Nombre del Fanfic: Mundos Distintos

Capitulo: XXIV

Autor: NikkyScully

Dedicado a: Disclairmer: Después de tantos años quién duda que Mulder, Scully y Krycek le pertenecen a CC. 
Clasificación: Sigo sin saber que es eso. 
Dedicatoria: Voy hacer corta esta vez: Se lo dedico a las bitches, a las chicas del msn y en especial a quienes han seguido este fic durante un año y medio y siguen al pie del cañon esperando por más. Les agradezco el gran apoyo a todas y a todos. Bexos. 
Nota: En vista de que de ahora en más los capitulos se volveran más largos es probable que esta continuación se vuelva a cortar. Si es asi, le recomiendo que pasen por la bitchteca para que puedan finalizar la lectura, por la pagina de Carla Fox o por el nuevo foro de expedientex.creatufuturo.com. Disfrutenlo, por que ya el tiempo se agota.  
Feedback: jro185ARROBAhotmail.com. 

Clasificacion: Touchstone

Romance

Accion

Aventura

Universo Alterno

Angst / Drama

Fanfic: Virginia 
Residencia de los Labiorestaux.  
Esa misma noche. 
 
La casa de los Labiorestaux era más por decir, extraña. Casi todo el tiempo estaba cerrada y quienes la habitaban pasaban todo el tiempo fuera de ella; cuando estaban allí, que era generalmente por las noches no acostumbraban a sociabilizar con quienes vivían en la zona, ni siquiera con los vecinos. La pareja joven que la habitaba ni siquiera tenía hijos. Exclusivamente dedicaban el tiempo a sus trabajos y a sus hobbies, además eran dados a recibir pocas visitas. 
 
El joven esposo cuando llegaba de la oficina se encerraba largas horas en su estudio, y su esposa, que era adicta a la música, se encerraba en el sótano con su guitarra eléctrica; poseía una voz preciosa, pero la mayoría de los vecinos pensaban que la utilizaba sólo para fastidiar porque se le podía escuchar a altas horas de la noche cantar canciones de lo más deprimentes y tristes.  
 
Esa mujer era mucho más extraña que su marido, siempre de negro con un extraño llavero en forma triangular y que jamás llevaba llave, se le podía ver en la casa o en el jardín hablando sola, lo cual a su esposo le parecía de lo más normal. Esa noche, la más chismosa de la zona residencial, vio un Mercedes- Benz negro estacionarse en la entrada, y que la puerta de la casa era abierta por el mismo agente Labiorestaux. 
 
Tezka Kunimitzu bajó del coche e inmediatamente se acercó a la casa; el agente Labiorestaux lo saludó y notó a su curiosa vecina vigilando a través de una de las ventanas de su casa. 
 
-Buenas noches, Sra. Collins- le saludó desde el otro lado de la calle. -¿Sorprendida no? El es amigo de mi esposa, ahora vaya a contárselo a todos. Hasta luego- su vecina le miró de mala gana y él cerró la puerta. -¡Bruja!- miró al agente Kunimitzu. -Disculpa, es que me saca de quicio- aclaró. -Viniste a ver a Alexa.  
 
-Sí- expresó al quitarse el abrigo que el agente Labiorestaux le había solicitado. 
 
-Está en el sótano, no ha salido de él en todo el día- comentó al colgar el abrigo del agente en el perchero. -Está algo inquieta- expresó. 
 
-¿Inquieta?- preguntó curioso el agente Kunimitzu. 
 
-Sí, tuvo una premonición esta mañana; no me quiso decir que había visto y desde entonces no ha dejado de cantar- narró. 
 
Soñé una vez con esta realidad 
Y ya no quiero estar en ella 
Pensé que una parte era el todo 
Pero estaba tan errada 
Es mucho más complicado. 
 
Me di de bruces con esta verdad 
El laberinto sin salida 
Esa gran tapa azul se llama cielo 
Ciega, débil y atrapada 
Me deshago en el encierro. 
 
-Creo que esa es para ti- reveló el agente Labiorestaux. -Te está dando la bienvenida, a su modo. 
 
-¿Sabía que vendría?- le preguntó. 
 
-No, pero tú sabes que se caracteriza por saberlo todo- explicó. 
 
Ambos atravesaron la casa hasta la cocina, podían escuchar la melodiosa y oscura voz de Alexa Illianof inundando las paredes, y el agente Labiorestaux abrió ligeramente la puerta que llevaba hasta el sótano. 
 
Víctima de la inercia de mi alma 
Cumpliendo la sentencia cruel del karma 
Por un segundo creí que era cierto 
Era sólo la locura del momento 
 
-Espero que quiera verte- expresó preocupado, -odia que la interrumpan. También espero que deje de cantar antes de las doce; la última vez la vecina llamó a la policía. A mí no me molesta escucharla, pero los demás no tienen paciencia- expresó. 
 
¡Ay, quimera divina... no te esfumes nunca! 
Mis sueños están sedientos de fantasía 
¡Qué dulce es la muerte en brazos de un deseo, 
Que debe callar ante la luz del día! 
 
Bajaron despacio hasta el sótano, la voz de la agente Illianof era mucho más clara allí y más melancólica de lo que hubieran podido esperarse. El agente Kunimitzu la miró confundido, pero el agente Labiorestaux la miró como si estuviera escuchando la canción más normal del mundo.  
 
Brindo por el botón de esa rosa 
Que nunca llegó a florecer 
Por su inocencia y su belleza 
Marchitadas antes de ser  
Acariciadas por el sol. 
 
Amigo, deja que hable el corazón 
No tus labios envenenados 
El miedo es la peor de las drogas 
Y el camino del silencio 
Aniquila la razón. 
 
-Cariño, disculpa la interrupción. Pero Tezka vino a verte- le dijo el agente Labiorestaux cuando ella levantó la cabeza y le miró. 
 
Ella no dijo nada, continuó rasgando las cuerdas de su guitarra con la firmeza de sus dedos. Su esposo notó que no se había molestado con la interrupción. 
 
-Les enviaré algo de tomar con Greys- les informó, -si me necesitan estaré en el estudio- les comunicó y se retiró. 
 
La agente Illianof le sonrió al agente Kunimitzu que permanecía frente a ella con los brazos cruzados. No le saludó, ni siquiera abandonó su guitarra y esperó a que él mismo le saludara y le hablara de la inquietud que lo aquejaba.  
 
¡Ay, quimera divina... no te esfumes nunca! 
Mis sueños están sedientos de fantasía 
¡Qué dulce es la muerte en brazos de un deseo, 
Que debe callar ante la luz del día! 
 
-Puedes dejar esa cosa por un momento- le pidió. 
 
Ella negó con la cabeza, estaba intoxicada por la canción, la música y el espíritu que habitaba en el interior de su instrumento musical y al cual ella misma pertenecía.  
 
Deja que el filo de la navaja  
Nos acaricie esta vez 
Deja que el terrible pecado  
Nos lleve a la perdición. 
 
-Ella no te engaña- le explicó de repente, continuó rasgando las cuerdas de su guitarra. 
 
-¿Cómo lo sabes?- le preguntó ambiguo. 
 
-Porque no tiene motivos para hacerlo- contestó. 
 
-Es como si estuviera escuchándola a ella en estos momentos- expresó con susto. 
 
-Puede ser- rió ligeramente. -Sólo te digo lo que piensa. 
 
-¡Oculta algo!- exclamó. 
 
-Por tu bien, por el de todos. Pero no te engaña- exclamó. 
 
-Es un engaño si no me dice qué es lo que oculta- corrigió. -Kaoru está haciendo algo que va contra las normas del Centro. 
 
-Si estás tan seguro, ¿por qué no vas y la encaras?- expresó. 
 
-Lo negará todo- reveló y su amiga continuó cantando a pesar del fastidio de él.  
 
Si nunca hemos sido culpables... 
Sólo marionetas que penden del hilo del destino.* 
 
-Tú angustia es sorprendente- dejó finalmente la guitarra sobre un taburete cercano. 
 
-Ella me importa y sería un desastre saber que perdí el tiempo con una mentirosa- explicó. -Por eso he venido, necesito saber qué trata de ocultarme. 
 
-Yo no sé- explicó insegura. 
 
