fanfic_name = Mundos Distintos

chapter = VII

author = NikkyScully

dedicate = Disclairmer: Se dice que todo lo concerniente a X-Files es de Chris Carter, pero como el no ha sido el creador de los personajes que e incluido en este fic diré que hasta X-Files es mió, porque yo trabajo con el mientras Carter se dedica a hacer demandas lerdas. He dicho.

Clasificación: Lo que ustedes quieran y alternativo.

Dedicatoria: A las bitches sin ninguna duda, las amo chicas.

Agent Macgirl, mi compañera, mi amiga, mi co-escritora en otros proyectos y quien ahora me pego el sindrome de imnsonio. A Rosa, que no se donde anda, a Paulina por igual que anda súper perdida, a mis niñas que las extraño y a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Maca, Icezard, Lizzy_x, Katherine_M_S, Sakura Spooky, conocimiento_acumulado, Chilly, wendymsanchez, scully_gab, leencita, Joly, dana-k y adeDanK. Gracias a todos

Nota o más bien aviso: Esto sera más largo que Lovers Through Time, así que paciencia como budista les pido.

 

Rating = touchstone

Type = Angst

fanfic = Cercanías del Sena

Paris, Francia

 

Una mujer pequeña, pelirroja y de rasgos bastante estilizados corría por su vida por uno de los parques cercanos al río Sena. Había completado una misión, pero se habían complicado algunas cosas y estaba siendo perseguida.

 

No estaba sola de un todo y mientras gritó en francés que se quitaran de su camino, marcó las teclas de su móvil. En El Centro sonó la línea externa y el agente Labiorestaux contestó.

 

-Labiorestaux, tengo un problema- decía mientras seguía corriendo.

 

-¿Qué problema?- le pregunto cuando tecleó en su computadora para localizarla con ayuda del satélite.

 

-Dos atractivos franceses me están persiguiendo.

 

-¿Y por qué no te dejas atrapar por ellos?- le preguntó en vista de que eso no era ningún problema para una mujer como la agente Scully.

 

-Porque me quieren matar. ¡Idiota!- le gritó. -Sácame de aquí- le pidió y seguía corriendo a través de las calles parisinas.

 

-Ok, ok, no te agites- le pidió. -Vas a necesitar ayuda para salir de esos dos- comentó.

 

-¡Que inteligente eres!- gritó nuevamente.

 

-Si me sigues insultando olvídate de que te ayude- tecleó nuevamente su computadora y divisó la imagen de la agente Scully y sus perseguidores en Paris. -Bien, estás a tres kilómetros del Sena, estás próxima a la calle Bonnet, necesitas cruzar hasta Evreux y girar en Bonnet. Toma el sur en esa calle- le indicó.

 

-Bien.

 

Ella hizo lo que le indicó el agente Labiorestaux, cruzó Evreux y casi se lleva un grupo de mojas franciscanas, ella gritó un disculpe y uno de los sujetos tiró al suelo a una de las monjas, él otro siguió en su persecución.

 

Al girar en Bonnet, siguió hasta el sur. Estaba agotando todas sus reservas de energía, pero no podía detenerse. A mitad del camino un auto se le atravesó y de él salieron dos tipos más que empezaron a disparar hacia ella; pero rápidamente logró escaparse entrando a un café y saliendo por la puerta trasera.

 

-Labiorestaux, ¿dónde estoy?- le preguntó.

 

-Estas en Villers, gira a la izquierda y corre, vienen detrás de ti.

 

Y así fue porque ella los vio acercarse, giró a la izquierda como le indicó el agente Labiorestaux. Seguía corriendo y su colega seguía hablando con ella.

 

-Llegarás a Anatole France y al final estará el puente Levallois-Becon que cruza el Sena, del otro lado estará la ayuda- le comunicó.

 

Siguió corriendo hasta Anatole France y al divisar el puente corrió con más fuerza, le pisaban los talones y un sujeto logró alcanzarla, la haló del abrigo; pero ella logró zafarse quitándoselo y al final del puente vio una figura bien conocida que no dudó en abrazar mientras un francotirador, desde el techo del edificio Gallieni frente al Sena, se encargaba de eliminar a quienes perseguían a la agente Scully.

 

Al escuchar el último disparo, dejó de abrazar a su compañero, aunque él deseaba que ella se quedara allí. Se quitó el pelo de la cara y le sonrió.

 

-Hola- le saludó.

 

-Hola Alex, no sabes lo que me alegra verte- dijo aun agitada y sin aliento. - ¿Quién está en el techo?- empezaron a caminar alejándose del lugar.

 

-Alyson- contestó.

 

-Labiorestaux- le llamó por el móvil.

 

-¿Sí?

 

-Gracias- expresó.

 

-No fue nada- y allí se cortó la comunicación.

 

-¿Cómo puedes correr con esos zapatos?- preguntó al ver el tipo de taco y calzado de su compañera.

 

-Entrenamiento.

 

Esa misma tarde dejaron Paris y en un vuelo partieron a Estados Unidos. A Washington llegaron en la madrugada y por el éxito de la misión, la agente Scully pudo volver a casa. Le fue fácil para ella introducirse en la mansión Alfort y robar información necesaria para El Centro, lo malo había sido que la descubrieron y fue perseguida por un buen rato. Todo había salido bien de todos modos, y metida en su mullida cama deseaba tener al Dr. Mulder a su lado.

 

Tomo su teléfono para revisar sus mensajes, porque mientras el Dr. Mulder voló a Londres, ella voló a Paris y no sabía si él había llamado en su ausencia.

 

-Tiene un nuevo mensaje- comunicó el aparato, -jueves, dos de la madrugada.

 

-Dana, soy Mulder. Llegué anoche a Londres, bastante tarde por cierto; te llamé, pero como no contestaste supuse que estabas trabajando y no quise dejarte mensaje. Eh… son las ocho de la mañana aquí, pero supongo que duermes- sonrió como un tonto, -no me acostumbro al horario. Bueno, con respecto a lo que te dije en el aeropuerto, espero que no te hayas asustado; se que fue repentino y no quiero presionarte; pero es lo que siento y no temo expresarlo. Aunque no te lo diré por teléfono para que no suene tonto y cliché- ella rió ante el comentario. -Ah… te tengo que dejar, una de mis charlas empezará en una hora y debo alistarme. Te extraño. ¿Se escucha patético?- ella volvió a reír. -Debiste escucharlo cuando me lo dijiste. Bueno, he hablado mucho. Te llamo más tarde. Bye- se escuchó el sonido del final del mensaje.

 

-No tienes más mensajes- indicó la maquina.

 

Dana Scully sonreía idiotizada y en algún momento su mirada se volvía cristalina y ella logró reprimir sus lágrimas. El sentimiento entre ambos se estaba profundizando y eso le daba más miedo porque no quiso enamorarse, pero su corazón dictó todo lo contrario y ella no podía hacer nada contra esa orden. Dejó el teléfono sobre la fuente de carga y se recostó totalmente en su cama e invocó el recuerdo de su hermana.

 

-Ay Melissa, si me vieras ahora dirías que me he vuelto una loca enamorada. Pero es la realidad, hermanita, amo a ese hombre y creo que es mi destino morir por él- confesó.

 

Al día siguiente, Dana Scully se despertó con una sola idea en la cabeza, como espía tenía el conocimiento de que si se encontró rompiendo el libro de reglamentos de El Centro debía asegurarse de que no la descubrieran in fraganti. El agente Webster le recomendó que tuviera cuidado y ella estuvo dispuesta a tenerlo.

 

Cuando se paró de la cama y se cepilló los dientes, se dispuso a realizar un chequeo exhaustivo a su departamento, porque El Centro tenía la mala costumbre de introducir en las viviendas de sus agentes dispositivos de vigilancia cada vez que les daba la gana; además, la tenían catalogada como agente de cuidado debido a un estado emocional delicado y que según el Dr. Rogers había desaparecido, pero suplantado por la angustia de estar atada a un amor prohibido.

 

Como le habían enseñado sus maestros, buscó los dispositivos de vigilancia en cada rincón de su departamento, sin encontrar ninguno al final del rastreo. No había cámaras, micrófonos, detectores, rastreadores, nada y eso le pareció sospechoso; o habían ocultado muy bien las evidencias, o no estaban interesados en ella. Por el momento, pensó en restringir las visitas del Dr. Mulder, si querían verse sería en el departamento de él. El departamento 14B de la Torre Asgard estaba prohibido para encuentros amorosos repetidos hasta que pudiera conseguir los horarios de los agentes que vivían allí y poder hacer uno que le fuera conveniente para poder recibir allí al Dr. Mulder sin ninguna complicación.

