chapter = XIV
author = NikkyScully
dedicate = Disclairmer: Ya son mios, Chris no pintó nada aquí.
Clasificación: Es un alternativo de lo más enrredado y yo aún no entiendo de qué va.
Dedicatoria: A Rovi que ha sabido ponerle arreglo a todo este desorden. A Estrella mi incondicional interlocutora que es capaz de escuchar este relato por telefono mientras se lo leo, y a mi amada y queridisima Vania por seguirme la corriente con esta locura.
Agent Macgirl, mi gran amiga y quien sabe estar ahí cuando la necesito, y sin lugar a dudas a Isabel por su inconcidional seguimiento hacía este fic y a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Icezard, conocimiento_acumulado, wendymsanchez, magalyalga, Jossv y Mike. Gracias a todos.
Nota I: Un agradecimiento enorme al Almanaque Mundial 2007, sin él no sabrìa donde enviar a mis agentes.
Disfrútenlo.
Rating = touchstone
Type = Angst
fanfic = Florida
Hilton Hotel & Resort.
La agente Scully había despertado sola aquella mañana en su habitación del hotel donde se hospedaba. El Dr. Mulder se había vuelto a perder, vio su laptop abierta sobre un pequeño escritorio que había en la habitación y junto a ella una nota que rezaba: “Fui a surfear”. Típico, después de ejercitarse todo el día anterior con ella, ahora se iba a ejercitar con una asexuada tabla de madera. Lo iba a matar, eso era seguro.
Se levantó de la cama y fue a darse una ducha. Le sorprendió el desorden imperante en la habitación, decidió ordenar un poco antes de ponerse el bañador que había comprado con la clara intención de provocarle un infarto al Dr. Mulder. Mientras recogía la laptop del doctor éste llamó su atención. Estaba en modo dormido y cuando intentó acceder a ésta, le pidió una clave de acceso. Si hubiera sido curiosa entrar no le hubiera costado mucho, pero prefería respetar su privacidad, además sabía que lo único que iba a encontrar en ella eran los últimos borradores del libro en el cual trabajaba.
Después de recoger se colocó su bañador negro, diminuto y de dos piezas; se miró al espejo y se rió sola. Tal bañador era una arma peligrosa y ella estaba muy consciente de ello. Se cubrió con un pareo largo de igual color, zapatillas playeras, sus lentes y se armó con su bloqueador solar. Era demasiado blanca como para permitir que el sol la rostizara como a un pollo.
Cuando llegó a la playa le sorprendió ver que estaba repleta de vacacionistas, no había un solo asiento donde sentarte y todavía no eran ni las diez de la mañana. Al parecer todos habían decidido conjuntamente disfrutar del sol. Caminó por un rato entre los reclinables y encontró uno muy cerca de la orilla, al lado de éste habían tres chicas más y la agente le sonrió cortésmente.
-Hola- le saludó una de ellas, de tez clara, alta con reflejos rubios y rojos en su cabellera negra.
-Hola. ¿Está ocupado?- le preguntó la agente Scully.
-No, puedes tomar asiento- le invitó esta.
-Gracias- se quitó el pareo y lo colocó sobre el extremo del asiento.
-Linda mañana, ¿no?- comentó otra de las chicas, alta y de tez oscura, con reflejos rojos en su cabellera también negra.
-Preciosa- dijo la agente Scully.
-Mi nombre es Anne- se presentó la chica de tez oscura, -ellas son Rose y Jen.
-Es un placer, mi nombre es Dana- se presentó la agente Scully extrañada ante tanta simpatía.
-El placer es nuestro- expresó Rose, la chica alta y de tez clara con reflejos rubios y rojos.
-¿Eres de Miami?- le preguntó Rose.
-No- contestó sin dar más detalles. -¿Y ustedes?
-Venimos… de ningún lado- contestó Rose, -tenemos dos años viajando y ya no sabemos de donde somos- las tres rieron con ganas.
-¡Rayos! Que espécimen- gritó Jen, una chica de tez clara, bajita y de reflejos muy rojos en su cabellera también negra y que ni siquiera se había dignado en mirar a la agente Scully. -Confirmado, me trae de la baba- dijo risueña.
-¿El rubio?- Rose miró a través de unos binoculares hacia la orilla de la playa y Jen asintió, -muy plástico para mi gusto.
-Estaría bien para pasar el rato. ¿O me lo vas a negar?- luego miró a Anne. -Dile a Rose que no esta mal.
-No esta mal. ¿Complacida?- miró a la agente Scully. -Disculpa a mis amigas, Dana, ellas vinieron de vacaciones y llevan dos días mirando chicos a través de los binoculares.
-Estamos catando- se defendió Rose.
-No me sorprende que uses términos alusivos al alcohol cuando se trata de hombres- le refirió Anne.
A la agente Scully le causaba gracia la situación, las chicas eran tan jóvenes y se veían tan unidas que daba la idea de que eran amigas de facultad. Le recordaban sus años universitarios, cuando ir de vacaciones significaba tener sexo con un extraño en la playa y beber hasta morir. Aunque su actual vida no se alejaba mucho de esa realidad, sólo que no tenía sexo en la playa con un extraño.
-¿Crees que me ofendes?- le preguntó. -Sólo queremos divertirnos, Anne, además tú también lo estas haciendo.
-Pero soy más discreta.
-Dejen de pelear- les pidió Jen, -y continuemos con lo que estamos haciendo. Dana, ya que eres la imparcial aquí, dinos: ¿cuál te gusta más?- le preguntó.
-No sabría decirte- expresó con duda. Catalogar chicos no lo hacía desde hacia siglos.- Yo solo observo- rio ligeramente, aunque estaba más interesada en saber donde estaba metido el Dr. Mulder, no lograba verlo entre los que surfeaban en esa mañana.
-Miremos a los surfistas- recomendó Rose que seguía mirando por los binoculares.
-¿Qué les parece aquel brasileño?- les preguntó Jen que también llevaba binoculares con ella.
-Se ve bien- contestó Anne.
-¿Se ve bien?- preguntó contrariada Jen. -Eso es lo que me molesta de ti. ¿No sabes decir esta buenísimo?- y Anne se hecho a reír mirándola con incredulidad. -Te odio.
-Y yo te amo- le quitó los binoculares.- Veamos. ¿Qué les parece aquel que espera una ola? Pelo castaño, su tabla es blanca y lleva un traje de surf speedo negro con azul.
-No lo veo bien- dijo Rose algo incómoda.
-Yo sí que no lo veo- se quejó Jen. -Anne ¿me los devuelves? Me quite los lentes de contacto y no veo un tanto así- indicó con los dedos.
-No me sorprende- y le devolvió los binoculares.
-¿Hablas del que tiene un bombillo en vez de nariz?- preguntó medio divertida Rose.
Sólo con escuchar que el extraño tenía una nariz grande se activó la curiosidad de la agente. ¿Cuántos hombres podían tener la nariz grande en Florida? Muchísimos, pero a ella le parecía que hablaban de su hombre.
-No la tiene tan grande- defendió al extraño Anne. -¿Qué les parece? Se acaba de montar en una ola y lo hace muy bien.