-No me mientas tú también- le pidió frustrado. 
 
-Sólo puedo decirte que está siguiendo órdenes muy específicas, tan específicas que debe mentir, preservar su tapa- explicó siendo escurridiza.  
 
-¿Tapa? 
 
-No vino a Estados Unidos sólo para estar cerca de ti, vino por otra razón- explicó. 
 
El quiso saber cuál razón, pero ella no le permitió realizar la pregunta. Tomó las escaleras y salió del sótano dejando al agente Kunimitzu mucho más confundido que antes. Alexa Illianof sabía más de lo que decía pero él no podía presionarla, la conocía y si seguía insistiéndole podía encerrarse en sí misma y dejaría de hablarle. 
 
 
El Centro. 
Horas más tarde. 
 
Margaret Bennedetty estaba nerviosa y preocupada, su esposo tenía varias horas desaparecido, lo cual era bastante extraño porque como tercero al mando siempre debía estar comunicado con la organización; aún así estando fuera de ella. 
 
Esa noche era la excepción; supuestamente había ido a reunirse con el Sr. Webster en su casa pero jamás llegó a la reunión. Supo eso cuando habló por vía telefónica con el mismo Phillip Webster que se había quedado horas esperándolo. 
 
Lo que ninguno de los dos sabía era que el Sr. Bennedetty había sido victima de una trampa puesta por el Sr. Summers, que interceptó el comunicado y le cambió el punto de reunión al Sr. Bennedetty enviándolo así a una muerte segura.  
 
Recibió un llamado de la oficina de su hermano, y salió de la suya para verlo. En el camino se preparó mentalmente para escuchar lo peor, era como si su corazón se lo hubiera dicho. No vería más a su amado esposo. Cuando entró a la oficina del Sr. Summers lo vio con una expresión triste y sus ojos estaban rojos; su corazón le dio un salto cuando él le abrazó con toda la melancolía fraternal de la cual fingía estar lleno. 
 
El Sr. Summers le habló de lo ocurrido, del supuesto atentado perpetrado por Cortina de Cristal contra el Sr. Bennedetty, el mismo grupo terrorista que supuestamente había intentado matar al Sr. Doggett. En tal atentado, en horas tempranas de la noche el Sr. Bennedetty había dejado de existir. Ellos mismos se encargarían de encontrar a dicho grupo y los harían pagar por lo sucedido. 
 
Su hermana no lo escuchó porque sabía que mentía, que él era el responsable de la muerte de su esposo y lloró desconsolada y con odio en su corazón. Su hermano la abrazó más fuerte convencido de que ella había creído en sus palabras. La doctora se alejó y con los ojos llenos de lágrimas le miró con rencor; no dijo nada, no había palabras para expresar lo mucho que lo aborrecía y se juró a sí misma que le haría pagar todo lo que había hecho en contra del Sr. Bennedetty. 
 
 
Washington DC. 
Departamento de Alyson Hannigan 
Madrugada. 
 
Alexander Krycek llamó desesperado a la agente Hannigan, ella le abrió la puerta y tenía un rostro verdaderamente soñoliento. El entró al departamento sin siquiera decir buenos días. Alyson Hannigan aparentaba confusión al no saber por qué el agente Krycek se encontraba allí. 
 
-Alex, son las cuatro de la mañana- le mostró. 
 
-Lo siento, no puedo dormir- expresó mirando todo a su alrededor y jugando con las figuras de cristal que la agente Hannigan tenía en toda la casa. 
 
-¿Por qué no puedes dormir?- le preguntó aun adormilada y le quitó la figura de cristal que aventaba de una mano a otra. Eso la ponía nerviosa y la colocó donde estaba. 
 
-Dana sigue viendo al Dr. Mulder- reveló y ella le miró con sorpresa. -Ayer en la madrugada fui a verla y la encontré con él. 
 
-¿Fuiste a verla a su casa en la madrugada?- le preguntó alarmada. 
 
-Ella misma me lo pidió, hasta pensé que nos daríamos una oportunidad- explicó. -No logro entenderla, no sé qué demonios quiere de mí o qué quiere de él. Primero me coquetea y luego va y se acuesta con ese psicólogo de pacotilla que debió haber muerto hace ya mucho tiempo- expresó muy molesto. 
 
La agente Hannigan estaba harta de que cada vez que la agente Scully trataba mal al agente Krycek, éste fuera donde ella para llorarle y rogarle consuelo. Hacía tiempo que estaba cansada de ese juego donde ella era la amiga que escuchaba a su desconsolado amigo, cansada de ser su paño de lágrimas.  
 
Podía ver sus labios moverse, sabía que estaba hablando de la agente Scully y aún así no podía escucharlo. Esos labios siempre le habían atraído de manera pecaminosa y se preguntaba qué pasaría si se atrevía a besarlos. 
 
Olvidándose de la barrera que había impuesto entre ellos dos, ella la saltó y lo besó con un frenesí lascivo. El agente Krycek al principio no entendió lo que ocurría, pero cuando sintió la lengua de la agente Hannigan tocando la de él se transportó al mismo lugar donde estaba ella.  
 
La abrazó por la cintura y ella se acercó mucho más a él. El beso continuó por un lapso de dos minutos, donde compartieron mucho más que saliva. Ella suspiraba excitada y gemía en los labios del agente Krycek. El, de repente abrió los ojos, y al verla se alejó con brusquedad; extremadamente confundido con los ojos le pidió una explicación. 
 
Ella se tocó los labios que aun permanecían tibios después del beso; por dentro estaba feliz por haberse atrevido a besarlo, pero no podía enfrentar la mirada de reproche que su amigo y colega le otorgaba. Era una situación que, para ambos, era bastante incómoda. El teléfono de la agente Hannigan logró sacarlos a ambos de ese ambiente perturbador. 
 
-Hannigan- contestó. 
 
Alguien le habló del otro lado de la línea dándole una noticia de lo más sorpresiva, tanto que ella tuvo que sentarse porque no podía creer lo que escuchaba. Su interlocutor había colgado y ella seguía con el auricular pegado a la oreja y con la mirada ida. 
 
-Alyson ¿qué pasó?- le preguntó el agente Krycek confuso ante la actitud de la agente. 
 
-Frank Bennedetty está muerto- anunció cuando lo miró.  
 
 
Washington DC 
Iglesia St. Thomas. 
 
Esa tarde brillante no develaba la tristeza que habitaba en varios miembros del Centro. Todos se reunían en una hermosa iglesia gótica para despedir a uno de los miembros más importantes de la organización. Varios autos se estacionaban en el parqueo de la gran iglesia y de ellos bajaban varios agentes que trabajaban cercanamente con el fallecido Frank Bennedetty. Muchos de ellos usaban uniformes militares, develando así que no solo eran simples agentes del Centro, otros sólo usaban el típico traje negro utilizado para esas ocasiones. 
 
Frente el altar de la iglesia estaba un féretro y dentro de él el Sr. Bennedetty, vestido con su uniforme militar; sobre el lado izquierdo de su pecho había dos medallas al valor. Parecía dormido y más imponente que nunca; quienes llegaban se acercaban al ataúd para darle el último adiós y los agentes menos serios reflejaban en sus rostros la pena que les embargaba. 
 
Margaret Bennedetty recibía las condolencias de quienes conocieron en vida a su esposo. Lloraba acompasadamente, pero permanecía firme para no desfallecer, quería estar fuerte porque deseaba vengar la muerte del ser que más la había amado en su vida. Podía ver a la Sra. Summers fingiendo tristeza y llorando al igual que los demás, que sí sentían la pérdida; la llamó hipócrita en su interior y pensó que era injusto que ella no fuera quien ocupara ese féretro.  
 
El Sr. Summers, vestido de uniforme militar, ostentaba su rango de coronel con todo orgullo. Le tomó de la mano fraternalmente, y su hermana a través de los lentes negros que llevaba solo podía brindarle resentimiento. Las palabras del sacerdote no la consolaron, no era cuestión de Dios el consuelo, era cuestión de simple venganza propia.  
 
Luego de las palabras del sacerdote, la Sra. Summers subió al pódium y ofreció las palabras más hipócritas jamás escuchadas por la Sra. Bennedetty. Era una mentirosa, falsa y oportunista; todo lo que en vida aborreció el Sr. Bennedetty. Ella, más que su hermano, era la responsable de la muerte de su esposo. 
 
