Nombre del Fanfic: Mundos Distintos

Capitulo: XXI

Autor: NikkyScully

Dedicado a: Disclairmer: Son de mi propiedad. 
Clasificación: ¿Qué es una clasificación? 
Dedicatoria: A Rovi, Vania y Ana, las inigualables. Agent Macgirl, mi gran y maravillosa amiga y Isabel mi fan numero uno, pero sobre todo a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Mike, Gyllyx, Dana-K, Sany, Sandy, DanaKS, Mary, Conocimiento-acumulado, GinaS, Gabrielax, spookygirl86, Magalyalga wendymsanchez, Sany, Icezard, Issyx, Electra, Danny_xf, Scully_gab, Jossv, Erika, Nary y Any.  
Carla Fox, gracias nuevamente. 
Nota: Este es su regalo de navidad y año nuevo, algo amargo por cierto; no me culpen. Disfrutenlo y feliz fiestas. Hasta la proxima entrega que sera en enero. Bexos. 
Feedback: jro185ARROBAhotmail.com. 

Clasificacion: Touchstone

Romance

Universo Alterno

Angst / Drama

Fanfic:  
 
Washington DC 
Hospital Trinity 
 
Atravesó la entrada del hospital con suma rapidez, sus agudos pasos resonaban como las palpitaciones de miedo y terror de su corazón. Apenas podía coordinar sus pensamientos, estaba demasiado preocupada por el estado de salud del Dr. Mulder, algo le decía que no se encontraba bien a pesar de que Janet no le había confirmado en su mensaje tal hecho, pero aún así lo sabía, muy en el fondo lo sabía. 
 
Tomó el ascensor con urgencia antes de que cerrara, se encontraba agitada y le hacía caso omiso a su móvil que sonaba sin parar. Cuando llegó al tercer piso del hospital fue inmediatamente a la estación de enfermeras.  
 
-Buenas tardes, estoy buscando la habitación de Fox Mulder, ¿podría indicarme dónde se encuentra?- le preguntó rápidamente y con un dejo de consternación a la enfermera que estaba frente a los teléfonos y el computador. 
 
-¿Qué es usted de él?- le preguntó la enferma, no debía revelar información de los pacientes del hospital a cualquier extraño. 
 
-Su prometida. 
 
La enferma no la había mirado cuando llegó, pero cuando escuchó a la agente Scully decir que era la prometida del Dr. Mulder levantó la vista y la miró con suma pena y tristeza; eso a la agente no le gustó, la mirada entristecida y penosa de la enfermera le confirmaba algo que no deseaba enfrentar. Se sintió completamente angustiada. 
 
-Habitación 115, segundo pasillo, al fondo a la derecha- le informó. 
 
La agente le agradeció con un ligero movimiento de cabeza e inmediatamente se encaminó al segundo pasillo del tercer piso; cuando giró a la derecha su móvil volvió a sonar y ella en un acto desesperado lo sacó de su abrigo y lo apagó volviéndolo a dejar dentro del bolsillo donde estaba con anterioridad. Un segundo después, cuando llegó al fondo del pasillo, se encontró con las miradas consternadas de Byers, Langly y Frohike que la abrazó al verla, Sarah se puso de pie cuando ambas cruzaron miradas y no dudó en recriminarla cuando se le acercó. 
 
-Esto es culpa tuya- le dijo en árabe, -si te hubieras alejado de él cuando pudiste, no estaría en tales condiciones. 
 
-No tengo tiempo para tus recriminaciones, Sarah- le advirtió en ingles, ni siquiera tenía cabeza para hablarle en otro idioma. -¿Qué fue lo que pasó?- le preguntó a Frohike. 
 
El no tenía ánimos para contestar, se veía abatido y preocupado; entonces la agente Scully inquirió con la mirada a Byers que, como el más razonable del grupo y quien siempre mantenía el control, decidió responderle. 
 
-No tenemos idea. Janet nos llamó hace dos días diciéndonos que tuvieron que internarlo después de haber sufrido un desmayo en su oficina- respondió. -Perdió la conciencia y dejó de respirar por unos minutos, no ha vuelto a despertar. 
 
-¿Qué dicen los médicos?- preguntó contrariada. 
 
-Aún no saben nada, le están haciendo más pruebas para determinar lo que le ocurre- contestó preocupado. 
 
Cuando Byers terminó de hablar, la puerta de la habitación 115 se abrió y del interior de ella salieron Janet y un caballero que la agente Scully pudo identificar, a pesar de que no lo conocía, como el padre del Dr. Mulder. Janet lloraba, un símbolo que la agente Scully interpretó como malo y el Sr. Mulder expresaba una seriedad que rayaba en la angustia. 
 
-Dana, al fin llegaste- exclamó Janet. 
 
-¿Cómo esta él?- preguntó consternada la agente Scully. 
 
-Inconsciente- fue lo único que pudo pronunciar cuando se limpiaba las lágrimas del rostro, prefirió avocarse en otras cosas que debía hacer. -Sr. Mulder, ella es Dana Scully, la prometida de Fox. Dana; él es William Mulder, su padre. 
 
Ambos se miraron, el Sr. Mulder la observó con confusión y cierto desapego, aún así la agente Scully no se atrevió a enunciar en su mente cualquier crítica a tal actitud en vista de la situación. Los dos estrecharon las manos para saludarse por vez primera. 
 
-Es una pena conocerla en estás circunstancias, Srta. Scully. 
 
-Sí… es una lastima- expresó con tristeza la agente Scully. -Quisiera verlo- dijo después, no tenía muchos deseos de alargar los saludos. 
 
Janet y el Sr. Mulder le cedieron el paso a la agente Scully. Esta tomó el pomo de la puerta cerrada y lo giró, cuando abrió se encontró con una imagen espeluznante, hasta para ella, que ya la había visto cientos de veces como medico y como agente.  
 
El Dr. Mulder yacía en la cama inmóvil, sin color, entubado a un respirador y con maquinas que vigilaban sus signos vitales. Sentía que el alma se le partía en dos al verlo allí tan indefenso, aún no entendía lo que ocurría, se acercó a él despacio con el dolor martirizando su corazón. No podía creer que un ser tan lleno de vida estuviera pasando por ese momento tan duro y extraño. Le tomó la mano sintiéndola fría contra la suya y le acarició el pelo con delicadeza, le llamó con esperanzas de que respondiera, aún así, no pasó. 
 
-Tú debes ser Dana- exclamó una señora junto al Dr. Mulder. 
 
Ajena a lo que estaba a su alrededor y sumida en su desesperación interna, no se percató de que no estaban solos. Al levantar su rostro vio junto a la cama a una señora de no más de sesenta y cinco años, con el pelo lleno de canas y una mirada tan verde y profunda como la del Dr. Mulder. 
 
-Sra. Mulder- exclamó ligeramente sorprendida, -lo lamento, yo… 
 
-Descuida, comprendo perfectamente- luego miró a su hijo. -Todos estamos confundidos con lo que le está ocurriendo a Fox- señaló. 
 
-Apenas sufre de resfriados- recordó consternada, -después de eso, siempre ha disfrutado de buena salud. 
 
-Tú también lo llamas Mulder- sonrió con sorpresa, pero luego su rostro volvió a mostrarse triste. -Siempre ha estado tan alejado de nosotros, pocas veces me visita; ni siquiera sabíamos de tu existencia y ahora esto- señaló. 
 
La agente Scully se dio cuenta de que la Sra. Mulder estaba molesta con su hijo, tanto así que al parecer le preocupaba más su lejanía que la enfermedad que padecía. Eso a ella le incomodó; a pesar de todo, una madre siempre debe pensar primero en sus hijos y no comportarse de manera egoísta como lo estaba haciendo la Sra. Mulder. 
 
No dijo nada, no era el momento ni el lugar, volvió a mirar al Dr. Mulder y notó algo extraño. Una mancha negra cubría la parte baja de su cuello llegando casi a la clavícula, era muy parecida a la mancha que días antes ella le había visto en el costado derecho de su pecho. Como medico necesitaba saber si tenía más de esas manchas negras y sin importarle que la Sra. Mulder se encontrara allí retiró la frazada que cubría el cuerpo del doctor. 
 
