chapter = 1
author = NikkyScully
dedicate = Disclairmer: Se dice que todo lo concerniente a X-Files es de Chris Carter, pero como el no ha sido el creador de los personajes que e incluido en este fic diré que hasta X-Files es mió, porque yo trabajo con el mientras Carter se dedica a ser demandas lerdas. He dicho.
Clasificación: Lo que ustedes quieran y alternativo.
Dedicatoria: A las bitches sin ninguna duda, las amo chicas.
Agent Macgirl, mi compañera, mi amiga, mi co-escritora en otros proyectos, mi jefa y la única responsable de que yo no duerma los fines de semana. A Rosa, que no se donde anda, a Paulina por igual que anda súper perdida, a mis niñas que las extraño y a todos aquellos que me apoyan y siguen leyendo mis relatos.
Nota: Ok, es cierto, estoy loca ¿Quién me dio permiso para hacer otro alternativo si ya hice uno? Pero es que resulta que es lo que se me da bien y para este nuevo fic tengo las neuronas súper recargadas; y les aseguro que si Lovers Through Time fue tremenda novela, Mundos Distintos será tremendo novelon. Espero que lo disfruten.
Feedback: jro185ARROBAhotmail.com.
Rating = touchstone
Type = Angst
fanfic = La oscuridad se hacía incierta en su mente, oscuridad era la compañía de su melancólica tristeza. La imagen de la muerte perturbadora hacía hincapié en sus sueños, dolor y amargura eran la visión esa noche. Dana Scully no tenía paz, despertar todos los días de su pesadilla eterna era su muerte lenta y agotadora.
Era una muerta en vida desde hacía un año. Su trabajo divertido, emocionante y peligroso se había convertido en algo anodino y sin importancia. Levantarse todos los días para convertirse en la agente Scully, espía internacional y una de las operativas más prometedoras era algo que se esfumaba, que se iba con el viento invernal.
Esa mañana el sonido de su timbre la despertó. Alguien la llamaba, le pedía que despertara y volviera con los vivos, pero ella no lo quería así; con muy pocos deseos, debido a su estado de melancolía se levantó de aquella cama hecha capullo, que la resguardaba del mundo exterior.
Al salir de su habitación, el timbre seguía sonando, seguían insistiendo y ella no estaba muy apurada en regresar a su vida normal. El apartamento en penumbras dio paso a la luz del corredor de su edificio cuando abrió la puerta. Un hombre bien parecido, de ojos verdes y pelo castaño la miró con desconcierto, mientras ella le ofrecía una mirada fría.
-Buenos días- le saludó aquel hombre enigmático.
-¿Qué haces aquí?- fue su respuesta ante el saludo.
-Vine a buscarte, tenemos…
Ella no lo dejó terminar, volviendo así al interior de su departamento oscuro y dejándolo allí de pie, debajo de la puerta. El se sintió confundido al ver como ella lo dejaba allí hablando solo y, al no tener deseos de seguirle el juego, entró al departamento cerrando la puerta y sintiéndose incómodo ante la notoria oscuridad.
Él se acercó a una de las ventanas y corrió las cortinas, dejando pasar la luz mientras ella se cubría los ojos; tenía días sin ver la luz del sol y él se percató de ello enseguida.
-Tienes un aspecto horrible- le dijo el hombre.
-Eso a ti no te importa- le comentó.
-Claro que me importa, soy tu mejor amigo y tengo todo el derecho de decirte que te vez horrible- repitió.- Hace dos semanas que no te veo, no fuiste a la cena que ofreció Alyson la semana pasada, ni siquiera me has llamado- le comentó dolido.
-He estado ocupada- le comunicó.
-¿Regodeándote en tu miseria? ¿Ahogándote en tu estupida depresión? Te hacía más sensata.
Ella no contestó, se puso de pie tomando dirección a la cocina y su amigo la siguió. Se dispuso a preparar café, mientras aquel hombre la observaba con ojos lastimeros y de pena.
-Está muerta, debes aceptarlo, pelirroja- comentó con voz suave.
-Se que está muerta y lo acepto, lo que no acepto es que haya sido por mi culpa- expresó mirando al vació.
-Fue un accidente…
-¡No fue un maldito accidente!- gritó al girar para verlo.
El no se inmutó y ella se dio cuenta que gritándole no ganaría nada porque él ya estaba acostumbrado a esas escenas. Las aguantó por un año largo y las seguiría aguantando. Ella se alisó el pelo, llevándolo hacía detrás de sus orejas, lo hacía cada vez que se alteraba o se ponía nerviosa, era un tic que había adquirido desde hacía un tiempo.
-Está haciendo frío. ¿Quieres café?- le preguntó.
-Sí, pero de ese no- y le sonrió. -¿Por qué no te das una ducha y te cambias? Te invito a desayunar en Starbuck´s
-¿Café de cinco dólares?- preguntó con desagradó. -¿Qué tan barata crees que soy?
-Me siento ofendido- expresó con sorpresa.- Starbuck´s es la cafetería de moda…
-Del siglo pasado.
-Ofrecen un excelente expreso- dijo con voz marcada.
-Dame veinte minutos- le comunicó con poco ánimo antes de desaparecer por la puerta de la cocina.
La dueña del departamento 14 B de la torre Asgard ubicada en el centro de Washington se dispuso a salir de aquel lugar. Vestida con un traje oficina gris de Armani, su roja y larga cabellera recogida en una prolija cola, zapatos Dolce & Gabanna y abrigo negro, caminaba por la calle Harrison junto a su amigo y compañero de trabajo. La fría alma de la agente Scully se movía graciosamente por esa calle de Washington siendo cubierta por el cuerpo de tan elegante y enigmática mujer.
El frío otoñal alejaba a los transeúntes de las calles. Starbuck´s sólo contaba con unos pocos clientes, almas esclavizadas a la vida moderna que al igual o peor que la agente Scully pagaban penitencia o sufrían por cosas del pasado.
Ambos se sentaron en una mesa pegada al ventanal que daba a la calle de aquella cafetería. La ciudad estaba siendo azotada por un terrible viento del frío norte, las personas de afuera se cubrían con sus largos abrigos, caminando deprisa para llegar a sus destinos. Mientras su amigo ordenaba los cafés en la barra marrón, Dana Scully se encontraba enajenada mirando hacia fuera y de nuevo volviendo al doloroso pasado.
Una escena parecida a la que se veía afuera de Starbuck´s era la que recreaba en su memoria. Gritando y con la cara llena de manchas negras, veía ante sus ojos como su hermana se desplomaba en el suelo; un disparo le había arrancado la vida, un disparo que con seguridad era para la agente Scully. La nieve empezaba a mancharse con la sangre de Melissa Scully y Dana Scully seguía gritando mientras dos personas la alejaban de aquel lugar, frío, solitario y perdido en aquel bosque ruso.
Sus ojos se empezaron a mostrar cristalinos y salió de su oscuro recuerdo cuando su amigo volvió a sentarse junto a ella trayendo consigo dos humeantes café y crossants. Ella detuvo las lágrimas y sonrió ocultando su melancolía así agradeciendo el gesto de su compañero.
-Tenemos una junta a las nueve- le comunicó con voz baja mientras le daba un sorbo a su café.
-¿A quién debemos matar hoy?- preguntó con toda naturalidad.
-¿Por qué siempre preguntas eso?- preguntó perturbado.- Odio que lo hagas, me haces sentir culpable.
-Es nuestro trabajo, no intento hacerte sentir culpable. Somos asesinos- le aclaró fríamente.
-¿Qué fue lo que te enseñaron en Quántico?
-Lo mismo que te enseñaron en Yale- expuso.
-En fin- se mostró algo cansado al discutir con ella.- Me llamaron esta mañana pidiéndome que estuviera en el Centro a las nueve, junta de equipo táctico, supongo que te llamaron a ti- comentó al devorar su croissant.
-No contesté el teléfono, sabía que de todas maneras irías a mi casa, me sacarías y me lo dirías- le dijo con cierta burla tomando un largo sorbo de café.
-Soy tu amigo, pero no abuses, Dana- aclaró molesto.
