chapter = VIII
author = NikkyScully
dedicate = Disclairmer: Se dice que todo lo concerniente a X-Files es de Chris Carter, pero como el no ha sido el creador de los personajes que e incluido en este fic diré que hasta X-Files es mió, porque yo trabajo con el mientras Carter se dedica a hacer demandas lerdas. He dicho.
Clasificación: Lo que ustedes quieran y alternativo.
Dedicatoria: A las bitches sin ninguna duda, las amo chicas.
Agent Macgirl, mi compañera, mi amiga, mi co-escritora en otros proyectos y quien ahora me pego el sindrome de imnsonio. A Rosa, que no se donde anda, a Paulina por igual que anda súper perdida, a mis niñas que las extraño y a quienes me dejaron comentario en las pasadas entregas: Maca, Icezard, Lizzy_x, Katherine_M_S, Sakura Spooky, conocimiento_acumulado, Chilly, wendymsanchez, Mary, scully_gab, leencita, Joly, dana-k, Isa y adeDanK. Gracias a todos
Nota o más bien aviso: Lamento enormemente la tardanza, disculpenme.
Rating = touchstone
Type = Angst
fanfic = En la noche
Departamento de Dana Scully
La normalidad era una palabra poco conocida para la agente Scully; su mundo estaba lleno de todo, menos de normalidad. Por eso, conocer al Dr. Mulder, enamorarse de él y tratar de llevar junto a él una relación más o menos normal, le era bastante extraño. Los almuerzos habituales, los paseos y las noches que pasaban juntos eran cosas a las que ella no estaba acostumbrada.
Y aun así se sentía plena, porque esa pequeña normalidad le parecía idílica. No tener que hablar con él sobre el trabajo y si tener que discutir con él sobre qué mermelada le pondrían a las tostadas le parecía fascinante, aunque ella estuviera siendo falaz y él se dejara engañar por ella.
Aunque le dolieran todas esas mentiras infundadas, lo hacía mas por el bien del doctor que por su bien. No quería causarle problemas ni pesares y, por el momento, mentir era su único recurso para poder ser feliz al lado de él.
Como nadie esperó poder llegar hasta El Teatro de la Opera de Columbia y reunirse con el doctor. Vestida elegantemente de rojo, se cubría con un abrigo negro de piel de pelo corto y en su bolso entró la boleta con la cual se había quedado. Los beneficios de trabajar en el mundo anónimo del gobierno eran enormes y conseguir un vestido elegante de alta costura en menos de seis horas era lo más sencillo del mundo.
Preparada para disfrutar de una noche maravillosa gracias a la maravillosa obra de Andrew Lloyd Webber, se dispuso a salir del departamento; no obstante, se vio atrapada por su teléfono que sonaba; sabiendo que estaba prohibido no contestar, lo tomó con pesar.
-¿Sí?
-Reunión en 15 minutos- le informó el agente Labiorestaux del otro lado de la línea.
-No puedo asistir- dijo con impaciencia, sin importarle que tampoco podía negarse.
-En otras circunstancias me hubiera dado lo mismo y te hubiera dicho: pégate un tiro. Pero en vista de que es una situación primaria para el equipo Alfa, debo repetirte: reunión en quince minutos- y colgó.
-A mala hora- dijo con desaire, porque al escuchar nombrar al equipo Alfa supo que estaba activa nuevamente como líder y eso no era buena noticia.
Colgó el teléfono y miró el reloj. Aun faltaban cuarenta y cinco minutos para el comienzo de la Opera. Salió de su departamento distribuyendo el tiempo en su cabeza mientras bajó y tomó un taxi que la dejó cerca de El Centro. Corrió hacía la entrada mas cercana, entre la iglesia Buen Pastor y un parque de la ciudad, y al llegar a El Centro se percató inmediatamente de que todos las observaban, no era habitual verla vestida de gala y menos para asistir a una reunió de trabajo.
Volvió a mirar su reloj. Aun faltaban treinta minutos para el comienzo de la obra y estuvo al tanto de que no iba a llegar a tiempo. Casi corrió hasta el salón de reuniones y respiró aliviada al ver que sólo faltaba ella para comenzar la reunión. La Sra. Summers, que se encontraba allí, la miró fijo y con curiosidad; ya sospechaba con ligereza que la agente Scully se trama algo entre manos. No tardó en tomar asiento junto al agente Webster quien la miró divertido, e inmediatamente la Sra. Summers comenzó hablar.
-Seré breve porque al parecer hay una persona que tiene un compromiso- no pasó desapercibida la mirada que le lanzó la agente Scully, aunque poco caso le hizo y continuó hablando.
La Sra. Summers hablaba de las nuevas misiones que el grupo debía realizar, pero la agente Scully haciendo creer que la escuchaba no lo hacía; su mente estaba a veinte kilómetros de allí, o sea, en el teatro. Frases entrecortadas como: Alfa, Ámsterdam y Némesis era lo único que su despistado cerebro podía procesar y mas cuando veía que la agente Kawasaki acariciaba la entrepierna del agente Kunimitzu, el cual se hacía el inmutable, pero era obvio que estaba a punto de explotar. El le dislocó uno de sus dedos y ella dejó de hacer lo que estaba haciendo con mucho dolor.
Después la agente Scully, un poco mas al tanto de la situación, pudo ver como el agente Kunimitzu protestaba porque la misión de Ámsterdam se la habían asignado al equipo Alfa y la agente Scully, que recordó que Némesis era un virus, tomó la palabra.
-Lo tuyo son las armas Kunimitzu, no la ciencia- le recordó.
Al escuchar eso, el agente dejó de protestar porque ella tenía razón. Aunque él era muy inteligente, la agente Scully tenía los conocimientos necesarios para trabajar en una misión que ameritaba sus conocimientos.
-Tienes la misión en Kenia- le dijo la Sra. Summers al agente Kunimitzu.
-¿El asunto de la frontera y el contrabando de armas?-preguntó.
-Así es, Kirasch se esta saliendo de control- expuso. -Lo queremos vivo, pero si a tu equipo a ti no le queda de otra, elimínenlo- le aclaró, pero poco le importaba si traían a Kirasch vivo, era fanática de eliminar lo que no podía controlar. -Illianof, Colombia es tu destino.
-¿Qué haré allá?- preguntó.
-Cortar las relaciones con García- contestó.
-¿Lo mato?- preguntó.
-Esta a tu criterio.
-Siempre esta a nuestro criterio- comentó y la Sra. Summers puso los ojos en blanco.
-Webster ira contigo- le informó y miró a su primo. Luego miró a la agente Scully. Scully, el agente Krycek ha pedido su traslado al equipo Omega- le comentó.
-¿Por qué?- preguntó sorprendida.
-No lo se, sólo le pido que arregle el asunto. No tengo tiempo para la queja de cada agente remilgon de este lugar- al decir eso miró al agente Kunimitzu y luego a la agente Illianof, después se retiró.
Con la reunión concluida los que estaban allí fueron a parar a Sistemas, ya que los perfiles de las misiones empezaban a elaborarse allí, luego pasaban a los portátiles de los agentes; para volver a terminar en Sistemas. La agente Scully volvió a mirar su reloj, le quedaban sólo diez minutos. Definitivamente iba a llegar tarde a su encuentro con el Dr. Mulder.
-Labiorestaux, ¿cuando debo salir a Ámsterdam?- preguntó apurada.
-Dentro de veintiséis horas- le informó.
-Bien- se mojó los labios, -envía el perfil a mi panel. Quiero a todo el equipo mañana temprano, a las siete y media, ni un minuto menos- informó. -Me voy.
-¿Qué harás con Krycek?- preguntó.
-Lo resuelvo mañana.
Salió de Sistemas, apenas contestó y no hubo uno solo que no pensara que la agente Scully tenía grandes planes para esa noche.
-Lindo vestido- dijo bajo la Agente Kawasaki que con dolor volvía a colocar su dedo donde correspondía. -El amor duele.
Ya fuera de El Centro y en mitad de un callejón, salió deprisa hacia la calle. La noche estaba fría, pero la suerte le sonreía y pudo tomar un taxi, al conductor le pidió que acelerara; si los detenía la policía por exceso de velocidad, ella podía utilizar su falso poder como agente federal para que los dejaran seguir.