-Bello trasero- comentó Jen, -firme, atlético; no sacaría la mano de allí jamás en mi vida- dijo con picardía.
-¡Jesús del Cielo!- grito Anne.
-Me parece que es de los que te dejan calvas cuando le haces sexo oral- agregó Rose.
-¡Rose! Das vergüenza.
-Ay mi puritana Anne…
-A mi no me molestaría que me dejara calva- expresó Jen bastante risueña y le dio los binoculares a la agente Scully. -Opinas o no te levantaras de esa silla hoy, eso te lo juro- le amenazó en son de juego.
La agente Scully utilizó los binoculares y buscó entre los que surfeaban al que las chicas acababan de describir. Sí que le sorprendió notar que era el mismo Dr. Mulder, que por cierto ya tenía un buen rato subido en su tabla y aun las olas no lo tiraban. La agente Scully se echó a reír y las chicas le miraron confusas.
-¿Qué?- preguntaron curiosas las tres.
-Nada, sólo me rio por lo buena que es la vida- contestó la agente Scully y le devolvió sus binoculares a Jen.
-¡Oh Dios!- grito Anne, -se acaba de caer de la tabla.
-Pobrecito, vamos a darle primeros auxilios- sugirió Rose. -Yo le doy respiración de boca a boca.
-Tú no le vas a dar nada a nadie- sentenció Anne.
-Tengo hambre- se quejó Jen, no prestándole caso a las quejas de Anne.
Y la agente Scully seguía riéndose, miró hacia la playa y respiró tranquila al ver que el Dr. Mulder salía ileso del mar y dejaba la tabla sobre la arena. Las chicas estaban extasiadas al verlo salir. Luego volvió a mirar a Jen que empezó a gritar.
-¡Se quito la parte de arriba del speedo!- grito Jen histérica, su voz se podía escuchar a cuatro kilómetros de la playa.
-¡Deja de gritar!- le pidió inquieta Anne
-Es que se babea y yo también- agregó Rose.
El Dr. Mulder divisó a la agente Scully y le sonrió ligeramente, ella hizo lo mismo, pero las chicas estaban tan histéricas que no notaron el diminuto saludo entre ambos. El doctor despacio empezó a acercarse a ellas.
-¡Que mirada!- dijo inquieta Rose, -me derrito.
-Cállate, se va a dar cuenta- le pidió Anne.
-Buenos días- le saludó el Dr. Mulder y luego miró a la agente Scully. -¿Cómo estas?
Sin esperar respuesta se agachó frente a ella y le besó con profundidad frente a la mirada atónita de las chicas que se encontraban allí. Se dieron cuenta que la chica que recién acababan de conocer tenía zendo romance con el surfista de nariz grande y lindo trasero.
-¿Estás bien?- le preguntó la agente Scully después de terminar el beso. -Te caíste de la tabla- recordó.
-No fue nada- aclaró, -sólo un raspón en la espalda. El traje me protegió- explicó y luego miró a las demás chicas. -¿Conociendo gente, Dana?- le preguntó.
-Ella son Rose, Jen y Anne, están de vacaciones como nosotros.
-Hola, me llamo Fox- se presentó el doctor.
-Hola- saludaron las tres al unísono y deseando que el tiempo retrocediera.
-¿Desayunaste?- le preguntó el Dr. Mulder a la agente Scully, esta negó con la cabeza. -Acompáñame a la habitación- le pidió, -quiero ponerme algo seco.
-De acuerdo- se puso de pie y tomó su pareo, el doctor la observo de arriba abajo. -¿Qué?
-Un día de estos me vas a matar- le dijo con su mirada lujuriosa y la agente se rió.
-Fue un placer chicas, adiós- se despidió.
-Adiós- dijeron las tres a la vez, ya parecían trillizas.
El doctor y la agente se retiraron. Ante la vergüenza, Jen se cubrió con una toalla y gritaba.
-Trágame tierra- pedía Rose.
-Eso les pasa por imprudentes- dijo divertida Anne, feliz por la metida de pata que habían hecho sus amigas.
-Puta suerte tiene ella- dijo llorosa Jen. -Quiero uno así.
Washington
El Centro
Oficina del Sr. Summers.
La Sra. Summers entraba tranquilamente a la oficina del Sr. Summers, se colocó junto a él a la espera de que este pronunciará algo con respecto a cualquier cosa que quisiera comentarle.
-La misión de Argentina del Complejo II falló en su totalidad- expresó inmediatamente después de eliminar los micrófonos de la oficina. -Fue excelente- celebró.
-Se está haciendo todo lo necesario para bajar la guardia de los Complejos- agregó la Sra. Summers con media sonrisa, a su esposo le agradaba el buen trabajo que ella estaba haciendo para destruir al Sr. Doggett y la Sra. Reyes.
-Phillip se comunicó conmigo y hablamos de ello- comentó él.
-¿Qué te dijo?- preguntó curiosa.
-No mucho, sabes que cuando una agencia tiene problemas él no suele hablar de ello, pero me expresó sobre lo frustrado que se encuentra. No dudo mucho que esté pensando en una limpieza en los Complejos- comentó.
-Sería lo más factible, estamos haciendo entrever a John y Mónica como malos estrategas- refirió la Sra. Summers.
-Las próximas misiones de los Complejos son China y Pakistán. ¿Cuál haremos fallar?- preguntó con entusiasmo el Sr. Summers.
-Ninguna de las dos- respondió ligeramente su señora esposa.
-¿Ninguna de las dos?- le miró confundió.- ¿Por qué no?
-China y Pakistán pertenecen al itinerario del Complejo I y por lo pronto debemos trabajar sobre el Complejo II. Si afectamos a Mónica, John caerá enseguida.
-Eso es ilógico- dijo contrariado.- Ninguno depende del otro.
-Claro que sí- aclaró. -Los Complejos son agencias independientes pero trabajan conjuntamente. El éxito de Mónica le pertenece a John y viceversa; pero Mónica es más débil y debe ser aminorada primero porque cuando ataquemos a John, él no sabrá que lo golpeó- señaló.
-Interesante- expresó el Sr. Summers.- Pero sé que estas disfrutando ver a Mónica preguntándose qué rayos esta sucediendo.
-Como no te lo imaginas- dijo con malicia.
Al Sr. Summers no le parecía correcto como la Sra. Summers estaba tomando el plan, a pesar de que ambos querían deshacerse del Sr. Doggett y la Sra. Reyes, a su esposa le interesaba más humillar, pisotear y destruir a la jefa del Complejo II y todo por el simple hecho de que ésta había tenido una relación previa con su actual esposo. A él le parecía que su esposa era un ser muy vengativo y por ello se estaba tomando el asunto muy en serio, tanto que prefería empezar por el Complejo II que ir directamente a la fuente de sus problemas: el Complejo I.
-Hablando de asuntos oficiales- refirió el Sr. Summers, deseando cambiar el panorama. -¿Cuándo regresa Scully?
-El lunes- respondió.
-Perfecto, con la falta de Kunimitzu me preocupa el hecho de que no estemos dando abasto para las demás misiones- comentó preocupado.
