Nombre del Fanfic: Mundos Distintos

Capitulo: XXVI

Autor: NikkyScully

Dedicado a: Disclairmer: Después de tantos años quién duda que Mulder, Scully y Krycek le pertenecen a CC. 
Clasificación: Pos es alternativo con mucho angts y es MSR. Al fin ya supe la claificación jejeje.  
Dedicatoria: A Rovi, la increible beta de esta historia, sin ti tal vez este fic no hubiera llegado a los foros. A Ana y a Vania, su apoyo es muy importante para mi. A cada una de las chicas y chicos que me han escrito en todos los foros que esta historia esta siendo publicada y han dejado verdaderas palabras de aliento y apoyo, las cuales me hacen seguir; por ustedes el espiritu x-philo sigue más que vivo. Gracias. 
Ya saben muchos feedback, son el alimento de mi alma.

Clasificacion: Touchstone

Traducido por:

Romance: on

Accion:

Aventura:

Suspenso:

Terror:

Universo Alterno: on

Angst / Drama: on

Humor:

Crossover:

Crossover con:

Fanfic: Carolina del Norte 
Martha Vineyard´s 
 
Era incomprensible tener frente a él a alguien que pudiera tener alguna relación directa con su desaparecida hermana. Ni siquiera pudo hablar y la veía moverse en aquel salón con total tranquilidad, tocando todo lo que le rodeaba. Le vio sonreír cuando tocó el viejo televisor que aún conservaba la familia Mulder. 
 
-Y bien agente, ¿qué me tiene que decir?- le preguntó con una expresión de total incomprensión. 
 
-Su hermana fue secuestrada hace más de veinticinco años, jamás la encontraron- expuso la agente Illianof que dejó de escudriñar todo para concentrarse en la expresión del Dr. Mulder. 
 
-Eso es del conocimiento de todos los que me conocen- reveló el Dr. Mulder. 
 
-Su padre tuvo que ver con ese secuestro- dejó ver la agente Illianof con frialdad. 
 
-Eso es imposible- negó el Dr. Mulder, -mi padre no sería capaz de algo así. 
 
-Claro que sería capaz, sobre todo porque pensaba que su hija no era su hija legítima- explicó. 
 
-¿Sabe usted que está ofendiendo indirectamente a mi padre delante de mí?- le preguntó el Dr. Mulder molesto. 
 
-Dr. Mulder, su hermana era una niña increíble- expresó, -tenía grandes habilidades, y su padre tenía conocimiento de ello. El gobierno ofreció una gran suma por su hermana y William Mulder no se resistió a ello. La noche que supuestamente los extraterrestres se llevaron a su hermana, su padre estaba cumpliendo el compromiso que tenía con las altas esferas del gobierno interno estadounidense- expresó trayendo a su memoria esa fatídica noche.  
 
-Está mintiendo- negó. 
 
-Deje de decir eso- le pidió. -Usted sabe que tengo razón porque siempre lo ha sospechado, sólo quería que alguien se lo confirmara. ¿O estoy equivocada?- le preguntó. 
 
-¿Por qué?- preguntó indignado con su padre. 
 
-La avaricia de los hombres no tiene límites, Dr. Mulder- explicó la agente Illianof. -Y si su padre pensaba que la niña no era su hija, eso le permitía venderla al gobierno. 
 
-Mi madre no pudo haber permitido tal cosa. Si mi padre pensaba que ella no era su hija, mi madre debió protegerla- expresó el Dr. Mulder. 
 
-Su madre siempre ha sido una mujer débil y temerosa- explicó. 
 
Tenía más que razón; las dudas de William Mulder y la debilidad de Teena Mulder fueron las causas de que su hermana no estuviera con ellos en ese momento. Samantha Mulder había desaparecido sólo porque representaba la vergüenza de un hombre, una vergüenza que se volvió una gran oportunidad monetaria para él.  
 
-¿Qué pasó con Samantha?- preguntó desesperado. -¿Qué pasó después del secuestro? 
 
-Samantha Mulder pasó a ser propiedad del Sindicado, una vieja organización de investigación financiada por la CIA- contestó. -Su hermana fue parte de un proyecto sobre telequinesis y rastreo sensorial- narró. -Durante quince años fue sometida a innumerables pruebas, pruebas que aumentaron en gran proporción su don. 
 
Veía en su mente las pruebas, los juegos que le hacían a su mente. La necesidad imperiosa de quienes la estudiaban de saber cómo podía hacer lo que hacía. Recordó lo sola que se sintió a lo largo de esos años, cómo olvidó a los suyos, cómo dejó de ser niña para convertirse en el juguete de un científico sin alma y corazón. Cómo pasó a ser una máquina de números y probabilidades.  
 
-Cuando dice telequinesis no me está diciendo nada- expresó el Dr. Mulder confuso. 
 
-Su hermana podía ver el futuro- manifestó finalmente y el Dr. Mulder tomó asiento ante su sorpresa. -Usted lo sabía porque para usted y su hermana esa habilidad era parte de sus juegos infantiles. 
 
-Había llegado a pensar que sólo eran vagos recuerdos de mi niñez- dijo ido y le miró. -¿Sigue siendo parte de tal proyecto?- preguntó.  
 
-El proyecto cerró después de que el gobierno determinó que las investigaciones eran inservibles, significaban un gran costo- contestó, -y con ello su hermana quedó sin rumbo- reveló y recordó como la dejaron al cuidado de otros desconocidos.  
 
-¿Por qué no la dejaron volver con nosotros?- le preguntó y la agente Illianof no contestó. -Agente- le llamó. 
 
-Era imposible, ella había perdido todo contacto con el mundo exterior. No conocía nada, no recordaba nada y el gobierno determinó que lo mejor para ella era que continuara siendo parte del gobierno interno- explicó. 
 
-¿De qué modo?- preguntó preocupado. 
 
-Trabajando para la CIA- contestó. -Su habilidad de telequinesis era valiosa y al trabajar para la CIA le daba ventaja sobre otras organizaciones de espionaje- reveló. 
 
-¿Samantha es agente, también?- preguntó anonadado. 
 
-Sí, lo fue- reveló. 
 
-¿Cómo qué lo fue?- preguntó confuso. 
 
-Samantha Mulder murió el día que entró a la agencia- contestó y se acercó a él, se arrodilló frente al Dr. Mulder y puso el llavero entre sus manos. -Ella llevaba esto entre las manos el día que la sacaron de su casa, jamás se ha separado de él y ha sido el ancla que la ata a su pasado. Este llavero es su único recuerdo. 
 
-Entonces está viva- exclamó con emoción. 
 
-No como Samantha Mulder- explicó, -sino como otra persona- declaró. 
 
-¿Quién?- preguntó. 
 
-Yo- contestó. 
 
Su mirada azul revelaba su gran verdad, aún así él no pudo creerle. Se puso de pie y le miró enormemente confuso. El pensó que ella estaba ahí para engañarlo, para jugar con él como lo habían hecho otros y eso era de muy mal gusto, sobre todo porque la memoria de su hermana no era para juegos. Ella intentó tocarlo pero él no la dejó. 
 
-Le suplico que se largue de mi casa- le pidió. 
 
-No puedo- expresó, -no hasta que lo entiendas todo. 
 
-No necesito entender nada- expresó. 
 
-Me miras como si fuera una mentirosa- dilucido. 
 
-Usted lo es- exclamó. -Viene aquí a decirme qué fue lo que ocurrió con mi hermana y luego me dice que usted es Samantha- expresó enfadado. -Eso es jugar sucio. 
 
-No es jugar sucio, te estoy diciendo la verdad- aclaró. -Soy Sam, tu hermana, la única. Tú me regalaste ese llavero cuando cumplí ocho años, ¿recuerdas?- señalo. 
 
-Es una copia- discutió y se tocó las sienes con las manos. -Esto es ridículo- expresó, -por favor, váyase- señaló la puerta. 
 
-¿Prefieres seguir pensando que estoy muerta a creer que estoy viva y frente a ti?- le preguntó consternada. 
 
-¿Cómo quiere que le crea si hasta la mujer que amo me mintió?- preguntó molestó. 
 
-Ella te mintió porque quería protegerte, te lo dijo- le recordó. -Corrías peligro en ese momento y debía dejarte- narró. 
 
-Ambas fueron cortadas por la misma tijera- exclamó. 
 
-Sí, ambas queríamos lo mejor para ti, lo seguimos queriendo- explicó y el Dr. Mulder le tomó de los hombros. -No, por favor Fox, escúchame. 
 
-¡Largo!- gritó al escuchar su nombre de pila, eso había sido la gota que derramó el vaso. 
 