Cuando llegó al teatro y vio que todo en su exterior estaba tranquilo empezó a maldecir a El Centro, al terrorismo biológico y a Igor Kuz, creador de Némesis a la vez que corría hacia la entrada.
Una sala amplia a modo de recibidor, bastante iluminada y con un suelo de cerámica importada desde las calderas de Italia fue lo único que vio al entrar al teatro. Un acomodador le dio las buenas noches, para luego informarle que la entrada no era permitida después de las ocho y media, a lo que ella respondió sólo con sacar su placa falsa. Él sonrió educadamente y le indicó las entradas hasta donde se presentaba "The Phanton of the Opera".
Ella se encaminó a una de las escaleras, no había por qué correr, ya había llegado tarde. Continuó hasta el tercer piso por donde se llegaba a los palcos; por un pasillo alfombrado de rojo y tapizado de crema buscaba la entrada al palco 3D, cuando giró por la izquierda sus ojos azules se encontraron con los ojos verdes del Dr. Mulder.
No dijeron nada. Ella cortó distancia y se acercó a él. Verlo vestido de esmoquin provocó en ella una sensación de puro deseo. El era sumamente atractivo y aunque lo que le atrajo de él fue su forma de ser y actuar, tenía como punto a su favor su físico. El gusto de Dana Scully referente a los hombres era bastante exclusivo.
El tampoco podía omitir que Dana Scully era una mujer muy hermosa, capaz de parar el tráfico si sólo llevaba uno de sus atractivos trajes de falda y chaqueta que lo volvían loco; y que también sabía usar muy bien su busto. Cuando él miro hacía el escote, comenzó a faltarle el aire.
-Llegas tarde- le dijo él fingiendo enfado.
-Pero llegué- fue su excusa.
-Eso me alegra- le dijo él sonriente.
Ella le devolvió la sonrisa y él le dio un ligero beso en los labios cuando la tomó de la mano. Luego ambos se dirigieron al palco y cuando entraron ella quedo inmediatamente atrapada por la majestuosidad de la afamada creación de Webber. El Dr. Mulder la ayudo a quitarse el abrigo y quedó fascinado con el escote de la espalda que ocultaba ligeramente un tatuaje que él conocía perfectamente. Le entregó el abrigo a uno de los acomodadores y tomó asiento junto a la Agente Scully.
-Llegué tarde- se quejó ella esta vez mirando hacia la tarima, -quería ver cuando descubren a Christine- comentó.
-Yo tampoco vi esa parte- relató. -Te pareces a Julia Robert en Pretty Woman con ese vestido, pero sin duda alguna tú eres mucho más bonita- ella sonrió.
-Nunca he visto Pretty Woman, pero se que eres mucho mas atractivo que Richard Gere- le dijo mirando hacia la tarima y tocando la mejilla del Dr. Mulder cuando este posó su cabeza en el hombro de ella.
-Eso lo sé- bromeó.
Ella rió y luego se escuchó que los mandaban a callar y ambos volvieron a reír entre dientes hasta que se dispusieron a prestarle mas atención a la obra que a los halagos y bromas que se hacían mutuamente.
La fascinación, el deseo y la impotencia del Fantasma, el amor y protección de Raoul, la envidia de Carlotta; todo ello sobre Christine, eran los puntos clave del argumento de tan aclamada historia, hecha musical. Pudieron disfrutar de todo ello hasta el primer encuentro de Christine y el Fantasma cantando "The Phanton of the Opera".
Como el primer tiempo había concluido, el público pasó al área de descanso, donde podían estirar las piernas, tomar algo o ir al baño; aunque generalmente esto se hacía para que las personas pudieran conocer o sociabilizar con otras personas.
El Dr. Mulder y la agente Scully aprovecharon el momento para tomar un poco de vino, licor clave en su relación porque era como ellos, refinado y enigmático. La agente Scully acudió al tocador de damas para hacer una que otra llamada y retocarse el maquillaje. Cuando regresó vio al Dr. Mulder "sociabilizar" de lo mas contento con una mujer que a la agente Scully le dio mala espina, sobre todo porque aquella mujer no tenía escrúpulos para tocar al doctor todo el tiempo en el pecho y estar pegado a él como la goma de mascar.
Caminó hacia ellos con su mejor posee y orgullo, con intenciones de marcar territorio y lo logró cuando tomó por el brazo al Dr. Mulder y esté la miró muy sonriente, pero la mujer que hablaba con él no se vio a gusto cuando miró a la agente Scully.
-Mulder- le llamó y miró a la mujer. -Buenas noches.
-Buenas noches- saludó aquella mujer que miró con curiosidad a la agente Scully. -¿Me vas a presentar a tu amiguita, Mulder?
-Por supuesto...- respondió él antes de ser interrumpido por la agente Scully.
-Dana Scully- se presentó ella misma, guardó la compostura con gran educación, estaba entrenada para guardar apariencias pero también estaba entrenada para sacarle los ojos a esa mujer cuando quisiera. -Es un placer, Sra...- exclamó y le pareció divertido cuando esa mujer mostró desagrado al escuchar que ella le llamó señora.
-Srta. Leila Crowdler, el placer es mío, Sra. Scully.
-Señorita- corrigió.
-Dana- habló el doctor al ver que las dos damas estaban discutiendo sólo con las miradas. -Leila es la directora del psiquiátrico de Coutts- relató. -Ella es una de las especialistas de la Srta. Wilde.
-La paciente de doble personalidad- recordó ella, -me dijiste que esta chica sufre de esta condición poco común.
-Así es- afirmó él.
-Un caso entre un millón de personas- agregó la Dra. Crowdler.- La Srta. Wilde tiene otra personalidad que se hace llamar Jannette, muy fuerte, de temperamento volátil, autoritaria, bastante sexual; la miras y creer ver a una mujer muy poderosa. Pero en realidad Jannette no es como la Srta. Wilde- relató la Dra. Crowdler.
-Si la Srta. Wilde no es como usted dice, entonces desarrolló su segunda personalidad porque odia lo que es. La mayoría de los pacientes con doble personalidad lo hacen por ese motivo- explicó la agente Scully. -Ellos hacen lo que otros no hacen, ellos le dan vida a ese ser que desean ser y no son.
-Así es Srta. Scully- exclamó con sorpresa la Dra. Crowdler.-¿Es usted psicóloga?
-No- rió divertida, -soy médico y agente federal- contestó.
-¿Quién lo hubiera pensando? Cuando la vi creí que era modelo- comentó.
-Imposible, tengo mas cerebro que usted- señaló molesta.
El Dr. Mulder la miró estupefacto ante lo dicho por la agente y esta ni siquiera se inmutó por ello. La Dra. Crowdler pudo percibir que la agente Scully no estaba nada contenta con su presencia allí. Se lo estaba diciendo con la mirada y ella entendió las señales perfectamente, pero tampoco perdió el tiempo para poder incomodarla más.
-Ya empezara el segundo acto, fue un placer verte de nuevo, Mulder- se despidió.
-Lo mismo digo, Leila.
Ella lo abrazó y la agente Scully pudo notar que lo besó muy cerca de los labios, le dio un adiós frío a la agente y se retiró. El Dr. Mulder no notó los celos en la agente Scully, prosiguió en terminar su última copa de vino. La agente Scully se acercó a la barra y llamó al camarero.
-¿Vamos?- preguntó él.
-Ve tú, voy en unos minutos.
-De acuerdo- dijo tranquilo y se fue al palco.
-¿Sí, señorita?- preguntó el camarero.
-Un vaso de whisky, sin hielo- ordenó y el camarero se mostró un poco sorprendido por el pedido tan puro que ella realizó.-¿Qué espera?
El camarero se retiró para preparar el whisky dejando pensativa a la agente Scully. Ella era inteligente, de buen corazón, pero odiaba que estuvieran rondando lo que ella quería. Aunque Leila Crowdler no era una amenaza para ella, le provocó celos y ella aborrecía tener celos y se iba a desquitar con la misma doctora. El camarero le dio un vaso con su licor y ella hizo una llamada con su móvil.
-Hola Marcus- saludó, -tengo una curiosidad- expresó. -¿Podemos aún hacer creer que una persona ha muerto por unos cuantos días?- y ella hizo una mueca al darse cuenta que el agente Webster no la entendía.
-¿Podemos matar sin matar?- sonrió ante la respuesta positiva que le dieron.
