Nombre del Fanfic: Mundos Distintos

Capitulo: XX

Autor: NikkyScully

Dedicado a: Disclairmer: Son de mi propiedad. 
Clasificación: ¿Qué es una clasificación? 
Dedicatoria: A Rovi mi incansable beta y mi apoyo a lo largo de tanto tiempo en el mundo de los fanfic. Te agradezco tanto. Vania my love, otro gran apoyo y… por ti le agarre fascinación al smut jejeje. Ana, la amiga santa no tan santa con la cual suspiro con cada capi de x-files que vemos.  
Agent Macgirl, mi gran y maravillosa amiga y a Isabel por su incondicional seguimiento hacía este fic y a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Mike, Gyllyx, Dana-K, Sany, Sandy, DanaKS, Mary, Conocimiento-acumulado, GinaS, Gabrielax, spookygirl86, Magalyalga wendymsanchez, Sany, Icezard, Issyx, Electra, Danny_xf, Scully_gab, Jossv, Erika, Nary y Any. Y un especial saludo para Carla Fox y un agradecimiento por dejarme publicar mi fic en su página. 
Nota: Es el comienzo de un largo fin. Ya entenderan porque lo digo. Ah... lo olvida, para hacer una escena de este capi me inspire en una canciòn de Caramelos de Cianuro, llamada: Sanitarios. Se que el titulo puede sonar loco o extraño, pero se que después de que lean este capi no veran un espejo de la misma forma que lo miran siempre. Disfrutenlo. 
Feedback: jro185ARROBAhotmail.com.

Clasificacion: Touchstone

Romance

Universo Alterno

Angst / Drama

Fanfic: Día y medio después 
El Centro 
Vestidores 
 
La agente Scully tomó asiento frente a su casillero, el cual permanecía abierto a la espera de que ella decidiera sacar el resto de sus cosas para pasar por Sistemas y terminar con el trabajo pendiente. Acababa de llegar de Finlandia y se sentía completamente cansada, pero los mensajes de voz y texto de parte del Dr. Mulder la animaron un poco. Ella sintió que la agente Hannigan se sentaba a su lado. 
 
-Es un galán- expresó de modo afirmativo, la sonrisa de su amiga se lo decía. -¿Es bueno en la cama? 
-¿Por qué me preguntas eso?- preguntó incomoda. 
-Para justificar tu locura- contestó y la miró fijo, seguía preocupada con el tema. 
-Escribe arameo con la lengua- contestó con una mirada y sonrisa picara.- Pero es más que sexo- aclaró,- el sexo es algo que lo obtendría con cualquiera aquí dentro, pero con Mulder tengo lo que ninguno de los que conozco podría darme. Amor- explicó. 
 
A Alyson Hannigan le constataba que Dana Scully no se había vuelto loca, ni quería romper las reglas y tampoco estaba encaprichada, simplemente estaba enamorada de un sujeto que no pertenecía a su mundo y que eso sería su perdición, pero que tampoco ese hecho le importaba. Y de pronto sintió admiración por ella y cierta envidia, la agente Scully había obtenido de cierto modo lo que la agente Hannigan buscaba dentro del Centro. 
 
-¿Estás segura que estás yendo a terapia?  
 
Ambas sonrieron ante la pregunta. La agente Scully comprendía que su compañera y grata amiga no le alcahueteara su relación con el Dr. Mulder. Era lo más lógico, Alyson Hannigan era alguien que se preocupaba por seguir las reglas de la organización al pie de la letra y por eso no la obligaba a que le diera su apoyo. 
 
-¿No te da miedo?- le preguntó de repente,- en cualquier momento el Sr. Summers o la Sra. Summers condenaran lo que estás haciendo. 
-Ya te dije que no tengo miedo- le recordó y se puso de pie- y de todos modos no harán nada- sacó su chaqueta del casillero. 
-Te apoyas mucho en tu posición como una operativa nivel cinco, pero eso jamás los ha detenido para castigar a los agentes- recordó. 
-Tendrán que acostumbrarse, no he sido la única que se enamora de un civil a tal punto de querer casarse con él. Las reglas van a empezar a cambiar- sentenció y se puso su chaqueta,- pasó en la CIA ¿Por qué aquí no? 
-Somos parte de la CIA, pero no somos la CIA en si- aclaró,- somos una institución fantasma y por lo tanto ni siquiera debemos tener contacto con el exterior- explicó. 
-Ya te dije, esta vez las reglas van a cambiar- expresó, tomo su panel y cerró su casillero.- Te veo en Sistemas ¿si? 
 
La agente Hannigan no esperaba a que la conversación terminara allí, pero la agente Scully tenía otros planes y no precisamente pasarse todo el día discutiendo con ella el asunto de las reglas y el protocolo a seguir dentro del Centro. Hannigan asintió con gesto disconforme y Dana Scully salió de los vestidores. 
 
El Centro 
Oficina de Frank Bennedetty 
 
Pocas veces Margaret Bennedetty iba a la oficina de su esposo, aunque esa vez ella tenía que comunicarle algo que así misma le causaba cierta preocupación. Cuando entró lo vio trabajar en su computador, pero cuando se percató de que ella se encontraba allí inmediatamente aisló la oficina. Era alguien que cuidaba mucho la privacidad de su matrimonio, aunque sólo tuvieran que conversar en ese momento sobre cuestiones laborales. 
 
-¿Estás ocupado?- le preguntó. 
-No cuando se trata de ti- respondió. 
 
Ella sonrió, pero la magnitud de lo que le preocupaba borró esa sonrisa que siempre llamaba la atención del Sr. Bennedetty. La doctora tomó asiento y él se mostró extrañado al verla preocupada. 
 
-Frank, hace un par de horas me llegó la orden de que debía entregarle a Hannah una muestra del cáncer negro…- le informó. 
 
El Sr. Bennedetty no supo que pensar o decir y solo le quedó esperar a que su esposa terminara de contarle lo que estaba sucediendo en El Centro y frente a él mismo. 
 
-… Y está mañana fue personalmente a buscar la muestra- le comunicó,- le pregunte para qué la necesitaba y no me quiso responder. A fin de cuentas se veía muy apurada y no aceptó mi negatividad. 
-¿Se la entregaste?- le preguntó. 
-Por supuesto, la orden me llegó desde la oficina de Andrew- respondió.  
-Hiciste bien en dársela tal como lo solicitó Andrew- comentó con un dejo de preocupación. 
-¿Hay alguna misión que requiera una muestra del cáncer negro?- le preguntó la Dra. Bennedetty curiosa. 
-No- respondió. 
 
La Dra. Bennedetty lo miró de un modo extraño, entendía que Frank Bennedetty no estaba enterado del asunto; sino ya le hubiera explicado el por qué de semejante petición por parte de los Summers.  
 
-Frank, estás al tanto como yo de que ese virus es muy peligroso. Mata en cuestión de días ¿para qué Hannah lo querría?- preguntó. 
-¿Qué opinas tú?- le preguntó él incitándola a expresar lo que pensaba. 
-Creo que esto tiene que ver Los Complejos- respondió intranquila.- Andrew y Hannah están obsesionados con el asunto- recordó. 
-Sería demasiado, además el cáncer negro es un virus desarrollo por la misma CIA; no tendría caso que Hannah o Andrew lo utilizaran contra Doggett o Reyes. Sería muy obvio- explicó. 
-Tienes razón- expresó con reflexión.- ¿Entonces para qué lo querrían? 
-Ambos nadamos en el mar de la ignorancia- exclamó.- ¿La muestra era grande? 
-No, sólo deseaba una pequeña porción, lo que me aclara que sólo desea infectar a una sola persona. El virus esta aislado, se trasmite por vía subcutánea y no pasa de un huésped a otro- explicó.- Así que Hannah de algún modo planea lastimar a alguien.  
-¿Sólo lastimar?- preguntó confuso. 
-También me solicitó la vacuna- contestó. 
 
