fanfic_name = Mundos Distintos

chapter = II

author = NikkyScully

dedicate = Disclairmer: Se dice que todo lo concerniente a X-Files es de Chris Carter, pero como el no ha sido el creador de los personajes que e incluido en este fic diré que hasta X-Files es mió, porque yo trabajo con el mientras Carter se dedica a hacer demandas lerdas. He dicho.

Clasificación: Lo que ustedes quieran y alternativo.

Dedicatoria: A las bitches sin ninguna duda, las amo chicas.

Agent Macgirl, mi compañera, mi amiga, mi co-escritora en otros proyectos y quien ahora me pego el sindrome de imnsonio. A Rosa, que no se donde anda, a Paulina por igual que anda súper perdida, a mis niñas que las extraño y a quienes me dejaron comentario en la pasada entrega: Maca, Lizzy_x, Katherine_M_S, Sakura Spookky, conocimiento_acumulado y adeDanK. Gracias a todos

Nota: Si entienden de que va esto los felicito

Feedback: jro185ARROBAhotmail.com.

Rating = touchstone

Type = Alternative Universe

fanfic = En la noche

Departamento del Dr. Mulder

 

El Dr. Mulder era un hombre dedicado a su trabajo y, por consiguiente, era de vida solitaria y no contaba con muchos amigos en su agenda. No es que fuera un ermitaño, pero sus amigos más allegados se contaban con una mano, tres chiflados ufólogos y dos lesbianas; extraño quinteto, pero eran como su familia.

 

Esa noche, como todas las noches, se encontraba sentado frente a su computador viendo fotografías de ovnis y marcianos, algo que era uno de sus pasatiempos desde que era un niño. Esa noche recibiría visitas que no esperaba, se puso de pie al escuchar el timbre y al abrir la puerta dos personas entraron a su departamento sin siquiera saludar.

 

-¿Qué hacen aquí?- les preguntó confundido.

 

-Estábamos aburridos y vinimos a visitarte- respondió Langly, un tipo de cabello rubio y largo, gafas grandes y que vestía una camisa de los años setenta.

 

-No creo que ese sea el motivo de su visita, chicos- comentó no muy convencido.

 

-No entiendo por qué preguntas si sabes por qué venimos- comentó Frohike, un tipo de baja estatura, calvo, con gafas y al extremo de la paranoia, porque se encontraba cerrando las ventanas y buscando algo dentro de uno de los floreros de aquel departamento.

 

-Entonces díganme lo que vinieron a decirme- les pidió.

 

-¿Nos estás echando?- le preguntó Frohike.

 

-No, literalmente- respondió cruzándose de brazos.

 

-Debes sociabilizar, Mulder- le aconsejó Langly dándole palmadas en la espalda.

 

-Hoy no tengo deseos para eso.

 

Se volvió a escuchar el timbre y el Dr. Mulder abrió, esa vez entraron dos mujeres y un hombre.

 

-¿Vinieron juntos?- les preguntó el Dr. Mulder al ver a su secretaria, junto a su pareja y al quinto de sus amigos.

 

-Nos encontramos con Byers en el ascensor- le explicó Janet, su secretaria. -¡Hola Frohike!- le saludó efusivamente al verlo.

 

-Hola Mulder ¿Qué tal?- le saludó el tipo llamado Byers, que vestía con traje de oficina a pesar de que las horas de oficina ya habían pasado y traía una barba de al parecer varios meses, pero bien cuidada.

 

-Sarah ¿Qué hacen tú y Janet aquí?- les preguntó al verlas allí.

 

-Janet quería cenar aquí, así que compramos cena y vinimos para acá- respondió.

 

-Y tú que la complaces en todo- expresó incomodo.- Vuelvo a preguntar: ¿Qué hacen aquí?- preguntó al ver como todos se acomodaban en el pequeño salón y Janet le servía un plato de cena a todos.

 

-No te ofusques, Mulder, un poco de compañía no le cae mal a nadie- le dijo Janet.

 

El Dr. Mulder le daba la razón mentalmente, pero por no darlo a demostrar se sentó de mala gana en su sillón de cuero negro que ya había sido ocupado por las chicas. Sin pedirlo, Sarah, la novia de Janet, le pasaba un plato de cena.

 

-Es pollo al curri- le aclaró.

 

-¿Está envenenado?- le preguntó desconfiado.

 

-Si lo estuviera, ¿crees que te lo diría?- tal pregunta había sido su respuesta.

 

-¿Cuánto van a dejar de odiarse?- le preguntó Byers.

 

-Ella me quitó a la mujer que amaba- expresó en forma de protesta.

 

-Yo no tengo la culpa de que resultara lesbiana- se defendió.

 

-Míralo por el lado amable, Mulder, pueden hacer un trío si así lo quisieran- les recomendó Frohike de manera pervertida.

 

Y Sarah que se encontraba a su lado lo golpeó en la cabeza y él solo pudo quejarse.

 

-¿Recibiste las fotografías?- le preguntó Byers al Dr. Mulder prestándole poca importancia a la discusión que sostenían Sarah y Frohike a un extremo del salón.

 

-Sí, las estaba viendo hace un momento- contestó.

 

-Yo pensé que te íbamos a encontrar teniendo sexo con tu nueva chica- comentó Janet.

 

-¿Qué chica?- preguntaron con curiosidad y al unísono los caballeros presentes.

 

Y al Dr. Mulder le sorprendía lo descarada que podía llegar hacer su secretaria y amiga, y ya se estaba imaginando el por qué de la visita de sus amigos; era una intervención y odiaba las intervenciones.

 

-No voy a decir nada- expresó poniéndose de pie.

 

-Bien lo diré yo- dijo Janet. -Mulder está detrás de una paciente del Dr. Rogers, la cual ya había visto antes en Starbuck´s

 

-¿Una chica que toma café fuera de casa? Te hacía más hogareño, Mulder- expresó con ironía Sarah.

 

-No diré nada- agregó él.

 

-¿Cómo es ella?- le preguntó Langly a Janet.

 

-Pelirroja, atlética… una maldita arpía- describió yéndose a lo malicioso.

 

-No puedes decir eso de ella, no la conoces- defendió el Dr. Mulder a la desconocida.

 

-¡Tú tampoco!- dijeron todos a la vez.

 

Y en ese instante vio que se su secretaria había hablado con cada uno de ellos anteriormente y eso le molestaba.

 

-Esto es el colmo, estoy tratando con un grupo de paranoicos patológicos- expresó enfadado.

 

-Tus últimas relaciones con mujeres enigmáticas y oscuras no fueron nada divertidas- le recordó Langly.

 

-Ni siquiera para mí- expresó melancólico Frohike.

 

-Phoebe te dejó porque le pareció más divertido acostarse con el Big Ben de Inglaterra- recordó Byers.

 

-Y Diana casi te lleva al borde del suicidio- prosiguió Janet. -Creo que deberás pensarlo mejor si quieres relacionarte con esta extraña, así nadie se preocupa y tendremos vidas normales sin que nos las pongas de cabeza- puntualizó.

 

-Odio cuando Janet me levanta para que salgamos a buscarte al bar más lejano de la ciudad, sacarte de allí y limpiar tus miserias, Mulder- agregó Sarah.

 

-Si es así- el Dr. Mulder se acercó a la puerta y la abrió. -Quien no quiera verme con esa extraña mujer, que no lo haga, sigan de largo en el camino y déjense de ridiculeces; parecen mi madre divida en cinco- sermoneó. -¡Fuera!- les pidió airadamente.

 

No había caso, él iba a seguir con su plan y ellos no podían hacer nada, se pusieron de pie y uno a uno fueron saliendo de aquel departamento.

 

-No botes el pollo, me costó 40 dólares- le pidió Janet. -Guárdalo para más tarde- y salió.

 

-Amigo, no importa lo que digan si está tan buena como dijo Janet; hasta te puedo ofrecer un mano- dijo pillonamente Frohike.

 

-Creo que esta vez sólo la tendré para mí- le aclaró.

 

-Me desilusionas- expresó triste.

 

Los cinco amigos del Dr. Mulder salieron de aquel departamento sin haber logrado nada. Eran personas que se preocupaban por el bienestar del doctor y sólo querían darle una mano, un par de consejos; pero esa vez como tantas otras él hizo oídos sordos.

