fanfic_name = Mundos Distintos

chapter = III

author = NikkyScully

dedicate = Disclairmer: Se dice que todo lo concerniente a X-Files es de Chris Carter, pero como el no ha sido el creador de los personajes que e incluido en este fic diré que hasta X-Files es mió, porque yo trabajo con el mientras Carter se dedica a hacer demandas lerdas. He dicho.

Clasificación: Lo que ustedes quieran y alternativo.

Dedicatoria: A las bitches sin ninguna duda, las amo chicas.

Agent Macgirl, mi compañera, mi amiga, mi co-escritora en otros proyectos y quien ahora me pego el sindrome de imnsonio. A Rosa, que no se donde anda, a Paulina por igual que anda súper perdida, a mis niñas que las extraño y a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Maca, Lizzy_x, Katherine_M_S, Sakura Spookky, conocimiento_acumulado, Chilly, wendymsanchez y adeDanK. Gracias a todos

Nota: Si entienden de que va esto los felicito

Feedback: jro185ARROBAhotmail.com.

Rating = touchstone

Type = Angst

fanfic = La más curiosa conversación telefónica se desarrollaba ese día en el Centro, mientras Dana Scully esperaba a que sus superiores se dignaran en aparecer para que le hablaran sobre alguna otra misión que de seguro ella y los demás realizarían con éxito; hablaba por teléfono con un inquieto doctor que le reprochaba el no saber nada de ella.

 

Alexa Illianof la miraba con inquisición, Dana Scully estaba sonriendo, iluminando aquel lugar oscuro y los sentidos de Alexa Illianof le decían que la agente Scully se estaba enamorando de la persona que estaba del otro lado de la línea.

 

Tezka Kunimitzu llamó su atención, pidiéndole que mirara algo en su agenda electrónica, ella poco caso le hizo, más le interesaba lo que estaba haciendo la otra agente aunque no podía escuchar lo que decía.

 

-No te he visto en toda la semana. ¿Por qué ya no vienes al Instituto?

-El Dr. Rogers sólo me verá una vez cada dos semanas.

 

El silencio del otro lado de la línea le indicó a la agente que el Dr. Mulder no estaba muy a gusto con la decisión de su colega, se puso triste y ella pudo más que notarlo; y le hacía gracia porque entendía que para él sería un gran sacrificio esperar una semana más para verla.

 

-Que mal ¿no?- expuso desconcertado.

-¿Mal?- preguntó confundida.

-No, bien para ti. Tu terapia, cualquiera que sea que te esté dando, al parecer esta funcionando. Mal para mí porque no podré verte tan seguido- dijo tristemente.

-Es bueno que funcione, porque no te hubiera gustado conocerme antes de esas terapias. No era la Dana que conoces ahora.

-Todas las Danas me importan: la loca, la cuerda, la simpática, la odiosa, la fría, la cálida- y ella comenzó a reír, -la divertida, la aburrida; en fin, todas- puntualizó.

-Creo que estás más loco que yo- comentó.

-No existen los psicólogos cuerdos- confesó con valentía. -¿Por qué no nos vemos esta tarde? Tengo entradas para una exposición en el Museo de Washington.

-Lo siento, pero no puedo; tengo trabajo- dijo mientras veía como el Sr. Summers entraba al salón.

-Entonces será en otra ocasión- expresó con tristeza.

-Creo que sí. Me vas a disculpar, pero debo colgar.

-¿Puedo volver a llamarte?

-Claro- e inmediatamente colgó.

-¿Amena la conversación, agente Scully?- preguntó inquieto el Sr. Summers

-No lo se, señor- le contestó a su superior.- Las conversaciones con el casero para mí no son amenas.

 

Él la miró de mala gana y se dispuso a encender una pantalla de plasma que estaba cerca de ellos. En la pantalla aparecía una imagen de un hombre de unos cuarenta años, vestido de negro y vaqueros.

 

-El es Christopher Dixon, agente de la KGB. Los canales de comunicación normales entre ambas organizaciones están cerrados por motivos de seguridad y sólo podemos mantenernos en contacto a través del agente Dixon. Él se encuentra en estos momentos en Washington y tiene información valiosa para nosotros. Esta tarde se encontrara con el agente Wolf en el Museo de Washington para hacer los cambios de información; Scully, Webster y Kunimitzu, quiero que se aseguren que la transacción se haga limpiamente y sin complicaciones. Eso es todo- y sin decir más nada se retiró.

 

-Que bien, algo para nada complicado. Tendré tiempo para ver el partido esta noche- comentó el agente Webster que se ponía de pie para retirarse.

 

Y era la misión más fácil del mundo, sólo tenía que mantener seguro el trasero del agente Wolf y el agente Dixon, pensaba la agente Scully. Pero sabía que no podía evitar verse esa tarde con el Dr. Mulder en el museo. Al parecer el destino le sonreía a ambos.

 

 

Museo de Arte Moderno de Washington

 

A dos cuadras de allí, el agente Patrick Labiorestaux monitoreaba desde el interior de una camioneta la misión que aun no daba inicio porque el agente Dixon no daba señales de vida en el lugar.

 

-Wolf- le llamó por el intercomunicador.

-En posición ¿tienes la posición del agente Dixon?

-No- contestó. -Scully- le llamó.

-En posición. No pierdan la paciencia, es ruso, no conoce lo que es el horario. Ya llegará. Webster, ¿dónde estas?- tocó con su mano el intercomunicador de su oído.

-Debajo de ti.

 

Ella se acercó al barandal y lo observó en el primer piso del museo tomando una copa de champaña que le acababan de ofrecer. Ella le saludó levantando su copa y él hizo lo mismo.

 

-Bonito vestido- le comentó, -¿lo compraste junto con el sombrero?

-¿Desde cuándo te importa la moda femenina, Marcus Webster?

-Sólo quería conversar, este lugar me aburre.

-Silencio, necesito la línea para mejores cosas- les amonestó el agente Kunimitzu.

 

Ella sonrió ante lo amargado y odioso que podía llegar a ser su compañero. Le dio un sorbo a su copa de champaña y cuando vio llegar al agente Dixon y que éste se acercara al agente Wolf pensó que el trabajo estaba a punto de finalizar y que si se daba con normalidad ella regresaría a casa y no al Centro.

 

De repente muy cerca de allí vio a un caballero de espaldas que miraba con inquisición una pintura post modernista. Ella sonrió al saber que sus pensamientos fueron certeros ese día y que sabía que ese día sí lo vería. Se acercó a él despacio y él no la sintió llegar.

 

-Es la pintura más fea que he visto en mi vida- comentó ella con diversión.

 

Él volteó a verla y fue para él una sorpresa verla allí, tan elegante con un vestido de cóctel negro, sombrero y gafas a juego. Un hermoso collar de perlas completaba la imagen que le fascino más que el cuadro que estaba viendo con anterioridad.

 

-Dana- se acercó a ella y la besó dos veces en las mejillas. -¿Qué haces aquí?

-Aceptando tu invitación- respondió sonriente.

-¿Pero cómo entraste?

-Soy agente federal, entro donde me place- reveló divertida.

-Scully, despeja la línea si estás decidida a ligarte al tipo con el cual hablas- le recomendó el agente Labiorestaux más que molesto.

-Me alegra verte- comentó el Dr. Mulder.