El Sr. Bennedetty pensó en la nueva conspiración planeada por su cuñado y su señora esposa. Era lógico para él que no tenía que ver con Los Complejos y que esa vez ellos planeaban dañar a otra persona ¿pero quién podría ser? Se preguntó. 
 
Desde hacía un tiempo él les había perdido la confianza a sus colegas, tanto así, que ya les tenía hasta miedo. Sus deseos de poder y la manera de adquirirlo era algo que no podía aceptar de una manera tan sencilla. 
 
El sabía cosas con respecto a los Summers, lo que habían estado haciendo en contra de quienes consideraban sus enemigo, pero no se atrevía hablar; pensaba en que ellos no tenían escrúpulos ni para dañar a sus más allegados. 
 
Una semana después 
Instituto de Psicología y Ciencias 
Oficina del Dr. Mulder 
 
Entró apurado, casi corriendo; se le hacía tarde y era de seguro que recibiría una amonestación por su impuntualidad. Pero para él era justificable su atraso porque acababa de regresar de la Universidad después de haber impartido una larga clase de reposición. 
 
Debía buscar su agenda, acudió al escritorio y cuando se sentó sintió que algo se le clavaba en el trasero y rápidamente se puso nuevamente de pie. Con dolor miró hacía el asiento y vio una tachuela con la punta hacía arriba. La tomó entre sus dedos y con gesto de dolor empezó a frotarse el trasero. 
 
-¿Hemorroides, Dr. Mulder?- le preguntó la Dra. Palacios al pie de la puerta. 
 
El la miró de repente, pero su furia fue dirigida nuevamente hacía la tachuela, la Dra. Palacios no tenía la culpa de que él fuera tan despistado a pesar de que tenía un humor peor que el de él.  
 
-No- contestó resentido,- me acabo de pinchar el trasero con esta tachuela- mostró.- No se cómo rayos llegó hasta mi silla.  
-De mil maneras- explicó.- ¿Esta muy ocupado?- le preguntó después. 
-No- contestó, tiró la tachuela en el bote de basura y esa vez con sumo cuidado tomó asiento.- Voy de salida- comunicó. 
-Bien, me gustaría saber si me permite utilizar su oficina por el día de hoy- expresó,- es que están montando unas lámparas en mi oficina y no me dejan ni trabajar- explicó. 
-Por supuesto Dra. Palacios- comunicó,- no estaré en todo el día- abrió una de las gavetas del escritorio y sacó su agenda;- así que la oficina es suya- le dijo, se puso de pie y guardó su agenda en el interior de su chaqueta.- Debo irme ya- tomó su maletín y su abrigo.- Que tenga buen día. 
-Igualmente Dr. Mulder- le deseó. 
 
El Dr. Mulder salió inmediatamente y la Dra. Palacios quedo en medio de la oficina. Por primera vez podía verla con más detenimiento. Una oficina amplia, decorada sencillamente, con un amplio ventanal detrás del escritorio, varios libreros y en la paredes colgaban varios reconocimientos y títulos. 
 
Se acercó al escritorio y tomó asiento frente a él, le pareció cómodo y colocó su carpeta de trabajo sobre este; se centró en el trabajo y olvidó por un momento que el Dr. Mulder le parecía atractivo y que debía tramar un plan para conquistarlo. 
 
Veinte minutos después alguien entró a la oficina sin tocar, la Dra. Palacios sacó la cabeza de sus papeles y vio frente a ella una mujer pelirroja con una expresión de total desconcierto.  
 
-Buenas tardes- saludó la agente Scully, miró hacia la pared donde estaban los títulos para comprobar que no se había equivocado de oficina. 
-Buenas tardes- saludó confusa la Dra. Palacios. 
-Disculpe ¿podría decirme dónde se encuentra el Dr. Mulder?- le preguntó. 
-Lo siento pero no sabría decirle- contestó,- él salió hace unos veinte minutos pero no dijo a dónde iba- explicó. 
-Que extraño, él y yo íbamos a….- se dio cuenta que no tenía caso explicarle su dilema a aquella extraña que ocupaba el escritorio del Dr. Mulder.- Olvídelo- le pidió. 
-¿Es usted una de sus pacientes?- le preguntó la Dra. Palacios. 
-No- respondió la agente.- Soy Dana Scully, su… prometida- comunicó y la palabra le parecía tan ajena a su vocabulario que hasta la Dra. Palacios lo notó. 
 
Era imposible para la Dra. Palacios, el Dr. Mulder le gustaba y acababa de descubrir que tenía prometida. Un hombre tan perfecto como él no podía estar sola, eso pensó y quiso golpear su cabeza contra el escritorio repetidas veces, pero como no estaba sola no podía hacerlo. 
 
-Oh… no sabía que el Dr. Mulder estaba comprometido- dijo con un dejo de sorpresa. 
-Es algo reciente- explicó.- Disculpe, usted es… 
-Dra. Vanessa Palacios- se presentó,- es un placer- ambas estrecharon sus manos. 
 
Y la agente Scully la miró confusa, le parecía demasiado joven para ser doctora; pero no le iba a discutir, al contrario, le iba a seguir el juego. De seguro era una secretaria que acababan de contratar y que le gustaba bromear, conocía los gustos del Dr. Mulder, le atraían las personas excéntricas y Vanessa Palacios, lo era.  
 
-Fue un placer conocerla Dra. Palacios- le dijo la agente Scully.- Si el Dr. Mulder regresa ¿podría decirle que estuve aquí?- le preguntó. 
-De acuerdo y el placer fue todo mío- expresó. 
 
Ambas se dedicaron sonrisas de cortesía y la agente salió de la oficina mientras se preguntaba dónde se había metido el Dr. Mulder. 
 
El Centro 
Comedor 
 
El almuerzo era servido puntualmente como todos los días. Alyson Hannigan hacia la fila frente al buffet para tomar lo que consideraba un almuerzo aburrido, se quejaba internamente porque al no tener pareja no tenía motivos para almorzar fuera del Centro; así que, como la mayoría almorzaba en el comedor de la institución. 
 
Detrás de ella se formaba el agente Krycek que tomó una bandeja y una pequeña bolsa donde estaban el cubierto y el tenedor de material desechable. Tenía una expresión dura y fría algo que la agente Hannigan le parecía preocupante. 
 
-¿Dónde estabas?- le preguntó. 
-Tuve que hacer algo- respondió lacónicamente. 
 
Avanzaron en la fila y cada uno tomó lo que deseaba comer, cuando salieron caminaron por la hilera de mesas hasta que el agente Krycek se topó con una mesa donde estaba todo el equipo Delta, él tomó asiento junto a ellos e invitó a la agente Hannigan. Ella no rechistó porque los demás miembros del equipo Alfa estaban desaparecidos como su líder. 
 
-¿Has hablado con Dana?- le preguntó mientras sacaba el tenedor y el cubierto plástico de la envoltura y el agente Krycek le dio una mirada totalmente vacía.- Esta decidida a casarse- expresó bajo para que solo la escuchara él.  
 
El miró a uno de los agentes que estaban a su lado y luego miró a la agente Hannigan como si lo que esta le había dicho era algo sin importancia para él. 
 
-Eso no va a pasar- le dijo con ligereza. 
-Esta decidida- repitió. 
-Ella va a enviudar antes de llegar al altar- le aseguró. 
 
El comentario del agente Krycek tomó desprevenida a la agente Hannigan. Le pareció que él sabía algo que no quería contarle. 
 
-¿Qué sabes tú?- le preguntó preocupada. 
 
El no contestó, sólo se limitó a sonreír con ironía y cierto júbilo. La agente Hannigan sintió que el agente Krycek había hecho o estaba haciendo algo contra la agente Scully y el Dr. Mulder, lo cual le causó desconfianza y hasta el apetito se le quitó. Al agente Krycek la mirada de reproche que le daba su colega no le preocupó y le puso conversación a uno de los agentes que se encontraban a su lado. 
 
Washington DC 
Horas de la noche. 
 