La llevó hasta la puerta y la abrió, pero la agente Illianof logró soltarte y se aferró a un mueble. El Dr. Mulder volvió a acercarse a ella y la tomó de la muñeca. 
 
-Cuando tenía cuatro años venimos aquí a pasar el verano- se sostuvo del suéter del Dr. Mulder y él se detuvo, -estaba en un columpio y me caí, me rompí la clavícula ¿lo recuerdas?- le preguntó casi al borde del llanto. 
 
-Eso está en el record médico de mi hermana- le recordó. -No trate de engañarme, no soy un estúpido.  
 
-Pero en el record médico no aparece que tú me empujaste del columpio para gastarme una broma- le recordó. 
 
El Dr. Mulder se alejó de ella, estaba anonadado con la revelación. Lo que ella le había dicho era una anécdota de su niñez que apenas era conocida por su propia hermana; nadie lo sabía porque había quedado como un secreto entre ellos. Alexa Illianof no había podido saber eso a menos que fuera la verdadera Samantha Mulder. 
 
-Te pusiste nervioso y me pediste que no le dijera nada a papá ni a mamá para que no te castigaran, y no les dije - recordó. -Estabas tan agradecido conmigo que me comprabas un helado todos los días; una chantaje que me encantó- expresó entre la alegría y la melancolía.  
 
-Sam- le llamó y con titubeo se acercó a ella. -¿Eres tú?- extendió su mano y la agente Illianof la tomó. 
 
-Sí, soy yo- asintió. 
 
Se abrazó a él como lo había esperado después de tantos años. Lloró sobre su hombro las lágrimas que no había podido llorar y finalmente recordó los momentos maravillosos de su niñez. El Dr. Mulder la agarró fuertemente, sorprendido por encontrarse abrazando a su hermana desaparecida. Después de años de búsqueda podía sentirla y tenerla cerca como siempre quiso.  
 
Rompieron el abrazo y él le acarició el rostro estupefacto ante lo que veía, era ella, aunque no se parecía en nada a la Samantha adulta que en su mente imaginó por años. Era una Samantha tan distinta que si no hubiera tenido la certeza de que era ella, no lo hubiera creído después de tan increíble revelación. 
 
-No puedo creerlo- expresó él sorprendido. 
 
-Créelo, soy yo- le aseguró. -En carne y hueso- él le tocó el pelo confuso ante el color negro que tenía y esos enormes ojos azules que no eran parte de los rasgos de los Mulder. -Con unas cuantas modificaciones genéticas- aclaró divertida al ver su consternación, él también sonrió.  
 
-¿Por qué nunca nos contactaste después de tanto tiempo?- le preguntó. 
 
-Porque no recordaba nada de mi pasado hasta que conocí a Scully y años después te vi en su futuro- reveló sosteniéndolo de las manos. -Verte me devolvió todo lo que había olvidado de mi pasado, Scully me llevó hasta a ti- narró. 
 
-¿Ella sabía que tú…? 
 
-No, hasta hace dos días- contestó. -Fue una gran sorpresa para ella, por eso te contactó ese día en la plaza Carnegie; quería contártelo todo- enunció. 
 
-Es una pena que ya no pueda compartir esto con ella- expresó triste. 
 
-Aún estás a tiempo- su hermano le miró confuso. -Es hora de que salgas a la luz, Fox. Ya no es necesario que vivas en las sombras, es momento de continuar- dijo con misterio.  
 
El sin duda quedó sorprendido, las habilidades de su hermana eran increíbles. En su mirada revelaba que sabía todo con respecto a su hermano y que no era necesario ser esquivo con ella. Le hizo caso y tomó el teléfono mientras llamaban a la puerta de la casa y la agente Illianof acudió a abrir. Mientras el Dr. Mulder reservaba un boleto de avión, la agente Illianof recibía de modo cariñoso en el interior de su antigua casa al agente Labiorestaux. La familia Mulder, a pesar del trágico pasado, nuevamente estaba unida. 
 
 
 
Día siguiente 
Washington DC 
El Centro 
 
El Sr. Summers había recibido órdenes estrictas desde la sede de la CIA. Todas las misiones del El Centro debían ser canceladas hasta nuevo aviso y los agentes debían permanecer en las instalaciones. Era una contingencia de nivel uno sin motivo alguno, todo eso le daba que pensar a él y a su señora esposa. 
 
El y la Sra. Summers, a pesar de todo, conversaban de algo que no tenía nada que ver con lo que estaba ocurriendo. Ella había estado investigando con respecto al perfilista estrella de Los Complejos, pero sus investigaciones no la habían llevado a ningún lado. El Sr. Doggett y la Sra. Reyes, a su pesar y frustración, escondían con verdadero recelo la identidad de ese perfilista que le tenía la vida hecha cuadritos a los Summers. 
 
Desde la oficina del Sr. Summers, ambos podían ver gracias al amplio ventanal el salón principal de la institución; el cual daba paso por distintos pasillos a todos los niveles del edificio subterráneo. Por una de las entradas vieron entrar a la Sra. Reyes y al Sr. Doggett. Confusos de verlos allí, vieron como la Sra. Reyes levantaba la cabeza y les saludaba con cortesía. 
 
No se hicieron esperar para no aparentar ser descorteses. Bajaron de la oficina para ir hasta aquel amplio salón y saludaron a los recién llegados a pesar de no entender porque se encontraban allí. 
 
-Mónica, John ¿qué hacen aquí?- les preguntó la Sra. Summers después de haberlos saludado. 
 
-Nosotros también nos hacemos esa pregunta- expresó el Sr. Doggett. -Phillip nos citó aquí, pero no dijo para qué- aclaró. 
 
-Pues debe haber alguna explicación- agregó el Sr. Summers. -Después de todo nos ordenó una contingencia nivel uno y tampoco dio razón para ello. 
 
En ese instante por el pasillo principal entraron al gran salón el Sr. Webster y la agente Kawasaki acompañados por un hombre que todos en aquel salón conocían, a pesar de que algunos de ellos jamás lo habían visto en persona. Los recién llegados se detuvieron frente a los jefes de El Centro y Los Complejos.  
 
El misterioso caballero que los acompañaba observó todo a su alrededor y miró con especial interés a la Sra. Summers, que no entendía qué hacía ese sujeto en un edificio en que se suponía no debía de estar. Poco a poco todos los miembros de El Centro se congregaron allí y Phillip Webster se mostró enteramente complacido. 
 
 
 
San Diego, California 
 
A varios kilómetros de San Diego, en un pequeño pueblo de menos de 100 habitantes, los Scully poseían una finca de amplios terrenos para la cría de caballos, una pasión desarrollada por William Scully, quien compró la finca y después de su muerte pasó a manos de su hijo mayor, Bill Scully. 
 
La familia se reunía de vez en cuando en aquel maravilloso lugar de amplias praderas, frondosos arboles y clima esplendido. Dana Scully se resguardaba del mundo acompañada por su hermano Charles Scully que había llegado a San Diego sin saber que vería a su hermana menor en la finca familiar. No hablaban del trabajo, era una regla impuesta entre ellos, sobre todo porque Charles Scully sabía que por el trabajo su hermana ya no era la niña risueña, juguetona y marimacho que conoció una vez. 
 
Ambos estaban cerca de las caballerizas, en uno de los cercos puestos cerca de la gran casa familiar. Dana Scully hacía correr el caballo que una vez perteneció a su hermana. Era impresionante ver aquel animal, montada sobre él podía recordar a su hermana y la libertad que ésta sentía cuando corría montada en él.  
 
Charles Scully enganchado en el cerco vio a su hermano mayor acercarse a ellos montado en otro caballo. Su hermana detuvo la marcha al verlo, se preparaba para escuchar los gritos y recriminaciones de su hermano mayor. Aún así nos los hubo, solamente Bill Scully le otorgó una mirada llena de rencor a su hermana y continuó su camino. El no tenía intenciones de hablarle porque no tenía intenciones de perdonarla o de pedirle perdón. 
 
Dana Scully debió haber llorado ante la actitud de su hermano mayor, pero no lo hizo, ya había llorado demasiado a lo largo de esos dos años en los cuales Bill Scully siempre le reprochó. Ya no le quedaban lágrimas y, aunque las tuviera, no quería derramarlas; la testarudez de su hermano no lo valía. Continuó cabalgando en el caballo y Charles Scully le brindó una mirada de completo apoyo. La situación ya no tenía ningún remedio, así que lo mejor era que cada uno continuara con sus complicadas vidas.  
 