-Lo mismo digo- se tocó el oído, así cambiando de canal para escuchar sólo la conversación que sostenían el agente Wolf y el agente Dixon, los cuales no la escucharían a ella conversar con el Dr. Mulder. -Estuve viendo la exposición, pero no me parece muy interesante. Demasiado modernismo, yo prefiero lo antiguo- comentó.

-A mí me gusta, las nuevas tendencia expresan la nueva realidad de la vida- ilustró con vivacidad.

-Para expresar la nueva realidad de la vida no se necesitan ideas tan trilladas como pintar la muerte en un cuadro- mostró con desagrado mientras caminaba nuevamente al barandal junto con él. Debía observar como se desenvolvía el trabajo del agente Wolf y el agente Dixon. -Es tan triste, veo la muerte todos los días, no necesito que un cuadro también me la muestre.

-Creo que tienes razón por esa parte. Pero no sólo se expresa la muerte, sino también la vida, la gente actual, el amor actual.

-El amor actual se basa sólo en sexo.

-Para mí eso está bien.

 

Ella le miró con sorpresa y el rió, jamás pensó escuchar eso de él. Pero sí lo había escuchado y era increíble que él pensara así.

 

-No te engañes, yo prefiero el amor antes que sólo tener sexo. Pero me gusta hacer el amor con la persona indicada.

-¿Y existe esa persona indicada?- le preguntó con algo de contrariedad y nervios ante la pregunta que ella misma había generado.

-¿Crees tú que exista?

 

Ella dejó de mirarlo y por un momento vio algo que se suponía no debía ver ese día. De repente todo fue caos, un disparo y el agente Dixon cayó muerto frente al agente Wolf. El agente Labiorestaux gritaba a través del intercomunicador y en el museo se volvieron a escuchar más disparos.

 

Las balas cruzaban muy cerca de ellos, balas dirigidas a ella y sus colegas. La línea de comunicación se bloqueó con un sonido sordo y ruidoso; y ella tuvo que quitarse el intercomunicador al sentirse incómoda. Vio como el agente Webster y el agente Kunimitzu gritaban y corrían ya con sus armas en mano para proteger al agente Wolf que corría hacía ellos herido, pero llevando consigo un maletín con información importante para la agencia.

 

Su vida no era importante, pero sí la del hombre que la acompañaba. Lo tomó de la mano y al ver un sujeto con un arma correr hacía ellos ella no dudó en sacar su arma y disparar en el acto mientras el Dr. Mulder observaba toda la acción atónito.

 

Bajaron rápidamente por las escaleras; ella sabía cuales eran las salidas de emergencia y salió con él a su lado llegando a un callejón que se encontraba detrás del museo. Siguieron corriendo hasta alejarse lo suficiente del museo y se escabulleron por otro callejón donde debían recogerla a ella.

 

-¿Qué paso allá?- preguntó el Dr. Mulder agitado por la conmoción.

 

Ella no contestó, no porque no quisiera, sino porque no tenía que darle explicaciones a él. Tomó su teléfono celular, pero la línea estaba muerta y con rabia lo lanzó contra la pared del callejón provocando que éste se abriera en dos.

 

-¡Maldito aparato!- se quitó el sombrero y su caballera larga cayó sobre sus hombros.

-¿Qué pasa?- preguntó él nuevamente. -¿Por qué salimos del museo? ¿Por qué le disparaste a ese hombre?

-Me iba a matar, nos iba a matar.

-¿Por qué?

-No puedo explicártelo, no puedo- le dijo con desespero.

-¿Por qué?

-Escucha, no podemos vernos más- le advirtió. -No es seguro que estés cerca de mí. Yo en sí no soy la persona más segura del mundo.

-¿Esto tiene que ver con que seas agente federal? No importa, puedo lidiar con eso.

-No es el trabajo, es que…

-Por eso fuiste al museo- le interrumpió. -Estabas trabajando.

-Mulder, cada vez que estás cerca de mí corres peligro- expuso al darse cuenta por fin de ese hecho.

-No me importa el peligro.

-¡¿Qué?! ¡Estás loco! Es tu vida. Por favor no te encariñes conmigo- le suplicó. -No quiero encariñarme contigo. Eso sería nuestra perdición.

-Creo que ya es tarde para eso, Dana, ya estamos perdidos. Tú lo sabes, yo lo se. Está en nuestros ojos.

-No- negó.

-¿Quién dijo que es seguro el amor?

-No estamos enamorados- volvió a negar. -Sólo los tontos se enamoran.

-Eso no tenemos que discutirlo.

 

Y con esas últimas palabras la besó, dándole a entender que no había marcha atrás y tenía miedo, no por ella, sino por él. Él era un ser maravilloso que no merecía sufrir, que ella no debía hacer sufrir, pero acababa de caer a sus pies y no quería alejarse más de él.

 

El contacto fue avasallador, no podía creer que un ser como él llegara a ser tan apasionado y se abrazó a él, respondiéndole de igual manera sin importarle que la vida de ambos corría peligro. Insultaban al Centro e insultaban a los asesinos del agente Dixon.

 

Sus lenguas eran guerreros que sólo se dedicaban a sentir y se embriagaban mutuamente en tal lucha; y con agitación rompieron el beso, excitados por la pasión y la agitación del peligro se miraban tan fijo que podían ver el alma del otro.

 

-Esto no puede suceder, Mulder.

-Claro que puede suceder. A mí no me importa quién eres, para quién trabajas, qué demonios sucedió allá- le explicó. -Sólo me importas tú.

-No me conoces.

-Ya te conozco, más de lo que crees.

-Yo…

 

Su conversación se vio interrumpida por una mini van que se estacionó muy cerca de ellos. De la parte trasera bajó rápidamente el agente Webster y la agente Scully al verlo se alejó del Dr. Mulder.

 

-Debemos irnos, Scully, la comunicación está cortada y estamos expuestos- le dijo apresuradamente su compañero.

 

Ella miró al Dr. Mulder con ojos lastimeros y se encaminó junto con su compañero hasta la camioneta para cuando el doctor volvió acercarse a ella y la hizo girar para que lo mirara.

 

-Debemos volvernos a ver- le dijo con agitación.

-Es que…

-Esta noche- le pidió.

-Está bien- dijo resignada.

-¡Dana!- le llamó por su nombre para captar su atención el agente Webster.

-¡Ya voy!- le indicó.

-¿Te llamo?- le preguntó.

-No, yo te busco.

-¿Cómo?

-No te preocupes, yo te encontraré.

 

El agente Webster la volvió a halar por el brazo llevándola al interior de la camioneta. La puerta se cerró y el grupo de agentes partió con rapidez al Centro.

 

-¿Quién demonios era ese?

 

La agente Scully hizo oídos sordos a la pregunta del agente Webster y sólo podía ver la imagen del Dr. Mulder a través del espejo retrovisor. El agente Wolf respiraba agitado mientras se cubría la herida sangrante de su brazo y el agente Kunimitzu se veía preocupado e intentando comunicarse con el Centro sin ningún éxito mientras sacaba un botiquín de primeros auxilios y se lo entregaba a la agente Scully.

 

Ella sin hablar curaba la herida del agente Wolf, mientras se sentía muy vigilada por el agente Webster, que aun seguía preguntándose sobre el sujeto que la acompañaba cuando fueron a recogerla al callejón.

