprese por ti lo que sientes?- le preguntó indignada.- Sabes lo que piensas, sientes, deseas, anhelas de esto; no intentes librarte de lo que tienes que decir- le reclamó.
El agente Kunimitzu tomó asiento, pensativo e inseguro ante la conversación que se desarrollaba esa tarde, no sabía ni que decir. La agente Kawasaki se mostró impaciente.
-¿Sabes por qué no quiero abrirme? Porque tengo serias dudas con respecto a lo que sientes- explicó.
-¡Estoy enamorada como una estúpida de ti!- explicó irritada.- No puedo creer que tengas dudas.
-Las tengo porque solo llevas cuatro meses en Washington- se puso de pie para enfrentarle,- no pudiste enamorarte de mí de la noche a la mañana.
-Llevo cinco años enamorada de ti- rectificó.- No es primera vez que nos vemos las caras Tezka, tú y yo tenemos una historia- ilustró.
-¿De qué estas hablando?- le preguntó confuso.
-Trabajamos juntos por dos años en la Agencia de Inteligencia Japonesa, antes de que fueras transferido al Centro- narró.- Aunque para ti en estos momentos soy una simple miembro de tu equipo, en Japón para ti yo era nada, era invisible ante ti. La chica de los papeles, el correo y el café, alguien que se preparaba para subir al nivel primario, mientras tú ya eras un operativo de campo. Eras más joven en ese entonces, caminabas erguido y orgulloso por los pasillos de la agencia, como lo sigues haciendo ahora en El Centro; inmutable y frio, sagaz, trabajador y demasiado inteligente para nuestra agencia de inteligencia, el Samurái perfecto. Así que lograste que Estados Unidos te contratara y te fuiste, yo quede destrozada. Eras mi héroe, ese amor platónico que se convirtió en un sentimiento tan fuerte que cinco años después no e podido sacar ni siquiera de mi alma.
-No logro recordarte- manifestó contrariado.
-Es lógico, como ya dije en esa época para ti yo era más que invisible- recordó.- Solo una vez en dos años te atreviste a mirarme, corrías de prisa por el pasillo que llevaba al exterior, estabas a punto de salir en una misión y yo me cruce contigo. Ambos chocamos y antes de terminar en el suelo sentí como me sostenías por la cintura y me mirabas con esos ojos que siempre demuestran nada y me pediste disculpas antes de seguir tú camino- narró.- Yo me quede paralizada como toda una adolescente y entendí que de una forma ridícula me atraías.
-¿Por qué no dijiste nada?- preguntó curioso.
-Lo intente, pero mi estrategia no fue lo más exitosa que digamos, además me sentía aterrada y bueno tú eras bastante intimidante- contestó.
-No era mi intención, estaba enfocado solo en mi trabajo, además tú nueva estrategia ha sido muchos más intimidante que mi propia actitud; por consiguiente has llamado mi atención- afirmó y ella sonrió triunfante.
-He llamado más que tu atención, eso quedo claro ese día en el vivero de la agente Hannigan- recordó.- Por cierto ¿qué significó eso?- preguntó extrañada.
-Para explicarte eso tendré que tomar algo bastante fuerte- comentó preocupado.
-Traje saque, no es como el de Osaka, pero servirá- refirió.
-Iré por las copas- indicó.
Se miraron por un rato y ella se había dado cuenta que el agente Kunimitzu no se encontraba nadando en sus aguas y que estaba completamente incomodo, por ello dedujo que era primera vez en mucho tiempo que veía involucrado en una relación afectiva, si a eso se le podía llamar relación afectiva.
Debía ser muy cuidadosa y cautelosa, aunque él no aparentaba ser de los que se asustaba con facilidad no quería desencadenar cierto pánico y así evitar que aquel prospecto que tanto le interesaba no saliera corriendo. El se avocó a buscar las copas en la cocina y ella fue en busca de bolso, de donde sacó una botella blanca con letras japonesas en su etiqueta frontal. Aquella tarde Tekza Kunimitzu y Kaoru Kawasaki confesarían mutuamente muchas verdades.
El Centro
Área de descanso
Alexander Krycek y Alyson Hannigan compartían una cama del área de descanso de El Centro de modo amistoso. En las últimas semanas, y después de que el agente Krycek había comprendido que la agente Scully no estaba para nada interesada sentimentalmente en él, ambos se habían compenetrado lo suficiente como para aparentar ser hermanos.