-Descuida, ese asunto lo estamos manejando muy bien. Marcus se está encargando del equipo Beta y por el momento, como ya sabes, el equipo Alfa está haciendo misiones de tercer nivel. Solo para avanzar en nuestra agenda- comentó. -Illianof está trabajando ahora con Hannigan y Krycek.
-¿Y Wolf?
-El y el equipo Omega están Hungría- contestó. -Los demás equipos están en espera de perfiles- concluyó.
-Bien, entonces puedo respirar tranquilo- su esposa le sonrió complacida y se acercó a la puerta. -Hannah- le llamó y esta giró para verle.
-¿Sí?
-Feliz aniversario- le felicitó.
-Lo recordaste- dijo entre la sorpresa y la confusión.
Como jefes de una importante organización a veces no tenían ni tiempo para llevar una vida matrimonial normal. El se acercó a ella y le tocó ligeramente la mejilla, ella cerró los ojos y se sonrojó un poco ante la incomodidad del lugar, no era costumbre para ella recibir afecto en su puesto de trabajo.
-Hice reservaciones en Black Moon- le comunicó, -a las ocho y media.
Ella asintió de acuerdo con el lugar y la hora y le tocó ligeramente los labios con su dedo pulgar, y sin decir nada se retiró de la oficina. El Sr. Summers la vio bajar por las escaleras antes de desaparecer de su vista y luego volvió al trabajo.
Florida
Hilton Hotel & Resort.
Volvían a encontrarse otra vez frente a la playa, el sol de frente brindándoles la luz y el calor necesario para un buen bronceando, lo que más quería la agente Scully. Ella se encontraba boca abajo en un sillón reclinable, con la parte de arriba de su bañador suelto y el Dr. Mulder disfrutando el sólo hecho de colocarle el bronceador con suaves masajes, desde la parte alta hasta la parte baja de su espalda.
Y los caballeros que pasaban por allí pensaban que era un maldito bastardo porque tenía la suerte de estar junto a esa mujer tan despampanantemente bella, él sonreía con cierto orgullo, porque también lo estaba pensando, era un maldito bastardo con toda la suerte del mundo. Al terminar cerró el frasco del bronceador y lo dejó a un lado del reclinable donde él se encontraba y puso especial atención al tatuaje de la agente Scully, era primera vez que lo podía ver tan claramente.
El misterioso ouroboros brillaba perfectamente, sus colores verdes y rojos eran tan reales que parecía que la serpiente en realidad se movía y se estaba comiendo su propia cola. El Dr. Mulder no pudo reprimir su deseo de tocarlo suavemente con su dedo índice izquierdo y hacer el círculo exacto sobre el tatuaje, a la agente Scully se le podía escuchar reír quedito y levantó la cabeza para mirar al doctor sobre su hombro.
-Mulder, me haces cosquillas- dijo con gracia.
-Por eso te lo hiciste en esa zona, eres demasiada sensible allí- especuló.
-¿Por qué me dices lo que ya sabes?- le preguntó con picardía y el docto rió ligeramente. Ella se amarró los tirantes de su bikini y se giró para quedar boca arriba. -Deberías hacerte uno- le propuso.
-Tal vez algún día, cuando sepa que me gustaría hacerme- explicó. -¿Por qué te lo hiciste?- le preguntó curioso.
-Para canalizar mi rabia y mi frustración- respondió lacónica.
-¿Hacia la muerte…?
-No, me lo hice antes de eso- le interrumpió. -Un año después de entrar al FBI,- y volvía a decir la verdad, casi. -Un año después de ingresar a la agencia sentía que había cometido un error por haber dejado la medicina, ya sabes, laboralmente no se me tomaba muy en cuenta en el buró.
-Aún eras nueva- le recordó.
-Lo se y por eso no entendía que me tenían a prueba a espera de que hiciera algo grandioso para demostrar mi potencial y así se me tomara en cuenta. Hice todo lo contrario, me puse rebelde, insulté algunos superiores y me fui de parranda con algunos compañeros que habían entrado conmigo en esa época- narró con sinceridad, ella sabía como adaptar su vida a las cosas que le decía al Dr. Mulder. -Esa misma noche, en la cual me había ido de parranda, Alex y yo entramos a una tienda de tatuajes, estábamos mirando los dibujos hasta que vi el que tengo en la espalda. Inmediatamente decidí hacérmelo y me subí en la silla, entre nervios y emocionada sentía la aguja atravesarme la piel, fue realmente excitante- dijo maravillada. -Sentí que toda esa frustración se iba y que nacía de nuevo, ese tatuaje representaba una nueva visión de mi vida y comprendí que entrar al FBI no había sido un error.
-¿Sólo con hacerte ese tatuaje lo comprendiste?- preguntó incrédulo.
-Aunque no lo creas, así fue. Al otro día le pedí excusas formales a mis superiores, recibí mi amonestación con orgullo y dejé que el tiempo y la prueba pasara- explicó. -Seis meses después me encontraba arrestando a uno de los traficantes de drogas más importantes de la zona este de Washington, me sentí muy bien.
-¿Trabajaste en la unidad anti drogas en un principio?- preguntó el Dr. Mulder extrañado.
-Sí, ahí fue donde me enviaron en un principio. Sabes que cuando se es nuevo no se elige la unidad. Luego pedí mi traslado a la unidad anti terrorismo- concluyó.
-Al igual que tu compañero- especuló con un ligero tono de celos.
-Así es- respondió insegura.
-Interesante- expresó pensativo.
-Creo que no te agradó saber eso- comentó la agente Scully acomodándose mejor en el sillón y colocándose sus lentes de sol.
-No, no pienses eso- aclaró él, -al contrario. Me demuestra lo excelentes compañeros que son, han trabajado juntos desde hace años. Por cierto: ¿él sabe que tú y yo salimos?
La pregunta la tomó desprevenida y sonrió medio incómoda, debía contestar porque si se quedaba callada le iba a dar que pensar al Dr. Mulder y verlo en plan de celos no era muy apropiado si quería disfrutar sus vacaciones.
-No- contestó mirando hacia el frente.
-¿Por qué no?- preguntó extrañado.
-Porque no me interesa que sepa sobre mi vida privada- contestó.
-Con razón no me reconoció el día que lo vi en el ascensor, se mostró a la defensiva y hasta negó conocerte cuando le pregunte sobre ti- comentó buscando respuestas en el lenguaje corporal de la agente Scully.
-Alexander Krycek sufre de paranoia patológica. Es peor que tú, ve una conspiración a su alrededor todo el tiempo- el Dr. Mulder la miró ofendido y ella se limitó a sonreír divertida. -Me sorprende que no te haya arrestado- se rió ligeramente.
-Deberías presentármelo- ella le miró y aunque él no podía ver sus ojos sabía que expresaban negatividad. -Conoces a todos mis amigos y yo no conozco ni a tus vecinos…
-Conoces a Marcus Webster- le recordó.
-Solo lo vi una vez- explicó. -Soy más antisocial que tú, Dana, deberías tener mas conocidos y al parecer no es así.
-A mí me basta contigo- expresó cansada y se puso de pie. -Vamos a bañarnos, el agua se ve deliciosa.
-No hemos terminado- le dijo molesto.
