fanfic_name = Mundos Distintos

chapter = IV

author = NikkyScully

dedicate = Disclairmer: Se dice que todo lo concerniente a X-Files es de Chris Carter, pero como el no ha sido el creador de los personajes que e incluido en este fic diré que hasta X-Files es mió, porque yo trabajo con el mientras Carter se dedica a hacer demandas lerdas. He dicho.

Clasificación: Lo que ustedes quieran y alternativo.

Dedicatoria: A las bitches sin ninguna duda, las amo chicas.

Agent Macgirl, mi compañera, mi amiga, mi co-escritora en otros proyectos y quien ahora me pego el sindrome de imnsonio. A Rosa, que no se donde anda, a Paulina por igual que anda súper perdida, a mis niñas que las extraño y a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Maca,Icezard, Lizzy_x, Katherine_M_S, Sakura Spooky, conocimiento_acumulado, Chilly, wendymsanchez y adeDanK. Gracias a todos

Nota: Si entienden de que va esto los felicito

 

Rating = touchstone

Type = Angst

fanfic = Mañana siguiente

Departamento de Fox Mulder

 

Dana Scully dormía enredada entre sabanas azules, toda su larga caballera caía como un gran abanico sobre la almohada y su rostro reflejaba una sonrisa de completa satisfacción. Soñaba con lo que había hecho la noche anterior; el placer, la pasión, el calor... todo ello se manifestaba inmediatamente en su tersa y blanca piel de marfil.

 

El sol ya había salido y sus rayos entraban por las rendijas de la ventana de aquella habitación y giró hacia el otro costado de la cama para cubrirse de aquella luz que no la dejaba dormir y seguir soñando. Su pelo inmediatamente cayó sobre su cara cubriéndola por completo y cuando tentó a su lado se dio cuenta que ya no la acompañaban; pero no se levantó sino que siguió durmiendo.

 

Pero de repente entre sueños escuchó el sonido de una escandalosa aspiradora e inmediatamente abrió los ojos, la luz llego a sus retinas y rápidamente a su cabeza llegó un agudo dolor producto del alcohol de la noche anterior. Dos botellas de vino eran suficientes para que Dana Scully tuviera una perfecta cruda.

 

Se quitó el pelo de la cara y levantó la mitad de su cuerpo del colchón cubriendo con las sabanas su desnudez y buscó en la habitación algún rastro del Dr. Mulder pero sin ningún éxito. Seguía escuchando la estrepitosa aspiradora y se preguntaba si él limpiaba después de una noche de sexo. Rió para sí; él era excéntrico pero no tenía una excentricidad al borde de la locura.

 

Se paró de la cama y fue directo al baño, la naturaleza llamaba y la ducha también, necesitaba salir de aquel departamento, pero primero necesitaba darse un baño y conseguir su vestido. Cuando hizo todo lo que debía hacer en aquel baño, se envolvió con la primera toalla que encontró y, no es que fuera muy confianzuda, pero hasta que no viera al Dr. Mulder no iba a salir de aquella habitación. Al salir de aquel baño casi pega un grito al ver a una mujer bastante pasada de peso parada en la puerta sosteniendo una tasa de café y su lindo vestido de seda color lila.

 

-Buenos días, Srta. Scully- le saludó de forma muy simpática la señora.

-Buenos días- saludó ella con un poco de desconfianza.

-Aquí tiene su café- le dio a tomar la taza en sus manos, -aquí le dejo su ropa- dejó el vestido sobre la cama y salió de la habitación.

 

La agente Scully se quedó estática sin entender que había pasado allí y sin saber quién era aquella mujer; pero quien podía responder a todas sus interrogantes entró a la habitación vestido con ropa deportiva.

 

-Buenos días dormilona- le saludó y se acercó a ella para darle un ligero beso en los labios que ella recibió sin ningún reproche. -¿Te cayó bien el baño?

-No puede ser que vivas con tu madre- comentó con inquietud. -Y para colmo dejas que le lleve el café a la mujer con la cual te acuestas.

 

Él le dio una mirada de confusión producida por el loco comentario que sólo logró en él una carcajada que a ella no le gustó, y que cuando él se cayó agradeció el silencio. La cabeza la estaba matando.

-Ella no es mi madre, es mi ama de llaves- le aclaró aún con un dejo de asombro. -Se llama Gladys.

-Oh… bueno, disculpa- expresó con vergüenza. -Es que fue muy extraño verla aquí.

-Descuida, Gladys es muy discreta si eso te preocupa- le aclaró.

-No, no me preocupa- le dijo mientras hacia dibujos imaginarios con un dedo sobre el pecho del hombre que despertaba sus deseos más profundos. -Te queda bien el gris-comentó.

-Gracias- sonrió ligeramente. -A propósito ¿acaso no se queda sin baterías?- le preguntó mientras le mostraba su molesto e inoportuno celular. -Lleva sonando más de una hora.

-Debe ser de la oficina- comentó mientras lo tomaba y lo abría, todas las llamadas eran de números privados; eso quería decir que la estaban llamando del Centro. Al parecer poco le importaba, porque dejó su celular encima de una pequeña cómoda de la habitación. -¿Tienes que trabajar?- le preguntó cuando veía que él estaba acomodando algunas corbatas y un traje sobre la cama.

-Se me está haciendo tarde ¿Y tú no tienes que trabajar?- le preguntó mientras se quitaba la ropa deportiva para ponerse el traje de oficina.

-Sí- respondió y se sentó a un extremo de la cama y dejando la taza en el suelo.

-Al parecer no- comentó al ver su despreocupación.

-Pueden empezar sin mí- le confesó con algo de cansancio. -Créeme, sólo me llaman para fastidiar.

-Entonces supongo que podremos almorzar juntos hoy- le refirió mientras se acomodaba la camisa entre los pantalones.

-Eso lo veremos más tarde, tengo cosas que hacer- tomó una de las corbatas y se puso de pie frente a él. -Espera mi llamada.

-O te llamo yo- expresó.

-Mejor te llamo yo- habló con extrema seriedad y colocó la corbata que había tomado alrededor de su cuello y empezó a hacerle un complicado nudo ingles que ella era la única que entendía como iba, porque a él le parecía de lo más difícil. -El que seas daltónico no quiere decir que tengas que comprar corbatas tan feas- comentó ella de manera mal intencionada.

-¿Cómo sabes que soy daltónico?- preguntó con sorpresa.

-Sabes como lo se, de la misma manera que supe donde vivías. Los archivos…

-Del FBI- continuó. -Eso deberían de penalizarlo- le dijo mientras la tomaba por la cintura y la acercaba más a él. -¿Quién es tu director adjunto?

-Frank Bennedetty- era la verdad, casi. -Pero poco caso te hará, está más pendiente en averiguarle la vida a su esposa que en los agentes que están bajo su mando- le aclaró con algo de inquietud al sentir que él la estaba tocando debajo de la toalla. -¿Qué haces?

-No tienes nada puesto debajo de ella ¿cierto?

-Si no tenía nada debajo del….- se detuvo unos segundos al ver esa mirada de excitación que él le estaba dando. -Un momento, ni lo pienses, te tienes que ir a trabajar- le dijo en vano, porque él ya le estaba besando el cuello. -Se te está haciendo tarde, se me está haciendo tarde a mí, se le está haciendo tarde a Gladys.

-Gladys no tiene que ver en esto- le aclaró y empezó a besarla en los labios, pero ella se alejó.

-Debo vestirme- dijo agitada, tomó su vestido y entró muy deprisa al baño.-¡Demonios!- se le escuchó decir en el baño rato después de haber entrado.

-¿Algún problema, Dana?- le preguntó pegado a la puerta del baño.

-Ya se por qué no me pongo este vestido para ir a la oficina- dijo con un dejo de preocupación en su voz.

-¿Qué pasa con el vestido?- preguntó.

 

La puerta se abrió y si él estaba excitado al verla sólo en toalla. La testosterona volvía a subir a niveles prohibidos para esas horas de la mañana para cuando Dana Scully salió del baño ya vestida con el vestido que llevaba la noche anterior.

 

-Es demasiado claro, se me ve todo.