Encontró una mancha en la rodilla izquierda y con sumo cuidado le levantó la bata de hospital, la mancha de su pecho continuaba allí pero ahora estaba más grande. Volvió a cubrirlo desesperada y luchó para no llorar, no deseaba hacerlo frente a la madre del Dr. Mulder y ni siquiera tenía fuerzas para eso. Ella creyó que él estaba infectado por un virus creado por la CIA, lo cual era imposible, era un arma biológica que aún no había salido a luz. Era inimaginable que él estuviera infectado con ella.  
 
Se percató de que la Sra. Mulder había salido de la habitación y tomó una pequeña linterna médica que reposaba en una de las mesas junto a la cama. Levantó el parpado derecho del ojo del Dr. Mulder y observó que la pupila estaba demasiado dilatada, eso daba indicios de que no había actividad cerebral y, al observar el ojo izquierdo, se contrarió más de lo que estaba al ver una mancha negra formada sobre el iris que ya no era verde.  
 
Se alejó de la cama con susto, lo que había visto en su ojo se lo confirmaba, estaba infectado con un virus que conocía a la perfección. Estaba aterrada, él estaba condenado, iba a morir si ella no hacía algo. Luego pensó en la Sra. Summers y sus amenazas, ella era la responsable de lo que le ocurría al Dr. Mulder, nadie más.  
 
Comprendió que la Sra. Summers no tenía escrúpulos para nada y si deseaba lastimar a alguien lo hacía de una manera brutal. Le había pedido que se alejara del Dr. Mulder por las buenas o por las malas, esa era la manera mala, atentando contra su vida y al parecer ni le importaba. Se preguntaba cómo El Centro había llegado a él, la respuesta era sencilla: ellos estaban en todas partes.  
 
Se tocó el pecho al sentir un fuerte dolor, estaba sin aire y la angustia era tan grande que le atravesó todo el cuerpo. Lo que más amaba en la vida estaba muriendo frente a ella y todo por su culpa, si hubiera escuchado a sus colegas y su superior nada de eso hubiera pasado. Salió de la habitación sumida en una gran nube de tristeza, vio a uno de los médicos del hospital conversando con los padres del Dr. Mulder. No escuchó nada de lo que decía porque sabía lo que estaba diciendo, que no sabían que tenía y que si no descubrían lo que era pronto moriría. Lo confirmó al ver a la Sra. Mulder llorar sin consuelo alguno.  
 
El médico del hospital llevaba una carpeta con los últimos análisis realizados al Dr. Mulder y la agente Scully se la quitó de las manos para leer ella misma los análisis. Sus defensas estaban siendo destruidas y por lo tanto su organismo estaba siendo invadido por un virus devastador que lo había dejado en coma; si no se le administraba pronto el antídoto el cual ella sabía se encontraba en El Centro. 
 
Pero primero que nada, debía arreglar unos asuntos con Hannah Summers. Les dijo a los demás que cuidaran al Dr. Mulder mientras ella hacía algunas investigaciones con respecto a la enfermedad que padecía por su cuenta; a pesar de las protestas, no pudieron detenerla y dejaron que partiera. Uno que otro pensó que a ella no le importaba lo que le estaba ocurriendo al Dr. Mulder, gravísima equivocación.  
 
Al llegar al Centro ni siquiera estacionó su auto de manera correcta, bajo de él tan deprisa que lo dejó abierto. Se encaminó al ascensor y cuando se vio en el interior del edificio subterráneo fue inmediatamente a la oficina de la Sra. Summers; se mostró furiosa al no encontrarla allí. Salió de la oficina y cuando se encontró con el asistente de la segunda al mando le preguntó sobre su paradero, éste le respondió que se encontraba en el salón de reuniones. 
 
Al llegar al salón y verla allí, sentada y riéndose de un chiste hecho por el mismo agente Ferrer que estaba con ella y la agente Webster, lo único que su extrema furia le permitió hacer cuando se acercó a ella fue abofetearla con todas sus fuerzas ante su frustración y rencor. La agente Webster y el agente Ferrer se pusieron de pie ante la acción de la agente Scully y la Sra. Summers se cubrió el rostro, su mirada ni siquiera demostró pasmo.  
 
-Scully ¿Te has vuelto loca?- le preguntó asombrada la agente Webster y no recibió respuesta de parte de la agente Scully. -Iré por el Sr. Summers. 
 
La Sra. Summers levantó la mano, indicándole que no fuera por nadie. Era algo que ellas dos debían resolver y ni siquiera el Sr. Summers debía inmiscuirse en ello. De su boca emanó algo de sangre y ella tocó la cortada que sus labios habían recibido por la bofetada propinada por la agente. Se limpió la sangre y la saboreó como toda una herida de batalla, luego se puso de pie y se mostró imponente y fría delante de todos. 
 
-¡¿Cómo pudiste?!- le gritó furiosa. 
 
-¿Lo viste?- preguntó con ligereza. 
 
-¿Que si lo vi?- le preguntó indignada. -¡Está muriendo!- volvió a gritar, -te atreviste a acercarte a él tan sólo para lastimarlo y obligarme a que lo dejara. 
 
-Te ordené que lo dejaras por las buenas- le recordó, -tú me obligaste a tomar una decisión y lo hice. Ahora eres tú quien debe hacer lo correcto. 
 
-¿Dónde esta la vacuna?- le preguntó, no podía descifrar lo que intentó decirle. 
 
-¿Acaso me escuchaste? Tienes que dejarlo- le repitió. 
 
-¡¿Por qué?!- le gritó. -Es un inocente, no sabe quien soy y no es una amenaza para los intereses del Centro- explicó. 
 
-¡No seas absurda!- exclamó. -Es un blanco, como todo civil; si nuestros enemigos descubren tu nueva debilidad, no dudarán aprovecharse de eso y pedir lo que sea. 
 
-Sabré como resolverlo- expresó. 
 
-Tú no vas a resolver nada, tú vas hacer lo que es debido. Le administras la vacuna, espera a que salgas del hospital y lo dejas. Tan sencillo como eso- explicó. 
 
-Entonces dame la vacuna- repitió. 
 
-¿Lo vas a dejar?- preguntó con interés. 
 
-No haré tal cosa- respondió con terquedad. 
 
-Entonces se va a morir. 
 
A la agente Scully le impresionaba como la Sra. Summers intentaba administrar su vida, como un guión que debía seguir al pie de la letra. Como decía quien iba a vivir y quien no. No le importaba nada, ni siquiera a los agentes que trataba de cuidar como algo preciado; sólo lo hacía para beneficio de la organización. Era lo único que le importaba, el maldito trabajo. 
 
Quiso volver a abofetearla por tanta crueldad hacia un ser inocente, pero la Sra. Summers se lo impidió, a fin de cuentas no era masoquista. La tomó del brazo y la mandó hacia la mesa apretándole el miembro detrás de la espalda y agarrándola por la caballera. Los presentes no podían creer lo que estaba sucediendo y Hannah Summers le habló al oído a la agente Scully. 
 
-Hace diez años hiciste un juramento, en tu vida sólo debía haber un propósito: trabajar para proteger a tu país y servir a tu nación- le recordó. -Diez años después, ese juramento se ha ido por el caño por un estúpido hombre. ¿Por qué?- le preguntó. -¿Por las caricias, las palabras dulces, la protección o la compresión? Todo eso son meras banalidades de la vida que muy fácil pueden ser suplantadas por algo más significativo. El amor no existe, es una fantasía creada para hacernos sentir mejor y es una pérdida de tiempo. Nos vuelve estúpidos, irracionales y tú eres un ejemplo claro de lo patético y absurdo que se puede llegar a ser cuando uno se deja arrastrar por todas esas utopías. 
 
Luego de su explicación sobre lo dañino del sentir y el amor, soltó a la agente Scully. Está la miró como si tuviera un monstruo frente a ella, y lo era. Pero todo eso lo decía por lo molesta que estaba con su esposo; tal rabia la había llevado a esa deducción y por ello se lo explicó de esa manera a la agente Scully; la cual no le creyó, ni quiso hacerlo porque la Sra. Summers estaba más que equivocada. El amor no era una pérdida de tiempo, era lo que hacía que el sol saliera todas las mañanas y que la humanidad viviera sobre la faz de la tierra. 
 