El auto Lincoln que utilizaban conjuntamente el Sr. Doggett y la Sra. Reyes se deslizaba por una de las calles cercanas al Capitolio. Acababan de reunirse con el Sr. Webster y ambos estaban muy satisfechos con los resultados. 
 
-Phillip quedó maravillado con nuestro amigo- comentó la Sra. Reyes. 
-Así es- agregó el Sr. Doggett. 
-¿Crees que él acepte la proposición de Phillip?- preguntó de repente. 
-No lo sé, tendrá que pensarlo; es muy difícil dejarlo todo para convertirse en un agente de la CIA a tiempo completo- respondió y luego se dedicó a mirar por la ventana, a la Sra. Reyes le parecía que él estaba preocupado. 
-Estuviste muy distraído en la reunión ¿Qué sucede?- le preguntó y el Sr. Doggett la miró fijo. 
-Rebeca me pidió el divorcio- respondió serio. 
 
Ella lo observó con asombro y luego miró hacía el frente para que él no notara su conmoción. Que la Sra. Doggett le hubiera pedido el divorcio al Sr. Doggett significaba muchas cosas para la Sra. Reyes, cosas que no quería afrontar en esos momentos, en los cuales, para ella era más importante el trabajo que sus sentimientos. 
 
-Eso es una… pena- comentó ella mirando al vacio. 
 
Una de sus manos reposaba tranquila sobre el asiento del auto y el Sr. Doggett que se encontraba a su lado la apretó con la de él, así la obligó a mirarla. En sus ojos estaba la incertidumbre y cierta vergüenza. 
 
-No debería ser una pena- le aclaró él. 
-Es el fin de tu matrimonio- señaló. 
-Mi matrimonio llegó a su fin hace ya mucho tiempo- explicó. 
 
Ese fin había llegado junto con la muerte de su único hijo hacía ya unos nueve años y él y su esposa permanecieron juntos por las apariencias y el que dirán; pero al pasar el tiempo uno se fue alejando del otro. Rebeca Doggett se refugió en otro estado del país y John Doggett se refugió en su trabajo y en los brazos de su comprensiva y leal amiga, Mónica Reyes. 
 
Y esa vez, quien se refugió en los brazos del otro fue la Sra. Reyes al comprender que no había marcha atrás. Estaba enamorada de él y no había forma de ocultarlo, por años intentó hacerlo, resguardándose en el trabajo, en otras personas, en otras caricias y besos; pero aún así no lo logró y cuando finalmente ascendió a su actual cargo y volvió a reunirse con el Sr. Doggett los sentimientos que tanto intentó eliminar afloraron y cientos de veces, ambos, lo expresaron de formal carnal, pero nunca con palabras; hasta ese día. 
 
-Siempre te he amado- confesó él con total sinceridad. 
-Lo sé- expresó ella al acariciarle el rostro,- yo también te amo- reveló. 
 
El sonrió alegre al igual que ella y la besó, la Sra. Reyes estaba maravillada y casi olvidó que tenían cosas pendientes que hacer. De repente se alejó del Sr. Doggett provocando en él su desconcierto. 
 
-Debemos asegurarnos de que él acepte la propuesta de Phillip, no puede rechazarla, sería bueno… 
 
El Sr. Doggett comenzó a reírse, estaba más que nerviosa y eso le sorprendía. A pesar de que miles de veces estuvieron juntos nunca lo habían estado con sus corazones abiertos y completamente sincerados.  
 
-Lo que usted ordene Sra. Reyes- expresó. 
 
El subió el cristal que los dividía del área del conductor, para así tener más privacidad. Volvió a besarla, esa vez con mucha más profundidad y la acorraló en una esquina del asiento donde estaban. Esa vez el trabajo debía esperar paciente.  
 
Alexandria 
Departamento de Fox Mulder 
 
Cuando llegó al departamento y descubrió todas las luces encendidas supo inmediatamente que ella se encontraba allí. Dejó su abrigo en el perchero y su maletín en uno de los muebles del salón. Escuchó un sonido proveniente desde la cocina y se fue hasta allá. 
 
La encontró abriendo una bolsa de comida chica y ella al verlo le sonrió. El se acercó a ella por detrás y la abrazó por la cintura, le besó el cuello y se quedó un rato allí encantado con su esencia femenina. A ella le pareció extraño lo que él estaba haciendo. 
 
-Mulder, estuve en el Instituto esta tarde buscándote. Habíamos quedado para almorzar ¿Dónde estabas? 
 
Esperó una respuesta que no llegó, cuando giró para mirarlo él lo que hizo fue a avasallarla con sus labios, arrinconándola contra la meseta de la cocina. Al principio la tomó desprevenida, pero la lengua del doctor entró firmemente en su boca haciéndola enloquecer y deseando todo de ese beso. Un beso perfecto que le pareció maravillosamente eterno. Cuando se alejaron para buscar aire, ella le miró dulcemente y el apoyó su frente en la de ella.  
 
-¿A qué se debió eso?- le preguntó aún sorprendida. 
-¿A caso necesito motivos para besar a la mujer que amo?- le preguntó y ella sonrió. 
-Deja de ver novelas coreanas- le pidió en son de burla. 
 
El se hecho a reír con su comentario y ella volvió a besarlo ligeramente. Se volvieron a separar y él se quitó la chaqueta, dejándola colgada en una de las sillas de la mesa del comedor. 
 
-No respondiste mi pregunta- le recordó mientras terminaba de sacar la comida de la bolsa. 
-Lo siento, lo olvide por completo. Me pase todo el día reunido con el Decano de la Facultad de Psicología de la Universidad- aclaró. 
-Que extraño, tú nunca olvidas las cosas- recordó. 
 
La miró con culpa pero ella pasó por alto lo ocurrido. Abrió los dos embases de comida china y se los mostró al doctor. 
 
-¿Quieres que te sirva en un plato?- le preguntó. 
-¿Tienes que preguntar?- cuestionó ofendido. 
 
Era demasiado obvio para ella que a él le gustaba simplificarse la vida. Le dio dos palillos chinos y el embase de comida, él lo tomó con gusto y fue hasta la sala. Ella por su parte prefería servirse en un plato aunque se tardara más; cuando terminó acudió hasta la sala y se sentó junto al Dr. Mulder en el sofá. 
 
-¿Quieres ver televisión?- le preguntó él cuando se remangaba las mangas de la camisa y ella negó querer hacerlo.- ¿Llamaste a tu madre? 
-Si, le llame- contestó mientras revolvía el arroz con los tallarines. 
-¿Le dijiste que nos vamos a casar?- le preguntó y tomó el embase de comida. 
-No- dijo a la vez que negó con la cabeza.- Primero quiero conocer a tus padres, luego le diré a mi madre que nos vamos a casar- explicó. 
-No tiene sentido ¿Quieres que mis padres se enteren primero que tu madre? ¿Qué clase de hija eres?- preguntó asustado. 
-Tus padres no tienen porque enterarse que nos vamos a casar, además yo quiero saber que clase de suegros tendré- expresó. 
-Descuida, unos muy despreocupados. No estarán las veinticuatro horas del día diciéndote como tratar a su bebé- señaló y se llevó un trozo de pollo a la boca. 
-No digas eso- le pidió tomándose la ofensa para ella. 
-Te prometo que te los presentare, pero primero quiero que pongamos fecha- comunicó.- Sé que nuestras agendas están llenas, pero tendremos que hacer espacio. No me quiero casar a finales del dos mil nueve- y la agente Scully empezó a reír al escucharlo.- Es en serio. 
-Sé que es en serio- aclaró.- Tengo una mejor idea- dejo el plato sobre la mesa del café.- Escapémonos- sugirió. 
-¿Qué?- preguntó alarmado y la miró como si se hubiera vuelto loca.  
-Si, ahora mismo. Sin tardanzas y esperas, olvidémonos del rigor, el protocolo, las flores, la iglesia o el juzgado, las damas de honor, el pastel, la fiesta…-enumeró,- yo lo único que quiero es casarme, nada más. Llama a los chicos, Frohike puede ser tu padrino, Alyson puede ser la madrina y vamos a Las Vegas. Elvis puede casarnos, sé que te gusta Elvis. 
 
