fanfic_name = Mundos Distintos

chapter = 16

author = NikkyScully

dedicate = Disclairmer: Son de mi propiedad.

Clasificación: Es un alternativo de lo más enrredado y yo aún no entiendo de qué va.

Dedicatoria: A Rovi que ha sabido ponerle arreglo a todo este desorden. A Estrella mi incondicional interlocutora que es capaz de escuchar este relato por telefono mientras se lo leo, y a mi amada y queridisima Vania por seguirme la corriente con esta locura.

Agent Macgirl, mi gran amiga que ya que me hizo tía por tercera vez, tengo sobrino nuevo; se llama Ricardo y es mio jajaja, y a Isabel por su inconcidional seguimiento hacía este fic y a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Maca, Icezard, conocimiento_acumulado, GinaS, wendymsanchez, magalyalga, Joly, danny_xf, Jossv, Mary, scully_gab, dana-k, DanaKS, Any, Sany y Mike. Gracias a todos.

Feedback: jro185ARROBAhotmail.com.

Disfrutenlo.

 

Rating = touchstone

Type = Angst

fanfic = Torre Asgard

Departamento de Dana Scully

 

La primera semana del mes de enero le causaba extrema tristeza a la agente Scully. Dos años antes, tales días habían quedado grabados en su memoria como los días que antecedieron a la perdida de su hermana y, uno de ellos en esa semana, era el peor de todos. Melissa Scully había muerto un jueves seis, y desde ese entonces su hermana menor había empezado a odiar ese día del mes.

 

Mientras se cambiaba de ropa y se miraba en el espejo, recordaba todo lo sucedido aquel día. Habían salido a Rusia el miércoles en la noche y ya en la mañana se encontraban en Nóvgorod, uno de los millares de pueblos pertenecientes a la ya menos grande Federación Rusa. Melissa Scully se burlaba del frío; su hermana, muy al contrario, estaba furiosa y deseosa de que la misión terminara para así poder regresar a Estados Unidos y a la comodidad de su elegante departamento.

 

Con la ayuda del ejército ruso intentaron arrestar a uno de los terroristas rusos más importantes del continente, él cual se escondía en aquel pequeño pueblo; pero todo había fallado. Los habían emboscado y en una fracción de segundos el pueblo ardía en llamas. Cientos de muertos y heridos, entre los que se encontraba Melissa Scully después de haber evitado la muerte de su hermana.

 

Todo el personal de El Centro que había podido salir ileso de ese pueblo arribó a Estados Unidos el viernes en la noche. En la entrada del edificio habían sido recibidos por Andrew Summers, que pasaba revista silenciosa a los sobrevivientes. Había mirado con un gesto de culpa a la agente Scully y ella sólo pudo mirarlo con odio. Sin esperarlo, ella misma vio como pasaba en cámara lenta a su lado el cuerpo inerte de su hermana subido en una camilla y llevado por dos agentes más; después de eso, ella se derramó en llanto.

 

Andrew Summers se alejó del pasillo y éste quedó vacío minutos después; la agente Scully quedaba sólo acompañada de su dolor y unos deseos fehacientes de seguir a su hermana hasta la tumba. Vio llegar a un sufrido Marcus Webster que, con tan solo verla, se derrumbó como ella lo había hecho antes. Habían perdido a alguien importante para ambos.

 

Dos años después, ese día continuaba claro en la mente de la agente Scully, aunque con el transcurso del tiempo y en ese preciso último año había podido encontrar cierta serenidad. Le daba los toques finales a su vestimenta antes de tomar su chaqueta de cuero negro y colocársela, salió de la habitación en dirección al salón, y de la mesa del café tomó las llaves y su móvil junto con su bolso; ese día era dedicado a la memoria de Melissa Scully y, como era costumbre, debía ir al cementerio; no para cumplir con su hermana, sino para cumplir consigo misma.

 

Cuando abrió la puerta se sorprendió el encontrar frente a ella al Dr. Mulder con la llave del departamento que ella misma le había obsequiado; él la miró con confusión al verla lista para salir. Ellos llevaban quince días sin verse y un día antes habían acordado verse ese día seis, que era sábado, para almorzar. El notó en ella cierta tristeza pero no comentó nada, prefería que ella diera las explicaciones debidas.

 

-¿Adónde vas?- le preguntó contrariado pero ni siquiera la dejo contestar. -No me digas que tienes que trabajar hoy.

-No- contestó apurada, -voy al cementerio- añadió.

-¿Alguien murió?- preguntó preocupado.

-No- respondió lacónica y vio la mirada interrogativa que él le estaba dando. -Hoy es el segundo aniversario de Melissa.

 

El se mostró sorprendido ante la revelación, ya que no le había dicho ni siquiera cuando su hermana había fallecido; incluso llegó a pensar que la difunta ya había cumplido sus dos años de muerta, pero se había equivocado gracias a las pocas aclaraciones que la agente Scully le daba con respecto al tema en cuestión.

 

-¿Puedo ir contigo?- preguntó él.

 

Ella le miró preocupada y aún lejos de su tristeza no pensaba en llevarlo; estaba segura que se encontraría con algún familiar y no quería exponerlo al escrutinio de los Scully.

 

-Estaba pensando en llamarte para que nos reuniéramos en el restaurante un poco más tarde- comentó ella. -Podemos vernos allá en una hora y media, si lo deseas; no pienso permanecer mucho tiempo en el cementerio.

-De todas formas me gustaría acompañarte, quiero estar ahí- comunicó con deseos de apoyarla en un momento tan difícil como el que estaba viviendo.

 

Ella pensó por un rato mientras cerraba la puerta de su departamento, que aunque quisiera evitarlo él iba insistir en acompañarla; era terco y muy persuasivo. Antes de iniciar una discusión sobre las razones por las cuales no debía acompañarla, y otra siguiente sobre las razones por las cuales sí debía acompañarla, ella tomó la temerosa decisión de permitir que le acompañase hasta el camposanto. Lo dejaba hacerlo o se arriesgaba a que él no le hablara en el transcurso del mes.

 

-¿Quieres conducir tú?- le preguntó al mostrarles las llaves. -Hoy no tengo deseos- comentó.

-Por supuesto- expresó al tomar las llaves.

 

Ella sonrió bajo su velo de melancolía y él sólo pudo tomarle de la mano para darle ese ánimo que necesitaba. Se acercaron al ascensor y lo llamaron, minutos después subían al auto de la agente Scully y tomaban rumbo al cementerio donde descansaba el cuerpo de Melissa Scully.

 

Panamá

Subestación de la CIA.

 

La agente Illianof y el equipo Delta estaban a punto de completar una misión de reconocimiento sobre las sospechas de la CIA de la introducción clandestina de Uranio a América por israelitas a través del Canal de Panamá. El equipo Delta se había encargado de desmantelar la operación y se preparaban para volver a Estados Unidos.