 

Cuando llegaron al Centro, en la puerta fueron recibidos por un no muy a gusto Sr. Summers. El agente Wolf fue llevado a la enfermería, pero los demas se quedaron allí para dar las explicaciones del lugar.

 

-Me pueden explicar que demonios sucedió allá- les pedía con intriga.

-Fue una emboscada- contestó el agente Kunimitzu. -Al parecer querían el disco que nos entregó el agente Dixon.

-¿Qué pasó con él?- preguntó con preocupación.

-Murió en el acto- respondió con indiferencia la agente Scully.

-Alguien tendrá que darle una explicación más lógica a la KGB. Se supone que era un intercambio de información de lo más sencillo, no debía salir nadie herido- comentó enfadado.

-No sabíamos que la situación se complicaría señor- expuso el agente Kunimitzu.

-Debían saberlo.

-Nuestro único deber allí era proteger los datos y así se hizo señor, según lo estipulado. Dixon nos dio el disco y Wolf no tuvo tiempo de entregarle el nuestro a él, por consiguiente ambos datos están seguros. El deber fue cumplido- defendió la situación la agente Scully. -Lo que pasó fue algo que no esperábamos, la responsabilidad por lo sucedido debe caer sobre quien hizo el perfil de la misión y de Investigaciones.

-Murió alguien que no debía morir- explicó con queja el Sr. Summers.

-Me va a disculpar señor, pero el agente Dixon conocía los riesgos, creo que sería factible que nos preocupemos por los civiles que se vieron afectados- intervino el agente Webster hablando por primera vez.

-¿Civiles? Ellos son lo de menos. Quiero un informe sobre mi escritorio en veinte minutos, Kunimitzu, ni un minuto menos, ni un minuto más- le pidió antes de retirarse.

-¿Se puede ser más impasible?- preguntó el agente Webster para sí mismo.

 

La agente Scully dio un largo respiro, lo único que deseaba en esos momentos era tomar una larga ducha en la primera regadera que encontrara en aquel complejo y en silencio miró al agente Kunimitzu, que la entendió enseguida.

 

-No creo que te necesite.

 

Ella cerró los ojos en señal de agradecimiento y se acercó a uno de los ascensores que esperaba por ella. Su pequeña y formada silueta desapareció detrás de aquellas puertas de metal.

 

-¿Quién era que la acompañaba, Webster?

-No lo se, le pregunté pero no me contestó.

 

Alexa Illianof era una de las agentes más antiguas del Centro, sabia, leal, educada y respetada, era el modelo ideal que una agente femenina debía seguir. Aunque Alexa Illianof tenía algo que no tenían los demas en El Centro y por eso en dicha organización era más que especial.

 

Sumida en sus pensamientos, su cabeza recibía más información de la que podía recibir. Caminaba por el largo pasillo central que atravesaba el complejo haciendo sonar un llavero en forma de pirámide, por cada puerta que pasaba ella la tocaba con el llavero y a nadie le sorprendía cuando se le veía haciendo eso, era lo más común dentro de las rarezas de aquel lugar.

 

Vio acercarse a ella a la Sra. Summers y ella no detuvo la marcha hasta que estuvieron lo suficientemente cerca como para que Alexa Illianof dijera lo que deseaba decirle a una de las personas más importantes de aquel lugar.

 

-Alguien del Centro está enamorado de alguien externo, Hannah- decía con seguridad mientras chocaba una y otra vez su llavero con la puerta que se encontraba a su lado.

-¿Segura?- preguntó con sorpresa.

-Como nunca.

-¿Y eso es bueno?

-Sí, claro que sí- expuso sonriente.

-¿Es bueno para el Centro?

-No, claro que no- expuso seria.

-¿Sabes quién es?

-Sí.

-¿Me lo dirás?

-Jamás.

-¿Entonces por qué me lo dices?- le preguntó intrigada, pero continuó su camino sin esperar respuesta.

 

Un largo baño con agua caliente, un vestido gris muy ceñido al cuerpo, tacos cómodos y su prolijo pelo peinado perfectamente; estaba más que relajada para cuando cerró su casillero la agente Scully. Su compañera le miró intrigada.

 

-¿Saldrás?

-Sí- le contestó mientras se cubría con su abrigo negro largo.

-¿Después de lo sucedido en el museo saldrás?

-Sí- respondió mientras asentía.

-¿Tienes una cita?

-Sí- contestó.

-¿Con quién?

-Con una persona.

-¿De aquí?

 

-Deja los interrogatorios, Alyson, no es educado- emprendió camino hacia afuera de los vestidores.

 

Alyson Hannigan la siguió hasta la salida para cuando se topó en medio del pasillo con Alexander Krycek.

 

-¿Adónde va vestida así?

-Si no lo sabes tú, menos lo sé yo- respondió la agente Hannigan con desconcierto.

-Tú nunca sabes nada- le dijo molesto.

-Vete al infierno, Alex- le pidió.

-Estamos en él ¿no lo crees?

-Pero no en la misma caldera- le recordó con altanería.

 

 

Departamento de Fox Mulder

Noche

 

La policía había acordonado todo el museo después de los disparos. El Dr. Mulder regreso allí sin saber las razones, era un total desastre ver a personas heridas y muertas en aquel lugar y él no entendía los motivos de tal hecho.

 

Se vio a sí mismo corriendo junto a la agente Scully por el lugar y salir de allí. Encontrarse nuevamente en el museo le parecía completamente extraño, así que sin más comenzó a caminar sin rumbo por toda la ciudad. El beso, ese beso, era lo único que podía recordar, lo que se habían dicho, cosas sin sentido, con tan poco significado e incoherentes ante la razón.

 

Verla era su único deseo, él le había pedido que se vieran esa noche y ella le prometió que así sería, pero no le creyó; no sabía por qué pero no le creyó. Regresó a su casa, su cuerpo le pedía descanso y relajación; pero esa noche sería más que eso y él aun no lo sabía. Llego allí, su apartamento en penumbras, pero con la presencia clara de una imagen femenina sobre el sillón de cuero negro que al parecer esperaba a que él llegara.

 

La miró fijo, sin saber cómo, cuándo y por qué había llegado ella hasta ese lugar. Ella no expresaba nada en su rostro, sólo se puso de pie y se acercó a él.

 

-¿En dónde estabas?- le preguntó ella suavemente.

-No lo se- respondió confundido. -¿Por donde entraste?

-Por la puerta- contestó ella irónicamente.

-No…- evito reír. -¿Cómo entraste? ¿Cómo supiste que vivo aquí?

-Eso es lo de menos ¿no crees? Sólo vine a decirte que esto no puede suceder- le comentó despacio, pero con firmeza. -Cuando estás cerca de mí corres peligro, más de lo que puedes imaginar.

-Me gusta el peligro- comentó tangible mientras levantó su mano y sin pedirle permiso empezó acariciar su cuello.

 

-¿Qué puedo hacer para que cambies de opinión con respecto a todo esto?- le preguntó con desespero al sentir la cálida caricia.

-Lo único que tienes que hacer es alejarte de mí- le recomendó.

-Eres el culpable de que yo este aquí esta noche, tú querías verme y aquí estoy. Es tu culpa.

-También es tuya- se acercó a su cuello y lo besó con ligereza.- Pudiste no venir.

-Corres peligro- volvía a repetir, pero con poca seguridad de tal hecho, ella ni sabía que estaba ocurriendo entre ellos en ese momento. -No me quiero enamorar, no lo estoy; no intentes convencerme de lo contrario.