-No es que me preocupe, pero ¿irás a la oficina con ese vestido?- preguntó ocultando su inquietud.

-No, primero pasaré por mi casa a cambiarme, pero primero debo conseguir mi abrigo- le comentó. -¿Dónde dejé los zapatos?- preguntó y se agachó para buscar los zapatos debajo de la cama.

-¿Te han dicho que en esa posición te ves muy bien?- le preguntó refiriéndose al vestido que le marcaba toda la parte trasera de su cuerpo y que dejaba mostrar muchas cosas de él. -No estás nada mal.

 

Ella se paró con algo de pena ya con sus zapatos en mano y luchando para ponérselos de pie, para no tener que agacharse y seguir mostrando demás. Tomo su celular y salió de la habitación mientras luchaba con su larga caballera y el Dr. Mulder la siguió.

 

-¿Dónde está el gancho de mi pelo?- preguntó para sí, moviendo algunos cojines del sofá y sonrió agradecida cuando Gladys se le acercó y le dio el gancho que al parecer ella había encontrado. -Muchas gracias- le dijo.

-De nada, señorita.

-¿No te quedas a desayunar?- le preguntó apoyado en la pared del pasillo que llevaba a la única habitación disponible en ese departamento.

 

El celular de la agente Scully sonó y ella lo tomó rápidamente, dejando la pregunta del Dr. Mulder en el aire. Ella comenzó a hablar, muy concentrada en su llamada no podía ver que el Dr. Mulder estaba muy pensativo, tal vez dudas, tal vez ninguna.

 

Al encontrar su abrigo sobre un taburete, se lo colocó mientras le gritaba algo en japonés a su interlocutor y su expresión se volvió molesta e incómoda. La estaban solicitando y ella no tenía muchos deseos de trabajar. La conversación había finalizado y ella entró el móvil donde debía de estar: en su bolso.

 

-¿No habías roto ese aparato del demonio?- preguntó recordando que ella había lanzado un celular hacía una pared en el callejón cercano al museo.

-Este es nuevo, la agencia le facilita los celulares a sus agentes y yo soy de las agentes que cambiar de móvil cada tres días- decía irónicamente al recordar lo impulsiva que ella podía llegar hacer. -Debo irme- y se acercó a la puerta y miró a Gladys que salía de la cocina. -Gladys, fue un placer conocerla y muchas gracias por el café.

-No fue nada, señorita- expresó ella gustosa y entró a la habitación del doctor Mulder.

-Mulder- le llamó, -después de lo de anoche no imagines que me echare hacia atrás. Esto es una aventura que quiero disfrutar.

-Te prometo que será más que una aventura- le aseguró él.

-Te veo más tarde- se despidió.

 

Él le hizo un gesto de despedida con la cabeza y ella salió del departamento. Al cerrar la puerta, él pudo escuchar que ese endemoniado celular volvía a sonar y sonrió al entender que ella no tenía escapatoria alguna. Su trabajo era demandante y exigente y él la compadecía por ello.

 

Se sentó en el sofá dando un suspiro largo, se sentía contento y la razón era que se sentía fascinado y maravillado con la mujer que había salido por esa puerta y se prometió a sí mismo que no la iba dejar escapar como a las demás, ella era distinta y valía la pena luchar por una mujer como ella.

 

Su teléfono también sonó, él tampoco tenía escapatoria. Por más quisiera su trabajo también era exigente. Al contestar el aparato se tuvo que enfrentar a alguien que no estaba muy contento en no haber recibido noticias de él esa mañana. El Dr. Mulder sólo pudo suspirar.

 

El Centro.

 

Andrew Summers había comenzado su jornada de trabajo muy temprano en la mañana. Él era una persona muy dedicada a lo que hacía, practicaba y profesaba y ese día tenía algo en la cabeza que lo estaba molestando enormemente: John Doggett y su proyecto de integrar civiles a las labores de la CIA.

 

A él no le gustaba para nada ese plan y toda la noche estuvo buscando en su inteligente cerebro la forma de acabar con dicho proyecto sin tener que involucrarse él y El Centro en dicha actividad.

 

Mientras resolvía dicha situación, se dedicaba a trabajar en las nuevas responsabilidades y asignaciones de ese día. Frank Bennedetty entraba a esa oficina como todas las mañanas, para hablar y conspirar, lo cual ambos sabían hacer muy bien.

 

-Un pajarito me dijo que no te fue muy bien en la reunión de anoche con los directivos de los Complejos y el Sr. Webster.

-Dame una razón para no desaparecer de la faz de la tierra a John Doggett.

-Es uno de los nuestros- fue su razón.

-Para mí vale un bledo esa razón. Ese hombre me tiene entre la espada y la pared con Phillip, todo lo que John Doggett dice es totalmente maravilloso para él y sabes que eso a mí no me gusta- comentó enfurecido con la situación.

-Creo que deberías tomarlo con más calma, el proyecto que John esta realizando es algo a corto plazo. El Sr. Webster se aburrirá y el proyecto quedará engavetado como los demás proyectos que ha realizado John.

-Ahora es diferente porque por lo que pude notar Monica está apoyando el proyecto- comentó inquieto.

-Está enamorada de ese hombre, todo para ella es ley cuando se trata de Doggett-comentó mientras se acercaba al ventanal que daba vista hacía todo el lugar. -No debes preocuparte- le pidió.

-¿Que no me preocupe? John tiene el apoyo de Phillip y de Monica; eso no está bien y esto es culpa tuya- le refirió.

-¿Mía?- preguntó con desconcierto. -¿Por qué mía?

-Porque cuando Phillip te ofreció la directiva de ambos Complejos tú la rechazaste porque querías quedarte en El Centro. Debiste aceptar- le explicó, -así yo no estuviera metido en este dilema monumental.

-Tú sabes por qué no acepte. No es lo mismo dirigir una agencia que dos. Phillip pretendía que yo me encargara de ambos Complejos, si lo hubiera hecho tendría mucha más responsabilidad que tú y no sería justo.

-Tendrías el poder necesario para hacer lo que se te hubiera dado la gana, hasta hubieras colocado a Margaret en la directiva del Complejo II y caso resuelto- le explicó.

-Claro, era algo que te convenía Andrew, las directivas de las tres agencias de la CIA estarían literalmente bajo tu brazo, el negocio estaría en manos de la familia. Tu esposa y tú dirigiendo El Centro, tu hermana dirigiendo el Complejo II y tu cuñado dirigiendo el Complejo I, sin olvidar que tu suegro tiene la directiva de la CIA. Hubiera sido más que perfecto ¿no?

-Maravilloso- agregó.

-Tú quieres abarcar más de lo que puedes abarcar, Andrew. En esta vida no se puede tener tanta avaricia- le comentó con preocupación. -No lo puedes tener todo.

-¿Quién dice que no puedo tenerlo todo? Frank, esto es mi vida como también es la tuya y no podemos permitir que nos quiten el control así de fácil, todo esto nos pertenece porque no los hemos ganado. Pero te entiendo, si tú quieres quedarte estancado aquí, perfecto; pero yo haré algo para que las cosas estén como deben de estar.

-Ten mucho cuidado, Andrew. John Doggett tiene poder al igual que tú y no va a caer así de fácil- le comentó seriamente.

 

Andrew Summers observó de mala gana al Sr. Bennedetty, pero a éste dicha mirada no le causo malestar. El aviso de una llamada para el Sr. Summers rompió inmediatamente la reunión entre ellos. Frank Bennedetty temía por la sed de poder que tenía Andrew Summers, y Andrew Summers pensaba que Frank Bennedetty era su mejor amigo, pero en su mundo, sólo llegaría a ser eso, su mejor amigo, nada más.

 

En el área de tácticas se desarrollaba otro tipo de reunión, la cual era presidida por la carismática Hannah Summers. En la gran pantalla de plasmas ella mostraba la fotografía de un sujeto y explicaba cual era la nueva misión, todos los presentes allí la escuchaban atentos y entre ellos estaba la agente Scully.