Cuando la Sra. Summers terminó su discurso y bajó del pódium sumida en lágrimas fingidas, la Sra. Bennedetty se acercó al féretro de su esposo y le besó los labios como última despedida. En italiano le dijo que su muerte no sería en vano. Después el féretro fue cerrado y cubierto con la bandera de los Estados Unidos. 
 
Entre Kunimitzu, Webster, Krycek, Rivera, Labiorestaux y Wolf se encargaron de cargar el ataúd y sacarlo de la iglesia y llevarlo hasta el carro fúnebre que lo llevaría hasta su última morada. Todos siguieron el carro fúnebre hasta el Cementerio de los Caídos; la Sra. Bennedetty iba en un auto acompañada por su hermano y su esposa. A ninguno de los dos les dirigía la palabra, ellos pensaban que era por el dolor que habitaba en su corazón.  
 
El ataúd sobre su tumba, listo para ser ingresado a la bóveda, la viuda y otras personas sentadas frente a éste y la gran mayoría de pie. El padre elevaba varias plegarias al Señor para que le fuera otorgado el descanso eterno al Sr. Bennedetty, pero calló al escuchar que alguien de los presentes cantaba con todo el dolor de su alma. 
 
Llorar es purgar la pena,  
deshidratar todo el miedo que hay en ti,  
es sudar la angustia que te llena,  
es llover tristeza para poder ser feliz.  
 
Alexa Illianof cantaba en honor al Sr. Bennedetty. La única persona en el Centro que jamás dudó de ella, la persona que sí merecía estar al frente y guiarlos a todos ellos. Margaret Bennedetty podía percibir el dolor de la agente en su voz y esa canción la hizo suya. 
 
Que llueva tristeza al llorar,  
y que sacie la amargura su sed.  
Las lágrimas son el jabón  
que limpia de penas tu piel.  
 
La Sra. Bennedetty veía como dos militares retiraban la bandera del ataúd del Sr. Bennedetty y la doblaban como la costumbre lo ameritaba. Era el fin para ella, su vida no tendría sentido porque su otra mitad ya no estaría más con ella. Se sobresaltó un poco al escuchar los disparos al aire en honor del fallecido, su hermano volvió a tomarle de la mano y ella ni siquiera lo sintió. 
 
Llorar es purgar la pena,  
deshidratar todo el miedo que hay en ti,  
es sudar la angustia que te llena.  
¡Escucha, soy Gaia!  
¡No castres tu rabia!  
¡Que tu alma escupa el dolor! (**). 
 
Notó la presencia del Sr. Webster, el Sr. Doggett y la Sra. Reyes entre los presentes. Para ella, ellos sentían mucho más tristeza de lo que profesaba su cuñada. La voz de la agente Illianof era todo lo que podía escuchar en ese momento y como una autómata recibió la bandera que había cubierto el féretro de manos de un militar desconocido.  
 
Al ver el ataúd descender hacia su última morada, finalmente se derramó en lágrimas y llanto; su hermano intentó consolarla, ella se lo impidió al ponerse de pie. Se acercó a la tumba y lanzó una rosa blanca sobre ella. El Sr. Webster se acercó a ella y sí dejó que él le brindara aquel consuelo que tanto necesitaba escuchar.  
 
Los presentes, despacio, fueron retirándose mientras depositaban flores en la tumba. La Sra. Summers caminó hasta el auto seguida por el Sr. Summers e inmediatamente se subieron al auto. 
 
-Por fin este teatro terminó- exclamó hastiada la Sra. Summers sacando un espejo de su bolso y mirándose en él. -Mañana tendré ojeras de tanto llorar, creo que exageré. 
 
-¿Acaso no lo estimabas?- le preguntó el Sr. Summers que se arreglaba los puños de su camisa. -Era lo apropiado. 
 
-Sí- respiró profundo. 
 
-Ya que concluimos aquí, nuestro siguiente trabajo es encontrar a todos los miembros de Cortinas de Cristal antes que Los Complejos; ya sabes, ninguno de ellos puede quedar vivo porque si descubren que ellos no tuvieron que ver con el atentado perpetrado hacía John y la muerte de Frank, estaremos muertos- comentó el Sr. Summers. 
 
-Descuida- le pidió la Sra. Summers de lo más calmada. -Krycek y el equipo Delta saldrán dentro de una hora a Ucrania. No quedaran vivas ni las cucarachas de esa organización- expresó. 
 
-Bien- expresó complacido. -Ahora debemos concentrarnos en nuestro anterior trabajo, creo que debemos atacar la parte más débil de Los Complejos. El tercero al mando- comentó. 
 
-¿Tercero al mando?- preguntó confusa. -Andrew, Los Complejos no tienen tercero al mando, ni siquiera segundo. John y Mónica lideran solos ambas organizaciones. 
 
-Claro que tienen un tercero al mando- miraba por el cristal del auto las personas que aun permanecían en el cementerio. -Frank era nuestro principal perfilista, por lo tanto el tercero al mando de Los Complejos es ese perfilista que ellos ocultan con tanto recelo- comentó. 
 
-¿El civil?- preguntó. -Le estás dando demasiado crédito a un civil que ha hecho pequeños trabajos para el Complejo I y II- reveló. 
 
-Hemos estado haciendo las cosas mal desde un principio sin fijarnos en el verdadero talón de Aquiles de John y de Mónica. Sin ese civil no son nada y yo lo quiero muerto- sentenció. 
 
-Bien, iré al Centro para empezar a investigar- comunicó la Sra. Summers. 
 
-¿No iras conmigo a la casa de Margaret?- le preguntó curioso. 
 
-No, no lo soporto más- expresó cansada. -Mónica y John irán y no quiero estar cerca de ellos, diles que estoy indispuesta- le pidió. -Y asegúrate de que Margaret no tenga oportunidad para hablar con mi padre, no sabemos si ella está al tanto de lo que planeaba decirle Frank a él. 
 
-De acuerdo- le dio un ligero beso en los labios. -Te veré en un par de horas. 
 
El Sr. Summers salió del auto, la Sra. Summers bajó el cristal que dividía el auto y le informó a su chofer, que no los había escuchado hablar, que era hora de partir. El Sr. Summers desde afuera vio como el auto salió del cementerio. 
 
 
Un mes después. 
 
Washington ardía en llamas; una serie de bombas habían explotado a lo largo de cinco días dejando un saldo de más de seiscientos muertos y heridos. Edificios cercanos al Capitolio, El Lincoln Memorial, el Smithsonian Institute y el National Galerie of Art habían sido los blancos de dichas bombas. Era la primera vez, desde los atentados del once de septiembre, que el terrorismo volvía a romper el muro invisible de protección que el gobierno tenía sobre el país. 
 
La población permanecía en pánico constante, las clases se habían suspendido, quienes salían a trabajar lo hacían con miedo y todos los que trabajaban en la CIA, Los Complejos y El Centro permanecían acuartelados. La Casa Blanca, ya por costumbre, acusaba a Al- Qeda como la responsable de los ataques. 
 
Sin embargo la situación era distinta, la CIA estaba consciente de que Al-Qeda no era la responsable, las investigaciones así lo acreditaban. Esa vez, la primera de la lista era la más inocente de todas. El Sr. Webster se había reunido varias veces con el Presidente para buscarle una solución al problema, pero con tres organizaciones que no tenían ni idea de lo que ocurría, las opciones eran pocas. 
 
Las bombas estallaban y nadie se responsabilizaba, no había comunicados, ni amenazas, sólo el fuerte sonido de los explosivos chocando contra las fortificaciones de los edificios. En el Centro, los Summers sostenían una video conferencia con el Sr. Webster, el Sr. Doggett, la Sra. Reyes y el agente Webster, que fungía provisionalmente como tercero al mando del Centro; colocado en el puesto exclusivamente por su tío, algo que no le había gustado mucho al Sr. Summers, pero al no poder protestar tuvo que aceptar tenerlo demasiado cerca para su gusto. 
 
-Esta es una situación que está fuera de control- expresó el Sr. Webster. -Debemos buscarle una solución inmediatamente. 
 