 
 
Washington 
El Centro 
Salón central 
 
Todos permanecían inmóviles en medio de aquel salón. Los Summers no entendían nada de lo que estaba ocurriendo allí y los jefes de Los Complejos mucho menos. Marcus Webster salió de Sistemas y se acercó a los demás mirando así con suma curiosidad al sujeto que acompañaba al Sr. Webster. Kaoru Kawasaki notó la mirada penetrante del agente Kunimitzu sobre ella y sólo pudo mirarlo ligeramente para luego volver a concentrarse en la escena. 
 
-Que bueno que todos están aquí- exclamó el Sr. Webster. 
 
-Phillip ¿qué sucede?- preguntó confuso el Sr. Summers. 
 
-He venido a hacerles un anuncio- comunicó y con suma atención su hija le miró. 
 
-¿Qué anuncio?- le preguntó el Sr. Summers curioso. 
 
-Primero que nada quiero saber qué hace ese hombre aquí- señaló la Sra. Summers. -No debería estar en este lugar y menos contigo, padre- expresó finalmente. 
 
-El Sr. Mulder esta aquí porque es el jefe de Supervisión de la CIA- reveló. 
 
El Sr. Doggett y la Sra. Reyes quedaron asombrados ante la revelación y en ese instante supieron que su secreto ya no debía permanecer oculto. Los Summers no cabían en el asombro, el Sr. Summers le pidió una explicación a la Sra. Summers con la mirada, una explicación que ella no tenía. 
 
-Eso es imposible- habló el Sr. Doggett, -Mulder es nuestro perfilista, pertenece a nuestro proyecto de integración de civiles a la organización- expuso. 
 
Cuando la Sra. Summers escuchó al Sr. Doggett quedó consternada ante tamaña revelación; después de tantas investigaciones y estudios fallidos, el perfilista de Los Complejos estaba más cerca de ellos de lo que hubiera podido imaginar. Tal falla, al no preverlo, le molestó; estuvo a punto de matarlo y por Dana Scully no lo hizo. Se odio a sí misma por ello; aunque aún así no entendía por qué su padre había dicho que el Dr. Mulder era jefe de Supervisión cuando se suponía que era solamente un mero perfilista. 
 
-Eso en realidad, no es así- aclaró el Sr. Webster. -El Sr. Mulder ni siquiera es civil- explicó, -pertenece a la CIA desde hace nueve años- anunció. 
 
El Sr. Summers estaba confundido, unos decían una cosa, y otros decían otra. Pero lo que más le confundía era que el Dr. Mulder no decía ni medía palabra, como si la lengua se la hubieran comido los ratones. Empezó a reírse con ironía ante el cuadro, todo le parecía absurdo y ridículo. 
 
-Esto es una broma de muy mal gusto- comentó.  
 
-Creo que es algo más serio de lo que usted cree, Sr. Summers- expresó el Dr. Mulder hablando por primera vez desde su entrada al Centro. 
 
-Nos engañaste- expresó la Sra. Reyes al entenderlo todo, era más perspicaz que todos los que estaban allí y sí entendía porque el Dr. Mulder se encontraba frente a ellos. -Te hiciste pasar por un simple civil para entrar en nuestro circulo. Como jefe de Supervisión era lógico que nos mostráramos dudosos ante ti; aparentando ser ese civil con grandes dotes y que lograba maravillarnos, pudiste acercarte a nosotros sin que sospecháramos de tus verdaderas intenciones- disertó. 
 
-¿Y cuáles son mis verdaderas intenciones Mónica?- le preguntó esperanzado con sus palabras. 
 
-Investigarnos y saber cuál de nosotros estaba usando su cargo dentro de una de las organizaciones para otros fines- contestó dolida porque al final de cuentas ella le había dado su confianza y él no había sido sincero con ella y con el Sr. Doggett. 
 
-Siempre me has sorprendido- expresó jactancioso, pero ella tuvo que reprimir el deseo que le pedía que lo matara. -No pudiste ser más explicita. 
 
-Nos usaste- expresó el Sr. Doggett.  
 
-Necesitaba ganarme su confianza, presentándome como jefe de Supervisión no lo iba a lograr. Ustedes necesitaban alguien que le diera las armas necesarias para poder combatir contra los jefes del Centro y mi aparente estatus como civil, gran estratega y perfilista era lo adecuado para acercarme a ustedes- explicó con total sinceridad. 
 
-Este hombre no puede ser el jefe de Supervisión- intervino el Sr. Summers dudoso. 
 
-¿Acaso alguna vez ha visto al jefe de Supervisión, Sr. Summers?- le preguntó el Dr. Mulder y el Sr. Summers no contesto. -Por supuesto que no, la regla fundamental para el jefe de Supervisión es: No tener contacto alguno con los jefes de las organizaciones de la CIA hasta que sea necesario, por nueve años no tuve esa necesidad- explicó. 
 
-¿Y por qué ahora si?- preguntó la Sra. Summers, se atrevió a rondarlo, cércalo como si fuera una presa. -No, déjeme contestar- le pidió. -Según Mónica salió a luz porque debía investigar cuál de nosotros estaba usando su cargo para otros fines- se acercó a la Sra. Reyes y la miró directo a los ojos. -Se acercó a ellos haciéndose pasar por un civil, integrándose y siendo parte de ese proyecto tan ambicioso del Complejo I e investigarlos más a fondo- expuso, sintiéndose triunfante. 
 
-Eso merece un aplauso- exclamó el Dr. Mulder con cierta diversión, su porte aparentaba ser de un hombre que tenía el suficiente poder como para jugar con la mente de todos los que estaban allí. -Aunque debo aclararle, Sra. Summers, que el Sr. Doggett y la Sra. Reyes no están bajo tela de juico este día. 
 
De un momento a otro se sintió victoriosa, pero las palabras del Dr. Mulder la hicieron retractarse mentalmente. Le miró y supo que se había equivocado, el Dr. Mulder se traía algo entre manos y le molestaba el no saber que era.  
 
-¿Qué quieres decir?- le preguntó el Sr. Doggett sintiéndose traicionado. 
 
-Es cierto que debía investigarlos- les explicó, comprendía que los jefes de Los Complejos no se sentían a gusto con lo que estaba sucediendo. El los había usado y les debía una disculpa. -Hace más de un dos años y medios, el Sr. Webster se acercó a mi solicitando una investigación especial hacia Los Complejos y El Centro. El tenía dudas con respecto a los cuatro y yo debía aclarar cuáles de ustedes eran los malos. Así que, con ayuda de Carl Rogers, mi mentor, logré entrar en el proyecto de civiles de Los Complejos por el simple hecho de que jamás dudé de ustedes; pero debía investigar de cerca esa integridad, porque, no nos engañemos, a veces los buenos no aparentan ser lo que son- explicó y notó la ofensa en los rostros del Sr. Doggett y la Sra. Reyes. 
 
-Podría ir al punto- le pidió el Sr. Summers. 
 
-Descubrí algo interesante- dijo el Dr. Mulder mirando al aparentemente tranquilo Sr. Summers. -El favoritismo del Sr. Webster hacia los jefes de Los Complejos provocó una batalla interna, una batalla empezada por usted, Sr. Summers- señaló. -Quería liderar todos los estamentos de la CIA costara lo que costara, recibía la ayuda incondicional de la mente analítica de la Sra. Summers, que utilizaba tal guerra para vengarse de la Sra. Reyes porque ella una vez tuvo un romance con su esposo. Es increíble que una mente tan maravillosa se deje llevar por unos celos enfermizos dirigidos hacia un hombre que ni siquiera tiene alma- la Sra. Summers lo miró con extremo odio. -Por cierto Sra. Summers, hay muchas horas oscuras en su agenda.  
 
-¿Y quién le dio a usted autorización para ver mi agenda?- le preguntó. 
 
-Soy jefe de Supervisión, tengo todo el derecho y el deber de ver su agenda- explicó seriamente.  
 
-A mí, un civil y psicólogo de pacotilla no me va a asustar- explicó. -Y si es jefe de Supervisión, mucho menos. Jamás le tuve miedo.  
 
-Es mejor que tratemos este asunto en otro lado- sugirió el Sr. Summers; que todos los agentes observaran la humillación a la cual él y su esposa estaban siendo sometidos, le restaba autoridad sobre ellos. 
 
-No, nadie se mueve de aquí. Aquí estamos muy cómodos- exclamó el Dr. Mulder, sabía que tenía a los Summers contra la pared. -Las acciones de ambos no han sido muy acertadas, ¿cierto?- le preguntó, por dentro se estaba divirtiendo enormemente. -En vista de que todas las pruebas apuntaban hacia ustedes, decidí introducir a alguien dentro de sus filas- comentó. -La agente Kaoru Kawasaki, una exportación bastante apreciada por nosotros en la CIA. Japón estuvo de acuerdo en prestárnosla por un año- aclaró. -Y la agente Kawasaki descubrió grandes cosas estando aquí- expuso. -Por ejemplo: Que ustedes ingresaron a las filas de Los Complejos a dos agentes para que espiaran, lograron obtener la agenda de misiones de ambas organizaciones y dicha información se la otorgaron por mucho tiempo a las organizaciones terroristas que Los Complejos intentaban detener, así logrando que las misiones fallaran y obligar al Sr. Webster a quitarle los cargos a la Sra. Reyes y al Sr. Doggett. ¿Estoy en lo correcto o me equivocado?  
 
