Nombre del Fanfic: Mundos Distintos

Capitulo: XXIII

Autor: NikkyScully

Dedicado a: Disclairmer: Después de tantos años quién duda que Mulder, Scully y Krycek le pertenecen a CC. 
Clasificación: Sigo sin saber que es eso. 
Dedicatoria: Voy hacer corta esta vez: Se lo dedico a las bitches, a las chicas del msn y en especial a quienes han seguido este fic durante un año y medio y siguen al pie del cañon esperando por más. Les agradezco el gran apoyo a todas y a todos. Bexos. 
Feedback: jro185ARROBAhotmail.com.

Clasificacion: Touchstone

Romance

Universo Alterno

Angst / Drama

Fanfic: El Centro 
Tres días después 
 
Arribó a su lugar de trabajo como casi siempre después de un merecido descanso para su mente y cuerpo, caminó por el pasillo central, fría, imponente y autoritaria. Quienes la vieron llegar se sorprendieron ante su actitud; ni siquiera daba a demostrar el sufrimiento interno que habitaba en el interior de todo su ser. Pasó por Sistemas, saludó con la habitual mirada taciturna utilizada por todos los agentes de la organización, y recibió de manos del mismo Sr. Bennedetty el cd que contenía su nueva asignación. 
 
Se retiró enseguida, sus tacos resonaban intensos en el bien lustrado suelo del edificio. Al pasar por el gran ventanal de la oficina del Sr. Summers, ambos cruzaron las miradas y así prosiguió su camino al tragarse el recelo y el rencor que sentía por cada uno de sus superiores. Al entrar a su oficina, se sentó frente a su escritorio, ordenó las cosas que había sobre éste y se dispuso inmediatamente a trabajar. Una hora después, su observadora de turno, Alexa Illianof, pasaba por la oficina y la agente le comunicó que tenía listo el perfil de Argelia. 
 
En el salón de reuniones, el equipo Alfa volvía a reunirse; los agentes que lo integraban no estaban muy seguros de que su líder estuviera en condiciones de programar y realizar dicha misión. Pero al disertar el plan, su seguridad y su habitual concentración en esos asuntos, les dieron a demostrar que había logrado dividir sus emociones de su labor como agente del Centro. Alexa Illianof no pudo encontrarle ninguna falla y no demostró negatividad ante el perfil establecido. 
 
-Saldremos en quince minutos- les comunicó y apagó el proyector láser, -pueden retirarse- les ordenó. 
 
Comenzaron a salir del salón, comentaban con las miradas y los gestos que la líder del equipo Alfa había vuelto a ser la misma, tanto que apuró hasta la salida, cosa que anteriormente no hacía. Antes de que la agente Hannigan saliera junto con los demás, la agente Scully le llamó y se acercó a ella con un gesto de duda en su rostro; la agente Hannigan no lograba leer esa señal que demostraba que la agente Scully se sentía de cierto modo apenada para con ella. 
 
-Tú tenías razón- expresó por vez primera después de que el salón quedó completamente vació. -Me dejé dominar por mis emociones, me afectó sobremanera la pérdida de mi hermana y la ruptura implantada de la relación que tenía con Mulder; me convertí en alguien desconocido, por lo tanto es un error y debo darte las gracias por haberme mostrado ese hecho, pero sobre todo debo pedirte disculpas. 
 
La agente Scully se caracterizaba fundamentalmente por que en cuanto reconocía sus errores y fallas, reconstruía nuevamente su carácter y volvía a actuar como toda su profesionalidad lo ameritaba. También era una persona que simultáneamente pedía disculpas por los errores, que de una manera u otra, cometió. 
 
-No tienes que disculparte- explicó conmocionada la agente Hannigan, -y tampoco debes darme las gracias. 
 
-Debo hacerlo, es lo correcto- expresó. 
 
-Yo también debo pedirte disculpas- comunicó, -no actué razonablemente aquel día en tu departamento, te dije cosas que fueron… 
 
-Totalmente acertadas- concluyó la agente Scully por ella. 
 
-Te pegué- recordó con cierto susto y la agente Scully sonrió. 
 
-Eso también te lo agradezco- expresó, -recuperé algo de cordura en esos momentos gracias a eso. Te solicitó que lo vuelvas a hacer cuando lo creas apropiado- le pidió. 
 
-Como tú digas- expresó satisfecha. 
 
-¿Podemos continuar esta conversación después de regresar de Argelia?- la agente Hannigan asintió. -Debemos prepararnos. 
 
Después de ello, la primera en salir del salón fue la agente Scully, mientras la agente Hannigan se quedaba rezagada en aquel lugar. Reflexionó sobre las palabras de su superiora de equipo, palabras que no la habían conmovido para nada y poco le importaron las peticiones de disculpas. Seguiría siendo hipócrita, pero no intentaría congratularse mucho más con ella. Se decía a sí misma que era momento de pensar en su bienestar y no en el de su compañera y líder. 
 
 
 
Instituto de Psicología y Ciencias. 
Mismo día. 
 
La Dra. Palacios agradecía lo boca suelta que podía llegar a ser Janet. Por ella se había enterado que el Dr. Mulder y la agente Scully habían roto recientemente y eso le daba luz verde a la Dra. Palacios para acercarse de una manera, más que profesional, al Dr. Mulder. 
 
Decidida y segura entró a la improvisada cocina del Instituto y vio al Dr. Mulder frente al taburete de la cocina sirviéndose una taza de café. Ella, sin hacerse esperar, se acercó a él por detrás y como un gesto de saludo le acarició la parte alta de la espalda; él, al sentir la caricia, giró y se encontró con la agradable sonrisa de la Dra. Palacios. 
 
-Oh… hola. ¿Cómo estás?- le preguntó el Dr. Mulder. 
 
-Bien ¿Y tú?- le preguntó. 
 
-Sobreviviendo- contestó. 
 
-Mmm… me parece que es una respuesta pesimista y triste- ilustró frustrada. -Sé por lo que estás pasando, pero no es para que andes por ahí desanimado. 
 
-¿Con quién hablaste?- le preguntó el Dr. Mulder sorprendido por sus palabras y la Dra. Palacios negó con los hombros, entonces él supo que ella mentía. -No le hagas mucho caso a Janet, ella no está bien de la cabeza- le comunicó. 
 
-Si no estuviera bien de la cabeza, ya nos hubiéramos dado cuenta ¿no crees?- preguntó con sagacidad y el Dr. Mulder sonrió, pero tal sonrisa inmediatamente fue desplazada por una expresión de completo desasosiego. La Dra. Palacios no estaba dispuesta a que él permaneciera mucho tiempo en esas condiciones. -Vamos, anímate- le pidió, -el despecho de un hombre suele durar un mes- comentó. 
 
-¿Existe alguna investigación que apoye esa teoría?- le preguntó el Dr. Mulder. 
 
-Es un hecho- reveló. 
 
-Tal vez, pero suele suceder con los hombres comunes, yo no soy común- explicó. 
 
-¿En serio?- le preguntó incrédula. 
 
-Soy psicólogo- explicó. 
 
-¿Y eso qué tiene que ver?- preguntó confusa. 
 
-En nada- reveló y ella se empezó a reír. -Soy distinto en el hecho de que termino enamorándome- expresó. 
 
-Y ahí está tu error- señaló la Dra. Palacios. -La próxima vez toma una relación como una aventura y observa los resultados; si la chica no es una arpía, entonces permítete enamorarte- aconsejó. 
 
-¿Y existe una chica dispuesta a ser parte de tal experimento?- preguntó el Dr. Mulder. 
 
-Por supuesto- se acercó más a él rompiendo la distancia entre ellos y le miró de manera provocativa. -Si me necesitas, sabes donde encontrarme- expresó en doble sentido. 
 
El Dr. Mulder no entendió al principio, pero cuando la Dra. Palacios le dio esa mirada sugerente y salió despacio de la cocina, él comprendió que ella estaba dispuesta a ser parte de dicho experimento. Casi se quedó sin aire, la doctora se le había insinuado y no era del todo malo.  
 
Por un momento se olvidó de su tristeza y, con el orgullo elevado por llamar la atención de la Dra. Palacios, tuvo que aflojarse un poco el nudo de la corbata porque la mirada insinuante de su colega le hizo acalorarse lo suficiente. La chica era atrevida porque sabía como jugar el juego predilecto del Dr. Mulder: el de las insinuaciones.  
 
 
 
Complejo I 
Dos días después. 
 
Llegando desde el Complejo II, la Sra. Reyes apuró el paso. Había recibido un comunicado poco alentador sobre un atentado perpetrado dirigido al Sr. Doggett. Tenía un nudo en la boca del estómago, una señal de su profunda conmoción, no conocía el estado actual de salud del Sr. Doggett y eso le preocupaba.  
 