Ella descansaba, o lo intentaba, porque el agente Krycek lanzaba al aire una pelota de tenis una y otra vez en forma de juego, lo que hacía que la cama se agitara y evitaba que la agente Hannigan descansara. Ella sabía como llamar su atención y mantenerlo quieto, así que no dilato el momento.
-Si ya estas consiente de que Dana esta saliendo con otro ¿con quién crees tú que sea?- preguntó.
Y hay estaba otra vez esa cara de inconformidad y enfado tan habitual en el agente Krycek, cuando lanzó la pelota evito atraparla y esta cayo en cualquier lado de la diminuta habitación. El cruzó los brazos y puso su mirada fija sobre la pared frente a la cama.
-Dime tú de quién sospecha- le invitó él.
-Yo pregunte primero- expresó la agente mientras permanecía recostada en la cama.
-Marcus Webster- expresó con recelo y arrastrando cada silaba.
-¿En serio?- preguntó incrédula.
-Tiene que ser él, todo el tiempo los veo conversando. Ella siempre esta hablando de él, Marcus esto, Marcus aquello. El otro día le invite a almorzar y ella me dijo que había quedado con Webster ese día- narró molesto.- Es él- refirió.
-No es él- negó la agente colocando sus brazos detrás de su cabeza.
-Entonces si no es él lo acaba de colocar en mi lugar, ya parece su mejor amigo- comentó fastidiado.
-Alex no olvides que Webster fue el amante de Melissa antes de que esta falleciera, estaban muy enamorados; incluso hay rumores de que estuvieron comprometidos. Eso aún no lo confirmo. Ambos están muy compenetrados, Webster ha ocupado la parte de Melissa en el corazón de tu amada Dana- dijo irónica.- Y recuerda: desde que te le declaraste automáticamente dejaste de ser su mejor amigo, ninguna mujer puede ser amiga de quien rechazó tan vergonzosamente- explicó.
-Gracias por tu maquiavélico consuelo- le refirió aburrido.- Si no es Webster entonces quién es.
-Yo no creo que sea alguien de El Centro, tiene que ser alguien externo, alguien que conoció recientemente y por lo que sé ella se esta divirtiendo de lo lindo con este nuevo amorío- explicó pensativa.
-¿Alguien de Los Complejos?- preguntó curioso el agente Krycek.
-Mi instinto me dice que no es agente- expresó.
Alexander Krycek la miró fijo y su expresión se volvió sorpresiva, salió de la cama y la agente Hannigan apoyó su espalda del respaldo de la cama. Hannigan le confirmó con la mirada brillante lo que evidentemente él supuso que pensaba.
-Dana no puede estar saliendo con un civil- cuestionó,- conoce las reglas y es de las agentes que no se atrevería a romperlas. Ella es demasiado correcta.
-Después de la muerte de Melissa Scully, Dana ha sido de todo, menos correcta. Esta a simple vista Alex, esta haciendo cosas que no hacía antes. Ahora le preocupan las horas de salida, las llegadas y salidas a tiempo de las misiones, la vez conversando en las esquinas con su móvil. El otro día la vieron llegar vestida de gala y muy pocas veces la has encontrado en su casa después del trabajo- enumeró.- Allá fuera hay un civil que la ha hecho saltarte todo el reglamento laboral de la CIA.
-Es imposible, todo menos eso- comentó incrédulo.- Dana sabe muy bien que si sale con un civil perderá la cabeza- expresó.
-Entonces el Sr. y la Sra. Summers deberán salir a buscar la guillotina que decapitó a María Antonieta porque Dana Katherine Scully se esta acostando con un civil- comentó burlona.
-¡Déjate de bromas! Hablamos de la vida de Dana- le recordó.- Debemos asegurarnos de que tus sospechas sean ciertas Alyson, no podemos ir por ahí pensando tonterías que tal vez no son correctas.
-¿Y qué quieres hacer entonces?- preguntó curiosa.
-Investigar todo este asunto- contestó, se acercó a la puerta y marcó el código para que esta abriera.- ¿Vienes?- le preguntó a la agente al ver que esta volvía ha acomodarse en la cama.
-Paso- contestó.- Ya te abrí los ojos, ahora tú te encargas de averiguar de quién se trata- le explicó.- Ah… y antes de salir apaga la luz, quiero dormir algo.