-Bien, ¿me puedes hacer un favor?- le prestó mas atención a su vaso que a la queja de su compañero que al final de cuentas pregunto que era lo que ella deseaba. -Declara muerta a la Dra. Leila Crowdler, directora del psiquiátrico Coutts- le informó a modo de petición, -y asegúrate de que no sólo salga su obituario en los periódicos, congela sus cuentas bancarias si es que las tienes, que desaparezca de la faz de tierra, que todos la crean muerta- se tomó todo el whisky de su vaso y su compañero le hizo una pregunta. -Una semana será suficiente- y sin más colgó. -No puedo creer lo arpía que soy- se dijo así misma sonriendo por su travesura.
Pagó el trago y volvió al palco junto al Dr. Mulder. El segundo acto dio inicio, el dúo entre Christine y Raoul emocionó de sobremanera a la agente Scully, sin lugar a dudas la canción “Say you love me” decía muchas cosas para ella. Los enfrentamientos de Raoul y El Fantasma colocaron la acción en la trama y Christine y su “angel of music” fue verdaderamente majestuoso y encantador. Para culminar después con “The point of no return”.
La obra finalizó y el público, emocionado aplaudió de pie. La gran actuación de la actriz que hizo el papel de Christine obtuvo grandes “bravos” del público, al igual que sus compañeros y después todos empezaron a salir del teatro.
Cuando el Dr. Mulder y la agente Scully salieron a la calle comenzaron a caminar en silencio. El la abrazaba por los hombros y ella a él por la espalda, resguardándose así del frío. El otoño finalizaba y en el ambiente se percibía.
-¿Qué te pareció Leila?- preguntó curioso.
-Una mujer con ganas de llevarte a su cama- dijo secamente.
-No puedo creerlo- expresó con sorpresa cuando acomodaba su bufanda blanca dentro de su abrigo.
Ambos se detuvieron y el Dr. Mulder se dispuso a detener uno de los taxis que transitaban por allí a la vez que la agente Scully lo miraba con incomodidad.
-¿Qué no puedes creer?- preguntó.
-Que estés celosa- contestó.
-No estoy celosa, estoy molesta porque esa mujer coqueteó contigo y tú no hiciste nada para detenerla- aclaró.
-Eso es celos- argumento- y ella no estaba coqueteando conmigo, solo hablamos.
-Y lo niegas- discutió.
-Porque no hubo tal coqueteo- abrió la puerta trasera del taxi que se había detenido junto a ellos. -Solo son cosas tuyas.
El intentó ayudarla a subir al taxi, pero ella no se dejó y subió sola, él se mostró incómodo ante la actitud de la agente, pero subió al auto antes de estallar de la forma en la cual ella lo había hecho.
-Alexandria- le informó la agente Scully al taxista.
-No, a Georgestown- corrigió y miró a la agente Scully. -Te acompaño a tu casa.
Ella no objetó pero tampoco se mostró contenta. Seguía callada, ella tenía razón, Leila Crowdler estaba coqueteando con él y por eso tenía motivos para estar molesta, pero no celosa como decía él que ella estaba. El le tomó de la mano, ella no rechazó el gesto pero lo miró de forma fría.
-No tienes que sentir celosa, cuando me fijé en ti, todas las mujeres dejaron de existir para mí. Eres la única en seis billones para mí y siempre será así.
Ante la aclaración por parte del Dr. Mulder la expresión fría de la agente Scully cambió completamente por una mas calida. Eso le hizo entender que ella estaba menos molesta.
-Sabes como desalmarme, Mulder- comentó. -Pero no creas que dejaré pasar por alto todo lo ocurrido- él suspiró derrotado. -Esa mujer no me gustó.
-Eres terca, Dana- expresó él.
-Sólo con lo que quiero- aclaró.
-Me tienes- comunicó con seriedad antes de darle un ligero beso en los labios. -Completamente.
Las cosas se aclararon y el taxi los llevó a Georgestown donde se encontraba la torre Asgard. Cuando llegaron, el Dr. Mulder pagó y bajaron del auto. Al entrar al edificio la agente Scully se aseguró de que no fueran vistos subiendo al piso catorce por el ascensor de servicio, estaba al tanto de que era poco usado y era bastante seguro para ella y para él.
Cuando entraron al departamento 14B y su dueña cerró la puerta, su mundo volvió a surgir como un río de afecto pasional. La agente Scully a la vez que dejaba su largo abrigo en el suelo para que fungiera como alfombra, se acercó al Dr. Mulder y éste la estrechó en sus brazos. Bailaban una música inexistente, sólo movían sus cuerpos entre una melodía fantasmal pero lujuriosa.
El Dr. Mulder besó el cuello de la dama de rojo y ella se sentía en la gloría. Un beso suave y se miraron a la cara, él veía en los ojos de ella lo que no escucharía salir de sus labios cereza. Ella lo tomó de la mano y entre la oscuridad caminaron a tientas hasta la habitación. Encendió la lámpara de la mesa de noche y giró a mirar al hombre que había sabido calar en lo mas profundo de su ser y quedarse allí. Ella, sin que él se lo pidiese, comenzó a desvestirse y él empezó a maravillarse ante lo que sus ojos veían y ya conocía. Al quedar completamente desnuda su hombre prohibido sólo pudo reaccionar de la mejor manera posible. Un beso avasallador que hizo temblar la habitación de tal forma que cayeron sobre la cama.
Dana Scully, entre besos, desesperada, le quitaba la ropa que le impedía estar mas cerca de él y rodó sobre él porque, como a nadie, le gustaba tener el control de la situación. Despacio quitó cada botón de la camisa del doctor.
Al quitar el último botón y descubrir su pecho, ella se humedeció los labios excitada. Ella llevó sus labios hasta el centro de aquel lugar sagrado y con su lengua hacía círculos alrededor de las aureolas; pero ella era demasiado traviesa y mordió ligeramente la aureola izquierda y él se quejó por un dolor que le parecía gratificante.
Con sus labios cereza fuego activó cada una de las terminaciones nerviosas del doctor, llegó hasta el ombligo, lo acarició con las manos y fue directo a la hebilla del cinturón. El la miró curioso y ella de forma pícara.
Como cual experta abrió el cinturón despacio y lo sacó de un golpe, luego continuó con seguridad con el botón y el cierre. Se alejó poniéndose de pie frente a él y éste se incorporó, pero sentado se sacó los pantalones junto con los boxers, quedando así completamente desnudo ante ella. La agente Scully se agachó frente a él y colocó su mano izquierda en la rodilla del Dr. Mulder y con la otra tomó el pene de esté. La sensación era calida y él cerró los ojos, ella también los cerró cuando con su lengua tocó la punta del pene del doctor.
Con la lengua hacía círculos alrededor de la punta y más tarde continuó con toda la boca. Lenta pero segura lo estaba llevando a las mismas fronteras del infierno pasional. No podía continuar, el placer que ella le estaba proporcionando era demasiado para él, iba a llegar y no podía permitirlo por el hecho de que las cosas iban a estar desniveladas, y a él no le gustaban esas cosas. Se volvió a incorporar y la visión de verla satisfacerse a sí misma sólo con darle placer a él lo hizo estremecer. Pero era egoísta de su parte si la dejaba disfrutar con esa pequeña parte que él le estaba dando, cuando podía darle algo mejor.
La obligó a detenerse y ella lo miró confusa. La tomó de las manos y la invitó a ponerse de pie. En silencio le sacó las bragas, tocó sus senos con suavidad y besó su calido
vientre. Ella se dejaba hacer gustosa a la vez que se quemaba por el deseo.
Volvieron a mirarse y se besaron con frenesí y sin detenerse ella ya estaba sobre la cama y él tomó el lugar que le había sido reservado, sobre ella. Lo esperó con deseo y lo besaba frenética, la invasión no llegaba y se estaba impacientando. El trama una mirada ida y ella se mostró contrariada.
-¿Qué pasa?
-Estoy tratando de recordar donde esta…
-Olvídalo- le pidió, estaba tan excitada que sentía que iba a estallar. -Si no continuas voy a morir.
-¿Muerte pre-orgásmica?- preguntó con ligero tono de diversión.
-No trates de hacer un chiste- enredó sus piernas alrededor de su cintura. -Te mueres al igual que yo- le dijo mostrando un rostro de súplica.
-Se esta tornado divertido-reveló y la besó para luego acercar sus labios al oído de la excitada agente que se encontraba debajo de él. -Me gustaría escucharte decirlo.