-Como si fuera novedad lo del espionaje interno- justificó la Sra. Summers. 
 
-Lo que es novedad, Sra. Summers, es que cuando yo descubrí tal hecho, usted le ordenó al agente Krycek matar a la agente Virget para que no hablara cuando se le interrogara- reveló la agente Kawasaki, y la Sra. Summers también le otorgó esa mirada habitual de odio, pero la agente Kawasaki era demasiado inmune a tales miradas. 
 
El agente Krycek quiso salir de la sala, pero los agentes de Supervisión estaban apostados en cada una de las salidas del salón y no lo dejaron pasar. En realidad, era un hecho que todos los miembros de El Centro debían observar todo lo que estaba ocurriendo ese día.  
 
-Tú nos dijiste que Virget era la traidora, ¿por qué no nos dijiste que trabajaba para ellos?- le preguntó indignado el Sr. Doggett. 
 
-Porque era mi deber resolverlo, no dejar que lo resolvieran ustedes- explicó el Dr. Mulder, luego miró a la agente Kawasaki. -¿Qué más descubrió, agente Kawasaki?- le preguntó. 
 
-Que el Sr. Summers sacó a un preso político de una de las cárceles privadas del país y le prometió la libertad si mataba a la Sra. Reyes- contestó. 
 
En ese momento, la Sra. Reyes recordó aquella noche en la cual casi perdió la vida a manos de un completo desconocido. Intentó golpear al Sr. Summers pero dos agentes de Supervisión la detuvieron y la llevaron de nuevo junto al Sr. Doggett. 
 
-Que irónico ¿no?- comentó el Dr. Mulder. -Yo hubiera esperado eso de la Sra. Summers porque evidentemente ella aborrece a la Sra. Reyes. 
 
-Y supongo que también debí matar a la agente Scully en ese entonces- agregó el Sr. Summers. 
 
-Eso no viene al caso ahora, Sr. Summers- expresó molestó el Dr. Mulder, la memoria de la agente Scully en esos momentos no debía ser profanada. -Sr. Webster, el agente Krycek también es responsable del atentado perpetrado hacia el Sr. Doggett- reveló el Dr. Mulder, -fue una orden directa de la Sra. Summers. 
 
-¿Acaso van a disertar cada uno de nuestros pecados como si fuéramos delincuentes de baja calaña? Eso no es digno, no es correcto, no es lo que dicta el protocolo a seguir- exclamó molesta la Sra. Summers. 
 
-Es cierto, pero ¿cómo puedo llevarme por el protocolo cuando personas que dicen servir a este país utilizan su poder para su propio beneficio? Yo jamás me he llevado por el protocolo- explicó, -pero como jefe de Supervisión debo velar para que las reglas se cumplan, y las reglas dicen que ustedes deben rendir cuentas al comité- expuso el Dr. Mulder con firmeza. 
 
-Lo que hicimos lo hicimos por el bien de la CIA- explicó el Sr. Summers sin importarle las palabras del Dr. Mulder. -Esos que dicen ser jefes de Los Complejos no merecen tal cargo. Son emocionales, débiles y no toman las decisiones como deben ser tomadas. 
 
-Sr. Summers, cuando usted toma una decisión, mueren inocentes. El personal que integraba al equipo Zeta murió por una misión que no debió dársele al piloto de turno, porque evidentemente no estaba en condiciones ese día para volar. Mató a una civil porque esta se involucró con uno de sus operativos, su señora esposa le ordenó al agente Krycek que me infectara con el virus del Cáncer Negro para que la agente Scully me dejara- él miró a la Sra. Summers y le miró con sumo odio, luego se acercó al agente Webster. -Marcus, ¿tú sabias que Melissa Scully murió no por un perfil mal realizado, sino porque a ella y a la agente Scully no le otorgaron la información correspondiente para realizar el perfil?- le preguntó. 
 
-¿De qué estás hablando?- le preguntó confuso el agente Webster. 
 
-Que El Centro sabía de esa emboscada, aún así el Sr. Summers ordenó que la misión se realizara sin importarle la vida de los agentes que ese día estarían en Rusia tratando de cumplir con su trabajo- informó. 
 
El agente Webster no pudo creer lo que escuchaba. Era horrendo saber que la madre de su hija había muerto porque su jefe así lo quiso, por no otorgarles la información debida. El Sr. Summers sólo quería que la misión se realizara, no le importó el costó y eso enfadó enormemente al agente Webster. 
 
-¡¿Cómo pudiste?!- le preguntó furioso. 
 
Al Sr. Summers le importaba un comino lo que sentía el agente Webster, para él el trabajo y la misión era lo primordial y la muerte de Melissa Scully había sido un pequeño costo. Para él, los agentes valían nada. La Sra. Summers empezó a sentirse incómoda con la situación y acudió a tomar asiento, su poder se le esfumaba de las manos. 
 
-Ya casi estamos terminado- informó el Dr. Mulder. -Una pregunta Sr. Summers: ¿Cómo murió el Sr. Bennedetty realmente? 
 
-Usted es el jefe de Supervisión, supongo que leyó el informe ¿por qué no se contesta usted mismo?- le preguntó con altanería e indolencia. 
 
-Yo puedo responder esa pregunta- expresó la Dra. Bennedetty que se encontraba entre los presentes. -Tú sabías que Frank hablaría con Phillip, interceptaste un comunicado que él le envió para que hablaran- se acercó a su hermano y lo encaró. -Engañaste a Frank y lo enviaste a otro lugar para que muriera porque sabías que él estaba enterado de todo con respecto a lo que tú y Hannah hacían en contra de John y Mónica. Entonces, la verdadera pregunta sería: ¿Quién de ustedes mató a Frank?- inquirió.  
 
-Eres demasiado débil para conocer la verdad- reveló fríamente el Sr. Summers y sintió una fuerte bofetada propinada por su propia hermana. 
 
-¡Maldito! ¡Eres un desgraciado!- le gritó y volvió a abofetearlo. -Mereces la muerte. 
 
El Sr. Webster la alejó del Sr. Summers, si continuaba con sus recriminaciones era de seguro que ella misma saliera lastimada. La Dra. Bennedetty comenzó a llorar y el Sr. Webster les ordenó a dos agentes que la sacaran de aquel salón. Todos quedaron sumidos en sus propios pensamientos, el odio, la impotencia, el rencor y la decepción reinaban en el ambiente. 
 
-Los actos cometidos por ustedes han sido deshonrosos para la CIA- comentó el Dr. Mulder y los Summers sólo pudieron permanecer en silencio. 
 
-En vista de esta situación y que ambos deben rendir cuentas frente al comité, me veo en la obligación de retirarle sus puestos dentro del Centro- comunicó el Sr. Webster. 
 
-No puedes hacer eso- exclamó el Sr. Summers. -Sería una insensatez de tu parte quitarnos la dirección del Centro- reclamó. 
 
-Sería una insensatez quedarme tranquilo y dejar que ustedes continúen haciendo lo que se les place- corrigió. -No son dignos. Es el momento de una reorganización, reajuste y remoción de algunos agentes, pero sobre todo de los líderes.  
 
La Sra. Summers se puso de pie, sus ojos estaban inyectados de rabia y se acercó de forma amenazante hacia su padre. El la miraba con frialdad y ella olvidó el respeto y la cordialidad frente a él. 
 
-Me entrenaste especialmente para comandar este lugar e hiciste lo mismo con Andrew- le recordó. -¡Y ahora dices que no somos dignos cuando sólo hicimos lo mejor para El Centro porque así tú lo querías!- le gritó. 
 
-El Centro necesita una comandante no una arpía- le explicó, -ella quiso abofetearlo, pero él se lo impidió. -No puedes hacer nada, he dado una orden. Andrew y tú inmediatamente dejan sus cargos para darle pasos a los nuevos lideres- expuso y soltó la mano de su hija.  
 
-¿Quién es capaz de liderar esta pocilga sin morir en el intento? Sólo Andrew y yo lo hemos podido hacer a lo largo de tres años- le recordó. 
 
-Creo que John y Mónica podrán hacerlo perfectamente bien- anunció. 
 