 

-El es Richard Gaslow, uno de los pintores más estimados en Inglaterra, su mejor amigo es Steven O´Connell- en sus manos llevaba el control de la pantalla de plasma y le dio dos veces a éste para que cambiara la fotografía, -doble agente del SD6 y el DNI. O´Connell le dio a guardar a Gaslow el único dispositivo existente para descifrar los archivos de Desierto Dorado; el dispositivo está en la bóveda de la galería de éste, la

cual se encuentra en el centro de Londres. Necesitamos ese dispositivo.

-¿Gaslow sabe que O´Connell es doble espía?- preguntó con curiosidad el agente Webster.

-Estimamos que sí. Richard Gaslow es conocido por sus pensamientos políticos

con respecto a la guerra de Medio Oriente- relató la Sra. Summers.

-Si Desierto Dorado está desmantelada ¿Por qué necesitamos el dispositivo?- preguntó la agente Scully.

-Los archivos tal vez tengan información sobre Al-Qeda- respondió al tomar asiento. -Usted y el agente Webster viajaran dentro de dos días a Londres para traer ese dispositivo- explicó.

-¿Cómo abriremos la bóveda?- le preguntó el Agente Webster.

-El Agente Labiorestaux les explicará eso con más detalles más tarde. Por el momento quiero que trabajen en su tapa- les pidió.- No pueden ser descubiertos- expresó con un dejo de seriedad en su voz.

-¿La cual será?- preguntó la agente Scully.

-Ya saben cual es, no tengo por qué responder- y se puso de pie para retirarse, dando así por terminada la reunión.

-Dana, si esto continúa así, creo que tendríamos que casarnos de verdad- expresó divertido con la situación el agente Webster.

-No eres mi tipo, Marcus- le dijo burlonamente al ponerse de pie y ponerse en camino a Sistemas.

 

Su noche junto al Dr. Mulder fue más que sexo de una noche y ella lo sabía y ya se lo había dicho, con él había experimentando sensaciones que jamás había experimentando con ningún otro amante y de cierta manera le preocupaba porque cabía la posibilidad de que se estuviera enamorando de verdad y eso era lo que ella menos quería.

 

La conexión entre ambos fue muy profunda y algo en su interior le decía que necesitaba darle a él algo más que una relación banal y de poca importancia; debía esforzarse y dejarse llevar por ese cúmulo de emociones. No quería, pero sin lugar a dudas lo haría porque, aunque lo negara, su corazón le estaba dando batalla a su cabeza y estaba ganando.

 

Llegó a Sistemas pensativa y se sentó junto al agente Rivera, estando allí recordó lo que el Dr. Mulder le había contando sobre su hermana y más adelante lo que ella había investigado por su cuenta. La agente Scully era curiosa, pero curiosa con bastante prudencia, meticulosa y se aseguraba de que su curiosidad no fuera una molestia para los demás, o sea sus superiores.

 

Posó su mirada sobre el agente Rivera y éste al darse cuenta también la miró, se sentía incomodo por la situación. La agente Scully quería algo que tal vez el agente Rivera pudiera darle y de cierta manera eso le hacía estremecer.

 

-Necesito que me hagas un favor, Danny- le pidió mirándole subjetivamente.

 

Y ahí estaba, la agente Scully había hablado, le llamó por su nombre y sólo lo hacía cuando quería algo de él. Ella era respetable y temida y debido a sus pasados problemas más le temían en aquel lugar, ella no se imaginaba cuanto. Aunque el agente Rivera era una persona que sabía mantener el control y todo lo tomaba a la ligera, cuando la agente Scully quería algo él no sabía como actuar.

 

-Si está en mis manos- respondió.

 

Ella aun sentada haló su silla hacia el Agente Rivera, estaban muy cerca y el agente miraba por el rabillo del ojo a los otros agentes que se encontraban allí, odiaba que sacaran conjeturas con respecto a sus relaciones con las agentes de la agencia y mucho menos quería que sacaran conjeturas con respecto a él y la agente Scully. Ella era la agente con la que él sólo deseaba tener una relación meramente profesional.

 

-Necesito que investigues a Samantha Ann Mulder- le pidió casi en susurro, evitando así que la escucharan.

 

Daniel Rivera se acercó a su terminal arrastrando su silla y la Dana Scully hizo lo mismo. Él se mantenía callado mientras tecleaba en su teclado el nombre de la persona que había mencionado la agente Scully. Su rostro fue un mar de interrogantes al darse cuenta que la persona mencionada anteriormente aparecía como desaparecida en los archivos de la CIA.

 

-Ella no está desaparecida, Danny- comentó al ver el rostro de confusión del agente.

-Entonces está muerta- comentó al no encontrar ninguna explicación.

-Los muertos no son palabras en interrogación entre nosotros, Danny- comentó con serenidad. -Hay algo detrás de esa palabra y necesito que investigues.

 

Él respiro con ansia pero debía hacer lo que ella le pedía hasta donde pudiera. Volvió a teclear y ante ellos apareció un archivo codificado. Dana Scully estaba fascinada con el descubrimiento; Daniel Rivera, por el contrario, estaba más que asustado.

 

-Está codificado- expuso al ver lo ya obvio. -No puedo entrar sin permiso.

-Danny, claro que puedes entrar a ese archivo y ver lo que contiene- le aseguró.

-No puedo hacerlo, Dana- le dijo atreviéndose también a llamarla por su nombre, -me metería en problemas. Además entrar a ese archivo me tomaría mucho tiempo y tiempo es lo que menos tenemos tú y yo- expresó con seria preocupación. -Creo que tu pequeña investigación llegó hasta aquí.

 

De repente el agente Labiorestaux se acercó a ellos y el agente Rivera intentó salir del sistema, pero sólo llegó a volver al archivo de Samantha Ann Mulder para cuando el jefe de Sistemas volteaba la pantalla y veía dicho archivo. Daniel Rivera en ese momento deseó que se lo tragara la tierra, escuchar una amonestación de su superior inmediato era lo que menos deseaba.

 

-¿Quién es Samantha Mulder?- preguntó curioso.

-Es una persona que estoy investigando- expresó prudentemente la agente Scully al verse descubierta.

-Aquí dice que desapareció hace más de vente años- explicó volviendo a mirar el archivo.

-Nada desaparece sin dejar rastro- aseguró.

 

Sus palabras fueron sagradas para el agente Labiorestaux que ya se encontraba entrando donde estaba anteriormente el agente Rivera y, muy al contrario de éste, el agente Labiorestaux sintió la misma fascinación de la agente Scully.

 

-Está codificado. Es un antiguo archivo del proyecto del Sindicato, dicho proyecto está cerrado- comentó.

-¿Por qué?

-Según sé, la CIA lo cerró por sus pocas aportaciones a la organización-explicó. –Aun así los archivos se mantienen guardados en el sistema mayor por si alguien desea usarlos; pero claro, se debe tener autorización para entrar a uno de ellos- aclaró.

-Y por consiguiente ninguno de los tres puede entrar- agregó con intranquilidad el agente Rivera.

-¿Qué es lo que deseas con esta mujer, Scully?- le preguntó con curiosidad el

agente Labiorestaux.

-Lo que deseo es saber que paso con ella en realidad- contestó. -No creo que esté muerta y ahora creo que ese archivo tiene la respuesta- concluyó.

-Si quieres puedo entrar y copiar el archivo- le decía el agente Labiorestaux.

-¿Qué tendría que darte a cambio?- le preguntó sin ocultar sorpresa.

-Busca la manera de sacar a Alexa del campo- le pidió.

-Eso es imposible, Patrick- expresó con sorpresa y volviendo a romper la regla de los nombres, -ella es la líder del equipo Delta- comentó con inquietud ante la petición del agente Labiorestaux. -La única forma de sacar a Alexa del campo es que el Sr. Summers nombre otro líder para ese equipo.

-Eres la líder del equipo Alfa, se te hará mucho más fácil pedirle al Sr. Summers que nombre otro líder y que remita a Alexa a Investigaciones o Tácticas- le comentó.

-Es una locura- expresó para sí y quedo algo pensativa.- De acuerdo, pero no te prometo nada- le manifestó.

-Con que lo hagas será suficiente- expresó. -Pero necesito tiempo con este archivo.

-¿Cómo vas entrar?- le preguntó el agente Rivera anonadado por las negociaciones que habían realizado entre ellos el agente Labiorestaux y la agente Scully.