-No lo haré- y cubrió su boca con la de él, llenando todo su interior, cada rincón.

 

Pero ella rompió el cálido beso y alejándose de él provocó su desconcierto; ella se cubrío los labios sintiendo un sabor agridulce sobre ellos, era la esencia del hombre que estaba frente a ella y se sentía culpable con tan solo mirarlo. De repente su móvil sonó y ella corrió a sacarlo de su bolso y contestar.

 

Ella lo miró con nervios y escuchando a medías lo que le decían al otro lado de la línea. Él se quito su abrigo y lo lanzó encima del sofá y se sacó la corbata, ella se sintió excitada por lo que él estaba haciendo y de momento dejó de mirarlo para concentrarse en lo que le estaban diciendo al otro lado de la línea.

 

-Kunimitzu, te comprendo, pero yo no puedo hacer nada- habló y colocó su vista sobre unos peces de colores que le resultaron de lo más lindos e interesantes. -¿Ahora? ¿No crees que es ya es muy tarde para eso?...¿Qué dijeron ellos?... ¿Que no fueron los responsables?- preguntó indignada, -pero rayos... ok, iré para allá- e inmediatamente colgó, para así tomar sus cosas y acercarse a la puerta.

 

-¿Te vas?

-Yo…

-No me digas nada- le pidió con hastío.

-Por eso es que tú y yo no podemos tener nada. No resistirías ni un segundo este vaivén de mi vida- fue su explicación.

-No saques conjeturas- le exigió.

 

No dijo más nada, como había llegado se había ido y lo dejo a él hecho un mar de interrogantes. Volvía al Centro, como siempre lo dejaba solo y se dio cuenta que no podía hacerle eso, no se lo merecía; así que se alejaría de él como él mismo le recomendó.

 

Cuando llegó al complejo, todo estaba en completa calma. Ya era tarde y la mayoría descansaba, pero en aquel silencio se escuchaba una voz femenina cantar a viva voz.

 

Como esos cuadros que aún están por colgar,

Como el mantel de la cena de ayer,

Siempre esperando que te diga algo más

Y mis sentidas palabras no quieren volar

 

Lo nunca dicho se disuelve en te

como el infiel dice nunca lo haré

siento que estoy en una cárcel de amor

me olvidarás si no firmo mi declaración

 

Aquella voz se escuchaba a través de todo el pasillo y sabía que era Alexa Illianof que cantaba realizando uno de sus paseos nocturnos. No la conocía bien, a la agente Illianof nadie la conocía bien, sólo el agente Labiorestaux y por obvias razones, él era su esposo y el único que la entendía en su extraña y particular locura.

 

Me abrazaría al diablo sin dudar

por ver tu cara al escucharme hablar

eres todo lo que más quiero

pero te pierdo en mis silencios

mis ojos son dos cruces negras

que no han hablado nunca claro

mi corazón lleno de pena

y yo una muñeca de trapo

 

La sintió acercarse y comprendió que no podía evitar que se encontraran en aquel pasillo. Su encuentro era inminente, pero a Dana Scully eso no le molestaba, le tranquilizaba saber que ella no era el único problema que los superiores del Centro tenían sobre ellos.

 

-Dana- le llamó por su nombre, lo hacía cada vez que quería hablar seriamente con algún compañero.

-Hola Alexa- le saludó sin importarle que la llamara por su nombre y no por su apellido.

-No te alejes de él- le recomendó con grave parsimonia.

 

La agente Scully al escucharla detonó sorpresa en su rostro y la agente Illianof sonrió con cierto orgullo. Dana Scully se acercó demasiado a su compañera, tanto, que cruzaba el espacio personal de ésta; pero no se inmutó y tampoco rechazó la posición en la cual ambas se encontraban.

 

-¿Qué quieres decirme?- preguntó con intranquilidad.

-Que no vale la pena que te alejes de él si te has encariñado.

-No te comprendo- expuso incomoda.

-Te estás enamorando o ya lo estás, eso no importa, lo que importa es que empieces a vivir tu vida sin que te preocupen las decisiones que debas tomar o las cosas que te obliguen a hacer los demás.

-¿Cómo sabes que…?- se detuvo unos minutos para organizar sus ideas. -Alexa, yo no puedo.

-Claro que puedes, puedes más que nadie en este lugar. Te lo has ganado, es tu derecho, ellos te lo deben. Lo has dado todo por el bien de esta organización, Dana, es hora de que te retribuyan el favor.

-Si fuera así de fácil, ni siquiera estuviera aquí. Él es un civil, yo un agente del Centro, polos opuesto, almas distintas, vidas distintas- enumeró tristemente.

-Los polos opuestos se atraen. ¿Acaso lo has olvidado? Es tu destino, Dana, no huyas de él.

-¿Cómo puedes decirme lo que me estás diciendo? Tú no sabes nada de lo que me ocurre con él. De todas formas se supone que no deberíamos tener esta conversación porque supuestamente nadie sabe nada de lo que pasa con mi vida.

-Yo lo sé todo, conozco el pasado y conozco el futuro; y conozco las consecuencias de las decisiones erradas y no erradas en tu vida.

-¿Fue una decisión errada aceptar entrar a la organización?

-No, eres lo mejor que ha pasado por este lugar.

-No me des consuelo.

-No es consuelo, es la realidad. Pero no pienses en lo ocurrido, piensa en lo que esta por suceder- le recomendó siendo muy meticulosa.

-¿Por qué estas aquí? ¿Por qué no usan tu don para algo mejor?- preguntó con decepción.

-Porque fue mi decisión entrar a la organización, porque mi destino está aquí. Todo lo que necesito y quiero esta aquí- le relató.

-¿Tú sabías que Melissa iba a morir ese día?

-Ya te lo dije, lo veo todo- expresó con pena.

-¿Entonces por qué no dijiste nada? Pudiste haberlo evitado y Melissa estaría viva- expresó con gran incredulidad.

-Porque es en la única cosa que no puedo interferir. La muerte se respeta, es la única regla- contestó oscuramente. -Búscalo y has que sea parte de tu vida- le recomendó mientras jugaba con su llavero.

-¿Alexa?- le llamó el agente Labiorestaux que se encontraba a unos pasos de ellas y ambas lo miraron. -¿Nos vamos?

-Claro- le dijo y luego volvió a mirar a la agente. -Hazme caso, soy la única persona que te habla con él corazón y dice la verdad- y sin más se alejó de ella encaminándose hacia su esposo, que le entregaba su abrigo para que se lo colocara.

 

Alexa Illianof jamás se equivocaba cuando hablaba y la persona que la escuchaba debía de hacerle mucho caso a lo que ella expresaba. Dana Scully no era creyente en supercherías de ese tipo, pero sus años en El Centro le habían enseñado que Alexa Illianof era un caso aparte cuando se hablaba de poderes psíquicos y paranormales. La agente Illianof era un caso de superchería bastante raro y bastante cierto.

 

Pero nada más le indicaba a Dana Scully que le creyera, no era desconfianza, sino incredulidad; aunque si Alexa Illianof, que era la menos indicada, le decía que se saltara las reglas, por alguna razón lo hacía y no por propia conveniencia. Ella seguiría su destino, porque su compañera tenía mucha razón. Era algo que le debían y lo tomaría aunque no se lo estuvieran entregando en bandeja de plata.