 

Él entendía las razones de la intervención, en el pasado él fue victima de grandes desamores y sus amigos fueron su único apoyo en esos duros momentos; pero esa vez él aseguraba que con Dana Scully las cosas serían distintas, algo en su interior se lo decía. Aunque su interior no le estaba diciendo que sería mucho más distinto de lo que estaba pensado.

 

 

 

Instituto de Psicología y Ciencias

Una semana después

Estacionamiento subterráneo.

 

Cuando la agente Scully terminaba su sesión con el Dr. Rogers y salía de aquel consultorio, lo que menos deseaba era que el resto de su día se complicara; pero como era natural y afectaba a cada ser viviente del planeta, el destino tenía otros planes para ella.

 

Sostenía una lucha campal con una llanta delantera de su auto que se había ponchado, no sabía como colocar el repuesto y estaba perdiendo la paciencia. Llamar a una grúa no era lo adecuado porque el auto no se había descompuesto y era demasiado orgullosa como para llamar a su mejor amigo para que viniera a ponerle la llanta.

 

-Conozco seis maneras diferentes de matar a un sujeto, pero no se colocar una maldita llanta- expresó frustrada. -Confirmado, eres todo un fracaso Dana Scully.

 

Ya le faltaba poco para empezar a dispararle a la llanta y así descargar toda su rabia. Agachada observaba sin saber que hacer con el neumático, era bastante fácil colocarlo, el punto radicaba que ella no sabía por donde empezar.

 

De repente intuyó que no estaba sola allí, que algo o alguien se acercaba a ella y cuando sintió esa presencia ya tan cerca sus finos y veloces reflejos actuaron inmediatamente. Giró y se levantó deprisa golpeando en la nariz a quien se le había acercado, había sido tan rápida que no predijo que quien había golpeado era el Dr. Mulder que se encontraba de rodillas tocándose la nariz y quejándose de dolor.

 

-¡Demonios!- exclamó ella al ver al inocente doctor de rodillas y ella le imitó. -¿Está usted bien?

 

-Creo que me rompió la nariz- su voz se escuchaba difusa por tener la nariz cubierta por sus manos.

 

-Lo siento- se disculpó apenada. -No supe que era usted.

 

-¿No ha probado la técnica de: ver y luego atacar?- preguntó quejumbroso al ver que su nariz empezaba a sangrar.

 

-Es un impulso irreprimible, lo siento- volvió a disculparse. -Deje de tocarse la nariz y déjeme ver.

 

-¡Me la rompió!- se volvió a quejar.

 

-No sea infantil Dr. Mulder- le pidió ya molesta. -Quiero ver que tan grave es- le explicó.

 

Él no estaba nada confiado, pero para él mejor que ella le viera y no sabía el por qué; despacio se quitó la mano de la nariz. Esta empezaba a hincharse rápidamente y a mostrarse morada, sangraba poco por lo cual ella no se alarmo más de lo que estaba. La agente Scully apretó con delicadeza la nariz del Dr. Mulder lo que provocó un grito de dolor en él, lo cual la obligo a reír.

 

-¿Se divierte? Ya veo, me rompe la nariz y se divierte- decía incómodo con ella.

 

-Le ruego que me disculpe- y ya le estaba pareciendo patético tantas disculpas y volvió a apretarle la nariz. -Le alegrará saber que no está rota, sólo se mallugó.

 

-¡¿Cómo que no esta rota?! ¡Estoy sangrando!- volvió a cubrirse la nariz.

 

Ella puso los ojos en blanco al notar que el caballero era muy quejumbroso, se puso de pie y fue a su auto en busca de su bolso y cuando él vio que ella sacaba un tampón de su bolso puso los ojos como platos.

 

-La nariz tiene pequeños vasos que por un pequeño trauma sangran con facilidad- le explicó mientras sacaba el tampón del interior de su envoltura. -Esto detendrá el sangrado.

 

Cuando la agente Scully rompió en dos partes el tampón el Dr. Mulder se veía notoriamente confundido y cuando ella intentó colocar ambos trozos en el interior de las fosas nasales del doctor, él echó la cabeza hacía atrás en señal de desaprobación.

 

-¿Qué intenta hacer?- le preguntó contrariado.

 

-Intento colocarle esto en su nariz para que deje de sangrar- le explicó a la vez que le mostraba los dos trozos del tampón.

 

-¡Eso precisamente no va en las fosas nasales!- exclamó asqueado. -Va en otro tipo de orificio.

 

-¡Es nuevo!- exclamó indignada.- Ni siquiera tengo la regla- le explicó.

 

-¡Demasiada información para procesar, señorita!- le comentó abatido.

 

-De acuerdo- devolvió los tampones al interior de su bolso y sacó un pañuelo. -¿Esto le parece mucho mejor?- le preguntó.

 

-Por supuesto- y el tomó el pañuelo agradecido.

 

Ambos se pusieron de pie y de repente, sin saber por qué, reinó el silencio entre ellos. La agente Scully respiró angustiada al ver que aún tenía encima el problema de la llanta.

 

-¿Necesita ayuda?- le preguntó el Dr. Mulder.

 

Ella negó con la cabeza y él sonrió al ver que ella no aceptaría su ayuda, así que, sin ella pedírselo, se puso manos a la obra y empezó a colocar el repuesto del auto de la agente. Ella intentaba pedirle que no lo hiciera, ¿pero cómo? Ella lo había golpeado y a él no le resultó gran cosa y se puso a colocar la llanta; y era halagador de cierta forma.

 

A los pocos minutos él colocó la llanta que tal vez a ella le hubiera costado una eternidad, él colocó el gato hidráulico, la llave y la llanta ponchada dentro del baúl y luego lo cerró para colocarse junto a ella como si fuera un héroe, pero con la nariz hecha un desastre.

 

-No sé que decir- expresó apenada.- No sé si es adecuado un gracias, un disculpe y un gracias, o sólo un disculpe.

 

-Diga lo que quiera- le aconsejó.

 

-Bueno…- sonrió apenada, -gracias- extendió su mano y la estrechó con la de él.

 

-Aunque yo aceptaría algo más que un gracias- expresó mientras aún le agarraba la mano.

 

Ella de repente dejó de mirarlo apenada, su mirada se volvió fría y desafiante y él se sintió intimidado; y le soltó la mano inmediatamente.

 

-Creo que no me entendió- explicó él.

 

-¿A no?- ella se acercó a la puerta de su auto, -creo que entendí perfectamente.

 

-Sólo quiero invitarla a almorzar- comentó él rápidamente al ver que ella intentaba subir a su auto.

 

-Eso es imposible- formuló con duda.

 

-Ambos estaríamos a mano- expuso. -Usted me golpeo y yo aun la ayude con su auto, creo que sería la mejor manera de recompensarme.

 

-No lo creo, porque usted me está invitando a mí- intentó comprender la situación de la propuesta. -Sería yo quien debería hacer tal invitación.

 

-¿Lo haría?- preguntó buscando alguna respuesta en los ojos de ella. -Que importa que sea usted o yo quien haga la invitación- agregó al ver que ella no había contestado.

 

-Es que…- intentó buscar alguna respuesta en su cabeza para aceptar la invitación, pero no la encontraba.

 

-Vamos, será divertido- dijo sonriendo.

 

-¿A usted le resulta divertido almorzar con una extraña?- preguntó aún más confusa.

 

-¿Quién dijo que usted es una extraña?- preguntó él concienzudamente.

 

Al escuchar esa pregunta ella esquivó su mirada tan profunda y tierna, la incomodaba, pero a la vez le atraía, aunque no debía, no estaba permitido; pero diez minutos después se encontraba entregándole a un mesero su abrigo y sentándose justo frente al Dr. Mulder en un elegante restaurante árabe que quedaba justo frente al instituto donde el trabajaba.

 

-¿Podría traernos un poco de hielo?- le pidió al mesero la inquieta agente.

 

-Sí, señorita- le dijo el mesero, que les entregó dos menús y se llevaba sus abrigos.

 

-¿Quiere tomar un trago antes de ordenar?- le preguntó el Dr. Mulder caballerosamente.