-Soy el dios de los códigos, entraré sin que se den cuenta- comentó con altanería. -Pero como ya dije, necesito tiempo. ¿Estás muy apurada?

-En realidad no- contestó. -Tómate el tiempo que quieras.

-De acuerdo.

 

La agente Scully asintió agradecida y tomó rumbo hasta las áreas sociales del Centro, mientras que el agente Rivera mantenía una lucha de preguntas en su cabeza y el agente Labiorestaux copiaba en un disco lo que ya habían encontrado sobre Samantha Mulder.

 

Daniel Rivera entendía la preocupación de Patrick Labiorestaux con respecto a su esposa, pero era increíble pensar que podía llegar tan lejos y ayudar a Dana Scully sólo por asegurar el bienestar de Alexa Illianof. Y por entenderlo le tenía envidia, no todos allí tenían el privilegio de amar como amaba el inteligente agente Labiorestaux a la especial e importante agente Illianof.

 

Superficie

Centro de Washington

Restaurant Taco Bell.

 

El Dr. Mulder había sido invitado a almorzar por sus tres chiflados amigos. El gustosamente había aceptado aunque no quería alejarse del Instituto de Psicología por si la agente Scully hacía acto de presencia. Pero sus amigos habían insistido y él tenía muchos deseos de reunirse con ellos para charlar sobre lo que más le apasionaba: la vida fuera de este planeta.

 

En Taco Bell, los demás clientes los miraban como si fueran bichos raros. La voz bulliciosa de Frohike hacía que todos en el lugar voltearan a verlo, pero él estaba muy concentrado en lo que estaba diciendo y poco se daba cuenta de que lo observaban a pesar de que era el más paranoico de los cuatro en el grupo.

 

-Roswell, 1947 ¿Acaso creen que somos tontos? Nadie puede negar lo que vio ese día. Ese día aterrizaron naves en ese maldito bosque. ¡Que no lo nieguen!- gritó exasperado.

-No pensabas nacer cuando pasó lo del accidente, no puedes saber si es verdad- le discutía Langly que mordía uno de sus tacos y prácticamente se atragantaba.

-Hemos visto las pruebas.

-Se necesita más que un par de fotos antiguas y testimonios de personas que ya se encuentran medio seniles- le explicó el Dr. Mulder.

-¡Incrédulo, hombre de poca fe!- le gritó.

-¿Podrías bajar la voz? Nos van a sacar de este lugar- le pedía con prudencia Byers.

-Maldita burocracia- expresó molesto, estaba inconforme con el sistema represor del gobierno. -Dime Mulder ¿no crees que las vacunas contra la viruela fueron una forma para marcarnos a todos y que aún se está haciendo?

-No se que decir- decía inseguro. -Eso es un tema delicado, es conspiración a gran escala- comentó.

-O sólo desvaríos de Frohike- dijo Langly.

 

Este comentario provocó que el diminuto sujeto empezara a discutir acaloradamente con el melenudo y el ratón de biblioteca hiciera de mediador de la paz y serenidad entre los dos. El Dr. Mulder se echaba a reír y su móvil comenzó a sonar, el identificador de llamadas le mostró un número que él no conocía, pero decidió contestar mientras sus tres amigos continuaban discutiendo y almorzando.

 

-¿Dónde estas?- le preguntó una mujer del otro lado de la línea.

-En Taco Bell, almorzando- respondió al darse cuenta que era la agente Scully.

-Mmmm… tacos, yo hubiera optado por comida china; pero me tengo que conformar con un emparedado de atún- comentó mientras miraba con desanimo el emparedado que se encontraba frente a ella.

-Debiste llamarme, así te hubieras evitado ese patético emparedado- comentó mientras se cubría los oídos, aun sus amigos seguían discutiendo.

-Hoy hubiera sido imposible- le dijo mientras recibía un vaso de jugo de manos de la misma agente Hannigan que se encontraba sentada frente a ella.- Gracias- le agradeció entre dientes mientras notaba como la observaba la agente Hannigan.

 

De repente Frohike se paró y le lanzó un refresco encima a Langly y las cosas se volvieron un caos. La agente Scully escuchaba el bullicio con notoria confusión.

 

-¿Qué demonios esta pasando ahí?

-Creo que mis amigos están expresando sus desacuerdos uno con el otro- le contestó, -algo sin importancia- y con la mano libre le señaló a Byers que los separara. -¿Podemos vernos esta noche?

-En mi casa- decía bajo aprovechando que la agente Hannigan estaba distraída con una llamada que acaba de recibir.

-¿Me das tu dirección?- le preguntó.

-Ya la tienes, busca en el bolsillo izquierdo de tu chaqueta.

 

No sabía como ella había logrado meter una tarjeta dentro de su chaqueta, pero agradeció lo hábil y perspicaz que era y sonrió de forma alegre al ver la dirección de la mujer que lo transportaba a una agradable locura.

 

-¿Cómo…?

-A las 9- le refirió y sin más colgó.

-¿Tienes una cita?

 

La agente Hannigan jamás se hacía esperar y la agente Scully estaba al tanto de que tenía que enfrentarse a sus interrogatorios, no podía escapar y le iba a contestar cada pregunta que le hiciera sin revelar muchos detalles de su nuevo romance con el prominente doctor.

 

-Sí- respondió con un simple monosílabo, lo cual era poco satisfactorio para Alyson Hannigan, ya que le daba poca información y eso lo sabía la agente Scully.

 

-¿Lo conozco?- su frustración fue notoria cuando la agente Scully negó con un simple movimiento de cabeza. -¿Me lo vas a presentar?

-No- volvió a negar divertida con la situación y tratando de encontrarle lo delicioso a su simple emparedado de atún.

-¿Acaso no piensas compartir tu buena dicha conmigo?- preguntó prácticamente en forma infantil y frustrada.

-¿Mi buena dicha compartirla contigo? Eso sería como querer compartir la cristiandad con el mismo Diablo- expresó con cierto sarcasmo.

-Creo que el Diablo aquí eres tú, Dana- expresó con disgusto la agente Hannigan. -Pero lo que estés ocultando con tanto celo lo descubriré tan pronto como sea posible.

-¿Por qué ese interés tan repentino en mi vida, Alyson?- le preguntó con curiosidad.

-Tiene que ver con Alex- contestó sin vacilar.

-Comprendo, pero pierdes el tiempo. Alex es sólo mi amigo- le dio un mordisco a su poco apetitoso almuerzo y la agente Hannigan comprendió que la agente Scully ya no quería hablar mas del asunto.

 

De un momento a otro ambas vieron algo que jamás se había visto en el Centro. En la mesa continua a la de ellas, Tezka Kunimitzu almorzaba solo como casi siempre lo hacía, pero de repente apareció frente a él la nueva agente Kaoru Kawasaki. Ella llevaba consigo una bandeja con su almuerzo y al parecer le preguntaba al agente Kunimitzu si podía acompañarlo y al parecer este le había respondido que sí, ya que la agente Kawasaki tomó asiento frente a él y él no parecía tan frío y antipático frente a ella.

 

Esto demostró la sorpresa y la curiosidad en la agente Scully y la agente Hannigan. Tezka Kunimitzu era la palabra asocial con corazón y cerebro que se movía como tal entre los pasillos y oficinas de aquel edificio subterráneo. Él solo almorzaba con líderes de equipo y altos agentes y jamás lo hacía con agentes inferiores; pero al parecer con la agente Kawasaki las cosas eran bastante distintas.

 

-Hades está de vacaciones y los muertos salen del infierno ¿Qué rayos estamos viendo?- preguntó y expresó con notorio asombro la agente Hannigan.

-El fin de los días- comentó irónicamente la agente Scully. -Aunque Alexa me comentó algo que tal vez pueda acreditar con lo que estoy viendo ahora-disertó.

 

-¿Qué te comentó?- preguntó curiosa su compañera.

-Tezka se va a enamorar de esa chica.

 

La agente Hannigan echó una risa al aire provocando que el agente Kunimitzu la mirara confuso, e inmediatamente la agente Scully la mandó a callar.

 

-Eso es imposible, los “sin alma” no se enamoran. Tezka es un “sin alma”-explicó. -Alexa está equivocada- comentó la Agente Hannigan.