 

Cuando regresó de haber comprado café cerca del edificio, se detuvo frente a la puerta principal de esté y sobre sus lentes negros observó la gran cámara de vigilancia que allí había y tuvo enormes deseos de quitarla, pero no podía porque, aunque se sabía cuidar sola como los otros agentes que vivían ahí, tenía que pensar en la seguridad de los civiles con los cuales compartían el edificio. De todas formas, se aseguró de que éstas no estuvieran trasmitiendo alguna señal hasta El Centro, y de las que habían en el pasillo que llevaba hasta su departamento eliminó el circuito haciendo creer que se habían descompuesto. La compañía privada que se encargó de colocarlas tardaría meses en volverlas a arreglar para conveniencia de la agente Scully.

 

Con la mitad del asunto arreglado, regresó a su departamento porque tenía que alistarse para volver a El Centro. Más tarde solucionaría las cosas pendientes con un poco de ayuda de su colega y amigo, el agente Webster.

 

 

El Centro

Misma mañana.

 

El agente Krycek perseguía a la agente Hannigan por toda la instalación, hablándole del mismo tema de nunca acabar. Ella tenía mucho trabajo esa mañana, e iba de aquí para allá con su panel portátil de trabajo. Incómoda, intentaba deshacerse del agente Krycek, lo cual le resultó un poco difícil.

 

Estaba volviendo loca a la agente Hannigan, pero lo único que le importó al agente Krycek era que ella le ayudara a resolver su problema con la agente Scully; que ya a esas alturas de la situación se volvió una obsesión.

 

La persiguió hasta el área de Tácticas y mientras ella intentó darle los toques finales a uno de sus trabajos pendientes, él seguía con el tema y la sacó completamente de sus casillas.

 

-¡Déjame en paz! ¿No te das cuenta que pareces un psicótico hablando del mismo tema, una y otra vez?- le preguntó completamente hastiada.

 

-Es que no lo comprendes…

 

-¡Claro que lo comprendo! Hasta la saciedad. Te le declaraste y te rechazó- disertó. -Ya lo entendí.

 

-Específicamente no me le declaré, solo le dije que deberíamos darnos una oportunidad- le aclaró.

 

-Da igual, te envió a freír espárragos- le comentó. -Ya olvídalo, es caso perdido.

 

La agente Hannigan se acercó al agente Rivera, que se encontraba sentado frente a un computador y le entregó su panel portátil. El agente Krycek seguía siendo su sombra, tanto que no le importó seguir con el tema mientras la agente Hannigan y el agente Rivera intentaban trabajar.

 

-Es que en estos momentos yo no entiendo lo que sucede. No me da ni una esperanza, ya ni siquiera se comporta como mi amiga.

 

-Porque la asustaste- le aclaró.

 

-Debe haber algo más, debe haber un motivo mucho mayor para este rechazo- pensó. -Necesito que me ayudes con ella.

 

-¿Más? Lo he hecho todo, ya no puedo hacer más nada- explicó.

 

-Están hablando de Dana Scully, ¿verdad?- intervino el agente Rivera que no estaba al margen del asunto.

 

-¿A ti que te importa?- le preguntó el agente Krycek molesto.

 

-No se que piense Hannigan, pero ya aburres y no estoy inmiscuido del todo en el asunto- explicó.

 

-Eres un…

 

-Rivera, sigue con tu trabajo- intervino la agente Hannigan para que los caballeros no terminaran peleando. -Krycek, es mejor que vuelvas a tu terminal- le recomendó.

 

-¿Sabes si esta saliendo con alguien?- preguntó y ella puso los ojos en blanco.

 

-No lo se y no lo creo- contestó harta.

 

En ese momento apareció el agente Webster, el cual también le entregó un panel al agente Rivera.

 

-Webster, ¿sabes si la agente Scully está saliendo con alguien?- preguntó al verse entra la espada y la pared.

 

-¿Me ves cara de diario de Scully?- preguntó de manera antipática, pero el tema sí le interesaba.

 

-Tiene que estar saliendo con alguien- repitió.

 

-Amigo, estás paranoico- comentó el agente Rivera y la agente Hannigan lo golpeó en la cabeza.

 

-Alyson, vuelvo y repito, necesito una de tus intervenciones- le pidió desesperado.

 

Y la agente Scully hizo acto de presencia en el salón de Tácticas, se acercó al pequeño grupo y mientras le entregó su panel al agente Rivera, el agente Krycek le hacía señas a la agente Hannigan y el agente Webster no podía creer lo que ocurría allí.

 

-Es el perfil de Ohio, envíalo- le pidió la agente Scully al agente Rivera y luego se dirigió a los demas. -Chicos, junta en diez minutos- miró al agente Rivera, -avísale a los demás, por favor.

 

-De acuerdo.

 

-Gracias.

 

La agente Scully se disponía a retirarse, pero la presión que el agente Krycek tenía sobre la agente Hannigan era increíble y tuvo que llamar a la agente Scully.

 

-Dana, estuve pensando que como ya resolviste el asunto de Paris, y la misión de Ohio no nos tomará más de un día, se me ocurrió la idea de que saliéramos a divertirnos.

 

-¿Adónde?- preguntó curiosa.

 

-No lo se, a bailar, cenar. Webster podría venir con nosotros- y el agente Welter se sorprendió por el ingenio de la agente Hannigan. -Este fin de semana, tal vez. ¿Qué dices?- preguntó con la mejor de las sonrisas.

 

-De acuerdo- respondió gustosa con el plan.

 

Acostumbraba a hacer esas cosas con ellos, era una actividad que había dejado de hacer cuando ocurrió lo de su hermana, pero con las nuevas experiencias ocurridas y las heridas que sanaban; los deseos de vivir volvían nuevamente a ella y disfrutar con sus amigos era un placer que deseaba darse.

 

-Los veo en diez minutos- agregó para recordarle lo de la junta y se retiró.

 

-¿Puedo ir?- preguntó el agente Rivera y la agente Hannigan lo miró de mala gana.

 

Cinco segundos después, el agente Webster salió de allí dispuesto a alcanzar a la agente Scully para advertirle sobre las intenciones del agente Krycek. A medio camino logró alcanzarla, la llamó y ella giró para verlo y él se le acercó. En su mirada había cierta preocupación.

 

-¿Qué pasa?- le preguntó al verle así.

 

-Ten cuidado este fin de semana, Krycek piensa abordarte- le recomendó.

 

-¿Otra vez?- preguntó sorprendida.

 

-¿Ya lo ha hecho?

 

-El martes en la mañana y créeme que no se si tendré la suficiente paciencia para no enviarlo al diablo- le comentó con angustia. -Esto se esta convirtiendo en una locura. Si él pudiera saber que…- pensó detenidamente lo que iba a decir porque en el interior de El Centro no todo se decía. -En fin, me entiendes.

 

-Claro, pero no se lo puedes decir. Sólo sé sutil- le recomendó.

 

-¿Sutil? La sutileza se me acabó con Alex- dijo hastiada y su compañero sonrió. -Es mi mejor amigo y tan sólo es eso, no puede convertirse en nada más- explicó.

 

-Lo se. Cambiando de tema ¿Cómo te va con…- bajó la voz porque el tránsito en aquel pasillo era bastante movido, -… tu nueva mascota?- y ella sonrió divertida.

 

-Está en Londres- respondió bajo. -A propósito, ¿dónde puedo comprar una pecera?

 

-¿Para qué quieres una pecera?- preguntó confundido.

 

-Para meter un pez dentro de ella- respondió al ver que él la miró con si fuera idiota.

 

-¿Para qué quieres una pecera y un pez?- ante esa pregunta él era el idiota y ella lo miró como tal.

 

-Olvídalo- se retiró impactada ante el poco entendimiento de su colega.

 

 

 

El Centro

Oficina de Hannah Summers.

 

El agente Kunimitzu tenía intenciones de deshacerse de la agente Kawasaki antes de que ella lo llevara a cometer una locura. Obviamente él se sentía atraído por ella, pero a él no le gustaba esa sensación de descontrol que le provocaba la cercanía de aquella mujer y, no es que fuera homosexual, sólo que él era indiferente ante el sexo o el sentimiento en sí catalogado como amor. El respetaba esa ley tonta que rezaba que: “los agentes no se enamoran”, ley que hasta los mismos jefes de El Centro habían roto. Pero Tezka Kunimitzu era un caso aparte, era un caso que sólo profesaba afecto y amor por su trabajo.