-Nuestro perfilista está convencido que estos atentados han sido perpetrados por alguien que está asociado a una organización conocida, pero de bajo perfil- comentó el Sr. Doggett. 
 
-Eso es absurdo, ninguna organización de bajo perfil podría hacer lo que nos están haciendo- expresó el Sr. Summers encrespado. 
 
-Pues a mí me parece lo más plausible- disertó el Sr. Webster. -Está comprobado que ni Al-Qeda, ni las organizaciones centroeuropeas están detrás de esto. Es prioritario saber quién ha dado con la clave para entrar a Estados Unidos, implantar bombas en la misma ciudad capital y hacerlas estallar sin que nosotros nos diéramos por enterado de todo eso antes- recomendó. 
 
-¿Y cómo quieres que hagamos eso?- le preguntó su hija irritada. 
 
-Trabajando- le aclaró su padre harto. -Quiero una respuesta en veinte horas- ordenó y su monitor se apagó, quedando sólo los demás líderes de las demás organizaciones. 
 
-Sugiero que unamos nuestros equipos, así actuaremos de una forma más optima- expresó la Sra. Doggett. 
 
-Me parece acertado- expresó el Sr. Summers un poco ido. -Marcus, reúnete con John y Mónica en Investigaciones. 
 
-De acuerdo- expresó el agente Webster y salió de la oficina. 
 
-Descuida Hannah, detendremos este caos- le aseguró el Sr. Doggett. 
 
La Sra. Summers apenas asintió incómoda, los monitores del Sr. Doggett y la Sra. Reyes se apagaron y el Sr. Summers miró a su esposa. 
 
-¿Aún no sabemos quién es ese famoso perfilista?- le preguntó el Sr. Summers. 
 
-No, lo tienen guardado bajo siete llaves- contestó con los ojos fijos, los cuales revelaban una impotencia desmesurada.  
 
-Olvidémonos de él por un par de horas- sugirió, -debemos averiguar quien es el estúpido que ha llenado de fuego a Washington- expresó y luego salió de la oficina. 
 
 
El Centro 
Comedor. 
 
Todos tenían misiones ya establecidas, pero con lo sucedido todo el trabajo fue suspendido hasta nuevo aviso. Todos permanecían allí, nadie entraba y nadie salía. Eran las últimas órdenes para así preservar la vida de los agentes, estar en el exterior era muy peligroso. 
 
El almuerzo era servido, muchos comían, otros hacían el intento; mantener la concentración era muy complicado cuando sobre ellos la ciudad ardía en llamas. Los que recientemente habían podido llegar al Centro, después de varías complicaciones, decían que la ciudad parecía el infierno. 
 
Sin embargo, la calma regresó a la ciudad, las bombas habían dejado de estallar; pero el pánico continuaba en los corazones de todos. Dana Scully, como otros tantos en aquella mesa, almorzaba ese día con pocos deseos, frente a ella estaba la agente Illianof que jugaba sin parar con su enigmático llavero y escuchaba hablar a un nervioso agente Rivera. 
 
-Primero la muerte de Bennedetty y ahora esto- comentó contrariado. -¿Qué vamos a hacer? 
 
-Esperar- señaló el agente Krycek. 
 
-¿Esperar? Tenemos más de cuarenta y ocho horas esperando- le recordó. -¿Y si quienes han colocado las bombas en toda la ciudad son los responsables de la muerte de Bennedetty?- preguntó curioso. 
 
-Fue Cortina de Cristal y es un asunto que ya resolvimos. ¿O acaso lo olvidas?- le preguntó el agente Krycek contrariado. -Además, sería demasiada casualidad que los responsables de los últimos atentados también sean responsables de la muerte del Sr. Bennedetty. 
 
-¿Cómo puedes estar tan seguro?- le preguntó la agente Illianof que se había colocado su llavero sobre su ojo izquierdo y a través del orificio que el objeto tenía en el centro podía ver el rostro perturbado del agente Krycek. -Cualquiera pudo haberlo matado, eso tú lo sabes- expresó. 
 
-No volveré a repetir lo que ya dije- expresó el agente Krycek incómodo. 
 
La agente Illianof le dio una sonrisa irónica y retiró el llavero de su rostro, observó a la agente Scully que le miraba con mucha curiosidad.  
 
-¿Me permites verlo?- le preguntó la agente Scully refiriéndose al llavero. 
 
-No- expresó a la defensiva.  
 
-¿Por qué es tan importante para ti ese llavero?- le preguntó la agente Scully. -Jamás te separas de él. 
 
-Me recuerda de donde vengo- explicó. 
 
-¿Cómo lo obtuviste?- preguntó curiosa, estaba tan aburrida sentada allí que de repente olvido que solía ser la más discreta en ese lugar. 
 
-Fue un obsequio de mi hermano- contestó. 
 
Cuando ella dijo eso, quienes estaban en la mesa la miraron con sorpresa, incluso el agente Kunimitzu que siempre estaba desentendido de todo lo que ocurría a su alrededor. Nadie allí sabía que Alexa Illianof tenía más familia a parte del agente Labiorestaux. 
 
-Ustedes no lo saben todo de mí- explicó la agente Illianof. 
 
Illianof se levantó de la mesa y tomó la bandeja de su almuerzo llevándola así hasta el primer dispensador de basura que vio y dejando en el comedor a más de un compañero impresionado. 
 
-Lo único que sabemos de ella es que jamás ha estado cuerda- expresó el agente Rivera de forma burlona y recibió un golpe en la cabeza por parte del agente Kunimitzu. 
 
Luego de acabar el almuerzo poco disfrutado, la agente Scully fue al departamento de Investigaciones cuando recibió una llamada del agente Webster que solicitaba su ayuda para trabajar con las indagaciones que se realizaban en torno a los atentados. No habían progresado mucho y necesitaban toda la ayuda disponible. 
 
A través de satélites, vía internet y vigilancia externa el mundo terrorista fue escudriñado sin ningún resultado. Lo único que quedaba era estudiar el modus operandi de las organizaciones terroristas que habían surgido en los últimos meses. La agente Scully fue hasta su oficina para realizar el estudio, porque con la histeria que generaba el agente Webster alrededor de ella, no podía hacer mucho.  
 
Al estudiar cada una de las organizaciones nuevas, no podía encontrar nada que los enlazara con lo que estaba ocurriendo en aquella ciudad. Se necesitaba demasiados recursos económicos, tecnología y sobrada inteligencia para realizar tan perfectos atentados, y las nuevas organizaciones carecían por mucho de ello.  
 
-Scully- le llamó el agente Labiorestaux que permanecía de pie en la puerta de la oficina. La agente Scully sacó la vista del computador para observarlo y le pidió que pasara. -Sé que no es el momento, pero debo darte esto- le pasó un cd y ella lo tomó en sus manos. 
 
-¿Qué es?- le preguntó curiosa. 
 
-El archivo codificado de Samantha Mulder- contestó con cierta conmoción. 
 
-Labiorestaux, yo te dije que no siguieras con la investigación- le recordó contrariada. -No la necesito. 
 
-Lo sé, pero me enamoré del proyecto y lo terminé a pesar de que me pediste que me olvidara de él- explicó. -Logré descifrar el navajo completamente y el archivo ya es legible- expresó. 
 
-¿Qué encontraste?- le preguntó curiosa. 
 
-Será mejor que tú lo leas- expresó con temor. 
 
-Parece que encontraste algo terrible en él- comentó la agente Scully al ver aterrado al agente Labiorestaux 
 
Despacio colocó el cd en el cd-rom de su computadora, el programa comenzó a correr y el archivo completamente legible y traducido al idioma correspondiente se abrió ante sus ojos. Por espacio de cinco minutos leyó lo que éste guardaba sin creer ni una sola palabra. Después, miró al agente Labiorestaux que permanecía mucho más alterado que ella.  
 
-Mi Dios…- exclamó, -esto no puede ser cierto. 
 
-La información es verdadera, la corroboré con el verdadero historial- explicó el agente Labiorestaux. 
 
-El verdadero historial- señaló, -¿pero cómo es posible?-preguntó azorada. 
 
-Es lo que yo me estado preguntando desde hace dos horas- expresó. 
 