Cuando subió las escaleras que la llevaban a la oficina del primero al mando del Complejo I, se detuvo en la entrada. La puerta estaba abierta y podía escuchar a dos hombres hablar. Al entrar se encontró con el Sr. Webster jefe de la CIA y el Sr. Doggett.  
 
El Sr. Webster advirtió la presencia de la Sra. Reyes cuando el Sr. Doggett dejó de hablar y miró hacia la entrada. Phillip Webster le sonrió galantemente a la dama y se acercó a ella. 
 
-Hermosa- exclamó, le tomó del borde de los hombros y le brindó un beso. 
 
-Hola Phillip- le saludó la Sra. Reyes. 
 
-Era de esperarse que vinieras hasta aquí- le comentó, -sobre todo por lo sucedido. 
 
-Aún no tengo claro qué fue lo ocurrió- explicó embrollada. 
 
-Entonces que John te dé los detalles, yo sólo he venido a asegurarle que ésto no se quedara así. Sabemos que deben pagar, pero debemos ser más inteligentes que ellos- explicó aunque la Sra. Reyes no pudo entenderlo. -John, descansa- le recomendó y luego miró a la Sra. Reyes. -Y tú, cuídate- le volvió a dar otro beso y se retiró. 
 
La Sra. Reyes, lejos de guardar su conmoción, se acercó al Sr. Doggett que con rostro de enfado se concentraba en tomar largos sorbos de whisky.  
 
-¿Qué sucedió?- le preguntó ella. 
 
-Colocaron una bomba en mi auto- contestó, -estalló pocos segundos después de bajarme de él. 
 
-Fallaron- exclamó sosegada. 
 
-No habrían fallado- explicó, -me bajé del auto porque había olvidado mi agenda. Peter se ofreció a traérmela, pero yo quise ir a buscarla. El, mi chofer y dos de mis guardaespaldas murieron- narró contrariado.  
 
El Sr. Doggett estaba conmocionado ante lo sucedido, daba señales claras de que aún sentía terror por haber casi perdido la vida, recordando así que la suerte que tuvo no la tuvieron sus más allegados servidores. 
 
-¿Sabemos quién pudo haberlo hecho?- le preguntó la Sra. Reyes. 
 
-No- contestó inquieto. 
 
-Pero tú escuchaste a Phillip- señaló al recordar lo que el Sr. Webster había dicho. -El sabe quién fue. 
 
-No lo sabemos- expresó. 
 
-¡John!- exclamó alterada. 
 
El permaneció en silencio, a la Sra. Reyes le incomodó su mutismo, pero al verlo a los ojos y ver esa inquietud que tanto conocía finalmente comprendió todo. 
 
-¡No puede ser!- pronunció y el Sr. Doggett la invitó a callar antes de que prosiguiera con sus exclamaciones de enfado. 
 
-Lo recomendable es que cambies tu agenda de trabajo por completo y evites las reuniones fuera de Los Complejos- le exhortó, -ya llegaron una vez a ti y pueden hacerlo nuevamente- recordó. 
 
-¿Tan solo eso?- preguntó indignada. -No es plausible que nos quedemos de brazos cruzados- expresó.  
 
-Mónica, siempre me has dicho que piense en frío y es lo que estoy haciendo ahora- comentó. -La cuenta regresiva ha comenzado y es prioritario que estemos listos para lo que se avecina. 
 
-¿Qué nos asegura que Phillip está de nuestro lado?- le preguntó la Sra. Reyes desconfianza. 
 
-El que esté completamente seguro de que ha habido un sinnúmero de violaciones a los protocolos en El Centro- contestó. 
 
Para el Sr. Doggett era una certeza que los tiempos oscuros en El Centro estaban llegando a su fin, por eso demandaba por la paciencia y la participación de la Sra. Reyes. Que ella actuara dejándose llevar por el odio y la indignación, como él lo hizo en el pasado, no era lo más apropiado a pesar de que esos sentimientos estaban también albergados en su corazón. 
 
La dama recobró la compostura y la calma como él mismo se lo había solicitado. Por el momento debían guardar las apariencias, entablar una supuesta investigación sobre lo ocurrido, sospechar sobre unos falsos responsables y esperar hasta que el mismo Sr. Webster decidiera actuar. 
 
 
 
El Centro 
Comedor. 
 
El agente Krycek se encontraba terminando su almuerzo mientras trabajaba con su panel. Desentendido de todo, hasta de la última cucharada de su almuerzo, no advirtió la presencia de la agente Scully que tomó asiento frente a él llevando consigo dos platos de pastel. 
 
-¿Postre?- le preguntó. 
 
El levantó la cabeza al escuchar y la sonrisa iluminada que le brindó la agente Scully le pareció encantadora. Inmediatamente apagó el panel con suma rapidez y la agente Scully le ofreció el plato de pastel que él gustosamente aceptó. 
 
-Dana, tenía tiempo sin verte- expresó aturdido. 
 
-Estuve en Argelia- explicó. 
 
-Sí, supe de eso- agregó el agente Krycek. 
 
Ambos mantuvieron silencio. El agente Krycek parecía un adolescente que intentaba ocultar los nervios que le generaba estar tan cerca de la chica que le gustaba, y más en ese momento en el cual ella ya no estaba saliendo con su rival, y él tenía el camino libre para tratar de conquistarla nuevamente. 
 
-Alex- le llamó de pronto, -quiero darte las gracias por salvarme la vida- expresó con total sinceridad, el agente Krycek le miró asombrado y ella jugaba con su trozo de pastel en señal clara de nervios, -también por estar a mi lado en lo momentos más difíciles, a pesar de que me he comportado como una completa estúpida y la mayoría de veces rechacé tu apoyo. 
 
-Eso no es nada- explicó el agente Krycek con conmoción, -sabes que eres importante para mí y haría lo que fuera por ti-expresó. 
 
-Gracias- volvió a repetir ella y le tomó de la mano con cariño, él se sintió de maravilla ante su gesto. -¿Cómo supiste que corría peligro? 
 
El sonrió con complicidad. En ese momento, Alexa Illianof que los miró a ambos con desconfianza les paso por el lado y el agente Krycek la miró hasta que la agente Illianof se retiró del comedor. 
 
-Una bruja me lo dijo- respondió al llevarse un trozo de pastel a la boca y la agente Scully sonrió al entender lo que él quería decir. 
 
Entonces, en ese momento él recordó las palabras certeras de la Sra. Summers y sus recomendaciones. Era la oportunidad perfecta para tejer su red alrededor la agente Scully y hacerla caer. 
 
-Creo que tu héroe merece una recompensa- comentó el agente Krycek. 
 
-¿Cómo cual?- preguntó la agente Scully curiosa. 
 
-Acepta cenar conmigo esta noche- le pidió. 
 
-Eso no es una recompensa- comentó ella confusa. 
 
-Cenar contigo para mí sí lo es- explicó. 
 
-Bien, si es lo que quieres, acepto- expresó. -Pero yo pago- ofreció. 
 
-Como tú desees- manifestó. -¿Paso por ti a las ocho?- le preguntó. 
 
-Me parece perfecto- señaló. 
 
El móvil del agente Krycek comenzó a sonar arruinando para él ese momento mágico. Poco a gusto sacó el móvil de su chaqueta y se dedicó a contestar. 
 
-Krycek- se anunció. 
 
-La Sra. Summers desea verte en su oficina- le comunicó el agente Labiorestaux del otro lado de la línea. 
 
-¿Por qué?- le preguntó. 
 
-No lo sé- contestó, -lo único que sé es que no está nada contenta- explicó. 
 
-¿Cuándo quiere verme?- preguntó el agente Krycek contrariado. 
 
-Ahora- y luego se escuchó el sonido de la línea cortada. 
 
El agente Krycek también colgó, la agente Scully notó en su rostro cierta preocupación que a ella le pareció extraña. 
 
-¿Sucede algo?- le preguntó. 
 
-No, nada- respondió. -Debo ir a Comunicaciones- comentó y se puso de pie. -Nos vemos esta noche- galantemente le besó la mano en forma de despedida y se retiró. 
 
La agente Scully veía en el agente Krycek la oportunidad de olvidarse del Dr. Mulder, a pesar de que no lo amaba; pero era la única manera de poder continuar con su vida, según ella, remplazando un cariño por otro, así de simple. 
 
 
 
Washington DC. 
Residencia de los Bennedetty. 
 
En el pequeño estudio de la casa se encontraba la Dra. Bennedetty leyendo uno de los tantos libros de medicina que poseía, mientras tan solo era acompañada por la música clásica que salía del pequeño estéreo que se encontraba encima de uno de los taburetes del lugar. 
 
El Sr. Bennedetty entró al estudio, pero se quedó debajo del portal apoyándose del marco de la puerta con su móvil en mano. La Sra. Bennedetty le miró y vio en su rostro el terror y el miedo dibujados en él.  
 
-¿Frank? 
 
-Andrew acaba de llamarme- comunicó, -intentaron matar a John esta mañana. 
 