-Para mí sí- concluyó.
La agente Scully se quitó los lentes y se acomodó el traje de baño, vio el enfado del Dr. Mulder y decidió irse a bañar sola. Si lo dejaba un momento a solas era probable que su enfado pasara a segundo plano y así lo hizo, él podía ver como ella entraba en el agua completamente despreocupada mientras él intentaba entender la renuencia de ella en presentarle a su mejor amigo.
Sabía que no era por cuestiones laborales, de eso no había duda, algo le decía que era por algo más. Para él era probable que ella y su compañero habían tenido una relación antes de ella conocerlo a él, pero no quería tan solo pensarlo sino también comprobarlo. El no conocía para nada a Alexander Krycek, pero una cosa sí era seguro: no era santo de su devoción.
El Centro
Sistemas
Alexa Illianof entraba al área de de Sistemas seguida de los agentes Hannigan y Krycek. Ambos llevaban abrigos, programados para una misión fuera del país habían pasado por esa área buscando el perfil y otros datos.
-¿Lo tienes?- le preguntó al agente Labiorestaux.
-No deberías ir, es una misión para un equipo- le comentó su esposo sumamente preocupado.
-No puedo hacer nada, fue una asignación- le dijo. -Descuida, estaremos bien- le calmó.
-Puede que te vaya bien, pero cada vez que haces misiones de ese tipo te descompensas tanto que caes enferma- le recordó.
-Estaré bien- repitió. -Por favor, dame el disco- le pidió.
Su esposo le mostró el disco que ella deseaba y prácticamente se lo arrebató de las manos ante la negatividad de él para entregárselo. Le tocó la mejilla para despedirse y luego miró a los demás agentes para que le siguieran.
Los tres caminaron por el pasillo que los llevaba hasta la salida y entraron al ascensor que los llevaría hasta la superficie. Los tres permanecían callados pero estaban bastante pensativos. La agente Illianof entendía la preocupación de su esposo, ella no estaba hecha para misiones de campo, valía más de otra forma; pero la agencia no entendía ese hecho y él tenía que luchar contra sus preocupaciones.
-Deberías hacerle caso- le aconsejó el agente Krycek que se encontraba detrás de ella.
-Creo que mi vida no te concierne, Krycek- le dijo la agente Illianof mirándolo sobre su hombro.
-Te agotas demasiado, haces doble trabajo. Trabajas más que el mismo Kunimitzu- le recordó con pesadez.
-Es mi trabajo y adoro hacerlo- le aclaró.
-Pero nos arriesgas cuando estás en condiciones de no hacerlo- le comunicó.
La agente Illianof sacó su arma y violentamente empujó al agente Krycek contra la pared del ascensor y lo encañonó por debajo de su barbilla, todo eso frente a la misma agente Hannigan que jamás había visto a la agente Illianof con esa actitud hacía otro agente.
-Ya que estamos siendo tan sinceros debo decirte que jamás me has caído bien y que te incluyo en mis perfiles y en mis equipos porque eres bueno, pero mi paciencia tiene un límite- le quitó el seguro al arma. -En cualquier momento podría ser capaz de atravesarte con una de mis balas y te aseguro que no tendré remordimiento después. Así que preocúpate por vivir tu miserable vida y olvídate de inmiscuirte en la ajena- le aconsejó y luego bajó el arma.
El ascensor abrió sus puertas y la agente Illianof salió presurosa de allí. El agente Krycek y la agente Hannigan estaban atónitos con lo sucedido, las puertas volvían a cerrarse y la agente Hannigan las detuvo.
-Vamos- le pidió.
-No creo estar seguro de ir a Portugal- dijo asustado.
-Sé que da miedo, pero es mejor cumplir con la misión. Luego veremos como alejarnos de ella lo suficiente- le aconsejó, le tomó del abrigo y ambos salieron del ascensor.
Washington
Barrio Chino.
Restaurant Ying- Yang.
El agente Kunimitzu y la agente Kawasaki se encontraban pasando el día juntos después de aclarar, ordenar y expresar lo que uno sentía por el otro. Esa tarde era más fría que ninguna otra, pero a la agente Kawasaki le apeteció salir y el agente Kunimitzu quiso complacerla. Aunque ella no imaginaba que la llevaría a comer a una zona perdida de Washington.
Un viejo mesero les servía los tallarines con sopa en unos tazones tradicionales mientras la agente Kawasaki creía que tal cosa no estaba sucediendo. El agente Kunimitzu no decía nada, sólo la miraba extrañado aún, después de la noche que habían pasado juntos. Era una nueva etapa en su vida que le sería difícil aceptar, pero que tampoco deseaba rechazar.
-Es irónico- comentó la agente Kawasaki, -comemos comida china en el barrio chino cuando nosotros somos japoneses.
-Sería un buen chiste si pudiéramos contárselo alguien- expresó el agente Kunimitzu tomando de su taza de té.
-Pudimos haber ido a otro lugar- expresó incomoda.
-¿Adónde?- preguntó curioso.
-No sé, tal vez al centro de la ciudad- contestó. -Hay mejores lugares donde se puede comer.
-Lamento mi mal gusto en restaurantes- se disculpó, -pero me gusta este lugar- comunicó.
-Porque está bastante perdido y porque aquí nadie nos vería- dijo desilusionada.
Ella entendía las razones de estar allí, pero aún así le incomodaban. El quería que fueran bastante discretos cuando ella pensaba que no importaba porque su relación era bastante permitida en la organización y para ella era mucho peor que estuvieran ocultando aquella recién empezada relación, sobre todo porque dentro de los hombres del Centro, Tezka Kunimitzu era uno de los más deseados entre las mujeres, a pesar de su frialdad y egolatría hacía el trabajo.
-Estás en lo correcto.
-Odio estar en lo correcto- comentó.
-Ya me tienes. ¿Qué más quieres?- preguntó confuso.
-Tal vez un poco de realismo- informó. -Tarde que temprano se van a dar cuenta, me gustaría evitarles las molestias.
-¿Crees que tener una relación dentro de El Centro es muy fácil?- le preguntó. -Te equivocas, no son prohibidas pero por ello te ponen a prueba durante meses para ver si tal relación no afecta tu desempeño como agente de la organización- dijo entre dientes y en su idioma natal, era mejor ser mas discretos en aquel lugar. -Trabajas para mí y por ello sería mucho más difícil.
-¿Por qué?- preguntó al borde del enfado.
-Porque te sacarían de mi equipo- contestó finalmente, -te enviarían a trabajar con otro o, peor aún, te enviarían a trabajar a uno de los Complejos- señaló. -Así de sencillo.
-Tú no quieres que me aleje de ti- afirmó de modo sorpresivo.
El no dijo nada ante eso, permaneció callado; pero ella podía ver en sus ojos su acuerdo ante lo que ella había dicho porque no era capaz de decirlo él mismo. Para él era muy difícil expresar sus sentimientos, decirle una mínima parte de lo que sentía lo hizo con ayuda de una botella completa de saque y aún no se atrevía a decirle que la amaba. Ella lo sabía, pero quería escucharlo, pero primero tendría que esperar por la segunda era glacial.