-No lo hago- explicó.- Si volvemos al trabajo mejor le llevamos café a los chicos. Alyson se pone poco razonable si no tiene su dosis de cafeína diaria- le recordó.
-Sí, tú has el pedido mientras yo voy al baño- le pidió mientras se ponía de pie.
Mientras él corría hacia el baño, acudiendo al llamado de la naturaleza, ella acudió hasta la barra de la cafetería para hacer sus pedidos.
-Hola, quiero dos cafés con leche, un negro sin azúcar, dos normales y un mokacino, por favor- pidió.
-Enseguida señorita- le comunicó quien le atendía.
Un hombre que estaba sentado a su lado la miraba fijamente y con cierta gracia. Era un hombre bastante atractivo, de ojos verdes y una gran cabellera castaña. La agente Scully sentía su mirada encima de ella y disimulaba observándolo por el rabillo del ojo con cierta incomodidad y una desconfianza característica en ella.
-Son muchos cafés, supongo que le pagan por llevarlos- comentó aquel misterioso hombre de traje azul oscuro.
Ella no habló ante el comentario expresado por aquel caballero, lo miró sólo por unos segundos con su habitual mirada fría para luego volver a centrar su atención en el joven que preparaba los cafés para ella.
-No, ahora que lo pienso mejor, no le pagan por llevarlos. Sólo lo hace por cortesía, es usted una compañera muy leal.
Ella volvió a mirarlo, esta vez con un poco más de atención y sólo porque tenía curiosidad hacía él. El caballero sonrió abiertamente al ver que ella le prestaba atención.
-Llevar un par de cafés no me hace una compañera leal- le discutió calmadamente.
-Claro que sí, lo veo en sus ojos.
-¿Acaso es brujo?- preguntó irónicamente.
-Algo parecido- contestó mientras volvía a sonreír ligeramente.
-A los brujos en la edad antigua los quemaba en la hoguera- le comentó para desestimarlo, para que dejara su intento de conquista. Ella lo que menos necesitaba era que un desconocido tratara de acostarse con ella, suponía.
-Y a los niños pelirrojos los ahogaban.
El comentario cruel por parte de él de alguna manera le sacó una sonrisa que ella trató de ocultar mirando hacia otro lado, pero él ya la había notado.
-Tiene una hermosa sonrisa, no trate de ocultarla- le sugirió.
-¿Acostumbra hablarle a mujeres desconocidas en las cafeterías?- preguntaba divertida.
-Sólo a aquellas mujeres que le hacen competencia a Afrodita y hasta ahora usted ha sido la primera- contestó galantemente.
-Afrodita era una ramera, por consiguiente no me siento halagada- sacó su monedero al ver que el chico le llevaba los cafés listos.- ¿Cuánto es?
-Sesenta dólares con trece centavos- contestó el chico.
Mientras sacaba el dinero de su monedero aquel hombre seguía observándola intrigada y fascinado, se había prendado definitivamente de ella. Ella pagó los cafés y su compañero volvío del baño.
-Pensé que te había abducido el baño- comentó en forma de burla.
-De deprimida a sarcástica, gran cambio Dana Katherine. Espero que conserves el buen humor al llegar a la oficina.
-¿Nos vamos ya? Aquí tengo el pedido- levantó la bolsa donde estaban los cafés.
-Andando- le dijo.
Ella miró por última vez al extraño y él seguía sonriéndole.
-Adiós.
-Adiós.
El compañero de la agente Scully miró al extraño con desconfianza y recelo mientras caminaban hacía la puerta.
-¿Quién era ese?
-Nadie.
Cuando salieron de aquella cafetería, el extraño caballero miraba a la pareja a través de los grandes ventanales del local y cuando los vio alejarse, se giró resignado para terminar su café; en ese instante se percató que aquella chica había dejado su portamonedas encima de la barra, lo tomó y salió en su búsqueda mientras el encargado le gritaba que volviera para que pagara el café que ni siquiera se había terminado de tomar.
Al salir a la calle, sin estar lo suficientemente abrigado, buscó por todos lados a la misteriosa dama y la vio en la esquina cruzando la calle junto a su compañero. Corrió hacía ella llamándola a viva voz, pero ella no giraba y cuando logró alcanzarla no dudó en llamarla por su nombre.
-¡Dana!
La agente Scully giró al igual que su amigo y miró al extraño caballero que respiraba agitado, pero que sentía que el frío le atravesaba la piel debajo de su traje de Christian Dior. Ella estaba notoriamente confundida y su compañero mostraba hastío y cierto celo.
-¿Y también acostumbra perseguir desconocidas?
-No, nunca me es necesario- le contestó sonriente.- Es que olvidó esto- y le mostró el portamonedas.
-Oh… no debió molestarse- le dijo apenada, pero aliviada de tener su portamonedas devuelta con ella,- pero aun así gracias- y lo tomó delicadamente.
-De nada.
-Deberías darle una recompensa- sugirió su hastiado compañero.
-Tienes razón…
-No- le interrumpió,- no es necesario- expresó mirando al otro caballero y volviendo a mirar a la joven.- Que pase buen día.
-Igualmente.
Y así el caballero se retiró, mientras la agente Scully lo miraba intrigada, de alguna manera ese hombre la había atraído y no sabía cómo ni por qué. Su compañero carraspeó llamando su atención y ella lo miró.
-De seguro te lo robó.
-No seas idiota, me hubiera dado cuenta ¿Quién crees que soy?
-Una agente con serios problemas en la cabeza- le discutió
-Fue un descuido, lo dejé en el mostrador- le explicó molesta ante su actitud.
-Mejor sigamos nuestro camino- suspiró cansado, -nos esperan.
Caminaron dos cuadras más, hasta llegar a un extenso y solitario callejón que para dos personas como ellos no era seguro para transitar; pero al parecer ya estaban bastante acostumbrados a caminar por aquel lugar.
Al final de aquel callejón había una alta pared de ladrillo con puerta de metal oxidada que daba paso a un viejo almacén; el compañero de la agente abrió dicha puerta para darle paso a su amiga. Al entrar al viejo almacén, el olor a humedad no tardó en llegar hasta sus olfatos y ella enseguida mostró disgusto. El lugar tenía un techo alto sostenido por grandes pilares, pero eso no era lo importante del lugar, sino una vieja escalera que llevaba hacia abajo del lugar, hacia una especie de depósito subterráneo y por donde ellos estaban bajando.
Cuando llegaron al final de la escalera terminaron en una especie de pasillo lúgubre y angosto, tubos de vapor pegados a los lados de la pared tenían un camino indefinido en aquel lugar tan extraño. Siguieron su camino hasta llegar a otra puerta de metal en muy buenas condiciones y a su lado un marcador numérico. La agente Scully introdujo un código al ver que su compañero estaba muy entretenido en esos momentos con su agenda electrónica. Cuando la puerta se abrió, la agente Scully entró y tuvo que halar a su compañero al interior de lo que parecía un elevador, la puerta se cerró y la caja de metal dio un brinco, llevándolos más abajo de lo que estaban ya.
-Odio entrar por aquí- decía el joven agente.
-Entonces no debiste ir a buscarme a mi casa, tu entrada es mucho más glamorosa- dijo con sorna. -¿O me equivoco?
-Ya el museo me aburrió, al principio era divertido ver arte antes de empezar a trabajar, pero se volvió monótono. Ahora entro por Jefferson- aclaró aun prestando atención a su agenda.
El ascensor se detuvo unos minutos después de haber comenzando a descender y las puertas ante ellos se abrieron. Al salir de ahí empezaron a caminar por un pasillo gris, iluminado con esos tubos blancos luminiscentes que le daban ese aire frío a cualquier lugar y al final del pasillo se encontraron en un salón amplio donde había muchas personas caminando de un lado para otro y otras sentadas frente a varias computadoras.
Se encontraba en el Centro, una de las subestaciones más importantes de la CIA en los Estados Unidos, ubicada en el mismo centro de Washington. Era la verdadera CIA, mientras aquel edificio que estaba en la superficie y se encontraba a cientos de kilómetros de ellos era sólo una fachada ante las demás naciones del mundo y agencias extranjeras.