 

Mientras el equipo se dirigía a la salida, Alexa Illianof se había detenido a medio camino por encontrarse en uno de sus trances de clarividencia; la cabeza le dolía extremadamente hasta que cayó al suelo y uno de los miembros de su equipo acudió en su auxilio. Acababa de empezar un nuevo conflicto para la agente Illianof, que evidentemente hacer dos trabajos para la CIA con el paso de los años le empezaba a restar fuerzas y lucidez mental.

 

Washington DC

Cementerio de los Caídos

 

El Dr. Mulder estacionó el auto de la agente Scully a un lado de uno de los paseos del gran cementerio. El y la agente Scully bajaron del auto y pusieron marcha entre las típicas hileras de lápidas grises de dicho cementerio, caminaban en silencio en señal de respeto a aquel lugar santo. La agente Scully llevaba un ramo de rosas amarillas, las preferidas de su difunta hermana.

 

Al cabo de unos minutos, ambos dilucidaron bajo un árbol y bastante cerca de una lápida a cinco personas; la agente Scully se detuvo a sabiendas de quienes se trataban. Uno de ellos llevaba el uniforme reglamentario de la naval norteamericana, y el Dr. Mulder supo enseguida que se trataba de Bill Scully, el hermano mayor de la agente y el cual tenía dos años sin hablarle. Después supuso que las otras tres personas también eran familiares de quien acompañaba.

 

La agente Scully continuó inmóvil, con cierto miedo; encarar a Bill Scully esa tarde no era algo deseado por ella. El Dr. Mulder le tomó de la mano en señal de apoyo y le incitó a que continuará junto a él, que no la soltaría hasta acercarse a ellos y que no se iría de allí hasta que ella lo decidiera.

 

Ella respiró profundo y se preparó para lo peor, ambos continuaron hasta el gran árbol, se colocaron detrás de las cinco personas que no advirtieron su presencia y la agente Scully se dispuso a llamar a uno de ellos.

 

-Mamá.

 

Margaret Scully giró la cabeza inmediatamente cuando escuchó que su hija menor la llamaba, sonrió feliz y cálidamente al verla y le dio un maternal abrazó que al Dr. Mulder le pareció encantador. Al parecer la Sra. Scully no tenía ningún rencor contra su hija, como lo había sospechado desde un principio. Advirtió la presencia del agente Webster entre ellos y ambos estrecharon las manos, el doctor se preguntaba qué hacía el vecino de la agente allí. Era algo que le preguntaría a la agente Scully más tarde.

 

Poso su atención sobre la lápida y leyó lo que rezaba: Melissa Joan Scully. 1970-2005. Amada hija, maravillosa hermana, madre abnegada, amiga inigualable y fiel compañera. Al Dr. Mulder le sorprendía y le enternecía el amor profesado de esa familia hacia aquella mujer que cumplía dos años de fallecida, y comprendió la unión que existía entre ellos a pesar del descontento de algunos.

 

Margaret Scully besó a su hija dos veces después de abrazarla y, acto seguido, la agente Scully saludó a su hermano, pero este solo le dio un frio hola y continuó callado. La agente Scully se sintió dolida ante el gesto de su hermano, pero por otra parte su cuñada se vio feliz por verla después de tanto tiempo y lo demostró dándole un abrazo. Entre los concurrentes se encontraba una niña de no menos de cinco años que llamó a la agente Scully tía; dicha agente se emocionó al punto del llanto al verla y la abrazó tan fuerte que la levantó un rato entre sus brazos, así profesándole el cariño que tenía hacía ella.

 

Después de eso, la agente Scully se arrodilló ante la lápida de su hermana y colocó las flores. Ella y su madre lloraban débilmente y se tomaron de la mano. La Sra. Scully sacó un hermoso rosario blanco de su bolso y empezó a rezar en memoria de su hija. Quienes estaban allí rezaban junto a ella, el Dr. Mulder volvió a sorprenderle la fe recia de la familia a la cual pertenecía la mujer que el amaba.

 

Observó a la Sra. Scully, le parecía una mujer serena que debió ser muy bella de joven al igual que su hija, de pelo oscuro que se ponía claro por la incidencia de los años y una mirada amorosa. Era sin duda alguna la madre de Dana Scully. Observó al hermano de ésta, parecía ser un hombre serio, duro y bastante recto, como lo era su profesión, aunque sus ojos no podían ocultar la melancolía reinante. Le pareció ver en él un hombre afligido y abatido. Luego le llamó la atención Marcus Webster, aunque no sabía por qué se encontraba allí; supuso que era alguien muy cercano a la familia y así lo entendió porque no dejaba de expresar su pena.

 

Vio a la agente Scully rezar sin la ayuda del rosario las diez cuentas y de memoria, cada Padre Nuestro, cada Dios te salve y cada Santa María, para luego seguir con Los Misterios Gloriosos y volver a empezar nuevamente con el Padre Nuestro. Sus raíces irlandesas y fe católica eran bastante fervientes en ella, a él le daba cierta envidia porque podía creer en cualquier cosa menos en Dios; a él le hubiera gustado creer como ella creía y la situación le era incómoda porque hasta la niña que estaba entre ellos rezaba sin parar.

 

Al concluir con el rosario hecho en memoria de Melissa Scully, todos los presentes hicieron la señal de la cruz con las manos, como buenos católicos, y la Sra. Scully guardó el rosario de cuentas blancas y volvió abrazar a su hija. La imagen no podía ser más encantadora.

 

-Dios, no sabes lo mucho que te he extrañado, Dana- comentó la Sra. Scully feliz de verla.

-Yo también te he extrañado, madre, y me da mucho placer verte- expresó la agente Scully, -pensé que no vendrías.

-Es la única manera de verte y hace mucho tiempo descubrí que si la montaña no va a Mahoma…

-Mahoma va a la montaña- culminó su hija por ella.

 

Ambas rieron encantadas y la expresión de Bill Scully se llenó de puro desagrado. Marcus Webster, Fox Mulder y hasta la niña pudieron notar ese gesto tan desagradable en el hijo mayor de Margaret Scully.

 

-Estás hermosa, tienes el pelo más largo- comentó la Sra. Scully maravillada.

-Mamá, hablas como si tuvieras décadas sin verme, nos vimos en verano. ¿Recuerdas?- le preguntó con gesto divertido.

-Es que quisiera verte más seguido, como quisiera ver a Charles o a Marcus- expresó sonriendo y tocando la mejilla del agente Webster. -Aunque pasamos unos días encantadores en San Diego, ¿verdad hijo?

-Así es Margaret- respondió el agente Webster, en eso la niña le tomó de la mano. -¿Qué sucede cariño?

-Tengo hambre, me prometiste un helado cuando bajamos del avión, papá- dijo quejumbrosa.

 

Los presentes rieron con lo que decía la niña y el Dr. Mulder se sorprendió bastante al escuchar que la niña llamaba papá al vecino de la agente Scully, entonces llegó a la conclusión de que Marcus Webster era el viudo de Melissa Scully y le pareció curioso el hecho de que Dana Scully no le hubiera contado sobre la existencia de la niña y el parentesco real que tenía su vecino con ella.