 

Y ese amor y afecto por su trabajo lo llevó hasta la oficina de la Sra. Summers, porque quería ponerle punto final al asunto Kaoru Kawasaki. Fue anunciado y la Sra. Summers le pidió que pasara, se sintió aliviado al ver allí también al Sr. Bennedetty, el responsable de que la agente Kawasaki estuviera trabajando con él.

 

-Agente Kunimitzu, se me informó que desea hablar conmigo- relató.

 

-Así es señora- secundó. -Y qué bueno que el Sr. Bennedetty está aquí, porque él debe saber lo que voy a pedir o decir- comentó.

 

-¿Y bien?- curioseó ella.

 

-Deseo que la agente Kaoru Kawasaki sea transferida a otra unidad- disertó.

 

El Sr. Bennedetty y la Sra. Summers se miraron con desconcierto ante semejante pedido.

 

-¿Por qué esta pidiendo eso, agente Kunimitzu?- preguntó la Sra. Summers.

 

-Se ha vuelto complicado con la agente Kawasaki- contestó.

 

-¿Cómo complicado?- preguntó confundida.

 

-Sólo complicado, señora- respondió, no quería expresar la verdad porque era vergonzosa para él.

 

-¿Acaso no puede seguir su ritmo y el ritmo del equipo Beta, agente?- preguntó el Sr. Bennedetty sumamente preocupado.

 

-Claro que sí- respondió, no tenía intenciones de arruinarle la carrera a la agente Kawasaki. -Es una excelente agente, pero yo no puedo trabajar con ella.

 

-¿Por qué?

 

-Es incomodo- respondió algo inseguro.

 

-Necesitamos una razón más lógica, agente Kunimitzu- dijo la Sra. Summers. -No creo que el sentirse disgustado con la agente Kawasaki sea el verdadero asunto en esta conversación.

 

-Y además, agente Kunimitzu, sin importar las razones de sus deseos de enviar a la agente Kawasaki a otra unidad, es algo que no podemos hacer- explicó el Sr. Bennedetty. -Cuando la agente Kawasaki fue transferida a El Centro lo único que pidió, aparte de sus honorarios, fue trabajar con usted en el equipo Beta. Por consiguiente, no podemos enviarla a otra unidad- concluyó.

 

-¿Ella pidió trabajar exclusivamente en el equipo Beta?- preguntó incrédulo.

 

-Así es, agente. Cuando ella fue contratada solicitó trabajar bajo su mando- volvió y explicó la Sra. Summers.

 

-Pero yo no deseo tenerla en el equipo- comentó.

 

-Lamentablemente eso no está en tela de juicio, agente. Kaoru Kawasaki es una de las mejores agentes japonesas, que al igual que usted ha logrado ganarse ciertas posiciones dentro de la Agencia, debido a su gran desempeño. Su trabajo en Japón fue memorable y cuando entró a El Centro lo único que pidió fue trabajar para usted; no podíamos negarnos. Japón es un gran aliado y yo creo que usted, aunque no le guste, tendrá que acostumbrarse a trabajar junto a ella- expresó el Sr. Bennedetty.

 

-A la corta o a la larga, lo hará agente- agregó la Sra. Summers.

 

Era un plan, era un plan conspiratorio contra él, decía para sí a la vez que salía de aquella oficina sin haber dicho que se retiraba. Era casi imposible para él que lo que acababa de escuchar fuera completamente cierto. Era una manipulación a gran escala y si Kaoru Kawasaki había llegado hasta allí no se sabía lo que podía pasar.

 

Lo que él se negó a creer en realidad a pesar de que la agente Kawasaki había llegado de la nada a El Centro, que tenía sus privilegios y que se estaba acercando a él de una manera no deseada, era que bajo todas las predicciones de la Agente Illianof, él iba a caer en las redes de seducción de la agente Kawasaki. Y por esa razón se sentía morir, porque no quería y su subconsciente le gritaba que se lanzara a dicha aventura.

 

 

 

Fin de Semana

Bar- Karaoke

La Mexicana.

 

En un bar donde esencialmente se reunían personas con deseos de juerga, se reunió un pequeño grupo de El Centro. Entre motociclistas, cervezas y malos cantantes empezó a desenvolverse la noche. Un pésimo juego de billar y tres tragos de tequila tenían a Alyson Hannigan delirando, mientras los agentes Krycek, Scully y Webster se divertían con sus comentarios.

 

-No tengo vida- se quejó, -vivo para el trabajo, un par de tequilas me emborrachan y un vibrador es mi amante- expresó.

 

-¡Por Dios!- exclamó el agente Webster.

 

-No lo llames- le pidió la agente Hannigan, -no tiene que ver en esto. Aunque tú puedes ser parte de la solución a mis problemas- sugirió.

 

-¿Cómo sería eso?

 

-Se mi nuevo vibrador- le pidió haciendo pucheros.

 

-No tienes vergüenza, Alyson- exclamó la agente Scully.

 

-Fui entrenada para no tenerla- y se tomó otro vaso de tequila.

 

-Creo que deberíamos enviarla a casa en un taxi- comentó el agente Krycek hablando muy cerca de la agente Scully. -Antes de que diga algo de lo cual se pueda arrepentir mañana.

 

-Mañana no recordará nada. Deja que se divierta- comentó observando la jugada del agente Webster.

 

Alyson Hannigan para no ser tan obvia con el plan que tenía el agente Krycek invitó al bar al agente Eduard Wolf y a la agente Rachel Webster, hermana melliza del agente Marcus Webster. Cuando la agente Hannigan les vio llegar no dudó en gritar y dejar casi sordo al agente Webster que estaba a su lado. Los recién llegados saludaron y se unieron al grupo. Aunque el lugar a la agente Webster no le parecía nada glamoroso y agradable.

 

-¿No hubo otro lugar mejor donde pudiste habernos invitado, Alyson?- preguntó Rachel Webster.

 

-No conseguí entradas para el Jet Set, mi querida Rachel- dijo antipáticamente la agente Hannigan.

 

Bajo la discusión de las dos damas, el agente Krycek intentó entablar una conversación con la agente Scully, pero sin mucho éxito; ella estaba decidida a no prestarle mucha atención esa noche y lo logró con ayuda del agente Webster, que jugaba al billar con ella.

 

-¡Ah!- gritó. -Eso es trampa, Marcus- exclamó.

 

-Fue una jugada limpia, Dana- aclaró.

 

-Sí, como no- tomó su palo y le pasó tiza en la punta. -Ya veras- le amenazó.

 

-Estoy temblando de miedo- expreso.

 

-Ten cuidado Marcus, es buena- expresó el Agente Wolf. -Ya he jugado con ella y es de temer.

 

-Eso hay que verlo.

 

-Eduard, quiero una cerveza- le pidió la agente Webster.

 

-Llama a la camarera, cariño- le recomendó muy atento al juego.

 

-Quiero que me la traigas tú- exclamó con autoridad.

 

Eduard Wolf y Rachel Webster eran la pareja de novios típica de El Centro, neuróticos y volátiles y ambos solían expresar su pasión de un modo distinto a los demás.

 

-¿Qué tiene de malo que se la pidas a la camarera?- preguntó confuso.

 

-Ella no es tú- aclaró.

 

-¿Qué la traiga yo me hace más especial?- preguntó confundido.

 

-No me hagas rogar, demonios- discutió molesta y él por no seguir discutiendo fue por la cerveza. -Lo tengo comiendo de mi mano- comentó encantada.

 

-Sí, un día de estos te va a sacar los ojos- comentó su hermano, que esperó por la jugada de la Agente Scully.

 

-Haré que te los saque a ti- expresó incómoda con el comentario de su mellizo.

 

Cuando la agente Scully continuó con su juego sintió que algo dentro de los bolsillos de sus pantalones vibró y eso le hizo fallar el tiro e inmediatamente se incorporó y sacó su móvil del bolsillo trasero de sus pantalones.

 

-¿Qué pasó?- preguntó el agente Webster a la espera de su jugada.

 

-Nada- el número que vio era fuera de área y supuso que era el Dr. Mulder. -Voy al baño ¿Juegas por mí, Rachel?

 

-Claro- y tomó el turno de la agente Scully.

 

-¿Es de la oficina?- le preguntó el agente Krycek.

 

-No- contestó mientras se dirigió al baño.