-Bien, si es importante que seamos discretos así se hará- expresó sajando un trato.
Y él le agradeció haciendo una ligera reverencia con las manos e inclinando su cabeza. Ella se rió ligeramente, podía ser gracioso de una forma muy extraña ya que eran cosas no muy típicas en él. Después ella puso toda su atención sobre su plato de tallarines y sopa, y luego veía como el viejo mesero traía una gran ración de sho- mei para ambos y así lo compartieron.
Florida
Hilton Hotel & Resort.
Área de juegos
Horas de la tarde.
La agente Scully y el Dr. Mulder se divertían jugando al billar, pero más se divertía el Dr. Mulder abrazando por detrás a la agente y tocándola en lugares inapropiados. Ella no le decía nada porque en el salón estaban solos, pero luego de un rato el salón empezó a llenarse con huéspedes del hotel que querían jugar al tenis de mesa, al ajedrez o al billar, y ya los juegos del Dr. Mulder se habían vuelto incómodos.
-Basta Mulder- le pidió entre risas. -Déjame jugar.
-No te estabas quejando hace un rato- le recordó tocándola por debajo de la cintura, sus manos ya estaban llegando muy al sur.
-Tenemos personas a nuestro alrededor- le comunicó y él ni siquiera se inmutó. A ella no le quedó más remedio que alejarse de él.
-¿Desde cuándo te ha importado lo que piensen los demás?- le preguntó acercándose a ella.
-Desde siempre- le informó calculando hacia donde debía enviar la siguiente bola.
-Tú no me quieres, Dana- dijo quejumbroso.
Ella falló el tiro, dejó el taco sobre la larga mesa de billar y miró al Dr. Mulder que se mostraba frustrado.
-Mulder basta de juegos- le pidió. -No puedes estar bromeando.
-No lo hago, lo que digo es cierto; tú no me quieres- volvió y repitió.
-Te quiero más que a mi vida- dijo sincera.
El Dr. Mulder le miró a los ojos, la agente tenía una expresión seria e inquieta y a él no le quedó más remedio que echarse a reír al notar que ella había caído nuevamente en su juego. Ella inmediatamente comprendió lo que estaba haciendo, se molestó enormemente y se alejó de allí. El Dr. Mulder la siguió en vista de que ya había montado una escena.
-Dana.
-Eres un manipulador, Mulder- le gritó y siguió su camino.
-Vamos, era broma- ella se detuvo y se acercó a él.
-¿Para ti es una broma dudar de lo que siento por ti? Es una chiquillada de tu parte jugar con eso, jugar con mis sentimientos- aclaró. -Me molesta cuando lo haces.
-Lo siento- se disculpó.
-Lo siento no basta- expresó. -Te he dado más de lo que le he podido dar a otro; tienes mi corazón, mi alma, mi cuerpo, mis temores, mis angustias; mis deseos y mis sueños- enumeró. -No creo que sean motivos para bromear.
-Ok… ahora me siento miserablemente mal- expresó.
-Perfecto- celebró. -Es lo justo- y lo abrazó sin él entender las razones. -Tengo miedo por lo que siento por ti, me has hecho más vulnerable pero he aprendido a amar cada minuto y cada segundo de mi existencia sobre esta tierra. -El se abrazó más a ella, creyendo sentir entre sus cuerpos cada uno de los sentimientos entre ellos.
-Sé que suelo ser un tonto, pero sé lo que sientes por mí y te amo más por eso- le tomó de las mejillas mirándola fijamente a los ojos. -Y también sabes que este hombre, que está hoy delante de ti, te pertenece- aclaró.
Ella sonrió y lo besó, luego volvieron abrazarte y ante el flujo de personas que se encontraban allí se dieron cuenta que debían continuar su camino. Tomados de la mano y pensando en lo que había pasado atravesaron el área de recepción del hotel y la agente Scully vio a alguien sumamente familiar parado frente al mostrador de registro del hotel.
Continuaron hasta la terraza techada del hotel y tomaron asiento en uno de los largos sillones del lugar. El Dr. Mulder le pidió un escocés a la roca a uno de los camareros que pasaba por allí; la agente Scully no pidió nada, sólo deseaba recostarse y poner su cabeza sobre las piernas del doctor. El se recreaba encantado acariciando su larga caballera larga y de momentos ella empezaba a relajarse y se olvidó de aquella discusión tonta y sin sentido. Ambos se amaban y no tenían por qué dudar uno del otro.
Un rato después sintió un beso sobre sus labios, el sabor del escocés en los labios del doctor la hizo despertar y le sonrió. Volteó su cabeza para mirar hacia los otros sillones de la terraza y el Dr. Mulder aún continuaba acariciando su cabellera. Ella vio otra vez ese sujeto que había visto en la recepción, sabía que lo conocía, pero no recordaba de donde. Sumida en sus archivos mentales sin esperarlo de sus labios salió un nombre a modo de un susurro.
-Eduardo Franco- expresó.
-¿Qué dijiste?- le preguntó el Dr. Mulder que no la había escuchado bien.
-Nada- volteó su cuerpo y le miró fijo. -Quiero chocolate- le comentó.
-Puedo pedirle al camarero que traiga una barra- le dijo el Dr. Mulder.
-No, aquí no tienen de los que me gustan. Traje una barra que compre en el aeropuerto- levantó su cuerpo del sillón y se volvió a calzar sus zapatillas. -Iré por ella.
-Te acompaño- se ofreció.
-No, quédate aquí- le pidió. -No tardaré mucho- se puso de pie y encorvó su cuerpo para besarlo. -Vuelvo enseguida.
El se mostró de acuerdo y ella se alejó de la terraza sin ni siquiera mirar al Sr. Franco, que estaba a unos pasos de ella. Cuando llegó a su habitación supo inmediatamente que debía actuar, la laptop del Dr. Mulder aún continuaba sobre el pequeño escritorio de la habitación y ella deseaba utilizarla, pero era tan respetuosa y dentro de la norma que prefirió no utilizarla y sacó la de ella esperando que el doctor no entrará por aquella puerta, él podía ser muy impaciente cuando se lo proponía.
Se sentó inmediatamente sobre la cama, apoyando su espalda en el respaldo de está y encendió enseguida su laptop. Cuando pudo acceder a ella después de librarse de todas las restricciones que ella misma le había colocado, agradeció a Dios y a la tecnología por poder entrar a los archivos de la agencia a través del satélite que estaba conectado a todas las computadoras de la CIA y de los agentes.
Buscó entre los archivos de la CIA el archivo personal de Eduardo Franco. Este era de ascendencia española, exportaba armas al Medio Oriente y era uno de los miembros más importantes del terrorismo vasco. Dana Scully maldijo, a pesar de encontrarse vacacionando no podía pasar por alto la situación; Eduardo Franco era importante y debía ser eliminado. Tomó su celular y marcó un número, inmediatamente del otro lado de la línea le contestaron.
-Identificación y nivel operacional- le pidieron del otro lado de la línea.
-DS002303. Operativo nivel 5- expresó la agente.
-Buenas tarde, agente Scully. ¿Con quién desea comunicarse?- le preguntó la voz del otro lado de la línea.