Una mujer alta de pelo negro, ojos azules y ataviada totalmente sólo con un traje negro se acercó a la pareja que acababa de llegar.
-Buenos días, Alex, Dana. Es bueno verlos- les saludó cordialmente.
-Buenos días Alexa, ¿café?- le preguntó el caballero que ya ella había saludado.
-Oh… gracias- expresó mientras la agente Scully le pasaba uno de los envases que contenía el preciado líquido. -Negro y sin azúcar, como me gusta; gracias de nuevo. Dana, la Sra. Summers desea verte- le informó.
-Pero si la junta empieza dentro de diez minutos- dijo confundida.
-No estás en el equipo, te llamamos porque ella desea hablar contigo- le aclaró antes de retirarse.
-¿Qué crees que quiera?- le preguntó a su amigo.
-No tengo ni la menor idea- le dijo.
-Toma- le pasó los demás envases de café que traía consigo. -Te veo al rato- y se alejó de él yéndose por otro pasillo.
-Llegaron juntos, eso quiere decir dos cosas: dormiste en su casa o la pasaste a buscar- comentaba una joven que se encontraba detrás del joven agente.
-La pasé a buscar- le aclaró cuando giró para verla de frente.
-Que patético. ¿No te cansas de ser su lazarillo? Llevas cinco largos años perdidamente enamorado de ella y aun no te atreves a confesárselo, Alexander- le comentaba algo molesta.
-No tengo que hacerlo, algún día ella se dará cuenta- dijo inquietó.
-Cuando el infierno se congele y a mí se me agranden los pechos- dijo sarcástica.
-Déjame en paz, Alyson- le pidió.- ¿No ves que sufre? Está sumida en una grave depresión, en estos momentos no necesita que yo le confiese que la amo, lo que necesita es un amigo.
-Lo que necesita es un buen polvo, sexo, eso es lo que necesita y tú mejor que nadie puedes proveérselo; pero ¿Qué se va hacer? Eres un tremendo estúpido- le discutió y miró la bolsa que él llevaba consigo. -¿Eso es café, Alexander Krycek?- el asintió. -¿Y no me trajiste uno?
-Dana tiene razón, eres inaguantable cuando no tomas café- recordó mientras le pasaba un vaso.
-¿Miren quien habla? Eres un fracasado- expresó antes de retirarse y dejando al agente Krycek más que molesto.
Instituto de Psicología y Ciencias
Washington.
El prominente psicólogo y perfilista americano, Fox Mulder, hacía entrada con una hora de retraso, saludaba a las personas que se encontraban en la sala de espera con cierta pena mientras su secretaria lo recibía en la entrada de su oficina con un montón de carpetas de los casos que tendría que ver ese día en particular.
-Llega tarde, doctor Mulder- le dijo su secretaria al cerrar la puerta.
-Lo se, lo se- decía apresurado mientras se quitaba su abrigo y ponía su portafolios encima del escritorio.
-El Sr. McCarthy lleva una hora esperándolo, doctor- le informó su secretaria.
-Lo se, lo vi en la sala de espera- le comentó. -No se por qué acostumbra a llegar tan temprano, sabiendo que no lo atenderé antes que a los demás- expresó incomodo.
-Tiene una severa crisis de falta de atención… por eso se comporta de esa manera- le recordó.
-Lo se- agregó hastiado de que su secretaria le mostrara el cuadro psicológico de uno de sus pacientes.
-¿A que se debió el retraso esta vez, doctor Mulder?- preguntó con curiosidad.
-Es que me encontraba en Starbuck´s, desayunando- explicó, -y vi a la mujer más hermosa de todo Washington- dijo fascinado. -Es toda una belleza…
-La misma excusa de siempre, una misteriosa mujer– dijo en tono celoso.
-Descuida Janet, tú eres mi favorita- comentó al notar el tono de celo de su secretaria. -Quedé cautivado con esa mujer y tiene el nombre perfecto, Dana. ¿No te parece perfecto?
-Así se llamaba mi abuela y no era nada perfecta- dijo con molestia. -¿La invitó a salir?
-No- expresó con pena. -Lamentablemente tiene pareja- aclaró.
-¿Desde cuándo eso lo ha detenido, doctor Mulder?- preguntó divertida.
-No me quiero meter en problemas, aprendí la lección contigo- recordó con incomodidad.
-No tengo la culpa de que Sarah sea tan celosa…
-Debiste decirme cuando me conociste que…
-No me lo preguntó- puntualizó sin dejarlo terminar. -Será mejor que comience a atender sus pacientes o el doctor Rogers se va a enfurecer- le recordó.
-De acuerdo, empecemos.
A unos pocos metros de allí y en el subsuelo, la agente Scully se encontraba en la oficina de su superior. No estaba muy contenta de verla porque sabía de alguna forma que estaba ahí porque recibiría algún regaño por parte de Hannah Summers, segunda al mando del Centro y una de las mujeres más poderosas de los Estados Unidos.
La oficina de Hannah Summers parecía un refugio antibomba, las lámparas colgantes y la pintura gris clara hacían del lugar algo frívolo y ostero, una mesa de oficina con tope de cristal, tres sillas de cuero negro y una computadora era la única decoración en aquella oficina.
De repente, la agente Scully sintió que la puerta de metal blindado y electrónica se abría detrás de ella y sin duda alguna sabía que su jefa acababa de llegar. La agente Scully se puso de pie y su jefa se colocó frente a ella para mirarla fijamente con esa mirada gélida y autoritaria.
-Buenos días, Sra. Summers- le saludó con respeto.
Hannah Summers era una mujer en la edad de los treinta, demasiado joven para tanto poder, un poder heredado de un padre que fue uno de los grandes pioneros en la industria del espionaje americano, y Dana Scully lo sabía y sabía que si no se mostraba con respeto ante ella no le iría muy bien en su prometedora carrera, que seguía siéndolo a pesar de su condición a nivel emocional.
-Buenos días agente Scully, me sorprende verla viva. Pensé que ya se había cortado las venas- decía secamente y con cinismo.
-No me apetece cortarme las venas sabiendo que la navidad se esta acercando, señora, pienso dejarlo para el nuevo año- respondió con igual imprudencia, una imprudencia que había aprendido de su propia superior.
-Me alegra escuchar eso- expresó sonriendo. -Nos esta haciendo el honor de seguir trabajando un tiempo más con usted, es una de las mejores y me sentiré muy triste cuando se nos vaya- comentó con ironía.
-¿Podemos dejar los rodeos Hannah? ¿Qué deseas, por qué enviaste por mí?- preguntó ya seriamente.
-Porque me preocupas, no sería agradable enterarme de que te cortaste las venas en realidad. Melissa ya murió, supéralo- le suplicó.
-Era mi hermana y tú mejor amiga, debes entender que superarlo no es fácil- recalcó.
-Lloré su muerte, la lloré como ni tú te lo imaginas; pero me di cuenta que llorar y sufrir no hace que las personas vuelvan a la vida y creo que tú sabes eso- le aclaró.
-Esa bala era para mí, es mi culpa que esté muerta porque pude haberlo evitado. Era una misión riesgosa y lo sabía, pero mi orgullo y terquedad llevó a mi hermana a la muerte, yo misma se la entregué…
-Cada uno corre un riesgo en este trabajo; Melissa lo sabía y murió porque así lo eligió. Su deber como operativa era proteger a la líder del grupo, esa eras tú- le aclaró. -No debes sentirte culpable, ya pasó un año, ¡basta!
-Mi deber era protegerla a ella y a los demás, entramos a ese lugar sin esperar la autorización en Sistemas, me dejé llevar por lo que me enseñaste y ahora estoy en el completo derecho de sentirme como siento.
-Bien, hazlo… no te detengo. Pero no vas a arriesgar otro equipo por tu depresión absurda y tus deseos de morir, no vas a morir en el campo de batalla porque se que es lo quieres y yo puedo evitarlo- le aclaró.
-No puedes hacerlo.
-Puedo, quiero y lo haré. Ya no eres la líder del grupo Alfa, te relevo a Sistemas- le comunicó mientras se sentaba en su escritorio.