 

-No- contestó ella mientras colocaba su móvil en un extremo de la mesa porque en cualquier momento la llamarían, -debo trabajar- miró hacia afuera contando los autos estacionados y memorizando las placas; luego dirigió su mirada a las personas que estaban en el restaurante y también las contó, y memorizó sus rostros; buscó las posibles salidas de emergencia y tocó por debajo de la mesa en busca de algún dispositivo explosivo o de vigilancia. Era algo que siempre hacía cuando se encontraba en un lugar publico; asegurarse que el lugar no era peligroso para ella.

 

Él la miraba fijamente, no podía evitarlo y ni siquiera sabía que estaba ella haciendo en esos momentos, sólo la miraba; le resultaba verdaderamente hermosa a pesar de que era una mujer que reflejaba muy pocas emociones en su rostro. Ella dejó lo que estaba haciendo al sentir que él la miraba.

 

-¿Qué?- preguntó.

 

-Nada- contestó. -Sólo me preguntaba si el hombre que la acompañaba el otro día es su pareja.

 

-Sí- y le dio gracia el rostro de desilusión que él había mostrado, -mi pareja de trabajo y mejor amigo- aclaró.

 

Y él bailó de alegría para cuando el mesero regresó con el hielo que ella había ordenado con anterioridad.

 

-Gracias- agradeció mientras abría su servilleta de tela sobre la mesa.

 

-¿Desean ordenar?- les preguntó el mesero.

 

-No entiendo nada de lo que dice aquí- expresó frustrado el doctor. -¿Acaso sólo son árabes los que vienen a comer aquí?

 

De repente la agente Scully tomó la situación bajo su control y empezó a leer el menú en voz alta y en el idioma que éste estaba escrito y se dirigió al mesero en el mismo idioma y éste le respondió de igual forma, mientras que Dr. Mulder los miraba con sorpresa.

 

-¿Le gusta el pollo?

 

Él sólo asintió y ella siguió charlando con el mesero en árabe, luego éste tomó los menús y se retiró.

 

-¡Vaya!- exclamó estupefacto. -¿Qué ordenó?

 

-Pollo para usted y para mí la cabeza de Bin Laden en un plato- le dijo mientras envolvía trozos de hielo en una servilleta. Él empezó a reír y ella junto a él, pero no lo miró, seguía en lo suyo con la servilleta y el hielo. -Tenga- le dio los trozos de hielo envueltos en la servilleta. -Póngaselo en la nariz, así se le bajara la inflamación.

 

-Gracias- expresó él. -Es muy atenta.

 

-No lo soy. Sólo que… se ve horrible- le explicó señalando la nariz de él. -Le pegue muy fuerte.

 

-Descuida- cruzó la línea, una línea que no sabía si debía cruzar. -¿Puedo tutearte?

 

-Ya lo hizo- era un desconocido que para bien o para mal le interesaba conocer aunque no lo demostrara y no iba a cruzar tan rápido la línea del respeto como él lo había hecho. -No tiene caso que se lo impida.

 

-Es más cómodo- justificó al notar que ella no lo tuteó, pero no iba a criticar ni a pedirle que lo tratara por tú. Sabía que ella era de las que necesitaban tiempo y se lo daría. -¿No te sientes vieja cuando no te tutean?- preguntó.

 

-En mi trabajo eso es un requisito- explicó, -y no me he percatado si me siento vieja cuando me dicen usted.

 

-En mi trabajo por igual. Pero hay días en que me siento como Carl- decía abrumado.

 

-¿Cómo el Dr. Rogers?- preguntó ella.

 

-Así es. A propósito ¿Cómo te va con él?

 

-Es una pregunta personal que no pienso responder- expresó molesta con dicha pregunta.

 

-¿Por qué eres tan esquiva?

 

-Es psicólogo, averígüelo- contestó cortante.

 

-Me resultaría más fácil ver su expediente.

 

-¿Puede hacerlo?- preguntó alarmada porque sabía que si veía su expediente conocería cosas de ella que no debía conocer.

 

-No- contestó risueño. -No sin permiso del Dr. Rogers.

 

-Si viera mi expediente estoy segura que desistiría de esa idea de querer tratarme- le comentó tratando de ser muy obvia en vista de lo que él pretendía.

 

-¿Por qué lo dices?- preguntó pero no espero respuesta alguna. -Quieres aparentar ser alguien que no eres delante de mí y de todos. En tus ojos puedo ver que has sufrido durante muchos años, sólo has tenido pocos momentos de felicidad en tu vida; aunque muy dentro de ti hay una mujer amorosa y tierna, y ocultas esa faceta con la mujer que está delante de mí; una mujer fría y calculadora.

 

Nunca nadie se atrevió a descifrar de esa manera a Dana Scully, ni siquiera un extraño, pero él se había atrevido y eso a ella le impresionaba. La habilidad que él tenía para desglosar a una persona con sólo mirarla a los ojos era increíble y eso a ella le provocó fascinación e interés hacia él.

 

Dana Scully había caído en las redes que el destino había tejido para ambos, acompañando desde ese momento al Dr. Mulder que había caído en ellas desde la primera vez que la vio en aquella cafetería de Starbuck´s

 

-¡Wow!- expresó conmocionada. -Excelente perfil sobre mí, Dr. Mulder. ¿Cómo lo hace?

 

-Gajes del oficio- explicó.

 

-En mi mundo laboral usted sería alguien digno de admiración- comentó ella muy bajo, aunque él la escucho.

 

El iba a decir algo, pero se vio interrumpido por el mesero que llegaba con la orden de ambos. Primero le sirvió a la agente Scully y luego al Dr. Mulder.

 

-Gracias- dijo el doctor y el mesero se retiró. Él sonrió con gracia al ver la orden de la agente Scully. -No sabía que la cabeza de Bin Laden se llegaba a parecer a una coliflor- y ella sonrió ligeramente. -¿Eres vegetariana?- preguntó llegando a temer ser imprudente.

 

-No- contestó ella aligerando sus nervios, -sólo que cuido mi peso- contestó mientras recordaba las tantas veces que discutió con su hermana porque ella le decía que si quería correr rápido en el campo de batalla debía comer ligero, a lo que Melissa Scully siempre se mostró con negatividad.

 

De repente el móvil de la agente sonó, el Dr. Mulder pensó que ella no iba a contestar; pero se equivocó. Ella dejó el tenedor a un lado y contestó deprisa.

 

-Scully- fue su saludo y de repente una voz autoritaria del otro lado de la línea le dio a entender que no iba a terminar de almorzar; escuchó atentamente todo lo que le decían a través del aparato con un rostro bastante serio y que al Dr. Mulder le provocaba curiosidad. De repente ella colgó sin despedirse, sin pronunciar palabra alguna y llamó al mesero mientras entraba su móvil en su bolso y se ponía de pie. -Por favor, necesito mi abrigo- y el mesero fue en su búsqueda.

 

-¿Sucede algo?- preguntó el Dr. Mulder preocupado al ponerse de pie.

 

-Discúlpeme de nuevo, Dr. Mulder, pero debo irme- explicó ella rápidamente mientras el mesero que había vuelto le ayudaba a colocarse su abrigo y ella agradecía.

 

-Pero… por lo menos termina de almorzar.

 

-Lo siento, no puedo. Se me hace muy tarde y disculpe por esta partida tan abrupta.

 

-No, descuida- expresó él sin entender.

 

-Gracias por la invitación, será en otra ocasión- aunque ella pensaba que tal vez no se daría tal oportunidad. -Adiós- y salió deprisa de aquel restaurante.

 

El Dr. Mulder no dijo nada, volvió a sentarse con gran desilusión en aquella mesa para dos. Respiraba profundamente para calmar su molestia mientras volvía a colocar su servilleta sobre su regazo y, cuando tomó nuevamente el tenedor, lo único que pudo hacer fue jugar con el pollo árabe que ella había ordenado para él; así que con descontento dejó la servilleta de tela sobre la mesa y llamó al mesero para que le trajera la orden y su abrigo.

 

Mientras esperaba, pensaba en la agente Scully y su segundo intento fallido de poder conocerla más allá de lo que podía; la decepción empezaba a colmarle la cabeza y eso no lo soportaba. El resto del día para él fue fatal y quienes pagaron los platos rotos fueron los pacientes que atendió esa tarde.

 

 

El Centro.