 

-Ya que estamos todos reunidos ¿por qué no vamos a comer?- propuso el agente Webster.

-Me parece perfecto, así podemos charlas antes de volver a San Diego.

-Madre- le llamó su hijo mayor. -Tara y yo vamos a regresar al hotel- le comunicó, -nuestro vuelo sale más temprano que el tuyo- le recordó.

-Pero Bill, no seas aguafiestas, es un almuerzo familiar- explicó. -No puedes irte al hotel ahora- expresó.

-Prefiero comer en el hotel- aclaró, -Tara, te espero en el auto- le comunicó y se encaminó primero hasta el auto.

-Dana, disculpa a Bill, sabes…

-Descuida Tara- la agente Scully le dio un abrazo de despedida. -Dale un cálido abrazo de mi parte a Matthew- le pidió.

-Lo haré, fue encantador verte de nuevo- le dio dos besos y siguió a su marido.

 

La actitud de Bill Scully fue condenada por el Dr. Mulder, le parecía ridículo que después de tanto tiempo aún no le dirigiera la palabra a la agente Scully. El sabía que su hermano no le hablaba porque le echaba la culpa de la muerte de Melissa Scully, sin entender que todo había sido un accidente. Notó el rostro dolido de la agente Scully y tuvo que reprimir sus deseos de abrazarla, en eso advirtió la mirada curiosa que Margaret Scully le estaba dedicando.

 

-Hola Sra. Scully- le saludó el doctor extendiendo su mano hacia la madre de la agente Scully y ésta estrechó su mano con la de él. -Mi nombre es Fox Mulder, soy amigo de su hija.

-Amigo- expresó la Sra. Scully incrédula y con mirada picara, -es un gran placer conocerlo, Sr. Mulder.

 

Luego miró a su hija y ofreció otra mirada pícara y de cierta diversión; la agente Scully sonrió con cierta pena e incomodidad ante el cuadro. Al agente Webster no le quedó otro remedio que echarse a reír con las insinuaciones de quien aún la consideraba como una suegra a pesar de que jamás estuvo casado con Melissa Scully.

 

-¿Viene con nosotros, Sr. Mulder?- le preguntó la Sra. Scully.

-Oh no, es un almuerzo familiar y no quiero interrumpir- se disculpó.

-Pero si para mí usted es ya de la familia- señaló y se enganchó a su brazo. -Vamos, quiero saber todo sobre usted.

 

La agente Scully y el Sr. Mulder se miraron, al parecer a la Sra. Scully le había agradado el doctor y eso le encantaba a la agente Scully. Una condena menos sobre ella y la relación que sostenía con el civil era extremadamente perfecta, aunque obviamente su madre no iba a empezar a objetar estando el Dr. Mulder entre ellos.

 

Parque Central de Washington

 

El equipo Delta del Complejo II se le había ordenado capturar a la agente Vallery Virget, líder del equipo Beta de dicha división de la CIA. A la agente Virget se le acusaba de vender información de los Complejos a organizaciones terroristas y por ello muchas misiones que habían fallado en el último mes se debían a tal traición. El Sr. Doggett y la Sra. Reyes lo habían descubierto hacía pocas horas y por ello enviaron al equipo Delta en su captura.

 

Vallery Virget espiaba a los Complejos por ordenes explicitas de la misma Hannah Summers que la había introducido meses antes junto con otro agente en las filas de la organización que el Sr. Doggett y la Sra. Reyes lideraban. Hannah Summers sabía que tarde que temprano iban a descubrir a uno de tales agentes, pero sus cálculos habían sido errados al suponer que no sería tan pronto y, por lo tanto, tuvo que jugar sus cartas por el bien de la integridad del Centro.

 

El equipo Delta, liderado por un agente apellidado Sullivan, caminaba por el tranquilo parque vestidos como civiles, el frío era tremendo y nadie se atrevía ni siquiera a pasear por esos parajes. El chip de localización de la agente Virget les decía que ella se encontraba en aquel parque, la habían seguido por horas después de no haberla podido capturar en su casa, y una hora después se encontraron allí.

 

En lo alto de un paraje, un agente llamó al agente Sullivan. El y quienes le acompañaban subieron al alto y vieron un auto negro con la puerta del conductor abierta al final de la pequeña elevación, en medio de un claro completamente aislado.

 

-Es el auto de la agente Virget, señor- le indicó el agente.

 

Al agente Sullivan no le agradaba lo que veía, no se podía ver si la agente Virget se encontraba en el auto, pero debían volver a bajar para inspeccionarlo. Sacó su arma y le indicó a tres agentes más que le acompañaran y mientras bajaban la pequeña elevación, las hojas secas que arrastraban le seguían. Cautelosamente fueron acercándose al auto, sus luces de estacionamiento estaban encendidas, lo cual les pareció aun más confuso; vieron una mano enguantada sosteniendo un arma fuera del auto y en ese momento los agentes del equipo Delta y su líder no pudieron ocultar su sorpresa.

 

El cuerpo inerte de la agente Virget yacía sobre el asiento del conductor, sus ojos abiertos develaban la ausencia de vida y un orificio en el medio de su frente develaba que se había suicidado, o eso parecía. El agente Sullivan, contrariado y más que extrañado, guardó su arma al ver que no había ningún peligro y así lo hicieron los demás. Un agente se quitó el guante de su mano derecha y tocó el capo del auto.

 

-Aún esta caliente- le informó a su superior, -no debe tener más de diez minutos muerta- reveló.

 

El agente Sullivan suspiró intranquilo y preocupado, para él las cosas no debían haber terminado así y algo le decía que nada allí estaba bien. Conocía a Virget, o eso creía, y sabía que era una mujer de sumo orgullo que sabía enfrentar los problemas y asumir sus errores. No era tan cobarde como para suicidarse como aparentaba en ese momento.

 

-Señor, Virget está muerta- comunicó al Complejo I a través de su intercomunicador, después recibió ordenes por la frecuencia y salió del canal. -Levanten el cuerpo y llamen a un equipo de limpieza, regresamos al Complejo I- ordenó y junto con otro agente salió de aquel claro no sin antes sentir deseos de vomitar.

 

Washington DC.

Restaurant Spagnettissimo.

 

Mientras Emily Webster disfrutaba de un enorme helado de chocolate con crema batida, los adultos que la acompañaban disfrutaban de las últimas copas ofrecidas por la botella de un vino italiano que su padre había pedido especialmente para ellos.

 

El Dr. Mulder había notado algo entre ellos, estaban más unidos de lo que se pudiera pensar. Era una familia disfuncional, así lo interpretó, pero muy unida y Margaret Scully era el pilar supremo, una mujer cariñosa y encantadora con su hija, su nieta y su yerno, y por supuesto muy amigable con el amigo de su hija menor.

 

-Es una pena que Charles no hubiera podido venir- expresó triste la agente Scully.

-Sabes que está muy ocupado en Europa- le recordó su madre sin dar más detalles, ya que no sabía que tapa le había dado la agente Scully al Dr. Mulder sobre su familia. -Creo que viene para tu cumpleaños- comentó.