-Bennedetty. Asunto de tercer nivel- comunicó.
-Un momento por favor.
Washington.
El Centro
Oficina de Andrew Summers
El Sr. Summers miraba confuso y extrañado al Sr. Bennedetty. Lo que el Sr. Bennedetty le decía le parecía una completa locura.
-¿Qué hace allá?- le preguntó el Sr. Summers.
-Suponemos que vacacionando, Franco tiene inmunidad diplomática por ser familiar directo del embajador de España en Estados Unidos- contestó.
-No, no hablo de Franco, hablo de Scully –corrigió. -¿Qué hace en Florida?
-Lo mismo que Franco- contestó la Sra. Summers por el Sr. Bennedetty, traía una ligera sonrisa al pensar que la agente le había hecho caso y se estaba divirtiendo de lo lindo con el Dr. Mulder. -En fin… Dana es lo de menos, Franco debe ser eliminado- informó.
-Es lo que trato de decir desde hace cinco minutos- comentó enfadado el Sr. Bennedetty. -¿Le ordeno a Scully que lo elimine?- le preguntó al Sr. Summers.
-Maravilloso, nosotros matándonos como perros aquí y ella está tomando el sol. Se supone que está de licencia medica.
-Recuperarse de esa herida no le iba a costar quince días, Andrew- le aclaró su esposa enfadada con su actitud. -Además fui yo quien le ordenó que viajara para que se relajara, se lo merece después de todo lo que le ha pasado- comento, -y deberías estar contento con esa idea, se topó con Franco y ella es la indicada para enviarlo a mejor vida.
-¿Y bien?- preguntó el Sr. Bennedetty en vista de que el Sr. Summers no decía nada después del sermón que le había ofrecido su señora esposa.
-Ordena vigilancia discreta, no habrá para ella apoyo externo; así que se cuide, si la descubren queda sola- expresó el Sr. Summers pensativo.
-Tiene la mejor tapa- agregó su esposa pensando que de seguro toda Florida pensaba que la agente estaba de luna de miel. Su esposo la miró curioso. -Está de vacaciones, como todo el maldito hotel.
-Sería mejor que lo trajera a Washington, de seguro tiene mucha información sobre el contrabando de armas- recomendó el Sr. Bennedetty.
-No, yo lo quiero muerto. Es una amenaza para Norteamérica, ni siquiera debería estar aquí- sentenció el Sr. Summers.
-Bien. Me iré a comunicar con Scully- expresó el Sr. Bennedetty y luego se retiró.
Florida
Hilton Hotel & Resort.
Se preparaban para ir a cenar, pero la agente Scully aprovechaba que el Dr. Mulder acababa de meterse al baño para bañarse y revisaba el correo electrónico que había recibido del Centro. Lo había supuesto, le ordenaban que eliminara a Eduardo Franco y sin apoyo externo. Seguro la orden había venido del mismo Sr. Summers y el Sr. Bennedetty era su intermediario.
No bastaba con que ella les hubiera comunicado la presencia de Eduardo Franco en Florida sino que también tendría que hacer el trabajo sucio. A veces su carrera le daba asco. Mientras deducía que hacer con respecto a ello, el Dr. Mulder salió del vestidor de la habitación ya cambiado con ropa playera y se acercó a la cama.
-¿Qué haces?- le preguntó extrañado al verla con su laptop.
-Reviso mi e-mail- contestó y se apresuró a cerrar la laptop antes de que él pudiera ver lo que ella se encontraba haciendo.
-Debemos apresurarnos, la cena es hasta las nueve- le recordó a la vez que luchaba con la pulsera de su reloj.
-Dame un segundo- dejó el computador sobre la cama y se puso de pie. -Me quito esta bata de baño, me cambio y nos vamos- se soltó los tirantes de la bata y dejo ver su ropa interior.
-Quédate así- se sentó junto a la laptop de la agente.
-¿En ropa interior?- el Dr. Mulder asintió extasiado. -Ni siquiera te dejan entrar en bañador- entró al vestidor.
El Dr. Mulder hizo una mueca de desacuerdo por ese hecho y como curioso notó que la laptop de la agente Scully seguía encendida y él levanto la tapa, está salió de su estado dormido y mostró el logo gubernamental del FBI con el águila norteamericana, sus colores azules, blancos y el nombre de la organización: Buro Federal de Investigaciones; demasiado sencillo para su gusto. Continuó curioseando y se frustró cuando intentó acceder al sistema; el programa de la computadora le había perdido la clave de acceso. La agente Scully salió del vestidor y le miró, no le gustó lo que estaba haciendo, pero tampoco se lo demostró.
-Por más que teclees no lograras entrar- le dijo y empezó a mirarse en el espejo.
-¿Por qué tiene clave?- preguntó.
-¿Por qué tiene la tuya?- le devolvió.
-¿Cómo sabes…?- y se dio cuenta que ella también había estado fisgoneando. -¡Dana!
-Vamos- le calmó, -la tuya no se compara con la mía- refirió, hablando así del estatus de su máquina por el simple hecho de pertenecer a quien pertenecía, -además respeto tus cosas privadas. Escuchaste: privadas- repitió, le tomó de la mano y le ayudo a ponerse de pie.
-Es una tonta computadora- dijo molesto.
-Es una computadora federal- aclaró y lo llevó hasta la puerta. -Vamos señor fisgón, tengo mucha hambre.
Y ambos salieron de la habitación aún ella preocupada por el trabajo que le perseguía hasta Florida y él por conocer lo que ella en realidad le estaba ocultando. Llegaron hasta el comedor y tomaron una de las mesas, esa noche se servía por buffet y el Dr. Mulder fue el primero en ir a llevar su plato para buscar su cena.
La agente Scully se quedó, mirando el panorama, esperando a que Eduardo Franco se apareciera y al parecer él la había escuchado porque no tardó cinco minutos en llegar. Iba acompañado de dos sujetos más, al parecer sus guardaespaldas, uno de ellos llevaba una laptop y la agente Scully supuso inmediatamente que estaban en Florida por negocios. Al matar a Franco debía obtener esa laptop, dejarla sería un error. El Dr. Mulder regresó a la mesa y la sacó de su modo de vigilancia.
-¿Qué estás mirando?
-Esos niños- contestó.
-¿Qué niños?- preguntó confuso el Dr. Mulder.
El miró hacia atrás y uno de ellos chocó con la silla del doctor y siguió corriendo, él le gritó que tuvieran cuidado y la agente empezó a reír. Ella fue a buscar su cena y volvió pronto a su mesa; el Dr. Mulder devoraba la suya pero la agente Scully ni siquiera había tocado su plato, estaba tan concentrada en hacer lo que le correspondía como agente del gobierno que ya sus deseos de diversión habían pasado a segundo plano.
-Dana, nos has comido nada- comentó preocupado el Dr. Mulder.
-De repente se me quitó todo el apetito que tenía hace un momento- le aclaró con resignación.
-Creo que estás algo distraída- interpretó, -¿te gustaría dar un paseo por la playa más tarde?
-Me encantaría- dijo complacida.
-Pero primero come algo, ¿sí?- le pidió con insistencia.