 

Todos los líderes de los equipos de la organización se encontraban reunidos en la sala de investigaciones a la espera de que sus superiores llegaran con sus nuevas asignaciones. Dana Scully entraba en ese momento a la sala y todos se le quedaron mirando; el agente Krycek se le acercó.

 

-¿Qué demonios hice ahora, Alex?- le preguntó al ver como todos la miraban.

 

-Nada, sólo es que hace tiempo que no asistías a una reunión de asignación. La mayor parte del tiempo te daban las órdenes por teléfono- comentó el agente Krycek.

 

Ambos siguieron caminando hasta la mesa que estaba en el centro del salón para tomar asiento y en donde estaban todos los demás. Un rato después aparecieron el Sr. Summers, la Sra. Summers y el Sr. Bennedetty, los cuales tomaron asiento enseguida.

 

-¿Están todos?- preguntó el Sr. Bennedetty mirando a cada uno de los agentes que se encontraban frente a él.

 

-Sí señor- respondió el agente Kunimitzu.

 

-Nos ha llegado la información de que líderes del Medio Oriente planean una convención para dentro de dos días, donde trataran de buscarle una solución al conflicto Palestina – Israel de manera pacífica, lo cual nuestro gobierno apoya, pero ciertas organizaciones terroristas están viendo esta convención como una oportunidad para debilitar los ya débiles gobiernos del Medio Oriente- comunicó el Sr. Summers.

 

-¿Y entre esas organizaciones está…?- preguntó la agente Illianof.

 

-Vigilancia dice que Desierto Dorado planea un atentado con bomba- respondió la Sra. Summers.

 

-¿Qué tan segura es dicha información?- preguntó con interés la agente Scully.

 

-91%- contesto el Sr. Summers.

 

-El presidente de Palestina comentó que los israelitas usaban el holocausto para que los demás gobiernos le tomaran pena, expuso que dicho holocausto es una mentira y que jamás murieron más de tres millones de judíos, que Hitler no mató a uno solo- comentó el agente Wolf.

 

-A lo que Israel responde con acusaciones hacia el gobierno palestino- agregó el agente Webster.

 

-Entonces comprenden lo grave de la situación- habló el Sr. Bennedetty. -Las relaciones entre Palestina e Israel son débiles y para muchos es importante que ambas naciones lleguen a un acuerdo que beneficie a todos, por lo tanto no podemos permitir que Desierto Dorado atente contra esta convención y los líderes que estarán allí reunidos- expuso.

 

-Desierto Dorado es una organización terrorista musulmana que poco le interesa que los israelitas y los palestinos lleguen a un acuerdo, para ellos es beneficioso que ambas naciones sigan peleando por dicho territorio que ambas comparten. Aunque Desierto Dorado es una organización nueva, tiene el potencial para cumplir lo que se proponga- comentó el agente Wolf.

 

-Aun así es una organización en pañales, si nos dedicamos a prestarle más atención de lo debido estaremos descuidando a otras organizaciones terroristas de mayor importancia y peligrosidad- expuso la agente Scully.

 

-¿Y qué propone usted, agente Scully?- le preguntó el Sr. Summers.

 

-Enviar dos o tres equipos a Palestina, mantener vigilados a los líderes de la convención y evitar dicho atentado.

 

-Eso es subestimar al enemigo, agente Scully. Es importante acabar con dicha organización desde sus raíces, porque si sigue creciendo se convertirá en un Al- Qaeda o un grupo ETA, organizaciones que en estos momento ni siquiera nosotros hemos podido detener- comentó la agente Kawasaki, que se encontraba entre ellos y no había opinado nada.

 

-¿Quién demonios es usted?- preguntó la agente Scully que no estaba muy contenta de que refutaran lo que había propuesto.

 

-Agente Kaoru Kawasaki.

 

-¿Es usted nueva?- le preguntó con un dejo de antipatía.

 

-Así es, señora- respondió. -Trabajo en el equipo Beta.

 

-Kunimitzu- se dirigió la agente Scully al superior de la agente Kawasaki. -Calla a tu mocosa o la callo yo- le pidió con altanería, pero luego volvió a mirar a la agente que le provocó aborrecimiento. -Olvídalo, de todas maneras ella no debería de estar aquí, es una simple operativo y esto es una reunión de líderes de equipo.

 

-Ella tiene razón. Agente Kawasaki, no debería estar aquí. Por favor tenga la amabilidad de retirarse- le pidió su superior.

 

-Pero señor, hay otros agentes como yo aquí- expresó a la defensiva.

 

-Agentes Krycek, Hannigan, Kawasaki, Bausch y Lomb, por favor retírense- les pidió la Sra. Summers.

 

Los Agentes que la Sra. Summers había mencionado empezaron a retirarse de dicho salón, pero antes de la agente Kawasaki retirarse le dio una mirada desafiante a la agente Scully, pero ella no se inmuto. Minutos después en el salón sólo quedaron los líderes de los equipos y los tres al mando de El Centro.

 

-Kunimitzu, tu nueva chica tiene potencial, pero necesita saber cual es su lugar- le comentó la agente Scully.

 

-Disculpa, es sólo una niña con grandes conocimientos que desea exponer- le explicó dicho agente.

 

La agente Illianof le susurro algo al oído a la agente Scully y ella la miró con extrema sorpresa, a lo cual ella solo pudo sonreír y afirmó lo que le había dicho con la cabeza. Después continuaron con lo que habían dejado atrás.

 

Cuando acabo la reunión, Tezka Kunimitzu se dirigió hacia su oficina con órdenes ya establecidas y tenía que preparar el perfil de su nueva misión; su equipo sería uno de los que iría a Palestina por motivos de la convención. Al llegar a su lugar de trabajo se sorprendió, pero no lo demostró, al ver a la agente Kawasaki sentada frente a su escritorio revisando su computadora como si fuera la de ella.

 

-Usted no debería estar aquí- le comentó el agente Kunimitzu al entrar.

 

-Lo siento señor, pero estoy interesada en conocer el perfil de la nueva misión- le explicó apenada al verse descubierta.

 

-Aun no lo he preparado. Así que por favor retírese- le pidió.

 

-Por favor, permita que me quede, me gustaría ayudarlo- dijo ella sin ocultar una sonrisa que él rara vez veía en aquel lugar.

 

-Su único deber en este lugar es obedecer mis órdenes, nada más. Así que por favor, retírese- repitió marcadamente mientras tomó asiento frente a su escritorio.

 

-Ya veo que en este lugar no aprovechan el potencial de sus agentes- exclamó indignada.

 

-Si usted creía que el trabajo que hacía en Japón lo haría aquí, debo decirle que leyó el folleto equivocado. Para volver a llegar a la posición en la cual estaba antes de entrar a El Centro no debe impresionar a los superiores o a los demas líderes de los otros equipos, es a mí, porque yo soy la única persona que puede hablar con respecto a usted; más nadie- comentó con parsimonia fría.

 

-No puedo impresionarlo sino me deja ayudarlo en el trabajo- le comentó con un dejo de hastío ante la situación.

 

-Yo voy a elegir el momento en el cual querré que usted me sorprenda- explicó y luego le indicó la salida.

 

Al otro lado del complejo, la agente Scully se encontraba en su oficina trabajando conjuntamente con el agente Kunimitzu que le enviaba cada tres minutos los avances sobre el perfil que él estaba realizando en su oficina. Ella en otra ocasión estuviera colaborando, pero como estaba pensando en el Dr. Mulder relegó el trabajo en el otro agente que no rechistó; ambos agentes competían por ganarse el favoritismo de los superiores, pero a Dana Scully en esos momentos poco le importó el favoritismo del Sr. Summers o la Sra. Summers.

 

Mientras revisó la información recibida, a su oficina entró la agente Hanniganm, quien no esperó a que le invitaran a pasar o le pidieran sentarse, cruzó sus piernas y le daba vueltas a una cuchara dentro de una tasz de café caliente y humeante; pero toda su atención estaba centrada en la agente Scully.

 

-¿Qué te hiciste en el pelo? Está mucho más largo. ¿Ya te da por la cintura?- le preguntó, pero poco le importaba el pelo de su compañera.

 

La agente Scully levantó la vista y miró a una de las pocas personas que podía llamar amiga en aquel lugar. La observó intrigada por verla allí e inmediatamente aisló aquella habitación.