-¿Decir que?- preguntó inquieta ante el juego.
-Ya sabes- le dijo pícaro cuando empezó a jugar con el lóbulo de su oreja.
-Eso es muy cliché- dijo alterada.
-Soy un sujeto muy tradicional- aseguró.
-Mentiroso- pero en la mirada del doctor pudo ver que él no iba a ceder si ella no decía lo que él quería escuchar. Se humedeció los labios y él se excitó más al ver esa lengua recorrer esos labios. -Tómame.
Esa palabra era ley y, aunque estaba preocupado, obedeció y entró en ella en una embestida larga, hundiéndose en su ser y calor. Ella arqueó la espalda ante la penetración que tanto esperó. El se rió ante los suspiros de ella porque al igual que él, ella era débil ante el sexo y se dejaba llevar fácilmente.
-Tu cara es de no creer- volvió a entrar en ella con fuerza y la tomó por las muñecas.
-Eres un estupido pornógrafo- dijo bailando entre las nubes ante la sensación de placer.
-Te gusto así- expresó.
-No sabes cuanto- él libero sus muñecas y ella lo abrazó por el cuello. -No quiero que se acabe- se dijo así misma y él la besó, profundizando las embestidas.
Continuaron así por un rato, disfrutándose, acariciándose y amándose mutuamente. Cuando él salma de su interior, volvía seguro y firme, caliente y preciso, encontrando su punto más sensible nuevamente. Se agarró con fuerza a él y su corazón se abría otra vez y los sentimientos hacia él volvían a aflorar; lo que se negó a decir estaba siendo preparado para ser dicho. Lo prohibido e impensable estaba a punto de salir de sus labios, acompañado con todo el placer que esta sintiendo.
-Te amo- habló con voz débil, pero segura y en sus ojos se veía que estaba siendo sincera, aunque lo estuviera condenando con lo dicho.
El sonrió con sorpresa, su embestida se volvió lenta ante lo que había escuchado. Ella volvió a besarlo y él continuó con su ritmo ya mas acelerado, ella le siguió al compás.
-Te amo- repitió, condenándolo por segunda vez y se condenaba ella.
La emoción generada por haberlo escuchado una segunda vez lo obligó a acelerar. Ella gritó ante el desenfrenó y nuevamente la pasión se unía al amor; él le susurró lo mismo que ella le había dicho y se abrazó mas a él. Más unidos y con lujuria, el clímax deseado y esperado llegó.
Luego todo fue calma, sus agitadas respiraciones era lo único que se podía escuchar en la habitación. Lo que prosiguió fue una serie de caricias y besos que los envolvió en el manto del sueño.
Residencia de Monica Reyes
Era muy entrada la noche y la casa victoriana de pintura blanca y tejas grises estaba sumida en una calma que era custodiada por ocho guardaespaldas que aseguraban o intentaban asegurar el buen descanso de la superior del Complejo II. Aún así el manto enemigo llegaba donde sea y nadie se percató que un sujeto con malas intenciones pudo atravesar la cerca eléctrica y llegar hasta los exteriores de la casa.
Con la ayuda de un tubo de desagüe, logró llegar hasta la planta alta de la casa y caminar sobre las tejas hasta una ventana abierta y desprotegida. Lo que éste no sabía era que, aunque desactivó antes de entrar la alarma sonora, existían sensores que activaron la alarma silenciosa. El guardia que vigilaba las cámaras ya lo tenía en la mira.
Pensando que no iba a ser descubierto, caminaba por el lado norte de la casa en busca de la habitación de la Sra. Reyes. Dos guardias cercanos a esa ala fueron avisados y acudieron de prisa, pero el intruso supo como esquivarlos y matarlos en el acto. Monica Reyes despertó al escuchar los disparos y tomó el teléfono.
-¿Qué demonios pasa?- preguntó alarmada.
-La seguridad ha sido violada, señora- informó su asistente del otro lado de la línea.
Se volvieron a escuchar disparos y ella colgó el teléfono. Del cajón de su mesa de noche sacó un arma de nueve milímetros y se paró de la cama. Era algo que no debía hacer, como jefa de una organización central de la CIA y con tantos conocimientos sobre la misma debía proteger su persona. Pero para ella era mas importante ver que era lo estaba ocurriendo y no su seguridad.
Con el arma en la mano se acercó a la puerta, tomó el picaporte y la abrió espacio. Salió de la habitación directo al corredor, no se escuchaban más disparos y ella caminaba a tientas por el pasillo en semi penumbras.
De las sombras salió el intruso que la tomó por detrás con un hilo de nylon alrededor de su cuello. Esto hizo que la Sra. Reyes tirara el arma para poder librarse del sujeto que pretendía ahorcarla.
La Sra. Reyes intentaba deshacerse de su agresor, lo llevó contra una pared para que se golpeara contra ella, el esfuerzo fue en vano, el hilo no cedía y el intruso seguía presionando su cuello con este. El aire ya no estaba llegando a sus pulmones y se estaba sintiendo mareada y sin fuerzas. En un último esfuerzo, que casi la llevó al desmayo, logró tomarlo por el brazo con el que hacía menos presión y realizar una maniobra que lo envió al suelo estrepitosamente.
Ella calló sin fuerzas, tosiendo y buscando aire, pero el intruso volvió al ataque, estaba intentando ahorcarla esa vez con las manos. En eso llegó un guardia por el pasillo, éste
comenzó a disparar y el agresor emprendió la huída por el corredor continuo. Monica Reyes quedó tendida sin vida en el suelo y el guardia se agachó ante ella para comprobar lo probable.
El agresor corría por los pasillos del gran caserón buscando por donde escapar, otro guardia lo seguía, pero no le disparaba; atraparlo con vida en esos momentos era la prioridad. Pero el sujeto al no encontrar por donde huir, optó por lanzarse por un ventana directo a una muerte segura.
Dos guardias del jardín se acercaron al sujeto pensando que estaba vivo. Al este no reaccionar le quitaron la capucha que llevaba y en su rostro vieron la misma muerte.
Mañana siguiente
Departamento de Dana Scully
La semana de trabajo aún no había concluido para el Dr. Mulder y mucho menos para la agente Scully. Ella tenia una junta en las primeras horas de la mañana y él, por su parte, debía ir al Instituto muy temprano. Por ello, los mimos y caricias de la mañana fueron pospuestos para otra ocasión.
Él, sentado en la cama aún sin hacer y que se quedaría así, se arreglaba los puños de la camisa que había usado la noche anterior. Estaba pensativo, algo le preocupaba y en mal momento; porque se decía a sí mismo que debió preocuparle antes. Se paró de la cama con intenciones de hablar con la agente Scully sobre lo que le molestaba.
Entró al baño, donde la agente Scully se arreglaba una falda negra de seda que hacía conjunto con una blusa de igual color y que marcaba todas sus curvas. El Dr. Mulder apoyado en el marco de la puerta la observó con mucha atención. Ella notó lo que él hacía y le miró.
-¿Qué?- preguntó ella.
-Nada- contestó.
Ella continuó en lo suyo, se centro en colocarse algo de base en el rostro. Ella se veía hermosa maquillada, pero a él le gustaba mas al natural.
-¿Qué te pasa, Mulder?- preguntó ella intuyendo su preocupación.
-Tengo una inquietud- contestó algo contrariado.
-Es obvio- dijo ella medio en broma al cerrar el frasco de la base.
-¿En los casi dos meses juntos, cuantas veces nos hemos protegido?
La pregunta la tomó desprevenida y lo miró con confusión, él tenía una mirada de insistencia hacia lo que quería saber. Ella respiró profundo e intentó hacer memoria de cuantas veces habían hecho el amor en casi dos meses, que por cierto, no habían sido pocas.
-No lo se- contestó derrotada - ¿Seis o siete veces?- intentó adivinar.
-No- negó él.- Tres veces,- aclaró- y bajo mi insistencia.
-Eso es mentira- dijo sorprendida cuando intentó oscurecer sus pestañas pelirrojas con rimel negro.
-Tengo memoria fotográfica, Dana. Siempre te niegas a usar condón y no se por qué. Se que no estamos usando otro método a parte del condón- expresó incomodo por el asunto.
-¿Por qué cuando dices “condón” lo remarcas?- preguntó curiosa y divertida.
-Dana, esto es en serio- recalcó.