 

Al entrar allí, inmediatamente se dirigió a uno de los cubículos, se encerró en el y nuevamente saco su móvil; y suplicaba porque este volviera a sonar. Así fue y ella contestó.

 

-Buenas noches- saludó ella.

 

-Al fin doy contigo- fue lo primero que dijo el Dr. Mulder en modo de saludo. -Te he estado llamando.

 

-Lo se- aclaró. -Hace un rato no me dio tiempo a contestar. ¿Cómo estas?

 

-Estoy bien, encantado de escucharte ¿Y tú?

 

-Perfectamente bien ¿Cómo te está yendo en Londres?

 

-Uh… bien, está haciendo un frío infernal, pero me está yendo bien. Hoy fue mi última charla- comentó.

 

-¿Y cómo estuvo?- preguntó curiosa.

 

-Sin contratiempos y aburrida. Ya quiero regresar a Washington- él podía escuchar una música lejana provenir desde el lado de la agente Scully. -¿Dónde estás?- preguntó curioso.

 

-En un bar, con unos amigos- contestó a la vez que se entretenía quitándole la pintura a la pared del bañó.

 

-¿En un bar? ¿Con unos amigos? ¿Debo sentir celos?

 

-Creo que no, pero eso está bajo tu criterio- dijo en son de burla.

 

-De acuerdo- y reía. -¿Cuándo me los vas a presentar?- preguntó investigativo.

 

-Cuando tú me presentes al enano paranoico, al que llamas Frohike- alguien llamó a la puerta. -¡Está ocupado!

 

-¿Estás en el baño del bar?- preguntó asombrado.

 

-Sí, en uno de los cubículos- contestó.

 

-¿Qué llevas puesto?- le preguntó mientras se acomodaba en su cama de hotel.

 

-Jeans- respondió y le parecía extraña la pregunta.

 

-Jamás te he visto en jeans, siempre estás vestida con esos sexy y encantadores trajes de oficina. Me vuelven loco esas faldas- expresó provocativamente.

 

-Entonces te regalaré un par para navidad- expresó sarcásticamente.

 

-No me simpatizas, Dana, no me sigues el juego- dijo quejumbroso.

 

-Lo siento- se reía.- Es que no puedo, estas demasiado lejos y yo prefiero que me desvistas tú personalmente- comentó seductoramente. -Ya sabes, despacio, suave, lento- relató.

 

-No se si tomarlo como un halago o un insulto- expresó desde su punto de vista machista y ella volvió a reír.

 

-Y creo que me estoy volviendo patética- agregó ella en vista de lo que había dicho con anterioridad.

 

-Dana, ¿recuerdas lo que te dije en el aeropuerto?

 

-Claro- contestó con duda en su voz, era algo que la ponía incómoda y agradecía que él no pudiera ver dicha angustia.

 

-No lo dije sólo por decirlo- aclaró.

 

-Mulder, yo…

 

-Solo quería que lo supieras. Eso era todo.

 

-Aun lo estoy asimilando- comentó inquieta.

 

-Es de esperarse, pero con ello no te estoy presionando, ni pidiendo nada. Es que debía decírtelo.

 

-No te estoy pidiendo una explicación- expresó.

 

-Y yo no te estoy pidiendo que me digas lo mismo que te dije. ¿De acuerdo?- preguntó él para saber si ella se encontraba relajada.

 

-De acuerdo- aunque en realidad ella no estaba de acuerdo ni consigo misma. -Escucha, esto podemos hablarlo cuando regreses.

 

-No pensaba dejarlo pasar por alto, esto sólo fue un preludio de lo que debo, debes y debemos decir- esclareció. -Hasta mañana- se despidió.

 

-Hasta mañana.

 

Ambos colgaron al unísono y sin lugar a dudas en el corazón de la agente Scully había un cúmulo de sensaciones de verdadero terror ante lo que se avecinaba. El estaba completamente seguro de sus sentimientos por ella, y ella por igual; pero él tenía todas las libertades de expresarse sin problemas, ella no. A ella ni siquiera se le permitía expresar lo que sentía a nivel físico.

 

Su cuerpo le pedía algo fuerte para liberar tensiones y salió del baño para volverse a encontrar con el bullicio del bar y con Alexander Krycek, que la esperó afuera.

 

-Alex, hola- eran evidentes sus nervios, sobre todo por ser el agente Krycek el primero en ver después de su conversación con el Dr. Mulder.

 

-¿Te gustaría bailar?- le preguntó.

 

-Estoy muy cansada, Alex- confesó. -Sabes que el trabajo de hoy no fue nada sencillo- justificó.

 

-Lo se- dijo con los ánimos por el suelo.

 

-En otra ocasión- ella le tocó el hombro y regresó con los demas.

 

Un hombre enamorado jamás se rinde, así decía Alexander Krycek en su interior, ya que no veía más allá de la realidad y que Dana Scully siempre lo rechazaría cada vez que pudiera. Ella no podía sentir afecto por él aunque lo intentara, era lo más evidente; pero él no se daba cuenta de ello y en lo único que podía pensar era en la forma correcta para enamorarla, lo cual se le estaba complicando.

 

Dejó sus pensamiento y regresó con los demás, como lo había hecho la agente Scully. Ella había vuelto al juego y él se refugió en el tequila, mientras la agente Hannigan le miró con ojos lastimeros y de pena. El odiaba que sintieran lastima por él y le respondió con un insulto en ruso que a ella no le gustó, el Agente Webster lo entendió y se echó a reír.

 

Para muchos, el alcohol fue el centro de la diversión esa noche. Alyson Hannigan tomó hasta decir no más y luego fue otra de las que se unió al grupo de quienes vomitaron en la cuneta frente al bar, bajo los ojos de burla, preocupación y sorpresa de quienes la acompañaban. Esa noche ella no era apta para conducir su propio auto y para la alegría del agente Krycek, el agente Webster se ofreció a llevarla, y cuando la agente Scully expresó que deseaba acompañarlos, el agente Krycek le dijo que él se encargaría de llevarla a ella, ya que estaba enterado de que el agente Webster no regresaría a su casa esa noche, sino que iría directo a El Centro.

 

Ella pudo haber tomado un taxi o pedirle al agente Wolf que la llevara, pero la insistencia del agente Krycek tuvo mucho más peso. En el camino, ella no dijo ni una sola palabra, el agente Krycek no se calló y no se daba cuenta de que su compañera estaba verdaderamente incómoda con el cuadro y deseaba llegar lo más pronto posible a su morada.

 

El se estaba haciendo el tonto y era partícipe de tal rechazo, ya que dicho agente no necesitaba de mucho para saber que ella no estaba para nada interesada. Cuando llegaron a la gran torre de departamentos, el agente Krycek la acompañó hasta la puerta de su departamento, aun cuando la agente Scully le dijo que era algo innecesario, pero como ya ella sabía, él era un terco sin remedio.

 

A la vez que ella buscaba las llaves de su departamento en su bolso, se preparó mentalmente para frenar cualquier acercamiento de afecto por parte del agente Krycek. Cuando la puerta ya estuvo completamente abierta, ella giró para verlo y así agradecer su gentileza y despedirse.

 

-¿Puedo entrar?- le preguntó.

 

-Este…- ella sonrió apenada, -creo que es mejor que nos despidamos aquí- le decía con la vista gacha. -Mañana debemos rendir un informe- recordó.

 

-Tienes razón- expresó aburrido.

 

-Buenas noches, Alex.

 

-Buenas noches, Dana- se despidió.

 

Ella pensó que todo acabó allí, pero se equivocó al suponerlo; él la tomó por el codo y se acercó a ella. Lo veía venir y así fue, él se atrevió a besarla de forma sutil y ligera, un beso inocente que el agente Krycek celebró en su cabeza como un triunfo, ella por su parte esperó a que acabara, pero él intensifico él beso y ella sentía que se ahogaba.

 

Para cuando él se alejo y dejó de besarla, sonrió con orgullo y ella se mostró sorprendida ante tal acercamiento, esperado, pero no imaginado de ese modo y exclamó un: ¡wow!, el cual él interpretó como bueno, pero ella lo había dicho porque se sentía mareada ante la falta de aire. Cuando sus neuronas volvieron a funcionar, lo encontró mirándola de una forma amorosa que la enternecía, pero no más que eso.

 

-¿Estás bien?- le preguntó él preocupado al ver en ella una expresión de enajenación.

 

-Alex- le llamó. -¿En serio te gusto?