Al llegar al área de enfermería y encontrarse con la Dra. Bennedetty, lo único que pudo hacer fue suplicarle por la vacuna del cáncer negro. Ésta confundida negó que la tuviera, era un hecho inminente que había recibido órdenes de no entregársela si se la pedía. Sólo los Summers podían revocar esa orden. La agente Scully la entendió, sabía que era otra victima más de la tiranía reinante en El Centro. Una organización que servía a los demás sirviéndose a sí misma.  
 
Decidió regresar al hospital, sumida en la derrota, cuando se vio en estacionamiento del hospital a sabiendas de que se iba a encontrar nuevamente con el cuerpo agonizante del Dr. Mulder comenzó a llorar frente al volante sin consuelo alguno, desesperada y dolida. Había tardado mucho para hacerlo, su orgullo se lo había impedido, pero ya no le quedaba ni siquiera eso; sólo sentía odio hacia quienes querían alejarla de quien amaba y quería morir, morir junto a él. 
 
Recorrió los pasillos del hospital como fantasma, arrastrando los pies y escuchando como el Dr. Mulder la llamaba en su estado inconsciente. Al llegar a la puerta de la habitación, solo se encontró con Langly y el Sr. Mulder.  
 
-Regresaste- expresó Langly al verla. 
 
Ella ya no lloraba, pero en su rostro se notaba la desolación completa. No sabía ni qué decir, ni qué pensar, ¿cómo les iba a decir que ella era la responsable de que su amigo y su hijo se encontrara entre la vida y la muerte? Se sentía demasiado culpable, pero no podía hacerlo, por más que quisiera. La Sra. Mulder salió de la habitación y la agente Scully la notó agotada, había sido un día largo para todos ellos y aún le faltaba por soportar lo que vendría después.  
 
-¿Por qué no van a descansar?- les preguntó. 
 
-Queremos quedarnos con él- contestó el Sr. Mulder. 
 
-Están aquí desde ayer, deberían ir a descansar- les aconsejó Langly. 
 
-Se pueden quedar en el departamento de Mulder esta noche- le secundó la agente Scully. 
 
-Nos estamos quedando en un hotel- aclaró la Sra. Mulder. 
 
-Aún así deben descansar- les sugirió, -yo me quedaré con él esta noche- comunicó. 
 
Los Mulder no estaban muy seguros de dejar el hospital, pero después de unos minutos de reflexiones decidieron llevarse del consejo de la agente Scully. 
 
-¿Los llevas Langly?- le preguntó la agente Scully. 
 
-Por supuesto- se puso de pie y le sonrió con melancolía. 
 
Se despidió de ella y luego lo hizo el Sr. Mulder. Ambos caballeros empezaron a caminar por el pasillo y la Sra. Mulder se quedó frente a la agente Scully. Le dio un abrazo muy maternal y luego le sonrió con orgullo.  
 
-Eres mucho mejor que Diana- expresó. 
 
Aunque no era el momento para mencionarla, a la agente Scully le quedó claro que le caía bien a la Sra. Mulder. Volvió a abrazarla y se alejó para seguir a los caballeros. A la agente Scully le apenó saber que ya no serían suegra y nuera. Entró a la habitación y con angustia se acercó a la cama donde reposaba el Dr. Mulder.  
 
Colocó su cabeza sobre su pecho, podía escuchar el latido débil de su corazón moribundo y lloró desconsolada. Otra vez, después de tanto tiempo iba a perder otra persona importante en su vida, y eso no lo iba a soportar como la primera vez. Se había comportado de una manera egoísta sin pensar en las consecuencias de sus actos, y ahora lo perdería todo por su insensatez.  
 
 
El Centro 
Horas después 
Comedor 
 
El agente Webster no podía creer lo que salía de los labios de su hermana. Ella le comentaba lo que había ocurrido unas horas antes en el salón de reuniones entre su prima y su amiga. Ambas habían protagonizando una discusión muy fuerte que su hermana y el agente Ferrer habían presenciado. Las recriminaciones por parte de la agente Scully hacia la Sra. Summers le indicaban al agente Webster que algo grave había pasado.  
 
Ninguno de los dos notó que el agente Krycek entraba al comedor, pero sí notaron cuando la agente Illianof se le fue encima para enviarlo al suelo con un puñetazo. Miembros del equipo Delta tuvieron que alejar a la antigua líder del nuevo, estaba histérica y evidentemente tenía intenciones de seguir golpeándolo. 
 
-¡Eres un imbécil!- gritó. -¿Cómo pudiste?- forcejeó con quienes la mantenían agarrada. -Quítenme las manos de encima- les ordenó, aun así ellos no obedecieron. 
 
-¿Qué demonios pasa contigo?- le preguntó el agente Krycek que se ponía de pie y se limpiaba la sangre que escurría de su boca. -¡Mira lo que hiciste!- señaló. 
 
-¡No es nada para lo que en realidad quiero hacer!- gritó. -Como, por ejemplo: sacarte los ojos. 
 
-¡Eres una maldita loca!- exclamó.  
 
-¡Basta ya!- les gritó el agente Webster que se acercó a ellos al notar el caos reinante. -¿Qué rayos pasa entre ustedes? 
 
-Este mentiroso que ves frente a tus narices ha hecho algo inhumano- le comentó histérica al agente Krycek. 
 
-Estás desvariando mujer- le dijo el agente Krycek más que confundido. 
 
-Sabes de lo que hablo, rata inmunda, eres el mandadero de este lugar, haces el trabajo sucio y con sumo placer-le comunicó y logró soltarse del agarre que dos agentes más mantenían sobre ella. -El día que te descubran voy a celebrar con champaña y caviar. 
 
-Esta afronta hacia mí lo sabrá el Sr. Bennedetty. No se quedará así- le advirtió. 
 
-Y si él muere, tú mueres- le amenazó. 
 
Ninguno de los presentes la entendió, pero no dejó que le hicieran preguntas porque en cuanto habló, se retiró. El agente Krycek estaba furioso, pero no tenía intenciones de continuar discutiendo con la agente Illianof; cuando pretendía continuar por su camino el agente Webster lo detuvo. 
 
-¿De qué estaba hablando Illianof?- le preguntó. 
 
-Será mejor que me sueltes, si no quieres recibir el golpe que no pude propinarle a ella- expresó con gesto amenazador. 
 
El agente Webster lo soltó y el agente Krycek se retiró. Marcus Webster había quedado confundido con semejante discusión; Alexa Illianof les había dicho en pocas palabras a todos que Alexander Krycek andaba en malos pasos; pero era algo que él debía averiguar más tarde. Primero debía averiguar qué rayos había hecho Hannah Summers que provocó que Dana Scully se olvidara de que ella era la segunda al mando y la abofeteara sin reserva alguna. 
 
Mientras caminaba hasta la oficina de su prima pensó en todas las cosas dichas por su hermana respecto a la discusión, a su mente llegaron las palabras vacuna e infección e inmediatamente supo que el Dr. Mulder había sido victima de una de las enfermedades biológicas creadas por la CIA. Se sintió indignado, a tal punto que entró a la oficina sin pedir autorización y le dijo al asistente de la Sra. Summers que se encontraba allí que se retirará. 
 
Ella sabía que él había llegado para discutir con ella, así que prefirió despachar a su asistente antes de armar otro escándalo como el de horas antes. Cuando la puerta de metal se cerró tras ellos, la mirada de desilusión por parte del agente Webster era profunda y eso logró que la Sra. Summers se sintiera incómoda. 
 
-¿Qué hiciste?- le preguntó. 
 
-¿Qué hice de qué?- preguntó confusa. 
 
-¿Qué le hiciste a Fox Mulder?- le preguntó con firmeza. 
 
Ella lo miró con sorpresa, no estaba al tanto de que su primo sabía sobre el Dr. Mulder. Eso le causó enfado porque él había alcahueteado a la agente Scully y se suponía que eso no debía ser así, sino de otra manera.  
 
-Nada, sólo quise darle una lección a Dana- contestó despreocupada. 
 
-¿Infectándolo con algún virus desarrollado por nosotros?- le preguntó irritado.  
 
-Algo debía hacer y fue lo mejor que se me ocurrió- se defendió. 
 
-¡Eres una maldita arpía!- le insultó y ella abrió los ojos de par en par al escucharlo tan encrespado. -¿No pudiste hacer otra cosa? Como atropellarlo con un carro o simular un robo donde lo dejaran algo magullado- enumeró, -¡pero no al borde la muerte! 
 