-¿Cómo quieres que recuerde lo que hago o dejo de hacer en la cama? ¿Cómo lo recuerdas tú?- preguntó alarmada y casi se lastima un ojo con el rimel.
-Usualmente tú recuerdas lo que yo hago, por consiguiente tengo que recordar lo que tú haces debido a tu amnesia post-coito- explicó. -Y claramente recuerdo que te niegas a usarlo. Es como si le tuvieras fobia.
-Esto es ridículo- se sentía ofendida, lanzó el rimel en su bolsa de maquillaje y lo miró indignada cuando tomo el lápiz labial. -No tienes porque preocuparte, estoy sana- aclaró, a la vez que no entendía a que se debía el tema. -Es más, quien debería estar preocupado aquí, soy yo- expresó.
El Dr. Mulder se mostró mucho mas confundido ante el comentario de la agente Scully. Se acercó a ella para intentar aclarar las cosas. Para él, el asunto era bastante serio y le incomodó que ella se mostrara tan poco interesada y sobre todo porque lo acusó a él de irresponsable.
-Las enfermedades venéreas es lo menos importante aquí. Se que estas sana, yo lo estoy- recalcó. -Es otra cuestión… es…. Ya sabes que es- dijo con cansancio.
Ella le miró fijo. Entendió lo que le estaba preocupando, gran detalle que ella había olvidado y lo cual la obligaba a aclararle algunos puntos sobre dicha cuestión al doctor. Se miró al espejo y abrió el lápiz labial, mientras se pintaba los labios buscaba en su mente algo para decirle al Dr. Mulder, obviamente esa vez, no podía mentir, no mucho. Él al verla tan callada retomó la palabra.
-No es que no quiera tener hijos- le explicó, -pero con mi carrera es algo imposible. No tengo tiempo ni para mí mismo y lo sabes; si intentas tener…- ella le detuvo.
-Aunque quisiera, no puedo- le dijo con cierta vergüenza al hablar. -Debo darme cuenta que el hecho de que no aceptara usar protección durante nuestros encuentros a ti te ponía nervioso. Hay algo que olvidé contarte, porque en vista de que es algo que no afecta, decidí saltarme ese punto- con la vista gacha, se apresuró a cerrar el lápiz y devolverlo a su bolsa de maquillaje.
-¿De qué estas hablando?- preguntó confuso.
-Soy estéril- confesó con seriedad al mirarlo. -No puedo tener hijos, por eso no le doy importancia al uso del condón, o al uso de otro método. Son cosas que no cumplen ninguna función porque no las necesito, ni tú tampoco- salió del baño en dirección a la recamara y el Dr. Mulder se quedó confuso, volvía a estarlo mucho mas en ese momento.
-Podrías explicarte- le pidió cuando la siguió.
-Te lo dije- abrió su guardarropa.
-Estéril- dijo preocupado.-¿Cómo es posible eso?
-Mis óvulos no son viables- contestó. -Es imposible que salga embarazada.
-¿Cómo sabes eso?- preguntó curioso.
-Me hice una prueba de fertilidad cuando entré al FBI- contestó, -lo cual arrojo lo que estoy diciendo, soy estéril- repitió al tomar una caja de zapatos. Le daba la espalda al Dr. Mulder para evitar ver su expresión de suma contrariedad.
-Pero hay métodos que…
-Al ser mis óvulos no viables- le interrumpió, -una fecundación in Vitro es poco probable que funcione.
-¡Dios!- exclamó con sorpresa al sentarse de golpe en la cama. -Lo siento
Dana, soy un completo estupido- se cubrió la cara con las dos manos ante la vergüenza.
La agente Scully se colocó los zapatos y se sentó junto al Dr. Mulder. A ella le sorprendía que a él le hubiera afectado y chocado lo que ella le había revelado, pero no demostró su sorpresa. Ella era estéril, pero no era estéril por las razones que él creía. No era cuestión de una mal formación cuando Dana Scully era un feto en el vientre materno, algo genético y mucho menos algo ambiental. Era mucho más que eso.
-No es tu culpa, Mulder, sólo son cosas del destino- justificó. -Sólo pasó, me fue fácil superarlo- explicó.
-Te estaba reprochando el hecho de que no estábamos cuidándonos, cuando yo ignoraba eso- discutió.
-Fue culpa mía por no hablarte de ello. Soy yo quien debe pedir disculpas- expresó y le tomó de la mano. -De todos modos es algo que no importa.
-¿Cómo que no importa? No podrás ser madre- exclamó. -Es algo serio.
-Vamos Mulder, mi carrera ya me impedía serlo. Madre y agente federal es algo inconcebible, no puedes someter a un niño a la angustia diaria de tal vez no poder volver a ver a su madre. Es algo cruel, ya lo he visto y prefiero saber que un hijo mío no tendrá esa angustia porque no nacerá- explicó.
-Aprovechas el ser estéril para negarte a ser madre- dijo con confusión. -Es la primera vez que oigo eso de una mujer.
-No me estoy negando, pero no concibo que un niño sufra- explicó, -y mas por mi causa, no me lo perdonaría.
Ella más lo decía por el hecho de ser agente secreto. Los niños y el espionaje era dos cosas que no iban de la mano, pocos agentes habían podido lograr balancear ambos mundos y poder hablar de ello con alegría y júbilo al final. Dana Scully no entraba en ese paquete, su trabajo era demasiado complicado y tedioso, tenía razón al no querer someter a un niño ante esa tortura.
El Dr. Mulder por su parte, el deseo o el hecho de tener un hijo era algo serio. Quería ser padre, pero también su trabajo era sumamente absorbente y lo de tener niños era algo que trataba de retrasar, sobre todo por el hecho de aún no haber encontrado la mujer adecuada para tal empresa, hasta que encontró a la agente Scully; pero con ella tal empresa era imposible de realizar.
Residencia de Monica Reyes
Tranquilidad después de la tormenta. La Sra. Reyes veía a través del ventanal de su oficina un auto Lincoln estacionarse frente a su casa. Cerró los ojos y respiró profundo, quien llegaba para visitarla debía ser calmado por ella misma y tenía pocas fuerzas para ello. Lo que quería era descansar y olvidarse un poco del mundo donde vivía, lo cual era prácticamente imposible. A pesar de ello, ensayó su mejor sonrisa para recibir a quien entró a la oficina.
-Hola John- le saludó ella.
Él no podía sonreír y no la saludó, en su mirada estaba la angustia y el temor. Se acercó despacio a ella y no pasaron desapercibidas las marcas en el cuello de la Sra. Reyes. Con sus manos las tocó con delicadeza, inspeccionando la gravedad de las marcas. Ella hizo de cuenta que le hacía cosquillas, pero en realidad era que le incomodaba que la tocara, aún le dolía y recordaba como el intruso intentó matarla.
-¿Quién hizo esto?- preguntó molestó.
-Sabes quien- contestó.
-Se quien dio la orden pero no se quien vino y te hizo eso- le aclaró señalando las marcas. -¿Atraparon al responsable? ¿Dónde esta?- preguntó.
-Está muerto- respondió.
-No me digas que tus estupidos guardaespaldas lo mataron antes de ser interrogado- especuló con los brazos cruzados e incómodo con el asunto.
-No- negó, -se lanzó por una ventana- aclaró.
-A lo sumo debe estar con una pierna rota- explicó. -No muerto.
-Tenía una capsula de cianuro en la boca- relató. -Murió antes de llegar al suelo.
-¡Demonios!
La rabia del Sr. Doggett era tal que la centró en enviar todo lo que estaba en el escritorio de la Sra. Reyes al suelo y romperlo. Luego tomó el escritorio por un costado e intentó sacudirlo un par de veces para golpearlo una y otra vez contra el suelo, pero fue en vano, el escritorio estaba clavado al piso de madera y sólo pudo hacer ruidos sordos con él. La Sra. Reyes se acercó a él y lo detuvo tomándolo por los hombros, él se veía frustrado.
-¡John!- llamó su atención y él la miró. -No lo permitas, no les des lo que ellos quieren. Ve esto como algo para fortalecernos. Dime que no cerraras el proyecto- le pidió.
-¡Estuviste a punto de morir y lo que te importa es el maldito proyecto!- exclamó furioso.
-¡Dímelo!- le gritó.
-Si es lo que quieres, de acuerdo- expresó mas calmado después de que ella le gritó, pero estaba poco convencido.