-¿Cómo?- preguntó alarmada. -¿El está bien? 
 
-Por suerte sí- respondió, -pero su asistente, dos de sus guardaespaldas y su chofer no corrieron la misma suerte- comentó. 
 
-¿Quién intentó matarlo?- le preguntó, dejando su libro a un lado y poniéndose de pie. 
 
-Se dice que Cortina de Cristal, una organización húngara. La semana pasada el Complejo I encontró al segundo al mando de dicha organización asestándole un duro golpe. 
 
-¿Intentaron matarlo por venganza?- preguntó incrédula la Dra. Bennedetty. 
 
-Es lo que pretende Andrew que yo crea- contestó el Sr. Bennedetty. -Es un hipócrita al llamar para contarme lo sucedido con su voz preocupada y aterrada cuando yo sé que él, tanto como Hannah, son responsables de todo lo que ha estado sucediendo en Los Complejos- comentó indignado. 
 
-¿En qué estás pensando, Frank?- le preguntó al ver la furia en sus ojos. 
 
-En reunir las pruebas para desenmascarar a Andrew y hablar de una vez por todas con Phillip- contestó. 
 
-¿Eres capaz?- le preguntó asombrada. 
 
-Al principio no quería meterme en el asunto, sabes muy bien que Phillip me contactó para que lo ayudara a detener a Andrew y a Hannah; no quise hacerlo porque se trata de tu hermano. Pero él ha llegado demasiado lejos y lo único que pido es tu perdón ante lo que haré. 
 
Y Margaret Bennedetty estaba consciente de la preocupación que el Sr. Bennedetty sentía al pensar que ella no pudiera perdonarlo por lo que haría; pero se trataba de detener al Sr. Summers, a su hermano, un hombre que había perdido todo los escrúpulos en su afán absurdo de querer adueñarse de todo lo que tenía que ver con la CIA y, sobre todo, porque recibía el apoyo incondicional de la víbora a la cual él llamaba esposa.  
 
La Dra. Bennedetty le abrazó para darle fuerzas, para darle a entender que ella no tenía que perdonarle nada porque él estaba por hacer lo correcto a pesar de que se trataba de su propia familia. Pero hasta a los familiares se les debe poner un alto cuando hacen cosas incorrectas.  
 
 
 
Instituto de Psicología y Ciencias 
Área de Investigaciones. 
 
Con una mesa central atiborrada de libros, la Dra. Palacios realizaba sus consultas de estudios investigativos, aunque su cabeza estanba más concentrada en el Dr. Mulder que en el desorden sexual llamado voyerismo.  
 
Intentó sacárselo de la cabeza porque lo que estaba haciendo era más importante que la idea de la lengua del Dr. Mulder recorriendo sus partes más íntimas. Se estremeció de placer, mucho más cuando le vio entrar al lugar y tomar asiento junto a ella. Le miró asombrado, anonadado y estupefacto; lo cual le hizo reír. 
 
-Me harás un revelación- expresó divertida. 
 
-Soy mucho mayor que tú- aclaró al apoyarse completamente sobre la mesa con las manos cruzadas. 
 
-Eso no es una revelación- expresó frustrada. 
 
-Lo es, puedo ser tu padre- dilucido. 
 
-Puedes ser mi tío, mi hermano mayor- enumeró, -pero jamás mi padre- expresó con cierto asco y luego le dio unas cuantas palmaditas en el hombro al Dr. Mulder. -Descuida, no te voy a morder… mucho. 
 
Le parecía una niña, era una niña sumamente mala y que sabía muy bien lo que quería. Ella era capaz de llevarlo a su cama con sólo chasquear los dedos y eso era lo que le causaba espanto al Dr. Mulder, porque a pesar de que no era nada correcto, a él le encantaba esa chica mala y era muy probable que cayera preso de su juego insinuante.  
 
-Eres peligrosa- expresó el Dr. Mulder. 
 
-¿No te gustan las mujeres peligrosas?- le preguntó. 
 
El Dr. Mulder echó todo su cuerpo hacia atrás para poder ver mejor el cuerpo de la Dra. Palacios. La miró por completo y ella de repente se sintió desnuda. 
 
-Bastante- reveló él. 
 
-Eres un… 
 
-Lo sé- intervino al ponerse de pie. -Continuamos esta conversación en otro momento, tengo una clase que dar- explicó y luego salió prácticamente corriendo. 
 
-Y también eres un cobarde- dijo la Dra. Palacios cuando el doctor salió. 
 
Y en verdad lo era porque, aunque le atrajera la Dra. Palacios, había pasado muy poco tiempo y para él era imposible sacar el recuerdo de la agente Scully de su mente y de su corazón. Por otro lado, la Dra. Palacios estaba decidida a borrar todo el rastro de recuerdos de la agente Scully en el Dr. Mulder. 
 
 
 
Washington DC. 
Días después. 
 
Ella esperaba su turno como buena cliente porque ya estaba harta de los lavados rápidos que ella misma se daba en el pelo; evidentemente quería consentirlo ya que se lo merecía. Una de las encargadas del salón la llamó avisándole que ya era su turno para pasar al área de lavado. Cuando tomó asiento en el sillón reclinable inmediatamente empezaron los halagos dirigidos hacia su larga caballera. 
 
La estilista no paraba de hablar y ella se limitaba a asentir y dar monosílabos por respuesta para no aparentar ser odiosa ante ella. Mientras le lavaban el pelo, su mente viajó unos meses atrás recordando así al Dr. Mulder. El era aficionado a esa cabellera larga y roja, solía acariciarla por largo rato después de hacer el amor y no dudaba en decirle que odiaba cuando se lo recogía. 
 
Al verse en el espejo y ver su larga cabellera bastante mojada después de haberse lavado, tomó una decisión totalmente radical que alarmó a todas las estilistas del lugar; la que la atendía protestó y se negó a hacer lo que la agente le solicitó y otra tuvo que atender su solicitud. 
 
Al regresar al Centro y caminar por el pasillo principal todos los que pasaban por allí la miraban asombrados por su nuevo look. Ella reía internamente ante la impresión de sus compañeros y se decía a sí misma que los cambios eran buenos y ese era un buen cambio, a pesar de lo extremista. 
 
Entró a Sistemas y todos se le quedaron mirando como si fuera un bicho raro; cuando la agente Hannigan entró al lugar echó un grito y luego se tapó la boca al notar que no estaba en su casa, pero no dudo en criticar lo que veían sus ojos. 
 
-¿Qué demonios hiciste?- preguntó alarmada. 
 
-¿No te gusta?- le preguntó divertida. 
 
-No- exclamó, -te has quedado calva. 
 
-No exageres- le pidió, -ya estaba cansada de llevarlo largo y tenerlo corto me ahorra más tiempo. 
 
-Te has quedado calva- repitió.  
 
-No está tan corto- expresó el agente Rivera que estaba cerca de ambas. 
 
-No te pedí opinión, imbécil- le insultó. -Por si no lo sabes a mí me educaron y me enseñaron a no meterme en asuntos de otros, al parecer contigo no lo hicieron. 
 
-Por lo menos mi mamá sí me amamantó, la tuya te daba cerveza en biberón y por eso tus neuronas no se desarrollaron- comentó con malicia. 
 
-Esos comentarios son de un hombre que tiene seis años en celibato- expresó la agente Hannigan. 
 
-Mis padres cuando jóvenes peleaban mucho y de esas peleas nacieron Bill, Melissa, Charles y yo- comentó de repente la agente Scully, eso llamó la atención de los agentes Rivera y Hannigan. -Ustedes tendrán seis niños. 
 
Ambos la miraron con recelo, la agente Scully tuvo que reprimir sus ganas de reír. Alyson Hannigan prefirió no perder más el tiempo con la agente Scully y se retiró muy molesta mientras que el agente Rivera volvió a lo que estaba haciendo. 
 
Sobre las paredes de Sistema habían cuatro televisores que mostraban las salidas al exterior del edificio, por uno de ellos vio al equipo Delta que se preparaba para salir. La agente Scully, prácticamente corriendo, se dirigió a aquella salida y antes de que el agente Krycek atravesara de último el portal ella le llamó. 
 
-Alex- expresó y se acercó a él. 
 
-¡Wow!- exclamó el agente sorprendido ante el nuevo look de la agente Scully. -¿Qué te pasó? 
 
-¿No te gusta?- le preguntó preocupada. 
 
-Claro que sí. ¿Por qué no tendría que gustarme?- le preguntó confuso. 
 
-Alyson dice que me he quedado calva- le comentó. 
 
-Bueno, es un cambio bastante radical, pero te ves fenomenal- le alabó. 
 
-Gracias- expresó ella. -Me gustó mucho pasar un rato contigo en el Plaza Potomac- comentó y la sonrisa de Alexander Krycek fue de completa satisfacción. 
 