-No puedo creer que esté viva y tan cerca de mí- expresó sorprendida. 
 
- Scully, ¿Samantha Mulder es la hermana del hombre del cual te enamoraste?- le preguntó. 
 
-Si- contestó. -El la ha buscado por años y yo la conozco desde hace diez- expresó pasmada. -El mundo da tantas vueltas- exclamó. 
 
-¿Se lo dirás?- le preguntó curioso el agente Labiorestaux. 
 
-¿Crees que sea conveniente?- preguntó ella. 
 
-Lo es y no lo es- respondió. -Ella es una agente y él civil, pero ella ha sufrido tanto y él… bueno, es hora de que sepa que no se la llevaron los hombrecillos verdes- comentó. 
 
-Grises- corrigió, -son grises- y el agente Labiorestaux esbozó una sonrisa. -A ti no te conviene que se sepa esto, si los Summers se enteran nos cortarán la cabeza a ambos. 
 
-Si a ti no te importa eso, a mí tampoco- aclaró y la agente Scully sonrió con complicidad. -Ya estoy cansado de las injusticias de este lugar. 
 
La agente Scully sacó el cd de la computadora y lo guardó en el interior de su chaqueta. Con ayuda del agente Labiorestaux se comunicó con el Dr. Mulder en el exterior, este recibió su llamada con mucha consternación y sorpresa, pero al escuchar que ella necesitaba hablarle con grado de urgencia, él no pudo negarse. Nuevamente volverían a verse, bajo las prohibiciones del Centro y los peligros de la ciudad. 
 
La agente Scully era escoltada hasta la salida por su propio cómplice, en la puerta ultimaron los detalles y él la encubriría hasta su regreso. Vieron acercarse a ellos a la agente Illianof y la agente Scully se dispuso a salir lo más pronto posible. Antes de que la agente Illianof la siguiera, el agente Labiorestaux la detuvo. 
 
-¿Adónde va?- su esposo no contestó. -¿Le diste el archivo en el cual estabas trabajando?- le preguntó preocupada. 
 
-¿Tú sabías de ello?- le preguntó sorprendido y ella apenas asintió. -¿Por qué no me ahorraste el esfuerzo? 
 
-Porque tú y Scully no debían inmiscuirse en ese asunto- contestó. -Samantha Mulder no quiere que su hermano sepa que ella está viva porque realmente está muerta. 
 
-No digas eso, tú sabes que no- le corrigió. 
 
-¿Quieres que mienta?- le preguntó indignada. -Samantha murió el día que su padre la vendió como un paquete de ofertas a los jefes del Sindicato- expresó encrespada.  
 
Estaba bastante alterada y de un momento a otro comenzó a sangrar por la nariz, algo en su cabeza estalló y vio a la agente Scully y al Dr. Mulder en el interior de un auto, disparos y un choque. Se sobrecargó de imágenes que llegaron una detrás de otra y se desmayó. El agente Labiorestaux logró sostenerla entre sus brazos, ella permanecía inconsciente y él como pudo la llevó hasta la enfermería.  
 
 
Washington DC 
Plaza Carnegie 
 
La ciudad estaba tan tranquila que no parecía que estaba siendo atacada por fuerzas desconocidas. La Plaza Carnegie, tan esplendorosa y exuberante, mostraba diferentes ejemplos de la nutrida primavera de la ciudad presidencial.  
 
Dana Scully tomó asiento en una de las banquetas y cruzó sus piernas, veía a unos cuantos niños jugar en el parque que estaba justo frente a la plaza; se sentía nerviosa, en unos minutos vería nuevamente al Dr. Mulder después de tanto tiempo, sus emociones afloraban haciendo constancia en lo que sentía por el Dr. Mulder. 
 
Le había costado convencerlo para que se vieran, pero ella necesitaba revelarle lo poco que sabía referente a su hermana. No sabía ni siquiera por qué quería revelárselo, pero sabía que era lo verdaderamente correcto para que él pudiera encontrar aquella tranquilidad que hacía años había perdido. 
 
Un Mustang Shelby GT500, color negro, se estacionó a unos cuantos metros de ella, de su interior bajó el Dr. Mulder. El había cambiado el auto y la agente Scully con una sonrisa interna le llamó presumido. Buscó entre las personas de la plaza a la agente Scully y cuando la encontró se acercó a ella con una expresión bastante seria. Ella se puso de pie en cuanto le vio. No hubo palabras de saludos, para ellos las miradas melancólicas de uno y del otro eran más que suficiente. 
 
-Lamento la tardanza- se disculpó él, -han sido unos días ajetreados por todo lo que ha estado ocurriendo en la ciudad. He tenido que lidiar con unos pacientes con severas crisis nerviosas. 
 
-Es una histeria generalizada- comentó la agente Scully y él Dr. Mulder asintió. -No tienes que disculparte, más bien esperaba que te negaras a verme- expresó. 
 
-No fui yo quien colocó la orden de restricción- recordó y ella se mostró avergonzada. -¿Para qué querías verme?- preguntó y ambos comenzaron a caminar por la plaza. 
 
-Es algo delicado, ni siquiera sé si sería adecuado comentártelo- expresó la agente Scully. 
 
-Entonces no lo hagas- le sugirió el Dr. Mulder. 
 
-Es que quiero decírtelo- explicó. 
 
-¿Y bien?- preguntó. 
 
-Se trata de tu hermana- contestó y el Dr. Mulder la miró confuso. -Cuando nos conocimos me dijiste que la habían secuestrado cuando era una niña y que jamás la encontraron- recordó y él lo afirmó con una expresión de total consternación. -Bien, hace varios meses quise investigar por mi cuenta; primero solicité el expediente de la desaparición de tu hermana a la policía de Carolina del Norte- comento. -Mulder ¿tú sabías que a tu hermana sólo la buscaron por dos semanas?- preguntó. 
 
-No, en realidad no lo recuerdo- contestó sorprendido. -¿Fue por tan poco tiempo?- preguntó. 
 
-Sí, incluso tu padre fue quien solicitó que cesaran la búsqueda- comentó. 
 
-Eso te lo creo- expresó el Dr. Mulder. -Siempre tuvo un especial desinterés por la desaparición de Samantha- luego miró a la agente Scully. -¿Eso fue lo único que descubriste?- le preguntó. 
 
-No- respondió. -Me encontré en un callejón sin salida después de ese descubrimiento; estaba intrigada por el corto tiempo de búsqueda, la falta de testigos, el desinterés de la policía y tu familia. Así que solicite la ayuda de un colega que trabaja en la unidad de casos sin resolver del FBI- comentó. -Extra oficialmente se ofreció a investigar, ya que los secuestros y desapariciones no son mi terreno; me dijo que no guardara esperanzas porque al haber pocas pistas era probable que no encontraría nada- narró. 
 
-¿Por qué no me dijiste nada de eso?- preguntó consternado.  
 
-Porque no quería abrigar falsas esperanzas en ti- respondió. -Sé que la has buscado por años, has contratado a cientos de investigadores privados y nunca han encontrado nada concerniente al paradero de tu hermana, has sufrido demasiado ya- reconoció. 
 
A pesar de que ella le había dicho reiteradas veces que no lo amaba, le demostraba todo lo contrario con esa actitud de protección que tenía hacia él. Era evidente en su mirada y en sus palabras, las cuales no ocultaban sus sentimientos por más que lo intentara. 
 
-¿Y qué pasó con la investigación?- le preguntó el Dr. Mulder con una mirada interrogante que ella no podía esquivar. 
 
Podía ver en él la ilusión, la esperanza de poder escuchar de sus propios labios que su hermana estaba viva. Pero de repente ella se dio cuenta que no tenía ningún caso decirle que lo estaba porque para él sería imposible verla porque El Centro no lo permitiría y Samantha Mulder se negaría a verlo después de tantos años. 
 
-Dana- insistió. 
 
-Fue un error- dijo para si. 
 
-¿Qué?- ella levantó la vista al escucharlo. 
 
-Mulder, tu hermana…. ella… 
 
Se escuchó un horrible estruendo, la dinamita y el C-4 hacían estragos en una calle muy cercana a la Plaza Cargenie. El Dr. Mulder y la agente Scully se agacharon y mutuamente se cubrieron sin poder identificar que ocurría alrededor de ellos.  
 