-No es por lo que quiero, es por lo que debe continuar siendo- aclaró.
-Nos han declarado la guerra- comentó, -pero nosotros la vamos a ganar sin tener que utilizar trucos tan infames como los que ellos usan. ¿Cierto?- ella se abrazo a él. Golpes sin puños- agregó.
-Me gusta como piensas- exclamó ella sintiéndose mas segura en sus brazos.
El Centro
Sala de Juntas.
El equipo Alfa volvía a reunirse de nuevo después de varios meses inactivo. El agente Webster, la agente Hannigan y los demas miembros esperaban impacientes la llegada de la líder que jamás se daba el lujo de llegar tarde; pero esa vez las circunstancias eran distintas.
La agente Hannigan pensaba en la junta de la noche anterior, en la cual no estuvo presente, pero se le había comentado sobre la forma en la cual se había presentado vestida la agente Scully, por ello la curiosidad la estaba carcomiendo por dentro. El agente Webster sabía que aquella vestimenta era una de las razones ligadas al retraso de su compañera.
Finalmente, treinta minutos después, llegaba a El Centro con su mejor cara y con bastante ánimo para empezar a trabajar la agente Scully. Todos la miraron con curiosidad, pero ella estaba centrada en planear la nueva misión. Inmediatamente ante ellos aparecieron de modo holográfico, los planos del laboratorio en Ámsterdam al cual debían acceder para robar la muestra del virus Némesis.
-Es sencillo- dijo uno de los agentes.
-¿Usted cree? Dos entradas, sensores de sonido y movimiento y veinte guardias divididos en dos turnos. Un laberinto engañoso, construido sólo con metal blindado. Lo que ven, señores, solo es el holograma de su exterior.
-¿Entonces como vamos a entrar y buscar el virus si no sabemos con que nos vamos a encontrar?- preguntó confusa la agente Hannigan.
-Hay un modo- dijo otro de los agentes, -para entrar se necesita una llave codificada que siempre es llevada por Richard Queen, jefe de seguridad del edificio. Si obtenemos esa llave, uno de nosotros podría hacerse pasar por Queen, acceder, eliminar la seguridad y permitir nuestra entrada- propuso.
-Eso es más complicado de lo que usted cree, agente- señaló la agente Scully, así desechando la idea. -Un riesgo de detección al entrar al plantel es lo debemos evitar.
Todos respiraron con consternación. La agente Scully caminó hacía un extremo de la mesa mirando con curiosidad el holograma.
-¿Qué es eso?- pregunto la agente Scully. -¿Qué son esas columnas debajo del edificio?- señaló al preguntar.
-Pilares de contención- respondió el agente Rivera que se encontraba entre ellos.
-¿Por qué hay pilares de contención debajo de la estructura?- preguntó curiosa la agente Scully. No notó que uno de los agentes hacía una mueca y otro sonreía, la pregunta parecía estúpida para ellos.
-Existen cañerías debajo de la ciudad, el edificio esta sobre un embalse y para evitar que la estructura tocara el agua primero se construyeron los pilares y después el edificio- contestó el agente Rivera.
-Eso no estaba en el informe- comentó confundido el agente Webster que tecleaba en su panel buscando la información que acababa de recibir.
-No le vi importancia, por eso no lo incluí- aclaró el agente Rivera.
La agente Scully hizo que el holograma se hiciera un poco más grande para poder observar con mayor claridad los pilares de contención. Algo estaba pasando por alto y se estaba impacientando, no podía encontrar la manera de entrar al edificio sin evitar que la descubrieran a ella y a su equipo.
-Los niveles de agua son demasiado altos para aguas residuales- dijo la agente Hannigan observando las cifras. -¿A cuantos kilómetros esta la planta residual de la ciudad?- preguntó.
-A unos dieciséis kilómetros- contestó el agente Rivera.
-Demasiado lejos- dijo para sí.
El agente Webster pudo suponer lo que estaba pensando la agente Hannigan, pero como si le hubiera adivinado el pensamiento la agente Scully se le adelantó en la suposición y le pidió la laptop al agente Rivera. Él, poco gustoso, le cedió el lugar y ella tomó asiento, un par de tecleos y la claridad llegó a su enmarañada mente.
-No son cañerías, ni siquiera es un embalse. Es un río subterráneo de ocho kilómetros que desemboca en el río Amstel.-aclaró. -No hay ningún tipo de seguridad allí porque ningún buzo se va a atrever a nadar en aguas tan profundas y oscuras- explicó. -A menos que no sea un experto.
-Nosotros somos expertos- agregó con pesar una de las agentes que conformaba el grupo. Odiaba cuando la agente Scully planeaba el perfil descabellado de alguna misión, prefería la idea de robar la llave y hacer pasar a alguno por Queen, que tener que jugar al pez.
-Vamos a necesitar hacer un escáner acuático- sugirió el agente Webster. -Es la única forma de saber como es por dentro el edificio y conocer la ubicación exacta donde almacenan el virus sin tener que hacer mucho escándalo.
-Bien, preparen el equipo submarino, dos escaners y las armas- ordenó la agente Scully. -Volamos en dos horas.
-¿Tan pronto?- preguntó alarmado uno de los agentes.
-Vamos a necesitar bastante tiempo para realizar el escáner, no pienso entrar allí sin saber con que me voy a encontrar- aclaró y luego miró al agente Rivera. -Que preparen un equipo criogénico- le pidió. -Y prepárate porque vienes con nosotros.
-¿Qué? ¿Por qué no te llevas a Labiorestaux?- preguntó inquieto.
-El se fue con Kunimitzu y voy a necesitar a alguien que nos guié mientras estemos bajo el agua- miró a otros de los agentes. -¿Irons?
-¿Señora?
-Averigua la manera menos complicada de entrar a esas aguas. No tengo deseos de jugar a la arqueóloga- se retiró seguida por el agente Webster, dejando a los demas con las ordenes establecidas.
-Muy bien Dana, si esta misión es un éxito, establecerás ante Kunimitzu tu autonomía sobre el equipo Alfa- comentó el agente Webster.
-Es lo que pretendo- le dijo sin parar la marcha.
-Otra cosa, vas a necesitar a Krycek en esta misión- le recordó.
-¿Para qué? Contigo me es suficiente.
-No iré con ustedes esta vez- aclaró.- ¿Olvidaste que debo ir a Colombia con Illianof?.
-Es cierto, había olvidado eso- dijo al parar la marcha. -¿Entonces debo resolver el asunto con Alex?- preguntó.
-Sí- contestó, -aunque creí que lo resolverías anoche; pero te veías tan apurada- su expresión fue de pura malicia, se divertía y ella agachó la cabeza apenada ante lo que él hacía. -Hice lo que me pediste- le dijo cambiando de tema.
-¿Ya?
-La tire al río- ella se mostró alarmada, -literalmente.
-Gracias- expresó.
-Sí, de nada. Pero no lo vuelvo hacer- aclaró.
Ella le dio una mirada irónica porque sabía que volvería a hacerlo cuantas veces ella se lo pidiera. El se mostró molesto por esa mirada y se retiró. Ella de dispuso a resolver el asunto con el agente Krycek antes de que ello ocasionara mas problemas.
Le vio salir de Sistemas y él la vio acercarse, pensó que él la esperaría allí; pero no fue así. Continuó hacía las escaleras y ella se vio obligada a seguirlo.
-Alex- le llamó, pero él empezó a bajar las escaleras, -Alex- hizo lo mismo con intenciones de alcanzarlo, -Alex- volvió y lo llamó pero él no volteaba a mirarla, se esta haciendo de rogar. -Alex.
El volvía a ignorarla, pero ella acudió a su don de mano, él era su subalterno y ella su superior y no le iba a ser tan fácil no prestarle atención. El terminó de bajar las escaleras y ella se quedó a mitad lista para volver a llamarlo.
-Krycek.
El se detuvo al escuchar que ella lo llamó por el apellido, ella mostró una expresión de victoria al reconocer que aún le quedaba algo de poder sobre él. Este se giró a mirarla y ella bajó los últimos tramos de la escalera que le quedaban para poder acercarse y hablar con él.
Ella sabía que él no quería hablar con ella, que no estaba a gusto en ese momento, pero se tenía que aguantar. En El Centro prevalecía el deber sobre los sentimientos y la agente Scully tomó eso a su favor.