-¿Desde que conoces a Alexa, cuántas veces se ha equivocado?- preguntó.

-Nunca- respondió con algo de inquietud, -pero eso no quiere decir que sea cierto que él se vaya a enamorar de la agente Kawasaki. Tezka sólo vive para su trabajo.

-Porque jamás nadie había llegado a su corazón y le había enseñado un mundo diferente al cual todos en este lugar vivimos- explicó con total seguridad la agente Scully.

-Si se enamora será un desastre, perderemos al mejor agente que ha tenido la organización. Muchas veces lo ha dicho, si se enamora deja de ser agente- explicó asustada la agente Hannigan.

-Entonces se convertirá en un mejor hombre- expuso.

 

Residencia de Janet Krakovisch.

Noche.

 

-¡No puede ser!

 

La sorpresa de la secretaria del Dr. Mulder era más grande que la basílica de San Pedro en Italia, ante lo que su jefe y amigo le estaba contando durante una pequeña visita que le hizo a ella y su compañera.

 

Se movía de un lado para otro nerviosa e impactada, no se lo podía creer y de cierta forma quería que el Dr. Mulder le dijera que estaba mintiendo, pero no, él no estaba mintiendo, ni estaba bromeando; estaba siendo muy sincero, más de lo que ella quería que fuera.

 

Su compañera o su novia, Sarah O´Connell se mostró indiferente ante el ataque de sorpresa y nerviosismo de Janet Krakovisch. La conocía perfectamente y estaba enterada de que su compañera hacía de todo un teatro monumental.

 

-¡Primero te manda al diablo y veinticuatro horas después te revuelcas con ella! ¡Rompiste el record Mulder! Yo te hacía más sentado- decía impactada.

-No debí decirte nada, porque obviamente siempre reaccionas de esta forma Janet- expresó preocupado. -Te comportas como una histérica.

-Tú provocas que yo me comporte como una, tú me vuelves histérica- se sentó derrotada en un sillón. -Esto es una debacle.

-¡No es una debacle por Dios!- negó. -Ella es una buena mujer, no entiendo tu histerismo.

-Cada vez que te acuestas con una buena mujer yo termino pagando los platos rotos- expresó quejumbrosa. -Sarah es mi testigo.

-No me metas en esto, Janet, porque siempre salgo perdiendo en sus discusiones sin sentido- le pedía. -Si Mulder quiere arruinarse la vida nuevamente que lo haga.

-Gracias Sarah, tú tan condescendiente- expresó irónico el Dr. Mulder.

-Dame una sola razón para que no te regañe Mulder, dame una sola. Dime por qué ella no es como las demás, por favor- le suplicó su mejor amiga.

-Ya te lo dije, no lo se- confesó con algo de confusión.- Es distinta, eso es todo.

-Me siento mejor, gracias- expresó incomoda.

-¿Qué tiene de malo que salgas con una mujer normal, Mulder? ¿Por qué tu empeño en salir con mujeres que sólo les interesa su trabajo? Es muy obvio de que son mujeres que sólo buscan el sexo, nada más. Una relación seria no les importa.

-¿A ti te importan las relaciones serias, Sarah? Si mal no me equivoco, tú también eres como ella. Trabajas para el gobierno y cuando Janet te conoció sólo te interesaba una cosa: matar lo primero que se te cruzara por el camino. Yo fui victima de ello, recuerdo con terror- comentó pasmado.

 

-Eso es distinto, cambié- se defendió.

-Tal vez ella pueda cambiar- expresó el doctor.

-Las federales no cambian Mulder, tú lo sabes- expresó segura.

-En fin, pataleen todo lo que quieran- se acercó a la puerta.- Vine a hacerles una visita, no a recibir un sermón.

-¿Adónde demonios vas?- le preguntó su secretaria.

-Tengo una cita- contestó.

-Eso no es una cita, vas directo a la madriguera de la serpiente.

-Me gusta esa serpiente, es muy sexy- expresó animado.

 

Sarah O´Connell no pudo reprimir una risa y Janet Krakovisch la miró de mala gana, su compañera esquivó esa mirada. El Dr. Mulder se despidió de ellas y salió de la casa.

 

-Sarah.

-¿Sí?

-Recuérdame comprar mucho Valium.

-¿Para ti?

-No, para él.

 

 

Torre Asgard

Departamento de la Agente Dana Scully

 

El Dr. Mulder había llegado a la hora de la cita y fue recibido con sumo placer por la agente Scully. Él no podía creer que una mujer como ella pudiera vivir en tan semejante lugar, la torre de apartamentos no era asequible a cualquier bolsillo y mucho menos al bolsillo de una agente federal como ella.

 

La agente Scully le había dejado solo unos minutos en el salón porque estaba atendiendo una llamada en su habitación. Él observaba atento el lugar, todas las paredes expedían una calidez impresionante que sólo podía ser asociada con la habitante de tan moderno apartamento. El salón estaba ocupado por sillones blancos muy modernos y en una esquina se encontraba un bar donde sólo se destacaba el cristal y el metal y era interesante ver que en todo el lugar sólo había una fotografía y no precisamente era de la agente Scully.

 

Él se acercó para verla mejor y la tomó en sus manos, era la fotografía de una mujer de no más de treinta y cinco años, pelirroja, de ojos azules profundos, llevaba ropa de equitación y reflejaba una sonrisa de verdadera felicidad.

 

-Ella es Melissa.

 

El Dr. Mulder volteó a mirar a la mujer que había hablado detrás de él, la agente Scully ya había terminado con su llamada y había vuelto al salón. Él sonrió con cierta pena al verse descubierto en su indagación del lugar, pero ella no parecía molesta.

 

-Era hermosa.

-Es la especialidad de las Scully- comentó con una pedantería asombrosa y se acercó a él. -Le hubiera encantado conocerte, te hubiera llevado a su alcoba en tres segundos- comentó pícaramente al tomar la fotografía y mirarla. –Eras su tipo.

-¿Acaso no soy el tuyo?- preguntó con conmoción.

-Sí, de las Scully soy la única que puede lidiar con dementes y sobrevivir- confesó con orgullo. -Melissa te hubiera matado después del primer orgasmo.

 

El Dr. Mulder no podía creer lo que salía de los labios de ella, era una mujer sin tapujos y reservas. Para él, ella era la honestidad pura, una honestidad obscena y profana y a él eso le encantaba, aunque se sintiera aterrado.

 

-Al parecer sólo ocultas lo que no quieres que sepan- le comentó.

-No todo se dice, Dr. Mulder- colocó la fotografía en donde estaba. -Siéntate, estás en tu casa- y él le tomo la palabra. -¿Quieres algo de comer?

-No, gracias. Ya cené- le dijo ya sentado.

-¿En dónde?- le preguntó mientras se dirigía al bar.

-En casa de una amiga- le dijo mientras miraba el techo de aquel lugar.

-Dame su dirección, la torturaré hasta matarla- comentó. -Así aprenderá a no meterse con lo ajeno.

-¿Ajeno? ¿Acaso me consideras de tu propiedad?- preguntó con divertido asombro.

-No hay vuelta atrás cuando se trata de mí, aprende eso- le confesó.

-Pierde cuidado, cené en la casa de mi mejor amiga, Janet Krakovisch ¿La recuerdas?

-¿Tú secretaria?

-Así es.

-Interesante y yo me quejo de mi pequeño circulo de amigos- comentó divertida. -Por lo menos yo no les pago.

-Ok, me siento ofendido- expresó con desconcierto.

-Era broma. ¿Martini?- le preguntó al sacar dos copas.

-Agitado, pero no revuelto- ella sonrió ante esas palabras, era James Bond a la extrema potencia.

-¿Desde cuando son amigos?

-Mucho tiempo, ya ni lo recuerdo.

-Eres su amigo porque no pudiste salir con ella, ¿cierto?

-¿Cómo sabes eso?

-Ella es lesbiana.

-¿Cómo sabes que es lesbiana?- le preguntó con curiosidad.

-Ella no mira mis pechos por envidia- le contestó al colocar dos aceitunas en dos copas de martini ya listas. -Es fácil de deducir, sobre todo en una mujer que es muy obvia con sus preferencias sexuales- se acercó a él y le dio su copa, para luego ella tomar asiento junto a él.