-Ayer fue un día encantador- revelo el agente, -deberíamos hacerlo más seguido. 
 
-Sí, así es. 
 
El agente Krycek podía percibir cierto coqueteo en la agente Scully, sobre todo cuando ella jugaba con el cierre de la chaqueta del agente; él observaba dicho juego con interés. El se sentía muy cercano a ella y tenía la esperanza de que obtendría lo que deseaba de la agente Scully. Se estudiaban las miradas cuando uno de los agentes que integraban el equipo del agente Krycek, entró de nuevo al pasillo y le llamó. 
 
-Señor, estamos listos- le comunicó. 
 
-Ok, voy en unos minutos- le informó. 
 
El agente dudó en retirarse, pero la mirada que su superior le dio fue completamente intimidatoria, así que no le quedó más remedio que volver con los demás mientras su jefe seguía flirteando con la líder del equipo Alfa. 
 
-¿Cuándo regresas?- le preguntó la agente Scully. 
 
-En la madrugada- contestó. -Sólo es una misión de reconocimiento en Aruba-comentó.  
 
-Bien, ¿pasarías por mi casa en cuanto llegues?- le preguntó. 
 
-¿En la madrugada?-preguntó con sorpresa y la agente Scully asintió. -Pero estarás durmiendo- manifestó. 
 
-Descuida- y luego lo miró con arrepentimiento, -aunque creo que será mejor que no vayas porque llegarás cansado y no quiero resultar un fastidio para ti- expresó. 
 
-No, no serías ningún fastidio para mí- aclaró, -además, me gustaría ir; me gusta hablar contigo- ella sonrió. 
 
-Bien, entonces te veo en la madrugada- le dio un sutil beso en la mejilla, -suerte. 
 
Y él sintió toda la suerte del mundo en ese sutil beso, la observó irse anonadado y maravillosamente feliz por poder al fin cumplir sus sueños. Finalmente Dana Scully sería completamente para él, y era cierto: la espera siempre tiene su recompensa, aunque en el pasado él hubiera pensado lo contrario. 
 
 
 
Alexandria 
Noche 
Departamento de Fox Mulder 
 
Tocaron la puerta insistentemente, salió como pudo de la ducha y se cubrió con una toalla; mientras iba a abrir dejaba rastros de agua en el suelo que goteaban de su cuerpo. Seguían tocando, y cuando abrió sólo pudo sentir una mirada libidinosa que le quemaba todo el cuerpo. 
 
-Te recomiendo no volver a usar jamás trajes de oficina. Lleva esa toalla todos los días al Instituto- expresó quien le hacía la visita de cortesía. 
 
-Vanesa, ¿qué haces aquí?- preguntó alarmado el Dr. Mulder. 
 
-¿Aquí?- indico, -observándote- contestó. 
 
El tragó en seco ante lo que dijo la Dra. Palacios y se cubrió como pudo con su abrigo que colgaba del pechero que estaba junto a la puerta. Como nadie, deseaba saber qué rayos hacía la Dra. Palacios allí. 
 
-¿Cerveza?- preguntó ella al mostrarle un six pack. 
 
No podía rechazarla, aunque quisiera, la cerveza compartida era la mejor de todas y, de todas formas, no tenía nada que hacer; así que se dispuso a pasar un buen rato con la Dra. Palacios. La invitó a pasar; ella observó todo el departamento a su alrededor y no se percató de que él entró a su recamara; cuando lo hizo sonrió al ver que lo tenía completamente nervioso y eso a ella le gustaba. 
 
Dos horas después, seis botellas de cerveza vacías, una copa de vino por la mitad, con el Dr. Mulder vestido más decentemente y provocando la frustración de la Dra. Palacios, ellos continuaban tomando, hablando de todo y conociéndose un poco mejor.  
 
Por mucho que se reían, las insinuaciones que ella le dirigía no lograban que él se abriera ante ella. Se preguntaba si él se estaba haciendo el difícil o si simplemente no quería. El guardaba distancia; una barrera invisible los dividía mientras permanecían sentados cada uno en cada lado opuesto de aquel sillón de cuero negro. 
 
-… cuando subí al árbol y vi esa mantis religiosa tan cerca de mí, grité como una niña- narró y la Dra. Palacios se mostró divertida ante la historia. -Me dejó un gran trauma, no puedo ver ni quiera una cucaracha cerca de mí. 
 
-Descuida, las cucarachas no son insectos nobles- explicó y el Dr. Mulder rió. -A mí no me gustan los…- le dijo. 
 
-Todos le tenemos miedo a algo- expresó el Dr. Mulder y tomó un sorbo de su copa de vino. 
 
Ella vio en sus ojos opacos una estela de tristeza a pesar de que aparentaba ser la persona más feliz en ese momento. Vanesa Palacios era lo suficientemente inteligente para comprender que aquel hombre que le atraía enormemente estaba sufriendo bastante. 
 
-Sigues pensando en ella- afirmó de repente. 
 
El Dr. Mulder levantó la vista y sonrió con cierta melancolía.  
 
-En realidad no- aclaró. 
 
Tenía que comprobarlo, no podía tener esperanzas con un hombre que seguía aferrado al pasado. Le gustaba, pero era realista y él no era nada perfecto para ella si estaba aún pensando en otra mujer. Por eso debía comprobarlo. 
 
Sin él esperarlo, lo besó de manera profunda, húmeda y pecaminosa. El Dr. Mulder, que pudo sentir el percing de la Dra. Palacios cuando tocó su lengua, le tomó por sorpresa el beso y, cuando ella volvió a su lado del sofá, él no podía creer lo que acababa de suceder. 
 
-¿Por qué hiciste eso?- le preguntó anonadado. 
 
-Tenía que comprobarlo- explicó al limpiarse los labios. 
 
-¿Comprobar qué?- le preguntó confuso. 
 
-Que no estás listo para tener otra relación- reveló. -No respondiste, te quedaste estático y tenso. Y tu boca estaba demasiado fría. Ni siquiera sentiste algo de atracción a eso; aunque te parezco físicamente atractiva no te parezco suficiente. Dana Scully dejó huellas imborrables en tu alma, huellas que te han dejado traumado y posiblemente no volverás amar a otra mujer como la amas a ella- disertó. 
 
-¿Comprobaste eso con un beso?- preguntó estupefacto. 
 
-Tan solo es psicología del amor- contestó, -deberías hacer ese postgrado, es muy beneficioso- recomendó, -pero por otro lado deberías luchar. 
 
-¿Luchar?- preguntó ambiguo. 
 
-Sigues amándola y aunque ella no sienta lo que tú, debes decírselo; debes desahogarte y necesitas hacerlo ahora- le aconsejó. 
 
-Estoy borracho, ambos estamos borrachos- expresó alarmado cuando la vio ponerse de pie. 
 
-Mejor- le quitó la copa de vino y le tomó de la mano. -Los borrachos no mienten. 
 
Lo ayudó a ponerse de pie, ambos se tambalearon, no se sabía cual de los dos estaba más borracho. Pero algo era seguro, Vanessa Palacios se había vuelto completamente loca, así lo veía el Dr. Mulder cuando la vio tomar la chaqueta de él y se la colocaba como si fuera un niño pequeño. Lo sacó a rastras de su casa a pesar de las protestas de su colega en vista de que ella no daba su brazo a torcer. 
 
No escuchó razones y lo único que decía para justificar su actitud era que él debía hacer lo correcto. Bajaron del edificio y subieron al auto de ella. Al encenderlo tomaron rumbo a sabía Dios dónde. El Dr. Mulder permaneció callado mientras veían como salían de la zona de Alexandria y veinte minutos después llegaron a la zona de Georgetown. Como si hubiera sido adivina la Dra. Palacio se estacionó frente a la imponente torre Asgard. 
 
-Para ser agente federal vive en un buen lugar- y el Dr. Mulder la miró completamente aterrado. -¿Qué? 
 
-No vuelvo a compartir licor contigo- se prometió a sí mismo. -¿Cómo sabes que Dana vive aquí?- y ella le miró como sin quien hablara fuera un estúpido. -Olvídalo- miró nuevamente el gran edificio con sumo terror. -No me va a recibir- aseguró. 
 
-Sorpréndela- aconsejó. 
 
-¿Cómo?- preguntó. 
 
Ella señaló hacia un lado del edificio donde había un andamio que era utilizado para que los conserjes de la gran torre limpiaran las ventanas. A esas horas nadie lo utilizaba y para la Dra. Palacios era la mejor forma de que el Dr. Mulder sorprendiera a la agente Scully, a pesar de que la idea era bastante descabellada. 
 
-Vive en el piso catorce- exclamó aterrado el Dr. Mulder. 
 
-No está tan alto-aseguró, -vamos, te subes y yo lo enciendo- le dijo y bajó del auto. 
 
Y él volvía a repetir en su interior que su colega era una niña, una niña por más decir demasiado juguetona, con ideas tremendamente locas y muy absurdas pero que al fin de cuentas resultaban buenas.  
 