-Dana puede morir en cualquier momento y tú mayor preocupación es dormir ¿A caso olvidaste de que eres su amiga?
-¡¿Cuándo demonios vas entender tú que ella no tiene amigos?!- le gritó a modo de pregunta.
El agente Krycek lo que hizo fue intimidarte y antes de que la agente le saltara encima procuró apagar la luz y salir de allí. Si ella no iba hacer de mucha ayuda él tendría que encargarse él solo del asunto y nuevo problema que tal vez la agente Hannigan había descubierto.
Caminaba hasta el ascensor del área, haciendo un montón de conjeturas en su cabeza. Le era bastante impresionante creer que Dana Scully estuviera saliendo con alguien que no se encontrara trabajando dentro de las filas de la CIA. Todo lo que le había dicho la agente Hannigan y ciertas pistas que él mismo había encontrado y atado en su cabeza le hicieron comprender que tal vez su colega tenía razón.
Cuando llegó al área de oficina, se vio sin saber por donde empezar, no ayudaba en nada empezar la investigación desde allí mismo. Así que pensó en ir a la fuente del asunto, Dana Scully era la única persona que podía darle las respuestas que necesitaba, ninguna otra y decidió ir en su búsqueda sin saber que ella no se encontraba ni en su casa ni en la ciudad.
Norfolk
Torre Camelot
Departamento de Tezka Kunimitzu.
La conversación, gracias al saque, era de lo más relajada. Aunque el agente Kunimitzu permanecía tranquilo y serio, era obvio que se había vuelto un poco más conversador y la agente Kawasaki lo percibía relajado, era más de lo que se podía pedir. Aunque él mantenía esa muralla que para ella era aún difícil de saltar.
Le había explicado formalmente las razones de su actitud en el vivero y el haberse marchado sin haber terminado lo que él mismo había empezado. Era una prueba para él mismo, quería saber hasta donde podía llegar en una situación como esa, y de un momento a otro sintió cierta inconformidad, para él no era el momento y mucho menos el lugar apropiado. Prefirió que su primera vez fuera en un lugar más idóneo y así, sin explicarle nada en ese instante, decidió dejarlo todo e irse.
-No lo vuelvas hacer- le pidió inconforme,- esa noche cruzaron por mi cabeza muchas cosas que no son dignas de mencionar.
-Ya me dijiste una- recordó él centrado en su diminuta taza blanca para el saque.
-¿Eso?- preguntó recordando esa conversación en el baño unisex del Centro.- No fue muy acertado, lo siento- se disculpó.
-Me han acusado de peores cosas- explicó,- descuida. Por cierto; lo que te dije no fue nada apropiado, soy yo quien debe pedir disculpas- expresó.
-Las acepto sobre todo porque no fueron las palabras adecuadas, entendí lo que quisiste decirme, pero fue demasiado brusco y mezquino. Yo haría lo que quisieras, solo tienes que ser menos humillante- le aconsejó.
-Mil disculpas- volvió a expresar en su lengua natal.
Volvieron a retomar el silencio, el silencio adecuado y perfecto entre dos iguales, el silencio característico de cualquier agente secreto. Un silencio que expresaba mucho y a la vez permitía pensar bastante. Kaoru Kawasaki concentró su vista en una repisa cercana al mueble, había en ella varios sables samurái de diferentes épocas y dinastías; pero uno en específico llamó mucho su atención y se permitió acercarse para poder apreciarlo mejor.
-Ya te recuerdo- comentó asombrado,- eras las asistente de Nyudo Masamune, mi superior inmediato.
-¿Llevas todo este rato pensando en eso?- le preguntó aun interesada en los sables.- Aunque me complace saber que ya me recuerdas, no me gusta pensar que no me creas- dijo.
-Aunque no creas que no me fijo en nadie si lo hago, solo que aparento no hacerlo. No te recordaba porque usabas lentes y tú…
-Si, mi nariz. Fui sometida a una rinoplastia antes de venir aquí, me la rompí semanas antes de mi viaje con una katana de bambú- relató.- Y bueno seguro pensaras que estaba pasada de peso y no me preocupaba mucho mi estética femenina. Pero date cuenta que las agentes japonesas les interesa más el trabajo que la moda, no como las americanas que para ellas es todo distinto.