-Sabes muy bien que si me sacas del equipo las misiones del grupo Alfa no se harán según las estipulaciones y mandatos de tu querido Andrew.
Y Hannah Summers sabía que ella tenía razón, era la mejor liderando aquel equipo y las ambiciones de Andrew Summers como jefe del centro eran grandes y Dana Scully estaba incluida entre ese listado. Nadie lideraba el equipo Alfa como la hacía la agente Scully y Andrew Summers no iba a permitir que una misión fallara por culpa de la falta de la agente.
Hannah Summers sonrió con ironía, Dana Scully conocía muy bien las reglas del juego, pero Hannah sabía como romperlas y lo haría en esos momentos.
-Con decir eso no lograrás nada, ya hablé con Andrew y sabiendo tú que te aprecia demasiado como líder, prefiere arriesgar un par de misiones antes de arriesgarte a ti- le aclaró con extremo orgullo, sabía como ponerla entre la espada y la pared. -Adoras trabajar, lo se, así que te tengo una propuesta: no te enviare a Sistemas, pero reduciré tus salidas y te ordeno que vayas con Frank, es hora de que un psicólogo te apriete los tornillos de la cabeza- le propuso.
-No acepto- expresó molesta.
-Lo tomas o lo dejas. Sistemas o el psicólogo.
-Sólo haces esto por puro interés, no importa mi bienestar emocional sino mi desempeño.
-Me conoces bien y no te discuto eso. ¿Qué dices?- le preguntó.
-De acuerdo- respiró hastiada, -buscaré ayuda profesional, pero no será Frank.
-Frank es uno de los mejores psicólogos en el Centro.
-No trata a un ser humano desde el 93 y se acababa de graduar, reclutado aquí como operativo y cuando Andrew y tú tomaron el mando le dieron una tajada del pastel. No quiero que alguien como tú me trate, quiero ayuda externa- exigió.
-Todo lo concerniente a un operativo debe quedarse aquí adentro- dijo con natural terquedad.
-Lo tomas o lo dejas.
Hannah Summers respiró profundo, ahora era ella quien se encontraba entre la espada y la pared; pero no podía negarse, ya había logrado lo que quería con Dana Scully.
-Bien- sacó una hoja, tomó un bolígrafo y empezó a escribir lo que parecía ser una dirección, -te enviaré con el doctor Carl Rogers, fue uno de mis profesores en la universidad, es uno de los mejores psicólogos que hay en la ciudad y es de confianza; es un agente retirado que ayuda a varios colegas a superar sus conflictos y el podrá ayudarte a ti- le hizo entrega de la hoja a la agente Scully.
-¿Instituto de Psicología y Ciencias? Está a unos cuantos kilómetros de aquí. Incluso hay una entrada cercana…
-Perfecto- la interrumpió,- puedes ir hoy y concertar una cita- le sugirió.
-No- entró la hoja en el bolsillo de su abrigo, -hoy tengo trabajo que hacer. Quiero que me pongas en la misión.
-Ni siquiera sabes de que va, ni conoces el perfil- le comunicó.
-Puedo estudiarlo de camino, ¿me pones en ella?
-De acuerdo- le dio un clic a su computadora. -¿Patrick?
-Si, señora- se escuchó del otro lado de la línea.
-Envía el perfil de la misión de O'hara al panel de la agente Scully; ella y el equipo Alfa irán.
-Eso nos retrasaría una hora, señora, el equipo Beta está a punto de salir- dijo con cierta sorpresa.
-Has lo que te digo- le pidió -y no me discutas.
-De acuerdo, señora- y se cortó la comunicación.
-¿Contenta?- preguntó al mirar a la agente Scully.
-Muy contenta- expresó con una leve sonrisa de triunfo.
-Si me entero que no fuiste a ver al doctor Rogers te saco y me va a importar un bledo los berrinches de Andrew y las quejas de Frank
-Calma Hannah, o te dará un ataque, recuerda tu diabetes.
-No bromees, porque un día de estos tú me vas a provocar un ataque de verdad- le decía molesta.
Dana Scully no le presto atención al aviso, se acercó a la puerta, pero antes de salir volteó a mirar a su jefa.
-Si estás tan interesada en que deje mi supuesta depresión atrás, ¿por qué no me ayudas tú?
-Porque tengo mejores cosas que hacer y no estoy por escuchar tus lamentos- dijo con hastío, pero luego su rostro se volvió muy serio. -Además, no es ético que alguien tan relacionada a ti te trate, se que no lo notas, pero extraño a Melissa- expresó con voz triste.
Dana Scully no dijo nada, sólo miró con tristeza y melancolía a Hannah antes de salir.
Los siguientes días en su vida serían bastante interesantes para la Agente Scully y lo divertido era que no lo presentía.
Dos días después.
Instituto de Psicología y Ciencias.
Dana Scully se movía como gato enjaulado en una de las oficinas de aquel instituto. La habían hecho pasar a tal lugar porque el doctor Rogers aun no había llegado; no estaba muy contenta con la idea de esta allí, pero tenía, debía estarlo por el bien de su carrera que ya no le importaba tanto como antes, pero eso era lo que hacía para sobrevivir y no podía dar un paso hacia atrás.
Observaba todo a su alrededor, se detuvo por un momento enfrente de una pared donde estaba colgado algo parecido a un diploma y le parecía extraño que este rezara Fox William Mulder, graduado de Psicología en la Universidad de Oxford. Era algo raro pero no hubo de qué preocuparse hasta que vio a un hombre muy familiar entrar en aquella oficina como si fuera lo más común del mundo.
-Buenos días, señorita Scully. Perdóneme la tardanza- decía el sujeto que tenía la cabeza metida en algo parecido a algún archivo.
Dana Scully no entendía lo que ocurría, si ese hombre era su psicólogo iba a conversar seriamente con Hannah Summers y la conversación no sería muy divertida. Aquel hombre levantó la vista de aquel archivo y cuando al fin miró fijo a la agente Scully su rostro se iluminó con sorpresa.
-¡Dios!- expresó anonadado.
-Sí, Dios- dijo confundida e incómoda.
-Esto es una agradable coincidencia- expresó con tono alegre.
El intentó acercarse a ella, pero la agente Scully prefirió mantener distancia y él se percató de ese muro que ella empezaba a construir entre ellos.
-¿Ahora es usted quien se dedica a perseguirme a mí, señorita Scully?- preguntó asombrado.
-Creo que esto es una confusión, ¿es usted psicólogo?- preguntó confundida.
-Sí, así es- afirmó.
-Esto es el colmo, voy a matar a Hannah- miró fijamente al caballero. -¿Cuándo se puso en contacto Hannah Summers con usted?
-¿Quién es Hannah Summers?- preguntó sin entender lo que ella decía.
-No se haga el gracioso, ella me envió con usted. Es una conspiración, a parte de eso se dedica a controlar mi vida enviando a otros a que me vigilen- expresó muy enfadada.
-Señorita, ¿de qué está hablando?- preguntó más desconcertado aun.
-¿Por qué no me lo dijo cuando me vio? ¿Por qué tuve que esperar a que Hannah me diera aquel sermón sobre lo que tenía que hacer y debía hacer? Nos hubiéramos ahorrado mucho tiempo, doctor Rogers. No me gustan las bromas ni los juegos- le miró de arriba abajo. -Un momento, es usted muy joven para ser un agente retirado.
-¿Me llamo doctor Rogers?- preguntó intrigado.
-Así se llama- le aclaró.
-No, no me llamo así- extendió su mano para presentarse debidamente. -Soy el doctor Fox Mulder, es un placer.
Ella no supo como, pero ya estaba estrechando su mano con la de él cuando se presentó debidamente y se había dado cuenta de que dijo cosas que no debió haber dicho frente a aquel hombre desconocido.
-Creo que hay una confusión aquí- comentó apenada.
-Así es- se acercó a su escritorio para llamar a su secretaria por el intercomunicador. -Janet, por favor pasa a mi oficina.
Unos segundos después la secretaria del doctor Mulder entraba a la oficina y él le hacía entrega del archivo de la agente Scully.
