Nombre del Fanfic: Una navidad diferente
Autor: Señora del Fantasmal
Clasificacion: Touchstone
Humor
Fanfic: Una Navidad diferente
Autor: Señora del Fantasmal (pipermaru)
Disclaimer. Los personajes presentados son propiedad de la FOX, de la 1013, y de su creador Chris Carter.
Tipo: UST
Spoilers: Ninguno
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Nota: El relato se sitúa entre la tercera y cuarta temporada, después de la muerte de Melissa Scully.
***
Mulder estaba sentado a oscuras en el salón de su departamento. El reloj marcaba las 8:06 de la noche del día 23 de diciembre. El televisor estaba encendido en un canal de deportes, pero él no le prestaba atención, como normalmente haría. Su mente estaba ocupada pensando en otras cosas. Pensaba en su vida… más bien en la vida que no tenía, y en lo solo que se sentía, más aún en fechas especiales como Navidad.
En la televisión, las publicidades bombardeaban a la población con mensajes sobre la importancia de compartir ese día en familia, lo cual profundizaba la herida en su corazón. Pensaba en visitar a su madre en esa fecha, pero ella seguramente preferiría ir a la casa de una amiga. Su padre estaba muerto. Su hermana llevaba perdida más de 20 años. A sus tíos y primos hacía años que no los veía. Tenía a su compañera de trabajo, quien lo había invitado a casa de su madre, pero él pensando que lo hacía por piedad, no aceptó. Le dijo que ya tenía planes, lo cual era mentira, por supuesto.
Su único y deprimente plan era quedarse echado en su sillón, rememorando viejas navidades de cuando aún era niño y junto a su hermana se escabullían de sus camas el 25 de diciembre muy temprano, para sentarse delante del árbol e intentar adivinar que regalos les había traído Papa Noel. Este recuerdo lo hizo sonreír. Recordó también cuando él comprendió que aquel personaje gordo, de barba blanca y vestimenta roja, realmente no existía, intentó por todos los medios posibles que su hermana no dejara de creer en él también. En esa época su padre aún era un hombre amoroso, y lo consintió disfrazándose de Papa Noel para que la pequeña Samantha conservara esa ilusión. Aquella era una de las últimas navidades que recordaba con alegría.
Luego todo cambió drásticamente. Un mes antes de la Navidad de 1973, su hermana desapareció, y la actitud de sus padres hacia él cambió. Su madre se refugió en las pastillas y su padre en el alcohol. Nunca más volvieron a festejar los 25 de diciembre. No hubieron más regalos, ni cenas en familia. Los adornos navideños se metieron en cajas amontonadas en el sótano para nunca más ser abiertas. Veinte años más tarde esta fecha continuaba sembrando tristeza, y es por ello que su apartamento lucia desolado y oscuro, creando un notorio contraste con las demás viviendas de su calle, las cuales brillaban con miles de luces de colores que se prendían y apagaban.
Si dependiera de él, no dejaría de trabajar en esa fecha, sólo para que la depresión no lo consumiera, pero el FBI obligaba a sus empleados, como en cualquier otro trabajo, a tomarse unos días libres. Para contrarrestar esto, pensó buscar entre sus archivos antiguos un caso que investigar, pero no quiso arruinarle el feriado a su compañera. Con todos los viajes que hacían, a ella no le quedaba tiempo para visitar a sus seres queridos, y no tuvo el corazón para arruinarle esta oportunidad de verlos, únicamente para que él pudiera hacer a un lado los malos recuerdos. Hubiera sido un acto muy egoísta.
Así que por ello, se encontraba auto-flagelándose con memorias que lo herían tremendamente, pero que su mente se negaba a dejar de reproducir como una película. Pensar en ello le hacía daño, pero esa noche no podía hacer otra cosa. Él, por lo general no bebía, pero esta vez creyó que un poco de alcohol le ayudaría a relajarse y a adormecer su mente. Sin embargo, iba por el tercer vaso de whisky y aún no conseguía que su cuerpo se sumiera en ese letargo que tanto necesitaba. Por el contrario, había sublevado a su cerebro, el cual no dejaba de atormentarlo con recuerdos dolorosos del pasado, que en esta ocasión parecían más reales.
Los minutos pasaron, hasta que el timbre del teléfono rompió la falsa calma que reinaba en el apartamento 42. Mulder no estaba dispuesto a contestar en la condición de borracho en la que se encontraba, pero cuando se dio cuenta de que la persona que se hallaba al otro lado de la línea no se daría por vencida, no tuvo mas remedio que con gran esfuerzo, coger el teléfono.
- Aló – dijo intentando que su voz saliera lo más normal posible.
- ¿Mulder? ¿Eres tú? – Era Scully, pero al parecer no lo había reconocido, a pesar de su intento por escucharse de la forma habitual.