-Ni yo siendo psicólogo lo descubriría tan fácil.

-Tengo ventajas, soy mujer y agente federal- comentó con altanería.

-Tienes un enorme ego.

-Tú también, señor Oxford.

-Ok. Tiempo fuera- exclamó. -Cambiemos de tema- le pidió.

-De acuerdo- agregó ella demostrando acuerdo.

-Tienes un hermoso departamento- comentó el eminente doctor observando todo

a su alrededor.

-Gracias- expresó halagada. -No ha sido nada fácil decorarlo- comentó demostrando algo de cansancio. -Aun no he terminado con él.

-No creo que necesite más nada- expresó. -¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí?

-Desde que vine a vivir a Washington, unos diez años. Mis padres me lo compraron para que no tuviera que vivir en el campus de la universidad- comentó sabiendo que mentía, porque aquella vivienda era una de las ventajas ofrecidas por El Centro. La torre Asgard era la guarida de más de quince agentes y Dana Scully era una de ellas.

-¿Tus padres te compraron un departamento cuando te mudaste aquí?

-Sí. ¿Acaso los tuyos no hicieron lo mismo cuando te fuiste a vivir a Londres por cuatro años?

-Mis padres ni se dieron cuenta cuando me fui a Londres- comento dándole un sorbo a su martini.

-Estas mintiendo- expresó.

-Bueno… sí- confesó,- se dieron cuenta y estaban muy orgullosos; pero no me compraron un departamento. En esa época era demasiado inmaduro para tanta responsabilidad. Además, yo no podía tener una vivienda fija en Londres sabiendo que volvería a Estados Unidos en cuanto me graduara. Lo tuyo es muy diferente, al parecer tus padres sabían que no regresarías a San Diego y querían dejarte más que cómoda.

-Sí, en eso tienes razón- formuló.

-Y es muy obvio que fuera un regalo, con el sueldo del FBI no hubieras podido pagar la renta de un lugar como este.

-¿Cómo que no?- preguntó ofendida.

-Mira este lugar- le pidió señalando con una mano. -Esto es demasiado, incluso para ti.

-¿Y tú puedes pagarlo?

-Sí- manifestó.

-¿Y por qué vives donde vives?

-Porque no soy presumido.

-¿Y yo sí?

-No quise decir eso.

-¿En serio?

-¿Estás ofendida?- preguntó confundido.

-No- comentó irónica dejando el martini que ni había tocado sobre la mesa del café y se puso de pie. -Es patético que me desestimes con el sueldo. Es mi trabajo- discutirle a él con respecto al dinero era tonto, ya que ella ganaba el triple de lo que él ganaba al año, pero como él no sabía que ella no era agente federal sino espía prefirió seguir discutiendo. -Se que ganas más que yo, pero no espero que me tengas lástima por eso. Además yo no trabajo por dinero.

-Si crees que yo lo hago pues te equivocas, adoro mi trabajo y el dinero es lo de menos.

-Me parece todo lo contrario- expresó haciéndose la ofendida.

-¿Por qué llegó el tema del dinero a esta conversación?- preguntó poniéndose de pie.

-Dijiste que este departamento por lógica debía ser un regalo, que yo con mi sueldo gubernamental no podía pagarlo- se cruzó de brazos.

-Esa no fueron exactamente mis palabras- se defendió.

-¡Ay por favor! Y también dijiste que no vives en un lugar como este porque no eres presumido- recalcó, -o sea que yo sí lo soy por vivir aquí ¿Qué quieres? ¿Qué venda el lugar y me vaya a vivir a una choza? Sería de lo más glamoroso, mi madre se mataría.

-¿Qué tiene que ver tu madre….?

-Cállate- le interrumpió.

 

Decidió alejarse de allí demostrando completo enfado, pero totalmente fingido; algo que él no veía porque Dana Scully era excelente actriz. Tal vez iba a la cocina o a su habitación cuando se vio interrumpida por una mano que la tomaba por el brazo y le hacía cambiar de idea.

 

Cuando él la beso, ella ya ni recordaba por qué había sido la discusión, pero estaba muy feliz por volver a sentir esos labios agridulces sobre los de ella. Se abrazó más a él y finalmente terminaron sobre el sofá.

 

-Creo que tuvimos nuestra primera discusión económica- comentó él algo agitado. -Y espero que las futuras terminen como esta- puntualizó mientras volvía a besarla y la tocaba por debajo de su falda, sintiéndola vibrar ante tal acto.

-Jamás dejes de hacer eso- le pedía entre suspiros, volvía a caer en el abismo prohibido del deseo y él volvía acompañarla.

 

Un huracán de pasión cruzaba por aquel departamento y ellos eran el ojo lujurioso de tal tormenta, en la habitación ambos se liberaban de las prendas que cubrían sus pieles y les impedía estar más cerca uno del otro.

 

Cayeron despacio sobre la cama y él besaba cada resquicio del cuerpo de la agente Scully con suma delicadeza y a cada cicatriz que veía en aquel cuerpo de marfil le dedicaba muchas más atenciones, ella se sentía glorificada pero se estaba desesperando y ante su impaciencia todo su cuerpo se activó en un contraataque apasionado que sólo logró elevar más la ya excitación exaltada del Dr. Mulder.

 

Y así sin mucho esfuerzo, pero con el afecto que estaba creciendo entre ellos y deseaban compartir uno con el otro se unieron nuevamente en una noche completamente orgásmica y carnal.

 

Durmieron por un par de horas, abrazados como una pareja normal, algo que entendía así, pero ella lo veía desde una perspectiva diferente. Se había enamorado y aunque lo reconociera ya lo estaba lamentando, pero se había prometido disfrutar ese momento y los momentos futuros hasta que le fuera posible o hasta que se lo permitieran.

 

En horas de la madrugada había empezado a llover fuertemente y la tormenta despertó a la agente Scully, que entre los sonidos de la lluvia y los truenos podía escuchar como su teléfono repiqueteaba sin parar. Procurando que el Dr. Mulder no despertara tomó el teléfono con mucho cuidado y se acercó al ventanal de su habitación para poder hablar con tranquilidad con su interlocutor.

 

La conversación había sido corta y poco importante, era el agente Labiorestaux que le comunicaba que el perfil de la misión de Londres estaba listo y que ella debía presentarte en el Centro en horas de la mañana. Al colgar, su atención se vio prendada hacia el exterior de aquella habitación, hacia la calle. El sol aún no salía y llovía demasiado como para que hubiera personas transitando por la zona. Esa tranquilidad de esas horas de la madrugada le brindaba paz en medio del cúmulo del conflicto interno que llevaba consigo y su preocupación por lo prohibido y lo cual deseaba con mucho ahínco.

 

El frío de la madrugada otoñal le calaba los huesos y sin mucha demora volvió a meterse debajo de las sabanas junto al Dr. Mulder que al sentirla la abrazó sin ni siquiera abrir los ojos. Se sentía protegida en sus brazos y no quería alejarse de él por más que quisiera, ya estaba gustosamente perdida.

 

El Centro

Área de Entrenamiento

Mañana siguiente.

 

En horas de la mañana algunos agentes aprovechaban las instalaciones del Centro para ejercitarse, ya que era prácticamente una obligación mantenerse en forma por el estilo de trabajo que se desempeñaba allí. A los agentes calificados para trabajar en el área de campo se les entrenaba en varias áreas, como: karate, kung fu, kick boxing, técnicas más usadas en el combate cuerpo a cuerpo, también en natación y manejo de armas bélicas.

 

Uno de los más experimentados en esas áreas era el agente Tezka Kunimitzu y por ello no necesitaba mucha practica, pero como era un perfeccionista innato siempre se le veía en aquel gimnasio practicando cualquier cosa que a su entender tenía que reforzar.

 

En aquel lugar había una habitación destinada a practicar cualquier tipo de combate cuerpo a cuerpo donde los agentes podían practicar y otros podían observarlos. El agente Kunimitzu se encontraba allí desde muy temprano y ya había enviado a dos agentes a la enfermería por su técnica de golpear sin medir y que muy pocos de los que trabajaban allí podían atravesar esa excelente muralla japonesa que él había construido con los años.