-¿En serio?- preguntó sorprendida y emocionada.

-No te hagas muchas ilusiones, tendrás que ir a verlo a San Diego. No dejaré que se aleje de mí un solo segundo, y así te veras obligada a ir a casa- explicó su madre.

-Sabes que me es imposible- le recordó.

-Tonterías, debes ir a San Diego; Marcus encuentra tiempo para ir- señaló, -y estoy segura de que tiene más trabajo que tú- sentenció conociendo la posición del agente Webster dentro de la CIA.

-Es arquitecto- le recordó falazmente, su madre sólo pudo abrir los ojos de par en par ante lo escuchado. -Tiene tiempo para todo.

-Déjame defenderme- le pidió el agente Webster. -Siempre busco el tiempo, por lo tanto siempre lo tengo para visitar a tu madre y a mi hija- explicó ayudando a su hija con su copa de helado.

-No me hagas hablar- le advirtió.

-Fox- le llamó la Sra. Scully atreviéndose a llamarlo por su nombre. -¿Mi hija pasó tiempo contigo?- le preguntó.

-Por supuesto- contestó no muy seguro de lo que decía.

-¿Pasa mucho tiempo contigo?- reformuló ella.

-Bueno… no, pero es comprensible, tiene un trabajo muy extenuante, al igual que yo- explicó. -Pero el poco tiempo que compartimos lo disfruto plenamente.

-Entonces eres un santo por ser un hombre que no le exige más tiempo a su pareja, la cual es mi hija.

-¡Mamá!- le llamó a la atención.

-Dana, soy tu madre, pero eso no quiere decir que no me doy cuenta de lo obvio- expresó y puso un gesto tierno. -Me encanta verte así, te ves feliz; él te hace feliz- señaló al Dr. Mulder.

-¡Oh por Dios!- expresó la agente Scully enrojecida por las palabras de su madre.

-Debo decirte que me agradas, Fox- expresó la Sra. Scully.

-No le llames Fox, no le gusta que le llamen Fox- le explicó su hija.

-No, déjala, puede llamarme como quiera- le dijo el Dr. Mulder. -Además al parecer tú madre comprende perfectamente cómo me encuentro porque ella está pasando por lo mismo, ambos estamos frustrados porque no pasas el suficiente tiempo con nosotros- explicó.

-Es cierto- agregó la madre.

-¡Es increíble! Ambos conspiran contra mí- exclamó sorprendida la agente Scully.

 

En ese momento sonó el inoportuno móvil del Dr. Mulder, este vio el número de quien le llamaba y miró a quienes acompañaba.

 

-Discúlpenme, debo atender esta llamada- expresó y se puso de pie.

-Propio- le dispensó la Sra. Scully

 

Ellos lo vieron alejarse, yendo directamente al bar para así hablar tranquilamente y no importunar a quienes estaban en la mesa. La Sra. Scully abandonó su gesto relajado y divertido y adoptó una expresión totalmente seria que su hija no dejó de advertir. Lo veía venir, Margaret Scully le daría un sermón.

 

-No sé como son las reglas ahora, Dana, pero en mis tiempos era un delito salir con un civil- expresó preocupada al dejar la servilleta de tela sobre la mesa.

-Mamá…

-Mamá nada- le interrumpió, -evidentemente es un hombre maravilloso y por ser maravilloso es que debes dejarlo. Corre peligro y lo sabes.

-No estamos tan unidos como tú crees, pronto acabará- le aseguró.

-Estás enamorada de él y él de ti, y cuando hay amor las cosas no se acaban tan rápido como intentas creer- señaló.

-Llevo casi seis meses con él y no ha pasado nada, evidentemente ya no pasará nada- le explicó.

-No es que no quiera bajarte de esa nube de felicidad, Dana- expresó el agente Webster, -pero tarde que temprano siempre se dan cuenta- le recordó.

-El me agrada, sería un yerno estupendo y un padre excepcional para esos hijos que algún día tendrás, pero tan solo es un sueño. No quiero que Marcus me llame diciéndome que tu o él…- observó a su nieta desentendida del tema y prefirió no decir lo que quería decir. -Es mejor que acabe ya.

-Va acabar cuando yo lo diga- expresó.

 

Y a Margaret Scully le constaba que su hija menor era toda una testaruda, así que no continuó discutiendo con ella y se avocó a terminar su copa de vino. El Dr. Mulder regresó a la mesa y el silencio de la familia y la agente Scully le contrarió.

 

-Me vas a disculpar- empezó a decirle sin tomar asiento, pero se agachó lo suficiente para que la escuchara, -pero debo irme. Sucedió algo en el psiquiátrico y me necesitan- explicó.

-¿Un loco suelto?- preguntó ella ajena a la seriedad de los demás.

-Podría decirse que sí- contestó.

-Bien, llévate mi auto, Marcus y yo llevaremos a Emily y a mi madre al aeropuerto- le dijo.

-Gracias- miró a la Sra. Scully. -Sra. Scully, fue un gran placer conocerla.

 

Margaret Scully se puso de pie y sin dudarlo le dio un fuerte abrazo y dos besos, él se sintió extraño con tantas demostraciones de afecto. Era comprensible que le había caído demasiado bien a la señora, tanto que no quería que le pasara nada.

 

Después de que la Sra. Scully hubiera de despedirlo tan cariñosamente, el Dr. Mulder se avocó a despedirse de su hija menor. Bajo la timidez que requería tener frente a la progenitora de los Scully, el doctor sólo se limitó a darle un ligero beso en los labios a la agente que se rió al ver su propiedad frente a su madre. Luego se despidió del agente Webster mediante un apretón de manos y de Emily Webster con una mueca, pero la niña exigió el debido apretón de manos y él se lo otorgó bajo la risa de los presentes. El agente Webster, aprovechando que el Dr. Mulder estaba bastante cerca de la salida como para escucharlo, se dirigió a la agente Scully

 

-Es un alivio que se haya ido, porque Rachel quedó de pasar por aquí para ver a Emily.

 

No bien hubo de terminar con su comunicado cuando el Dr. Mulder salió del restaurante y Rachel Webster entró. Su sobrina gritó: ¡tía! y abandonó su helado y la mesa para echarse a correr hacia la agente que, agachada y muy sonriente, la recibió con los brazos abiertos. El susto que se había llevado la agente Scully ante el casi encuentro entre la hermana del agente Webster y el Dr. Mulder fue notorio en su mirada. La Sra. Scully sólo pudo mirarla con reproche.

 

Washington DC

Residencia de Monica Reyes

 

Después de los últimos acontecimiento sobre las misiones fallidas de Los Complejos y la evidente traición de Vallery Virget a Los Complejos y a la misma CIA, el Sr. Doggett y la Sra. Reyes se preguntaban: ¿Por qué? ¿Cómo había sido posible? ¿Por qué había hecho algo como eso?

 

No tenían o no existían las respuestas a tales preguntas por la sencilla razón de que la única persona que podía contestarlas estaba muerta. Luego de tanto analizarlo, ambos, ya habían perdido el apetito.