 

 

Instituto de Psicología y Ciencias

Mañana siguiente

 

La noche anterior había sido para el Dr. Mulder increíblemente extraña y confusa. Su conversación con la agente Scully no fue de lo más beneficiosa para ninguno de ellos y él ni siquiera sabía cuál era la razón de aquella visita. Estuvo ahí, hablaron, discutieron, se besaron, discutieron, ella expresó lo que no deseaba hacer y se marchó sin más ni menos, dejándolo más confuso que un político con medio discurso perdido y una multitud esperando que hable. La situación para él era extraña y por más que lo intentara no la entendía, y por ello no hacía esfuerzos por hacerlo.

 

Trabajó todo el día sin muchos deseos, sus pacientes entraron y salieron de su oficina y no salieron con grandes avances en su terapia. El doctor estaba para que le dieran terapia a él y no él a los demás.

 

A él no le importaba que ella fuera: Satanás, Dios o quien fuera, ni tampoco le interesaba entender por qué le atraía una mujer que ni conocía; el se caracterizaba por ese hecho, se encaprichaba hasta la médula. Pero definitivamente no era un capricho, era más que eso, pero no sabía qué.

 

Su secretaria, que lo conocía más que así misma y sabía que no estaba de buen humor, comprendió que él necesitaba desahogarse con alguien y ella era precisamente ese alguien. Al terminar la jornada de ese día, preparó dos grandes tasas de té y cuando entró a la oficina del Dr. Mulder sólo pudo sentir pena por la cara de desconsuelo que él mostraba.

 

Le dio a tomar una de las tazas y él así lo hizo. Ella se dispuso a tomar asiento frente al escritorio. Se miraron largamente, ella le sonreía a la espera de que él empezara hablar.

 

-No entiendo a las mujeres- expresó con queja al romper el silencio.

-¿Te rebotó?- preguntó después de darle un sorbo a su taza.

-Yo no se si lo hizo o no lo hizo- respondió confundido.

-¿Entonces?

-El asunto es que ella tiene miedo- le explicó.

-¿Miedo de ti?

-No, de mí no, de las circunstancias; ella tiene miedo de lo que pueda ocurrirme.

-¿Acaso tenemos una paranoica en potencia? ¡Sería el colmo, Mulder!- expuso.

-Janet, ella trabaja para el FBI y teme que me puedan hacer daño. Es la única explicación lógica, porque yo sinceramente no entiendo nada.

-Es mejor que la olvides, tus experiencias con mujeres que trabajan para el gobierno nunca han sido buenas. Esta Phoebe y…

-¿Podrías callarte? ¿Dos relaciones fallidas y por ello debo cuidarme de cada mujer que trabaja para el Estado? ¡Es completamente ridículo!- se quejó.

-La pregunta es: ¿Por qué ella? ¿Qué tiene que te trae de cabeza?- le preguntó con intenciones de entender que rayos pasaba con él y la misteriosa mujer.

-No lo se.

-¡Y vuelve la burra al trigo!- se puso de pie. -Generalmente estas conversaciones nunca llegan a nada, porque yo te recomiendo algo y tú vas y haces lo contrario como un niño de cuatro años- dijo molesta. -Se que la vas a perseguir, a hostigar, a cansar y te van a disparar- le comentó; -pon las cosas en claro porque ya veo venir una de tus depresiones existencialistas- expresó finalmente.

-¿A veces me pregunto por qué no terminaste tu carrera de psicología?- le preguntó con extrema sorpresa al escuchar sendo sermón.

-Porque no tengo paciencia- se acercó a la puerta.

-¿Te vas? Aun no he terminado de hablar.

-¿Qué más me tienes que decir?- le preguntó fingiendo cansancio.

-¿Crees que me he obsesionado?- preguntó con preocupación.

-Bueno…-dio un largo respiro antes de continuar, -el asunto es que tú cuando te obsesionas es porque te enamoras, así actúan tus sentimientos y tu “yo” se va de paseo y “ello” gobierna esa cabecita loca que tienes puesta sobre los hombros- explicó.

-De acuerdo, Freud- dijo burlonamente.-Mulder- sonrió un poco. -Deja de pensar en ella por lo menos un par de días, no se, has algo. Llama a Frohike y pídele prestado un par de cintas porno o vayan a ver a chicas desnudistas, que sé yo- expresó enfáticamente. - Pero haz algo.

 

Al Dr. Mulder le parecían muy graciosas las recomendaciones de su secretaria y no le quedó más remedio que soltar una risa sorda y ella lo tomó como algo bueno.

 

-¿Por qué me saliste lesbiana? Hubiéramos hecho una excelente pareja de dementes- expresó jocosamente.

-No se puede tener todo en esta vida- explicó. -Nos vemos mañana.

-Hasta mañana- se despidió él.

 

Su amiga salió inmediatamente de aquella oficina y él quedó algo pensativo por las cosas que ella le había dicho, las cuales eran bastante ciertas; pero lamentablemente él ya había caído en las fauces de la fascinación y el afecto por Dana Scully.

 

De repente su móvil sonó y al ver quien le llamaba, su rostro tomó una expresión de disgusto, pero estaba obligado a contestar y así lo hizo, guardando la compostura y la incomodidad.

 

-¿Sí?

-¿Lo tienes?- preguntó una voz masculina y aguda.

-Desde hace dos días, estaba esperando tu llamada.

-Lamento no haber llamado antes- se disculpó aquella voz masculina. -Tenemos inconvenientes con la comunicación.

-¿Por lo del…?

-Por eso y por mucho más- respondió sin dejarle terminar.- ¿Lo envías por correo?

-En diez minutos.

-De acuerdo, muchas gracias.

-Es un honor- y colgó.

 

 

Departamento de Fox Mulder

Tres horas después

 

Aunque siguió las recomendaciones de su amiga Janet y pasó un agradable momento con sus amigos, eso no lo había ayudado mucho en olvidarse un poco de la agente Scully. Su cabeza le hacía ver ese rostro y ese comportamiento en cada cosa que se encontraba por su camino. Hasta creyó que una de las chicas de la trillada película porno que había colocado Frohike para que la vieran, era una de ellas y empezó a creer que ya se estaba volviendo más loco de lo que ya estaba.

 

Llegó a casa con ánimos de darse un largo baño de agua fría, a pesar del otoño, ordenar una grasienta pizza y ver películas sobre aliens o vida en otros planetas. Pero alguien en especial tenía otros planes para esa noche.

 

Cuando entró lo primero que notó fue que cuando pasó por el comedor, la mesa estaba servida y dos velas encendidas daban el toque romántico; se preguntaba para él mismo si le había ordenado a la que limpiaba aquel departamento que le preparara la cena y se la dejara lista sobre el comedor ese día, pero recordó que no había pedido algo así.

 

Se quitó el abrigo dejándolo sobre un mueble y se acercó a la mesa, había toda clase de cosas que se suponía no tenía en su tan perfecta cocina masculina. Escuchó pasos provenientes de aquella cocina, pero no se quiso mover de aquel lugar y, finalmente, quien estaba haciendo esos sonidos apareció tal cual ángel era.

 

-Oh… al fin llegas- expresó con un dejo de alegría. -Ya estaba empezando a pensar que no vendrías- comentó la agente Scully ataviada con un vestido color lila de seda y chifón de lo más seductor.