El Dr. Mulder observó la emoción y la sencillez de las cosas que decía la agente Scully. Le sorprendía sobremanera lo que en realidad ella deseaba hacer, lo cual le era ilógico y le parecía una total locura. 
 
-¿Quién eres tú y que hiciste con Dana?- le preguntó. 
-Vamos Mulder, no es una broma. Dime ¿Qué opinas?- preguntó presurosa. 
-Una locura que debió salir de mis labios y no de los tuyos- contestó.- Soy yo quien dice esas cosas- le recordó,- por lo tanto no creo que estés en tu sano juicio. 
-Si estoy en mi sano juicio- se acercó más a él, le obligó a dejar su embase de comida sobre la mesa del café y le tomó las manos.- Quiero casarme ya mismo. 
-Yo también, pero no de ese modo- aclaró.- Yo quiero que tú tengas tus damas de honor, el pastel, el vestido. Verme caminando hacia el altar aunque no crea en el rito católico, pero es algo que haré por ti- señaló y ella sonrió con gracia,- ver a tu madre llorar de la emoción cuando demos el si en el altar. Ver a Frohike haciendo valer sus derechos como padrino y besarte para después yo golpearlo- ambos rieron,- la fiesta, el buffet, nuestro primer baile como marido y mujer. Y demostrarles a todos que si valió la pena. 
 
Eran razones justificadas, cosas que no podía objetar, cosas que en si, quería. De repente se sintió mal por ella y por él, ellos se merecerían todo eso y más, pero dadas las circunstancias se tendrían que conformar con menos o tal vez con nada porque ella dudaba que ambos pudieran obtener esas cosas.  
 
-Eso es demasiado- expresó ella. 
-Es lo que mereces- argumentó y le dio un besó que hiso que ella olvidara por un momento su miedo.- Además- agregó cuando se separaron,- aunque quisiéramos una boda relámpago, mañana no sería posible, tengo que dar un examen parcial en la Universidad- recordó. 
-Si, es cierto; escaparnos no sería nada sensato- comentó.- Mañana será un día ajetreado. 
-Es tu cumpleaños- le recordó. 
-No será precisamente por eso- aclaró, le soltó las manos y volvió a tomar su plato. 
-Hagamos algo especial- propuso. 
-Si, cenemos en mi casa y hagamos el amor toda la noche- opinó con emoción, el Dr. Mulder se mostró en desacuerdo. -¿Qué? 
-Eso es demasiado monótono- aclaró,- incluso para mi- señaló.- Es tu cumpleaños- repitió,- debes hacer otra cosa. 
-Eso es lo que quiero hacer- expresó decididamente. 
 
Para Dana Scully las cosas se habían vuelto muy sencillas, sólo quería una cosa en la vida: estar compartiendo el resto de sus días con el Dr. Mulder; no necesitaba más. Su vida ya era demasiado agitada para exigir otras cosas. 
 
Washington DC 
Departamento de Kaoru Kawasaki 
 
Habían pasado quince días desde que el agente Ferrer sufrió un desplante descomunal por parte de la agente Kawasaki y ni siquiera esta, después de tanto tiempo, le había dado una explicación ni razón por la cual había faltado a la cita que tenía con él. La falta de tiempo y sus obligaciones le impidieron pedirle una explicación del por qué el desplante. Era demasiado orgullo para dejar las cosas así, y había obtenido la fama de que ninguna mujer, por dura que fuera, se le escapaba y la agente Kawasaki no iba hacer la excepción 
 
Para su suerte era agente nivel cinco del Centro y por consiguiente podía obtener la dirección de cualquier agente inferior a él y Kaoru Kawasaki lo era. La agente Kawasaki vivía en el quinto piso de un edificio del centro de Washington. Dylan Ferrer tomó el ascensor cuando llegó al edificio y al encontrarse en el quinto piso fue inmediatamente a tocar la puerta del departamento de la agente que deseaba ver; pero su sorpresa fue descomunal cuando quien abrió había sido la persona menos inimaginable para él. 
 
Ambos caballeros se miraron fijamente, Ferrer tenía un gesto de no creer lo que veía ante él y por otro lado el agente Kunimitzu permaneció impávido y tranquilo, sostenía aun el pomo de la puerta, así quedando entre abierta; del interior del departamento salió la voz de la agente Kawasaki. 
 
-Tezka ¿Quién es?- preguntó en japonés. 
-No es el chico de la pizza- contestó en ingles. 
 
La puerta se abrió completamente y detrás del agente Kunimitzu se encontraba la agente Kawasaki que al ver al agente Ferrer allí no pudo ocultar su sorpresa. Se colocó delante del agente Kunimitzu y le miró, él no demostraba nada pero sabía que no estaba contentó con la presencia del agente Ferrer allí. 
 
-¿Nos permites?- le preguntó en japonés. 
 
El agente Kunimitzu asintió y entró de nuevo al interior del departamento. La agente Kawasaki salió y cerró la puerta, para que ambos pudieran conversar lejos de los oídos de quien se había quedado dentro. La agente Kawasaki se mostró apenada con el agente Ferrer, mientras él aún no salía de su asombro. 
 
-Lo siento- se disculpó. 
-Ya veo porque me dejaste plantado la otra noche- comentó él aparentando estar ofendido. 
-No es lo que crees- le explicó. 
-¿No es lo que creo?- preguntó incomodo.- Aceptaste salir conmigo estando con él- señaló. 
-Es algo complicado, pero nunca quise lastimarte- explicó,- fue algo que se salió de control. 
-Debí imaginármelo, los de tu cultura son muy tradicionalistas. Era lógico que estuvieras muy emparentada con el agente Kunimitzu. 
-Eso es absurdo y racista- sentenció ofendida. 
-Estoy en lo cierto- expresó. 
-Y te estás comportando como un niño- comunicó molesta. 
-Bien, como quieras. Mejor me largo de aquí; no vale la pena perder el tiempo con alguien tan patética como tú- expresó encrespado. 
 
Antes de que la agente Kawasaki le exigiera una disculpa por sus palabras ofensivas el agente Ferrer se había retirado. Le sorprendió sobremanera, nunca había visto a nadie comportarse como él lo había hecho, su enfado era ilógico para ella, para él tenía fundamentos. 
 
Regresó al interior del departamento y cerró la puerta con suma fuerza ante su frustración vio en medio del salón y de pie al agente Kunimitzu que permanecía con los ojos cerrados y los brazos cruzados. Era algo que naturalmente hacía cuando estaba reflexionando. 
 
-Supongo que esta molesto- comentó el agente Kunimitzu. 
-Todos los hombres en El Centro son iguales- se quejo. 
 
El agente Kunimitzu abrió los ojos al escucharla, cuando decía que todos los hombres en El Centro eran igual lo estaba incluyendo y él no estaba de acuerdo con eso. Pero en realidad, lo que ella quería decir era que, cuando se trataba de celos todos actuaban de la misma forma: el berrinche y la escena. El agente Kunimitzu intentó desmentir lo que la agente Kawasaki pensaba. 
 
-No somos iguales, nunca he hecho lo que los demás- corrigió. 
 
Ella sonrió, ante ella siempre quería demostrar educación, moral, rectitud y una frialdad que le congelaba hasta los huesos; cuando ambos sabían que él era capaz de reaccionar desequilibradamente, estar de modo eufórico y demostrar celos como cualquier hombre en el mundo.  
 
-Eso, los caballeros no tienen memoria- dilucidó ella.- ¿Debo preocuparme?- le preguntó y el agente Kunimitzu la miró sin entenderla.- Ferrer te vio. 
-Yo me encargo- expuso. 
 
Lo que había sucedido debía ser arreglado por el mismo agente Kunimitzu. Entre caballeros y homólogos del mismo nivel debían entenderse porque Dylan Ferrer estaba molesto, y era capaz de soltar la boca y empezar a decir por todo el Centro que Tezka Kunimitzu y Kaoru Kawasaki eran amantes. Eso era algo que ninguno de los dos querían, la discreción era demasiado importante para ellos. 
 