 

-¿Qué deseas, Alyson?- preguntó sabiendo que su visita no era sólo por visitarla.

 

-¿Por qué me preguntas eso? Yo no quiero nada de ti- le dijo mientras le daba un sorbo a su café.

 

-No te hagas la tonta conmigo y dime que estás tramando- le pidió sin rodeos.

 

-Me ofendes- expresó molesta, -pero ok, te lo diré. Hay alguien que desea salir contigo- le comentó.

 

-¿Quién?- preguntó enredada.

 

-Un chico de tácticas, pero no te voy a decir quien es hasta que me prometas que vas a salir con él.

 

-Aunque supiera quien es no saldría con él porque no me interesa.

 

-¡Vamos Dana! Es una cita, no puedes negarte.

 

-No, no quiero, no quiero salir con nadie- expresó negativamente.

 

-Hace un año que no sale, desde…- se calló inmediatamente al recordar que su compañera no salía desde la muerte de su hermana. -Eres una de las agentes más solicitadas, deberías aprovechar, todos te desean, cualquier agente caería a tus pies- le comentó picaramente. -Necesitas salir- le decía, -necesitas una vida.

 

-Tengo una vida- comentó.

 

-¿A esto llamas vida? ¿Tu trabajo? Vamos, necesitas una vida social.

 

-Tú no tienes vida social- expuso tratando de llevarle la contraría.

 

-¿Qué sabes tú de mi vida?- le preguntó a la defensiva. -Además eso no es lo importante aquí, aquí lo importante eres tú.

 

-Te haré una recomendación, olvídate de mí y mi vida social y dedícate a darte cuenta que te babeas por Daniel Rivera- expuso formalmente.

 

-¡Yo no babeo por el tarado de Rivera!- exclamó exasperada.

 

-Esa negación es una afirmación de que estás loca por él- comentó con calma para que su amiga no perdiera los estribos con ella.

 

-Eres insoportable, Dana Scully- se acercó a la puerta. -Intento ayudarte y así es como pagas mi esfuerzo- expuso notoriamente ofendida.

 

-¿Cuál esfuerzo?

 

La agente Hannigan le dio una mirada de reproche a la agente Scully y salió de aquella oficina tirando fuertemente la puerta y diciendo cada cosa por la boca que Dios le había otorgado; y así la Agente Scully volvió a su rutina, pero todavía llevaba en la cabeza la imagen del Dr. Mulder, tan atractivo, inteligente, modesto, caballeroso; pero mojigato, testarudo y que al parecer no era de los que se rendía tan fácil, todo lo que ella buscaba en un hombre; pero lamentablemente de esos no existían en El Centro.

 

Alejó de su mente la imagen de dicho doctor, ya que era perder el tiempo. Según ella, lo primordial era su trabajo y tratar de que la Sra. Summers la dejara en paz, por lo menos por un tiempo.

 

 

Una semana después.

Instituto de Psicología y Ciencias.

 

La agente Scully se encontraba a la espera del Dr. Rogers, que la vería ese día después de una semana de mucho ajetreo para ella por cuestiones de trabajo; se estaba recuperando de una lesión en la muñeca y la llevaba inmovilizada con una venda azul especial.

 

Leía el periódico de ese día que rezaba en la primera plana de la parte de las Internaciones del Washington Post: Convención entre líderes del Medio Oriente exitosa. Dicha convención se desarrolló con normalidad y gracias a su equipo y al de los demás, que tuvieron que lidiar con amenazas de bomba y combatir con uno que otro terrorista que se negó a cambiar de parecer con respecto a sus planes. La secretaria del Dr. Mulder, Janet, que también era la secretaria del Dr. Rogers, se acercó a la agente Scully con cierta pena.

 

-Srta. Scully- le llamó.

 

-¿Sí?- habló al levantar la vista del periódico.

 

-Lamento mucho informarle que el Dr. Rogers no podrá atenderla hoy.

 

-¿Por qué?- preguntó confundida.

 

-Se le presentó un problema en la universidad que le ha impedido llegar, ha llamado y ha pedido que le disculpe. Que si está bien para usted, podrán verse mañana a esta hora- le comunicó.

 

-Bueno… está bien- dio un respiro profundo mientras cerró el periódico. -Será mañana entonces.

 

-Me disculpo nuevamente por el doctor- expresó la Srta. Krakovisch.

 

-No, descuide. No es su culpa.

 

La Srta. Krakovisch se despidió con un ligero movimiento de cabeza que la agente Scully le devolvió de igual manera. Cuando se puso de pie y tomó su abrigo para retirarse, vio que el Dr. Mulder se le acercó y de alguna manera ella sabía que lo vería nuevamente ese día; y se alegró internamente.

 

-Buenas tardes- le saludó él.

 

-Buenas tardes, Dr. Mulder.

 

-¿Ya te vas?- le preguntó el doctor.

 

-Sí, así es. El Dr. Rogers no podrá atenderme hoy- le comentó.

 

-Es una pena, pero se le presentó un inconveniente en la universidad…

 

-Sí, su secretaria me lo informó- expresó ella tratando de no hacer muy largo el asunto.

 

-Te invito a tomar un café. ¿Aceptas?- le preguntó él.

 

-¿No tiene trabajo que hacer?- le cuestionó.

 

-Mi único paciente del día de hoy no ha llegado, dudo que llegue- le explicó, -pero de todas maneras iremos al Starbuck´s que está aquí al frente- le indicó por el ventanal en donde se encontraba dicha cafetería. -¿Qué me dices?

 

El Dr. Mulder no tenía muchas esperanzas en que ella fuera aceptar, siempre se mostró a la defensiva hacía él y no sabía como llegarle. El silencio que ella mantenía le estaba inquietando demasiado hasta que este llegó a su fin.

 

-De acuerdo- le dijo.

 

-Perfecto- y sonrió más que complacido. -Espérame aquí, iré por mi abrigo.

 

-Está bien.

 

Mientras él iba en busca de su abrigo, ella se hacía un interrogatorio mental de por qué había aceptado esa invitación por parte de él. No era correcto, al contrario, era más que impropio; ella era una agente del gobierno y no podía, no debía relacionarse con personas fuera de su ámbito laboral. Era una obligación que ella estaba desacatando desde la primera vez que cruzó palabra con él aquella mañana fría hacía casi tres semanas.

 

Aunque se recordó a sí misma que no era de las típicas agentes que seguía el reglamento al pie de la letra, por eso estaba en la posición que ocupaba en El Centro, lo cual la enorgullecía de cierta forma; pero también recordó que en esos momentos su posición no estaba muy segura y que debía mantener cuidado. Cuando él volvió junto a ella con su abrigo, ella aún continuaba con su interrogatorio y discusión mental.

 

-¿Estás bien?- le interrogó.

 

-Claro, perfectamente- fue su respuesta.

 

-Janet, si mi paciente llega me llamas al celular- le pedía mientras acomodaba el cuello de su abrigo.

 

-De acuerdo, Dr. Mulder.

 

-Bien, vamos- le indicó él a la agente Scully y ella le siguió.

 

Al rato llegaron a Starbuck´s y ordenaron café para ambos, pero como el día no estaba tan frío decidieron pasear por el boulevard de Washington que estaba bastante cerca del Instituto. Era extraño, pero hasta el mismo Centro donde ella trabajaba estaba cerca de aquel Instituto. La tensión era reinante, él quería hacer preguntas que no sabía si debía hacerlas y como ella sabía que él no estaba tan parlanchín como la última vez que se vieron decidió tomar el asunto en sus manos.

 

-¿Es usted de Washington?- fue su primera pregunta.

 

-No, de Carolina del Norte- le aclaró con sorpresa ante la pregunta.- ¿Y tú?

 

-De San Diego, California- contestó. -¿Y qué hace un hombre de Carolina del Norte, graduado en Oxford en Washington?

 

-Washington es el epítome de la psicología en Estados Unidos. No podía quedarme en Inglaterra, ya que mi carrera no se iba a desarrollar y en Carolina mucho menos- explicó. -Por eso estoy aquí, he hecho publicaciones, investigaciones, colaboro con ciertas agencias gubernamentales. Según algunos soy uno de los mejores cirujanos de la mente, para contextualizarlo de esa forma, ya que yo no lo pienso así.