-Suena demasiado aburrido- explicó. 
 
-¿Aburrido?- preguntó asombrado. -Hannah, has expuesto a un civil a un virus hecho especialmente para contrarrestar a nuestros enemigos, cruzaste la línea de lo correcto para darle una lección a una mujer que está enamorada, y con eso haciéndole más daño del que ya tiene- explicó. -¿Sabes lo que pasará si el tío Phillip se entera? Te va a matar- le recordó. -Pero al parecer eso a ti no te importa, ya no te importa nada.  
 
-Ahórrate el sermón de la rectitud Marcus, ya me lo sé de memoria- le pidió cansada. -Dana se ha sido sobre las reglas, sobre el protocolo, ha querido tomar sus propias decisiones sin importarle lo que realmente debe hacer. Sabe muy bien lo que pasa cuando se dan estas situaciones y ella sola lo eligió. Ahora no me vengas con que hice mal porque yo hice lo que debía hacer, a pesar de lo terrible que es- disertó. 
 
-No es una justificación- señaló. -¿Cómo llegaste a él?- le preguntó. 
 
-Eso no importa, lo importante es que ella lo deje si quiere que viva. No le queda mucho tiempo- comentó. 
 
-¿Con qué virus lo infectaste? 
 
-Cáncer negro- respondió con ligereza. 
 
Quiso hacer de cuentas que no escuchó lo que había escuchado, pero era tan fuerte lo que ella le había dicho que no pudo pasarlo por alto. Era asquerosamente inhumano el atentado perpetrado por su prima hacia el Dr. Mulder. La miró como la peor de las personas sobre el mundo. 
 
-Lo peor de todo esto es que lo haces por órdenes de Andrew- le aseguró, -no porque lo quieras- ella puso los ojos en blanco. -Dame la vacuna- le pidió con firmeza. 
 
-No- negó. 
 
-Si Fox Mulder muere, Dana morirá con él. ¿Eso quieres?- le preguntó. 
 
Ella se mostró renuente así que él tuvo que verse en la necesidad de usar un arma mucho más pesada que palabras poco importantes para su adorada e infernal prima. Sacó su celular y marcó un número. 
 
-Labiorestaux, comunícame con la oficina principal de la CIA, quiero hablar con el Sr. Webster- le ordenó. 
 
-En un momento, señor- le comunicó. 
 
-No- exclamó la Sra. Summers al ver que su primo iba a hacer algo que no quería que hiciera. -Cuelga ya- le pidió, él hizo caso omiso a su petición, la línea comenzó a sonar. 
 
-Marcus. ¿Qué deseas? No tengo mucho tiempo- expresó el Sr. Webster cuando contestó. 
 
-Te daré la vacuna- le dijo entre dientes la Sra. Summers al escuchar que su padre había contestado el teléfono. 
 
-Sólo quiero saber cuándo sales a Rusia- comunicó. 
 
-Mañana ¿Tan solo eso querías saber?- le preguntó confuso. 
 
-Es que quería saber cuanto tiempo me quedaba, aun no termino el informe que me pediste sobre Bartók- anunció. 
 
-Olvídalo, Graham ya me preparó uno con lo que deseaba saber- comunicó. -¿Algo más?- le preguntó. 
 
-No tío, bueno… entonces que tengas buen viaje- le deseó. 
 
-Gracias- y el Sr .Webster colgó.  
 
La Sra. Summers respiró tranquila cuando el agente Webster también colgó el móvil. Aún él la miraba con insistencia indicándole que si no le daba lo que deseaba iba a volver a llamar al Sr. Webster y le diría lo que en un principio debió decirle. Hannah Summers lo miró con resentimiento y él no se inmutó; fue hasta su escritorio y abrió uno de los cajones, de él sacó una especie de estuche plateado y largo, y se lo entregó a su primo. 
 
Este tomó el estuche entre sus manos y lo abrió, en su interior había una especie de tubo largo que contenía un líquido verde y junto al tubo una jeringa. Conforme con lo que tenía consigo cerró el estuche y lo guardó en el interior de su chaqueta y luego el celular. 
 
-Esto es lo correcto- indicó. 
 
-Aun así debes advertirle que si no se aleja de él, no tendrá una segunda oportunidad- explicó. 
 
No dijo nada, en su interior sólo pensaba en que a pesar de ser familiares no se parecían en nada. Ella era demasiado cruel para ser su prima y hasta terror le dio tener que compartir un vínculo de sangre con ella. La cigüeña debió equivocarse de rumbo y la dejó en una cuna diferente porque Hannah Summers parecía hija del diablo.  
 
Salió de la oficina de su prima y marcó el móvil de la agente Scully, pero al ella no contestar él tuvo que investigar de otro modo su panadero. Donde se encontraba el Dr. Mulder ella iba a estar. Fue a Sistemas y sin decir nada levantó de la silla al agente Rivera, quitó el programa que éste estaba utilizando y no escuchó protesta alguna. Ingresó a la base de datos de todos los archivos de los hospitales del Centro de Washington y una hora después encontró el nombre de Fox Mulder en la base de datos del hospital Trinity. 
 
Se levantó de la silla y salió deprisa de Sistemas bajo algunas palabras mal sonantes del agente Rivera, que no entendía que el agente Webster estaba tratando de salvar una vida. Media hora después, llegó al Trinity. Estacionó su auto en el parqueo baldío que quedaba justo al frente del edificio y salió de él. Frente al suyo divisó el de la agente Scully. Respiró tranquilo al saber que sí estaba allí como supuso en un principio. 
 
Escurriéndose de los guardias, evitando a las enfermeras y doctores que cubrían el turno de la madrugada, llegó a la habitación 115 del tercer piso del hospital Trinity. Cuando abrió la puerta, la imagen no podía ser menos desoladora: el Dr. Mulder entubado a un respirador y otras máquinas de soporte de vida, y la agente Scully sentada junto a él con la cabeza recostada sobre la cama y sosteniendo una de las manos de él. Se acercó despacio a la cama, quedando justo en frente de la agente Scully que cuando lo sintió levantó la cabeza y lo observó con confusión. El le brindó una sonrisa pero ella no se la devolvió. 
 
-¿Qué hora es?- le preguntó. 
 
-Las dos de la mañana- respondió él mirando su reloj. -¿Cómo está? 
 
-Está en coma, ya le han dado dos paros cardiacos, sus riñones han dejado de trabajar, su hígado ha empezado a sangrar y los médicos quieren operarlo mañana en la mañana para detener la hemorragia- enumeró. -Pero tú y yo sabemos que eso no lo ayudará en nada. ¿Quieres que continué? 
 
-No seas pesimista- le pidió al ver su actitud. 
 
-Estoy siendo realista- aclaró y se puso de pie, pero no se alejó de la cama. -Debí hacerte caso desde un principio, debí escuchar las advertencias y ver las señales de que lo que compartía con él era incorrecto y prohibido. He sido egoísta e insensata y por ello él está muriendo, ya es muy tarde. 
 
-Tal vez no- sacó el estuche que la Sra. Summers le había entregado de su chaqueta y lo dejo sobre el pecho del Dr. Mulder. 
 
-Ya veo… estás aquí porque Hannah te lo ordenó, para que me convencieras de dejarlo ¿Es eso?- le dijo indignada. 
 
-Estás pensando irracionalmente, tu dolor te está controlando- le explicó, -no vine por Hannah, vine por él- expresó mirando al Dr. Mulder. -Quiero que viva, no es justo que él muera porque Hannah quiere darte una lección o porque tú no estés dispuesta a dejarlo.  
 
-Yo lo amo- expresó acongojada. 
 
-Si lo amas déjalo vivir- el aconsejó. -No cargues con su muerte como cargas con la de Melissa, ya es demasiado peso para tu alma. 
 
Sus palabras eran ciertas, debía hacer lo correcto, dejar que viviera su vida lejos de ella. Esa vez haría las cosas adecuadamente y no dejaría que su amor por él lo matara como ya lo estaba haciendo. Dos gruesas lágrimas surcaron su rostro al entender que ya no estaría a su lado. Asintió positivamente ante lo que haría en esos momentos, abrió el estuche y sacó el tubo con la vacuna y la jeringa y rodeó la cama hasta llegar al suero que estaba junto al agente Webster. 
 