-¿Algún problema, doctor Mulder?- preguntó ante lo que había hecho el doctor y la actitud extraña de la agente Scully.
-Volviste a confundir los archivos, la señorita Scully es una nueva paciente del Doctor Rogers, no mía- le explicó molesto.
-Lo siento doctor Mulder, no me percaté. Es que saqué los archivos del doctor Rogers y los suyos, debieron mezclarse al yo sacarlos a la vez- explicó abatida.
-Bueno, supongo que Carl debe estar esperándola- miró a la agente Scully. -Disculpe el inconveniente, señorita Scully, mi secretaria la llevara con el Doctor Rogers inmediatamente- le explicó.
-Descuide, doctor Mulder- expresó ella relajada de no tener que tratarse con el doctor Mulder.
-Sígame por favor, señorita Scully- le pidió la secretaria.
Cuando se fueron acercando a la puerta, la agente Scully se detuvo a mirar al doctor Mulder.
-Fue un placer volver a verla, señorita Scully.
Ella no dijo nada, sólo se limitó a sonreír al igual que él y así acudió a su cita con su verdadero terapeuta, pero el doctor Mulder aseguraba internamente que no sería la ultima vez que vería a la agente Scully, lo estaba jurando consigo mismo para cuando su secretaria volvía con él.
Ella lo miraba curiosa y confundida al observar el rostro de alegría que él tenía dibujado.
-¿Algún otro inconveniente, doctor Mulder?- preguntó ella.
-No… ¿sabes Janet? Estoy enamorado- le confesó.
-¿Se puede saber de quién?
-De la Srta. Scully- contestó.
-¡Pero si sólo la vio cinco minutos!- exclamó con sorpresa.
-Ella es la mujer que vi en Starbuck`s hace unos días. Jamás pensé que volvería a verla, estoy tan impactado ¿no es perfecta?
Su secretaria cerró la puerta antes de seguir hablando. Muchas cosas no podían ser escuchadas como se pensaba en el instituto.
-Mulder, no es que te quiera criticar con respecto a lo que me estás diciendo, pero ella es una completa extraña. Apenas sabes su nombre, ¿cómo puedes decir que estás enamorado?
Janet Krakovisch era una íntima amiga del doctor Mulder, que cuando debía mantenía esa intimidad lejos del trabajo; pero en ocasiones ella misma servía como su consejera y psicóloga empírica lo cual él rotundamente agradecía.
-Algo me dice que ella es una gran mujer- comentó.
-¿Es tu intuición? Tu intuición te dijo una vez que yo era tu alma gemela y mira lo que ocurrió- le recordó. -Además Mulder, sólo con verla se puede presentir problemas, su mirada es tan vacía, es tan gélida…
-Si quieres decir con eso que ella es extraña, cabe recordarte que ese es mi tipo de mujer; enigmática.
-Ella es más que enigmática, no se que es, pero mi intuición de mujer que nunca falla me dice que puede traer problemas y si pretendes enredarte con ella, conócela primero y no te lances a aguas tranquilas porque a veces ocultan grandes monstruos en sus profundidades- le aconsejó sabiamente.
-¿De dónde sacas esos discursos trillados?- preguntó muy confundido. -Quiero que me hagas un favor, muy grande.
-¿Hay algún favor que yo no haya hecho por ti? Si existe, dímelo y lo haré.
-Quiero que cuando la Srta. Scully salga de la oficina de Carl me avises…
-¿Quieres que me ponga en el papel de espía?- preguntó indignada.
-Mas bien de alcahueta- le aclaró.
-Sarah debió apuntar más arriba cuando te disparó y así yo no tendría que hacer estas cosas- comentó harta.
El doctor Mulder lanzó una gran carcajada mientras miraba de forma irónica a su secretaria. Ella lo observaba de mala gana, pero prefirió salir de aquella oficina antes de que las torturas que imaginaba para el doctor Mulder se volvieran realidad.
El Centro
El agente Krycek buscaba entre el personal de aquella agencia a alguien que deseaba ver. En su rostro de agente calculador y perspicaz, pero de alguien que podía y le gustaba divertirse, se dibujaba una extraña preocupación.
Llegaba al área de Sistemas, donde se encontraba un ejército de equipo tecnológico manejado por los mejores hackers entrenados por la CIA. Allí se encontraba cada satélite de vigilancia y se monitoreaba cada misión que se estuviera preparando o haciendo en esos momentos.
Patrick Labiorestaux era el jefe en dicha sección, un joven prometedor, con un futuro brillante, pero cruel con cualquiera que se atreviera a llevarle la contraria con respecto a cada botón de las computadoras que allí habían. Ensimismado con un programa en su computador ni siquiera miró al agente Krycek cuando éste entró al lugar.
-Patrick…- lo llamó el agente. -¿Has visto a Dana?
El silencio que mantenía el agente Labiorestaux le confirmaba al agente Krycek que él no había visto a la agente Scully.
En ese momento entraba Daniel Rivera, un agente latino que desempeñaba el mismo papel que Patrick Labiorestaux en aquella agencia, pero su nivel como hacker era bastante inferior al del agente Labiorestaux.
-Danny, ¿has visto a Dana?
-Ni sus luces, amigo- le respondió antes de sentarse frente a una PC y perderse entre sus múltiples usos.
-¿Alguien la ha visto?
Ninguno de los subalternos de los agentes Rivera y Labiorestaux que se encontraban allí respondieron.
El agente Krycek decidió seguir buscando por otro lado; pero cuando llegó al pasillo que lo llevaba al área de tácticas vio acercarse a Alexa Illianof y a Tezka Kunimitzu, dos de los que habitualmente eran líderes de los equipos tácticos y quienes no deseaba ver en esos momentos. Intentó regresar por donde había venido, pero Alexa Illianof ya lo había divisado a lo lejos.
-Ni lo pienses, Krycek- avanzó dejando un poco atrás a quien la acompañaba.
A Alexander Krycek, muy a su pesar, no le quedó más remedio que girar para mirar a una muy molesta superior. En esos momentos no tenía la seguridad de si escapar o quedarse a escuchar uno de los tantos reproches de Alexa Illianof.
-¿Por qué rayos no estás vestido?
El agente Krycek la observó con confusión ante la pregunta y Tezka Kunimitzu, que estaba junto a ellos tenía media sonrisa, mientras meditaba con los ojos cerrados la pregunta hecha por su compañera.
-Alexa, no se si no te estás dando cuenta, pero si estoy vestido. Esto, lo que llevo puesto es un traje Armani de…- le indicaba antes de ser interrumpido por la Agente Illianof.
-No presumas tanto- se quejó. -La pregunta es: ¿Por qué no llevas el uniforme de combate? Saldremos en quince minutos- le mostraba su reloj.
-Estoy buscando a Dana- le aclaró.
-Búscala después, este no es momento para buscar a una persona que no desea ser encontrada- le comentó.
-¿Cómo que no desea ser encontrada? ¿Por qué lo dices?- preguntó confundido.
-¿No escuchaste los rumores?- le preguntó de manera misteriosa.
-¿Qué rumores?
-Se dice que a la agente Scully le dieron de baja supervisada, está fuera.
El agente Kunimitzu abrió los ojos de par en par y el agente Krycek se mostraba angustiado.
-Eso no puede ser, su condición de agente es excelente. No pueden darle de baja.
-Según la Sra. Summers, la agente Scully le está dando muchos problemas a la organización. Era favorable darle de baja antes de que cometiera alguna locura, ¿verdad agente Kunimitzu?
-Así es- respondió.
Lo que más necesitaba la agente Illianof era el apoyo del agente Kunimitzu en esos momentos. Había cierta complicidad entre ellos, como la uña y la mugre y todo su concepto raro y altruista cuando se traba de cierto apoyo para hacer cualquier cosa, como fastidiar al agente Krycek en ese preciso instante.
-Pero si estuvo aquí antes de ayer- recordó.
-Y antes de ayer fue que le dieron de baja. Fui yo quien le comunicó que la Sra. Summers deseaba verla; todos dicen que era para hablarle de su baja inmediata.
-Pero si Dana no me dijo nada- le comentó.
-¿Acaso la viste ese día, después de su reunión con la Sra. Summers; después de la misión?