 

-Modesto, interesante, pero con respecto a mí le doy la razón a esas personas que dicen que usted es el mejor- comentó mientras luchaba con la tapa de su vaso, era imposible abrirla y con su mano vendada se hacía difícil.

 

-¿Y qué hace una chica de San Diego en Washington?- le preguntó mientras le quitaba el vaso y le quitaba la tapa para luego devolvérselo, ella sólo sonrió agradecida. -Algo debes hacer, porque San Diego está al otro lado del país.

 

-La medicina y querer alejarme un poco de mi familia- expresó dirigiendo su mirada hacia los chicos que jugaban en el parque.

 

-¿Eres doctora? Con razón supiste qué hacer con respecto a mi nariz. Sanó muy bien ¿No lo crees?- le preguntó mientras le daba un sorbo a su café

 

-Eso parece- aunque su mano vendada no le permitía mucha movilidad, ella tocó la nariz del prominente doctor, -sí, sanó muy bien.

 

-¿Y en qué hospital trabajas?

 

-Mmmm…- ella no deseaba mentirle, no mucho, claro estaba. -No ejerzo la medicina.

 

-¿Por qué? – preguntó curioso.

 

-No me llenaba como persona, no es que la medicina no me llene- se explicó,- pero resulta que no era lo que buscaba en mi vida. Así que ejerzo otra carrera.

 

-¿Cuál?

 

-Soy agente…

 

-De bienes raíces- intentó adivinar.

 

-No.

 

-De valores.

 

-No- ella sonreía con gracia.

 

-¿De cambios?

 

-Soy agente federal- le aclaró finalmente y era casi cierto.

 

-Ah… con razón los excelentes reflejos, la llamada misteriosa en el restaurante, el árabe perfectamente bien hablado, el arma en el bolso- enumeró, -y la mano entablillada.

 

-¿Mi arma? ¿Cuándo la vio?

 

-El día en que intentabas ponerme un tampón en las fosas nasales- explicó con gracia.

 

-Es que no llevo el arma conmigo cuando estoy en el Instituto- le explicó con cierta contrariedad y tomando algo de su café que ya se enfriaba.

 

-¿En qué unidad trabajas?- le preguntó.

 

-Unidad antiterrorista- y no mentía, casi. -Me lastimé la muñeca persiguiendo un idiota que construía bombas en el ático de una escuela secundaria- contó una historia trillada, pero creíble para el doctor. -Pero no quiero hablar de mi trabajo- expuso cansada.

 

-De acuerdo, ¿tienes hermanos?

 

-Tres- respondió, pero luego recordó que ya no era así. -En realidad sólo son dos, varones. ¿Y usted?

 

-Dijiste tres- comentó tratando de entender lo que ella había dicho.

 

-Sí, tres- aclaró tristemente. -Tenía una hermana, mayor que yo, desafortunadamente murió y tampoco quiero hablar de eso- expresó hastiada con el interrogatorio que él le hacía.

 

-Te entiendo, yo tampoco quiero que me preguntes por mi hermana menor, que también murió. Razón mayor por la cual me fui de Carolina, necesitaba alejarme de mis padres, su alcohol y peleas sin sentido, en la cual se echaban la culpa uno al otro de la muerte de Samantha- expuso con una tristeza muy parecida a la de ella.

 

Y de repente ella comprendió que sobre la tierra alguien tenía en su interior el mismo dolor por una hermana perdida y no era que se sentía más atraída a él por aquella razón, sino que de algún modo se sentía comprendida, no porque el fuera un profesional de la psicología, un medico o simplemente alguien capacitando en la materia, sino porque conocía el dolor y lo llevaba con él desde mucho antes de que ella empezara a llevarlo.

 

En silencio caminaron hacia la fuente del boulevard, era tranquilizador mirar los peces nadar mientras pensaban en la conversación de unos minutos atrás, así que se sentaron cerca de ella. La brisa otoñal movía la larga cabellera roja de la agente Scully y él la observó maravillado; los colores ocres de aquel pelo eran una visión fascinante y ella le miro atrapándole in fraganti.

 

-Algo me dice que no te gusta que te llamen Fox- habló ella provocando la sorpresa en él. -Entonces supongo que te dicen William- y él sonrió.

 

-En realidad le prohibí hasta a mis padres que me llamaran Fox, todos me llaman por mi apellido.

 

-¿Debes estar bromeando?- preguntó ella evitando reír.

 

-No, no estoy bromeando- aclaró seriamente, aunque también estaba evitando reír.

 

-De acuerdo… Mulder- dijo al cruzar la línea finalmente. -Tendré que acostumbrarme.

-¿Eres casado?

 

-No, soltero y sin compromiso- contestó él sin sorprenderle la pregunta. -Y creo que tú tampoco eres casada.

 

-¿Casada? Primero llovería oro, el infierno se congelaría y se declararía la paz mundial- dijo irónicamente.

 

Compartir un día completo con una persona que Dana Scully acabó de conocer no era algo que generalmente ella acostumbraba a hacer. Era precavida y meticulosa en cada asunto de su vida, algo que le habían enseñado en su trabajo y que jamás olvidó.

 

Pero para ella se había convertido en algo interesante romper las normas de su propia vida y oficio laboral. Fox Mulder, de cierta forma, logró que ella se relajara, a ella le encantó esa mente brillante e inquieta y sabía que él podía llegar a ser un gran amigo.

 

Tomar café sentados en una banca del parque de Washington, abrigados hasta la cabeza a pesar de no hacer tanto frío, ver a los chicos jugar al fútbol y hablar de cualquier cosa parecía ser lo más normal del mundo.

 

Ya se había hecho tarde y ambos volvieron al Centro de Psicología. Fox Mulder ya no tenía que volver al trabajo, pero Dana Scully había vuelto a recibir una de esas extrañas llamadas que activaban la curiosidad del doctor; pero que la agente jamás apaciguó en aquel momento.

 

Le acompañó hasta su auto como todo un caballero, eso a ella le movía el corazón de forma tierna y calida, lo cual no demostró. Se despidieron como quien espera algo, como quien desea algo y no se atreve a pedirlo.

 

La agente condujo hasta su lugar de trabajo, mientras su mente recreó en su interior aquella extraña pero idílica tarde de septiembre, mes donde hacía poco frío pero los ciudadanos de esa selva de concreto se empezaban a disfrazar con sus largos abrigos de crudo invierno.

 

Cuando se adentró a las entrañas del Centro, recordó que le había prometido al agente Rivera que le acompañaría esa noche a hacer la guardia nocturna y por ello había sido llamada. En su interior no sabía si maldecir a su colega o bendecirlo. Ella no saludó al llegar, se desplomó en la primera silla que vio mientras el agente Rivera luchaba con un computador que se negaba a cooperar y el agente Labiorestaux se despedía de ellos.

 

La noche llegó como un lince y El Centro empezó a dormir. Algunos agentes, pocos, somnolientos iban y venían una que otra vez de Sistemas, donde esos guardianes vigilaban sin decir palabra alguna. Entre cafés, pastelillos baratos, scanner y vigilancia satelital llegaron hasta la madrugada para cuando Dana Scully quiso conocer un poco más a ese hombre que no debía conocer.

 

Tecleó con dificultad sobre una consola tan fría e impersonal como eran ellos en aquel lugar. No le preocupó que su compañero la agarrara haciendo lo que no debía ya que el único deber de Daniel Rivera era escudriñar y vigilar el mundo terrorista esa noche, mientras que Dana Scully sólo estaba ahí para evitar que se durmiera y empezara a babear como bebé con pañales sobre ese teclado de ultima generación.

 

 

Nombre: Fox William Mulder

Fecha de Nacimiento: 13 de octubre de 1961

Lugar de Origen: Carolina del Norte, Martha Viñedos.

Padre: William Mulder

Madre: Teena Mulder.

Hermanos: Samantha Ann Mulder (¿desaparecida?)

Lugar de Residencia Actual: Washington DC, Alexandria.

Profesión: Doctor en Psicología, graduado en Oxford.

Señas Particulares: Daltónico.