Día siguiente 
El Centro 
Armamento 
 
Todos los años a todos los agentes se les realizaba pruebas de tiro para saber si el nivel de puntería había disminuido. Era algo rutinario que representaba problemas para muy pocos, pero debía hacerse por cuestiones de seguridad. En el campo, nadie debía fallar un solo tiro y por consiguiente se debían administrar esas pruebas. 
 
Los diferentes agentes entraban y salían de la estación de Armamento de la organización. Supervisados todos por los líderes de los equipos, quienes también debían tomar esas pruebas y los observadores. 
 
En uno de los cubículos de la zona de tiro dispuesta se encontraba la agente Scully, con protectores de oído y gafas se disponía a vaciar el cargador de su arma sobre la imagen a blanco y negro que estaba a quince metros de distancia y medía la puntería. Detrás de ella se encontraba el agente Webster que la observaba, cuando la agente terminó se quitó los protectores y las gafas. 
 
-La cumpleañera tiene buena racha hoy- comentó el agente Webster. 
-Gracias y no me digas cumpleañera- giró para mirarlo.- Suficiente tengo con el cantante que contrato Alyson para que me cantara las mañanitas cuando salí del edificio esta mañana- el agente Webster se empezó a reír.- No es gracioso- sentenció. 
-Lo siento, pero es que fue tan divertido verte bailar esa ranchera cuando salí del ascensor- continuó riendo.- No sabía que bailaras tan mal. 
-Como si tú fueras Shakira- comentó irónica.- Pero en fin, yo me tengo que ir a terminar un perfil, tú divierte examinando a los novatos- le aconsejó. 
-Eres cruel- le dijo porque para él no era nada divertido examinar novatos. 
 
Le dio un par de palmadas en el hombro y su compañero la miró con ojos asesinos, ella solo a sonrió con gracia. Volvió a tomar su arma y se encaminó al área de Armamento donde debía dejarla ya que no era su arma reglamentaria, sino una que se usaba para dichas pruebas.  
 
En eso llegó el agente Kunimitzu para tomar una de las armas que debía usar, pero de repente empezó a buscar algo en el interior de los bolsillos de su chaqueta y se mostró frustrado. La agente Scully lo notó mientras sacaba el cartucho de balas del arma. 
 
-Deberías operarte- le recomendó,- así te simplificarías la existencia y el trabajo- le miró. 
-Lo he pensado- comentó lacónico y luego la miró.- Feliz cumpleaños. 
-Gracias- expresó con una expresión de sorpresa. 
 
Después no dijeron nada, la agente Scully continuó arreglando su arma y el agente Kunimitzu continuó buscando sus lentes; eran dos personas que solo se hablaban lo necesario. La agente Kawasaki llegó en esos momentos y le entregó un estuche al agente Kunimitzu. 
 
-Los dejaste en mi casa- le dijo en japonés. 
 
La agente Scully al escucharla sonrió con gracia y recordó lo ya había escuchado un tiempo atrás, que el agente Kunimitzu y la agente Kawasaki iban a tener un romance. Era de no creer al principio, pero con lo que había escuchado era suficiente para creerlo. 
 
-¿Hablaste con Ferrer?- le preguntó la agente Kawasaki aun usando el japonés. 
-Aun no he tenido tiempo- contestó sacando sus lentes del estuche.- Tiene una misión programada, sale dentro de media hora a Belice- comentó. 
-Ya no hay tiempo, tendrás que esperar a que regrese. 
 
La agente Scully ni se movía, no era curiosa pero lo que escuchaba era demasiado interesante para dejarlo pasar. El encargado de Armamento la miró extrañado al ver que no se iba, así que ella tuvo que buscar una justificación para quedarse. 
 
-Necesito balas de nueve milímetros para mi arma reglamentaria- le explicó. 
-¿Expansivas?- preguntó. 
-Si. Tal vez las use mañana- comentó. 
 
El encargado asintió y fue en búsqueda de las balas que había solicitado la agente Scully y esta continuó escuchando lo que hablaban el agente Kunimitzu y la agente Kawasaki. 
 
-¿A qué hora sales para Irán?- le preguntó el agente Kunimitzu en japonés sin recordar que la agente Scully hablaba el idioma. 
-En la madrugada- contestó.- Me gustaría verte antes de irme- le dijo. 
-¿En tu casa o la mía?- le preguntó al ponerse los lentes. 
-¿Por qué no salimos a cenar? Nunca lo hemos hecho. A un restaurante que no sea oriental- pidió. 
 
Al agente Kunimitzu no le parecía correcto, para él ya era demasiado arriesgado que estuvieran juntos, pero el salir y verse expuestos no era de su agrado. La agente Scully conocía sus temores, a pesar de que las reglas del Centro no impedían las relaciones entre compañeros a él le gustaba ser discreto. Así que la agente Scully decidió intervenir antes de que este arruinara los deseos de la agente Kawasaki, aunque ni le simpatizara. 
 
-Hay un excelente restaurante cerca del Potomac, se llama Black Moon- comentó en japonés y los agentes giraron para mirarla con total asombro.- Es hermoso, elegante, se puede cenar en paz y en total privacidad. Vayan ahí, no se van arrepentir- les recomendó, en eso llegó el encargado de Armamentos, le mostró las balas y ella le habló en ingles.- Ponlas en mi equipo para la misión de mañana, por favor- el encargado asintió, ella volvió a mirar a los agentes y les habló en japonés.- Hasta luego- se despidió y se retiró. 
 
La vieron irse, se mostraron contrariados y preocupados, pero sobre todo la agente Kawasaki porque quien les había hablado era Dana Scully, operativa nivel cinco y líder del equipo Alfa, la líder del equipo al cual ella pertenecía, su jefa y eso le causó cierta tensión. Miró al agente Kunimitzu con mucha preocupación. 
 
-¿Desde cuando ella habla japonés?- preguntó rápido. 
-Desde antes de mi llegada- contestó y le miró de un modo pasivo,- descuida ella también tiene sus trapos sucios y no le conviene hablar- miró hacía el pasillo por donde se había ido la agente Scully, tomó su arma y entró a la zona de tiró. 
 
Alexandria 
Departamento de Fox Mulder 
Horas de la noche. 
 
Había recibido un mensaje donde el Dr. Mulder le pedía que fuera hasta su casa; a ella le pareció extraño porque la noche anterior habían quedado de verse en el departamento de ella para cenar juntos. Entró al departamento con su propia llave y acudió la habitación del Dr. Mulder. Lo vio frente al espejo de la habitación acomodándose los pantalones que traía puestos. 
 
-Mulder, recibí tu mensaje ¿Por qué me pediste que viniera en taxi?- vio que se colocaba una elegante camisa gris.- ¿Por qué te estás cambiando? 
-Debes apurarte- le dijo y tomó un vestido negro de tirantes que colgaba en una percha y se lo mostró.- ¿Te gusta? 
-Es hermoso…- tocó el vestido y luego lo miró a él con suma confusión.- ¿Qué significa esto? 
-¿Pretendías no celebrar tu cumpleaños? Es algo que yo no puedo permitir- le dio a tomar el vestido.- Cámbiate, se nos hace tarde. 
-¿Tarde para qué?- preguntó contrariada. 
-Es una sorpresa- y ella le detuvo,- no te preocupes, no te voy a montar en un avión y llevarte a Nuevo México para ver ovnis. No con semejante vestido. 
-Que por cierto es de mi talla- observó anonadada.- ¿Cómo sabes mi talla? 
-Te conozco toda- contestó. 
 
A ella le sorprendía, si que le sorprendía lo maravilloso que él podía llegar a ser y tampoco podía arrepentirse de su afronta hacía la organización y hacía su patria. Fox Mulder fue lo mejor que le pasó en la vida y no podía alejarse de él. Se acercó a él y lo besó para agradecerle su amor, su afecto y su comprensión. 
 
-¡Eres increíble! 
-Y eso que aún no has visto nada. 
 