Bajó del auto al igual que ella y la vio correr hasta el andamio, la siguió aunque permanecía inseguro y tardó como media hora para decidir si se subía en el andamio o no. La Dra. Palacios lo alentó hasta que finalmente él tomó la valentía necesaria y, como un guerrero que va en busca de su dama, se subió al andamio.  
 
Su nueva alcahueta encendió el endemoniado aparato, este vibró un par de veces y el Dr. Mulder se sostuvo de la baranda por el miedo que sentía. El andamio empezó a subir despacio, el Dr. Mulder podía sentir la fría brisa chocar contra su cara y mientras más alto estaba, más sentía que podía caerse.  
 
Finalmente el andamio se detuvo en el piso catorce, a un lado de la ventana que daba a la habitación de la agente Scully, el Dr. Mulder respiró aliviado a pesar de que aun no estaba a salvo. Podía verla dormir sobre la cama y, lamentando tener que despertarla, empezó a tocar la ventana para llamar su atención y así le abriera; no podía permanecer más tiempo sobre esa plataforma. Ya estaba corriendo demasiado peligro y mucho más cuando ya no veía a la Dra. Palacios por ningún lado.  
 
La agente Scully que le daba la espalda a la ventana, entre sueños podía escuchar golpes repetidos contra alguna clase de cristal. Se acomodó para seguir durmiendo, pero el sonido era tan persistente que la hizo despertar hasta que pudo escucharlos claramente, cuando giró hacia la ventana vio la figura de un hombre reflejada. 
 
No entendía lo que veía, se pasó la mano por los ojos y continuó viendo la misma imagen. Se paró de la cama con gran desconfianza y se cubrió con su albornoz de satín. Sigilosamente se acercó a la ventana y cuando pudo distinguir finalmente al hombre detrás de la ventana se mostró verdaderamente sorprendida. El sujeto le sonreía y le saludó con alegría. 
 
-¿Mulder? 
 
El seguía saludándola y ella, en vista de que no entendía cómo rayos había llegado él allí, abrió inmediatamente la ventana. El saltó del andamio cayendo en el interior de la habitación y la agente Scully no cabía en el asombro. Al sentir la brisa helada cerró rápidamente la ventana y al girar hacia al Dr. Mulder lo miró con extrema confusión y espanto. El le hizo un sondeo completo, observó lo que llevaba puesto y se tornó tan sorprendido cuando se dio cuenta que se había cortado todo el pelo que no sabía ni que decir ni que preguntar. 
 
-Mulder te subiste en un andamio, ¡estamos en el piso catorce!- exclamó alarmada. -¿Perdiste el juicio o qué? Estás loco, pudiste haberte matado- le reprochó furiosa. 
 
-Todo sea por verte- explicó. 
 
-La cuestión es que yo no quiero verte a ti- expresó y salió de la habitación seguida por el Dr. Mulder. -Será mejor que te vayas. 
 
-¡No me iré hasta que hablemos!- exclamó el Dr. Mulder. 
 
-Tú y yo no tenemos nada de que hablar- expresó. -Además, no deberías estar aquí- le dijo sobre todo porque en cualquier momento llegaría el agente Krycek para visitarla como ella misma se lo había pedido en horas de la mañana. 
 
Sin hacerse esperar la agente Scully abrió la puerta del departamento para que el Dr. Mulder saliera. Instintivamente él se mostró irritado y le hizo creer que se iría, pero cuando se acercó a la puerta lo que hizo fue cerrarla con fuerza y la agente Scully no se pudo ver más molesta e inquieta que en ese momento. 
 
-¡No me iré!- gritó. 
 
-Si no te vas por las buenas, te irás por las malas- se acercó a la mesilla del teléfono y lo tomó. -Llamaré a la policía y te acusaré de allanamiento ilegal de morada. 
 
-Bien, hazlo- le indicó indiferente, -pero aun así no me iré- repitió.  
 
Ella lo miró incrédula, la terquedad de aquel hombre no tenía límites. Frustrada, dejó el teléfono en su base y miró fijamente al sujeto que había ingresado en su casa en mitad de la noche. 
 
-¿Qué demonios quieres?- le preguntó agotada. 
 
-Primero debes sentarte- expresó. 
 
Ella no quería hacerlo, pero su mirada era tan suplicante que ella no supo que era lo que estaba observando ante ella y ni se percató de que lo había obedecido sin rechistar. Cuando el Dr. Mulder la vio sentada se preparó para hablar. 
 
-He venido hablar contigo- explicó. 
 
-¿Sobre qué?- preguntó. 
 
-Sobre lo que siento por ti- respondió con simpleza. 
 
-Yo no quiero- agregó enseguida. 
 
-¡Debes escucharme!- exclamó. -Yo te amo a pesar de todo lo que ha sucedido- expresó. 
 
-Tenía la esperanza de que dicho sentimiento fuera borrado de tu corazón- comento la agente Scully consternada. 
 
-Lo que siento es algo tan fuerte que no se puede controlar y mucho menos evitar- aclaró. 
 
-Yo no te pedí que te enamoraras de mi- reclamó enfadada, siendo brusca y fría. 
 
-¡Pero aún así lo hice!- le aclaró, -me enamoré de tu arrogancia, tu frialdad, de tus desmesuradas mentiras y tu terrible desconfianza ante todo y todos. 
 
A pesar de que entendía que él decía la verdad, era indignante para ella escucharle decir semejantes cosas tan insultantes y era aun peor sentir que no había dejado de amarlo ni un milímetro. 
 
-¿Con esas palabras intentas reconquistarme?- le preguntó exasperada.  
 
Ella le miró con fastidio e hizo amago de pararse, pero cuando él le gritó que volviera a sentarse ella lo hizo de golpe al ver que él estaba extremadamente agresivo y sintió un miedo inexplicable por dicha actitud. 
 
-Estás ebrio- comentó bajo aunque él pudo escucharla. Se miraron fijo, ella revelaba fastidio, él desconsuelo. -Estoy cansada de este estúpido juego, entiende de una buena vez por toda que lo nuestro fue una farsa. 
 
-Tal vez para ti sí lo fue, pero para mí no; te lo di todo- expresó indignado. -No debiste terminar conmigo como lo hiciste. 
 
-¡¿Qué querías que hiciera?!- le preguntó y se puso de pie. -¿Qué continuara a tu lado y tratara de hacerte entender de forma sutil que no quería estar contigo?- agitó de un lado para otro la cabeza de forma negativa. -No, claro que no; no podría hacer algo como eso, sería perder el tiempo- expresó. 
 
-¿Por qué eres tan desalmada?- le preguntó asustado. 
 
No contestó, intentó acercarse nuevamente a la puerta, pero él no la dejo. Podía ver en su mirada la furia y la rabia; algo jamás visto en él. Y con esa misma rabia la besó con brusquedad buscando la forma de regresar con ella aunque fuera de manera forzosa. Ella forcejeó contra él, trató de liberarse de su abrazo y cuando lo hizo le abofeteó; él no se arrepintió y mucho menos se disculpó; se acercó nuevamente a ella y la besó con toda la intensidad que guardaba en su interior. 
 
Ella intentaba alejarse de él, sus besos y ese abrazo eran su perdición. Su cercanía, a pesar de lo agresiva, le hacía temblar de deseo y era algo que no quería. Lo empujaba y él no deshacía el abrazo y mucho menos dejaba de besarla; ella no se lo explicaba, podía neutralizar a cualquier hombre, incluyéndolo a él, pero le era imposible esa vez. Era bastante confuso para ella sentir que él era mucho más fuerte. 
 
Estaba siendo agresivo, pesado y atrevido de una manera peligrosa y explosiva. La dejó de besar de repente y, aún sosteniéndola entre sus brazos, ella podía ver la intensidad de su mirada, se veía iracundo y había perdido completamente la racionalidad. Ella jamás le había visto de esa forma y le causó extremó terror.  
 
Lejos de ser alguien normal, con un buen sentido común de las cosas, la arrastró hasta la habitación y la lanzó sobre la cama; ella intentó escapar, pero fue en vano. El cayó sobre ella como un animal que arremete contra su presa. La agente Scully pensó un sinnúmero de cosas, se sentía atemorizada y en peligro, pero a la vez se sentía extrañamente excitada a pesar de que deseaba que él olvidara sus marcadas intenciones de poseerla sin su permiso. 
 
La besó nuevamente, con frenesí y lujuria, ella le golpeó repetidamente los hombros; él permaneció inmutable mientras continuó con su delirante ataque sexual. Lo sintió tocarla por debajo de su bata de satín; ella continuó luchando en vano y mucho más cuando él en un ataque histérico le jaló uno de los tirantes de la bata y le mordió el hombro. La escuchó quejarse, pero no de dolor, sino de éxtasis.  
 