La noticia a los Summers les cayó como un balde de agua fría, todos quedaron conmocionados, incluyendo a los jefes de Los Complejos. Esperaban todo, menos eso; en realidad convertirse en jefes de El Centro no estaba en sus planes.  
 
El Sr. Summers no soportó todo lo que estaba ocurriendo, había perdido su autoridad, su poder y lo único por lo cual siempre vivió: El Centro. Un desconocido, que reiteradas veces le había pedido a su esposa que se deshiciera de él, le arrebataba su forma de vida.  
 
En un acto desesperado y antes de verse fuera de ese lugar sacó su arma y le apunto al Sr. Doggett. No dudó en disparar, pero la Sra. Reyes en un acto reflejo y sin pensar se interpuso recibiendo el disparo.  
 
Cayó al suelo entre los brazos del Sr. Doggett y el Dr. Mulder volvió a revivir una escena parecida. Un agente desarmó al Sr. Summers que había quedado estático y en shock. La Sra. Summers se volvió a sentar, derramada en llantos y bastante furiosa.  
 
-¡Un equipo médico!- gritó la agente Kawasaki que se agachó frente a la Sra. Reyes.  
 
-Mónica- le llamó el Sr. Doggett desesperado. 
 
-Estoy bien- le dijo ella al abrir los ojos, perdía sangre de su hombro derecho. 
 
-No, estás perdiendo mucha sangre- expresó con miedo y luego miró al Dr. Mulder. -¡Esto es tú culpa! 
 
El Dr. Mulder no resistió las palabras del Sr. Doggett, al sentirse tan mal sólo pudo continuar con su deber. Les ordenó a dos guardias que esposaran a los Summers. El Agente Krycek, al ver lo que sucedía, intentó escapar pero dos agentes de Supervisión lo habían detenido y se habían encargado de esposarlo. 
 
-¡Tú eres un tonto civil! No puedes hacer esto- gritó. -No eres nadie.  
 
El Dr. Mulder estaba demasiado cansado, la escena del disparo, los gritos en el lugar, la conmoción lo que pudieron hacer fue provocar su furia y terminó pagándola con el agente Krycek. Le propinó tremendo puñetazo que logró sacarle otro diente como la vez pasada. El agente Krycek escupió y el Dr. Mulder ordenó que se lo llevaran. En eso, el ya esposado Sr. Summers logró acercarse al Dr. Mulder. 
 
-Me la va a pagar, eso se lo juro- le dijo el Sr. Summers histérico. 
 
-Dudo mucho que pueda hacer algo estando en el reclusorio de la CIA- comentó el Dr. Mulder volviendo a su anterior frialdad. 
 
Los agentes se llevaron a los Summers. Los demás no podían retirarse del lugar, no porque no podían, sino porque ya la situación era demasiado extraña como para poder procesarla con total normalidad. El Dr. Mulder vio como un equipo médico se encargaba de subir a la Sra. Reyes a una camilla, él se acercó a ella y el Sr. Doggett lo recriminó con la mirada. 
 
-Lo siento- se disculpó él. -Sé que no debía ser así- sintió que la Sra. Reyes le tomaba la mano. 
 
-No, pero sólo cumplías con tu trabajo- expresó, olvidando ese rencor que sentía hacia él. 
 
El equipo medico informó que debían llevársela, el Sr. Doggett quiso acompañarla pero el Sr. Webster le pidió que se quedara con él. Aún quedaban cosas por hacer. Ambos caballeros se retiraron y el Dr. Mulder se quedo en medio del salón acompañado por la agente Kawasaki. Lanzó un resoplido de total agotamiento ante los últimos acontecimientos, ambos vieron hacia la oficina del primero al mando y a través de los ventanales pudieron ver al Sr. Doggett y al Sr. Webster. Formalmente, el Sr. Doggett en esos momentos recibía el comando de El Centro. El Dr. Mulder sintió que su misión finalmente había concluido y volvió a mirar a la agente Kawasaki.  
 
Desde Sistemas, el agente Kunimitzu que ahora era el nuevo jefe del equipo Alfa, al ver a la agente Kawasaki se desentendió de todo. Alexa Illianof los observaba con suma atención, y esa vez no cantó nada que se relacionara a la escena que se desarrollaba ante ella.  
 
-Agente Kawasaki, hemos terminado por el día de hoy- le informó el Dr. Mulder y le entregó el panel blanco que traía consigo. -Tendremos una reunión mañana a las siete- le informó. -Quiero un registro de todos los niveles de El Centro. 
 
-Como ordene, señor- notó al agente Kunimitzu sorprendido e inquieto, una expresión que jamás había visto en él. 
 
El Dr. Mulder miró hacia Sistemas, le sonrió a la agente Illianof y ella le devolvió el gesto. Todos, excepto el agente Labiorestaux, se mostraron extrañados y después el Dr. Mulder se retiró acompañado por los demás agentes de Supervisión. La agente Kawasaki entró a Sistemas y se colocó frente al agente Kunimitzu. Lo observó, notó su conmoción al recibir la respuesta silenciosa que tanto anheló de ella. Jamás pensó que la verdad iba a ser tan chocante, tanto, que la negó.  
 
-Hay una junta… 
 
-Ya no trabajo en El Centro- intervino al hablarle en japonés para que nadie allí les entendiera. -Necesito los archivos de los informes de las misiones de este último año del equipo Beta- le pidió. 
 
-Por supuesto, ¿adónde te lo envío?- le preguntó. 
 
-A mi oficina, en el edificio central de la CIA- contestó. 
 
Se quedó estático por unos segundos, pensando en que todo había sido una larga mentira entre ellos. Ella lo utilizó y, peor aún, él se lo permitió porque se dejó llevar por lo que sentía, lo cual le impidió ver más allá de lo que realmente estaba ocurriendo. La agente Illianof que estaba detrás de él le tocó el hombro. 
 
-No la odies- le pidió. 
 
El agente Kunimitzu no dijo nada y se retiró. El móvil del agente Webster sonó y él tardo en contestar, aún no podía entender lo que había ocurrido y cuando contestó el teléfono no dejo de notar que Alyson Hannigan reprimía sus lágrimas; tampoco entendió eso y se avocó a escuchar la voz de su tío del otro lado de la línea. Respondió a sus preguntas con un par de monosílabos y su hermana se acercó a él cuando colgó. Le informó que el Sr. Webster deseaba verlos a ambos.  
 
 
 
Oficina Central de la CIA 
Día siguiente 
Departamento de Supervisión 
 
El Dr. Mulder se sentía extraño en aquel lugar. a pesar de llevar cinco años siendo jefe de ese departamento de la CIA, aún le costaba acostumbrarse; a veces deseaba echar el tiempo atrás y vivir esa doble vida que había llevado por tanto tiempo. El sostenía una extraña conversación con el agente Webster. Marcus Webster aún no podía creer lo fácil que ese hombro los había engañado como a unos niños.  
 
-Es bueno saber que aceptaste ser el tercero al mando de El Centro- comentó el Dr. Mulder al tomar asiento frente al agente Webster. -Frank Bennedetty era muy capaz, tú eres excepcional.  
 
-¿Tienes idea de cómo me siento?- le preguntó el agente Webster sin importarle el tema del cual el Dr. Mulder estaba hablando. 
 
-Sí, la tengo- contestó. -Estás decepcionado y tu orgullo de agente está herido- explicó. 
 
-Tengo una necesidad imperiosa de golpearte- le comentó y le miró de mala manera. 
 
-Hazlo- le pidió. 
 
-Lo haría si no fueras superior a mí- explicó y tomó un sorbo de aquel whisky que el Dr. Mulder le había servido. -¿Enamorar a Dana era parte del plan?- le preguntó. 
 
-No- respondió indignado. -Cuando la conocí yo no sabía que era agente de El Centro- explicó.  
 
-¿Por qué no le dijiste que eras agente de la CIA cuando te enteraste de que ella lo era?- le preguntó. 
 
-Porque mi estatus me lo impedía. El jefe de Supervisión siempre debe permanecer en las sombras. El que yo este hoy, hablando contigo, significa una ruptura completa de las reglas y el protocolo… 
 
-Pero tú jamás te has dejado llevar por eso- comentó irónico y el Dr. Mulder se lo confirmó con la mirada divertida que traía. -Bueno, lamentablemente debo decirte que es una suerte para ti que Dana esté muerta. Porque si ella supiera lo que tú hiciste, no dudaría en matarte. Después de tanto sufrimiento, venir a enterarse que el hombre que amó siempre estuvo al tanto de lo que ella ocultaba y, peor aún, que él también era agente secreto hubiera sido devastador. Todo sucede por una razón- aseguró.  
 