Volvió a sonreír y le acarició el pecho, luego notó algo que le pareció extraño. Una pequeña mancha negra se había formado en su costado derecho, ella retiró la camisa para verla mejor. 
 
-¿Qué es eso?- preguntó confusa. 
-Un golpe- contestó. 
-¿Te duele? 
-No- respondió.- Ni siquiera sé cómo me lo hice- retiró la mano de la agente Scully y la besó.- Vamos, se hace tarde- repitió y se abotonó la camisa.- Apúrate. 
-No empieces, de todas formas el impuntual aquí siempre eres tú- señaló. 
 
El le sacó la lengua de forma burlona y ella le envió un besó antes de entrar al baño. El estaba feliz, como nadie en el mundo; era el amor que siempre había esperado. De repente sintió un mareo que lo obligó a tomar asiento y se sintió sin fuerzas ni aire; debía ser su resfriado de finales de invierno, pensó. Para su suerte recuperó las fuerzas y el aliento antes de que la agente Scully saliera del baño. 
 
Washington 
Cercanías del Potomac 
Restaurant Black Moon. 
 
Era imposible, no podía ser posible, mientras el Dr. Mulder estacionaba el Mustang la agente Scully solo podía pensar en eso: que no era posible. La había llevado a cenar a uno de los restaurantes más costosos de todo Washington y eso no era lo malo, lo malo era que el restaurante era usado por todos los miembros de la CIA por ser tan discreto y elegante a la vez. Empezó a sentir el terror que sentía el agente Kunimitzu al verse descubierto. 
 
El vallet le abrió la puerta y ella bajo del auto lentamente, esperando a que el tiempo se detuviera y volviera hacía atrás. Pero no paso, luego pensó: ¿por qué sentía miedo? No debía sentir miedo. Ella ya tenía las cosas claras y su amor por el Dr. Mulder era demasiado fuerte, por lo tanto desafiar a quienes había desafiado debía restarle importancia y vivir el momento. Era su cumpleaños y su prometido quería agasajarla, sonrió internamente al escucharse tan patética. 
 
Al entrar el gerente los recibió y mientras el Dr. Mulder hablaba con él, la agente Scully observó todo el lugar, pulcro, elegante, música de fondo y demasiado romántico para ser la cueva de las mascotas de la CIA. Era un mundo de apariencias, por lo tanto, lugares como ese eran idóneos para ellos y recordó la sugerencia que les había hecho a los agentes Kunimitzu y Kawasaki.  
 
Ellos querían discreción y el Black Moon era para nada discreto. Aunque a ella le tenía sin cuidado que le vieran, pero como a los agentes que aconsejo en la mañana si les preocupaba se sintió contrariada y esperaba a que ellos no siguieran su consejo. Por lo menos, esa noche, el lugar no estaba tan concurrido. 
 
El gerente los llevó a una mesa al fondo del restaurante, cerca de un gran ventanal que brindaba una espectacular vista del Potomac. La agente Scully estaba encantada, la vista y el lugar eran hermosos y el Dr. Mulder era verdaderamente fascinante y maravilloso. Un mesero les sirvió dos copas de champaña; pero ninguno de los dos les prestó atención, estaban más interesados en el lenguaje de sus miradas. 
 
-¿Cómo lo haces?- le preguntó con asombro.- Este lugar es costosísimo, mi jefe desayuna aquí- comentó. 
-Bueno, no me gusta presumir…- tomó una de sus manos y habló bajo- pero sales con un magnate de la psicología - comentó. 
 
Ella esbozó una sonrisa que iluminó el lugar y el alma del Dr. Mulder. Tomaron sus copas y brindaron, el mesero les llevó el menú y diez minutos después de haber protagonizado una tonta escena sobre qué iban a ordenar, le indicaron al pobre mesero que deseaban cenar. El mesero anotó todo, tomó los menús y se retiró. 
 
Ambos se volvieron a fundir en sus miradas y pensamientos, era un cumpleaños muy especial para la agente Scully, algo muy bueno después de los dos últimos, los cuales paso tan amargamente. El Dr. Mulder había llegado para rescatar el último y lo había hecho de excelente manera. Hablaban de todo y de nada, a veces las palabras sobraban y otras que tantas veces ella estallaba en risas ante los chistes de su bien amado caballero. 
 
La cena les fue traída y comenzaron a disfrutarla a gusto, hasta que la agente notó la presencia de dos personas que sin lugar a dudas sabía que irían allí. Guiados por el gerente Kaoru Kawasaki y Tezka Kunimitzu eran llevados a una de las mesas disponibles del restaurante pero no sin antes notar la presencia de la agente Scully, que les sonrió educadamente para darles la bienvenida. Ellos no cabían en su asombro y eso, a la agente Scully le dio gracia.  
 
Le hubiera gustado saber como leer los labios, pero ya tenía demasiadas cualidades para agregarse otra y debía conformarse con ver como la agente Kawasaki cuchicheaba con un mudo agente Kunimitzu. Decidió continuar con su cena y disfrutarla el resto de la velada, no tenía porque preocuparse, si todos sus amigos y sus jefes sabían que ella estaba saliendo con un civil no era trascendental que también lo supiera su competencia y su subalterna. 
 
Al final de la cena, cuando el mesero le retiró los platos y ambos continuaron tomando champaña. Dos meseros más trajeron consigo un pastel de chocolate con una velita multicolor en el centro y todos los meseros empezaron a cantar feliz cumpleaños. La agente Scully miró al Dr. Mulder que la observaba encantado, ella estaba completamente emocionada y luchó contra las lagrimas en vano, pero una de ellas, bastante ocurrente, se deslizó por su mejilla izquierda mientras los meseros continuaban cantando feliz cumpleaños. Al terminar la canción, todos empezaron aplaudir. 
 
-Feliz cumpleaños- le deseó el Dr. Mulder. 
 
Ella sonrió y le dio las gracias, luego apagó la luz de la multicolor vela. No pidió ningún deseo porque no creía en ellos y porque sabía que de todas maneras no se cumpliría, los deseos debían ser posibles y su deseo de permanecer el resto de su vida al lado del hombre que amaba era un deseo más que improbable. 
 
Un mesero le sacó un pedazo a cada uno del pastel y mientras eso pasaba ella volvió a mirar a la mesa de sus homólogos que acababan también de cenar. Luego miró al mesero con suma curiosidad. 
 
-Sera posible enviarles dos pedazo a esas personas que están en aquella mesa al fondo- expresó. 
 
El mesero y especialmente el Dr. Mulder miraron hacía la mesa de la cual hablaba la agente Scully. 
 
-Por supuesto señorita- indicó el mesero. 
-¿Quiénes son?- preguntó el Dr. Mulder que no dejaba de mirar a los agentes. 
-Compañeros de trabajo- contestó. 
-¿Por qué no los conocí en la cena de nuestro compromiso?- preguntó. 
-Porque solo son compañeros de trabajo- aclaró. 
-Oh… ya veo- expresó el doctor que saludó a la agente Kawasaki con un gesto de su mano. 
 
El mesero cortó dos trozos de pastel más y se los llevó a los homólogos de la agente Scully, que solo pudieron demostrar su agradecimiento ante la gentileza de la cumpleañera muy a pesar de que ninguno de los entendía lo que ocurría. Era evidente para ambos que la agente Scully tenía un romance, pero con alguien que no pertenecía a la organización, ni siquiera a la CIA, podían adivinar y eso, especialmente a la agente Kawasaki, le provocó consternación. Por otro lado el agente Kunimitzu permaneció sereno, no tenía interés en preocuparse por la vida privada de la agente Scully, ya tenía demasiadas cosas en que pensar y viéndose como líder del equipo Alfa empezó a comer de su pastel. 
 