 

-¿Gustarme?- preguntó inquieto. -Esa no es la expresión adecuada, Dana. Yo llevo tiempo admirándote, protegiéndote, apoyándote, porque yo…- se detuvo por un momento para organizar mejor sus ideas. -Yo estoy enamorado de ti, yo te…

 

Y antes de que él terminara la frase que tanto le había costado sacar, ella le detuvo porque no era justo para él decirlo si ella no le iba a corresponder. Además, ella no deseaba escuchar esa frase salir de los labios del agente, porque simplemente él no era el Dr. Mulder y el Dr. Mulder no lo pensó, ni dio un discurso para decirle que la amaba. Así de sencillo y sin rodeos, claramente como a ella le gustaba.

 

Él no lo comprendió de inmediato, sólo la miró extrañado y confundido ante su actitud. Ella, notoriamente disgustada con la situación, se dispuso a ponerle las cosas claras. No tenía mucho tiempo y el jueguito del gato y el ratón que tenía él agente Krycek con ella, se lo estaba haciendo perder.

 

-No lo hagas- le pidió.

 

-¿Qué?

 

-Ni lo digas, ni lo expreses, ni siquiera lo escribas- le pidió con seriedad. -Lo que me ofreces no lo puedo tomar porque yo no tengo que ofrecerte- explicó. -Eres de las personas que más estimo en esta vida, te quiero como no te lo imaginas; pero te quiero sólo como una amiga quiere un amigo- puntualizó.

 

-Sólo te pido una oportunidad- expresó con inquietud ante lo escuchado. -Déjame demostrarte que lo que siento por ti puede cambiar ese afecto de amigo que sientes hacia mi. Puede convertirse en amor- explicó.

 

-O en odio- agregó, -y yo no quiero eso, lamento mucho haber infundado tales sentimientos en ti, los cuales no puedo corresponder porque no los siento en mí- explicó.

 

-Te desconozco, Dana- exclamó indignado.

 

-No digas eso, me conoces mejor que nadie y te engañabas si pensabas que podía sentir algo por ti- aclaró.

 

-¿Porque tu hermana está muerta has tomado la decisión de no sentir, de no amar? ¿Es eso, cierto?- preguntó intranquilo.

 

-¡Estoy harta de que todo el mundo crea que hago o dejo de hacer las cosas porque Melissa está muerta!- expresó molesta.

 

-Así lo vemos todos- manifestó.

 

-¿Entonces no estoy enamorada de ti porque Melissa está muerta?- preguntó alarmada.

 

-Yo… no… tú no entiendes- expresó confundido.

 

-Claro que entiendo. Entiendo perfectamente- aclaró.

 

-¿Qué demonios tengo que hacer para que te des cuenta que soy el indicado? Deja de buscar príncipes azules, fantasmas, amores imposibles.

 

-¡Yo no busco eso!

 

En ese momento la agente Scully se percató de que el vecino curioso del 12 B había abierto la puerta para escuchar la conversación entre ella y el agente Krycek.

 

-Sr. Ling, vuelva adentro, por favor- le pidió con educación, lo que menos quería era dar motivos para algún chisme en el edificio. Allí ella pasaba más que desapercibida.

 

El tal Sr. Ling la miró de mala gana y cerró su puerta y Dana Scully prosiguió su discusión con su compañero.

 

-Adhiérete a la realidad, Dana- le pidió.

 

-Lo que quieres es que me conforme. ¿Cómo puedes pedirme eso? ¿Qué te da el derecho de pedirme eso?

 

-El derecho de querer lo mejor para ti- contestó.

 

-Tú no puedes ser lo mejor para mí porque ni siquiera puedo quererte como te lo mereces- confesó.

 

-¿No te gusto?

 

-¡No!

 

Ella lo había dicho con una mirada de burla y picardía, pero había algo de cierto en ese no. Alexander Krycek era bastante atractivo y deseado por muchas, en físico era del gusto de la agente Scully y ella antes del Dr. Mulder y de otros tantos pensó en llevarlo a su cama, lo cual no había podido cumplir. En el presente ya ni lo pensaba, sólo pensaba en llevar a la cama a un solo hombre y no era precisamente el agente Krycek.

 

A él no le había gustado esa respuesta y la miró con cierto rencor, ella se reprochó haberle hablado de esa forma tan brusca y buscó la forma de cómo disculparse.

 

-No puedo seguir escuchando esto- dijo. -Será mejor que me vaya.

 

-Espera… Alex- él emprendió el camino hacia el ascensor y marcó para que subiera a recogerlo a la planta donde se encontraba. -Alex- le llamó, -Alex, vuelve aquí- él no hacía caso y cuando el ascensor llegó y abrió sus puertas él entró. -Alex...

 

No había caso, él se había ido y ella se había dado cuenta que lo mejor era dejarlo ir para que pudiera calmarse y pensar en frío después de sendo rechazo. Más adelante hablaría con él y ambos arreglarían las cosas para que al final quedaran claras.

 

 

Lunes

Madrugada

Departamento del Dr. Mulder

 

Aquel solitario lugar volvía a tener la grata presencia de su solitario habitante. Este llegó cansado, agotado y harto después de haber pasado cuatro días y medio en Londres. Llegó a su departamento como siempre llegaba, como el desordenado doctor que no tenía reparos en dejar todo su equipaje en medio del salón hasta que Gladys lo quitara de allí.

 

Sobre su sofá dejó su largo abrigo y enseguida se percató de que algo no andaba bien allí. En el lugar donde debía estar su vieja pecera estaba una nueva y sus peces felices la ocupaban junto con un nuevo residente. La nueva pecera tenía un listón de regalo verde eléctrico que al parecer estaba destinado a fungir como lámpara, ya que tenía un brillo de lo más natural y junto a le una nota en papel satinado. El Dr. Mulder tomó la nota con bastante prudencia y ésta rezaba: “Feliz cumpleaños atrasado”.

 

La agente Scully con cara soñolienta lo miró por detrás, apoyada en el marco de la puerta que daba al pasillo de la única habitación de aquel departamento.

 

-Hola- saludó.

 

El giró al escuchar el saludo y le pareció sorpresivo encontrarla allí, tan soñolienta pero feliz por verlo. Ella se acercó a él y se abrazaron, se habían extrañado mutuamente.

 

-¿Qué es esto?- preguntó él cuando dejaron de abrazarse.

 

-Tu regalo de cumpleaños atrasado- contestó con un brillo de emoción en sus ojos. -¿Creíste que lo olvidaría?- preguntó.

 

-No era mi intención que lo olvidaras, pero tampoco que me lo celebraras. Además, fue la semana pasada- justificó, -y no soy dado a celebrar mi cumpleaños; generalmente lo celebro cada cuatro años- comunicó.

 

-¿Como los perros?- preguntó curiosa.

 

-Así es-sonrió de modo afirmativo. -Pero de todos modos muchas gracias- le dio un ligero beso en los labios. -Esta genial- alabó.

 

-De nada- dijo orgullosa. -Espero que no te moleste que haya desecho de la otra pecera- comentó.

 

-No, para nada. ¿Qué hiciste con ella?- preguntó curioso a la vez que miró a los peces compartir su nuevo hogar con otro pequeño vecino.

 

-Se la di a un niño que es más aplicado cuando se trata de darle cuidado a sus peces- contestó.

 

-¿Me veo como un niño? Gracias, me halagas- comentó sarcástico y ella sonrió.

 

-Esta pecera lo hace todo por ti- comentó, -tiene un medidor del pH del agua, dispensador de comida para los peces, indica cuando el agua debe ser cambiada…

 

-¿No se limpia sola?

 

-No- contestó extrañada ante la pregunta.

 

-Entonces no lo hace todo por mí- se quejó y ella lo golpeó en son de juego en un brazo.

 

-Bien, entonces que lo haga Gladys. ¿Qué te parece el nuevo inquilino?

 

El Dr. Mulder se agachó para poder ver el nuevo pez, era más grande que los demás peces, dentro de su pequeñez acuática, de color azul con escamas platinadas, ojos saltones y nado completamente disforme. El nuevo dueño lo miró con rareza.

 

-Es el pez de colores más feo que he visto en mi vida- comentó.

 

-Sabía que dirías eso- expresó con orgullo, -por eso te lo compré.

 

-¿Por feo?

 

-Por extraño- explicó. -Dentro de su rareza es una belleza.

 

-Tienes un sentido de la belleza bastante disfuncional- comentó confundido.

 

-Tal vez- lo miró. -¿Cómo lo llamaras?

 

-Spooky- comentó sin pensarlo y ella rió, -me parece el más adecuado- agregó.