Llenó la jeringa con la vacuna, tomó la cánula del suero entre sus dedos y la aguja de la jeringa la colocó allí para inyectar la cura al suero y que esta pasara directamente al Dr. Mulder y a su sistema inmunológico. Sólo debía esperar unas cuantas horas para que su cuerpo asimilara la vacuna contra el cáncer negro que estaba haciendo grandes daños a su organismo. 
 
Miró el rostro indefenso del Dr. Mulder y volvió a llorar, aún no podía confrontar la idea de que jamás volvería a estar a su lado. Marcus Webster la abrazó porque lo único que podía hacer en esos momentos era darle consuelo, a pesar de que eso no la ayudaría.  
 
 
El Centro  
Día siguiente 
Datos. 
 
Caminaba deprisa por los pasillos de las grandes computadoras, al parecer no quería que la vieran allí y suplicaba porque así fuera; pero al girar por uno de los pasillos se dio cuenta que su súplicas no fueron cumplidas porque se encontró con la figura imponente de Tezka Kunimitzu. 
 
-Tezka ¡Que susto me has pegado!- exclamó contrariada la agente Kawasaki. 
 
-¿Qué haces aquí?- le preguntó extrañado. -No tienes autorización para subir a este nivel y mucho menos sola. 
 
-He subido contigo- le recordó. 
 
-Yo tengo autorización, tú no- volvió a repetir dándole a entender que quería una explicación y rápido. 
 
-Hay una fluctuación en el canal siete, el Sr. Bennedetty me pidió que viniera a revisar. Tal vez haya alguien en el sistema- explicó. 
 
-¿Por qué Bennedetty no envió a otro?- preguntó confuso. 
 
-Porque todos están ocupados y a mí me sobraba tiempo- contestó, el interrogatorio del agente Kunimitzu no le estaba agradando y más con la mirada vacía que tenía. -¿No me crees?- él no contestó. -Si quieres pregúntaselo a Bennedetty- le aconsejó pero ella sabía que él no lo haría. 
 
-Claro que te creo- expresó, aunque su total impavidez a ella no le demostraba que estuviera creyéndole, él era un libro cerrado que a pesar del tiempo ella aún no podía leer, y él sin dudas sentía que ella le estaba ocultando algo; pero no quiso insistir 
 
-¿Hablaste con Ferrer?- le preguntó queriendo cambiar de tema. 
 
-Por supuesto- contestó. 
 
-¿Y bien?- preguntó con curiosidad. 
 
-Sería un desacierto de su parte que hable de nuestra relación con los superiores- explicó. 
 
-No entiendo- expresó confusa. 
 
-Los superiores no tienen tiempo para chismes, Kaoru, necesitan pruebas contundentes sobre lo que él sabe y no las tiene. 
 
-Nos vio- le recordó. 
 
-¿Yo saliendo con una operativa?- le preguntó y ella se mostro pensativa y pudo notar que ella ya había entendido. -Exacto, no es plausible; jamás he hecho algo como eso y no lo haré ahora- explicó. 
 
-¿En serio no has salido con nadie desde que llegaste al Centro? ¿No ha habido nadie antes de mí?- preguntó incrédula. 
 
-Te dejaré con la duda- expresó sereno. 
 
-Eso me dice muchas cosas- comentó contrariada. 
 
-No tienes por qué temer- le explicó. 
 
-Será mejor que baje- expresó algo embrollada. 
 
-¿Iras con Bennedetty?- le preguntó. 
 
-Sí- respondió, pero el tonó de su respuesta había cierta duda. 
 
Se encaminó al ascensor y entró, mientras el agente Kunimitzu seguía preguntándose qué era lo que realmente ella estaba haciendo allí. No podía preguntarle eso al Sr. Bennedetty porque si resultaba ser mentira lo de la fluctuación en uno de los canales, la agente Kawasaki se iba a ver envuelta en un problema y él primero necesitaba saber qué ocurría antes de delatarla; aunque no quería creer que ella estuviera haciendo algo indebido. 
 
Por otro lado, el Sr. Bennedetty se encontraba en la oficina de su señora esposa. Ambos hablaban sobre lo que se rumoraba en los pasillos del Centro, eso a los dos les preocupaba, sobre todo por lo que había hecho la Sra. Summers. 
 
-Phillip tiene que saberlo- insistió la Dra. Bennedetty. 
 
-Por mi parte no será- explicó el Sr. Bennedetty. -Es muy arriesgado que nos inmiscuyamos en esto. Phillip tiene que enterarse de lo que Hannah ha hecho por sus propios medios. 
 
-¡Eres un cobarde! Ella mata a un civil inocente y tú temes por lo que pueda hacer contra ti- expresó molesta. 
 
-Soy tercero al mando, que yo hable en contra de ella o de Andrew frente a Phillip puede ser interpretado como una sublevación por el mando y eso es lo que quiero evitar- le explicó alterado. 
 
-Debe enterarse- repitió.- Andrew y Hannah están haciendo con El Centro lo incorrecto. Utilizan todos los recursos disponibles para desacreditar a Los Complejos, cosa que no les ha funcionado y estoy casi segura que irán contra el perfilista del Complejo I. 
 
-¿Por qué lo dices?- preguntó confuso. 
 
-Es civil, es lo que escuchado y, como ya sabes, Andrew está en contra del uso de civiles. Ya han atentando contra dos y no dudarán en hacerlo con un tercero. 
 
-Es distinto, Margaret, esos dos civiles de los cuales hablas estaban saliendo con dos de nuestros operativos. Representaban una amenaza. 
 
-¡Estás justificando la actitud homicida de mi hermano! Eran inocentes y uno de ellos se llevó la peor parte, morir bajo los efectos del cáncer negro- recordó pasmada. 
 
-No ha muerto, hablé hace poco con Marcus y me comentó que Hannah le entregó la vacuna para que se la llevará a Scully. Por supuesto, que tuvo que amenazarla con delatarla ante Phillip- narró. 
 
-Tú deberías hacer lo mismo… 
 
-No me presiones- le pidió sulfurado y ella tuvo callar lo que quería decir ante el enfado de su esposo. -Lo que necesito es tiempo para coordinar un plan, no puedo precipitarme; lo que necesito es ayuda para impedir que Hannah y Andrew sigan haciendo de las suyas- expresó. 
 
A la Dra. Bennedetty no le convencieron sus palabras porque para ella Frank Bennedetty sentía miedo y era lógico cuando debía luchar contra dos fieras como Andrew y Hannah Summers, personas que no tenían conciencia alguna y que sólo se tenían miedo uno al otro. 
 
 
Hospital Trinity. 
 
Aún permanecía a su lado, se había prometido no separarse de él hasta que no despertara, a pesar de que tenía que prepararse para inmediatamente terminar la relación en cuanto saliera del hospital. Era un hecho incuestionable que ellos ya no tenían futuro y si quería que él viviera debía hacer lo correcto.  
 
El médico le informaba a ella y a la Sra. Mulder que ya no iba a ser necesario someterlo a cirugía, porque después de los últimos análisis hechos al Dr. Mulder habían descubierto que extrañamente su hígado había dejado de sangrar, lo cual eran noticias alentadoras; sus signos vitales estaban en perfecto estado y, milagrosamente, se estaba recuperando satisfactoriamente después de tres días de tortuosa angustia.  
 
Para la agente Scully los motivos eran otros, la vacuna que le había administrado al Dr. Mulder en horas de la madrugada se había encargado de erradicar de su organismo el cáncer negro. El doctor dejó la habitación, la Sra. Mulder volvió junto a su hijo para acomodarle las frazadas de la cama; la agente se acercó al ventanal de la habitación, el paisaje de horas de la tarde del Parque Central de Washington le brindó paz. 
 
Luego escuchó la Sra. Mulder llamarla y cuando volteó a verla sintió un cumulo de sensaciones de felicidad y tranquilidad recorrer su cuerpo. El Dr. Mulder movía las piernas en un claro indicio de que estaba saliendo del coma. Ella se acercó a la cabecera y tomó una de sus manos entre las de ella; estaba tibia, las mancha negra de su cuello había desaparecido y cuando ella le tocó el rostro él empezó a abrir los ojos.  
 
-Mulder- le llamó entre lágrimas. 
 