- Si, soy yo, ¿Qué ocurre? – preguntó.
- Sé que más temprano me respondiste que no, pero estoy a punto de salir hacia la casa de mi madre, y me preguntaba si tal vez habías cambiado de parecer… - Mulder no recordaba ocasión anterior en la que Scully hubiera sonado tan dubitativa. Y le causó gracia. Sin embargo, su respuesta fue la misma que la de la tarde.
- Scully, en serio que ya tengo planes… No te preocupes. Aprovecha de poder disfrutar con tu familia sin tu fastidioso compañero – dijo dejando escuchar una leve risa, a la que Scully respondió con otra parecida.
- ¿Estás seguro? A mi madre le encantaría que vinieras– Ante tanta insistencia de su compañera, Mulder empezó a sospechar que ella realmente no le creía que tuviera otro compromiso. Estaba tentado a aceptar su oferta, pero no quería incomodar a nadie con su presencia.
- Ya lo sé, pero… -
- Vamos, Mulder, la vas a pasar bien. – Sonrió imaginando la sonrisa que intuía llevaba Scully en el rostro. Acababa de percatarse que esta conversación tan nueva para él, le había cambiado el ánimo. Incluso ya no se sentía muy ebrio. Pero no consentiría que Scully continuara rogándole, por lo que aceptó.
- Está bien! – contestó resignado.
- ¡Genial! Entonces, pasaré por ti en veinte minutos. ¿Te parece bien? - dijo animada.
- Claro. Te espero – Y ambos colgaron. Cuando Mulder se levantó del sillón aún con una sonrisa enorme plasmada en el rostro, descubrió que no había superado del todo el estado etílico. Pero no estaba tan mareado como para dificultarle el andar, de modo que caminó hasta la cocina y se tomó un café bien cargado. Luego se dirigió al baño, y tras quitarse toda la ropa, se metió a la ducha. En menos de diez minutos se bañó, se cepilló los dientes para quitarse el mal aliento que le había dejado el alcohol y se vistió con un jean azul, una camisa blanca casual y una casaca negra. Luego de preparar un pequeño maletín con ropa para un par días, todavía no llegaba Scully, asi que se sentó en el sillón a esperarla mientras veía la televisión.
Su compañera no demoró demasiado. Golpearon a su puerta diez minutos después y se levantó a abrir.
- ¿Listo? – preguntó Scully, quien lucía radiante y diferente, vestida con unos jeans ajustados negro, y una chompa con cuello de tortuga verde.
- Si, claro – respondió Mulder recogiendo su maletín y después salieron del apartamento.
***
Cuando llegaron a la casa de la mamá de Scully, Mulder no esperó que Margaret lo abrazara de la forma que lo hizo, con fuerza y un cariño que lo hizo sentirse bienvenido.
- Hola, Fox. Qué bueno que pudiste venir - le dijo la señora Scully con una sonrisa que le pareció muy sincera. Luego abrazó a su hija con la misma intensidad y le dio un beso en la mejilla – Hola, cariño ¿Cómo estás? –
- Bien, mamá, y mis hermanos ¿ya llegaron? – preguntó entrando a la casa. Ella y Mulder dejaron los maletines en el suelo.
- Charlie acaba de llamarme diciéndome que no podrá venir, y Bill vendrá mañana, ya que Tara aún no se recupera de todo del resfrío. –
- Esperaba poder ver a Charlie esta vez – comentó Scully con nostalgia.
- Para otra ocasión será, cariño – dijo Margaret tratando de animar a su hija, acariciándole una mejilla.
- Y tú Fox ¿cómo estás? – le preguntó mirándolo con dulzura.
- Bien, señora Scully. Gracias por invitarme. En verdad, no se hubiera molestado – comentó Mulder un poco cohibido.
- No es nada, Fox, me siento muy feliz de tenerte aquí - Margaret le sonrió. Ante esas palabras Mulder no pudo más que asentir. No estaba acostumbrado a este tipo de muestras de cariño, por lo que no podía evitar emocionarse cuando alguien lo recibía de esta manera.
- Pueden dejar sus cosas en los cuartos de arriba – les indicó Margaret luego de un rato de silencio – Dana, enséñale la habitación donde se va a quedar –
- Claro, mamá – contestó Scully, y ella y Mulder empezaron a subir las escaleras que conducían al piso de arriba donde estaban todas las habitaciones.
Scully le mostró la que sería su habitación y después caminó hasta su cuarto, el cual quedaba frente al de su compañero.
Mulder depositó su maletín sobre la cama y empezó a escudriñar la habitación. Por los banderines de equipos de futbol americano y baseball parecía el cuarto de un hombre. Vio un retrato en la mesa de noche y se acercó para ver de quien se trataba. La foto mostraba a un adolescente de no más de 18 años, con el pelo ensortijado rojo como el de Scully y unos ojos azules. Aunque nunca lo había visto, supuso que el de la foto era Charlie. Era igual que Scully, pero en hombre. Esta era la habitación de Charlie cuando aún era chico.