 

-Me parece bien- expresó no muy convencida, pero estuvo de acuerdo, era su pez y él tomaba las decisiones con respecto a éste. -Te esperé toda la noche- comentó confundida al verlo llegar en plena madrugada.

 

-El vuelo se retrasó y se extravió una de mis maleta. Fue una odisea encontrarla- explicó con cansancio, porque los vuelos jamás llegaban o salían a tiempo.

 

-No es de extrañarse- comentó, -suele suceder- en el rostro de él se veía cierto golpe sobre su ojo derecho y ella llevó su mano hasta allí, lo acarició con extrañeza. -¿Qué te paso ahí?

 

-En el avión, abriendo el compartimiento para sacar la maleta, esta me calló encima y me golpeó el ojo- relató a la vez que se tocaba el ojo.

 

-¡Ouch!- colocó un rostro de dolor- eso duele- indicó. -¿Ya te lo revisaste?

 

-Sí, un paramédico lo vio en el aeropuerto- contestó ante los toques que ella le hacía al ojo y mostrando señales de dolor.

 

Ella lo abrazó en gesto maternal porque sabía que él era débil frente al sufrimiento físico como cualquier niño de ocho años. El se sentía reconfortado en los brazos de ella, la adoraba como un loco y ella podía sentirlo a través de ese abrazo.

 

-Te extrañé mucho- le dijo a la vez que besaba el cuello de ella, -Londres fue bastante frío sin tu compañía.

 

-Londres siempre es frío- sonrió y se alejó de él un poco. -Pero la próxima vez te acompañare- él se mostró gustoso y le tomó de la mano.

 

Se encaminaron hasta la habitación y ella ya podía imaginar lo que se avecinaba, la pasión, el deseo y el amor volvería a explotar dentro aquel lugar y así se cumplió. Abrazados, enredados entre las sabanas azules se miraron tiernamente después de haber hecho el amor como sólo ellos sabían hacerlo, con los corazones.

 

Se miraban a los ojos sin decir una palabra, él con los dedos de una de sus manos acarició el rostro de la agente, la cual se sentía entre las nubes por sus caricias. Con los dedos dibujó líneas finas sobe sus cejas y seguía una línea imaginaria sobre su nariz y delicada boca. Era como si intentara aprenderse de memoria el rostro de aquella mujer.

 

-No me pidas la luna cuando sólo puedo darte las estrellas- comentó ella casi en un susurro, así llevando ante ellos la conversación pendiente.

 

-Ni siquiera deseo las estrellas- explicó. -Yo sólo deseo tu afecto.

 

Ella cerró los ojos ante los nervios. Para ella, como se sabía, no era nada fácil hablar de aquello. No estaba acostumbrada a tener una relación como aquella y tampoco al estar enamorada de la forma en que lo estaba.

 

-¿Por qué para mí todo es tan difícil? Te admiro porque no tienes miedo de expresar lo que sientes sin importar nada- comentó a la vez que acariciaba el hombro del Dr. Mulder.

 

-No tienes que esforzarte mucho, es más fácil de lo que piensas- le explicó.

 

-Se que es fácil, pero hay muchas cosas que me impiden hablar- comentó. -Significas mucho para mí y quiero que lo sepas.

 

-Lo se- dijo y besó su frente. -No necesito mucho- volvió y explicó.

 

-Te lo mereces todo, todo mi afecto, mi cariño, mi amor. Quiero dártelo todo- expresó.

 

-Ya me lo has dado todo, me aceptaste dentro de tu corazón y es más que suficiente.

 

Ella sonrió con alegría y se acercó a sus labios para besarlo. Con pocas palabras y sin muchos rodeos ya conocían el afecto que había entre ellos. Y así mismo, la agente Scully juró que jamás dejaría de amarle pasara lo que pasara.

 

Su carrera como agente secreto pasó a un segundo plano y en su vida lo más importante lo era el Dr. Mulder y se propuso que así sería por un buen rato, porque el capricho se había convertido en amor y del amor pocos huyen. Ella se había convertido en testigo vivo de ello.

 

 

 

El Centro

Dos semanas después.

 

Cuando a Alexa Illianof se le perdía su llavero de plata en forma de triangulo, había que temer porque se convertía en alguien que todos desconocían. Tal llavero mantenía en ella un poco de cordura y cuando tal talismán no se encontraba cerca de ella sus habilidades especiales se descontrolaban y sin querer comenzaba a hablar de más. Sentada en el área de Sistemas con los ojos llorosos y fijos en algún punto que nadie más podía ver, hablaba sin coherencia alguna, sólo ella se entendía.

 

-Todos vamos a morir- era una verdad que todos conocían, pero para ella tenía un significado más profundo. -Este lugar sólo produce muerte, todos tenemos su sombra detrás- en ese momento entraron al salón el Sr. Bennedetty y la Sra. Summers, y la agente Illianof empezó a gritarles de mala forma al ponerse de pie y acercárseles. -¡Tú, mujer insensata! Traerás la perdición a este lugar. Entiende de una buena vez que el mundo no te pertenece, si sigues por el camino que llevas será peor para ti- aclaró exaltada.

 

El griterío que tenía la agente Illianof mantenía inmutable e impávida a la Sra. Summers, para ella era una costumbre ver a la misteriosa agente en esos ataques de irreverencia aguda.

 

-Me dan ganas de abofetearte, Hannah- expresó.

 

-¿Dónde esta tu llavero?- preguntó con calma.

 

Ambas damas sostenían una discusión que llamó la atención de todos en el lugar, pero llamó más la atención de la agente Kawasaki, que no entendía por qué la agente Illianof le hablaba mal a la Sra. Summers y ésta no hacía nada.

 

-Llamen a la Dra. Bennedetty- pidió de forma impaciente el Sr. Bennedetty, porque aunque poco le importó la conducta de la agente, la autoridad sobre los demas debía prevalecer.

 

-Con sedarme no lograrás nada- le indicó. -Tú eres bueno, pero ella tiene alma de asesina- comentó con los ojos airados.

 

Desde una distancia prudente, Alyson Hannigan y Rachel Webster comentaron lo que estaba ocurriendo. Aunque no era nueva la escena, causó controversia entre todos los que estaban allí.

 

-La loca se soltó- comento la agente Hannigan. -Siete años y aun tiene el poder para hablarle así a la Sra. Summers- agregó. -¿Cuándo acabará?

 

-Prevalece sobre todo que sus habilidades son necesarias para la agencia- aclaró la agente Webster, que conocía muy bien el tema con respecto a la agente Illianof y El Centro. -Cuando El Centro se consiga un nuevo psíquico empezaremos a olvidarnos de la agente Illianof- disertó.

 

Cuando el agente Rivera levantó el teléfono para llamar a la Dra. Bennedetty, el agente Labiorestaux hizo acto de presencia y le hizo colgar, para luego acercarse a la agente Illianof que lo tenía sumamente preocupado.

 

-Alexa- le llamó y ella lo miró de reojo, -aquí tengo tu llavero- y se lo entregó.- Lo olvidaste en casa.

 

-Jamás me alejo de él- cuestiono con la mirada ida.

 

-Saliste muy rápido- le aclaró y luego miró a la Sra. Summers.

 

-Ahora le pedirás disculpas- comentó tocando el llavero y con los ojos vidriosos le dio una última mirada a la Sra. Summers y salió de allí. Las cosas al final se habían calmado, pero tal señora quería respuestas y tales respuestas las tenía el agente Labiorestaux.

 

-Disculpe, señora- dijo él apenado.

 

-Ella es su responsabilidad, agente- le recordó.- Debe asegurarse que estas cosas no sucedan.

 

-Me disculpa nuevamente, señora, pero si la agente Illianof sólo hiciera el trabajo para el cual fue contratada tal vez estas cosas no se darían- cuestionó con impaciencia el agente Labiorestaux.

 

-De eso hablaremos después- expresó al verse tan observada. -Regrese a su lugar de trabajo- él asintió ante la orden y ella se retiró pero el Sr. Bennedetty no la siguió.

 

El agente Labiorestaux quiso volver a su lugar de trabajo pero a medio camino se encontró con la agente Kawasaki. El la miró confuso porque al parecer ella tenía intenciones de continuar con el dilema.

 

-Sr. Bennedetty, discúlpeme- él la miró, -creo que hacemos mal al tener entre nosotros a una agente tan inestable como la agente Illianof- comentó con preocupación.