 

-Es que aun no lo comprendo- expresó pensativa la Sra. Reyes.

-Míralo por el lado amable, ya encontramos a nuestro chivo expiatorio- comentó.

 

Por un lado ambos podían respirar tranquilos, ya que Phillip Webster no les iba a cortar la cabeza después de todo, pero quedaban dudas y preguntas que debían disipar.

 

-Vallery Virget pertenecía al Centro antes de entrar al Complejo II- recordó la Sra. Reyes preocupada.

-Es curioso, pero absolviste de toda culpabilidad al Centro. ¿Por qué retomas de nuevo la anterior sospecha?- preguntó extrañado por su comentario.

-Porque nuestro aliado me dijo que Hannah Summers es capaz de cualquier cosa para sacarnos de la directiva de Los Complejos- explicó, -ella aceptó gustosa hace varios meses el intercambio de agentes, y después de la llegada de Virget empezaron los problemas.

-Sí, pero la agente Virget no participó en ninguna de las misiones fallidas- le recordó, - ra imposible que obtuviera el perfil.

-Es cierto, pero era una agente del Centro; tienen sus mañas, John- expresó.

-¿Cuál otro agente fue transferido del Centro a Los Complejos?- le preguntó con un gesto de real preocupación ante su última explicación.

-Stephan Gates- contestó la Sra. Reyes.

 

El Sr. Doggett puso una expresión de total sospecha al escuchar su respuest., Stephan Gates trabajaba en el Complejo I y con las nuevas sospechas formuladas por él y la Sra. Reyes, era mejor ser meticuloso con este agente antes de que las misiones del Complejo I comenzaran a fallar. El Sr. Doggett se levantó del comedor y caminó hacía la salida.

 

-¿Adónde vas?- le preguntó la Sra. Reyes.

-Iré a hablar con Phillip, le hablaré sobre esto; aunque sean sospechas absurdas quiero que esté al tanto- respondió. -No podemos arriesgarnos- expresó.

-Suerte- le deseó ella.

 

El se despidió con un ligero movimiento de cabeza y salió por la puerta. La Sra. Reyes se avocó a terminar con su almuerzo que ya estaba totalmente frío.

 

El Centro

Más tarde

Enfermería.

 

Frente a un amplió ventanal, el Sr. Summers, la Sra. Summers y la Dra. Bennedetty conversaban sobre el estado de salud de la agente Illianof. La acababan de traer de Panamá y, aunque estaba completamente lucida después de su extraño desmayo, la Dra. Bennedetty no tenía noticias alentadoras sobre el estado de la veterana agente.

 

-¿Cuánto tiempo le queda?- preguntó el Sr. Summers mientras veía a la agente Illianof a través del ventanal hablando con el agente Labiorestaux.

-Si vuelve a recibir las secciones de quimioterapia que abandonó hace un año es posible que viva tres o cuatro - respondió.

-¿Y si no?- preguntó.

-Mínimo, uno- respondió abatida. -Es el momento de sacarla, es obvio que su tumor no le permitirá trabajar más tiempo, no ha sido su único ataque producido por alguna visión; ha tenido varios en menos de dos meses y ha sido una suerte que hayan sido estando en descanso o acuartelada; pero es evidente que si sigue como va puede darle un ataque en plena misión y no sólo ella sufriría por esto, sino el equipo Delta- disertó.

-No podemos sacarla- expresó la Sra. Summers, -no existe nadie dentro del Centro que pueda remplazarla como líder del equipo Delta.

-Escuché que pronto entrarán más agente, uno de ellos puede suplantarla- recomendó la Dra. Bennedetty.

-No es tan sencillo, Margaret- habló el Sr. Summers. -Si alguien debe suplantar a Illianof como líder de su equipo debe ser alguien con los mismos años de experiencia que ella. Tiene quince años siendo agente activa y ocho años como líder del equipo Delta- relató. -Encontrar alguien con sus conocimientos y habilidades no será sencillo.

-A ti no te preocupa eso, Andrew, te preocupa que ya no tendrás más a tu psíquica- señaló.

 

Su hermano la miró molesto, odiaba que su hermana lo fastidiara con tales temas, pero Margaret Bennedetty tenía mucha razón; si el Sr. Summers perdía a la agente Illianof ya El Centro no sería certero con los trabajos y las misiones porque trabajaría a ciegas. Alexa Illianof, a pesar de ser líder del equipo Delta, tenía otra asignación dentro de la organización y precisamente era la de ser la linterna en los caminos oscuros del espionaje. Aunque nadie creía allí en las habilidades de la agente, no importaba; lo único importante era que al final resultaran ciertas sus premoniciones.

 

-Ella no aceptará dejar la agencia- intervino la Sra. Summers. -Esta es su vida, no conoce otro cosa. Alexa Illianof nació y creció en la CIA, es su mundo y no lo dejará para prolongar su vida- explicó.

-Labiorestaux, su esposo, está de acuerdo conmigo, es hora de que le demos baja clínica indefinida- expuso la Dra. Bennedetty.

-El puede querer eso, pero ya te dije, ella no aceptará y si se tiene que ir sobre la cabeza su esposo, lo hará. Illianof no se rinde así de fácil- dijo la Sra. Summers.

-Tal vez ya no pueda ser la líder del equipo Delta, pero debemos aprovechar su segundo talento y ella estará dispuesta a hacerlo- agregó el Sr. Summers.

-Eso es lo que precisamente la está matando- explicó.

 

Y a los Summers no les importó ese hecho, lo único que importaba era usar por un tiempo más a la agente quien, por cierto, estaba de acuerdo con sus superiores, mientras que su esposo y la Dra. Bennedetty estaban en completo desacuerdo. No había forma para discutir tal error, la Dra. Bennedetty se dio por resignada y los dejó. Los Summers volvieron a mirar por el ventanal a la pareja, y el agente Labiorestaux los miró con suma atención, pero sobre todo, con enfado.

 

Torre Asgard

Departamento de la agente Scully

Horas de la noche

 

El Dr. Mulder llegó al departamento de la agente, como siempre abrió con su llave y al entrar encontró a la agente Scully dormida sobre el sillón blanco, sosegada y relajada con el televisor encendido, el cual esa vez la miraba a ella dormir.

 

El doctor sonrió divertido al cerrar la puerta despacio, siempre le sorprendía esa habilidad que ella poseía de dormirse donde fuera y a la hora que fuera. Se quitó su abrigo y despacio lo dejó en el armario junto a la puerta. Luego de ello, se acercó al sofá donde reposaba la agente Scully y se sentó junto a ella apoyando su brazo izquierdo sobre el respaldo del mueble.

 

La observó detenidamente, maravillado con su tranquilidad, parecía un ángel dormido y no revelaba nada de esa mujer enigmática y de carácter fuerte que él pensaba que conocía. El televisor continuaba encendido y él se dispuso a apagarlo con el control remoto, pero el sonido sordo del aparato lo que hizo fue despertar a la agente que cuando vio al doctor tan cerca de ella sólo pudo sonreír con sorpresa.