-Ya que nos hemos sincerado ¿por qué no dejas de mentirme?- le preguntó. -Sé que esta viva- aclaró y el agente Webster ocultó su sorpresa. -Los Summers jamás cancelarían a una agente tan preciada como lo es Dana. 
 
-Ella tenía razón- comentó el agente Webster. -Estás completamente mal de la cabeza- reveló. -Dana murió hace una semana en Valhaven, ambos la vimos morir. Pero si tú no estás convencido de ello, ese es tu problema- sentenció. 
 
-Marcus, no me hagas preguntarte y dime dónde está ella- le pidió. 
 
Marcus Webster le miró con misterio y estudió la mirada del Dr. Mulder. Sabía que él no se iría de esa oficina sin saber dónde se encontraba la agente Scully. Estaba enamorado y no se iba a dar el lujo de perder por tercera vez a la mujer que tanto significaba en su vida. Eso le constaba al agente Webster, que se mostraba orgulloso por el importante significado que tenía su grata y fiel amiga para el Dr. Mulder. 
 
 
 
Oficina Central de la CIA. 
Oficina de Kaoru Kawasaki 
 
Tenía tantas cosas que aclarar, a pesar de que estaba al tanto de que él estaba demasiado molesto como para dejarse llevar por el sentimiento que habitaba en ambos. El verlo entrar con su habitual rostro inexpresivo y su porte glacial le hizo entender que le iba a dar mucha batalla tratar de derribar esa pared que él había vuelto a fabricar.  
 
Caminó alrededor de él, absorbiendo a través de sus fosas nasales ese Polo Black que anteriormente podía oler en su propia piel. Le miró a los ojos y él solo pudo verla de modo frío y altivo. Le ofreció saque y le dio la copa, él no tocó el licor, volvió a dejarlo sobre el escritorio y Kaoru Kawasaki se sintió dolida. 
 
-Debes tener muchas preguntas- el silencio del agente Kunimitzu no le sorprendía. -Te mentí, no lo niego- explicó. -Pero no te mentí en todo, sí me enamore de ti en los años que trabajamos juntos en Japón- comentó, él continuó callado. -Cuando los Summers me contrataron, ya el Sr. Mulder lo había hecho con anterioridad, tenía una misión: investigar cuál de ustedes era el lacayo particular de los Summers- narró. -Al llegar aquí y verte me llevó a tomar la decisión de no permitir que lo que nos separaba en Japón nos separara aquí; me atreví, me arriesgué y gané. Mientras vivía en mi mentira, mientras hacía mi trabajo encubierto y aparentaba ser la nueva agente que debía adaptarse a un nuevo ambiente de trabajo, me sentí enormemente reconfortada cuando logré derribar esa barrera que te autoimpusiste para que nadie se te acercara- al decir eso, tocó el pecho del agente Kunimitzu y le miró a los ojos. -El estar contigo me mantuvo íntegra, pero a la vez dolía porque tenía que mentirte, mentirte para poder ser feliz. 
 
El parecía una estatua; no hablaba, no sentía ni padecía a pesar de que sí lo hacía. Ella se alejó de él al ver que sus palabras no causaban ningún efecto en su lenguaje corporal que le decía: en realidad no deseo escucharte. Te aborrezco y te detesto.  
 
-Mi trabajo aquí ha terminado, lo único que me importa ahora eres tú; pero debo volver a Tokio- le comunicó. -Me quedaría si tú me lo pidieses- manifestó. 
 
El nunca se lo iba a pedir, estaba dolido, su orgullo lo dominaba. Se sentía terriblemente humillado y traicionado. Había confiado ciegamente en ella y le molestaba saber que ella no se había comportado así delante de él.  
 
Le había mentido enormemente, pero lo que él no quiso comprender fue que ella solamente le había mentido porque era su trabajo, que ella se había comportado como él lo hubiera hecho si hubiera estado en sus zapatos.  
 
No tenían más nada de que hablar, él salió de la oficina convertido en el antiguo Tezka Kunimitzu, el hombre sin sentimientos, y Kaoru Kawasaki volvería a Japón con la certeza de que él ya no volvería a amarla como una vez la amó.  
 
 
 
Washington 
Días después 
Instituto de Psicología y Ciencias 
 
En el salón de juntas de aquella institución, el Dr. Mulder reunió a sus amigos más allegados. Como su misión había terminado, su doble vida como civil y agente encubierto había llegado a su fin y era el momento para integrarse completamente a su labor como jefe de Supervisión de la CIA. Ese día, con otra mentira, se despedía de ellos. Los chicos, el Dr. Rogers y Sarah permanecían en silencio mientras escuchaban como Janet reaccionaba sorprendida ante lo que su gran amigo había anunciado. 
 
-El departamento de psicología criminal del FBI- exclamó Janet. -Eso es imposible. ¿Por qué vas a trabajar ahí ahora?- le preguntó alarmada. 
 
-Porque quiero trabajar ahí- contestó. 
 
-Pero si el sector privado paga más, eso tú lo sabes- agregó la Dra. Crowdler que aún no entendía lo que acababa de decir el Dr. Mulder. -Te ha ido muy bien. ¿Por qué ese repentino cambio? Y no vuelvas a repetir lo que acabas de decirle a Janet- le exigió. 
 
-Leila, anteriormente había prestado mis servicios al FBI y ahora creo que sería más que factible que los preste por un tiempo más amplio- explicó. 
 
-¡Te irás para siempre del Instituto!- exclamó Janet verdaderamente molesta. 
 
-Mi tiempo aquí se ha agotado- expresó. -Además el Instituto queda en buenas manos. 
 
-¿Qué va a pasar con tus pacientes, tus clases en la Universidad, tus últimas investigaciones?- le preguntó preocupada la Dra. Palacios. -Te irás dejando todo inconcluso. 
 
-He remitido a todos mis pacientes a otros psicólogos de la ciudad, me aseguré de dejarlo en buenas manos. Mis clases en la Universidad han concluido y por otro lado, las investigaciones puedo continuar realizándolas estando dentro del FBI- contestó sereno. 
 
-Carl ¿tú estás de acuerdo con su decisión?- le preguntó Janet. 
 
-Por supuesto, es hora de que muestre su lado altruista- contestó, -me parece más que adecuado. 
 
Janet no se mostró a gusto con esa respuesta, pero lo que ella no sabía era que Carl Rogers estaba consciente de que el Dr. Mulder se iba del Instituto porque debía ocupar su cargo como jefe de Supervisión de la CIA a tiempo completo y no a medio tiempo como lo había hecho en el último año y medio. A Sarah O’Connell todo eso le parecía extraño, el silencio de Frohike, Byers y Langly y la tranquilidad del Dr. Rogers le parecía demasiado misteriosa. 
 
-Esto lo haces por Dana, quieres estar cerca de ella- señaló Janet al comprender eso de querer trabajar para el FBI. 
 
-No Janet, no es por Dana… 
 
-Sí, es por Dana- repitió. 
 
-Dana ya no trabaja en Washington- comentó. 
 
Janet se le quedó mirando asombrada, por otro lado Sarah y el Dr. Rogers permanecieron impávidos porque ellos sabían que Dana Scully había muerto, pero eso era algo que los demás no tenían porque saber. 
 
-¿Cómo que ya no trabaja en Washington?- preguntó curiosa. 
 
-La transfirieron a San Diego, fue lo último que supe- contestó. 
 
A Sarah le sorprendía la capacidad extraordinaria del Dr. Mulder para crear una mentira que resultara creíble para todos los que no conocían la verdadera realidad del asunto. Era una cualidad que no conocía en él y era demasiado bueno, tanto, como alguien que ella había conocido unos años atrás. 
 
-¿Vas a usar una pistola?- le preguntó la Dra. Palacios ajena a la discusión. 
 
-No- contestó confuso. 
 
-¡Eso es anti sexy!- exclamó molesta y el Dr. Mulder se rió ligeramente. 
 
-¿Cuándo empiezas a trabajar para el FBI?- preguntó la Dra. Crowdler. 
 
-Dentro de un par de días, aún tengo que arreglar algunas cosas aquí en el Instituto. 
 
-¿Qué vamos hacer sin ti?- preguntó Janet entristecida, Sarah le acariciaba la espalda. 
 
-Vamos- le abrazó, -no me iré por siempre- tomó su rostro entre sus manos. -Además, no permitiré que críes a mi sobrino sin mi presencia- le aseguró. 
 
Ella volvió a abrazarlo, sin duda lo extrañaría horrores y le hizo prometer que no se alejaría de ellos por mucho tiempo. El Dr. Mulder ni siquiera sabía en realidad si iba volver a verlos. Leila Crowdler también lo abrazó en gesto amistoso y se despidió de él. Luego siguió la Dra. Palacios que lo abrazó y le dio un beso sutil en los labios, Janet no dudo en mostrarse incómoda ante ese gesto. 
 