Y luego, ella abandonó la lucha y se desesperó, su cuerpo clamaba por él y se dejó llevar por sus caricias frenéticas; cuando él vio que ella dejó de luchar contra él, se detuvo al instante. La miró a los ojos, agitada, sudorosa y con un dejo de nervios; su mirada brilló como otras veces, con el brillo del deseo y él, cegado por sus propias pretensiones, arremetió nuevamente contra sus labios.  
 
Ambos estaban tan excitados que esa vez no quisieron protagonizar preliminares; ella olvidó que él podía morir después de ese encuentro y él olvidó lo cruel que ella había sido anteriormente. Ella misma le sacó el abrigo, le sacó el suéter del pantalón, la correa y el cierre del pantalón. Rápidamente, cuando él vio que su ropa interior no estaba donde debía de estar y su latente erección colgaba entre ellos dos, la tomó con su mano. 
 
Ella se recostó nuevamente en la cama y arqueó la espalda al sentir la violenta penetración. Sin juegos, ni esperas, ni caricias o palabras dulces, sólo el sentimiento de la ira y la rabia que los carcomía a ambos, ese era su aliciente sexual y se sentía endemoniadamente delicioso. La embestía con violencia, con odio y rencor, volvió a sus labios y al besarlos los mordió; ella no podía distinguir entre el placer y el dolor. 
 
Se miraban fijos ante la batalla que protagonizaban, no había palabras que pudieran expresar en esos momentos. Era una situación triste y lujuriosa, se poseían como guerreros de bandos opuestos, de enemigos jurados que se odiaban y que mutuamente se deseaban la muerte. De repente el rostro de él se relajó y ella pudo ver la pena, desaceleró las embestidas y ella le tocó la mejilla, le suplicó con la mirada que no se detuviera. 
 
-Yo te amo- le dijo él volviéndola a penetrar con violencia. 
 
Estaba siendo sincero; ese tono débil y dolido le hizo llorar, lo abrazó y ocultó su rostro en su cuello. Y en ese momento perdió la pequeña porción de razón que le quedaba, lo besó con igual intensidad y lo hizo suyo nuevamente; no veía que se castigaba a sí misma y que aquel sueño que estaba viviendo pronto se esfumaría y volvería a lamentarlo todo.  
 
El continuó con sus agresivas embestidas como queriendo castigarla, hacerla sufrir como ella lo había hecho con él. La miraba fijo buscando el dolor en sus ojos aguamarina, pero no lo encontró; más bien encontró lo que siempre vio en su mirada, cuando ella en el pasado profesaba que lo amaba.  
 
Después, un orgasmo de enormes proporciones los arropó a ambos, se agitaban y gemían sin parar; ella gritó desinhibida y satisfecha, y sentía como él dejaba toda su esencia en su interior. El se sintió finalmente liberado, toda la frustración y el rencor que cubría su corazón de un momento a otro se había desvanecido como si todo hubiera vuelto a ser como antes. 
 
El rodó hacia el otro lado de la cama, aún fatigado y con una sonrisa en su rostro que reflejaba su victoria. Ella miraba hacia el techo, preguntándose qué había hecho, ni siquiera podía creerlo; había cometido un grandísimo error y sólo podía sentirse culpable.  
 
Abandonó la cama sin mirarlo, él la vio entrar al baño y se mostró confuso, pero luego comprendió que para ella no todo había sido color de rosa como lo había sido para él. Se colocó el pantalón sumido en la preocupación. El sabía que no se había comportado de la manera más decorosa y que evidentemente ella no estaba bien. 
 
Esperó al pie de la puerta del baño por unos quince minutos, preocupado y consternado escuchó la ducha y pensó que él era el ser más idiota sobre la faz de la tierra. Había irrumpido en su casa y prácticamente la había atacado, a pesar de que ella se resistió muy poco al final.  
 
Respiró calmado al verla salir y que no estaba llorando, más bien se veía sería y con un dejo de enfado, completamente cambiada y con el pelo húmedo, clara señal de haberse sentido incómoda con lo sucedido. Se sintió mucho más culpable que antes e intentó pedirle disculpas, ella se lo impidió y recogió la chaqueta de él que había quedado en el suelo y se la lanzó. 
 
-Es hora de que te vayas- le dijo. 
 
-No, espera, tú y yo… 
 
-No, nada; no quiero escuchar ni una sola palabra- le discutió. 
 
Volvió a salir de la recamara, sumida en la consternación y la angustia; miró el reloj de pared e insistió en su interior en que él debía de irse. El la siguió y era entendible para él que ella no quería verlo más allí. 
 
-Esto no ha terminado- comentó él y se colocó la chaqueta. 
 
-¿No te das cuenta?- le preguntó la agente Scully molesta y él le miro confuso. -Tú y yo- señaló hacia la recamara, -lo que tuvimos, no es más que eso. Es lo único que podemos compartir- rectificó. 
 
-Te equivocas, tu cuerpo…- intentó tocarla pero ella se echó hacia atrás y él se sumió en la desolación, -me dijo todo lo contrario. Tú aún me amas- reveló. 
 
-Como tú quieras, Mulder- expresó hastiada y abrió la puerta. -Es hora de que te vayas. 
 
Le miraba aburrida, agotada y hastiada; se percató así que no tenía nada más que hacer allí. Se había acabado, no tenía otras cartas que jugar, no había palabras que la convencieran de volver con él. Con la derrota en los ojos se acercó a la puerta, pero antes de salir al pie de ella pudo ver la figura de un sujeto que era la representación de todos sus celos, antiguos y presentes. 
 
El agente Krycek acababa de llegar, dispuesto a visitar a la agente Scully como ella se lo había pedido, pero él no esperaba ver allí a un tercero, mucho menos al Dr. Mulder. Ambos hombres se miraron con recelo y la agente Scully no cabía en el asombro. 
 
-Dana- le llamó el agente Krycek bastante confundido. 
 
La agente Scully le miró, pero no dijo ninguna palabra. Ella estaba sumamente avergonzada con él y no sabía como explicarle que era lo que estaba ocurriendo allí. El Dr. Mulder lo miró a ambos y una idea, tan cierta para él, le recorrió la mente. 
 
-Ya veo- exclamó de repente. -Por eso querías que me fuera- comentó el Dr. Mulder. 
 
El Dr. Mulder los observó a ambos, ella y el agente Krycek sostenían una relación, esa era la razón por la cual la agente Scully lo había dejado, según él. Era indígnate, se sentía sucio y humillado; se llamó idiota por no haberse dado cuenta antes de ese hecho.  
 
Por otro lado el agente Krycek tenía un sinnúmero de teorías rondándoles por la cabeza, pero la presencia del Dr. Mulder allí sólo significaba una cosa para él, su compañera seguía viéndose con su antiguo amante a pesar de las prohibiciones del Centro. Aunque le confundía sobremanera la actitud de ella para con él en las últimas semanas, no quería desilusionarse, pero al parecer ella había sido muy embustera con él.  
 
-Tú eres como una caja de Pandora, Dana- se cruzó de brazos y le miró con malicia, -guardas muchas sorpresas. Quién iba a pesar que te encanta jugar con las personas; te acostabas conmigo y te acostabas con él, te sigues acostando con él y luego me aceptas nuevamente en tu cama- le dijo iracundo. 
 
-No digas eso- le pidió la agente Scully sintiéndose ofendida. -Eso no es cierto. 
 
-Dr. Mulder, será mejor que se vaya- le solicitó el agente Krycek tratando de conservar la compostura a pesar de que quería golpearlo hasta hacerlo sangrar. 
 
-Tienes mal gusto- señaló al mirar al agente Krycek, -y eres una zorra. 
 
-¡No le hable así!- le gritó el agente Krycek. 
 
-¡Yo le hablo como a mí me plazca!- le gritó el agente Mulder bastante enfadado. -Y no se meta, esto es entre la ramera y yo. 
 
Ella no decía nada, no tenía sentido porque las palabras del doctor eran producto de su despecho y de su desilusión; no podía defenderse ante él. Ella misma le había dado las armas que justificaban aquellas insultantes palabras. 
 
Muy al contrario del agente Krycek, que sintiéndose más ofendido que la misma agente Scully no dudó en propinarle un puñetazo al Dr. Mulder que lo envió directamente al suelo. El Dr. Mulder no se quiso quedar atrás y cuando se vio de pie arremetió con toda su furia hacia el agente Krycek.  
 
La agente Scully intentó separarlo, pero le era imposible, se traían ganas y ni un equipo especializado del Centro evitaría la batalla que se desarrollaba entre ellos dos. Salieron al pasillo y continuaron propinándose golpes uno contra el otro, los vecinos salieron, una mujer gritó cuando ambos hombres chocaron contra una puerta y casi la rompen.  
 