 

-Hola- le saludó de ella abandonando su sueño. -¿Cómo estuvo todo en el psiquiátrico?

-De locos- respondió, ella rió ligeramente. -¿Cuándo llegaste?- le preguntó.

-Ehhh…- miró su reloj de pulsera. -Hace como dos horas- respondió al levantar su espalda del sofá y sentarse correctamente. -¿Tienes rato aquí?- le preguntó curiosa.

-No, llegué hace tres minutos- contestó.

-¿Qué te pareció mi madre?- le preguntó con aires de curiosidad.

-Encantadora y, claramente lo sospeché, es idéntica a ti- reveló.

-Y yo lo supuse desde un principio, te enamoraste de ella- expresó mientras se recogía el pelo en una cola, -y por supuesto que ella de ti, también.

-Me complace saber que le agradé a mi suegra; pero creo que mi cuñado no está nada de acuerdo- expuso con terror. -Es capaz de matarme.

-Mi hermano ni siquiera está de acuerdo conmigo- explicó. -Ya lo viste, ni siquiera me habla.

-Es un imbécil- señaló el Dr. Mulder.

-No te permito que hables así de mi hermano- expresó fingiendo enfado.

-¿Por qué no me habías dicho que Marcus, tu vecino, también es tu cuñado y viudo de tu hermana?- le preguntó molesto, ella sonrió con culpa. -No entiendo por qué me ocultas tantas cosas de tu vida, pensé que ya habíamos superado eso.

-Te pido disculpas.

-¿No te cansas de pedírmelas?- preguntó. -Acepto que no me digas cosas sobre tu trabajo, pero ¿tu vida familiar, personal? Eso es exagerado de tu parte- señaló.

-Es cierto, pero déjame explicarte por qué no te hablé de eso antes- le solicitó y él respiró contrariado, ella continuó hablando. -Melissa y Marcus tuvieron una relación bastante extraña, se amaban con una locura exagerada…

-Eso no es extraño- explicó él.

-A pesar de amarse jamás se casaron, ni siquiera vivieron juntos, siempre fue una relación donde Melissa permanecía en su casa y Marcus en la de él. Cuando Melissa quedó embarazada ni siquiera se lo dijo a Marcus, se fue a San Diego para dar a luz; yo me vi en la necesidad de decírselo a él, era mi deber, se trataba de su hija. Mi hermana quedó furiosa conmigo- relató, -de todas formas, Marcus viajó a San Diego y se quedó con ella hasta el nacimiento de la niña y le suplicó que regresará con él a Washington. Ella lo hizo, tenía un deber con el FBI, pero dejó a Emily con mi madre. Marcus lo aceptó y ambos visitaban a Emily periódicamente.

-¿Tu madre aceptó eso, que ambos le dejaran a su hija y no se dispusieran a criarla juntos?- le preguntó el Dr. Mulder sorprendido.

-Al principio, Marcus quería que la niña viniera a Washington con ellos, pero Melissa se negó rotundamente. No quería que Emily se criara con dos personas esclavas de sus trabajos, ni siquiera aceptó las proposiciones de matrimonio que Marcus le hizo reiteradas veces, y mi madre no estaba dispuesta a ver como ambos discutían por la custodia de la niña; así que ambos llegaron al acuerdo de que Emily se quedara con mi madre en San Diego y ambos la visitarían- narró.

-Ambos fueron padres ausentes, prefirieron sus trabajos antes que a su hija- expresó indignado el Dr. Mulder.

-No fueron padres ausentes, aunque tú lo creas así. Siempre estuvieron con ella. Marcus y Melissa viajaban todos los fines de semana para verla, así fue para Melissa durante tres años; hasta que falleció- explicó triste. -Y todo en la vida tiene su lado positivo, la ausencia de Melissa le permitió a Emily no sufrir su muerte como lo hicimos los demás, sólo tenía tres años y medio; ni siquiera la recuerda.

-Todo lo que me dices es tan triste- expresó el Dr. Mulder.

-Por eso no te lo comente antes, es una historia patética que no debió suceder. Las cosas debieron ser distintas desde un principio; Melissa y Marcus debieron ser convencionales, como cualquier pareja. Noviazgo, matrimonio, criar a los hijos y morir, en vez de vivir esa clase de vida que llevaron- expresó asqueada. -Mi madre siempre ha sentido indignación por ello y no la culpo, Melissa no hizo las cosas correctamente.

-¿Tú lo hubieras hecho?- le preguntó curioso.

-Yo lo hubiera dejado todo para darle un hogar adecuado a esa niña- contestó. -Se lo merecía y aún se lo merece, Marcus intenta dárselo.

-¿Cómo? La niña no vive con él- comentó el doctor.

-Marcus viajó a San Diego la semana pasada para pasar las fiestas de fin de año en casa. Habló con mi madre y le planteó la idea de traer a Emily a vivir con él. Mi mamá no está de acuerdo, pero Marcus tiene derecho, es su padre- recalcó.

-Es lo debidamente correcto, esa niña debe vivir con su padre- agregó el Dr. Mulder.

 

Es consabido que la historia de Emily Webster era otra, hija de dos agentes del gobierno debía ser criada por un familiar que no estuviera ligado al mundo de la CIA y la mejor opción era Margaret Scully, una agente retirada que dedicaba el tiempo a dar clases de francés en una escuela secundaria de San Diego.

 

Aunque era muy cierto que sus padres jamás llevaron una relación convencional ya que era lo más normal como agente del Centro, Melissa Scully era agente nivel cinco y líder del equipo Omega, y Marcus Webster era agente nivel siete y un observador de misiones externas e internas de la organización para la que ambos trabajaban. Esa niña fue el resultado de un acuerdo de ambos progenitores para traerla el mundo y dejar descendencia.

 

Mientras Dana Scully servía dos tazones de helado de café recordaba la felicidad de su hermana al saber que sería madre y el orgullo de su extraño cuñado Bajo la oscuridad del Centro aún había paso para la vida; la niña nació privilegiada y a la vez marcada por el compromiso que ambos padres tenían con su nación, y eso lo llevaría siempre con ella.

 

La agente Scully salió de sus recuerdos cuando le entregaba el tazón al Dr. Mulder y este le hacía una pregunta.

 

-¿No está haciendo demasiado frío para esto?- preguntó quejumbroso.

-A mí se me antoja- fue su respuesta al tomar asiento. -¿Tú y los chicos disfrutaron el partido?- le preguntó al tomar una pequeña porción de helado en su cuchara.

-De principio a fin. Los tres están muy agradecidos contigo- respondió.

-No fue nada- expresó. -¿Cómo están tus padres?- preguntó después.

-¿Mis padres?- le preguntó él extrañado.

-Sí, tus padres- repitió. -¿No fuiste a visitarlos como me prometiste?