-¿Señora?
Ella sintió un ardor incomodo en su estomago cuando la llamó así, estaba metido en el traje de agente y no en el traje de amigo, a ella no le sorprendía mucho y mucho menos después de que ella lo rechazó, pero aun así le molestó porque después de todo le tenía demasiada estima a Alexander Krycek.
-Alex- volvió a llamarlo por su nombre. -La Sra. Summers me informó que deseas ser transferido al equipo Omega. ¿Por qué?
-No había vacantes en el equipo Delta- contestó fríamente.
-No me diriges la palabra desde hace varias semanas- él no dijo nada ante eso. -Estas haciendo esto por lo que te hice y no es justo. Estas mezclando lo personal con lo laboral y eso no es profesional- discutió. -Te hacía más sensato.
-Aquí nadie es sensato, señora- justificó.
-Deja de decirme así- le pidió molesta.
-Pedí mi transferencia al equipo Omega porque no me siento cómodo trabajando bajo su mando- aclaró.
-Que berrinche, Alex, es el colmo- expresó con sorpresa. -Del hombre con mente centrada que conocí ya no queda ni rastro, no puedes estar molesto conmigo toda la vida- cuestionó. -Además la Sra. Summers no esta dispuesta a otorgarte el permiso de transferencia, ella piensa que tu lugar esta en el equipo Alfa y yo pienso igual, a pesar de nuestras diferencias- comentó.
-Entonces esperaré en el equipo Alfa hasta que se me otorgue el permiso- dijo molesto.
-Como quieras, Alex- expresó. -Saldremos en dos horas a Ámsterdam, ve con Rivera para que te de los pormenores- le recomendó.
-Desde ahora le aclaro que no espere un desenvolvimiento óptimo de mi parte- le comunicó.
-No eres capaz de arruinar una misión por esto- discutió. -Eres demasiado orgulloso en cuestiones laborales.
Y la odio más por conocer ese aspecto de él. A fin de cuentas, uno de los deberes de la agente Scully era conocer muy bien las cualidades de los agentes que conformaban el equipo que ella lideraba. El agente Krycek le dio una última mirada, vacía e inquietante, y se acercó a las escaleras para subirlas y volver a Sistemas. La agente Scully lo tenía entre sus manos nuevamente.
El Centro
Oficina de Hannah Summers
Mientras El Centro era visitado por el Sr. Doggett y la Sra. Reyes, la Sra.
Summers tenía un presentimiento al notar como su esposo se empeñaba en ver las marcas del cuello de la agraviada que eran cubiertas por una mascada de terciopelo azul.
Era tan obvio que causaba hasta vergüenza. Ella ni siquiera podía prestarle atención a lo que estaba diciendo el Sr. Doggett. Su esposo estaba siendo imprudente e iba hacer descubierto.
La curiosidad del Sr. Summers le dejaba algo en claro, él tenía que ver con el atentado perpetrado contra la Sra. Reyes y eso le causaba rabia, porque él no la había consultado cuando era lógico que ella estaba interesada como el en acabar con el poder que tenían el Sr. Doggett y la Sra. Reyes.
-Debió ser terrible, Monica- fingía preocupación el Sr. Summers, el cual volvía a tomar asiento junto a su esposa y abandonaba la investigación referente a las marcas de la agredida.
-Pude manejarlo sin dificultad- expresó al intentar no parecer débil ante él.
-¿Saben quién fue?- preguntó curiosa la Sra. Summers.
-No, con tantos enemigos es imposible saber con exactitud quién es el responsable- contestó la Sra. Reyes, su voz aún permanecía ronca producto del ataque.
-Aunque nuestro analista presume que el ataque vino desde adentro- comentó el Sr. Doggett.
Ante el comentario los Summers pusieron expresiones serias y de preocupación. El Sr. Doggett sabía que ello había ejercido presión sobre ellos y lo que le causó fue risa. La Sra. Reyes le acompañó con una leve sonrisa a la vez que miró a la Sra. Summers. El Sr. Summers rió junto al primero.
-Es una locura- expresó el Sr. Summers. -¿Quién dentro de la CIA estaría interesado en matar a la líder del Complejo II?- preguntó fingiendo sorpresa. -¿Qué ganaría con eso?
-Debilitar al Complejo I, debilitarme a mí. Es una pregunta fácil de responder Andrew- contestó serio el Sr. Doggett, después de todo no era broma.
-Supongo que ese disparate te lo dijo uno de tus civiles- expresó el Sr. Summers.
-Es un disparate creíble cuando es imposible que alguien de fuera sepa mi ubicación- aclaró la Sra. Reyes, -a uno de nuestros agentes le es difícil averiguarlo, pero no imposible. Cada uno tiene sus mañas. Pero alguien con un puesto alto en la jerarquía de ando le es bastante fácil y estas al tanto de ello Andrew- su explicación era inteligente, tanto que hizo estremecer al Sr. Summers. La Sra. Reyes con los años había aprendido a llegar a igualar los niveles de inteligencia del Sr. Summers y el Sr. Doggett. Y no le faltaba mucho para llegar a igualarse a la Sra. Summers.
-Siento que nos acusan- expresó inquieta la Sra. Summers.
-Tenemos diferencias, Hannah, pero sabemos jugar limpio y este atentado no fue limpio- la aclaración tranquilizó un poco a la Sra. Summers, aunque no dejaba las sospechas referentes hacia su esposo. -Por el momento, lo único que podemos hacer es una investigación.
-Lo cual no llegara a más de ahí- al Sr. Doggett le era imposible ocultar su enfado por lo ocurrido. -El responsable de esto se encargó de ocultar bien sus huellas, envió a un sujeto sin nombre, a un kamikaze sin alma y sin conciencia. Estuvo a punto de efectuar su cometido.
Todos quedaron en silencio analizando todo lo ocurrido, los líderes de los Complejos veían cernirse una conspiración a gran escala sobre ellos. Los Summers se sentían acorralados, el ataque perpetrado contra la Sra. Reyes fue lo más desacertado en la historia de la CIA. Era una guerra interna entre agencias hermanas de lo mas descabellada, los Summers querían el control completo, monopolizarlo todo. Los líderes de los Complejos no tenían intenciones de facilitárselo.
-Debes estar muy lastimada, Monica, ¿por qué no vas con Margaret para que te vea esas marcas?- le sugirió la Sra. Summers en son de aparentar solidaridad.
-Gracias Hannah, ya me vieron esta mañana en el Complejo I- le dijo con una sonrisa de agradecimiento y luego miró al Sr. Doggett. -John, creo que ya debemos irnos, tenemos mucho trabajo que hacer.
-Sí, pero soy yo quien se ira a trabajar. Tú te iras a descansar- le dijo con firmeza.
La Sra. Reyes no objetó ante lo dicho por el Sr. Doggett. Los cuatro se pusieron de pie y los Summers despidieron a las visitas. Cuando quedaron solos, la habitación se puso fría e incomoda. El Sr. Summers, al sentir el ambiente tan pesado, miró confundido a su esposa que estaba frente a él.
-¿Nosotros intentamos matar a Monica?- le preguntó la Sra. Summers a su esposo, y decía nosotros porque técnicamente lo que él hacía lo hacía ella. Eran uno en El Centro.
-Sí- contestó indiferente, ya poco le importaba eso.
-¡Eres un estupido!- le gritó indignada.
-No me digas que te preocupa la vida de Monica Reyes- expresó incrédulo.
-Lo digo por tu tremenda imprudencia, Andrew- le aclaró. -Antes de haber hecho algo así debiste consultármelo. Es espantoso que me entere de esto como me enteré.
-¿Cómo te diste cuenta?- preguntó.
-Cuando te atrapé tratando de ver las marcas del cuello de Monica- le informó. -Es fácil de entender, sobre todo cuando tensaste la cara ante la sospecha de John referente a que el atentado vino de adentro.
-Tan sólo una mera suposición- recordó.
-Una suposición muy acertada- le aclaró con los ojos llenos de preocupación.
-Despreocúpate, la única pista que tienen esta bien muerta- empezó a reír y tomó asiento nuevamente.
-¿De donde lo sacaste?- preguntó sorprendida ante la despreocupación de su esposo.