El no sabía donde estaba o que su madre estaba allí, junto a él, sólo sabía que su rostro se reflejaba en la mirada cristalina de la agente Scully y nuevamente se sintió vivo. Cerró los ojos momentáneamente y luego volvió a abrirlos, sentía algo pesado en la garganta y se quiso sacar el tubo que tenía en su garganta. 
 
-No, no, no hagas eso- le pidió la agente Scully al ver su agitación, él no se sentía cómodo.- Es un respirador, lleva aire a tus pulmones- le comunicó. 
 
-Hijo- le llamó su madre y el Dr. Mulder la miró fijo, su madre empezó a llorar. -Dios, gracias- y él entornó los ojos cuando escuchó su exclamación y ella rió junto a la agente Scully. 
 
Al parecer todos sus sentidos ya estaban alerta, la vacuna había actuado rápido en él; prueba de que no quedaba ningún rastro del virus en su cuerpo. El les indicó que quería algo para escribir y la Sra. Mulder sacó una pequeña libreta de su bolso con un bolígrafo, colocó ambos objetos en las manos de su hijo y él empezó a escribir. 
 
-¿QUÉ ME PASÓ?- preguntó. 
 
-No te preocupes, estarás bien- le dijo su madre. 
 
El volvió a insistir, esa vez le mostró la pregunta a la agente Scully. Ella sabía que él no dejaría de preguntar que le había pasado así que decidió contestarle. 
 
-No sabemos- respondió, tampoco iba a ser capaz de decirle lo que realmente le había pasado. -Te desmayaste en tu oficina hace tres días, llegaste al Trinity con una deficiencia en tu sistema inmunológico y tus órganos comenzaron a fallar, estuviste en coma desde entonces. Los médicos aún no se explican lo que ocurrió- comentó. 
 
-¿ESTOY MEJOR O PEOR?- volvió a escribir y le mostró la pregunta. 
 
-Estás mejorando- contestó. 
 
-El médico dice que es un milagro- expresó su madre y él empezó a escribir de nuevo. 
 
-YO NO CREO EN MILAGROS. 
 
-¡Fox!- exclamó su madre. 
 
-Mulder, acabas de despertar; deja de refutar la divinidad o Dios te devolverá al coma- le discutió, pero evitaba reírse; sabía que lo que decía era para fastidiar a su madre. 
 
-O. K.- escribió. -QUIERO QUE ME QUITEN ESTE TUBO. ME MOLESTA- anotó. 
 
-Al parecer no lo necesitas- miró la maquina, -y tus signos vitales están estables- le informó. -No creo que lo sigas necesitando, iré por el medico- le indicó y antes de que se alejará, él le tomó de brazo. Ella le miró confusa y el volvió a escribir. 
 
-QUIERO QUE ME LO QUITES TÚ- le comunicó. 
 
-No puedo hacer eso- dijo alarmada, -debe quitártelo el médico- le explicó. 
 
-ERES MÉDICO, PUEDES HACERLO- escribió.  
 
-Creo que no sería correcto- comentó la Sra. Mulder preocupada. 
 
-¡INSISTO!- escribió. 
 
-¿Cuál es la diferencia entre el medico que te atiende hoy y yo?- le preguntó cansada por su testarudez. 
 
-YO NO LO AMO A ÉL, TE AMO A TI- redactó.  
 
Eso la desarmó por completó y sonrió apenada hasta el punto de ponerse roja. La Sra. Mulder se sintió conmovida por el gesto de su hijo hacia su prometida, le parecía que era muy feliz a su lado y eso le agradó de cierto modo. La agente Scully entendió que debía complacerlo y retirarle el tubo eso iba ser una de las últimas cosas que haría por él. 
 
Tomó el control manual de la cama y le dio al botón rojo. La cabecera de la cama comenzó a subir y él Dr. Mulder quedó semi-recostado en ella. El médico de ese día iba a matar a la agente Scully por retirarle el tubo sin autorización, pero el Dr. Mulder era testarudo e iba a seguir fastidiando; ella podía con el médico del hospital pero no con el Dr. Mulder. 
 
Empezó a sacar las gasas que rodeaban el tubo y que estaban pegadas a la boca del Dr. Mulder, al terminar de hacerlo el tubo quedo más suelto moviéndose de un lado para otro y provocando cierto dolor en la garganta del Dr. Mulder. 
 
-Lo siento- se disculpó, apagó la maquina y se aseguró que el Dr. Mulder estuviera respirando como él aseguraba, al comprobarlo rodeó el tubo con su mano. -Vas a sentir el tubo saliendo, es incómodo y doloroso, lo sentirás menos si toses mientras lo este deslizando. ¿Entendiste?- y él asintió. -Bien, a la cuenta de tres, uno, dos y… 
 
Antes de que ella llegara al último número él la detuvo y ella no sacó el tubo; pensó que se había arrepentido pero cuando él escribió algo sobre la libreta y se lo mostró solamente a la agente Scully, ella rió ligeramente. 
 
-Ni lo pienses- le advirtió, -después de que te saque el tubo vas a utilizar una mascarilla. No quiero arriesgarme- comentó. -Bien. ¿Listo?- él volvió a asentir frustrado y ella empezó a contar nuevamente. -Uno, dos y tres. 
 
Comenzó a deslizar el tubo hacía afuera, el Dr. Mulder se retorcía sobre la cama mientras se escuchaba que tosía; cuando el tubo salió completamente él tosió descontroladamente. La agente Scully dejó el tubo sobre una mesa e inmediatamente le colocó la mascarilla que colgaba sobre el tanque de oxigeno.  
 
-Eso fue horrible- expresó por primera vez el Dr. Mulder con una voz enormemente ronca. La agente Scully le besó una mano y él miró a su madre. -Hola mamá, ¿me extrañaste? 
 
-No sabes cuanto, hijo- le dijo, ella le acarició el rostro y él volvió a cerrar los ojos.  
 
En ese momento entraron Janet, el Sr. Mulder y los chicos, que al verlo no cabían en el asombro y la felicidad. Janet corrió rápidamente hasta la cama y abrazó al Dr. Mulder sumida en un montón de lágrimas. 
 
-No llores por mí, Argentina- cantó desafinadamente el Dr. Mulder.  
 
Todos rieron y la agente Scully los observó. El iba a estar bien, tenía a sus amigos y a sus padres. Ya no la iba a necesitar, podía continuar su camino sin ella, eso se decía a sí misma para su propio consuelo y tristeza. 
 
 
El Centro 
Sala de Juntas 
 
El equipo Alfa se reunía nuevamente para el estudio del perfil de la nueva misión asignada; lo curioso era que la líder no se encontraba y el observador asignado ya tenía media hora de retraso. Todo ello provocó que los agentes comenzaran hablar entre sí para especular sobre lo que pasaba. Alyson Hannigan mantuvo silencio hasta que la agente Kawasaki le habló. 
 
-¿Crees que la hayan suspendido por el altercado que protagonizó ayer con la Sra. Summers?- le preguntó con extrema curiosidad. 
 
-No- respondió lacónica. 
 
-La abofeteó- expresó. 
 
-Es un rumor- explicó. 
 
-No según Ferrer- comentó la agente Kawasaki. 
 
-Que extraño, tú y Ferrer no se dirigen la palabra- expresó confusa. 
 
-No me lo dijo él precisamente, pero me lo dijo alguien que lo había escuchado de Ferrer- explicó contrariada. 
 
-No me des explicaciones- le pidió hastiada. -Preocúpate por otras cosas- el aconsejó. 
 
En eso llegó el agente Webster que al ver el proyector holográfico encendido lo apagó y le habló a los agentes presentes.  
 
-Damas, caballeros, la misión de Estonia ha sido suspendida hasta nuevo aviso- les informó. 
 
-¿Dónde está la agente Scully?- preguntó uno de los agentes. 
 
-Esta atendiendo un asunto personal- expresó aparentando despreocupación. -Sus nuevas asignaciones individuales están en sus paneles, pueden retirarse- les ordenó. 
 
Aún así la curiosidad de los agentes no fue aplacada y uno más que otro no dejó de hablar sobre el asunto. Todos ellos, a excepción de la agente Hannigan, salieron del salón y ella se acercó a un muy pensativo agente Webster. 
 
-¿Mulder está muerto?- le preguntó. 
 