Las personas a su alrededor gritaban histéricas y corrían, cuando el Dr. Mulder y la agente Scully levantaron las cabezas y se pusieron de pie después de que el estruendo se hizo más débil, pudieron ver a dos cuadras de ellos como el Conservatorio de Música cercano al Instituto Cargenie de Investigaciones era devorado por las llamas. 
 
-Oh por Dios- exclamó con sorpresa la agente Scully. 
 
El Dr. Mulder miraba impresionado como el edificio ardía en llamas. Un sujeto se le acercó por detrás a la agente Scully y la encañonó con un arma, era tanta la conmoción que ni siquiera pudo percatarse de lo que realmente estaba ocurriendo. El sujeto le ordenó que caminara junto a él y ambos se alejaron del Dr. Mulder. 
 
El volteó y al no encontrar a la agente Scully se asustó, entre la multitud que corría vio a una mujer pelirroja caminar rápidamente junto con otro sujeto. El no supo entender lo que veía y los siguió, la agente Scully volteó a mirarlo pero no se detuvo; el sujeto continuaba hostigándola con el arma y ella no podía poner resistencia.  
 
El Dr. Mulder se acercó más a ellos bastante despacio, quien sostenía a la agente bruscamente por un brazo y con la otra mano la encañonaba. Se quedó estático al sentir el frío metal de un arma sobre su cabeza y la agente Scully se detuvo bruscamente.  
 
-Ni siquiera lo pienses- le amenazó el Dr. Mulder cuando el sujeto le quitó el seguro al arma. -Antes de que le dispares la bala que está en la recámara de mi arma te estará volando los sesos- comentó manteniendo una seriedad que a la misma agente Scully sorprendió. -Suéltala. 
 
El extraño obedeció y soltó a la agente Scully, ella se acercó al Dr. Mulder aún bajo una estela de conmoción. Ver como el Dr. Mulder encañonaba a quien había intentado llevársela era de lo más confuso y extraño. 
 
-Gira hacía mí- le ordenó y el sujeto hizo lo que le indicó, el doctor le seguía apuntando a la cabeza y le quitó el arma. -Ahora recuéstate sobre el suelo- el extraño se veía bastante inseguro, -no me hagas repetirlo.  
 
El sujeto, que ya estaba desarmado, muy despacio empezó a recostarse en el suelo. La agente Scully notó como él miraba hacia la derecha y cuando ella vio hacía la derecha vio a otro sujeto acercándose con pose de amenaza hacia ellos. Inmediatamente sacó su arma y le disparó en el hombro. 
 
Ella y el Dr. Mulder se echaron a correr, atravesando toda la plaza, chocando con personas que igual que ellos corrían, pero por la explosión antes ocurrida. Llegaron hasta el auto del Dr. Mulder y subieron inmediatamente; él encendió el automóvil así saliendo de la zona.  
 
La agente Scully recreó en su mente todo lo ocurrido antes; no comprendía lo sucedido, el intento de secuestro y que el Dr. Mulder hubiera sacado un arma y se hubiera comportado de una manera seria y fría; vio frente a ella un potencial agente, pero eso era imposible. 
 
-¿De dónde sacaste esa arma?- le preguntó con dudas. 
 
-La compré hace un par de semanas- contestó acelerando más y más por las calles. -¿Quién era ese hombre?- preguntó él. 
 
-No lo sé- respondió la agente Scully con total sinceridad. -Ellos me quieren- dijo sin pensar. 
 
Ambos se miraron confusos y el Dr. Mulder dijo en su mente: o tal vez me quieren a mí. El continuó y ninguno de los dos se percató que los estaban siguiendo dos camionetas negras. 
 
 
El Centro. 
 
El agente Webster entró a Sistemas con un rostro bastante perturbado, preguntó por la agente Scully ya que no la encontraba por ningún lado. El agente Labiorestaux hizo como si no hubiera escuchado la pregunta y el agente Rivera contestó que no la había visto desde hacía un buen rato. En eso, la línea telefónica comenzó a sonar, el agente Rivera contestó y pudo escuchar a una conmocionada agente Scully del otro lado de la línea. Sin mucha espera la puso en el altavoz.  
 
-Rivera, el Conservatorio de Música acaba de explotar- comunicó. 
 
-Dana, ¿dónde estás?- le preguntó el agente Webster cuando la escuchó. 
 
-Cerca del Carnegie, voy rumbo al Lincoln Memorial- comunicó. 
 
-¿Qué haces fuera?- le preguntó. -Tenemos ordenes de no salir, contingencia ¿Recuerdas?- preguntó molesto. 
 
Los del Centro escucharon los sonidos de las bocinas de los autos, el choque del metal y un hombre que lanzaba maldiciones. 
 
-¿Qué demonios fue eso?- preguntó el agente Rivera. 
 
-Nos están siguiendo- respondió. 
 
El Dr. Mulder esquivaba con gran esfuerzo a quienes lo seguían, se pasaba los carriles contrarios para volver al correspondiente, mientras las camionetas negras se le acercaban peligrosamente y lo golpeaban. En una de las embestidas, a la agente Scully se le cayó el móvil al suelo del auto. Como pudo lo tomó nuevamente y volvió hablar con el agente Webster. 
 
-Nos….. tal …. Tienen….- decía sin que se le entendiera nada. 
 
De repente se escuchó un fuerte pito que los dejó a todos sordos, el agente Rivera y el agente Labiorestaux se quitaron los intercomunicadores. El agente Webster se cubrió los oídos y el agente Labiorestaux logró aislar el sonido. Sólo pudieron volver a escuchar la voz entrecortada de la agente Scully muy en el fondo de la línea; luego un estrepitoso sonido parecido al de un choque. 
 
-La línea está siendo intervenida- informó el agente Rivera. 
 
-Dana, Dana- le llamó el agente Webster, -no te escuchó. 
 
-La perdimos- informó el agente Rivera, 
 
-Ingresa los datos del GPS de su auto en el sistema, la quiero en pantalla y ya- le ordenó al agente Labiorestaux. 
 
El agente Labiorestaux obedeció callado, tecleó con suma rapidez los códigos de búsqueda. La pantalla mostraba un mapa gráfico de la ciudad y un punto verde se reflejó en el centro de ella. 
 
-Está en la Plaza Carnegie- reveló el agente Labiorestaux. 
 
-Eso es imposible, ella dijo que iba rumbo al Lincoln Memorial- recordó el agente Webster, luego recordó que ella había dicho que los estaban siguiendo, todo en plural lo que delataba que no estaba sola. -Ingresa los datos de su rastreador de ADN- le pidió. 
 
El agente Labiorestaux repitió el mismo proceso, el mapa ahora revelaba otra zona de la ciudad de Washington y en ella otro punto verde. 
 
-Está a tres cuadras del Lincoln Memorial- vio como el punto verde se movía y poco a poco se desvanecía en la pantalla. -¿Qué demonios? ¿Acaso es un error del programa?- preguntó contrariado el agente Webster. 
 
-No, debe ser que está muerta o han cubierto el rastreo de ADN con algún tipo de sustancia inyectada hipodérmicamente- explicó. 
 
-Mejor que sea la primera opción- vio llegar a la Sra. Summers a Sistema y se acercó a ella. -Tenemos un problema. 
 
-¿Qué sucede? 
 
-Es Dana, no está en El Centro y su rastreo de ADN ha desaparecido del satélite. 
 
-Eso no puede ser- expresó alarmada la Sra. Summers. -¿Dónde fue el ultimo rastreo? 
 
-A tres cuadras del Lincoln Memorial- informó. 
 
-Envía a un equipo- le ordenó. 
 
Su primo obedeció y salió de Sistema. La Sra. Summers tomó el teléfono y se comunicó con la oficina del Sr. Summers, le comentó lo que había sucedido y él no podía ni siquiera creerlo; para él la agente Scully había perdido todo rastro de cordura y era bastante improbable que él mismo volviera a darle otra oportunidad. 
 
Media hora después, los Summers y el agente Webster se encontraban reunidos. Andrew Summers estaba tan molesto que lo único que podía hacer era sermonear al agente Webster. 
 
-No es mi culpa que no este aquí- se defendió. 
 