 

Él no dijo nada, ella tampoco dijo nada porque colocó una botella de vino sobre la mesa y volvió a la cocina. Si él no entendía nada antes, entendía mucho menos en ese momento. Las preguntas inundaron su cabeza como una presa, pero no expresó ninguna sola, quería que ella explicara las razones de su aparición.

 

Estático en aquel lugar, veía como ella volvía de la cocina con dos platos y los ponía sobre la mesa cuidadosamente porque al parecer estaban calientes y levanto la vista para mirarlo fijo.

 

-¿Qué quieres saber?- le preguntó sabiendo que él quería saber muchas cosas.

-¿Cómo entraste?- preguntó con desconcierto.

-Por la puerta- respondió irónicamente como la ultima vez, pero él le dio una mirada de enfado que a ella no le gustó. -Forcé la puerta, y de seguro te preguntas cómo supe donde vivías. Te busqué en el sistema de datos del FBI y conseguí tu dirección- le explicó con calma y bastante seria.

-¿Y todo esto?- preguntó refiriéndose a la cena.

-Es una señal de bandera blanca entre nosotros- tomó la botella de vino y se sirvió un poco en una copa.

-¿Estamos en guerra?- le preguntó seriamente. -Aun no entiendo que haces aquí.

 

Ella estaba dispuesta a seguir los consejos de la agente Illianof. Lo que ella le había dicho la había convencido de que necesitaba darse una oportunidad con el Dr. Mulder y por eso necesitaba encontrar las palabras para hacerle entender a él que ya no huiría más como lo había hecho antes.

 

Tomó asiento frente a él en aquella mesa colocada tan elegantemente que daban deseos de no mover nada de lo que allí se encontraba. Respiró profundamente y se dispuso a hablar.

 

-No me gustan las preguntas, no me gusta que se preocupen por mí, no me gusta que otros se sientan mal por mi comportamiento y tampoco me gusta poner sus vidas en riesgo- explicó al empezar. -Por eso prácticamente me he convertido en alguien que no tiene vida social, mis amigos se cuentan con una sola mano y mi familia me conoce tan bien que ni se molesta en reprenderme por mi forma de ser; con esto no quiero convencerte de que es necesario que dejemos esto hasta aquí, al contrario, quiero que me des una oportunidad- expresó finalmente.

-¿Quieres decir que aceptas de una buena vez lo que ocurre entre nosotros?- le preguntó con extrema sorpresa.

-Jamás me lo negué a mí misma- y sonrió ligeramente,- pero sí te lo negué a ti y se que te lastimé más de lo debido- explicó tomando la copa que aun permanecía sobre la mesa. -No se que tipo de relación existe entre nosotros, pero estoy aquí esta noche porque quiero saberlo- expresó.

-¿Aun no lo sabes?- tomó asiento frente a ella. -Creo que nos atraemos enormemente.

-Pensé que era amor- dijo confusa.

-Tú no quieres que sea amor- le discutió.

-No, no quiero, pero tampoco puedo evitar que esa atracción se convierta en afecto o amor.

-¿Por qué no quieres enamorarte?

-Porque no quiero lastimarte- contestó con tristeza.

-Ya me has lastimado y ya no importa, porque fue algo pasajero. Mi nariz ya sano- comentó divertido y ella no pudo evitar reír ante tal comentario.-

Entiendo tu miedo, pero el miedo hace fuerte a las personas- confesó. -¿Nos damos una oportunidad?

-¿Así tan fácil? Pensé que te pondrías a la defensiva- dijo con pasmo. -¿No te vas a poner un poco inseguro?

-¿Por qué tendría que hacerlo?

-Por lo que he hecho antes y lo que he hecho ahora, esto no es normal- explicó seriamente.

-La normalidad es un concepto que yo no aplico en mi vida- reveló.

-Bien-dijo ella con una alegría que no expresó, pero podía verla a través de sus ojos. -Espero que te guste la cena.

-¿La hiciste tú?- preguntó él mirando su exótico plato.

 

Ella lo miró como si él le hubiera insultado con ese comentario, él sonrió ligeramente al comprender que ella era de las que no cocinaban, a él eso no le sorprendió; con la vida tan ajetreada y exigente que ella llevaba era de esperarse algo así.

 

Ella ni siquiera por la cabeza le pasó que él estaba pensando en esas cosas, ella sólo pensaba en que iba a ser un gran reto mantener en secreto para todos en la agencia que ella estaba saliendo con un civil. Era un riesgo enorme, sus superiores no iban a estar nada contentos; pero ella estaba más que dispuesta a llevarles la contraria esta vez. Estaba dispuesta a vivir su vida alejada de fantasmas del pasado, responsabilidades absurdas y un deber que aunque le pesara tenía que cumplirlo, porque era un deber hacía su país.

 

Él se sirvió un poco de vino antes de comenzar a cenar y ambos brindaron por un nuevo comienzo, del cual sí sabían como había empezado, pero no sabían como acabaría la nueva historia que ambos estaban escribiendo juntos.

 

 

 

Restaurant Moon Black

 

En aquel pequeño restaurante se desarrollaba una reunión entre los más importantes directivos de todas las organizaciones de espionaje de los Estados Unidos. En un salón reservado sólo para dicha reunión se encontraban Andrew y Hannah Summers, directivos primarios del Centro; John Doggett, directivo primario del Complejo I; Monica Reyes, directiva primaria del Complejo II; y Phillip Webster, directivo primario de la CIA, líder de todas las demas y padre de Hannah Summers.

 

Más que una pequeña reunión social entre colegas, era un análisis de los asuntos desarrollados en seis meses; una reunión nada convencional, pero así le gustaba al Sr. Webster. Hablaban de todo: los conflictos del Medio Oriente, los conflictos de la frontera con México, los problemas con agencias como M15 y la KGB, cuyas relaciones estaban más que débiles. Pero lo que más le interesaba a Phillip Webster era el nuevo proyecto que estaba desarrollando el Complejo I.

 

El proyecto del Complejo I se basaba en reclutar civiles que pudieran con sus conocimientos aportarles beneficios a la agencia, sin tener que recurrir a un reclutamiento total o sin que el civil se viera obligado a salir de la sociedad totalmente. Al Sr. Summers poco le interesaba dicho proyecto, un proyecto que ya estaba en marcha desde hacía mucho tiempo y que al Sr. Webster le parecía de lo más innovador.

 

-Y dime John, ¿cómo se está desarrollando el proyecto?- le preguntó el Sr. Webster, un hombre entre los sesenta y sesenta y cinco años, al parecer de carácter templado; pero con el poder del mundo en sus manos.

-En seis meses hemos reclutado a más de veinte civiles, señor- respondió el Sr. Doggett, que al parecer quería ganar punto con su superior inmediato.

-¿Acaso no conoces el riesgo de involucrar a civiles con la agencia?- preguntó el Sr. Summers. -Jamás los civiles y la CIA han ido de la mano, tú lo sabes John.

-Es algo que quiero cambiar, Andrew. Allá fuera hay cientos de civiles mejores preparados que agentes comunes de la agencia- explicó.

-Las cifras son claras- agregó la Sra. Reyes apoyando el comentario del Sr. Doggett.

-¡Por favor, Monica! Un día de estos uno de esos civiles fallará, porque alguna agencia contraria le ofrecerá lo que el Complejo I o el Complejo II no le ofrecen- le discutió el Sr. Summers.