-Te doy la razón. Alyson Hannigan prefiere morir antes de tener que ensuciar alguno de sus trajes Prada- comentó mientras se servía un poco más de saque.
-¿Estas criticando a una de nuestros colegas?- preguntó asombrada.
-Que no salga de estas paredes- le amenazó.
-Siglo XIII- comentó maravillada con el mango del sable, blanco marfil con palabras talladas en japonés.-¿Aka Shintogo Kunimitzu?- preguntó al leer las palabras del mango, sintió cierta incomprensión.
-Uno de mis ancestros, fue uno de los mejores fabricantes de sables en todo el Japón, muchos Samuráis las usaron. Ese sable es uno de los pocos que ha podido rescatar mi familia- narró.
-Lo sé- dijo,- tú familia es muy respetada en Tokio. Me parece curioso que no compartas esa gloria- comentó.
-Me conoces- le recordó.
-Prefieres las sombras, como yo, como los demás- explicó, paso uno de sus dedos sobre la hoja del sable sin prever que estaba afilada, un dolor punzante y pequeñas gotas de sangre comenzaron a emanar de su dedo.- ¡Rayos!
Cuando él la escuchó supo que se había cortado y se puso de pie para acudir en su ayuda. Ella volteó a mirarlo con el dedo en su boca y la mirada entre ambos fue eléctrica e intensa. El le sacó el dedo para ver la pequeña cortadura, que ante su drama, no dejaba de emanar sangre. El apretó entre sus dedos la herida y dejo de sangrar.
-¿Cómo me encontraste tan rápido en Lesotho?- preguntó mirándolo fijamente, perdiéndose en esa mirada profunda.- Mi intercomunicador había dejado de trasmitir y mi chip de glucosa aun no esta activado- agregó.
-Ordene que activaran tu rastreador muscular- contestó tocando sutilmente el rostro de la agente, se resistía a caer aún si saber que ya había caído en el abismo.
-¿Qué rastreador muscular?- preguntó ya sin importarle nada, esa caricia sobre su rostro la estaba llevando a otro punto del mundo.- Yo no tengo ningún rastreador muscular.
-Todos los agentes nuevos tienen un rastreador muscular- ella abrió los ojos asombrada y él se avocó a aclarar sus dudas.- Solo son activados por cuestiones de emergencia y se te será retirado cuando tu chip de glucosa termine de tomar todas las muestras de ADN de tu cuerpo para hacerlas compatibles con el sistema de localización de nuestro satélite. Es cuestión de un par de semanas más.
-¿Por qué no lo sabía?
-Porque se supone que es un secreto- contestó tocando una de sus cejas, concentrado en esa piel que tanto ansiaba hacer suya.
-¿Y si es un secreto por qué me hablas de ello?- le preguntó al sentir que su cuerpo se activaba como en el vivero.
-Porque tú preguntaste- respondió.
Y la distancia fue borrada, la frontera había dejado de ser frontera y ambas bocas volvieron a explorar ese territorio que ya habían visto pero seguía siendo desconocido. El le soltó la mano y ella lo abrazo por completo, temiendo que volviera a alejarse, pero cuando sintió sus manos alrededor de su cintura y que la obligaban a colgarse en él supo de inmediato que Tezka Kunimitzu ya no tenía miedo y que estaba dispuesto a sentir como ella estuvo sintiendo a lo largo de cinco años.
Florida
Hilton Hotel & Resort
Restaurante
La luna se reflejaba clara e imponente en la bóveda celestial, reinado entre las estrellas que centellaban para los mortales sobre la tierra. Esa noche en especial dos seres pertenecientes a ese efímero grupo se disponían a cenar tranquilamente en el ambiente que ofrecía uno de los restaurantes del hotel.
La brisa marina los acaricio al instante de su llegada, así dándoles la bienvenida, cosa que anteriormente había hecho el simpático gerente que los llevo a una mesa desde donde podían ver la belleza nocturna del mar. No había palabras para tanta perfección y ellos eran parte de ella.
Le sirvieron, a cada uno, un delicioso plato de marisco acompañado de un exquisito vino tinto español. Conversaban amenamente sin el tópico de sus trabajos y el apuro de la cotidianidad.
-Debería hacer esto más seguido- comentó el Dr. Mulder con una expresión relajada a la vez que luchaba con un trozo de langosta,- hacía años no me sentía tan disipado como ahora- comentó.