-No, pero…
-Sus peros me están cansando, agente Krycek- le interrumpió de forma fría el agente Kunimitzu. -¿Por qué no mejor se preocupa por su trabajo y no por la situación de otro agente? Vaya a cambiarse, si salimos tarde por su despreocupación hacia el trabajo lo reportaré con el Sr. Bennedetty- expresó serio y sin intenciones de seguir jugando como lo estaba haciendo la agente Illianof.
El agente Krycek seguía preocupado por la situación de la agente Scully, pero la búsqueda de ésta tendría que dejarla para después. Tomando rumbo por aquel pasillo largo y lúgubre se alejó de aquellos superiores que representaban el poder oculto de un país dominante como Estados Unidos.
Alexa Illianof le regalaba una mirada de reproche a Tezka Kunimitzu. El sostenía una mirada vacía y muy poco le importaba aquella cara de reproche de la agente Illianof.
-Me estaba divirtiendo, Tezka- le reprochaba. -Necesitaba que me siguiera el juego.
-No es ni el momento ni el lugar para tus juegos, Alexa. Tenemos trabajo que hacer, además prácticamente le mentiste y lo que le dijiste podría afecta su desempeño. Sabes cuales son las consecuencias si eso llega a pasar- expresó herméticamente.
-No exageres, él es bastante fuerte. No le afectará lo que pueda ocurrirle a la agente Scully; y no le mentí, sólo le dije lo que se comenta- justificó.
-Un hombre puede ser fuerte emocionalmente, pero cuando se enamora pierde toda capacidad de razonamiento y eso puede afectarlo gravemente- explicó.
-Y por eso tú has preferido el celibato, has puesto tu trabajo ante tus sentimientos y deseos carnales. Te has vuelto un robot, alguien sin alma y sin conciencia. El agente perfecto- comentaba mirándolo fijamente y dando en el clavo.
-Y pienso continuar así- agregó.
-Mis premoniciones dicen todo lo contrario- cerró los ojos. -El agente perfecto será cambiado, su vida dará un giro de 360 grados, del hombre frío y calculador no quedará ni rastro- expresó pasiva y con voz profunda.
-El día que tus delirios a los cuales llamas premoniciones sean ciertos me casaré con una civil, me haré pasar por abogado y tendré hijos- decía en forma de burla, algo casi no visto en él y dejó allí en medio de aquel pasillo a la agente Illianof, la cual ya había abierto los ojos y evitaba reír.
-No se nos permite estar con civiles- le gritó desde donde estaba. -Además quien te va a volver loco será precisamente un nueva integrante del Centro- comentó entre dientes, pero el agente Kunimitzu ya se había ido para cuando ella lo hubo dicho y la agente prosiguió hacía donde iba originalmente.
Instituto de Psicología y Ciencias.
Era muy difícil para el doctor Mulder trabajar con un paciente cuando su concentración estaba puesta en su intercomunicador y esperando la llamada de su secretaria.
-Y es difícil para mí pensar en que mis hijos se quedarán solos, porque la muerte es dolorosa y no podrán soportarla. ¿Qué pasará con ellos cuando yo me muera? No pueden vivir sin mí, me necesitan.
La paciente del doctor Mulder se había percatado de que él no le estaba prestando mucha atención y eso no le agradaba para nada.
-¡Doctor Mulder!- le llamó molesta. -¿Me está escuchando?
-Por supuesto, Sra. Harris ¿Por qué cree que sus hijos no podrán vivir sin usted?
-Ya se lo he dicho, depende de mí- explicó agobiada.
-¿Dependen de usted de qué forma?
-Soy su madre, los hijos no pueden vivir sin la madre. Es la ley de la naturaleza.
-Creo que su obsesión por la muerte y su temor hacia ella hace que sienta que sus hijos dependan mucho de usted cuando sucede así.
-¿Qué sabe usted? ¡No tiene hijos!- decía indignada.
-No, pero soy psicólogo y tengo la razón al decir que debe pensar que su deber de madre ya ha sido cumplido. Sus dos hijos son mayores de edad, el mayor está casado…
-¡Con una bruja!- agregó interrumpiéndolo.
-… y espera un hijo- prosiguió, -su nieto. Sus hijos ya no dependen ni económica ni emocionalmente de usted. No tienen dos años y ya le he dicho que no le puede temer a la muerte porque es el destino de todo ser humano sobre esta tierra.
-Es el peor destino- volvía a quejarse.
A la Sra. Harris el tema de la muerte no le agradaba para nada. El doctor Mulder la estaba tratando desde hacía un par de meses y sin ningún progreso. Ella tenía arraigada en su mente el temor hacia la muerte y la supuesta dependencia que sus hijos tenían hacia ella.
El Dr. Mulder ya estaba pensando que la señora era terca para racionar lo que sucedía con ella y que de por sí ya no tenía mucho remedio. Ya estaba perdiendo la paciencia y al mirar su reloj respiró con cierto alivio.
-Se nos terminó el tiempo, Sra. Harris- cerró el expediente que llevaba consigo.
-Pero aun no hemos terminado- comentó con desconcierto.
-Sí, terminamos; la veré la próxima semana- se puso de pie junto con la Sra. Harris. -Y otra cosa, Sra. Harris, comprenda que la muerte es inevitable y que el ser humano ha aprendido a convivir con ella desde que era una célula.
La Sra. Harris no dijo nada, lo miró molesta y salió de allí echando fuego por la boca. El Sr. Mulder giró hacia su escritorio, sentándose delante de él para revisar unos papeles. En ese momento se escuchó la voz de su secretaria por el intercomunicador.
-Dr. Mulder, su extraña amiga está saliendo del consultorio del Dr. Rogers y ambos se están despidiendo.
El Dr. Mulder no esperó a que su secretaría terminara de darle el mensaje, ya se encontraba abriendo la puerta de su oficina y la Srta. Scully ya iba en dirección al ascensor y él la intercepto allí.
-Hola- le saludó con cierta emoción.
-Hola- respondió ella perturbada al verlo ahí y mirando para todos los lados, averiguando de donde él había salido.
-¿Cómo le fue con el Dr. Rogers?- preguntó con mucha amabilidad, una amabilidad que confundía.
-Muy bien, gracias por preguntar- contestó contrariada mientras llamaba el ascensor.
-Es bueno escucharlo.
La agente Scully a la espera del ascensor, esperaba que el Dr. Mulder se alejara de ella, pero él no tenía intenciones de ello.
El la seguía observando tan fijamente que eso empezaba a incomodarla mucho y giró su cabeza para mirarlo.
-¿Desea algo?- le preguntó.
-No, claro que no- contestó. -Mas bien me preguntaba si desea usted tomar una taza de café conmigo.
-Jamás he deseado tomar café con extraños- contestó fríamente.
El no se esperaba que ese acercamiento entre ellos sería tan gélido y más por parte de ella que, al abrir el ascensor sus puertas, entró dejando al doctor Mulder más que desconcertando, mientras el elevador volvía a cerrar sus puertas.
-De acuerdo, se está haciendo la dura- se quedó pensativo por algunos minutos. -Algo se me ocurrirá, ya verás- y así volvió a su oficina.
El Centro
Frank Bennedetty, tercero al mando de dicha organización y excelente perfilista, se encontraba reunido con Andrew Summers, jefe y señor del Centro. Ambos conversaban sobre las misiones en el Medio Oriente; pero cuando las puertas automáticas de dicha oficina empezaron abrirse, ellos centraron su atención en ellas.
Hannah Summers hacía acto de presencia.
-¿Me llamabas?- preguntó ella tan calmada como el agua.
-Así es- respondió el Sr. Summers. -¿Resolviste el asunto de la agente Scully?
-Por supuesto, le dije que si no se trataba le daría de baja inmediata; a lo cual ella no respondió muy gustosa- contestó.
-¿Y entonces?- preguntó con dejo de impaciencia.
-Aceptó ir con un psicólogo- la mirada de molestia del Sr. Summers no le preocupó. -Es lo mejor que se puede hacer en este caso. Sabes que no es plausible para ninguno de los tres que ella esté fuera del Centro- aclaró.