Ella lo complació y se comió su cena como una niña obediente, a veces le sorprendía el poder que él tenía sobre ella, pero era fácil de entrever cuando se está enamorado de una persona prohibida, eso era lo que ella pensaba. Luego de terminar con sus bebidas en el comedor salieron de allí, no sin que antes la agente Scully le echara un rápido vistazo a Eduardo Franco, que aún continuaba cenando con sus guardaespaldas.
No fueron a presenciar el show que el hotel ofrecía y mientras caminaban por la playa ella se olvidó un poco del trabajo y prefirió disfrutar lo que quedaba de la noche con el Dr. Mulder y él comenzó hablar de sus vidas.
-He estado pensando que deberíamos vivir juntos- le comentó sorpresivamente.
Ella le miró fijo con una expresión de sorpresa, sonrió y volvió a mirar hacía el frente mientras continuaban caminando. Ella pensaba que él definitivamente se estaba volviendo loco y él quería saber en qué estaba pensando.
-¿Qué opinas?- preguntó curioso.
-Es precipitado- dijo con pánico.
-Tenemos cinco meses juntos- le recordó.
-Por ello es precipitado, es cierto que estamos compenetrados pero aún no estamos preparados para compartir el mismo espacio por veinticuatro horas- explicó.
-Es lo que hemos estado haciendo en estos últimos dos días y nos ha ido bien- expresó. -Creo que nos iría mejor en la vida cotidiana. Además Dana, nuestros trabajos son tan exigentes que aunque vivamos juntos seguiríamos viéndonos el mismo tiempo que nos estamos viendo ahora- justificó.
-Yo creo que no será posible, tú te vuelves loco cuando no te contesto tus llamadas. Imagínate como te pondrás si no llego a casa a la hora de la cena- se detuvieron uno frente al otro y ella colocó sus brazos alrededor del cuello del Dr. Mulder. -Aparte que eres un desordenado y me sacas de mis casillas- comentó divertida.
-Es en serio, deberíamos intentarlo- explicó con seriedad.
-Si damos el paso de vivir juntos sabes cuál sería el siguiente paso- le comentó a modo de pregunta. El se mostró confuso y ella con la mirada le dio a entender lo obvio.
-Tampoco es para que exageremos- dijo preocupado y con susto, el matrimonio era un plan que no estaba entre sus planes. -¿Tú te quieres casar?
-¡No!- señaló aterrada. -Pero esa idea de vivir juntos me llevará a pensarlo en algún momento y por el momento no quiero que ese momento llegue, valga la redundancia- respiró agotada de tanto error gramatical en sus palabras, al Dr. Mulder le dio mucha gracia. -Tú me agotas.
-Pensé que eso te gustaba- dijo con picardía.
-Esto es lo que no quiero perder si vivimos juntos, la pasión. Somos amigos y amantes, pero si vivimos juntos nos vamos a convertir en hermanos- dijo con susto.
-Eso es un tabú tonto, el 80% de los matrimonios pierden la pasión por la falta de comunicación y la monotonía. Es muy importante mantener fresca la relación, porque si no esta muere- explicó.
-Eso lo entiendo- llevó su mano derecha hasta su trasero y con la izquierda tocó su pene a través de sus pantalones. -Estas son cosas que no las haría cualquier esposa.
-Estoy seguro de ello- dijo tragando en seco. -¿Sabías que no hay mucho espacio allí y si continuas haciendo lo que estás haciendo se va ahogar mi amigo?
-Soy médico, puedo salvar a tu amigo.
-¿Cómo?- le preguntó conociendo sus intenciones.
Se agachó sin avisar y le sacó los pantalones y los bóxers lo suficiente como para tener una vista adecuada de su pene. El iba hablar pero en cuanto ella introdujo su pene en su boca todas sus palabras desaparecieron de su mente. La podía escuchar saborear y lamer su falo como una experta y estaba orgulloso de ella, ya habían hecho el amor en la playa pero era una locura volver a tentar el destino.
A ella no le importaba nada, tan sólo le importaba tener entre sus labios la esencia de sus deseos y arrebatos de pasión y él ya tenía el cerebro hecho gelatina porque no podía generar ni una sola idea que la persuadiera de detenerse; mucho más cuando sintió algo endemoniadamente eléctrico y excitante recorrer sus testículos, ella le estaba acariciando esa área con las uñas y él sintió que iba a estallar.
La razón volvió a su cabeza cuando vio a dos personas acercarse lentamente hacia donde ellos estaban, él le llamó casi sin voz para que se detuviera, pero era en vano; ella estaba decidida a continuar y aunque un tsunami arribará esa noche en aquella playa de Florida ella no se iba a detener. Entre la excitación y el terror, respiró tranquilo cuando los dos extraños se desviaron hacia el hotel y un tirón de su pene le avisó que estaba en la frontera del clímax. Ella lo apretó más cuando le escuchó decir que se detuviera y al hacerlo inevitablemente estalló en su interior.
La doctora le sintió morir en sus labios, le absorbía la vida por completo para luego devolvérsela. El caía de rodillas frente a ella y su pene bailaba feliz fuera de sus pantalones, ella sonreía victoriosa por haberlo llevado al límite de la locura mientras se limpiaba los restos de su orgasmo de su boca.
El le miró como si fuera una completa loca y ella le sonreía pícara, dos minutos después él la llevaba a la habitación para terminar lo que ella misma había empezado.
Florida
Hilton Hotel & Resort.
La agente Scully se levantó temprano, recordando que tenía asuntos que resolver. Se bañó y cambió deprisa dejando a un agotado Dr. Mulder bien dormido en la cama. Ni siquiera eran las siete de la mañana cuando entró al área administrativa del hotel y como toda una escurridiza se metió en la oficina de registros del hotel. Se sentó frente a la primera computadora que vio asegurándose antes de haber cerrado bien la puerta y luego accedió a los expedientes de los registros del hotel para así buscar el listado de las últimas personas que allí se habían hospedado. Entre los nombres de los que recientemente se habían hospedado no estaban el de Eduardo Franco, pero sí la hora exacta de los ingresos. La memoria de la agente Scully fue suficiente como para averiguar la posible habitación donde se encontraba su siguiente blanco.
Después de dejar todo como debía de estar, salió de la oficina y volvió a las áreas que debían ocupar los huéspedes, tomó rumbo hacia los pasillos de las habitaciones y anduvo la zona por casi dos horas hasta que ubicó la habitación de Eduardo Franco cuando vio salir a uno de sus guardaespaldas. Ya completamente segura de donde estaba tomó la decisión de completar su inesperada misión en horas de la noche.
Regresó a las áreas sociales del hotel y a sabiendas de que el Dr. Mulder le iba a preguntar donde se había metido, entró a la tienda de regalos y compró tonterías para no levantar sospechas en él. Cuando salió de la tienda lo vio dirigirse al comedor, logró alcanzarlo y lo tocó por detrás.
-Hola- le saludó.
-Hola madrugadora- le saludó igual. -¿Dónde estabas?- le preguntó.
-En la tienda de regalos- le informó. -Compré algo para Janet, espero que le guste- le comentó.
-Mujeres, son algo serio- dijo atónito el Dr. Mulder.