-Es bueno alejarse un poco de vez en cuando, y sobre todo de una forma inesperada; es lo que lo hace más emocionante- explicó.- Melissa y yo lo hicimos muchas veces- recordó,- aunque era peor que yo. Ella era capaz de sacarme de pleno trabajo, subirme a un auto y montarme en un avión junto con ella- sonrió un poco.- Era tremenda.
-Háblame más de ella- le pidió.
-¿Qué te gustaría saber?- le preguntó tomando un poco de su copa de vino.
-No lo se- hizo un expresión de negación con los hombros,- cualquier cosa ¿Era como tú?
-No- contestó deprisa y con cierta risa.- Melissa era mi antítesis; era más expresiva, sociable, muy jovial, creía en esas cosas del tarot y los signos zodiacales. Era muy espiritual pero bastante rebelde. Solo por llevarle la contraria a mi padre se enlisto en el ejército junto con mi hermano Bill- narró,- papa casi se muere. Pero luego se calmó y se sintió orgulloso cuando le dieron esa medalla al valor por su participación en la guerra del Golfo. ¡Era increíble!
-¿Por qué dejo la milicia?- preguntó curioso el Dr. Mulder
-Mmmm…- se limpió los labios con su servilleta de tela,- según ella, pagaban mejor en Seguridad Nacional- contestó.- Melissa no era constante, un día decía que era vegetariana y al día siguiente acababa con la ración completa de carne asada de San Diego- el Dr. Mulder sonrió ligeramente ante el comentario de la agente.- Y como ya sabes, dejo Seguridad Nacional por el FBI hasta que murió- dijo finalmente llevando el tenedor a su boca y con una ligera expresión de tristeza.
El Dr. Mulder llegó a notar esa melancolía en la agente y decidió cambiar un poco él tema antes de que las vacaciones terminaran arruinadas solo por el fantasma de Melissa Scully que permanecía alrededor de Dana Scully.
-¿Qué harás en Navidad?- preguntó él.
-Después de estas vacaciones obligadas y este viaje improvisado, lo que haré será trabajar hasta el cansancio- respondió.
-¿No iras a ver a tu madre?- le preguntó.
-No lo sé, no he pensado en eso- contestó insegura.- ¿Y que harás tú?
-Ya que no visite a Teena en Acción de Gracias tendré que hacerlo para esas fechas antes de que me desherede y de paso también visitare a William. Así mato dos pájaros de un tiro- dijo cómicamente.
-Espero que Teena y William sean tus padres- expresó en forma de reprimenda hacía el Dr. Mulder.- A veces me pregunto qué tienes contra ellos.
-Rencor acumulado durante años- contestó.
-Eres psicólogo, resuélvelo. Ellos te dieron la vida- le recordó.- No debes permanecer todo el tiempo molesto.
-Hagamos un trato: tú resuelves tu problema con tu queridísimo hermano mayor y yo resuelvo el mío con mis padres ¿Qué dices?
-Sigue molesto con tus padres- le pidió con seriedad y continuó con su cena.
-¡Eres una cobarde!- le acusó en son de broma.
-Bueno yo no soy la que esta molesta con mi madre- se defendió.
-Mala técnica- expresó,- sobre todo porque me encantaría tener una madre como la tuya.
-Ni la conoces Mulder- le recordó.
-Bueno, debe ser muy gratificante conocer a la maravillosa mujer que llevó nueve meses en su vientre a alguien como tú- expresó y la agente Scully se sonrojó.- Me encanta cuando haces eso.
-Entonces te enamorarías de mi madre, porque hace lo mismo y tampoco dudaría de que ella se fuera a enamorar de ti. Eres de los chicos que les agradan, los que aparentan ser buenos, pero no lo son- comentó.
-Eso lo heredaste de ella- confirmó él.
-Posiblemente- le daba una mirada picara cuando tomó un trago de su copa de vino.
-Y tú afán por tu país lo heredaste de tu padre- adivinó.
-Indudablemente- afirmó.- ¿Qué heredaste tú de los tuyos?- preguntó curiosa.
-Tal vez la persistencia que alguna vez tuvieron- contestó él con cierta tristeza, ella le tocó la mano ligeramente y él le sonrió.- Es lo que creo- y empezó a trinchar el contenido de su plato con el tenedor y se llevó un trozo a la boca -Mmm… esto esta delicioso- señaló con el tenedor y a ella tampoco le podía sorprender el cambio repentino del tema- debería haber comida como esta en Washington.