-Si no tiene una ocupación será peor para ella, pensara más en lo de su hermana y en definitiva se hundirá más de lo que está si no se empieza a tratar- agregó el Sr. Bennedetty.
-Es cierto que Dana Scully es una de las mejores de esta organización, pero es inconcebible que estemos perdiendo tiempo con ella. Está arriesgando las misiones, arriesgándose ella misma- comentó el Sr. Summers.
-Sólo dale tiempo, es lo que necesita- le pidió la Sra. Summers.
-¿Tiempo? Tiempo es lo que menos tenemos. El personal es escaso y las misiones se complican, tengo la directiva presionándome todo el tiempo; y yo no estoy muy dispuesto a ver como Dana Scully juega a hacerse la hermana depresiva- expresó quejumbroso.
-No se está haciendo- dijo con voz dura el Sr. Bennedetty. -A veces me irrita tu manera de hablar- se dispuso a mirar a la Sra. Summers tratando de olvidar su disgusto con el Sr. Summers. -¿Cuándo veré a la agente Scully en mi oficina?- preguntó.
-No la envié contigo, Frank- le aclaró.
-¿Cómo que no la enviaste conmigo?- preguntó confundido. -¿Con quien la enviaste?
-Se negó a tratarse contigo, dijo que no ejerces tu verdadera profesión desde mucho antes de ocupar tu puesto aquí en El Centro- le comentó.
-¿De dónde sacó tremenda estupidez?- preguntó ofendido.
-No te enfades, por lo menos aceptó el trato que le ofrecí, así que la envié con el Dr. Rogers…
-¿Ese vejete? Sus tratamientos son de la época de Freud- comentaba enfadado el Sr. Bennedetty.
-Después de su retiro se dedicó a ejercer la psicología, su carrera antes de entrar a la CIA, ha ayudado a civiles; pero su verdadero servicio ha sido ayudar a los agentes, ayudarlos a tratarse; ha sido de gran importancia su colaboración hacia nosotros. Es un excelente psicólogo, no hay duda de ello- comentaba la Sra. Summers.
-Si tu lo dices- expresó no muy convencido el Sr. Bennedetty. -Espero que no la vuelva más loca de lo que está.
El Sr. Summers intento reír ante el comentario del Sr. Bennedetty, pero la mirada fría que le dio éste le obligó a reconsiderar tal acción.
-Cambiando de tema, ¿cenaremos esta noche los cuatro?- preguntó. -Margaret está empeñada en reavivar nuestra vida social.
-Por supuesto, ¿en tu casa o en la nuestra?- preguntó el Sr. Summers.
-Mejor que sea fuera, en Argo´s, sería más que perfecto. Yo invito- les comunicó.
-Por supuesto Frank, esta noche a los ocho en Argo´s- comentó la Sra. Summers.
Después de eso el Sr. Bennedetty sonrió y les hizo una reverencia con la cabeza en forma de despedida antes de retirarse de aquella oficina.
El Sr. Summers sentía la mirada profunda de su colega y esposa sobre él y eso de cierta manera le incomodaba.
-¿Qué?- preguntó inquietó.
-Espero que te calmes con respecto al asunto de Dana y ponte en sus zapatos, ella perdió a su hermana. ¿Cómo te sentirías tú si perdieras a la tuya?
Y al hacer esa pregunta se retiró de allí dejando a su esposo sumido en sus reflexiones.
Día siguiente.
El Centro vivía en constante movimiento. Los agentes internos, como se les llamaba a los que residían dentro de aquel complejo, trabajaban allí día y noche, con ciertos momentos de descanso; aunque literalmente siempre estaban desempeñando sus funciones ya establecidas. Por el contrario, los agentes externos, como se les llamaba a los que vivían fuera del complejo, sólo trabajaban dentro de él cuando se les solicitaba y sólo trabajaban algunas horas o algunos días, eso dependía de la misión que estuvieran realizando.
Aquel día se estaban acoplando a un pequeño cambio, aunque no era importante y tampoco trascendental; la nueva integración de un agente en el equipo y la agencia significaba de cierto modo tener que conocer a tal agente, lo cual no era gratificante para algunos, para otros tedioso, y para los otros verdaderamente aburrido.
Aquel frío día de otoño, al Centro, donde la temperatura era agradable, llegó Kaoru Kawasaki, agente internacional que residía en Japón, pero transferida a los Estados Unidos por propia petición. Al reportarse con Frank Bennedetty, como lo establecía el protocolo, él la llevo con los demás agentes que se reunían en el comedor a la hora del almuerzo o en los ratos libres, cuando no podían llegar a las áreas sociales del complejo.
-Agentes.
La voz del Sr. Bennedetty, tan varonil, gruesa y oscura, provocó la atención en los agentes, tal y como debía hacer una voz superiora y de mando.
-Les presento a Kaoru Kawasaki, nueva integrante de las filas de El Centro. Asegúrense de que se sienta a gusto entre nosotros.
-Sí, señor- respondieron al unísono los que estaban sentados en la mesa en la cual específicamente él se dirigió en un principio.
-Agente Kunimitzu- le llamó.
-¿Sí, señor?
-La agente Kawasaki trabajará bajo su mando. No tengo que decirle más nada.
El agente Kunimitzu asintió afirmativamente y el Sr. Bennedetty se retiró. La agente Kawasaki se quedó de pie frente a aquella mesa donde había varios agentes, la mayoría veteranos en el lugar y algunos la observaban con curiosidad; los demás estaban más atentos a sus almuerzos, tazas de café o té y sus agendas electrónicas que a la chica nueva.
El agente Rivera, que era un poco más sociable, simpático y más por decir mujeriego, estaba impresionado con la belleza asiática que estaba delante de él.
-¿Por qué no se sienta Agente Kawasaki? Esta ya es su casa- expresó de una forma simpática y dándole la bienvenida.
-Gracias agente…- confundida tomaba asiento.
-Rivera- agregó comprendiendo su ignorancia hacía su nombre. -Déjeme presentarles al equipo y empezando por mí, soy Daniel Rivera, trabajo en Sistemas junto al nerd que no deja de babear frente a su laptop y que está a su izquierda…
-Patrick Labiorestaux- se presentó sin siquiera mirar a la chica. -Y Daniel, vuelve a referirte a mí de esa manera y se me olvidará que eres mi mejor amigo- se levantó de allí y tomó su laptop para retirarse.
-Descuide, agente Kawasaki, él siempre es así- expresó disculpándose por su amigo. -Bueno, a su derecha- prosiguió, -está Tezka Kunimitzu, su superior inmediato y líder del equipo Beta, a su lado está Alexa Illianof, líder del equipo Delta.
-Bienvenida, agente- le saludó.
-Gracias señora- respondió.
-Llámame Alexa- le pidió.
-Y continuando con los últimos y al final de la mesa están Rachel y Marcus Webster, los niños mimados de la agencia.
Los Webster lo miraron de mala gana y él dejó de mirarlos rápidamente, no era nada divertido airar a los Webster. En ese momento pasaba cerca de ellos y con mucha prisa la agente Hannigan.
-Alyson, ven, quiero presentarte a alguien.
-No tengo tiempo para tus estupideces, Danny- y continuó su camino.
-Damas y caballeros, esa fue la arpía de Alyson Hannigan- expresó con cierto aborrecimiento.
El agente Rivera no dijo más nada, su choque con la Agente Hannigan lo había puesto de mal humor. La agente Kawasaki decidió pasar de las presentaciones a las preguntas.
-¿Quién es el líder del equipo Alfa?- preguntó con notoria curiosidad.
-Dana Scully- respondió Alexa Illianof.
-La loca exclusiva del lugar- agregó el agente Rivera, volviendo a la conversación.
-No entiendo- expresó embrollada la Agente Kawasaki.
-La agente Scully tiene un desorden mental muy severo- explicó el agente Rivera, -en pocas palabras se le volaron todos los tornillos del cerebro- expresó siendo muy gráfico.
-¿A qué se debe su condición?- preguntó interesada en el tema.