La agente impotente se interpuso entre los dos y antes de que el Dr. Mulder terminara por pegarle a ella vio como el agente Webster lo alejaba. El agente Krycek escupió un diente del interior de su boca y al verlo quiso continuar peleando con el Dr. Mulder, pero la agente Scully no lo dejó y sólo pudieron continuar con injurias e insultos. 
 
-¡No le tengo miedo, imbécil! Agradezca que no llevo mi arma- exclamó exacerbado el agente Krycek.  
 
-Escóndete detrás de ella ¡maldito cobarde!- le gritó el Dr. Mulder que era contenido por el agente Webster. 
 
-¡Basta!- les gritó la agente Scully y cuando le dio una última mirada al Dr. Mulder empujó al interior de su departamento al agente Krycek. 
 
El Dr. Mulder intentó entrar al departamento, pero el agente Webster se lo impidió y prácticamente lo arrastró hasta el ascensor así logrando que se calmara. Cuando llegaron a la salida del edificio vieron llegar a la policía y el agente Webster le dijo que se fuera antes de que entraran. El Dr. Mulder así lo hizo, a pesar que aún traía deseos de seguir golpeando al agente Krycek. 
 
 
 
El Centro  
Día siguiente 
Oficina del Sr. Bennedetty. 
 
Caminaba alrededor del agente Krycek y la agente Scully con un rostro de completa irritación que daba hasta miedo. Estaba enfrentando una situación delicada. Acababa de enfrentarse con el carácter pesado del Sr. Summers, apenas saliendo librado y ahora le tocaba lidiar con dos agentes que dejaban mucho que desear.  
 
-Ambos protagonizaron esta madrugada una situación extremadamente ridícula, se vieron bajo el escrutinio público y salieron de su bajo perfil. Agente Krycek, tuvo que utilizar su tapa para salir librado de la justicia y usted, agente Scully, volvió a romper la regla del Centro que habla sobre contactos amorosos con civiles- comentó decepcionado. 
 
-Señor…- intervino la agente Scully. 
 
-Señor nada- le calló el Sr. Bennedetty. -El Sr. Summers está furioso y cree que deberían ser cancelados, tuve que convencerlo de lo contrario en vista de la situación que hay en los Balcanes; no podemos darnos el lujo de perder a dos líderes de equipo, sobre todo por las tonterías que cometieron hace poco. A regañadientes, el Sr. Summers aceptó que se les diera un castigo minoritario... 
 
-Gracias, señor… 
 
-Gracias nada, agente Krycek- le calló molesto el Sr. Bennedetty. -Lo correcto es mandarlo a freír malvas a ambos- sentenció, -pero por el momento sólo van a recibir una extensión en sus horas laborales. 
 
No lucían contentos con la decisión tomada por los superiores, pero tampoco iban a protestar. Era eso o ser suspendidos, y el agente Krycek y la agente Scully, sobre todo, no podían darse ese lujo. El Sr. Bennedetty los despachó enseguida y salieron de la oficina de él antes de que decidiera cambiar el castigo por otro más radical. 
 
El agente Krycek caminaba delante de la agente Scully, ella se sentía apenada con él y sabía que estaba molesto con lo sucedido horas antes; más que nada le debía una disculpa. Se acercó a él por detrás y le tocó el hombro asiéndolo girar sobre sus pies. Cuando le vio pudo ver en él la desilusión. 
 
-Alex, lamento todo lo que ocurrió anoche- le dijo extremadamente apesadumbrada. -Mulder… 
 
-No- le detuvo, -no necesito que me expliques nada- expresó desconcertado, -tampoco tienes que pedirme disculpas- explicó. 
 
No quería escucharla, no era necesario; a pesar de que ella fuera a explicarle lo que había sucedido antes de él llegar al departamento, él ya estaba al tanto desde el mismo momento que entró al lugar. 
 
La cara enrojecida de la agente Scully, su pelo húmedo y ese olor tan característico del sexo en todo el lugar era la prueba tangible de que esa noche, ella no necesitaba una buena sesión de sexo de su parte porque era notorio que su enemigo se la había otorgado. Eso de cierta forma hirió su orgullo.  
 
Su móvil, para su felicidad, sonó y no dudó en contestar. Dejó sola en medio del pasillo a la agente Scully, que inquieta no dejaba de pensar en la forma de tener bien lejos de su vida al Dr. Mulder, si no quería que hasta la carrera de las personas más allegadas a ella terminaran súbitamente. 
 
 
 
Instituto de Psicología y Ciencias. 
 
Muy emocionada la Dra. Palacios intentó entrar a la oficina del Dr. Mulder para preguntarle cómo le había ido la noche anterior, pero en ese momento sus deseos se vieron frustrados cuando Janet la interceptó en medio del camino y prácticamente la llevó a rastras hasta la cocina del Instituto. 
 
Janet no se veía nada contenta, más bien molesta y, aunque no conocía muy bien a la Dra. Palacios, le importó un comino eso porque estaba teniendo demasiadas sospechas sobre la actitud de ésta hacía el Dr. Mulder.  
 
-¿Qué se trae usted con el Dr. Mulder?- le preguntó deprisa. 
 
-¿Qué?- le preguntó confusa. 
 
-Tenga mucho cuidado, Dra. Palacios; el Dr. Mulder no necesita otra niñita caprichosa que lo haga sufrir- le regañó. 
 
-Yo no pienso hacer eso- le aclaró ofendida. 
 
-Ahórrese la explicación, la tengo bien vigilada. Si le hace daño yo misma le sacaré los ojos- le amenazó. 
 
-¿En serio?- le preguntó sorprendida. -¿Por qué no hace eso con la agente Scully?- le preguntó curiosa. -Ella también le hizo sufrir- agregó. 
 
Janet quiso explicar el por qué de no sacarle los ojos también a la agente Scully, pero no encontró ninguna y se sintió frustrada porque podía sacárselos, pero no se atrevía por el mero hecho de que Dana Scully traía consigo siempre un arma y no se dejaría atacar muy fácil. Vanesa Palacios sonrió triunfante por haber colocado en medio de una disyuntiva a la guardiana del Dr. Mulder.  
 
Logró salir de la cocina y nuevamente se dirigió a la oficina de su homólogo. Cuando entró lo encontró frente a uno de los libreros de la oficina y con un libro en mano le daba la espalda de la puerta. Cuando el escuchó que cerraban la puerta detrás de él y alguien terminaba de entrar el giró sobre sus pies. 
 
La Dra. Palacios no dejó de notar el ojo amoratado que tenía el Dr. Mulder; se mostró sorprendida y confusa a la vez. Pensó que lo iba a encontrar feliz, pero era todo lo contrario; podía ver en él el desánimo que ya le conocía, pero esa vez era más aguda.  
 
-¿Qué te pasó?- le preguntó pasmada. -¿Qué pasó anoche? 
 
-No quiero hablar de eso- contestó lacónico y dejó el libro de nuevo en el librero. 
 
-Por muy agente federal que sea y a pesar de su entrenamiento en defensa personal, no creo que haya sido capaz de dejarte así- le comentó la Dra. Palacios sin importarle que el Dr. Mulder no quería hablar del asunto. 
 
-Créeme, es capaz de hacerlo- dijo agotado, -pero no fue ella. Fue su novio nuevo- aclaró de manera incisiva. 
 
-¡Vaya!- exclamó sorprendida, -¿no hace un mes que terminaron y ya tiene novio nuevo? Sí que es rápida la chica- expresó. -Suerte que no te lanzó del andamio cuando te vio en la ventana. 
 
-En realidad logré entrar al departamento- expresó siendo misterioso, la Dra. Palacios le suplicó con la mirada que fuera más explicito. -Ella me abrió la ventana a pesar de su extrema sorpresa, entre e inmediatamente comenzamos a discutir, le dije todo lo que sentía; la insulte y le dije que la amaba… 
 
-Ella debió matarte- comentó la Dra. Palacios al escuchar la historia. 
 
-Luego llegó su nuevo noviecito- explicó hartó y así saltándose la parte donde debió haber dicho que se había acostado nuevamente con la agente Scully. -También discutimos, peleamos y luego llegó la policía. Yo salí librado, fue un desastre- relató. 
 
-Lo lamento tanto, Mulder, es mi culpa por haberte obligado a ir a verla- lo abrazó como a un bebé que necesitaba consuelo. 
 
-No es nada- expresó apoyando su cabeza en el hombro de la Dra. Palacios. 
 
Y una tromba pelirroja, de agudos tacones salió del ascensor del Instituto; con toda la ferocidad que le caracterizaba caminó hasta la oficina del Dr. Mulder, y ni siquiera Janet pudo detenerla. Cuando abrió la puerta observó la escena, pensó de modo celoso y no racional y hasta olvido el por qué de su visita. 
 
-¿Qué demonios significa esto?- les preguntó al verlos abrazados. 
 
La Dra. Palacios y el Dr. Mulder se alejaron sobresaltados al escuchar la elevada pregunta de la agente Scully que los miró como para matarlos y así descubrió una nueva manera de amar al Dr. Mulder, a través de los celos. 
 