-Me aseguro muy bien de que algo así no suceda- defendió el Sr. Doggett.- Los civiles reclutados son personas íntegras, de buena moral y con grandes deseos de ayudar.

-El patriotismo no es suficiente, no puedes comparar la lealtad de un agente que ha vivido toda su vida por su país y por su organización, y los buenos deseos de un civil que para él le parece divertido hacerse pasar por agente o espía por algunos días- expuso incómodo el Sr. Webster. -¿Y qué es eso de que tus agentes nuevos jamás se ven entre sí?- preguntó contrariado.

-Trabajan solos, ofrecen sus propios datos, ofrecen sus únicos conocimientos para nuestros fines. Existen mejores hackers fuera de la CIA que dentro de ella y es algo que he comprobado- expuso.

-Además Andrew, es una buena solución para la problemática de la falta de personal, recurrir a estos civiles es una buena solución para dichos problemas.Lamentablemente estamos teniendo más agentes que estudiaron para el campo de batalla que agentes que estudiaron para el área de inteligencia e investigación. Los civiles llenan esos

huecos vacíos- explicó la Sra. Reyes.

-No puedes comparar a Patrick Labiorestaux con un niño universitario que lo único que hace es robar cuentas de ahorros por Internet- expuso indignado el Sr. Summers.

-Nadie está diciendo eso- comentó el Sr. Webster defendiendo así el proyecto de los Complejos y él era quien daba la última palabra. Si a él le gustaba algo, nadie podía discutirlo. -Me gustaría conocer tu opinión, Hannah, es muy importante.

-Si te digo que me parece buena idea querrás que El Centro haga de este proyecto parte de él, ¿cierto, Phillip?- le preguntó desafiantemente su hija mayor.

-¿No te parece bueno?

-Es un buen proyecto, para el Complejo I y para el Complejo II. Lamentablemente El Centro es la organización más oculta de los estamentos de la CIA y El Centro no se involucra con civiles, ni la organización ni sus agentes- explicó seriamente Hannah Summers. -Por consiguiente, querido padre, no es un buen proyecto para nosotros. No podemos arriesgar todo lo que hemos hecho durante años y mucho menos cambiar nuestro sistema…

-Tal vez un cambio en el sistema les caería bien- le interrumpió el Sr. Doggett.

-¿Qué quiere decir John con eso?- preguntó el Sr. Webster.

 

El Sr. Summers y la Sra. Summers se mostraron con preocupación, porque el Sr. Doggett se refería la misión Dixon, la cual ni se sabía por qué había fallado y el Sr. Webster no conocía los detalles de tal fallo.

 

-Tuvimos problemas con la misión… Dixon- explicó inquieto el Sr. Webster.

-¿Qué tipo de problemas?- le preguntó ya viendo venir las malas noticias.

-Tuvimos un fallo interno, nuestros agentes fueron atacados. Murió el agente Dixon y unos cuantos civiles en el Museo de Arte Moderno de Washington- explicó el Sr. Summers. -Nada de que preocuparse.

-¿Nada de que preocuparse? Se suponía que sólo era un cambio de información, era algo que no incluía un perfil de protección y batalla… o como se diga- expresó confuso. -No debía morir nadie ¿Acaso no investigaron?

 

-Lo hicimos- contestó la Sra. Summers. -Pero no sabíamos que otros querían los datos que la KGB nos otorgó ese día. Se nos fue de las manos.

 

-Espero que eso no vuelva a suceder, porque si sucede yo mismo me aseguraré de renovar el personal de inteligencia de El Centro y nadie podrá poner objeción- explicó tajantemente el Sr. Webster. De repente uno de sus guardaespaldas se le acercó y le susurró algo al oído. Su expresión se mantuvo seria e impávida y comprendió que tenía que retirarse. -Hablaremos de esto en otra ocasión- les dijo al ponerse de pie. -Tengo que retirarme- y sin más así lo hizo, dejando a los líderes de tres agencias con ganas de arrancarse las cabezas mutuamente.

 

 

Departamento de Fox Mulder

En ese mismo instante

 

Habían cenado calmadamente, conversando, habían tantas cosas que saber, comprender, entender y responder que la noche sería corta para ellos; pero no les importaba porque aun tenían toda una vida para saberlo todo uno del otro, así suponían internamente.

 

Se encontraban en el salón, el suave jazz armonizaba los diálogos y el vino de la segunda botella los desinhibía. Ella miraba todo a su alrededor, observando y aprendiéndose cada escondite de aquel departamento, un lugar en el que no debía estar, pero estaba y se iría cuando quisiera.

 

Él la miraba desde el extremo de su sillón de cuero negro, sólo estaba dispuesto a pararse de allí si la mujer que se encontraba frente a él se lo pedía. Mientras tanto se limitaba a observaba desde allí, mientras ella fisgoneaba en todos los lugares del salón.

 

-Así que eres creyente en la vida fuera de este planeta- expresó con extrema sorpresa mientras jugueteaba con su copa y miraba cada uno de los compactos del Dr. Mulder.

-No entiendo por qué tú no.

-¿Por qué yo no?- preguntó con extrañeza. -Sólo de pensarlo me parece de lo más ridículo. ¿Ovnis? ¿Hombrecillos verdes? ¿Secuestros?

-Piénsalo mejor, ¿crees que sería plausible que nosotros fuéramos los únicos seres vivientes en todo el universo?- preguntó.

-Para mí sería plausible- expuso mirándolo fijamente. -Es el equilibrio del universo, sólo unos cuantos tienen derecho a la vida- explicó.

-¿Y eres doctora en medicina?- preguntó con pasmo.

-Tú eres doctor en psicología, tú eres quien llama locos a los que creen en hombrecillos verdes y los mete en el manicomio embotándolos de antipsicóticos- le comentó.

-Créeme, no soy el doctor en psicología más tradicional del mundo- explicó.

-Ya veo- y se sentó en la esquina opuesta de aquel sillón de cuero negro.

Y después de eso ella se preguntó cómo podría atraerle un hombre con los pensamientos de él, pero más se hallaba atraída a él y le gustaba.

-¿Tienes alguna otra creencia oculta?- le preguntó ella cruzando las piernas de manera seductora.

-No que yo sepa. ¿Y tú?- le preguntó al tragar en seco cuando vio ese gesto provocativo.

 

La agente Scully sonrió ligeramente ante la pregunta.

 

-No, ninguna- respondió. -¿Tienes muchos amigos?- preguntó ella curiosa.

-No, no muchos. Pero los que tengo son como mis hermanos- contestó. -¿Y tú?

-Alex, Alyson y mi arma- respondió y le siguió una pequeña risa.

-¿Tu arma?- preguntó contrariado.

-Me tiene alejada de ciertos locos- ilustró.

-Entonces creo que tendrás que usarla contra mí, yo no estoy tan cuerdo- expresó divertido.

-Mmm… creo que eres un loco que me complace tener a mi lado.

-Háblame de ellos dos. ¿Cómo son?- preguntó con curiosidad.

-Son mis amigos, mis compañeros de trabajo. Alyson es como la hermana pequeña fastidiosa que siempre quiere saberlo todo y Alex es como el hermano mayor celoso, es al extremo paranoico cuando se trata de mí. Se preocupa mucho- dijo mirando al vacío, recordando el comportamiento del agente Krycek con respecto a ella.

-Al parecer le gustas al tal Alex- habló con cierto recelo.