-Este…

-¡Mulder! Te dije que aprovecharas las fiestas para visitarlos. He sido testigo de los reproches telefónicos que te da tu madre por no visitarla, la señora tiene razón; eres un mal hijo…

-¿Me vas a dejar terminar?- le preguntó con un gesto de enfado. -Fui a verlos- aclaró, -están perfectamente bien, ambos, y como siempre dispuestos a reprochármelo todo. Además, querida Dana, tú tampoco eres una buena hija, escuché a tu madre- le recordó y se llevó una porción de helado a la boca.

-Yo por lo menos llamo a mi madre, tú ni siquiera haces el esfuerzo- expresó con gracia.

-Se acabó la discusión- determinó inquieto. -Me aburrí. La agente Scully se echó a reír con ganas al ver el berrinche hecho por el Dr. Mulder. No le quedaban dudas, ella se había convertido en una asalta cunas, porque sostenía una relación con un niño.

 

El Centro

Día siguiente

Horas de la Tarde

 

La agente Kawasaki llevaba todo el día buscando al agente Kunimitzu que habitualmente se desaparecía sin darle ninguna explicación. Aunque ella deseaba establecer entre ellos algo serio, para él ya estaba establecido de esa forma, estaban juntos, pero él no tenía la necesidad de explicarle nada sobre su vida.

 

Ella se enteró de lo que le había ocurrido a la agente Illianof en Panamá y de algún modo supo que él se encontraba en la Enfermería. Sus sospechas fueron confirmadas cuando a través del ventanal que daba a la habitación de la agente Illianof, veía al agente Kunimitzu.

 

Relajado, sereno y despreocupado, conversando amenamente con la muy enferma agente. Podía verlo como jamás lo había visto frente a ella misma, muy amigable y demasiado cariñoso, actitud que le daba que pensar. De todas formas no podía ser posible, él era demasiado respetuoso hacía las reglas moralistas ¿O no?

 

Abandonó la Enfermería con la cabeza enmarañada de pensamientos que consideraba absurdos y cuando llegó a Sistemas vio al agente Kunimitzu caminar por el pasillo que lo llevaba hasta el área de oficinas del Centro, y con sus ideas absurdas lo siguió para encararlo. Cuando entró lo vio de pie frente a los ventanales que daban al exterior.

 

-¿Dónde estabas?- le preguntó con seriedad.

-Sabes donde estaba- respondió con su habitual desafecto, a pesar de que se acostaba con ella continuaba siendo frio y distante.

-¿Cómo está la agente Illianof?- preguntó molesta consigo misma por ser tan evidente.

-Bien- contestó lacónico, con los brazos cruzados y mirando hacia el vacio.

 

Ella no podía soportarlo, debía decírselo y esperar su respuesta, era lo mínimo que podía hacer. No era justo para ninguno de los dos sostener una relación cuando existía una tercera persona de por medio, pero pensó también que estaba cometiendo un error y que lo que había visto sólo habían sido ideas tontas generadas en su cabeza; pero quería dejar las dudas y se obligó a enfrentarlo.

 

-Tú estás enamorado de Alexa Illianof- reveló.

 

Los segundos que él duró para mirarla fueron eternos para ella después de haberle dicho lo que pensaba y, cuando al fin él giró su cabeza y la observó, la mirada que le dio fue tan fría que sintió que su propia alma se le congelaba.

 

-¿De dónde sacas eso?

-Es muy obvio para mí- expuso, -la mirada que le das ni siquiera me la das a mí.

 

Era totalmente absurdo lo que le decía. Alexa Illianof era para Tezka Kunimitzu una hermana y los pensamientos de la agente Kawasaki eran verdaderamente infundados, por lo tanto, era lógico que él le hubiera mirado tan fríamente, como jamás lo había hecho con anterioridad. Estaba indignado y dejaría que ella misma aprendiera de tal error y la iba a castiga gravemente como él solo sabía hacerlo: manteniendo distancia.

 

-Si es así, entonces ya no hay más de que hablar- puntualizó el agente y volvió a posar su mirada sobre el ventanal.

 

Ella comprendió él mensaje y a la vez comprendió que había sido una completa tonta al dudar sobre la relación de amistad que había entre él y la agente Illianof. Intentó disculparse pero sabía que era en vano.

 

El se había vuelto encerrar en sí mismo y ese día ni siquiera hablaría con su sombra, con ella mucho menos. Molesta consigo misma, abrió la puerta de la oficina y salió de ella para reflexionar sobre su tonto error.

 

En la oficina de la agente Scully aquella tarde se desarrollaba otra escena. El agente Webster le comentaba las últimas noticias sucedidas en la CIA y mientras permanecía apoyado en el escritorio la agente Scully, que se encontraba frente a él sin creer lo que escuchaba.

 

-Eso es imposible. ¿Traidora?- preguntó sorprendida. -Pero Virget era muy leal.

-Al parecer no, le vendió muchísima información del Complejo II a varias organizaciones terroristas- expresó contrariado. -Ayer en la tarde encontraron su cuerpo en el Parque Central de Washington, aparentemente se había suicidado- comentó.

-¿Suicidado? No, yo no creo eso- expresó. -Creería cualquier cosa menos eso, un agente jamás huye de lo que hace; siempre se enfrenta a la verdad y espera valientemente las consecuencias- disertó.

-Eso es algo que tú harías- reveló el agente Webster, -pero Vallery era de actitud dudosa- explicó.

-No la conocí muy bien, pero estoy segura que hizo tales cosas por motivos muy diferentes a la traición de su nación- especificó. -Debe haber otro motivo.

-Se está efectuando una investigación- comentó con la vista gacha y la agente Scully sintió que él estaba algo triste.

-Lo siento tanto, Marcus- le acarició el hombro. -Sé que Virget y tú estaban muy unidos a pesar de que ambos ya habían roto hacía meses.

-Lo sé y gracias- respiró profundo. -Aunque me puedes llamar insensible, pero no siento ni la cuarta parte de lo que sentí cuando Melissa murió.

-Eso es muy franco, Marcus- expresó con susto.

-Y lo lamento por ello- explicó, -pero no logré sentirme conectado con Vallery como hubiera querido. Me siento mal por su muerte, pero no como debiera ser.

 

De una forma u otra, la agente Scully lo comprendía. Marcus Webster aún continuaba atado a la memoria de Melissa Scully y era fiel a ella; sentir tristeza por la muerte de otra mujer para él era demasiado complicado.

 

La agente Scully tomó su abrigo y el agente Webster le ayudó a colocárselo, en ese momento tocaron a la puerta y la agente le dio paso al agente Labiorestaux, que saludó a ambos con cortesía.

 

-Scully, necesito hablar contigo- expresó el agente Labiorestaux.

-Labiorestaux, voy de salida- le informó, -sólo vine a buscar el perfil de Corea del Sur.

-Lo sé- aclaró, -sólo te quitare unos minutos- comunicó.

 

El agente Labiorestaux se veía notoriamente preocupado y nervioso, la agente Scully pudo intuirlo y lo que veía en aquel agente la intranquilizó y se vio en la necesidad de quedarse un rato más para escucharlo. Su reunión con el Dr. Mulder podía esperar media hora más. El agente Webster se despidió y la agente Scully le invitó a su otro homologo que tomara asiento junto a ella en las sillas delanteras del escritorio.