Un rato después, la agente Scully se puso de pie y fue al tocador de damas mientras el Dr. Mulder volvía a llamar al camarero. Cuando regresó a su mesa no vio en la otra a los agentes Kunimitzu y Kawasaki, respiró tranquila al saber que no los vería en un buen rato. El Dr. Mulder había pagado la cuenta del restaurante y ambos tomaron la decisión de irse a casa. Cuando salieron del local a la agente Scully le dio rabia que el destino la tomara como un juguete, porque veía frente a ellos a sus colegas que esperaban a que el vallet les trajera el auto. Con suma cordialidad les sonrió a modo de saludo. 
 
-¿Ya se van?- luego les preguntó. 
-Así es- respondió lacónica la agente Kawasaki. 
-¿Les gusto el restaurante? 
 
Tezka Kunimitzu la miró de reojo sin deseos de responder y la agente Kawasaki se vio en la necesidad de tomar la palabra nuevamente. 
 
-Por supuesto, gracias por recomendárnoslo agente Scully- expresó. 
-No fue nada- y luego miró al Dr. Mulder.- Mulder, ellos son Tezka Kunimitzu y Kaoru Kawasaki- les presentó y luego hizo lo propio con el Dr. Mulder.- El es Fox Mulder, mi prometido. 
 
El agente Kunimitzu era demasiado inexpresivo para demostrar sorpresa, pero si curioso y miró muy fijo al agente Mulder. La agente Kawasaki miró a su jefa y al caballero que le acompañaba, tenía una mar de interrogantes en su cabeza y definitivamente pensó que la agente Scully estaba totalmente demente. 
 
-Es un placer- dijo como única palabra la agente Kawasaki. 
 
La agente Scully volvió a sonreír, era lo único que le quedaba por hacer, ya había metido la pata hasta el fondo y no podía dar marcha atrás. El vallet les trajo el auto a los agentes y ambos se despidieron de la festejada y su acompañante, y se fueron. 
 
-¿Es mudo?- preguntó el Dr. Mulder. 
 
Dana Scully se rió ante la pregunta, una persona que no tratara a Tezka Kunimitzu evidentemente se iba a sorprender por su frialdad y poca simpatía ante los demás. 
 
Georgestown 
Torre Asgard 
Departamento de Dana Scully. 
 
Aun no había abierto bien la puerta cuando él ya la estaba besando, buscando su piel por debajo de su abrigo y frustrado por solo poder sentir la seda del que cubría su curvilíneo cuerpo. Todo un espectáculo en el pasillo ambos protagonizaban, a ninguno de los dos les importaba.  
 
Compartían cada suspiro, caricia y mordisco en ese beso, redefiniendo lo conocido, intentando llegar hasta el límite de lo permitido. Ella le dio la espalda para buscar en vano el pomo de la puerta, las caricias sobre su cuello y las embestidas inconcientes de él contra su cuerpo le habían eliminado gran parte de su razón. De repente se detuvo, solo la abrazaba y aspiraba el olor de su fogosa caballera; eso le permitió a la agente recobrar un poco de lucidez y entre la excitación del momento logró abrir la puerta del lugar que sería su resguardo pasional aquella noche. Entró al departamento y él le siguió sin despegarse ni un solo segundo de su cuerpo. 
 
Volvió a besarla, arremetiendo contra ella nuevamente y llevándola contra la puerta cerrada. A ciegas y más interesada en los labios ardientes y virtuosos del doctor intentó dejar las llaves y su bolso sobre la cómoda de la entrada. Ninguno de los dos escuchó cuando la llave cayó al suelo. 
 
Los besos se volvieron lentos y lascivos, se miraron fijos y él sonrió, maravillado y apasionadamente enamorado de quien estaba frente a él. Le ayudó a sacarse el abrigo y ella hizo lo mismo con él. Sus intensas miradas eran la prueba de sus sentimientos. 
 
Ya en medio del salón empezaron a desvestirse calmadamente, disfrutando ese preludio antes de comenzar a amarse sin ninguna contemplación. Le sacó el sacó y le mordió el cuello, rápidamente la corbata se deslizó provocando un sonido seco al rozar con la tela de la camisa. Sus labios se llamaron y se unieron como dos imanes, un beso profundo y húmedo. 
 
En la pared principal había un gran espejo cuadrado que les permitía verse de cuerpo entero, ella chocó su espalda contra el cristal cuando él la llevó hasta allá. Giró sobre su cuerpo y se vio así misma, sus ojos aguamarina se veían a través de él, más expresivos que nunca. Observó cuando besó su cuello, besar sus hombros con total lujuria y verlo era tan emocionante como sentirlo.  
 
Lo vio introducir sus manos por debajo de su vestido, llevándolas hasta el límite de sus bragas; se pegó más del espejo, suspiró sobre él dejando una mancha como prueba de su creciente excitación, al igual que sus manos que lo dejaron empañado cuando sintió uno de los dedos del doctor rozando delicadamente, pero seguro su centro femenino. El roce contra el espejo, el dedo y el sentir la erección de él rozar su parte trasera le obligaron a gemir de placer.  
 
El vestido cedió bajo los influyentes dedos del doctor y finalmente pudo tocar sus delicados pechos. La miró a través del espejo, ella se agarró de su cuello al sentir como él la acariciaba con veneración infinita, como un artista esculpiendo su gran obra y mientras eso pasaba sus miradas se cruzaron gracias al espejo que era testigo de su ferviente encuentro.  
 
Nuevamente vio como una de sus manos viajaba hasta su cintura, suavemente le sacó las bragas y las deslizó hasta la mitad de sus muslos junto con las panti medias. El aún llevaba la camisa y los pantalones, pero poco le importó al sentir como él colocaba su mano sobre su clítoris y con uno de sus dedos le rozó otra vez y se abrió paso entre sus pliegue, introduciéndose finalmente en su interior y todo ello lo observó, la imagen enfrascada en el espejo era totalmente sublime. 
 
Y luego sin él esperarlo, lo encaró, lo miró deseosa y sedienta, y tomó la mano que había prodigado caricias en su interior y sin dejar de mirarlo tomó entre sus labios aquel dedo que tenía su esencia interna. El la miró entre la emoción y la excitación, su diosa sexual entre él y un espejo le miraba como si lo único que quisiera era tenerlo en su interior. Pero él tenía otros planes.  
 
Se arrodilló frente a ella y terminó de sacarle las bragas y las panti medias, su pubis quedó más cerca de su cara cuando ella misma se sacó los zapatos. Suavemente le besó las entre piernas con lentitud y entre cada beso y cada caricia ella se transportaba a un mundo de éxtasis incontrolable; y así esperó a que se detuviera, pero jamás se detuvo.  
 
Vio como la miraba, con lujuriosa desinhibición, eso la hizo sentir más deseada que nunca y cuando la miró por última vez besó su monte de Venus y ella cerró los ojos cuando sintió que su lengua se hundía en su interior, como cual experto jugó con su clítoris a las escondidas dividiendo otra vez sus labios internos con uno de sus dedos, trastocando su ser, demostrándole nuevamente lo hermoso de ser mujer.  
 
La escuchó gritar y continuó con lo suyo, ella podía continuar gritando toda la noche y aún así él no se detendría. Seguiría besando más y más el interior de su vagina hasta hacerla claudicar. La sensación era endemoniadamente eléctrica, fascinante y agotadora, volvió a gritar cuando sintió que él tomaba entre sus labios, pero con suavidad su clítoris y volvía a soltarlo. Un dedo llegó minutos después para hacerle compañía, continuó gimiendo creyendo estar soñando, pero al tocar el frío espejo supo que era real lo que estaba viviendo.  
 
Entre suspiros y gritos le llamó, le suplicó que se detuviera; la dulce tortura quería compartirla. El era demasiado orgulloso a tal punto de que ponía sobre sus necesidades las de ella e hizo oídos sordos a sus requerimientos. Continuó escudriñando con sus labios su clítoris, arremetía sobre ese pequeño centro nervioso sin piedad probando así su dulce esencia y con sus dedos traspasaba las fronteras. Sacó el dedo para con su lengua tocarla, lamía con fuerza sobre su clítoris; la fricción de la lengua contra ese diminuto músculo nervioso la hizo temblar y dar gemidos incontrolables que evidenciaban su estado de excitación el cual llegaba a notas altas de placer extremo. 
 