-Es tu culpa, porque tú y Hannah la han alcahueteado por años- explicó. 
 
-Creo que ya había quedado establecido que eso ya no se estaba dando- le reveló la Sra. Summers en forma de recordatorio. 
 
-Señor, tiene una llamada del agente Wolf- comunicó el agente Labiorestaux desde el altavoz de la oficina.  
 
-Comunícalo- le ordenó. -Wolf ¿Qué nos tienes?- le preguntó. 
 
-El auto de la agente Scully, lo encontramos abandonado en la plaza Carnegie, como lo demostró el sondeo del satélite- reveló. 
 
-¿Y en las cercanías del Lincoln Memorial?- preguntó la Sra. Summers. 
 
-Encontramos un Mustang negro con evidencia de persecución y choque, creemos que la agente Scully iba a bordo porque encontramos su arma reglamentaria. El auto está a nombre del Dr. Fox Mulder- reveló. -También hay indicios de secuestro y encontramos una aguja hipodérmica, la llevaremos para su posterior análisis- informó. 
 
-Bien, regresen al Centro- ordenó el Sr. Summers que revelaba un gran enfado, la línea se cortó y él miró a quienes le acompañaban en la oficina. Después de tantas oportunidades dadas, ella volvió a romper las reglas. 
 
-Eso no demuestra que haya regresado con el Dr. Mulder- explicó el agente Webster. 
 
-¡No la defiendas!- le gritó. 
 
-Debemos calmarnos- le pidió la Sra. Summers manteniendo la cordura. -Es evidente que ha sido secuestrada y debemos encontrarla- expresó. 
 
-Estamos en blanco, no sabemos lo que realmente ocurrió- expresó el agente Webster. 
 
-¿Y si esto es un plan para que creamos que ha sido secuestrada?- preguntó el Sr. Summers. 
 
-No llegaría a tanto, conoce los riesgos- explicó el agente Webster. -Es más factible pensar que secuestraron al Dr. Mulder. 
 
-¿Por qué motivo?- preguntó el Sr. Summers. 
 
-Es uno de los psicólogos más importantes de la ciudad, su último libro ha sido un best seller por el cual ha amasado cierta cantidad de dinero- informó. -Es posible que Dana se haya encontrado en el medio de todo por estar en el lugar menos indicado con la persona menos indicada. 
 
-No creo eso- manifestó la Sra. Summers, -con todo lo que está ocurriendo, nadie se atrevería a secuestrar a alguien como el Dr. Mulder; no lograrían llamar a la atención. En todo caso, la persona que estuvo con la compañia menso indicada en el lugar menos indicado, fue el doctor. 
 
-Dana no tiene enemigos, si es lo que tratas de decir- expresó el agente Webster. -Jamás la han identificado en alguna misión; se ha mantenido en muy bajo perfil por años. 
 
-¿Y si esta vez no es así?- preguntó el Sr. Summers. -Todo es posible. 
 
-Señor- se escuchó la voz del agente Labiorestaux en el alta voz, -el Sr. Webster está aquí- informó. 
 
-Envíalo a la oficina de la Sra. Summers, iremos para allá en un momento- expresó. 
 
-El Sr. Webster va camino a su oficina, señor- informó. 
 
-Gracias Labiorestaux- expresó contrariado y miró al agente Webster. -Vuelve a Investigaciones y averigua dónde rayos está Scully- le ordenó. –Y que no se entere Phillip. 
 
-¿Por qué?- preguntó confuso. 
 
-Porque no- contestó, -ahora vete. 
 
El agente Webster miró con duda al Sr. Summers y se incomodó con la orden. Era evidente para él que el esposo de su prima no estaba dispuesto a informarle los últimos acontecimientos en El Centro a su tío, el Sr. Webster; lo cual lo interpretó como algo demasiado inapropiado. Quería mantener el control en todo, incluso mintiéndole hasta al mismo Sr. Webster.  
 
 
El Centro 
Datos. 
 
Nuevamente la vio entrar a un área que su nivel de operaciones no le permitía ingresar. La siguió despacio por las hileras de las grandes máquinas y la observó con un panel blanco muy distinto a los usados en El Centro. Cuando se acercó a ella y la confrontó frente a una de las maquinas, ella no pudo más que mantener la serenidad. 
 
Le quitó el panel de las manos, ella no protestó, ni siquiera se lo impidió. Tenía una mirada tan impasible que hasta a él le sorprendía. Observó con atención la información que guardaba el panel y que ella había sacado de una de las maquinas. Se sorprendió al ver que eran las agendas del Sr. Summers y la Sra. Summers. 
 
-¿Por qué tienes esto?- le preguntó. 
 
-No puedo responderte- expresó templada.  
 
-Para algo debes querer esta información- reveló. -¿Qué me estás ocultando?- le preguntó. 
 
-¿Qué crees tú que sea?- le preguntó mirando al vacio, ni siquiera se atrevía a mirarlo a los ojos. 
 
-Eres una espía- manifestó. 
 
-Tú también lo eres- le recordó. 
 
-No espío a las personas para las cuales trabajo- aclaró -y específicamente eso es lo que tú estás haciendo. ¿Por qué?- le preguntó. 
 
No contestó, no tenía por qué hacerlo. Simplemente se limitó a mirarlo con impavidez y ella podía ver la insistencia en sus ojos, pero aún así no contestó. 
 
-¿Por qué?- volvió a preguntar con un aire de decepción en su voz y le tocó el rostro, lo acarició y ella cerró los ojos al sentir esa caricia tan cálida. -No me hagas esto, Kaoru, tú no- le pidió. 
 
-Dame tiempo- le pidió. -Te prometo que lo entenderás todo- expresó. 
 
-¿Entender qué?- le preguntó y ella no contestó. -Si en setenta y dos horas no me das una respuesta, te delataré con los Summers- informó. 
 
-Me parece justo- le acarició la mano y se retiró. 
 
Miró el extraño panel con extrema confusión, era bastante parecido a los del Centro pero su programa de recopilación de información era mucho más sofisticado; se percató de ello cuando intentó acceder al sistema y el programa se lo impidió. Apenas podía leer el archivo donde estaban recopiladas las agendas de los Summers. 
 
Estaba sumamente perturbado. Ella lo había engañado por mucho tiempo y le incomodó saber que no se había dado cuenta de ello antes; había caído en su juego como un estúpido y se sintió completamente iracundo. El era tan correcto, tan calculador y frío que jamás se había dejado llevar por sus deseos, pero Kaoru Kawasaki había podido atravesar esa cerca que él mismo había levantado y eso fue lo que más lo había lastimado, porque aunque no lo expresara, él se había enamorado de ella. 
 
 
Isla Vinalhaven 
A dos kilómetros de la playa. 
 
Despertó despacio, sus ojos no podían distinguir lo que se encontraba a su alrededor. La cabeza le daba vueltas, el cuello le dolía y sentía un extraño sabor amargo en su boca. Logró incorporarse un poco y se encontró en medio de lo que parecía ser una pequeña bodega, sucia y muy húmeda; apenas iluminada por una bombilla alargada. 
 
-¿Cómo estás?- le preguntó el Dr. Mulder. 
 
Ella se giró y lo vio detrás de él, sentado y apoyando su espalda de la pared que se encontraba al fondo de la habitación. A pesar de la herida de su cabeza parecía estar bien, pero se acercó de prisa a él para comprobarlo ella misma. 
 
-Estoy bien- le dijo él respondiendo a las preguntas internas de la agente Scully. -Ahora respóndeme tú- le pidió. 
 
-Estoy bien- expresó, él pudo verla preocupada. -¿Te inyectaron algo?- le preguntó. 
 
-Sí, desperté hace un par de minutos- respondió. -Pero no he visto a nadie si es lo que quieres saber- indicó. -¿Qué crees que pase?- le preguntó. 
 
-No lo sé- respondió y despacio se puso de pie. -Es todo tan confuso- revisó el interior de los bolsillos de sus pantalones. -Me quitaron el móvil y mi arma. 
 
-Hicieron lo mismo conmigo- informó. 
 
A través de una alta ventana con barrotes incrustados se podía escuchar lo que parecía ser el sonido del mar y gaviotas volando. La gente Scully no alcanzaba y el Dr. Mulder se paró para mirar hacía afuera. Aun así lo único que pudo ver fue puros arbustos y plantas. 
 