-Washington debería de ser como Florida- agregó la agente también muy concentrada en su comida. – Sería una ciudad menos gélida.
En ese momento se acercó a la mesa un camarero con un cubo lleno de hielo y su interior una botella de champaña. Dejo el cubo sobre la mesa de los comensales que le miraban confusos mientras colocaba dos copas sobre la mesa.
La agente Scully miró interrogante al Dr. Mulder, así pidiéndole una explicación por la situación tan confusa que se estaba generando, él le miró sin poderle dar esa respuesta, él tampoco entendía lo que sucedía y ambos llegaron a la conclusión de que ninguno de ellos había pedido la champaña. La agente le sonrió apenada e incomoda al camarero que le servía una copa de champaña y antes de que continuará con la copa del Dr. Mulder esté lo detuvo.
-Disculpe, pero nosotros no ordenamos esto- le explicó apesadumbrado el Dr. Mulder.
-Es un obsequio del hotel- le aclaró el camarero y continuó sirviéndole una copa al doctor.
-Oh… - de forma conmovida fue lo único que pudo agregar la agente Scully al ver la cara de sorpresa de quién le acompañaba.
-Muchas gracias entonces- dijo el Dr. Mulder.
-Que la disfruten- les indicó el camarero antes de retirarse.
-Estas dando muy buenas propinas Mulder- le dijo sonriente la agente.
-Si quieres recibir buen trato da tú también un buen trato- explicó el Dr. Mulder, tomó su copa de champaña y la agente Scully hizo lo mismo.- A tu salud.
-Salud.
Chocaron sus copas al brindar y cada uno tomó un sorbo de la deliciosa champaña y las miradas le brillaban como viejos amigos y amantes.
Washington DC.
El Centro.
Alexander Krycek llegó al Centro casi cubierto por la nieve que azotaba la ciudad, se le congelaba hasta el alma y después de ir en búsqueda de la agente Scully y no encontrarla, lo que más deseaba era una buena taza de café caliente para ver si está calmaba su frustración.
A medio camino se encontró con el agente Webster que le detuvo antes de que pudiera entrar al área del comedor. Pero como el agente Krycek deseaba su tasa de café ni siquiera se detuvo a darle ni una sola explicación sobre su repentina desaparición y entró al comedor sin decir nada, el agente Webster conocedor del mal carácter del agente inmediatamente se propuso hablarle como su rango le permitía.
-¿Dónde diablos estabas?- le preguntó más que furioso,- ¿acaso olvidaste que tienes una misión programada y sales dentro de diez minutos?
-Cálmate- le miró por el rabillo del ojos antes de acercarse a la enorme cafetera industrial del comedor,- tuve que salir- explicó.
-¿Quién te dio permiso?- le preguntó.
-¿Desde cuando tengo que pedir permiso?- le preguntó con altanería, tomo una taza y se sirvió una buena porción de café.
-Creo que se te están olvidando los procedimientos a seguir, Krycek- le cuestionó el agente Webster.
-Tengo más conocimiento sobre los procedimientos que tú, Webster- recalcó y le dio un sorbo a su taza, mientras lo hacía le daba una mirada completamente desafiante.
-Diez minutos.
El agente Krycek ni siquiera se movió cuando el agente Webster le recordó el tiempo que le quedaba. El segundo decidió dejar las cosas como estaban, si el agente Krycek no deseaba trabajar se las iba a ver bien feas con la Sra. Summers, generalmente era quién se encargaba de bajarle los sumos a cada agente de la organización y volverlos parásitos. Escuchó al agente Krycek llamarlo y él se devolvió para mirarlo con enfado.
-Fui a visitar a Dana- le miró fijo, buscando una expresión de nervios en él, pero lo único que encontró fue una mirada vacía y fría.- No la encontré- comentó.
-Pensé que lo sabías – dijo pausadamente.
-¿Saber que?- preguntó confuso.
-Esta de viaje- contestó a sabiendas de que el agente Krycek no iba a estar contesto con ese hecho.
-¿A dónde se fue?- preguntó curioso.
-No lo sé- contestó.- Sólo me dijo que se iba por par de días, me dejó las llaves de su departamento para que regara las plantas- relató.