-No- respondió y luego la miró. -Está vivo de milagro. 
 
-O mejor dicho gracias a tu mano divina- expresó divertida. 
 
-¿Por qué te causa gracia?- preguntó indignado. 
 
-Porque yo sabía que esto iba a pasar, se lo advertí a Dana y no me escuchó- expresó molesta. 
 
-No me escuchó a mí que soy su cuñado. ¿Cómo te iba a escuchar a ti?- preguntó irritado. 
 
-Melissa se murió, tú no eres nada de Dana, así que olvídate del título de cuñado- le pidió fastidiada.  
 
-Alyson, será mejor que tomes una actitud diferente frente a todo esto- le aconsejó. -Dana nos va a necesitar, somos sus amigos y debemos estar con ella inmediatamente después de que deje a Mulder- le comunicó. 
 
-Estoy harta de ser su paño de lágrimas- comentó y él se mostró sorprendido. -¿Acaso no lo entiendes? Hemos hecho ese papel durante mucho tiempo y cansa. Ella jamás ha hecho nada por nosotros. 
 
-Que hipócrita eres- le dijo enfadado. -Pensé que eras su amiga, ya veo que no.  
 
-Intenté serlo y como ves no ha funcionado, no puedo con ella- explicó agotada. -En fin Marcus, entiendo la situación y se que va a sufrir; pero no la trataré como si fuera un bebé que le falta cariño. Yo le voy a enseñar lo que en realidad debe ver- expresó. 
 
Después de concluir su discurso se retiró molesta; la paciencia de la agente Hannigan referente a la agente Scully había colmado el vaso. La estimaba, pero los celos hacia su homóloga ya eran demasiado grandes, sobre todo porque el sujeto que le gustaba era el agente Krycek y no el agente Rivera como pensaban todos.  
 
Por años relegó sus sentimientos, permitiéndose ayudar al agente Krycek para que enamorara a la agente Scully con la espera de que él se diera cuenta de sus sentimientos y se olvidara de lo que sentía por su homóloga y superior. Pero eso jamás pasó y ella ya estaba harta, había tomado la decisión de pensar en ella misma y no en los demás, como lo había hecho con anterioridad.  
 
 
El Centro 
Oficina de Andrew Summers 
 
La Sra. Summers entró a la oficina apacible y serena; cuando su esposo la vio inmediatamente anuló los micrófonos de la oficina. Lo que hablarían era un asunto extra oficial que no debía saberlo nadie. 
 
-Debo mostrarte esto- le dijo él mientras le pasó un panel. 
 
Ella lo leyó y tecleó un par de veces, hasta que leyó el documento por completo. Luego lo miró sorprendida y con cierta fascinación; sin lugar a dudas él le llevaba gran ventaja esa vez. 
 
-Es la agenda laboral de John- expresó anonadada y él asintió con afirmación. -¿Cómo la obtuviste?- le preguntó. 
 
-Tu lacayo me hace favores a mí también- contestó. 
 
-Mmm… no es tonto, quiere obtener puntos conmigo y contigo, es vanidoso; eso me agrada. Por suerte tiene muchas cualidades que nos han servido de mucho- comentó entusiasmada. -¿Qué piensas hacer con esto?- le preguntó curiosa. 
 
-Tenía la esperanza de que la estudiaras para sacarle algún provecho y así deshacernos de una vez por todas de John- explicó.  
 
-Si logramos sacar a John y a Mónica de la dirección de Los Complejos. ¿A quién te gustaría que colocaran?- le preguntó. 
 
-A Frank, es una persona que muy fácil puedo controlar, y espero que cuando nos libremos de esos dos, tú convenzas a tu padre para colocar a Frank en la dirección- expresó. 
 
-Cuenta con ello. ¿Pero quién te dijo que Frank aceptará el cargo? Ya lo rechazó una vez- le recordó. 
 
-No lo hará- le aseguró, -créeme que no lo hará- comentó. 
 
Frank Bennedetty, según Andrew Summers era sumamente persuasivo y débil, y el Sr. Summers tenía mucha experiencia tratando con ese tipo de personas. Con el Sr. Bennedetty dirigiendo Los Complejos I y II, el Sr. Summers tendría control sobre una gran parte de los estamentos de la CIA y eso lo haría mucho más poderoso que el mismo Sr. Webster. 
 
-¿Por qué no cancelaste a Scully?- le preguntó de repente. 
 
-¿Por qué razón lo haría?- le preguntó confusa. 
 
-Se atrevió a abofetearte frente al personal, es una afronta a tu estatutos y el que no la cancelaras demuestra debilidad de tu parte- comentó desilusionado.  
 
-No podemos darnos el lujo de perder a Dana- le recordó. 
 
-La perdimos hace mucho tiempo- discutió. -Debo alabarte por lo que hiciste con el civil; pero después de todo lo ocurrido, Scully no seguirá siendo la misma. Es probable que ocurra un desastre- presintió. 
 
-Si no se mató cuando murió su hermana, menos lo hará por ese sujeto. Pronto se dará cuenta de lo absurdo de la situación y que lo que tuvo fue una simple aventura. 
 
-¿Estás segura?- preguntó escéptico. 
 
-Por supuesto- aseguró. 
 
La Sra. Summers confiaba demasiado en su dotes de percepción hacia los agentes del Centro, creía conocerlos a la perfección y eso, tal vez, la llevaría a cometer un grave error que no esperaría. 
 
 
Cuatro días después 
Hospital Trinity 
 
Al entrar a la habitación lo vio leyendo un archivo de uno de sus pacientes, le sorprendió que estuviera trabajando si aún no estaba fuera del hospital. Aunque era de esperarse, él era demasiado inquieto para estar tranquilo tan sólo un segundo. 
 
El le sonrió al verla, ella hizo lo mismo pero había sido menos expresiva que en otras ocasiones. Cuando se acercó a la cama la besó, y ella rompió el beso más rápido de lo que él hubiera deseado. 
 
-¿Trabajando ya?- le preguntó. 
 
-¿Qué puedo decir? Soy un adicto- se defendió. 
 
Ella sacó una pequeña linterna del bolsillo de su abrigo, la encendió y revisó los ojos del Dr. Mulder. Verdes, brillantes y sin ninguna mancha, pasó la mano por su cuello y le retiró la bata para ver su pecho. Las manchas producidas por el cáncer negro habían desaparecido, la enfermedad había sido erradicada y él estaba completamente sano. Todo eso la tranquilizó. El le tomó la mano y se la besó, sin embargo ella retiró la mano con desgano y él se mostro confuso. 
 
-¿Qué te pasa? Has estado distante- expresó contrariado. 
 
-No es nada- dijo, -sólo es que quiero que descanses. 
 
-Estoy perfectamente bien- le afirmó. -Es más, ya me quiero ir de aquí- le comunicó. 
 
-Aún es muy pronto, Mulder- le explicó la agente Scully, -no te has recuperado del todo. 
 
-Estoy en perfecto estado de salud, el médico lo dijo ayer… 
 
-Aun estás en observación- le interrumpió. 
 
-Tú puedes observarme en la casa, te prometo que no iré a trabajar hasta que tú me lo digas- le explicó. -Sólo quiero ir a casa, ya no deseo estar aquí. 
 
-El médico no te va a dejar ir hasta que lo crea competente- le manifestó agotada, él podía ser muy insistente. 
 
-Habla con él, dile que estoy bien y que ya no es necesario que siga hospitalizando- expuso. -Llevo siete días encerrado en estas cuatro paredes, siento que me asfixio- exclamó.  
 
-Tu médico me odia desde que te extraje el tubo sin su autorización. Ya no me quiero meter en más problemas- declaró. 
 
-Vamos Dana, por favor, has esto por mí. Haré cualquier cosa que tú quieras- suplicó. -Cumpliré tu más profundas fantasías. 
 
Ella se echó a reír cuando escuchó su propuesta, era bastante tentadora. Sin embargo, su resistencia para pedirle la de alta al médico del Dr. Mulder era por un motivo distinto al estado de salud del paciente.  
 
Inmediatamente después de que Fox Mulder abandonara el Trinity, ella debía terminar con él por el bien de su seguridad; por eso deseaba que él se quedará unos días más en el hospital, hasta que ella estuviera completamente preparada para enfrentar la terrible realidad que implicaba no verlo nunca más. 
 