 

-¿Quién le dio autorización para hablar sobre ello?- preguntó el Sr. Bennedetty ante el descaro de la agente Kawasaki al cuestionar a la agencia.

 

-Yo pienso…

 

-Vuelva a su trabajo- le ordenó indiferente. -No tengo tiempo para escuchar sus quejas, su único deber aquí es obedecer y no cuestionar nuestras decisiones- miró a los demás. -Quien tenga una opinión parecida a la de la agente Kawasaki en la cabeza mejor absténgase a expresarla- dijo con autoridad y se retiró.

 

-Y yo le recomiendo, agente Kawasaki, tener cuidado. Su estancia en este lugar se puede ver comprometida si vuelve a referirse a la agente Illianof de ese modo, además en estos momentos la irreverente es usted- le recomendó el agente Labiorestaux de modo pasivo y serio aprovechando que estaba cerca de ella. Luego se dirigió a su área de trabajo y los demas miraron a la agente Kawasaki con sorna.

 

 

El Centro

Oficina de Tezka Kunimitzu

 

Afrontar la situación y conocer las intenciones verdaderas de la Agente Kawasaki, era lo único que le quedaba al agente Kunimitzu. Ocultó sus temores y envió por ella. Cuando ella entró a su oficina metida en un vestido de lo más ajustado y seductor, él empezó a sentir calor y odiarla nuevamente.

 

-¿Me llamó, señor?- preguntó después de haber cerrado la puerta y él asintió.

 

-Tome asiento- le pidió.

 

-Estoy bien así, señor, gracias- le aclaró al colocarse frente al escritorio.

 

-Bien, iré al punto, agente, y sin rodeos ¿Por qué cuando fue trasladada a El Centro pidió trabajar en mi unidad?- preguntó.

 

-¿Quién no desea trabajar bajo el mando de Tezka Kunimitzu?- preguntó.

 

-Responda- le pidió evitando perder la paciencia.

 

-Cuando pedí mi traslado a El Centro lo hice con una segunda intención, conocerlo- respondió. -Porque en Japón, en las agencias internas, usted es el agente perfecto, un héroe y todos lo admiran. Usted es una leyenda y yo deseaba conocer a la leyenda.

 

-¿Qué tiene que ver eso con desear trabajar en el equipo Beta?- preguntó curioso.

 

-Odiaba admirar a alguien que no conocía a profundidad- contestó. -Aunque conocía su fama, su desempeño y buen trabajo, mi interés se convirtió en el deseo de conocer al hombre en sí. Ya conocía la máquina, ahora debía ver su alma- relató.

 

-¿Y la vio?- preguntó con un gestó frió.

 

-Muy a fondo, Tezka.

 

Para él era sumamente delicado que ella estuviera llamándolo por su nombre, porque cuando lo tuteaba se transformaba en la mujer seductora a la que él temía. Sin muchos preámbulos, él aisló la oficina; las ventanas que daban al exterior se oscurecieron impidiendo que los de afuera los vieran conversar.

 

-¿Qué quiere de mí?

 

-Tú tienes esa respuesta- contestó.

 

-Me está sacando de mis casillas, agente Kawasaki- le aclaró al ponerse de pie y abotonarse el sacó. -Si desea llevarme a la cama, le aclaro que no le será posible.

 

-Yo no vine aquí exactamente con ese propósito- se acercó a él y veía como este se tensó. -Si quisiera llevarte a la cama ya lo hubiera hecho, no se necesita mucho esfuerzo porque te parezco atractiva y te atraigo como tú me atraes a mí. Pero mi plan es distinto a eso, cuando te vi la primera vez ocurrió algo que no preví, me enamoré- sonrió algo sorprendida por tal hecho, -es ridículo; pero así fue y quiero demostrarte que puede ocurrir lo mismo contigo. Tú y yo somos iguales- él la miró incrédulo. -Claro que sí, antes de venir aquí era igual a ti y cambié. Pasará lo mismo contigo porque el amor cambia a las personas- puntualizó y se sintió algo extraña al decir eso.

 

-Los agentes no se enamoran- dijo el dicho legal de la agencia y ella sonrió con ironía.

 

-Labiorestaux me amenazó de muerte por un comentario mal intencionado con respecto a Illianof que yo formulé. Si eso no es amor, ¿entonces qué es?- preguntó cuando tocó su pecho. -Se que tienes miedo, es natural, yo también lo sentí; pero igual pasa, ya verás- dejó de tocarlo y tomó los lentes del agente que estaban sobre el escritorio, y se los colocó a su respectivo dueño. -Te ves mejor cuando los llevas puestos- sonrió divertida ante la impactante sorpresa de él.

 

-No tiene idea de lo que está haciendo- le aclaró al tragar en seco.

 

-Estoy de acuerdo- secundó.

 

El agente Kunimitzu tomó asiento nuevamente y la agente Kawasaki se alejó de él. Este quitó la seguridad que había establecido anteriormente en aquella oficina y ella se acercó a la puerta que ya no estaba asegurada.

 

-¿Ya almorzó, señor?- preguntó curiosa.

 

-No- contestó él.

 

-Se me informó que servirán sushi- comentó. -Espero que no desaproveche la oportunidad de probarlo- comentó.

 

-Ya veremos- expresó serio, pero con doble sentido en sus palabras.

 

Aunque ella quería pensar que él le estaba dando visto bueno a lo que ella estaba intentado hacer, era todo lo contrario. Él estaba poco dispuesto a permitir que ella atravesara la barrera que él mismo se había auto impuesto. Aunque ella lo intentara e intentara jamás se lo iba a permitir, aunque lo atrajera enormemente, pero en sus redes no pensó en caer; sin embargo Kaoru Kawasaki nunca se daba por vencida.

 

 

 

El Centro.

Mismo día.

 

Los superiores de dicha organización de vez en cuando acostumbraban almorzar juntos. Acostumbrados a una convivencia muy unida, se caracterizaban por ser bastante sociales entre ellos a pesar de las diferencias de opinión. Sus vidas estaban fuera de El Centro y en ese comedor privado sólo se hablaba de trabajo, aunque estaban más unidos por matrimonio que por compañerismo laboral. Era un típico almuerzo de negocios regido por su mundo de vigilancia.

 

El tema en general era la situación del medio oriente, lo cual era usual. Estados Unidos tenía más de veinte años luchando contra el terrorismo, un terrorismo naciente de una religión poderosa; y la mayoría de las organizaciones de esa parte del mundo y el compromiso básico de El Centro era sofocar esas organizaciones hasta sus cimientos, convertirlas en cenizas, costara lo que costara.

 

Pero luego pasaron a un tema que tenía sumamente preocupado al Sr. Bennedetty y que para él era de suma prioridad encontrar la debida solución y la más rápida posible.

 

-Es importante realizar una investigación exhaustiva referente a este virus- comentó angustiado. -Si las amenazas de Igor Kuz se cumplen, más de medio millón de estadounidenses morirán.

 

-Ni sabemos como ataca este virus. ¿Qué podemos hacer?- preguntó el Sr. Summers.

 

-Ya lo sabemos, se trasmite a través del agua. Cabe la posibilidad que el Dr. Kuz desee contaminar una de nuestras reservas- explicó la Sra. Bennedetty que almorzaban con ellos. -Es un virus de efecto rápido, Némesis, como lo llama el Dr. Kuz, incapacita al paciente eliminando primero sus habilidades motoras, luego las neurológicas, llevándolo a un coma profundo y después a la muerte en menos de dos horas- explicó.

 

-Sin un antídoto, las posibilidades de supervivencia son nulas, ¿cierto?- supuso la Sra. Summers tomando un sorbo de su vaso con jugo.

 

-Así es, necesitamos desarrollar el antídoto, pero antes de hacerlo necesitamos obtener la formula del virus para hacer el antivirus- explicó la Sra. Bennedetty.

 

-Pero Igor Kuz está bien escondido, no se sabe nada de él desde hace meses y a Vigilancia ya se le agotan los recursos. Por ello se ha propuesto fabricar un antivirus a partir de una muestra de Némesis- explicó el Sr. Bennedetty.

 

-¿Tenemos el virus?- preguntó el Sr. Summers.

 

-No, pero existe un laboratorio en Amsterdam que tiene muestras del virus. Si logramos obtenerlas tal vez pudiéramos elaborar el antídoto- dijo el Sr. Bennedetty introduciendo algo de comida en su boca.

 

-Entonces enviemos un equipo- ordenó el Sr. Summers. -El equipo Delta está libre; no le tomará mucho tiempo a la agente Illianof y a su equipo traer la muestra.