-Entonces es cierto, no eres su nuevo amante- le dijo sin pelos en la lengua y tampoco miramientos, seguía mirándolo con desprecio y el agente Webster sintió cierta tensión.
-¿Andas buscando a Scully por qué quieres saber con quién se esta revolcando?- sonrió con ironía.- Das vergüenza- le dijo y luego salió del comedor.
A Alexander Krycek le dieron deseo de lanzar su taza de café contra la pared y sin poder suprimir su instinto de rabia, lo hizo. Quienes estaban allí se exaltaron al ver el desastre de café y pedazos de cerámica esparcidos por el suelo. Sin importarle que había hecho salió de allí con el alma hecha furia.
Florida
Hilton Hotel & Resort
Con la compañía de la playa, el ruido sosegado del mar, la noche y una manta sobre la arena, Dana Scully y Fox Mulder terminaban de disfrutar esa botella de champaña que le habían regalado en el restaurante del hotel.
El Dr. Mulder se encontraba recostado sobre la manta, intentando descifrar los secretos que se resguardaban en las estrellas y la agente Scully intentaba averiguar que le había provocado cierta incomodidad en la planta de su pie. El Dr. Mulder le acarició ligeramente la espalda, pero ella seguía insistiendo en saber que la había cortado.
-Déjate eso- le sugirió,- se puede infectar.
-De todas maneras se va infectar- le miró por encima de su hombro ya que le daba la espalda.- Tengo arena dentro de la herida. Debí dejarme los zapatos- dijo frustrada y el Dr. Mulder se rio callado para que ella no lo escuchara.
-Si te los dejabas te iba hacer muy difícil caminar sobre la arena- levantó la espalda.- Gira hacía mi- le pidió.
Ella hizo lo que él le pidió, y él tomó el pie de la agente entre sus manos inspeccionando así la chistosa herida que causaba irritación en la agente, él sonrió un poco al ver que la mujer que se encontraba frente a él estaba siendo un poco exagerada. Sacó un pequeño hielo de la cubeta donde aún permanecía la botella de champaña y lo frotó sobre la diminuta herida, Dana Scully se estremeció un poco al sentir el frio en la planta de su pie.
Los pequeños trozos de arena salieron de ella y la pequeña cortadura ahora sólo se veía rozada y muy ridícula, parecía más un arañazo sin importancia que de seguro ya no molestaba.
-¿Sabías que las plantas de los pies hay cientos de terminaciones nerviosas, que esas terminaciones van a cada parte de nuestro cuerpo y cada una de ellas influye bastante sobre nosotros?- preguntó él al empezar a masajearle el pie.
-E escuchado eso- respondió algo incrédula.
Sintió cierta presión sobre su nunca, pero sabía que nadie estaba detrás de ella masajeándole esa parte de su cuerpo lo cual lo atribuyo a un simple calambre, pero cuando el Dr. Mulder presionó lo suficiente sobre la planta de su pie sintió que debía rectificar lo que pensaba. Luego él trazo una línea descendente en el centro de la planta y ella sintió un cosquilleo recorrerle toda la espalda, un cosquilleo que se convertía en excitación.
Abrió ligeramente los labios y él le miró, pero inmediatamente volvió hacer lo que estaba haciendo. Se concentró en volver a presionar el centro del pie, haciendo que ella sintiera un calor en su interior que bajaba desde sus pechos de forma eléctrica hasta su vientre. Algo que se convirtió en caricia febril y que le excitaba hasta el punto de pensar que era él quien la estaba acariciando el vientre, luego dos dedos del doctor sobre esa parte que manipulaban, llevaron ese calor hasta más abajo y lo depositaron de la manera más enloquecedora en su parte más íntima y femenina.
Ella abrió los ojos de par en par, le brillaban extasiados y él seguía presionando como todo un experto, sabiendo que había encontrado aquel nervio que se comunicaba con su diminuto musculo vaginal. Ella intentó retirar él pie y él no lo permitió, continuó en lo suyo, llevando cada caricia hacia aquel centro y ella se estaba volviendo loca. La sensación era completamente erótica.
-¿Cómo haces eso?- le preguntó ella completamente excitada.
-El cerebro es el órgano sexual más grande- respondió y a ella le dio gracia esa respuesta, á el le estaba extasiando esa mirada lujuriosa que le brindaba su amante.