-La agente Scully no está loca- intervino el Agente Krycek ya sentándose junto al agente Rivera y provocando sorpresa entre los que ya estaban presentes. -Hola Danny, ¿te diviertes o es que te gusta que Dana te patee el trasero como la última vez?- le preguntó con ironía.
-Alex, qué sorpresa- le dijo algo asustado el agente Rivera. -Bueno, los dejo- y se levantó y huyó como quien huye del diablo.
-Agente Kawasaki, él es Alexander Krycek, otro agente del Centro- hizo la presentación la agente Illianof a falta del agente Rivera.
El agente Krycek miró a la nueva y sólo la saludó con una reverencia de cabeza.
-¿Ya terminaron las presentaciones?- preguntó el agente Kunimitzu que no había dicho nada desde la llegada de la agente Kawasaki. -Sígame Agente- guardó su agenda en el bolsillo de su chaqueta y se puso de pie, -tengo trabajo para usted- le comunicó.
-De acuerdo- expresó ella poniéndose de pie.
-Alexa, recuerda que tienes que realizar el perfil de Xian- le recordó el Agente.
-No tienes que recordármelo, Tezka- expresó sin mirarlo y muy concentrada en su taza de té.
El agente Kunimitzu comenzó a caminar hasta la salida, viéndose obligada la agente Kawasaki a seguirlo y no a todos en el lugar les agradaba la actitud pedante de quien ella seguía.
-La compadezco, no durará mucho trabajando para él- comentó el agente Webster, que hablaba por primera vez.
-Es todo lo contrario, Marcus- indicó la Agente Illianof, -ella está completamente agradecida de que el Sr. Bennedetty la haya colocado con Tezka.
-¿Por qué lo dices?- le preguntó.
-Sabes por qué lo digo- y se retiró de allí dejando una estela de confusión.
Después de la llegada de la agente Kawasaki, todo volvió a su respectiva normalidad, todos volvieron a sus quehaceres laborales y todo estaba en paz hasta el arribo del equipo Omega que llegaba de Irán, luego de una fructífera misión donde se capturó un importante líder terrorista de Medio Oriente y gran amigo de Bin Laden, lo cual representaba un gran golpe contra todo lo concerniente a Osama.
El capturado llegaba herido, ya que se tuvo que recurrir a la fuerza para poder atraparlo, herido en una pierna aun daba batalla a sus captores y golpeaba a algunos. Intentaban llevarlo a enfermería y la doctora Summers que corría hacía él con una jeringa en mano que contenía un fuerte sedante no pudo evitar ser golpeada y enviada a una esquina y la jeringa hacia otra por el loco terrorista.
Y todo se volvió un desastre cuando varios agentes lo tiraron al suelo para sostenerlo con fuerza, mientras el capturado gritaba iracundo en su idioma. En ese instante entraba la agente Scully, que sorprendida por el desastre en el lugar ni sabía como actuar hasta que vio la jeringa en el suelo.
-¡Toma la maldita jeringa!- gritó uno de los agentes del equipo Omega.
Ella reaccionó al oír a su compañero de trabajo gritar y tomó la jeringa enseguida del suelo, corrió hacia el grupo tendido en el suelo y le colocó el sedante en el cuello al terrorista enfadado, provocando que quedara inconsciente en pocos minutos.
-Gracias, agente Scully- le agradeció uno de los agentes que se incorporaba del suelo.
-No fue nada- respondió ésta, que no tardo mucho en ver como la doctora Summers intentaba ponerse de pie. -¿Estás bien?- le preguntó mientras la tomaba de las manos para ayudarla a incorporarse.
-Sí, aunque mi cara lo está resintiendo- expresó dolorosamente mientras se tocaba el lado golpeado de su cara.
-Debes verte eso- le recomendó.
-¿Por qué no lo miras tú? También eres doctora.
La agente Scully sonrió un poco.
-Creo que la medicina es algo de mi pasado- expresó con cierta melancolía.
-Difiero, jamás se abandona la medicina y ella jamás abandona a quienes la practicaron en alguna época- miró al tipo tirado en el suelo y que colocaban en una camilla. -Lo que acabas de hacer es prueba de ello.
-Sólo le coloque el sedante- justificó.
-A eso me refiero.
El Sr. Bennedetty llegaba acompañado del agente Krycek y ambos no podían creer el desastre que había dejado el equipo Omega, el terrorista y el equipo de enfermería en el lugar.
-¿Qué pasó aquí?- preguntó.
-Amhub se volvió loco señor- explicó el líder del equipo Omega.
-Eso no es excusa para tal caos, agente Wolf.
-Lo siento, señor- se disculpó.
-Quiero un informe de la misión sobre mi escritorio en medía hora, agente- le pidió.
-De acuerdo, señor- y se retiró junto con los demás miembros de su equipo.
-¿Qué te pasó en la cara, Margaret?- le preguntó preocupado a la doctora mientras se acercaba a ella y le tocaba el lado lastimado de su cara.
-Choqué con una pared de músculos islámicos- le explicó con una expresión de dolor en su rostro e intentando que el Sr. Bennedetty no le tocara el rostro.
-Más bien ella chocó contigo- dijo divertido.
-No te burles- se quejó.
-Vamos a la enfermería para que te vean.
Ambos se alejaron dejando solos a los agentes Krycek y Scully.
-Hola- le saludó él.
-Hola- dijo devolviéndole el saludo.
-Hace días que no te veo- le comentó con cierta preocupación.
-He estado haciendo ciertas cosas- le explicó sin entrar en detalles.
Ambos empezaron a caminar por el corredor lentamente y sin tener intención de ir a algún lugar en particular.
-Me dijeron que te habían dado de baja- le comentó.
-¿Quién te dijo tal tontería?- le preguntó contrariada. -Eso no es cierto.
-Esperaba que me explicaras lo que en realidad está sucediendo- le pidió preocupado.
-Me redujeron las misiones, pero aun sigo trabajando- le explicó. -La Sra. Summers me envió con un psicólogo para no tener que darme de baja definitivamente.
-Eso es bueno. ¿O no?
-Es tedioso, yo no se si un psicólogo será la solución para todo lo que me pasa- expresó algo confundida.
-Por alguna razón la Sra. Summers cree que un psicólogo te ayudará- expresó. -¿Te estás tratando con el Sr. Bennedetty?- le preguntó.
-No- respondió rápidamente y alarmada. -Jamás me trataría con semejante desquiciado, es él quien necesita más ayuda que yo; sabes por qué lo digo.
-¿Y con quién te tratas?- preguntó con una leve sonrisa en su cara por lo que ella había dicho.
- Con un Agente retirado que ahora trabaja como psicólogo. El Dr. Rogers- contestó.
-He escuchado que es un excelente especialista- comentó. -Ha ayudado a mucho, Rachel se trata con él.
-¿Rachel Webster? ¿Cómo lo sabes?
-Ella misma me lo dijo y todos saben que ella no está muy bien de la cabeza- agregó haciendo la señal de locura con un dedo.
-Dentro de este hueco no se sabe quien es normal y quien no- ambos esbozaron una sonrisa. -Rachel paranoica, Alexa y sus desvaríos, Tezka y su actitud frívola, Alyson y su egocentrismo y yo con mi angustia existencial y depresión eterna; formamos un grupo digno del psiquiátrico. ¿No lo crees?
-Este lugar cambia a las personas- detuvo la marcha, obligando a la agente Scully a hacer lo mismo. -Pero en fin- le tomó de las manos, -sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, Dana.
-Gracias Alex, no sabes como necesito tu apoyo- le dio un beso de agradecimiento en la mejilla. -Bueno, te dejo, tengo trabajo que hacer y lo que menos necesito ahora es un sermón del Sr. Bennedetty.
Ante una última sonrisa ella se retiró y él hubiera deseado que ese beso hubiera sido en la boca y que esa sonrisa hubiera expresado amor por él.
Alexander Krycek deseaba y amaba a Dana Scully, ella parecía inalcanzable y él no era muy dado a declarar lo que sentía por ella. Se decía que los agentes no se enamoraban, pero él lo estaba y se decía así mismo que Dana Scully sería muy pronto para él.
Continuara...
feedback = Sí/Yes
email = jro185ARROBAhotmail.com