 

Para ella, esa ficha de vida le proporcionaba poca información, pero valiosa, él le llevaba tres años de edad, vivía cerca de ella, río al saber que era daltónico y encontró explicación lógica para su extraño gusto en corbatas. Aun así le llamaba más la atención que su hermana estuviera desaparecida y no muerta como él le había dicho; para él estaba muerta, pero en esa ficha la palabra “desaparecida” estaba escrita entre signos de interrogación, paréntesis y letras rojas de alarma o advertencia que querían decir otra cosa para ella.

 

La ficha no decía más nada aparte de mostrar una foto de él. Era vacía y lacónica. Para el Centro, Fox Mulder era un civil más sin importancia alguna. No era un terrorista millonario suicida y tampoco dueño de un país con bombas nucleares en algún lugar perdido de su geografía; para el Centro sólo era un psicólogo más, para Dana Scully era mucho más que eso.

 

-Rivera ¿Has estado con alguna civil?- preguntó de repente la agente Scully mientras intentó saber más del Dr. Mulder.

 

-Todos hemos estado con civiles, Scully- respondió sin girar a verla, le parecía extraña la pregunta.

 

-Hablo de manera afectiva- explicó.

 

-Todos nos hemos acostado con civiles.

 

-¿Te has enamorado de alguna?- le preguntó con curiosidad.

 

-He sentido afecto- contestó mientras el sonido de su teclado era lo único que se escuchaba en todo el lugar.

 

-¿Y amor?- preguntó mirando fijamente la foto del Dr. Mulder.

 

-Los agentes no nos enamoramos, Scully- respondió lamentando que estuviera diciendo la verdad y luego giró para verla, aunque ella no lo hizo. -¿Acaso los depresivos-suicidas acostumbran hacer preguntas sin sentido?

 

-No lo se, ¿por qué no se lo preguntas a Hannigan?-giró para verlo. -Ella no es depresiva, pero sí suicida- le comentó con sorna. -Voy al baño, si te encuentro durmiendo sobre ese teclado cuando vuelva te juro que te disparo- le amenazó.

 

-¡Ahora eres psicópata!- exclamó azorado.

 

La agente Scully se puso de pie dándole una mirada de burla y emprendió el camino hasta el baño. Entró prácticamente corriendo a uno de los compartimentos de aquel aseo y se sintió aliviada cuando al fin pudo liberarse de la presión que hacía la orina en su vejiga. Al terminar bajó la cadena y se dispuso salir de allí, al abrir la puerta su sorpresa fue notoria al ver a su mejor amigo frente a ella con una mirada de pocos amigos para ella.

 

-¿Acaso no se puede orinar tranquilo en este maldito lugar?- le preguntó furiosa por verlo allí.

 

-Claro- fue su respuesta fría.

 

-¿Qué demonios haces aquí?- preguntó cuando se acercó al lavamanos.

 

-El día que te escuche decir algo sin maldecir será sorpresivo- expuso ante el vocabulario de su amiga.

 

-¿Qué haces aquí?- volvió a preguntar pero siendo esa vez más educada.

 

-Te estaba buscando- respondió.

 

-Tú siempre me andas buscando, Alex; al parecer crees que soy tu propiedad o tu esposa- exponía quejumbrosa. -Deja de buscarme, yo no me he perdido.

 

-Sólo me preocupo por ti, te he estado llamado desde ayer y no contestas- le explicó contrariado. -¿Acaso no puedo? Soy tu amigo.

 

-Lo se- abrió el grifo de uno de los lavamanos y empezó a mojarse las manos, -pero me incomodas. Me buscas y me llamas porque crees que me voy a suicidar o que ya lo he hecho; pero descuida, el Dr. Rogers lo está haciendo muy bien. No me voy a matar, tengo mejores cosas que hacer- decía mientras le miró a través del espejo y luchaba por que su venda no se mojara.

 

-Me agrada escuchar eso- expresó casi al borde de la incredulidad.

 

-No finjas, se que no me crees. Pero no me importa- cerró el grifo y volteó a mirarlo mejor. -No puedes estar pendiente de mí todo el día, no eres mi padre, ni mi esposo, ni mi novio; sólo eres mi amigo y te agradezco que te preocupes por mí- se secó las manos con una toalla de papel y la tiró al zafacón al terminar, -pero no exageres porque todos aquí hablan con respecto a tu comportamiento hacia mí. Relájate y dame espacio, es lo único que te pido- y salió de allí suplicando para que alex Krycek hiciera lo que ella le pedía.

 

-Ese es el problema, Dana, yo no quiero ser tu amigo.

 

El sol empezó a salir en Washington, pero en el corazón de Alex Krycek tal cosa no sucedía porque su sol era Dana Scully y ella no quería salir en ese lugar y por eso el corazón del agente permanecía en total oscuridad.

 

Nadie en El Centro imaginó lo que sentía él por la agente Scully y, si lo sabían, a nadie le interesó. Allí sólo era importante una cosa: el trabajo. El astro celestial lumínico salió y el trabajo se ponía en marcha en aquel lugar. Los agentes Rivera y Scully fueron a dormir y otros tomaron su lugar ese día.

 

 

 

Instituto de Psicología y Ciencias.

 

Temprano en la mañana, el Dr. Mulder disfrutaba un poco de café en la improvisada cocina del Instituto y sólo se dedicó a pensar en lo sucedido el día anterior; pero sus pensamientos se vieron interrumpidos por el Dr. Rogers, que entró para también tomar café antes de comenzar la jornada de trabajo de aquel día.

 

-Buenos días, Mulder- le saludó el Dr. Rogers que tomaba una taza y se servía café.

 

-Buenos días, Carl ¿Cómo amaneciste?- le preguntó con amabilidad.

 

-Muy bien ¿y tú?

 

-No lo se, creo que bien- respondió con confusión.

 

-Mmmm… ¿Qué le pasa al meritorio Dr. Mulder?- preguntó mientras le echaba azúcar a su taza.

 

-Nada… es sólo que… bueno, mejor olvídalo- y le dio un sorbo a su taza.

 

-Como quieras, pero si quieres hablar con alguien recuerda que siempre estoy disponible- le recordó.

 

-Gracias Carl, pero no me cobres honorarios ¿eh?- y el Dr. Rogers rió. -¿Tienes muchos pacientes hoy?

 

-Sí, tendré que atender a los pacientes que no pude ver ayer.

 

-Demasiado trabajo- expuso sintiendo pena por él.

 

-Así es- se acercó a la salida. -Nos vemos más tarde.

 

Y el Dr. Mulder esperó todo el día a la agente Scully, pero ella nunca llegó, fue ella quien esta vez había dejado plantado al Dr. Rogers; sin embargo, el Dr. Mulder no lo sentía por su colega, sino que lo sentía por él mismo. Se estaba haciendo ilusiones con esa desconocida no tan desconocida.

 

Vio y atendió pacientes ese día como lo hacía todos los días, su trabajo era monótono como ningún otro y sólo podía desligarse de él con ayuda de sus amigos. Salió a tomar unos tragos esa noche con sus cinco raros amigos y sólo pensaba en ella. Ella también lo hizo mientras trabajaba para salvar el mundo como sus colegas también lo hacían, y para ella su única diversión fue ver a través de una imagen de computadora caer un terrorista estrepitosamente de una moto mientras era perseguido por una calle de Praga por Agentes de la INTERPOL.

 

Pero el día siguiente sí fue sublime para él y para ella, encontrarse ambos escuchando una filarmónica tocar una de las notas de Beethoven en la Plaza Teatral, sin hablar o mirarse, sólo escuchando los violines, el piano, las flautas, los platos y los demas instrumentos.

 

La banda finalizó su concierto y todos en el lugar aplaudieron, mientras él se acercó a ella y le habló al oído para que nadie lo escuchara.

 

-¿No estás aburrida?- le preguntó muy bajo.

 

-No- y lo miró como nadie le hubiera mirado, escudriñando en su ser. -Estoy muy a gusto aquí, el lugar es agradable, tú eres agradable.

 

-Háblame de ti- le pidió tratando de evitar que ella notara que él se sentía demasiado halagado por sus palabras. -Quiero saberlo todo.

 

-No puedes saber todo de mí- le comentó con cierta pena.

 

La plaza comenzó a quedarse sin gente, el concierto había terminado y ellos a final terminaron solos en aquel lugar.

 

-¿Por qué no?- le preguntó abrumado.