-No- negó con ciertas dudas. -Soy como la hermana que jamás tuvo, eso es todo-explicó finalmente.

-Tienes exactamente la edad de mi hermana y créeme que no te veo como la vería a ella- enunció el Dr. Mulder con un dejo de picardía al tomar su copa de vino.

 

Ella se sonrojó un poco al escucharlo y también tomó de su copa. El alcohol estaba llevándolos a niveles incomprensibles para ambos, pero ella al escucharlo hablar sobre su hermana quería saber qué había ocurrido con ella en realidad, necesitaba conocer su versión y más adelante investigaría la versión que guardaban y pretendían ocultar aquellos archivos de la agencia.

 

-¿Cómo murió?- averiguó con seriedad.

 

El respiró profundamente, era algo de su pasado que le costaba recordar, pero que sin duda alguna el dolor ya no hacía tanto daño como en los primeros años y por ello se le hacía mucho más fácil sobrellevarlo.

 

-Fue secuestrada- dijo con la vista gacha, evitando mirar aquella mujer que se encontraba a su lado. -Hace unos veinticinco años, estábamos solos en casa y jugábamos estratego. De repente una luz blanca y Samantha desapareció- relató provocando extrema confusión en la agente Scully. -Tenía nueve años- relató finalmente con un oculto tono de tristeza.

-Debió ser difícil para ti y tus padres- comentó la agente Scully compartiendo su dolor.

-Mis padres discutían tanto en ese entonces que no tuvieron tiempo para que les doliera- explicó, –yo, como ya sabes, preferí alejarme- confesó.

-Lo siento mucho- dijo con pena. -Entiendo que es difícil y no lo digo sólo por decirlo- comentó mientras le tomaba de la mano en señal de apoyo.

-Lo sé- refirió sonriendo levemente.

-¿No la encontraron?- preguntó acercándose más a él.

-No- contestó. -Lleva todo este tiempo desaparecida; la he buscado, pero sin mucho éxito- comentó.

-Algún día sabrás que pasó con ella, se que será así- expresó con mucha seguridad.

-Gracias- le dijo y le besó la mano en señal de tal agradecimiento. Y comprendió que si eé podía hablar de su hermana, ella podía hablar de la ella. -¿Puedo preguntar como murió tu hermana?

-No, no puedes- contestó rápidamente y a la defensiva; pero inmediatamente cambió de opinión al ver la mirada de suplica que él le daba. -Es algo doloroso, no me gusta recordarlo.

-Creo que ya sabes que yo también perdí a mi hermana y sé que duele- le expuso.

-Tú no viste morir a tu hermana- dijo con voz seca.

 

Y él se sintió culpable y tonto por insistir cuando no debía insistir, pero ya era tarde y sólo le quedaba pedir disculpas y pedirle que lo golpeara por su poca prudencia con respecto a cualquier cosa de la que se estuviera conversando.

 

-Lo siento… yo…

-Descuida- le interrumpió. -No importa, es algo que ya pasó- expresó con melancolía y luchando para que sus lágrimas no salieran, no era justo ni para él ni para ella. -Pienso que ya no debemos hablar de esto.

-Sí, porque creo que tú y yo nos atraemos porque ambos perdimos a nuestras hermanas y estamos buscando consuelo uno en el otro- comentó con cierta sorna.

 

La agente Scully lo miró con gran sorpresa y no pudo evitar echarse a reír ante el tonto comentario, él la siguió unos segundos después. No se atraían por esas razones, era más que obvió, pero sin duda alguna la conexión se hacía más sólida sólo por el hecho de sus hermanas.

 

-¿Por qué no traes más vino?- le preguntó al mostrarle que su copa y la botella ya estaban vacías.

-De acuerdo- respondió él.- Regreso en un momento- y se retiró en busca de una nueva botella, la tercera de la noche.

 

Ella se puso de pie y se acercó a la pequeña ventana que se encontraba al fondo de ese salón, atraída por la luna empezaba a sentirse excitada y quería compartir esa sensación. Ya no quería vino y la luna le confesaba lo que en realidad ella quería.

 

Cuando él regreso de la cocina con la tercera botella de vino tinto al verla allí supo inmediatamente que ella tenía nuevos planes para esos instantes. Dejó el vino sobre la mesa central del salón y se acercó despacio hacía la experimentada agente, pero ella ya sabía que él se encontraba allí.

 

-Es tarde ya- ilustró ella para darle entender que ya sabía que él estaba ahí.

-¿Te tienes que ir?- le preguntó colocándose a su lado.

-No necesariamente- le comentó y le miró por encima de su hombro. -Sólo me iré si tú me lo pides- expresó seductoramente.

-Bueno… eso es lo que menos quiero en estos momento- manifestó un poco acalorado por la situación.

-No puedo creerlo- rió ligeramente. -Llevas casi un mes detrás de mí y cuando llega el momento culminante de este juego del gato y el ratón tú te pones nervioso- volvió a reír.

-No estoy nervioso- mentía, no sabía cómo, pero ella sí lo ponía nervioso.

 

Ella le miró con incredulidad y colocó su mano sobre su pecho, él dio un ligero respingo y ella no se echo a reír al suelo porque quería mantener la seriedad del momento. Tal vez él estaba bromeando o quiso ser lo bastante rápido, no se sabía, pero ella sólo pudo abrazarse más a él cuando sintió que él la tomaba por la cintura y delicadamente le besaba el cuello.

 

Ligeramente subió a sus labios y el sabor a vino tinto se hizo más fuerte y ambos los compartían gustosamente. Él se alejó un poco y sonrió con orgullo al ver que ella aun tenía los ojos cerrados, como esperando a que él continuara con lo que estaba haciendo y ella abrió los ojos al no sentir lo que más deseaba, sus labios.

 

-¿Qué?- preguntó intrigada.

-Nada- contestó.

-Debo confesar algo- expresó ella con una timidez que develaba algo mucho más profundo. -No tengo nada debajo de este vestido- expresó con notoriamente picardía.

-Lo se- habló sin nada de contrariedad o sorpresa. -Supe el día que te conocí que eres de las que acostumbran a hacerse las niñas buenas, pero en realidad son unas diablillas y lo confirmé cuando te vi entrar al comedor- declaró.

-Y tú eres de los pervertidos- prosiguió ella. -Excelente combinación- expresó inquietamente.

 

Él sonrió junto con ella y luego de eso lo que prosiguió fue un beso largo y profundo. El deseo aumentaba al igual que el calor en aquel salón y mientras se besaban, ella sin mucho esfuerzo pudo sacarle la chaqueta que el llevaba puesta y aún no se había quitado.

 

Ella estaba más que impaciente y él lo sabía porque estaba sintiendo lo mismo. Él cayó sobre el sofá y ella continuaba pegada a él, esa vez ella sobre su regazo. El beso se volvió más demandante y el encontró el cierre de aquel vestido para cuando ella le había sacado completamente la corbata.

 

Él por el contrario, lamentablemente para ella, sí le hizo caso al corazón y se entregaba sin reserva alguna. Era la perdición para ambos y no estaban enterados de ello.

 

Y no hubo dudas, ni juegos, ni rodeos. No era sexo y no era afecto, no era nada de ello. Era un sentimiento innombrable para ella y que tenía dudas de si lo sentía o no, su corazón le gritaba que sí, pero ella prefería ignorarlo y sólo vivir el momento.

 

Continuará...

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