Y se contuvo del espejo cuando él aceleró los movimientos de sus dedos, una sensación terriblemente hermosa que le hizo estallar, un orgasmo que recorrió y dividió su cuerpo para que cada parte oculta en ella supiera lo que sentía en esos momentos. Se reconstruyó nuevamente narcotizada de puro placer.  
 
Cuando recuperó la conciencia y su respiración volvía ser normal lo vio parado frente a ella, ya sin camisa. Lo besó, sus lenguas chocaron y pudo saborear su propia esencia en esa lengua tan maravillosa y talentosa que él poseía. Recorrieron el camino hasta la habitación sin dejar de besarse, él mismo se encargó de encender la luz y ella se recostó de espaldas sobre la cama. Le dedicó una mirada juguetona y de deseo cuando lo vio sacarse finalmente los pantalones y los boxers que ya no le servirían de nada. 
 
Se recostó junto a ella y le mordió una oreja, deseoso y hambriento, ella se rió infantilmente cuando empezó acariciar su cuello con sus labios, continuó fabricando un sendero de caricias sobre sus omoplatos, dibujó una línea firme con sus labios por el centro de su espalda y cuando llegó hasta el final se encontró con su enigmático tatuaje. Lo besó y lo hizo suyo, redescubriendo sus formas, sus colores y su significado. Ella solo podía oprimir con sus manos las sabanas en un estado de completa desesperación sexual y lo detuvo cuando descubrió que nuevamente quería llevar sus manos hasta su vagina. 
 
Se giró sobre si misma y con una mirada que rallaba entre un mandato y lo sexual lo obligó a recostarse completamente sobre la cama. El entendió que quería tomar el control de la situación esa vez y la dejo hacer, cumplía años y debía complacerla. La agente, como otras veces se colocó ahorcadas sobre él, su pene erguido lo sentía detrás suyo y se deslizó más hacía abajo para verlo fijamente, lo escudriño con suma atención, tanto, que lo puso nervioso. 
 
Ella le sonrió con picardía y suavemente, pero segura dejó que él se deslizará en su interior; también él podía gemir al igual que ella, porque estaba firme y caliente y cuando llegó al final, ella se deslizó hacía arriba para volver a entrar en él. Agradecía el orgasmo previó porque estaba lo suficientemente lubricada para deslizarlo fuera y dentro las veces que quisiera; algo terriblemente enloquecedor. Cuando él volvió a introducir su pene en su interior, lo apretó fuertemente con sus músculos y él gimió de placer. La miró con orgullo y mucho más que fascinación. 
 
-Estas bien ejercitada haya bajo- dijo con voz ahogada. 
 
Ella se rió complacida ante su logro, volvió a soltarlo y segundos después volvió a apretarlo como un candado contra una llave. La sensación era dolorosamente satisfactoria para el doctor, tanto que le encantó y lo gozó. 
 
-En los últimos meses me he visto involucrada en muchas competencias de resistencia- fue su explicación ante el asombro del doctor.- Debo estar a la altura. 
-Te lo agradezco con total sinceridad- expresó franco. 
 
Ambos sonrieron, para ellos era emocionante estar así, poseyéndose uno al otro. Llevando a los físico lo que sus corazones sentían. Continuaron sus movimientos, al principio discordantes, pero luego lograron coordinarse, manteniendo el ritmo de las embestidas uno sobre el otro. Ella saltaba gozosa cada vez que él movía sus caderas rítmicamente, lo cual, a ambos los dejaba sin aire.  
 
Se sostenía de las caderas de la agente para mantener el compás y ella se sostenía de sus hombros. Levantó la espalda para besarla cuando sintió un tirón de su pene que le anunciaba el inminente orgasmo, aún así desacelero sus movimientos y ella le siguió, quería que durara un poco más; todo era demasiado bello y placentero para que acabara tan rápido.  
 
Soltó las caderas de la agente y llevó sus manos hacia su rostro, ella abrió los ojos y lo miró con todo el amor que podía brindarle. Su mirada le conmovió el alma y el corazón, se amaban sobre todas las cosas y era demasiado duro para ella pensar que no sería eterno.  
-Te amo- confesó sincera.- Te amo más que a mi propia vida. 
 
El la besó al escucharla, jadeando contra sus labios, bebiendo de ella esas palabras para grabarlas en su alma y ser. Las embestidas se aceleraron volviendo a tomar el ritmo que anteriormente llevaban, se abrazó más él y lo apretó entre sus músculos sin dejar de besarlo y eso lo hizo jadear contra su boca. 
 
Al separar sus labios y continuar la invasión mutua, él empezó a convulsionar y acto seguido estalló en un sicodélico clímax de luces y colores. Volvió a sostenerla de las caderas, explotando en su interior y llenándola; y cuando maldijo, y su ritmo diminuyó ella sintió un espasmo y comenzó a temblar y a vibrar, explotando en un orgasmo de goce que le hizo ver el cielo. Ambos compartieron el placer y cuando regresaron de ese mundo de extremo de éxtasis se vieron sobre la cama, aun ella permanecía sobre él recostada, respirando agitados y envueltos por el ambiente que ellos mismos acababan de construir. 
 
-¿Te gustó tu regalo de cumpleaños?- le preguntó al recuperar finalmente el aliento. 
 
Ella se rió divertida por la pregunta, su mente más clara le hizo entender que junto a él era una persona que reía más de lo permitido, lo cual le encantaba. Lo besó hechizada como una respuesta afirmativa a su pregunta. 
 
Se acomodaron junto al otro, abrazados se quedaron dormidos hasta que el reloj natural de la agente Scully la despertó para recordarle que no podía seguir durmiendo hasta que el sol saliera. A regañadientes se levantó de la cama y cierto dolor recorrió su espalda baja. Sonrió ante el motivo por el cual su espalda y sus piernas se encontraban tan resentidas.  
 
Entró al baño y después de lavarse los dientes, tomó una ducha rápida, al salir se miró frente al espejo; se veía hermosa, sublime, impactante, totalmente distinta a la Dana del pasado y todos esos halagos hacia si misma los afianzó vistiéndose con un traje azul oscuro que había comprado recientemente y que marcaba completamente su figura. Era una lastima que el doctor no pudiera verla porque estaba muy dormido para hacerlo.  
 
Salió del baño y lo vio boca abajo, placidamente dormido cubierto por una sabana que cubría el cuerpo que ella había disfrutado dos horas antes. Se acercó despacio a su tocador y escribió una nota que dejo pegada en el espejo. Lo conocía perfectamente y cuando se despertara sin encontrarla a su lado iba a pensar lo peor. Se acercó a la cama sin intenciones de despertarlo, aunque su subconsciente deseaba que lo hiciera para despedirse de él con un ardiente beso; pero se tuvo que conformar con besarle la caballera y salió del departamento rumbo al Centro. 
 
Dos días después se encontraba allí después de volver de Irán, exhausta y caminando por el pasillo central con el mismo traje azul que ya no era nuevo. Deseaba llegar a casa, pero por el momento debía esperar y dedicarse a escuchar los cientos de mensajes que el Dr. Mulder seguro había dejado en su celular. Lo curioso había sido que los últimos mensajes no eran del Dr. Mulder sino de Janet, su secretaria y amiga.  
 
-Dana, soy yo Janet, llevo dos días tratando de localizarte ¿Dónde estás? Necesitamos que aparezcas, Mulder esta hospitalizado en el Trinity y te necesita. Por favor en cuanto escuches este mensaje ven. Adiós. 
 
Alejó el auricular de su oído, Alexander Krycek le pasó por el lado al notar el rostro de angustia y desasosiego, él ya estaba al tanto de lo que ocurría. Lo que la agente Scully jamás se imaginó estaba pasando y sería algo que le pesaría en su conciencia y su corazón. Olvidó que debía realizar un informe, su mente solo pensaba en el Dr. Mulder y cruzándole por el lado al agente Krycek abordó el ascensor.  
 
Continuará… 

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