-Está oscureciendo- anunció el Dr. Mulder preocupado. 
 
La agente Scully agradeció que no le hubieran quitado el reloj, oprimió el botón de las manecillas y el reloj pasó a lo que parecía ser una brújula digital. 
 
-Estupendo- cantó el Dr. Mulder y la agente Scully sonrió. 
 
-No nos va a servir de mucho- expresó la agente Scully. -Dice que estamos en el este. ¿Pero en el este de qué? 
 
-La brisa viene del sur, es probable que estemos en las islas cercanas al pueblo de Augusta- comentó. -Entre Belfast y Rockland- la agente Scully lo miró con sorpresa. -¿Qué? 
 
-Olvídalo- le pidió y se tocó el cuello, sintió una especie de venda en la parte trasera de su cabeza. -¿Qué demonios?- giró hacia el Dr. Mulder. -¿Puedes ver qué tengo?- preguntó. 
 
El Dr. Mulder se acercó a ella y le bajó el cuello de la camisa que llevaba; en su cuello había una diminuta venda blanca que él pudo retirar con facilidad. Lo que vio fue una especie de cicatriz bastante reciente. El volvió a cubrirla con la venda. 
 
-Al parecer te cortaste, pero es muy larga- le informó. -Supieron curarte. ¿Por qué no lo hicieron conmigo?- y la agente Scully le miró alarmada. -¿Qué sucede? 
 
-Me extrajeron mi segundo rastreador- le dijo anonadada. 
 
En ese momento la puerta de metal de aquella bodega se abrió y ante ellos aparecieron dos tipos bastante desconocidos. Detrás de ellos apareció alguien que para la agente Scully pareció ser un fantasma. 
 
 
El Centro 
Área Investigaciones. 
 
Marcus y Rachel Webster se movían alrededor de la mesa en la cual estaba sentado el agente Rivera. Estaban contrariados, preocupados y bastante confundidos. La agente Webster hablaba de modo histérico por su móvil y de repente lo lanzó contra una de las puertas de cristal haciendo que esta se rompiera dejando a todos sumamente atónitos.  
 
-Ni Edward ni ninguno de los miembros del equipo Omega han regresado- informó frustrada. -Y eso no me gusta. 
 
-Ya veo- expresó su hermano que miraba la puerta de cristal azorado. 
 
-Y tampoco aparecen en el Sistema. El satélite no puede rastrearlos, está pasando como con Scully- informó el agente Rivera.  
 
-¿Y los rastreadores secundarios?- preguntó el agente Webster.  
 
-Pues el de Scully la coloca en: China, Alemania, Brazil, etc., etc., etc. Lo mismo pasa con el de Wolf y los demás miembros del equipo Omega, lo que demuestra que se los han extraído y han bloqueado los relojes de localización- comunicó. 
 
-Marcus, donde está Scully está Edward. Todo se relaciona- comunicó la agente Webster. 
 
-Webster- le llamó el agente Labiorestaux cuando entró a la oficina de Investigaciones. -Alexa desea hablar contigo. 
 
-No puedo ahora- dijeron al unísono los hermanos Webster. 
 
-Me estoy dirigiendo a Marcus- expresó extrañado al precaver que llamaba por su nombre a uno de los miembros de la alta elite del Centro. -Quiere decirte algo con respecto a Scully- y el agente Webster miró a su hermana. 
 
-Quédate con Rivera y sigue con la búsqueda- le pidió, -regreso en un par de minutos- expresó. 
 
Su hermana asintió y el agente Webster la dejó en compañía de los agentes Labiorestaux y el agente Rivera. Se encaminó al área de Enfermería de la institución, esperó encontrarse con la Dra. Bennedetty para que ella le informará dónde se encontraba la agente Illianof; pero al no encontrarla por ningún lado, tuvo que preguntarle a uno de los enfermeros en que habitación se encontraba la agente que buscaba. 
 
Se encaminó por uno de los pasillos estrechos de la Enfermería y al girar a la izquierda, al fondo encontró una puerta eléctrica que se abrió inmediatamente él se colocó frente a ella. Al fondo de aquel cuarto blanco se encontraba la agente Illianof, recostada mientras una enfermera revisaba sus signos vitales y le administraba un nuevo suero para hidratarla. Su última crisis le había hecho perder el conocimiento y le había provocado fiebre. 
 
El se acercó a la cama, la enfermera al verlo salió deprisa y la agente Illianof que al sentirlo abrió sus enormes ojos azules y le sonrió. 
 
-Que bueno que viniste- le dijo. 
 
-No debería estar aquí; tú deberías descansar- le recomendó. 
 
-Tengo mucho tiempo para eso, primero debo decirte algo- aclaró. 
 
-Labiorestaux me dijo que tiene que ver con Scully- la agente Illianof asintió con debilidad. -¿Qué es?- le preguntó. 
 
-Ha sido secuestrada- le informó. 
 
-Eso lo sé- le dijo. 
 
-Y el Dr. Mulder junto con ella. 
 
-Eso también lo sé. 
 
-Los Summers no están contentos con eso- expresó y el agente Webster asintió. -Wolf y el equipo Omega no han regresado- informó. 
 
-¿Cómo sabes eso?- le preguntó asombrado. -Llevas toda la tarde aquí, el equipo Omega salió después de que ingresaste a la enfermería- la agente Illianof le calló al ver su conmoción. 
 
-Corren peligro, deben ser rescatados- comunicó. -Franco los tiene- informó. 
 
-¿Franco? 
 
-Eduardo Franco- respondió. 
 
-Illianof, eso es imposible- expresó incrédulo. -Scully mató a Franco hace cuatro meses ya- le recordó. 
 
-Eso creímos todos- aclaró, -pero nos equivocamos. Scully no mató a Eduardo, mató a Matías, su hermano gemelo, y Eduardo logró identificar a Scully y por eso la ha secuestrado- podía ver la incredulidad en la mirada del agente Webster 
 
-No existen datos que indiquen que Eduardo Franco haya tenido un hermano gemelo- manifestó. 
 
-Porque Eduardo no es el único de los Franco que trabaja para organizaciones terroristas, Matías también lo hacía; ambos fungían como la misma persona. Así trabajaban- comunicó. 
 
-Necesito más que palabras- expresó contrariado. 
 
-Bennedetty jamás puso en duda mis palabras. Ahora que él no esta debes hacerlo tú- le pidió y le tomó de la mano. -Tienes que creerme, es la única forma de salvar a Scully y Wolf, y también al Dr. Mulder. Además hay que detener a Eduardo, él es el responsable de las explosiones en la ciudad- le informó. 
 
-¿Cómo?- preguntó alarmado. 
 
-Lo está haciendo sólo por venganza personal, no tiene que ver con ninguna causa patriótica absurda- le aclaró conmocionada. 
 
-Puede que te crea- expresó asombrado, -pero aún así no podríamos encontrarlos. El satélite no rastrea el ADN de Scully y mucho menos el de Wolf y les han sido retirados sus rastreadores secundarios; cabe también la posibilidad de que no estén en el mismo lugar- manifestó. 
 
-Donde está Scully, está Wolf y también Eduardo, estoy segura- expresó. -La cruz te llevara a ellos- le dijo. 
 
Ella de repente quedó inconsciente y el aparato que vigilaba sus signos vitales comenzó a pitar, el agente Webster lo miró y se percató que el corazón de la agente Illianof había dejado de latir. Un equipo medico entró a la habitación y alejaron al agente Webster de la cama para darle compresiones al corazón débil de la agente y más tarde acudieron al desfibrilador. En medio de todo ese caos médico, el agente Webster recordó las últimas palabras de la agente Illianof. 
 
-La cruz te llevará a ellos- recordó para sí en voz baja. 
 
Al caer en cuenta de lo que le decía y al ver que el corazón de la agente Illianof volvía a latir, él salió disparado de la Enfermería en dirección a Sistemas con la idea de que muy pronto encontrarían a los agentes y al civil perdido.  
 
Continuara… 
 
*- Hilo del destino, de Rovi Adams. 
**- El poema de la lluvia triste, de Mago de Oz.  

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