Se mostró renuente y no escuchó ninguna de sus súplicas, ni siquiera habló con el médico cuando él fue a visitarlo en la tarde y el Dr. Mulder logró que su madre intercediera por él; pero lo único que ella logró fue acrecentar la negatividad del médico, la cual fue apoyada muy fervientemente por la agente Scully y el Dr. Mulder no sabía a cual de los dos odiar. 
 
Dos días después, los padres del Dr. Mulder regresaron a Carolina del Norte porque su hijo se los había pedido. El consideraba que no había ninguna necesidad de que ellos estuvieran en Washington si él estaba en perfecto estado de salud; además, les explicó que con él se quedaría la agente Scully, y que Janet y Sarah se encargarían también de él. 
 
Ninguno de los dos mostró negatividad ante la petición de su único hijo, y la agente Scully manifestó su descontento con el viaje. Ella consideraba que ellos debían quedarse, hasta que logró comprender el desapegó existente entre el Dr. Mulder y sus padres. 
 
Finalmente, después de la partida de los Mulder, el hijo logró que le dieran de alta y para la agente Scully eso fue el final de su tan corta felicidad junto a él. Esa tarde de marzo era gris, como el alma de la agente Scully mientras caminaba junto al Dr. Mulder hacia la salida del hospital. 
 
Durante el viaje ella no decía palabra alguna, incluso llevaba lentes de sol a pesar de que unas espesas nubes que anunciaban lluvia cubrían el sol. El sentía que algo malo estaba ocurriendo, en esa última semana él la sintió distante y poco cariñosa hacía el. Sin embargo, esperó a que llegaran a su casa para así poder hablar con ella con más calma. 
 
-Hogar, dulce hogar- exclamó el Dr. Mulder cuando atravesó el umbral del departamento.  
 
-Gladys lo limpió ayer, Janet le avisó que te darían el alta hoy- comentó al dejar la bolsa de ropa del Dr. Mulder sobre el suelo.- Fui al supermercado y llene la despensa. 
 
-Gracias- expresó complacido y sonriente. -Ya no tendré solo jugo de naranja caducado. 
 
El la observó mientras se quitaba el abrigo, notó que no le brindó esa diminuta sonrisa tímida tan característica en ella. Algo andaba mal, terriblemente mal. La vio sacar un montón de frasco de pastillas de su bolso, sin mirarlo, sin ni siquiera quitarse los lentes de sol. Para él era momento de mostrarse asustado.  
 
-Estos son suplementos vitamínicos, tendrás que tomarlo por un par de días. Indicaciones del médico- concluyó. 
 
El le tomó de la muñeca, obligándola a levantar su rostro; a pesar de que no podía ver su mirada percibía su conmoción. Su lenguaje corporal era tan fácil de leer para él y ella se desquebrajaba internamente al saber que la hora había llegado.  
 
-Mulder, debemos hablar- expresó seriamente. 
 
-Bien, he estado esperando esto por días- le comentó. -Me tienes preocupado- ella respiró hondo ante sus nervios. -¿Qué sucede?- le preguntó. 
 
-Creo que hay algo que debes saber- le informó. -Yo he estado pensando sobre lo nuestro… y me di cuenta que eres una persona sumamente maravillosa y yo no soy así… 
 
-Ve al grano- le pidió al ver que le estaba dando muchas vueltas al asunto. 
 
-Debemos terminar- le dijo finalmente. 
 
-¿Terminar?- le preguntó sorprendido. -¿Esto acaso es una especie de broma?- preguntó incrédulo. 
 
-No, no lo es. Ya te dije que lo he estado pensando y no veo que tengamos futuro tú y yo. Somos tan distintos y esto jamás funcionaría- le explicó mientras su corazón empezaba a morir. 
 
-¿Después de siete meses juntos llegas a esa conclusión de la noche a la mañana?- le preguntó conmocionado, aún no podía creer lo que ella le estaba diciendo. 
 
-Comprendí que no podemos estar juntos, yo no soy la mujer indicada para ti. Tú necesitas una mujer que te pueda hacer feliz, que te de una familia. Yo no puedo darte nada de eso- explicó. -Todo esto ha estado mal. 
 
-¿Mal? Estamos enamorados. ¿Crees que eso esta mal? 
 
-No, no es así; no lo estamos. Al menos de mi parte- explicó. 
 
-¡Mientes! 
 
-Por favor no grites- le pidió, no deseaba que se alterara, aún no estaba bien del todo. 
 
-¡Yo grito todo lo que quiera! ¡¿Acasó perdiste la razón?!- le gritó. 
 
-Hemos estado equivocados, esto no es amor. Sólo es pura atracción física- explicó, -sexo, deseo. No tenemos más que eso. 
 
-No es sexo, el sexo es parte de lo que tú y yo tenemos- señaló alterado. -Durante siete meses hemos compartido nuestras fantasías, sueños, vivencias, éxitos, miedos y tristezas ¿y para ti tan sólo es sexo? La única explicación coherente a todas tus absurdas palabras es que te has vuelto loca- exclamó. 
 
-Piensa lo que quieras- se sacó el anillo de compromiso y lo dejó sobre la mesa del café. -Lo único que sé es que no podemos continuar juntos- sabía que lo estaba hiriendo profundamente, pero ella se sentía peor. 
 
-Eso... huye, huye como siempre lo has hecho- le gritó cuando vio que se acercó a la puerta. 
 
-No huyo- dijo al mirarlo, -sólo espero que te calmes para poder continuar esta conversación y poder terminarla como personas civilizadas. Gritando no vas a resolver nada- comentó. 
 
-¡¿Cómo quieres que no grite?! ¡Estás terminando conmigo!- explicó. 
 
-No puede seguir a tu lado si no siento nada por ti- expresó. -No es correcto. 
 
-Dime que mentías cuando me decías que me amabas- rompió la distancia entre ellos y le tomó de los brazos, -que no sentías nada cuando yo te lo decía- le pidió. 
 
-No, no sentía nada y sí, mentía- expresó secamente. 
 
El aún así no le creyó, necesitaba ver esa respuesta en sus ojos y le sacó los lentes. Los descubrió llorosos y una lágrima se escapó de ellos, así supo que mentía, sin embargo no sabía por qué. Y la besó con profundidad, con miedo ante la inminente pérdida, batallando contra sus palabras que daban latigazos crueles a su amor que sólo era protegido por aquella mirada azul que no mentía.  
 
-Ahora mírame fijamente y dímelo- le pidió cuando rompió el beso. 
 
-No te amo, jamás te amé- expresó con el corazón roto. 
 
El se alejó de ella, sintiendo que todo lo que estaba escuchando era producto de una infernal pesadilla. Sin embargo, no lo era, las palabras y la escena eran tan reales como el dolor que empezaba a cubrir toda su alma. 
 
-Lo siento- se disculpó aunque sabía que lo que estaba haciendo ni siquiera tendría el perdón de Dios. -Nunca quise lastimarte. 
 
El le dio una mirada lastimera y ella lloró y cuando él la vio intentó acercarse de nuevo, pero ella hizo más larga la distancia. Salió del departamento sin mirar atrás, había dejado allí un alma maltratada y dolida, se justificó diciéndose a sí misma que lo hacía por su bien. 
 
Aun así sentía que la vida ya no tendría significado para ella, sin su sonrisa, su mirada y su cariño ya no tenía ningún sentido vivirla. Subió a su auto, lo encendió y, a la vez que empezó a andar en él, el cielo se desquebrajó en millones de gotas de agua y lloraba, lloraba al igual que ella. No había transitado bien dos kilómetros cuando el dolor le ganó y no tuvo fuerzas para continuar. 
 
Detuvo el auto a mitad del camino y lloró desconsolada, maldiciendo la vida que le había tocado vivir, sentía una rabia difícil de explicar y tuvo deseos de morir. Pero antes de que sacara su arma de su bolso alguien tocó la ventanilla de su auto y ella bajo el cristal. 
 
A Alexander Krycek no le importaba la lluvia o que los demás conductores hicieran sonar sus bocinas para que se quitara del medio. Ella bajó del auto, no entendía que él hacía allí, sin embargo lo necesitaba como jamás imaginó que lo haría. Se abrazó a él y continuó llorando mientras su compañero se sentía feliz por lo sucedido. 
 
Continuara… 

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