 

-Conocer todo de mí no sería fácil para ti, no soy el ser más normal del mundo, ni siquiera yo me entiendo- le explicó.

 

-Ah- sonrió con ironía.- ¿Crees que yo soy normal? Te sorprendería de las cosas raras que suelo hacer.

 

-No lo creo- le discutió mientras ambos entraban a un hermoso restaurante italiano. -A mí no me sorprende nada.

 

-¿Entonces por qué yo sí me sorprendería de las cosas que haces tú?

 

-Porque yo no soy lo que tú crees que soy- fue su respuesta.

 

-Eso a mí no me importa, lo que me importa es lo que llevas dentro, no lo que quieres ser y no eres frente a los demas- le comentó para cuando el gerente se acercó a ellos. -Mesa para dos- le pidió.

 

-Síganme, por favor- y los llevó hasta una mesa.

 

-¿Por qué yo, habiendo otras?- preguntó mientras tomaba asiento.

 

-Porque me gustan los retos- le respondió mirándola fijamente a los ojos.

 

-Soy un reto difícil, se que abandonarás antes de intentarlo.

 

-Ya veremos- expuso mientras abría la carta de vinos.

 

Ella volvió al Centro y tarareó aquel concierto mientras sus colegas le miraban confundidos sin entender por qué ella sonreía y saludaba a quien pasaba a su lado. Dana Scully no sonreía, Dana Scully no saludaba; Dana Scully no tocaba a Tezka Kunimitzu cuando éste se le acercaba.

 

-Scully, junta en diez minutos.

 

-Eh… ¿por qué no tomas mi lugar? Sé el líder de la misión esta vez.

 

-Soy el líder, sólo que debes estar ahí- le aclaró sin entender el comportamiento de su compañera.

 

-No quiero, estoy cansada.

 

-¿Cansada? Vienes de descansar- le recordó con desespero.

 

-No soy tu Tezka, no soy un robot- le dijo en forma de burla y atreviéndose a llamarlo por su nombre.

 

-Yo tampoco- le devolvió el comentario de manera fría, El Centro se congelaba cada vez que él abría la boca.

 

-Necesitas una novia- le indicó.

 

-¿Ahora eres Alexa?- le preguntó antes de seguir por su camino.

 

Por otro lado en el vestidor de damas, Alyson Hannigan terminó de vestirse después de haber estado en una lucha campal con el clima de Perú y un grupo de insurgentes de dicho país. Cuando se colocó su chaqueta de oficina y terminó con su pelo, salió de allí para ir a casa y descansar treinta horas, lo que le pedía su cuerpo como recompensa por su colaboración con la causa norteamericana que ya la tenía aburrida aunque no lo comentara.

 

Era lo más normal para ella ver a Alex Krycek caminar por los pasillos del Centro sin rumbo fijo, allí nadie tenía rumbo fijo, pero lo raro era verlo con el ánimo por los suelos y se le notaba a diez kilómetros de distancia. Ella lo siguió hasta el gimnasio y cuando lo vio golpear un saco con una rabia que ella no conocía en él, decidió intervenir.

 

-Aún continua tu sufrimiento por Dana- expresó por primera vez dirigiéndose a él.

 

-Vete Alyson, no quiero que me molestes- le dijo con enfado.

 

-Alex, continuarás así si no le dices a Dana que la quieres- le comentó.

 

-No puedo hacerlo, no me atrevo- le dijo mirando fijamente al saco.

 

-Deja la cobardía, nadie podrá amarla como la amas tú. Ella seguirá sola y tú también; y ambos por ello serán más que patéticos.

 

-¡Ella sólo me quiere como se le quiere a un amigo! ¡Como se le quiere a un hermano!- gritó con rabia.

 

-Claro, porque tú solo te acercas a ella como un amigo, si te le acercaras como algo más las cosas serían muy distintas.

 

-¡Estoy cansado de que me repitas lo mismo!- expresó incómodo. -Déjame en paz- le pidió.

 

-Bien, pero no digas que no te lo dije.

 

 

 

Instituto de Psicología y Ciencias

Dos días después.

Consolturio del Dr. Rogers.

 

Otra de las tantas de terapias del Dr. Rogers con la agente Scully se estaba desarrollando en esos momentos. Dana Scully ya no pensaba en su hermana, su dolor, en el trabajo, en su familia, sólo pensaba en una cosa y el Dr. Rogers ni siquiera sabía lo que era.

 

La terapia resultó con la agente, ella había cambiado algo desde hacía unas semanas y era bueno, se decía el especialista, pero ella se cuestionó a sí misma si en realidad estaba funcionando.

 

-Dime Dana. ¿Qué me puedes contar hoy?

 

-¿Qué quiere que le cuente?- le preguntó con confusión.

 

-¿Cómo te va en el trabajo?

 

-Bien, como siempre- respondió.- En el Centro nada cambia doctor, eso usted lo sabe.

 

-¿Y tú vida personal? ¿No hay nada nuevo?

 

-Mi vida es mi trabajo- respondió lacónicamente.

 

-¿Y qué hay del amor?- le preguntó buscándole la vuelta a su deprimente conversación. -¿Has estado saliendo con alguien?

 

-No se si estamos saliendo- respondió.

 

-¿Podrías explicarte?

 

-No creo que sea correcto que haya algo entre nosotros.

 

-¿Lo amas?- le preguntó.

 

-Me gusta, pero de amarlo aún no lo sé- respondió mirando hacia el ventanal.

 

-¿Por qué no me dices eso mirándome?

 

-Porque no creo que tengamos que hablar de ese asunto doctor- fue su respuesta y luego lo miró fijamente.

 

-¿Por qué?

 

-Es una relación que no se concretará, no puedo permitirlo. Llevo conociéndolo muy poco.

 

-Eso que importa, debes darle una oportunidad a lo que estás empezando a sentir.

 

-Dr. Rogers, la única relación que yo puedo tener se llama trabajo, servir a mi nación. Usted lo sabe, porque también lo hizo; antepuso toda su vida para hacer lo que debía hacer.

 

-No lo hice, Dana, jamás. Fui agente al igual que tú, pero cuando me di cuenta que quería ser egoísta conmigo mismo lo fui- le aclaró.

 

-La Sra. Summers lo mataría si lo escuchara- le comentó con cierto terror.

 

-Hannah sabe muy bien lo que pienso y tú también debes saber lo que pienso. Ningún agente debe sacrificar sus sentimientos por el trabajo.

 

-¿Ni siquiera para proteger a la persona que creó esos sentimientos?- preguntó con perturbación.

 

-Eso no es necesario, esa persona es igual que tú, conoce los riesgos; sabe cuidarse. No puedes temer por los dos.

 

-Dr. Rogers, creo que no me entendió. Todo es distinto porque la persona por la cual me siento atraída no es un agente del Centro- le aclaró nerviosa ante lo que no iba a confesar.

 

-Entonces al parecer no te comprendo.

 

-Entonces eso es bueno, no quiero hablar del asunto.

 

-¿Segura?

 

-Segura.

 

-Si no es un agente de El Centro debes comprender los riesgos, sobre todo si es un civil- expresó yendo al punto.

 

-Ya no quiero hablar- puntualizó.

 

-Bien- tomó sus anotaciones. -Has progresado bastante, Dana, y me parece correcto que acortemos las visitas.

 

-Me parece perfecto- expresó respirando profundamente. -¿Para cuando nos veríamos entonces?

 

-¿Te parece bien dentro de dos semanas?

 

-De acuerdo.

 

-Entonces nos vemos en dos semanas- se puso de pie junto con ella.

 

-Hasta luego, doctor- se despidió.

 

-Hasta luego.

 

El Dr. Rogers la acompañó hasta la puerta y ella siguió su camino hasta el ascensor. Mientras otro paciente pasó a su oficina, este se dio cuenta que la agente Scully se había detenido a conversar amenamente con el Dr. Mulder y algo le decía que su colega era el asunto por el cual la Agente Scully se sentía inquieta y por el cual no quería hablar.

 

Prefirió dejarlo pasar, ya le sacaría suficiente información en la siguiente visita y no se alarmaría hasta saber la verdad. Si las cosas eran serias como lo sospechaba, tenía que preparar un plan para intervenir, el bienestar de la agente Scully era lo que más le preocupaba.

 

Continuara...

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