-Sin duda besas mejor cuando estás ebrio- le recordó y él rió. 
 
-Eres increíble, Vanessa- exclamó el Dr. Mulder. 
 
-Lo sé- agregó la Dra. Palacios con picardía. 
 
Continuó conversando con ellos por un rato, simuló despedirse del Dr. Rogers a sabiendas de que jamás dejaría de ver a su mentor y se despidió de los chicos de una manera poco entendible para Sarah, la cual no se despidió; no quiso hacerlo, prefirió sostener una conversación con él en privado. Así que ambos fueron hasta la oficina del doctor que en esos momentos ya estaba dejando de serlo, la mayoría de sus cosas estaban metidas en grandes cajas y no había nada sobre el escritorio. Cuando Sarah cerró la puerta su expresión no pudo ser más seria. 
 
-Te han reclutado- anunció cruzándose de brazos. 
 
El Dr. Mulder sonrió con cierta gracia y se apoyó del escritorio. Le miraba sin decir nada porque evidentemente no podía hacer nada, una cosa era hacerle creer que lo habían convertido en un agente de la CIA y otra cosa muy distinta era explicarle que él dejaba todo lo que allí había construido a lo largo de un año y medio porque debía, finalmente, encargarse de ese departamento tan importante en la CIA. Sarah O´Connell era muy perspicaz y aunque su antiguo nivel como militar le permitía interrogarlo, no le daba derecho a saber más de lo que el Dr. Mulder pudiera decirle. Así eran las reglas y no podía cambiarlas. 
 
-Hannah Summers nunca pierde- comentó. -No pudo matarte pero si logró reclutarte; supongo que tiene el suficiente poder para hacer lo que se le place- expresó. 
 
-Esa es la cuestión-expuso, -poder. 
 
-¿Adónde iras realmente?- le preguntó curiosa. 
 
-En realidad no puedo decírtelo- expresó sincero, ella le miró incrédula. -Aunque quisiera tú no tienes un nivel que te permita saber más de lo que realmente sabes- explicó. 
 
-¡Vaya!- exclamó con sorpresa. -Ya hablas como uno de ellos- se acercó sigilosamente a él, rompiendo el espacio personal entre ellos. -Para eso se necesita mucho entrenamiento Mulder, un entrenamiento que aún no obtienes. -No se necesita un entrenamiento para ocultar la verdad- manifestó. 
 
Ella se echó hacia atrás, Fox Mulder se iría del Instituto no porque lo habían obligado, sino porque así lo quería; así lo entendió Sarah que, muy lejos de saber en lo que realmente se había convertido el Dr. Mulder, supo que era algo muy alejado de su imaginación. Alguien llamó a la puerta y el Dr. Mulder invitó a pasar a quien llamaba; Alexa Illianof atravesó la puerta y le brindó una sonrisa fraternal. 
 
Sarah O´Connell la observó atentamente, la conocía, aunque muy poco. Lo único que sabía de ella era que la agente se había encargado personalmente de llevar al Dr. Mulder a Carolina del Norte el día en el cual Dana Scully había fallecido. La agente Illianof no la saludó, ni siquiera notó que había otra persona entre ellos, toda su atención estaba sobre su hermano. 
 
-Fox, tu vuelo sale dentro de cuarenta y cinco minutos- le comunicó, -debes apurarte si no quieres perderlo- le recomendó. 
 
-Eres un fastidio- expresó entre el enfado y la diversión. 
 
-Bueno, no te he fastidiado en los últimos veinticinco, veintiocho años… ya perdí la cuenta- recordó. -En fin, de todas formas te conviene tomar ese vuelo si quieres volver a comportarte como te estuviste comportando en los últimos meses- dijo risueña. 
 
-¿Y cómo me estuve comportando en los últimos meses?- le preguntó. 
 
-Cursi- respondió. 
 
El Dr. Mulder empezó a reírse, a pesar de ser jefe de un departamento de la CIA, creer en fantasmas, demonios y alienígenas aún le sorprendían las habilidades de su hermana. Ella era la prueba tangible de que los seres humanos podían ser más que simples mortales. 
 
La amiga del Dr. Mulder, la cual aún permanecía entre ellos dos, no entendía lo que estaba sucediendo allí. La misteriosa agente le hablaba al Dr. Mulder como si llevara años conociéndolo, aunque no era así, y el Dr. Mulder se mostraba demasiado tranquilo y sereno frente a esa mujer.  
 
-Algún día tendrás que decirme cómo haces eso- le dijo el Dr. Mulder mientras tomaba su abrigo del perchero de la oficina. 
 
-Cuando quieras- expresó sonriente y miró de manera curiosa a Sarah la cual se sintió incomoda. -El reloj corre- le indicó por última vez y salió de la oficina. 
 
-¿Adónde vas con esa mujer?- le preguntó Sarah enseguida. 
 
-Hay algunas cosas que deben permanecer en secreto- le dijo al colocarse el abrigo, se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla. -Te veré pronto. 
 
-Sí, como no- expresó incrédula, era de su conocimiento que un agente de la CIA debía mantenerse bien alejado de sus conocidos. 
 
El le sonrió por última vez y salió de la oficina dejándola con más dudas que respuestas. Pero así debía de ser, su nueva tapa le obligaba a permanecer más callado que un cementerio, todo ello, por el bienestar de quienes le rodearon en su antigua vida. 
 
 
 
San Diego, California 
 
Cuando se encontraba en la finca de su hermano mayor lo único que deseaba hacer era cabalgar por horas y horas, disfrutar del paisaje y alejarse del mundo donde vivía. Por eso aquella tarde tan soleada y fresca, salió de la casa, se vistió para cabalgar y fue en busca de aquel caballo que alguna vez perteneció a su hermana. 
 
Recorrió cada rincón de la finca, saludó a los vecinos y disfrutó de la libertad ofrecida por la naturaleza del lugar. Cuando llegó a los límites de la finca y se introdujo en el bosque; a mitad de camino se bajó del caballo para caminar y dejar que el animal descansara. 
 
Sin esperarlo, recordó al Dr. Mulder y los bellos momentos que ambos pasaron juntos, lo seguía amando y se decía a sí misma que le sería imposible olvidarlo. Sus huellas estaban en su piel y su alma, y jamás serían borradas, estaba condenada a amarlo por siempre y en total soledad. 
 
De un momento a otro escuchó una rama quebrarse y sus sentidos se alertaron ante la amenaza, maldijo al recordar que había dejado su arma en la casa. Si venían a matarla tendría que defenderse esa vez con las manos o rendirse, la última no era una opción muy aceptada. Cuando su asechador salió de entre los árboles ella tuvo que cubrirse los labios para no gritar. 
 
Era imposible creer lo que veía, era imposible e impensable, su mente de mujer sufrida la atormentaba con imágenes irreales que de momento le parecían maravillosas, pero el extraño se acercaba a ella después de verse descubierto y ella no se atrevía a moverse. Intento huir, pero quien la siguió hasta allí la detuvo tomándola por el codo y de un halón la obligó a cortar distancia entre sus cuerpos. 
 
La abrazó y la besó con desesperación, ella se resistió pero al sentirlo se aferró más a él. Esos labios, ese cuerpo, ese aroma tan calido que él emanaba eran su total perdición, nuevamente y sin explicación aparente había caído. 
 
No era posible, ella estaba muerta para él y como tal se suponía que él no debería estar ahí; pero lo estaba y ella estaba más viva que nunca al sentirlo de nuevo cerca de ella. Se alejó y le acompañó en ese preludio de tomar aire; él intentó volverla a besar pero ella no se dejó y lo que hizo fue abofetearlo obligándolo a que se alejara completamente de ella. 
 
-Extrañaba eso- dijo él en son de broma al tocarse la mejilla. 
 
-Esto no está pasando- exclamo agitada. 
 
-Si no estuviera pasando yo no estaría con medía mejilla hecha añicos- le aclaró. 
 
-Debes irte, no deberías estar aquí. Para ti estoy muerta- se acercó al caballo y desató las riendas para poder subirse. 
 
-Estoy viéndote y estás más hermosa que nunca- expresó al acercarse a ella. 
 
-Cállate por favor, no seas ridículo- le pidió tratando no llorar. -No entiendes que corres peligro- explicó. 
 
-Ninguno de los dos corre peligro, vine a buscarte. 
 
-¡¿Para qué?!- le preguntó histérica, su alrededor suplicando que no los estuvieran viendo. 
 
-Debes volver a Washington- contestó. 
 
-Eres tú quien debe volver a Washington- explicó aterrada. -No deberías estar aquí- repitió, -es un error- se subió al caballo. 
 