El disminuyó el ritmo de su masaje y ella aprovechó para retirar su pie de entre sus manos. El le miró frustrado porque evidentemente estaba empeñado en hacerla explotar como un volcán. Se colocó de rodillas frente a él y le abrazo por el cuello, ambas almas se atravesaban tan solo con las miradas.
-El cerebro es demasiado feo, a parte de viscoso; y yo prefiero otro tipo de órgano, preferiblemente largo y firme- dijo lujuriosamente.
La cara del doctor fue de extrema felicidad, ella le beso desesperada. Lo que él había hecho fue provocar el acrecentamiento de su necesidad y podía percibirlo a través del embate de la lengua de ella en su boca. Era toda una gran batalla, ella buscaba con afán recibir lo que añoraba con hambre y él sólo buscaba complacerla a pesar de su extrema sorpresa ante el deseo que él mismo había generado.
La dejaba hacer permitiendo que ese ser salvaje que ella escondía resurgiera de su interior. El se recreaba tocándola, haciéndola sentir al borde de la lujuria y tenerla donde más la quería. Ella llevó sus manos hasta la correa de los pantalones de aquel hombre que había jurado amar hasta quedarse sin su propia alma. No dejaba de besarlo mientras le sacaba la correa y bajaba el cierre, si se alejaba se podía evaporar como la espuma del mar.
Le incitó a que volviera a recostarse sobre la manta y sin importarle mucho que pudieran ser vistos se colocó a horcadas sobre él. Volvió a besarlo ansiosa y él continuaba con sus caricias que dejaban estelas de fuego en su piel, la buscaba por debajo de su delicada blusa blanca; se excitaba con la suavidad de su espalda y ella continuaba haciendo lo mismo sacándole los botones a su camisa y recreándose en su bien formado pecho.
El llevo sus manos por debajo de la inmaculada, larga y blanca falda, buscando más contacto y para hacer más real la unión, y le sorprendió saber que no llevaba ropa interior. Ella sonrió como una niña que acababa de hacer toda una gran travesura. Le conocía lo suficiente como para saber que él no iba a tardar mucho en buscar cualquier excusa para poseerla y si era muy capaz de incitarla en tener sexo en el baño de un avión, era también muy capaz de incitarla a tenerlo en cualquier lugar del hotel, y el cual no fuera meramente la habitación que ambos ocupaban. Por eso no llevaba esa prenda en especifico, la unión no quería dilatarla, lo deseaba tanto o mucho más que él.
Cuando finalmente él entró en ella fue como si se hundiera en el corazón de una llamarada ardiente. Una sensación completamente erótica los envolvió a ambos ante el frenesí del encuentro, sus corazones latían con fuerza y las miradas expresaban el deseo recurrente en cada poro de sus pieles. Ella se apoyaba en su pecho, sin desviar la mirada y comenzaba a moverse sobre él ansiosa y gozosa. El aún mantenía sus manos por debajo de su falda, sosteniéndola por las caderas y agradecido por el éxtasis que se brindaban mutuamente.
Las embestidas del mar sobre la playa competían con las embestidas de ella sobre él, era tan gratificante ser poseída por el ser amado y que esté solo le pidiera su amor. Salió de él para volver a entrar más segura, jadeaba acompañando los sonidos guturales de quien se encontraba debajo de ella, apretaba su miembro en cada embestida y una contracción de su vagina fue el aviso de que su hambre sería saciada. Se agitó gracias al orgasmo que explotaba en ella, vibró sobre él, embriagada por su propia lujuria.
Cayo rendida sobre su pecho, aún lo sentía firme y latente dentro de ella. Aún él no se había saciado como ella ya lo estaba, salió de él para quedar sobre la manta y esa vez ansiosa volvió a recibirlo. Sus embestidas eran fuertes y rápidas, afanosamente ella logró seguirle el ritmo entre cálidos besos; se abrazó más á él sintiendo toda su energía, se arqueaba para que la poseyera completamente y fundiéndose en su esencia carnal.
Y después de un rato sublime, cuando ella misma se sentía llegar al deseado final, lo sintió estallar, recorrerla en todo su interior e hizo suyo su clímax hasta que le siguió, danzando entre exuberantes suspiros y gemidos de placer extremo. Era todo una locura, una locura compartida y la locura compartida es la esencia fundamental para el amor que ambos poseían.
Continuará…
feedback = Sí/Yes
email = jro185ARROBAhotmail.com