 

-Es más complicado que eso, Andrew- intervino su hermana. -Quien debe ir es una persona con claros conocimientos médicos y mucho tacto. Némesis es muy peligroso.

 

-Illianof está loca, pero valora su vida. No mezclará el virus con agua y se lo tomará- cuestionó el Sr. Summers.

 

-No comprendes. Aun no sabemos si puede contaminar solamente a través del agua, si fuera así debería ir cualquiera; pero si no es así, debe ser enviado el indicado- explicó.

 

-Hannah- le llamó el Sr. Summers, para él su opinión era importante en esos casos.

 

-La agente Scully y el equipo Alfa son los indicados para tal misión, si se trata sobre conocimientos médicos, Dana Scully es la indicada- disertó.

 

-No está realizando misiones en solitario- discutió el Sr. Summers. -Acordamos que ella y su equipo no irían solos al campo por un buen rato- agregó.

 

-Si te preocupa su estado emocional, Andrew, debo decirte que hace poco recibí un informe del Dr. Rogers donde indica que ella ha mejorado- aclaró el Sr. Bennedetty.

 

El Sr. Summers no estaba convencido y miró a su esposa para que pudiera darle una razón más clara sobre el por qué de enviar a la agente Scully a Ámsterdam, si se suponía que estaba terminantemente prohibido enviarla a trabajar sola con su equipo.

 

-Su estado emocional es estable y hemos visto los resultados. Le ha ido perfectamente en los demas trabajos. Paris y Londres un ejemplo claro de ello- expuso la Sra. Summers.

 

-Nada de eso es comparable con dejarla manejar a diez personas, sola- discutió.

 

-La necesitamos, Andrew- suplicó la Sra. Bennedetty.

 

El Sr. Summers odiaba la presión que ejercía el tener que tomar una decisión cuando el éxito de una misión dependía de una persona a la cual le tenía poca confianza; pero en vista de que tres son más fuerte que uno y que aquellos tres sobrevaloraban bastante a la agente Scully, al Sr. Summers no le quedó otra que aceptar.

 

-Envía al equipo Alfa a Amsterdam en treinta y dos horas- el Sr. Bennedetty se mostró complacido ante esa decisión, -el Beta a Kenia y al Delta a Colombia.

 

-Está bien- se mostró de acuerdo la Sra. Summers.

 

-Si Scully falla, yo mismo la cancelo- amenazó porque si lo decía lo hacía y no había nadie que se lo impidiera.

 

 

 

Washington

Plaza Federal.

 

En la plaza federal, en un pequeño restaurante cercano al edificio de oficinas del FBI, había sido citada por el Dr. Mulder la agente Scully. A ella le resultó raro que él la hubiera citado en un lugar tan lejano del Instituto como lo era la Plaza Federal y que estaba bastante lejos para ella porque era un trecho largo desde allá hasta El Centro. El Dr. Mulder debió tener sus razones, pensó ella y no rechazó la invitación a comer; además, le favorecía encontrarse con él en un lugar retirado.

 

Cuando llegó al sitio indicado no dudó en entrar, a pesar de que el lugar estaba lleno de personas armadas, militares y agentes del FBI; lo único que podía hacer era guardar prudencia. Divisó al doctor en una de las primeras mesas y cuando él notó su presencia se levantó sonriente a la vez que ella se acercó. Cuando estuvieron cerca se brindaron besos en sus mejillas.

 

-Hola- se saludaron al unísono.

 

-Te ayudo- propuso él al ver que ella se quitó el abrigo y giraba hacía él.

 

-Gracias- exclamó ya con el abrigo fuera y aceptando la invitación a sentarse. -¿Qué hacemos aquí?- preguntó ella siendo curiosa.

 

-Vamos a almorzar- contestó confuso.

 

-¿Por qué aquí?- preguntó para hacerle entender mejor.

 

-Porque quise ahorrarte el viaje hasta el Instituto- contestó. -Además estaba cerca, en el psiquiátrico- le informó.

 

A ella le parecía tierno por parte de él querer ahorrarle un viaje y el tiempo hasta el Instituto, ya que el FBI estaba muy retirado, pero a ella le hubiera parecido más tierno si El Centro se encontrara retirado de tal Institución. Pero ambos detalles no eran del conocimiento del doctor. Una de las meseras del lugar se acercó a la mesa y colocó dos platos en ella bajo la intriga de la agente Scully que recordó que ella no había ordenado nada; el doctor sonrió divertido.

 

-Ordené por los dos antes de que llegaras- comunicó. -Almorcemos antes de que tu móvil o el mío empiecen a sonar- pidió antes de darle el primer mordisco a su hamburguesa.

 

-Eres muy provisorio, Mulder- le halagó mientras miró con desconfianza su plato, -pero si sigo aceptando tus invitaciones a comer me voy a poner como una vaca- se quejó.

 

-Vas a ser una vaca muy bonita- le dijo divertido.

 

A ella no le gustó el comentario y lo que hizo fue patearlo por debajo de la mesa en una de sus rodillas. El Dr. Mulder se quejó y ella se echó a reír.

 

-Eres muy agresiva- expresó tocando el sitio donde le había pegado; ella se limitó a hacerle una mueca de burla y el Dr. Mulder se percató de que eran observados. -¿Qué crees que estén pensando?- preguntó.

 

-¿Quiénes?- preguntó ella.

 

-Ellos, los que están sentados en la barra. A mi parecer te conocen y creo que se preguntan: ¿Con quién está almorzando la agente Scully?

 

Dicha agente no dijo nada, dándole a entender que tal cosa no le preocupaba, pero sí le preocupaba. Ella no debía estar ahí aunque el doctor creyera que sí. Ante los verdaderos agentes federales, ella debía mantener un perfil bajo para no provocar problemas con ellos y mucho menos con El Centro.

 

-No me conocen- ella se dio cuenta que él iba a preguntar el por qué y ella decidió adelantarse con la respuesta. -Porque yo no los conozco a ello, no trabajan en mi unidad- aclaró a la vez que volvía a escudriñar en su hamburguesa. -¡Es vegetariana!

 

-Así es- afirmó.

 

-¿Y me dijiste que me vería linda siendo una vaca?- preguntó fingiendo indignación.

 

-Fue broma- aclaró divertido.

 

-Y por esa broma te pegue- le recordó.

 

-Lo acepto- expresó y luego abrió su portafolio que estaba junto a él sobre la mesa. -Antes de que lo olvide, debo darte algo- del portafolio sacó un sobre pequeño amarillo y se lo entregó.

 

-¿Qué es?- preguntó curiosa.

 

-Ábrelo- le pidió.

 

Ella, poco confiada, tardó unos minutos en abrir el sobre. El doctor insistió y ella lo miró fijo para luego volver a mirar el sobre. Lo abrió y de su interior sacó lo que parecían ser dos boletos de entrada para el teatro.

 

-Boletos para la opera- expresó algo contrariada.

 

-¿Te gusta la opera?- preguntó sonriéndole calidamente.

 

-Sí- contestó.

 

-Entonces me complacerás si vienes conmigo a ver “The Phanton of the Opera”- comentó tomando uno de los boletos. -Esta noche- informó.

 

-¿Esta noche?- preguntó con sorpresa y luego busco la hora de la obra en el boleto. -A las ocho y media- dijo inquieta.

 

-¿No puedes ir?- preguntó.

 

-El inconveniente es que no se si pueda- aclaró. -Debiste decírmelo con anticipación- le regañó.

 

-No es fácil conseguir boletos para esa ópera, sobre todo para el día del estreno. Los conseguí justamente hoy- aclaró. -Si crees no poder ir se los regalaré a Janet- le dijo al poner ambos boletos nuevamente dentro del sobre.

 

-Espera- le dijo y le quitó rápidamente el sobre antes de que él volviera a guardarlos. -No los vas a regalar, iremos; los dos- afirmó. -No se como, pero iremos.

 

-¿Tiene algún plan para librarse del trabajo, agente Scully?- preguntó divertido.

 

Y ella pensó que con un poco de ayuda del agente Webster lo lograría. Dana Scully sacó uno de los boletos del sobre y quedó fascinada con el dibujo de Christine Daaé y el Fantasma abrazados.

 

-¿A que se debe la ocasión?- preguntó.

 

-La celebración de dos meses juntos, aguantándonos mutuamente- contestó.

 

-¡Gran motivo!- alabó ella y se decía internamente que si faltaba al teatro esa noche se iba a auto flagelar.

 

Continuara...

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