El haló las riendas del caballo para impedirle que empezara a cabalgar y bajó a la agente de un golpe del animal; ella lo empujó, pero él ni se movió y le apretó la muñeca. Estaba siendo rudo y no entendía cómo era posible que de un momento a otro él resultara más hábil y fuerte que ella. 
 
-Mulder- dijo aquel nombre como si fuera un gran pecado, -me estás lastimando. 
 
-Le han pasado peores cosas que un simple apretón de muñeca, agente Scully- le recordó. De repente él tomó una pose de total frialdad que ella no comprendió. 
 
-No sabes nada de mí- explicó. 
 
-Lo sé todo de usted, más de lo que pueda creer- aclaró. -Tengo órdenes de llevarla inmediatamente a Washington- la haló de la muñeca obligándola a caminar. 
 
-¡Basta!- gritó y él se detuvo para mirarla. -No entiendo ni una sola palabra de lo que dices. 
 
-El Centro necesita de sus servicios- explicó. 
 
Ella abrió los ojos de par en par al escuchar aquel nombre salir de los labios del Dr. Mulder. El sabía que ella no trabajaba para el FBI sino para la CIA, ella misma se lo había dicho, pero no le había dicho nada con respecto a la organización que él ya había mencionado. En esos momentos no entendía absolutamente nada. 
 
-¿Por qué tan pálida, agente Scully?- preguntó curioso el Dr. Mulder. 
 
-¿Cómo sabes de El Centro?- preguntó estupefacta. 
 
-Fácil, soy agente de la CIA- contestó y ella se puso más pálida de lo que estaba. El mostró cierta picardía en su mirada y la soltó. -Se que le he dado tremendo susto colega, déjeme presentarme correctamente. Mi nombre es Fox Mulder, jefe de Supervisión y operativo nivel ocho- se presentó con formalismo. 
 
El hablaba tan seriamente que la agente Scully casi le había creído, se echó a reír porque lo que él le había dicho le parecía tan patéticamente gracioso y a la vez demasiado absurdo. El Dr. Mulder se sintió indignado. 
 
-Mientes- expresó ella.  
 
-¿Cómo cree que supe exactamente donde encontrarla? ¿Cómo pude defenderme solo en aquella isla? Mis conocimientos en armas, en defensa personal, y mi perfecto español. ¿No le pareció sospechoso todo eso?- le preguntó y la agente Scully finalmente cayó sobre la verdad. 
 
-Las llamadas a altas horas de la madrugada, tus recurrentes comentarios en doble sentido referente a mi trabajo- decía para sí impresionada. -¿Cómo no me di cuenta antes?- se preguntó a sí misma. 
 
Estaba atónita. Después de todo lo ocurrido, él ese día estaba allí diciéndole que era igual a ella, que trabajaba para el gobierno, que también era un agente secreto. Le miró a los ojos, ese color verde reflejaba una verdad absoluta y a ella se le congeló el alma al sentirse engañada y traicionada.  
 
-Estaba enamorada- explicó, -lo sigue estando- aseguró. -Nunca vio más allá de la realidad-aclaró. 
 
-¿Y tú no lo estabas?- le preguntó dolida. 
 
-Jamás he dejado de estarlo, agente Scully- expresó 
 
-¡Deja de hablarme así!- lo obligó a que la soltara. -¿Cómo pude ser tan estupida? Me usaste. 
 
-No lo hice, nuestro encuentro no fue premeditado y mucho menos planeado. Nos vimos por primera vez en esa cafetería hace un año ya y cuando me dijiste que eras agente del FBI no te creí. Eres demasiado para ser una simple agente federal, inmediatamente confirmé mis sospechas cuando te investigué en los archivos de la CIA. 
 
-Yo te investigué a ti y no encontré ningún indicio sobre tu trabajo en la CIA- informó. 
 
-Porque como jefe de Supervisión debo ser una sombra, no puedo tener contacto con nada relacionado a la CIA. Debo mantener imparcialidad, lo nuestro- señaló, -jamás debió ocurrir- explicó.  
 
-¿Cuándo?- él le miró confuso.- ¿Cuándo entraste a la CIA?- preguntó consternada.  
 
-Hace nueve años años, Carl me reclutó- contó. -Trabaje en el área de Investigaciones y empecé a escalar posiciones hasta que me convertí en el jefe de Supervisión. Phillip Webster me contactó hace más de dos años y medio para investigar a los Summers, la conspiración dentro de El Centro y la corrupción. Hace una semana los Summers fueron arrestados por serios crímenes perpetrados.  
 
-¿Por qué jamás me lo dijiste?- preguntó enormemente sorprendida. -¿Por qué me dejaste pensar que debía protegerte cuando ya tú estabas protegido?- le recriminó furiosa. -Tú lo sabías todo desde el principio ¡Dejaste que me torturara a mí misma cada día con cada una de mis mentiras, escuchando tus indirectas y preguntas sobre esa vida que intentaba ocultarte y no me lo dijiste!- le gritó dolida. 
 
-Era un riesgo, si los Summers descubrían quien era yo realmente podían llegar a mi a través de ti, son personas sin escrúpulos y Hannah Summers es demasiado inteligente como para saber que soy capaz de cualquier cosa cuando se trata de ti- explicó consternado. 
 
-¿Y acaso tu maldita seguridad no te importó?- le preguntó furiosa. -Estuvo a punto de eliminarte. ¿Acaso no lo sabías? La enfermedad que padeciste fue un truco de Hannah para obligarme a que te dejara y lo logró. 
 
-Todo es un riesgo en este mundo- la agente Scully se mostró sarcástica, aunque sus ojos estaban irritados por las lagrimas. -Sé que sufriste, yo también. 
 
-Y bien que lo demostraste- expresó recordando los momentos caóticos que vivieron los dos en esos días. -Resultaste ser un excelente actor y mucho más mentiroso que yo- expresó entristecida y él no objetó tales palabras. 
 
-Debes volver a Washington- comunicó. -Te necesitan en El Centro- repitió. 
 
-No puedo volver- negó. -Ya no soy agente de la CIA- anunció. 
 
-Tu cancelación la suspendí personalmente, por lo tanto la Agencia de Inteligencia Francesa ya no está interesada en tus servicios si aún sigues perteneciendo a nuestras filas- explicó, intentó tocarla pero ella se alejó. -Dana, tú eres lo único necesito para continuar mi labor dentro de la agencia. 
 
-¿No me digas que soy tu premio por tu buen trabajo?- preguntó indignada. 
 
-Sé que estás molesta, lo comprendo; pero debes entenderme Dana, lo hice porque era mi deber- explicó. 
 
-¿Era tu deber mentirme también?- le preguntó incrédula. 
 
-Tú también lo hiciste- y ella levantó la mano, ya no quería escucharlo. -Dana… 
 
-Lo peor de todo esto es que tú estabas consiente de quien yo era realmente, todo este tiempo; mientras yo creía que tú eras otro civil de los cuales intento proteger, con los cuales no debo tener contacto alguno, de esos que no tienen ni la menor idea de mi existencia- enúmero. -Te creí íntegro, honesto, alguien real y resulta que eres una falacia, una falacia exactamente igual a mí- recalcó. 
 
-No digas eso, por favor- le pidió lastimado. 
 
-¿Te duele?- le preguntó, -a mí también me duele- se secó las lagrimas del rostro y tomó las riendas del caballo. 
 
-¿Serías capaz de dejar de amarme por todo lo que ha ocurrido? No sería justo, al menos merezco una oportunidad. 
 
-¡Tú no eres digno de eso Mulder!- exclamó y se subió al caballo. 
 
-No me odies, no ahora, después de lo que ambos pasamos no sería justo que me odiaras- le dijo angustiado al ver que ella no lo perdonaría tan fácil como pensó que lo haría.  
 
-Jamás podría odiarte- aclaró. -Te amo, sé que bien lo sabes, pero sé que también me conoces y esto- señaló, -no puedo olvidarlo tan fácilmente. 
 
-¿Ni siquiera volverás a Washington?- a ella le molestó la pregunta, a pesar de que él quería que volviera con él no podía darle de lado a la agencia. Definitivamente era uno de ellos y no ese hombre del cual ella estaba enamorada. 
 
-Tal vez, pero si lo hago, no sería precisamente para estar contigo- aclaró. 
 
Le miró con frialdad y se alejó del lugar, corriendo deprisa entre los árboles mientras a Fox Mulder se le destrozaba el corazón. Se había arrepentido, se había dado cuenta que debió haberle dicho la verdad desde un principio. Tal vez, en ese momento, las cosas serían distintas entre ellos.  
 
Continuará... 

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