-De una de nuestras cárceles secretas- contestó, -un revoltoso cubano que tenía preso mas de tres años, había sido entrenado para matar al presidente Fidel Castro, lo cual no realizó porque prefirió venir en barco a Estados Unidos y fue atrapado por Inmigración. Había dicho que tenía información importante sobre Castro, pass a manos del FBI y habló creyendo que sería liberado, pero el FBI lo mandó con Seguridad Nacional y ellos no tenían intenciones de soltarlo- relató.
-Tres años después tú te le acercaste, le prometiste la libertad si mataba a una mujer que ni conocía y en su desesperación aceptó- continuó ella presumiendo que los hechos eran así y su esposo se lo confirmó al asentir. -¿Entonces, por qué se mato? Quería ser libre ¿O, no?
-Le puse un rastreador hecho de material disoluble y le implanté la capsula de cianuro, de todas formas debía morir- relató. -Aunque hubiera matado a Monica era un riesgo dejarlo vivo.
La Sra. Summers reconocía la inteligencia de su esposo, el plan había fallado y él supo como borrar las evidencias, con mente perversa y fría. Pero ella seguía furiosa, se acercó a él y colocó sus manos por debajo de las orejas, le acariciaba las mejillas, aún así sus ojos expedían furia.
-Brillante. ¿No?- dijo orgulloso.
-Desastroso- le corrigió, -debiste decírmelo.
-¿Para qué? De todas formas no logré nada. Solo darle un buen susto. Fallé, es todo.
-Yo no hubiera fallado- le hacía presión por debajo de las orejas. -Si me lo hubieras dicho, en este momento estaríamos yendo al funeral de esa inepta, pero no; preferiste actuar por cuenta propia yendo directo al desastre- él retiró las manos de su esposa al sentir que la cabeza empezaba a dolerle. -Para matar a Monica se necesita más que un estupido cubano. Para la próxima búscate un iraquí, ellos generalmente no fallan- le sugirió. -Pero antes de hacerlo, consúltamelo.
-Hice lo que debía hacer- aclaró. -No puedo esperar sentado mientras ellos se divierten de lo lindo con el apoyo de tu padre.
-La desesperación es parte del fracaso- comento. -¿Cuando vas a aprender a ser paciente? Ellos no son terroristas, Andrew, pertenecen a nuestro mundo y por ello se debe ser más cauteloso. Y saca a mi padre de todo esto, a él lo manejo yo.
-¿Cómo? Siendo su niña buena. Eso nunca ha tenido resultado y menos ahora- le discutió.
-¿Qué quieres que haga?- preguntó con desespero.
-Ponle en claro que cuando él ya no este, quienes se encargaran de su magnifico basurero seremos nosotros- le aconsejó. -Somos los únicos que podemos.
Después de eso el Sr. Summers se retiró, tanto él como su esposa, no estaba dispuesto a perder su liderazgo dentro de la CIA por el mero favoritismo que tenía el Sr. Webster hacia el Sr. Doggett y la Sra. Reyes. Su arma más eficaz para evitar eso era su esposa y la usaría a su antojo.
Psiquiátrico Coutts
El Dr. Mulder se encontraba realizando una de sus visitas a la institución psiquiátrica ese día. Cuando terminó de ver a varios de los pacientes internos de allí, decidió hacerle una pequeña visita de cortesía a la Dra. Crowdler.
Cuando llegó hasta la oficina de la ya mencionada doctora, piedra en el zapato de la agente Scully, éste se acercó a la secretaria para anunciarse.
-Lo siento, Dr. Mulder- se disculpó la asistente, -la Dra. Crowdler no ha venido ni ha llamado en toda la mañana- le terminó de comunicar.
-¿En serio?- preguntó desconcertado. -¿Sabes la razón de ello?- preguntó curioso.
-No, doctor. Ni siquiera contesta mis llamadas- respondió.
-Que extraño, Leila jamás ha faltado a trabajar- dijo para sí, pero la secretaria, que lo escucho, asintió ante esa verdad. El Dr. Mulder la miró. -Bien. Gracias, Nancy. Vendré la próxima semana.
-Que tenga buen día, doctor- le deseó.
-Igualmente Nancy- expresó y empezó a alejarse de allí.
A mitad de camino, su móvil comenzó a sonar y él sin mirar el identificador contestó. El saludo del otro lado de la línea le fue suficiente para saber quien llamaba.
-Buenas tarde- saludó igual, -ya me estaba extrañando no haber recibido tu llamada esta mañana. ¿Cómo te fue en la reunió?- la respuesta había sido corta pero concisa del otro lado de la línea y él rió. -Mi deber es darte las armas para colocarlos contra la pared, es todo...- el ascensor abrió sus puertas y él entro. -...Estoy de acuerdo, ella no se puede apresurar... lo tengo listo, en cuanto llegue a la oficina te lo envió. ¿De acuerdo?- una respuesta afirmativa y luego le hicieron una pregunta que llevó a su mente a la agente Scully. -Fenomenal, fue una noche espectacular. La disfrutamos mucho, gracias por regalarme esas entradas... Por supuesto, sabes que estoy a disposición- luego le dijeron algo que no le gusto. -No es el momento adecuado para que la conozcas, estamos bien sin tu intervención- el ascensor se abrió y él salió. -Bien, hasta luego- se despidió y colgó.
Su trabajo era mas complicado de lo que se podía pensar y tener que lidiar con personas que intentaban manejarlo por conveniencia, le era difícil; pero los beneficios otorgados y ofrecidos eran cosa que un doctor como él no podía rechazar y tenía demasiado talento como para desperdiciarlo.
Salió del edificio en dirección a su auto, subió y colocó su maletín en el asiento trasero para cuando su móvil volvía a sonar y él contestó fastidiado.
-Mulder, soy yo- anunció la agente Scully del otro lado de la línea. Llamaba desde su oficina a la vez que metía su equipo dentro de un bolso.
-Dana, te llamé con el pensamiento. Hace un momento estaba pensando en ti- le informó risueño.
-¿Hace un momento? ¿En que estabas pensando específicamente?- preguntó preocupada.
-No te entiendo- le aclaró.
-Cuando piensas, Mulder, no lo haces en el buen sentido de la palabra, me relacionas con una cama, casi siempre.
-Mientes- dijo indignado.
-Mulder, eres el ser mas altamente sexual que he conocido en mi vida- se acercó al ventanal para ver si alguien llegaba. -Todo lo relacionas con el sexo.
-Irónico, porque quien estaba hablando de sexo ahora no es precisamente este caballero- comentó.
-¿Para qué rayos te llame?- se preguntó al ver que la conversación no iba a ningún lado.
-¿Para hablar de sexo?
-No- negó y se preparó para decirle algo que no le iba a agradar. -Para que no pase lo de la otra vez, te llamó para decirte que debo viajar- le informó.
-¿Por qué? Acordamos que nos veríamos esta noche- le recordó, pero ella le había mentido.
-Lo se, pero se presentó algo y no lo puedo dejar pasar.
-¿Adónde vas?- preguntó incomodó por la noticia.
-No puedo decírtelo- le dijo con pesadez.
-¿Cuando regresas?- preguntó.
-Tampoco puedo decírtelo- respondió con culpa.
-Odio esto- expresó.
-Yo también, pero es por seguridad. Te diré todo lo que quieras saber cuando regrese- le aseguró.
-Descuida, sólo quiero que me prometas que te cuidaras- le pidió.
-No me pasara nada- aclaró.
-De todas formas prométemelo- insistió.
-De acuerdo- respiró inquieta. -Lo prometo.
-Ahora estoy mas tranquilo- le dijo.
-Mulder, eres un cursi- le comunicó.
-Tú también, Dana, porque me dices que me amas cuando estas a punto de llegar al orgasmo- recordó. -Eso es bastante cursi.
-¡Por Dios!- sintió la tensión de la vergüenza recorrer todo su cuerpo. -Debo colgar- dijo con la garganta seca.
-Nos veremos… pronto- dijo él.
Ella no dijo nada y colgó volviéndolo a dejar en el aire. El arrancó el auto y partió, ella se quedó pensativa en El Centro para cuando alguien llamó a la puerta. Era la agente Hannigan, la agente Scully quitó la seguridad para dejarla pasar y ella así lo hizo.
-¿Lista?
-Sí- recogió su bolso. -Vamos.
-¿Estas bien?- preguntó su compañera al ver los ojos tristes de la agente Scully.
-Sí, estoy bien- respondió y ambos salieron de la oficina.
Continuara…
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