Florida
Hotel Hilton Hotel
Horas de la noche.
Bar.
El día había pasado rápidamente y esa noche la agente Scully y el Dr. Mulder se encontraban disfrutando su última noche en el hotel. Ella llevaba jeans y un glamoroso corsé negro que acentuaba bastante su figura y encantaba a más no poder al Dr. Mulder.
-No puedo creer lo bien que te ves con eso, deberías ponértelo más seguido- le halago.
-Mulder, me asustas; pareces homosexual- dijo entre risas.
-Muy bien Dana- le quitó su margarita. -Es suficiente por esta noche, estás tergiversando la realidad.
-No, no seas aguafiestas, tan sólo fue una broma- le quitó la copa. -Vine a Florida por un par de margaritas y las quiero ahora porque mañana nos tenemos que regresar a Washington.
-Sí, es una pena y es una pena que no hayas podido encontrar vuelo para en la noche- dijo quejumbroso. -Voy a extrañar todo esto.
-Yo también- agregó ella.
-Podemos volver para las próximas vacaciones de verano- comentó el Dr. Mulder.
-Hará más calor- le comunicó, -se volverá un infierno. Te lo digo porque he venido en verano, no es nada agradable.
-Bueno, en otro momento será.
El estaba hablando mucho, tanto que le incomodaba, sabía que cuando bebía se ponía más parlanchín de la cuenta y lo que ella quería era que él se durmiera. Había escuchado a los guardaespaldas de Eduardo Franco discutir sobre la hora de la salida y entendió que no le quedaba mucho tiempo, por más que le doliera debía enviar rápido a la cama al Dr. Mulder.
Le invitó otra margarita con intenciones de emborracharlo más rápido y elevar su nivel de sueño, él contaba chistes y a ella le costaba no reírse. Era su adoración y le molestaba sobremanera tener que pensar en eliminar a un tipo que ni conocía cuando podía pasar increíblemente bien su última noche en Florida.
Vio a las chicas universitarias que habían conocido en la playa bailando en la pista y las saludó, el Dr. Mulder hizo lo mismo y a la agente Scully se le ocurrió bailar. El no quería en un principio, pero bajo la insistencia de ella no le había quedado otro remedio que complacerla.
Bailaron casi todas las canciones y terminaron completamente cansados. Regresaron a la habitación y aún no habían entrado por completo cuando el Dr. Mulder empezó a besarla lujuriosamente y ella por un momento olvidó que tenía cosas por hacer. Entraron rápidamente a la recámara y cayeron en la cama. La agente Scully se colocó ahorcadas sobre el Dr. Mulder y le tocó el cuello mientras lo besaba y en menos de un minuto y con sus conocimientos sobre conducta corporal logró tenerlo inconsciente.
-Lo siento- se disculpó y le besó ligeramente los labios al verlo tan tranquilamente dormido.
Abandonó la cama y tomó su maleta de viaje, la colocó sobre la cama y la abrió; la tapa en su parte interior llevaba una cubierta impermeable y ella retiró la cubierta que resguardaba su arma y algunos pequeños utensilios que la ayudarían esa noche.
Se quitó la ropa que llevaba para colocarse la ropa corporativa necesaria para esos momentos. Pantalones, suéter, botas y guantes negros. Tomó su arma y la colocó en la pistolera que le rodeaba la cintura y aseguró de dejar bien cómodo al Dr. Mulder, sin ropa y debajo de las sabanas. El pobre iba a amanecer con un terrible dolor de cabeza al día siguiente.
Salió hasta el balcón, como eran tan solo dos pisos pudo caer a tierra sin ningún daño y con ayuda de las sombras de la noche que la resguardaban pudo llegar hasta el balcón de la habitación de Eduardo Franco. Como pudo subió hasta el tercer piso del edificio y por los ventanales podía ver a los guardaespaldas pasearse por la habitación, pero no podía ver a Eduardo Franco. Bajo el amparo de Dios, respiró profundo para prepararse y tomó su arma.
Entró inmediatamente a la habitación y en una fracción de segundo eliminó a los guardias, tan sólo se escucho el leve zumbido de su arma que llevaba un silenciador. La laptop estaba encendida y desprotegida, la agente Scully escuchó el agua del baño correr y supo que Franco estaba tomando una larga ducha. Se sentó frente a la computadora y empezó a leer todos los archivos. Era sorprendente, había una lista de las futuras ventas de armas, los cargamentos, hora de llegada y salida de los puertos de Miami, Florida. Por eso se encontraba en Estados Unidos, sus costas eran su nueva área de negocios.
La agente Scully apagó la computadora y en ese momento Eduardo Franco salió del baño. Miró a sus guardias muertos en el suelo y a la agente Scully sentada tranquilamente apuntándole con su arma.
-Eres un completo idiota, escogiste el peor lugar para tu contrabando de armas y me arruinaste las vacaciones.
Eduardo Franco levantó las manos y quiso hablar, la agente se lo impidió disparándole a la cabeza. Después de ver a tres personas muertas por ella misma le dio nauseas. Siempre se decía que era la parte que más odiaba de su trabajo, llevaba diez años como agente, pero le era imposible canalizar el asesinar a sangre fría. Prefería que le dispararan primero y luego ella disparar, era más fácil de sobrellevar. Sacó su celular y marcó el número directo de las oficinas de El Centro.
-Buenas noches- contestó el agente Rivera del otro lado de la línea.
-Scully- se identificó, -comunícame con Bennedetty.
El agente Rivera no dijo nada y se escuchó el cambio de línea. El Sr. Bennedetty contestó enseguida.
-Dígame, agente Scully- le pidió el Sr. Bennedetty.
-El blanco ha sido eliminado- le informó.
-Bien agente, hasta mañana.
La agente Scully colgó inmediatamente y después desarmó la laptop y le sacó el disco duro; volvió a salir de la habitación por la ventana y volvió a la de ella. Se cambió de ropa y todo lo guardó en el compartimiento secreto de su maleta, se puso su bata de dormir y se metió en la cama. Abrazó al Dr. Mulder y ligeramente le tocó el cuello, este volvió a despertar, pero había quedado medio adormilado.
-¿Qué pasó?- le preguntó él confundido.
-Te dormiste- le acarició el pecho.
-Lo siento, debió ser tanto alcohol.
-Descuida- sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
-Estás temblando- le dijo él y la abrazó más fuerte.
-No es nada, estaré bien- le aclaró aun viendo en su mente como Eduardo Franco caía muerto a sus pies.
Al día siguiente se despertaron un poco tarde y empacaron para poder regresar a Washington. El Dr. Mulder no estaba contento con la idea y menos con su extraño dolor de cabeza. Desayunaron y luego fueron a recepción para ultimar los trámites de su salida. Media hora después un taxi los recogía en la entrada del hotel como dos típicos turistas que volvían a su ciudad natal para volver a su vida cotidiana.
El Dr. Mulder besó a la agente Scully en la entrada del hotel antes de que ella subiera al taxi, él le dio un último vistazo a toda la zona y se subió al auto. Mientras el taxi se deslizaba hacía la salida, dos patrullas de la policía se estacionaban en la entrada del hotel.
Continuara...
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