-¡Es increíble!- observó que el Dr. Mulder sostenía la mano de la Dra. Palacios y eso le causó más enfado que antes. -Tú- señaló a la Dra. Palacios y agarró el pomo de la puerta, -largo- le indicó. 
 
-¿Qué?- preguntó anonadada la Dra. Palacios. 
 
-Dana, tú no puedes… 
 
-Tú te callas- le ordenó, -y tú, fuera de aquí porque tengo que hablar con el asalta cunas aquí presente. 
 
La Dra. Palacios le dio una mirada lastimera al Dr. Mulder, él no la quería dejar ir y no le soltaba la mano. La agente Scully, incómoda y furiosa, tomó del brazo a la Dra. Palacios y la sacó de la oficina; acto seguido cerró la puerta de un portazo y le miró con puro recelo.  
 
-¿Se puede saber qué demonios acabas de hacer?- le preguntó sorprendido. 
 
-Tú haces locuras, yo también las se hacer- aclaró; -aunque generalmente mis locuras no tienen repercusiones graves como las tuyas- indicó y volvía a mentir. -¿Ahora te acuestas con tu secretaria?- le preguntó resentida. 
 
-¿Cómo?- preguntó confuso. -¿De dónde sacas eso?- y su mente se iluminó al entenderlo todo. -Ya veo, estás celosa- indicó y ella rió a pesar de que era cierto. -Estás celosa- volvió a repetir. 
 
-No tengo por qué estarlo- aclaró exasperada. 
 
-Claro que lo estás- señaló. -Según tus palabras, tú y yo ya no tenemos nada. ¿Qué importa que me acueste con otras mujeres si tú al parecer te acuestas con todo el buró del FBI?- le preguntó. 
 
Tal pregunta la hizo enervar más, a tal punto que lo abofeteó y así entendió que estaba perdiendo el tiempo allí. El Dr. Mulder se cubrió la mejilla al sentir el ardor producto de la cachetada. 
 
-Mejor termino lo que vine hacer- exclamó la agente Scully agitada y sacó un sobre del interior de su abrigo. -Toma, eso es tuyo- le mostró, él dudo en tomarlo y ella insistió. -Te dije que lo tomaras. 
 
-¿Qué es?- preguntó al tomar el sobre entre sus manos y sacar una hoja de él. 
 
-Es una orden de restricción contra ti- contestó. -Te impide acercarte a mí o a Alex- aclaró. 
 
-Esto es ilegal- exclamó molesto, -esto debe entregármelo un fiscal- señaló al leer el papel. 
 
-Tengo autorización para entregártela personalmente, soy agente federal, Mulder, tengo privilegios y es mejor que acates esa orden. 
 
-No tengo motivos para acercarme a Alexander Krycek, pero sí tengo motivos para acercarme a ti y, evidentemente, si me acercó a ti es posible que él esté contigo. Por eso me la pusiste. ¿O me equivocó? 
 
-Finalmente tu cerebro sirve para algo- exclamó con alegría fingida.  
 
-Me importa un bledo esta maldita orden de restricción- agitó la hoja y luego la rompió. -Seguiré buscándote y nada me lo va a impedir- recalcó. 
 
-Mulder, tuve que convencer a Alex para que no levantara cargos en tu contra. Si no acatas esa orden de restricción, no podré impedir que Alex te envié a la cárcel por agresión hacia un agente federal. 
 
-El me atacó primero- recordó. 
 
-No discutas- le pidió cansada. 
 
-A la prostituta rusa amante de Putin no le tengo miedo- explicó. -Puedes ir a decírselo, contra mí no sirven sus tontas amenazas. 
 
-¡Eres un terco!- gritó y abrió la puerta. -Mantén distancia, Mulder, o seré yo quien te dé el tiro que Alex no pudo darte anoche. 
 
Salió de la oficina, todos en el Instituto la observaron, Janet y la Dra. Palacios se mostraron abrumadas. El Dr. Mulder salió de la oficina y a mitad del pasillo empezó a hacerle unas pequeñas aclaraciones a la agente Scully. 
 
-Dana, Vanesa no es mi secretaria, es psicóloga sexual y de verdad; no como tú, falsa practicante de medicina y agente federal de cuarta. 
 
Ella le miró con extremo odio, pero se lo guardó porque si continuaban discutiendo él iba a llevar las de perder esa vez con ella. Se introdujo en el ascensor y las puertas se cerraron. El Dr. Mulder aparentaba estar orgulloso del insulto dirigido hacia ella, tanto que no le importó que sus pacientes pensaran que él había perdido lo poco que le quedaba de cordura. 
 
 
 
Washington DC. 
Muelles. 
Noche. 
 
Finalmente, después de pensarlo tanto, calcularlo y decidirlo, el Sr. Bennedetty se entrevistaría de manera clandestina con el Sr. Webster. Había decidido, después de todo, hacer lo correcto y darle las pruebas al gran jefe de la CIA para que finalmente lograra sacar al megalómano de su yerno y la irritante de su hija de la administración del Centro. 
 
Estaba solo, ni siquiera había llevado a sus guardaespaldas; estaba arriesgándose, pero valía la pena. Para él era el momento de ponerles un alto a Andrew y Hannah Summers. Se agitaba, introduciendo sus manos en los bolsillos de su abrigo y tocaba constantemente el cd codificado que le daría al Sr. Webster con toda la información necesaria, preocupado porque el Sr. Webster no llegaba y era muy peligroso estar allí; si lo Summers lo descubrían, sería su fin. 
 
Después de veinte minutos de espera impaciente, vio llegar al solitario muelle un auto Lincoln. Supo inmediatamente que era el Sr. Webster, la puerta del conductor fue abierta y su sorpresa fue descomunal al ver salir del auto a quien pensaba traicionar. El Sr. Summers se acercó a él con gesto altivo y el Sr. Bennedetty comprendió que todo estaba perdido. 
 
-Andrew. ¿Qué haces aquí?- le preguntó asustado. 
 
-Es lo mismo que te pregunto yo, Frank. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué quieres verte en privado con Phillip?- le preguntó. 
 
-¿Cómo sabes que me vería con Phillip?- preguntó sorprendido. 
 
-Bueno… que no te sorprenda- le pidió, -pero te he estado vigilando; dejé de confiar en ti hace tiempo. Es una pena, yo quería compartir contigo todo lo que el destino me depara- explicó. 
 
-¿Avaricia, traición, muerte?- enumeró a modo de pregunta el Sr. Bennedetty. -Eso no es lo que quiero- aclaró. 
 
-Soy prácticamente tu hermano, mi hermana es tu esposa- le recordó fingiendo indignación. -Debes ser leal a mí- expresó. 
 
-¿Cómo puedo ser leal cuando tu propia hermana es consciente de que te has convertido en un horrendo monstruo?- le preguntó consternado. 
 
-Margaret suele ser tan patética- comentó la Sra. Summers que salía de la sombras acompañada de un sujeto muy conocido por el Sr. Bennedetty. -No debiste casarte con ella, es muy tonta. 
 
-Representa lo que tú no eres, Hannah- aclaró el Sr. Bennedetty y luego miró al sujeto que acompañaba a la Sra. Summers. -No puedo creer que tú también seas partícipe de esto. 
 
-Frank- le llamó el Sr. Bennedetty. -Fue un placer servir a tu lado- le dijo. 
 
Inmediatamente sacó su arma del interior de su abrigo y le disparó al Sr. Bennedetty de manera fría, sin importarle que era el esposo de su hermana, su colega, tercero al mando del Centro y su más cercano amigo. La Sra. Summers, que se esperaba tal desenlace, permaneció inmutable.  
 
El Sr. Bennedetty cayó al suelo, sin vida y sin poder completar su más anhelada misión. El Sr. Summers volvió a guardar su arma y, él mismo, con sus manos enguantadas, sacó de uno de los bolsillos del abrigo del difunto el cd codificado que le iba a entrar al Sr. Webster. 
 
-Está hecho- señaló el Sr. Summers. 
 
-Encárgate- le ordenó la Sra. Summers a su lacayo, que aún permanecía en las sombras. -Que parezca un atentado. 
 
El servicial alcahuete de los Summers asintió y ellos subieron al Lincoln que los había llevado allí, dejando atrás y sin vida a uno de los miembros más importantes de la organización para la cual trabajaban.  
 
El Sr. Summers pensó que ya tenía el camino libre, la sola presencia del Sr. Bennedetty, que le recordaba a cada instante que era lo debidamente correcto hacer, le exacerbó muchas veces y el saber que ya no estaría más le tranquilizó. 
 
Por otro lado, la Sra. Summers, de una manera mucho más vanidosa y frívola pensaba en qué traje se pondría para ir al funeral del antiguo tercero al mando y cómo podría mostrarse compungida frente a la viuda de éste.  
 
Continuará… 
 

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