 

-Basta- gritó el agente Webster tirado en el suelo y apoyando una de sus manos en su adolorido vientre. -Ya no más ¡me vas a matar!- se quejó.-¿Cuándo vas aprender que esto es sólo un entrenamiento, no un campo de batalla?

-El campo de batalla está en todos lados, Webster- decía con parsimonia.

-Pero yo no soy el enemigo- le recordó mientras se ponía de pie y caminaba hacía la puerta.

-¿Adónde vas? Aun no hemos terminado- le dijo.

-Oh no, claro que terminamos- le decía dándole la espalda y abriendo la puerta. -Golpea a otro- y sin más se retiró.

 

En vista de que ya nadie deseaba practicar con él, el agente Kunimitzu dio por terminada la sesión de esa mañana y se acercó a una banca donde había colocado una pequeña toalla con anterioridad y con ella se seco el sudor del rostro; pero giró al sentir que alguien le observaba desde atrás.

 

-Buenos días, señor- le saludó la agente Kawasaki.

-Buenos días, agente Kawasaki- le saludó de igual forma, pero con la frialdad propia en él.

 

Él la observo detenidamente, llevaba su pelo recogido como tantas veces y traía ropa deportiva. Dedujo enseguida que estaba en esa zona con intenciones de entrenar y lo supo porque ella se veía fresca y no sudada y agitada como él.

 

-Estuve viendo la práctica que sostuvo hace un rato con el agente Webster- comentó. -Tiene una muy buena técnica, pero su defensa tiene algunas fallas.

 

Y él la miro impactado ante lo que había dicho y no solo él lo hizo sino también los que estaban cerca. Nadie podía creer lo que ella estaba diciendo, ni siquiera el mismo agente Kunimitzu, decir que él tenía fallas en su técnica de combate era como decir que la KGB se encontraba en sus años dorados.

 

-¿Fallas?- preguntó él sumido en una notoria incredulidad.

-Baja la diestra cuando golpea con la zurda, dejando un poco vulnerable al pecho y extiende demasiado los brazos- explicó.

-Eso es imposible- cuestionó.

-Tal vez no lo haya notado porque aquí nadie tiene ojo para notarlo, su técnica es casi perfecta, pero sería más que perfecta si arreglara esos pequeños fallos- explicó.

-Podría ser más explicita- le pidió.

-¿Qué tal una demostración?- le preguntó.

-Usted aun no ha calentado, no quiero lastimarla.

-Preocúpese por usted y no por mí.

 

Para los agentes de El Centro era casi un espectáculo ver al agente Kunimitzu entrenar con una mujer porque casi no lo hacía y en las pocas ocasiones que lo hizo fue solamente con Alexa Illianof. Para ésta, practicar con el agente Kunimitzu era una diversión y por eso jamás él se tomó en serio la práctica con una mujer.

 

Pero con la agente Kawasaki las cosas eran distintas, él lo presentía mientras se ponía en guardia y se daba cuenta que más de una docena de ojos estaban sobre él y sobre la agente Kawasaki que tiraba su toalla en el suelo y se colocaba también en guardia.

 

La agente Kawasaki no se hizo esperar y lanzó el primer golpe que el agente Kunimitzu pudo esquivar con facilidad, pero ella no se inmutó y tampoco se hecho hacia atrás, sino que siguió con el ataque y, aunque su superior intentaba buscar su punto débil para mandarla al suelo, no lo encontraba por ningún lado.

 

Alexa Illianof estaba mirando desde una distancia prudente y sonreía con sorpresa al ver la escena, lo había visto en su cabeza, pero no era lo mismo verlo en su cabeza que verlo haciéndose realidad. Así era el cortejo entre mentor y aprendiz; pero aquel aprendiz estaba empeñado en hacer pecar a un mentor que no quería ni pecar con el pensamiento, pero iba a pecar y mucho, sólo necesitaba tiempo.

 

Al final y con un poco de esfuerzo la agente Kawasaki había demostrado lo dicho bajo la estupefacción de los presentes y del mismo agente Kunimitzu. Lo había enviado al suelo y lo había colocado boca abajo manteniendo su brazo derecho en una llave y su brazo izquierdo atrapado con la rodilla. La chica era fuerte, se decía para sí mientras intentaba no demostrar ningún dolor. Ella se agachó un poco más apretando más el brazo derecho que estaba retorcido sobre la espalda del agente Kunimitzu y le hablo al oído.

 

-¿Ahora me cree, señor?- le preguntó con voz aguda y que a él le parecía un poco picara. .

-Por supuesto agente, demostró su punto y se lo agradezco- le comentó.

-Entonces se me debería de recompensar por tal hecho- agregó.

-¿Qué desea?- le preguntó curioso intentando no ahogarse con la colcha que estaba debajo de él, la posición era incómoda y ella lo sabía.

-A ti- contestó seductoramente y muy bajo para que no la escucharan. La agente Illianof sonrió y la agente dejó libre a su superior. -Bueno señor, es importante que corrija esas fallas.

-Por supuesto- decía levantándose del suelo todo adolorido y carraspeando un poco ante la incomoda situación. -Gracias por la sugerencia, por mi parte le sugiero que ejercite más los músculos de los brazos, así la llave tendrá más efecto.

 

-De acuerdo- expuso con un ligero tono de molestia ante el comentario de su superior. Él sí sabía como mantenerla a raya, pero eso no le iba a durar mucho, decía ella en su interior. -Bueno… me retiro, hasta luego.

 

Él la despidió con un ligero movimiento de cabeza y observó como ella se retiraba del lugar. Esa mujer estaba provocando cosas en él que se suponía que no debía sentir y le preocupó, lo mejor para él sería seguir manteniendo distancia. Alguien le ofrecía una toalla y él la tomó con la vista ida mientras todos salían del gimnasio, quedando el agente Kunimitzu prácticamente solo, hasta que escuchó que alguien cantaba.

 

Acompáñame a decir sin las palabras lo bendito que es tenerte y serte infiel solo con esta soledad.

 

Acompáñame a quererte sin decirlo, a tocarte sin rozar ni el reflejo de tu

piel a contra luz.

 

A pensar en mí para vivir por ti, por esta vez acompáñame a estar solo.

 

 

El agente Kunimitzu sabía quien cantaba y miró hacia una especie de balcón que se cernía por encima de su cabeza. La agente Illianof chocaba su famoso llavero contra el barandal de aquel balcón de metal.

 

-No digas nada, por favor- le pidió con un gesto de cansancio.

-Ya lo dicho, dicho está; y lo hecho, hecho está. El destino ha lanzado su moneda Tezka, no puedes evitarlo- dejó de chocar su llavero contra el barandal. -El Sr. Bennedetty quiere verte en media hora- y se retiró sin agregar más a sus extrañas palabras.

 

Lo que más odiaba el agente Kunimitzu de sus conversaciones con la agente Illianof era que, fuera como fuera, ella siempre terminaba teniendo la razón y en esos momentos tenía mucho miedo de lo que ella le había dicho antes de la llegada de la agente Kawasaki se convirtiera en realidad.

 

Él, como todos allí, no creía en todas esas tonterías, pero cuando la agente Illianof decía algo eso se daba y nadie podía objetarlo y por ello no sabía como actuar. Estaba aterrorizado y, aunque prefirió darle de lado al tema, este seguiría dándole vueltas en la cabeza durante mucho tiempo hasta que se le aclararan las cosas.

 

Por otro lado, la agente Scully llegaba al Centro e inmediatamente llegó al área de Sistemas donde el agente Labiorestaux le entregó el perfil de la misión de Londres. Ella debía estudiarlo porque partiría al otro día muy temprano a Londres. Se dirigió a una de las áreas del Centro la cual llamaban la biblioteca, un lugar que en realidad estaba llena de computadoras destinadas al uso de los agentes.

 

Tomó asiento frente a una de ellas y enseguida se puso a trabajar en el perfil, un rato después vio como alguien le ofrecía una taza de café y se sentaba junto a ella.

 

-Gracias Alex- le dijo agradecida.