 

-¿Qué sucede?- preguntó ella con interés.

-¿Supiste lo que pasó con Alexa?- la agente Scully asintió. -Como sabrás ella no se siente bien y sé que aun no he cumplido con nuestra parte del trato; pero necesito que abogues frente a los Summers sobre la situación de Alexa.

-Como lo has dicho, no has cumplido tu parte del trato- le recordó. -Necesito el archivo de Samantha Mulder completamente descifrado.

-Es obvio que ambos nos necesitamos y yo te necesito ahora. Alexa debe dejar su cargo como líder del equipo Delta, es prioritario- explicó contrariado.

-Labiorestaux, lamento decirte que lo que te prometí es casi imposible- reveló con culpa. -Yo no puedo exigir la salida de Illianof del equipo Delta, sé que tengo poder aquí, pero no el suficiente. Además estoy bajo observación por lo que ha sucedido este último año; yo no puedo hacer nada.

-Tienes que, Alexa no puede seguir siendo líder del equipo Delta, ella…- se calló por unos segundos, decirle a la agente Scully que su esposa estaba muriendo era lo menos correcto porque sería una humillación para la agente Illianof que su condición de salud afectara su posición dentro de la agencia. Pero era necesario. -Alexa está muriendo- reveló.

-¿Dé que estás hablando?- preguntó con sorpresa.

-Hace dos años y medio a Alexa le detectaron un tumor cerebral, estuvo recibiendo quimioterapia por un año hasta que la abandonó….

-Pensé que estaba trabajando para el M16 cuando se retiró del Centro- recordó.

-Eso fue lo que dijeron los superiores para que los demás no sospecharan, estuvo todo el tiempo en Washington recibiendo tratamiento, pero no lo soportó y optó por regresar a trabajar- explicó. -Ahora el tumor está restándole fuerzas y matándola poco a poco, sin tratamiento podría morir el próximo año- comentó sumido en la total desesperación.

-¿Pero por qué no le dan de baja clínica?- preguntó confundida la agente Scully.

-Porque la necesitan por su segunda habilidad- contestó.

-Por eso ¿no se supone que es mentira?- preguntó desconfiada.

-Sabes que no lo es- señaló.- Además Alexa no desea dejar el equipo Delta, es todo para ella, pero temó que si continua con sus crisis le puede pasar algo en el campo. Si continúa trabajando desde adentro y ya no siendo operativa podría recibir el tratamiento y vivir más.

-¿Por cuánto tiempo?- preguntó curiosa.

-¿Acaso importa?- le preguntó. -Sólo quiero que deje de ser líder del Delta- aclaró. -Mañana habrá una reunión de líderes de equipo con el Sr. Bennedetty y la Sra. Summers antes de tu salida a Corea del Sur; Alexa no asistirá, aún no sale de Enfermería y sería bueno que tú…

-Hablaré mañana a primera hora con Kunimitzu- le interrumpió, -para hablar sobre la salida de Illianof del Delta necesitaré su total apoyo; no podré hacerlo sola. Te prometo que haré todo lo posible para que ella deje el equipo.

-Muchas gracias, Scully- expresó agradecido el agente Labiorestaux y ya hecha su petición se despidió de la agente.

-Labiorestaux- le llamó antes de que saliera, él volteó a mirarla. -Ella me odiara si logró enviarla a trabajar a Sistemas.

-Todo sea por su bien- justificó y luego salió.

 

A la agente Scully le era muy obvia la situación en la cual se encontraba El Centro, hacía varios meses ya habían perdido un equipo completo y con la salida de otro líder el trabajo sería el doble y más difícil. Era prioritario que las cosas se arreglaran y, si el equipo Delta perdía a Alexa Illianof. la agente Scully debía asegurarse de encontrarle el líder adecuado. Ella no estaba muy dispuesta a trabajar el doble, suficiente tenía con dos misiones por semana.

 

Departamento del Dr. Mulder

Más tarde.

 

Esos momentos de pasión que compartía con el Dr. Mulder, en una pequeña parte significaban para ella la libertad y el sosiego que tanto anhelaba en su vida; esa relación, esa vida que compartía con él era todo y continuaba siendo todo en su existencia.

 

Junto a él se convertía en mujer, en una mujer que amaba, sentía, lloraba y reía. Que era capaz de disfrutar una pizza sin remordimientos, que se olvidaba del trabajo sin preocuparse por las consecuencias de lo que eso representaba, que dejaba de ser una asesina patriótica y una juez implacable.

 

Sencillamente era ese ser que tanto admiraba y amaba Fox Mulder, lo sentía así cuando ambos temblaban después de que el clímax los arropara con su calidez. Se besaban lánguidamente disfrutando lo que quedaba en el ambiente post- orgásmico. El rodó a su lado cuando dejaron de besarse y ella sonreía feliz y saciada, acurrucándose a su lado y respirando su perfume que tanto le gustaba.

 

-¿Estás dormida?- le preguntó un rato después, acariciaba su cabellera y podía escucharla respirar. -No, aún no estás dormida- sonrió ante su descubrimiento.

-Falta poco- reveló cerrando los ojos, en cualquier momento Morfeo la cubriría con su manto.

-Terminé- comentó. Ella hizo un sonido de incomprensión y él se avocó a explicar lo que decía. -Termine mi libro- reveló.

 

La agente Scully abandonó el cuello del Dr. Mulder, Morfeo dejó de arroparla con su manto y miró aquel hombre que permanecía acostado con orgullo y sorpresa.

 

-¿En serió?- le preguntó ella al apoyar su espalda en el respaldo de la cama.

-Hace dos semanas- contestó, sin abandonar la cama abrió la gaveta de la mesa de noche que estaba a su lado y sacó de su interior un libro con tapa negra y se lo entregó a la agente Scully. -Serás la primera persona, aparte de mi editor, que tendrá el honor de leerlo.

-Mulder, eso es…- se había quedado sin palabras, para ella era sorprendente que él confiara en su criterio literario, como médico y como persona. -Vaya, es muy grueso- rió divertida. -Este…

-No tenía intenciones de dejarte sin palabras- comentó.

 

Ella rió y lo besó ligeramente en señal de felicitaciones y luego examinó el exterior del libro. De tapa negra, con letras azules, rezaba: Psique divida en dos, y debajo del titulo: Por el Dr. Fox W. Mulder. En su parte trasera había una amplia fotografía del doctor en blanco y negro.

 

-Que guapo- señaló ella.

-Gracias- expresó halagado.

 

Ella volvió a mirar la parte delantera del libro, decidió hojearlo e inconscientemente o adrede por parte del destino la agente Scully fue a parar a la parte de la dedicatoria, las letras en corrido, finas y elegantes hicieron que la agente Scully se llenara de emoción. El le había dedicado el libro y sin esperarlo lo besó para agradecerle su bello gesto.

 

Para Dana, quien incondicionalmente me mantiene cuerdo.

 

Continuara…

 

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