-De nada- expuso él encendiendo una de las computadoras. -Lamento mucho lo del otro día- se disculpó por la escena que él había protagonizado en el baño unos días atrás.

-No tienes que disculparte, quien tiene que disculparse soy yo. No debí decirte lo que te dije, tú te preocupas por mí y yo debo apreciarte, no criticarte por ello- expresó apenada.

-No tienes por qué hacerlo- alegó. -Creo que ambos nos dejamos llevar, eso es todo. Yo intentaré ser menos inquieto con respecto a ti. Me estoy dando cuenta que se está convirtiendo en un problema- confesó. -No quiero que decidas cortar nuestra amistad por ello.

-Créeme que eso jamás va a suceder- le sonrió ante lo dicho y sin más volvió a su trabajo. Para ella la conversación ya había terminado, para el agente Krycek no.

-¿Qué tal si cenamos esta noche? Hace mucho que no lo hacemos- recordó.

-Bueno es que…- intentó buscar una excusa ya que tenía planes con el Dr. Mulder y no quería hacer sentir mal al Agente Krycek. -Mañana debo volar temprano a Londres, la misión Gaslow ¿recuerdas? Me gustaría concentrarme en ella y descansar antes de salir- comentó.

-Jamás has dejado de cenar conmigo por una misión, Dana- le recordó. –Es primera vez que me dices eso en cinco años- expresó preocupado.

-A veces las cosas suelen cambiar, Alex, lo sabes. Aquí nadie es constante- manifestó con ligereza.

-Nosotros sí lo somos, porque somos distintos- expresó sorprendido ante las palabras de su amiga.

 

Alexander Krycek tenía razón, ella lo reconocía, pero en el tiempo que llevaba conociendo a Alexander Krycek ella jamás había salido con civiles sino con agentes iguales a ella y por ello las cosas eran muy distintas. Su compañero y mejor amigo no debía conocer las razones de tal desplante aunque eso le costara presenciar uno de los típicos berrinches de él.

 

Él se sentía impotente y se preguntaba por qué ella había rechazado tal invitación, ella jamás lo hacía y por ello él siempre se mostraba seguro de que algún día podía llegar a ser algo más para ella. Pero con el desplante se estaba empezando a sentir inseguro porque ella se estaba alejando de él y no conocía las razones de ello.

 

Le dejó saber que estaba molesto porque se centró en el trabajo y ella respiró calmada. No tenía que darle ninguna explicación y si para mantener su relación con el Dr. Mulder tenía que provocar la furia de su mejor amigo, así lo haría. Vio entrar al agente Webster y supo inmediatamente que este no traía noticias agradables por la forma en que la estaba mirando. Se acercó a ella y hablo enseguida.

 

-Debemos irnos a Londres en media hora- informó.

-¿Por qué razón?- preguntó con confusión.

-Gaslow adelanto la clausura de su exposición para esta noche. Nos lo acaban de informar ¿Leíste el perfil de la misión?

-Estoy en ello- aclaró.

-Entonces lo lees en el avión- sugirió.

-No lo haré- se puso de pie. -Necesito más tiempo.

-Dana, no tenemos tiempo.

-Es algo que decido yo. No eres mi superior.

-Lamentablemente quien ha dado la orden de partir a sido Hannah y no puedes objetar eso- le aclaró antes de seguir su camino mientras Dana Scully respiró frustrada.

-Demonios- maldijo al recordar sus planes con el Dr. Mulder y luego miró a Alexander Krycek. -De todas formas, Alex, no hubiéramos podido cenar juntos si te hubiera dicho que sí- comentó y tomó su abrigo para irse.

 

Dana Scully maldijo pero Alexander Krycek escribió un diccionario nuevo de palabras mal sonantes. Su paciencia se estaba agotando y de repente entendió que si no jugaba rápido y de forma drástica jamás llegaría a ser lo que deseaba ser para su bella compañera.

 

Por los pasillos de El Centro caminaba la encargada del Complejo II, Monica Reyes. Ese día su visita estaba entre lo social y médico. Conversó por un par de horas con Andrew Summers que aparentaba estar gustoso con la visita de la prominente dama, pero en su interior la lanzaba a un río de pirañas y luego de ello estuvo en el área de enfermería consultando a Margaret Bennedetty y antes de irse charló un rato con Hannah Summers.

 

Cuando Monica Reyes se disponía a salir del Centro vio a un caballero acercarse a ella. Marcus Webster la saludó y Dana Scully que ni la vio porque estaba muy distraída con su agenda electrónica chocó con ella al cruzarle por el frente.

 

-¡Rayos! Lo siento.

-No, descuide, es algo sin importancia- se mostró sorprendida al ver a la

agente frente a ella. -¿Es usted Dana Scully?

-Así es- contestó con contrariedad. -¿La conozco yo a usted?

-Soy Monica Reyes, es un placer- estrechó su mano con la de ella.

-Sra. Reyes- exclamó con sorpresa. -Es todo un honor conocerla.

-El honor es mío, agente Scully, soy una de sus más grandes admiradoras.

 

El agente Webster no pudo guardar asombro ante las palabras de la Sra. Reyes ya quien debía sentir admiración era Dana Scully por la señora y no al revés. Carraspeó un poco y luego miró a la agente Scully.

 

-Tenemos diez minutos, te espero en el ascensor- continuó su camino dejando a las dos damas solas.

-Lamento mucho lo que ocurrió con su hermana- expresó brindándole el pésame.

-Gracias- correspondió.

-Debo reconocer que usted es una de las mejores agentes que tiene esta agencia y por ello la admiro- volvió a decir con gran gozo.

-Me apena, Sra. Reyes.

-No debe apenarse, estoy diciendo la verdad- observó como el agente Webster esperaba con impaciencia a la agente Scully. -No la detengo más, creo que tiene que salir.

-Así es- aclaró, -tengo trabajo que hacer.

-Fue genial conocerla al fin. Espero volver a verla pronto- manifestó. –Debo decir que usted y yo tenemos muchas cosas de que hablar.

-Bueno, Sra. Reyes- expuso con confusión. -Fue un honor, que pase buenos días.

-Gracias. Igual a usted.

 

Dana Scully entró al ascensor junto al agente Webster que la espera y ambos desaparecieron detrás de las puertas blindadas y de metal. La Srta. Reyes entró a otro de los ascensores y marcó uno de los botones para que esté la llevara a la superficie donde tomaría un auto que la esperaba. Mientras hacía el recorrido en el ascensor, tomó su celular y marcó al móvil del Sr. Doggett que contestó inmediatamente.

 

-¿Me tienes noticias?- preguntó él sin saludar.

-Aunque no lo quieran demostrar John, están asustados. Andrew es muy convincente- contestó ella. -Temen lo peor.

-¿Crees que harán algo para detener el proyecto?- preguntó curioso.

-No lo se, no pude averiguar mucho, pero debemos estar alertas- recomendó.- Aunque yo opino que sólo debemos temer por Andrew y por Hannah; Frank me parece de lo más sumiso. Hasta creo que puede llegar a ser un gran aliado-comentó.

-No te confíes, Monica. Frank está casado con Margaret y eso le obliga a tener completa lealtad a Andrew- recordó.

-En este mundo los matrimonios entre familias ni siquiera importan cuando llega el momento de escoger un bando en una situación determinada- explicó.- Cambiando de tema, conocí a Dana Scully.

-¿En serio?- preguntó con asombro. -¿Es cierto lo que dicen, que es toda una belleza?

-No se donde sacaste esa información- expresó con algo de celo,- pero no lo voy a discutir; es muy bonita.

-¿Y qué crees que se necesite para que Dana Scully trabaje para nosotros?

-Darle lo que desea.

-¿Y qué desea Dana Scully?

-Dame un par de meses y te daré esa información- le pidió.

-Conozco a alguien que me daría esa información en menos de dos semanas- le comentó.

-Información errónea- el ascensor se detuvo y ella salió de él. -Te dejo, debo volver al Complejo.

-Nos vemos esta noche, a las ocho- no fue una petición, fue una orden.-Ponte aquel vestido negro que usaste en Paris para la reunión de…

-Ya recuerdo- le interrumpió. -Hasta esta noche- y colgó mostrando una sonrisa de completo deleite.

 

Continuará...

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