Después de echarle un vistazo a la habitación sacó su ropa de la maleta y las guardó en uno de los cajones de la cómoda que encontró vacío. Al bajar se encontró con la señora Scully poniendo la mesa, pero su compañera no estaba por ningún lado.
La casa estaba hermosamente adornada, con luces de colores en las ventas con formas de renos y de estrellas, un nacimiento en uno de los muebles de la sala y el árbol de navidad que nunca podía faltar en una esquina, al lado de la chimenea, con guirnaldas rojas y doradas enroscadas alrededor y bolas también de colores. Su apartamento no se parecía en nada al de la señora Scully, quien se esmeraba en que su casa luciera muy al estilo de la época.
- ¿Le ayudó en algo, señora Scully? – preguntó Mulder acomedido, acercándose a ella.
- No, Fox, por favor, tú eres mi invitado – le contestó Margaret con una sonrisa, terminando de poner los platos.
- Pero no es ningún problema, puedo ayudarle en lo que desee – insistió Mulder. No quería sentirse un estorbo en la casa, y Maggi al percibir esto, permitió que la ayudara, trayendo los cubiertos de la cocina.
Estaban terminando de poner todo sobre la mesa del comedor, cuando Scully bajó al primer piso. Su cabello estaba húmedo por la ducha que acababa de tomar, y se había cambiado de ropa. Ahora vestía un jean azul y una cafarena roja que combinaba perfecto con su cabello del mismo tono y sus ojos azules.
- Llegas justo a tiempo, cariño, ya vamos a empezar a comer – le indicó su madre, quien fue a la cocina, y regresó con el pollo al horno que había cocinado. Puso la bandeja con el pollo en medio de la mesa y se sentaron.
- No tenías que molestarte en hacer una cena tan grande, mamá – dijo Scully tras calcular el tiempo que debió costarle a su mamá preparar tan maravillosa cena. Sobre la mesa había ensalada de frutas y ensalada rusa, puré de manzana y arroz árabe. Parecía una cena navideña.
- No es ninguna molestia, cariño. Lo he hecho porque me agrada hacerlo - comentó Maggi sonriendo y empezaron a comer.
Cuando terminaron, Mulder y Scully lograron convencer a Maggi de que ellos lavarían todo el servicio, ya que ella se merecía un descanso luego de haber estado cocinando todo el día.
En la cocina, Scully lavaba mientras Mulder se encargaba de secar los utensilios que Scully le iba pasando.
- Tienes una madre maravillosa, Scully – mencionó Mulder guardando un plato en la repisa. Scully volteó a mirarlo con una sonrisa.
- Si, realmente lo es, pero también tiene su genio. Cuando éramos niños la hacíamos rabiar bastante, especialmente Bill y yo. Éramos bastante rebeldes - comentó Scully y su compañero no pudo evitar sonreír al escucharla hablar de su niñez. No le parecía extraño que hubiera sido una chica rebelde, teniendo en cuenta que tenía dos hermanos hombres, quienes seguramente la molestaban todo el día. Scully era una mujer fuerte, que nunca daba su brazo a torcer. Eso debió de sacar muchas veces de quicio a su madre.
Scully iba a pedirle a Mulder que le contara algo sobre cuando era niño, pero al final decidió no hacerlo. Imaginó que no tenía muchas anécdotas felices que contar, y no quería deprimirlo en ésta época del año, aunque seguramente ya lo estaba. Cuando lo llamó por teléfono a su apartamento se dio cuenta que había estado bebiendo, y él sólo bebía cuando se sentía deprimido.
Envueltos en un agradable silencio acabaron lavar y secar y salieron nuevamente a la sala, donde la madre de Scully estaba sentada en uno de los sillones hablando por teléfono. Al ver a sus dos invitados se apresuró en terminar la llamada.
- ¿Quién era mamá? – preguntó Scully con curiosidad.
- Era Tara, diciéndome que ya se siente mucho mejor, y que mañana muy temprano estarán por aquí con Bill –
Al escuchar el nombre del hermano de Scully, a Mulder lo embargó una sensación que se negaba admitir que era temor. Aunque nunca lo había visto en persona, Scully le había contado lo sobre protector que era y ya se había hecho una idea bastante clara del carácter de Bill. Al igual que al padre de Scully, a su hermano tampoco le gustó que se hubiera unido a las filas del FBI.
- Que bien ¡hace mucho tiempo que no lo veo! – dijo Scully animada.
- Ellos también estarán muy felices de verte, cariño. Preguntaron por ti la última vez que nos reunimos para el cumpleaños de Tara – mencionó Margaret. Ellas no se dieron cuenta, pero Mulder empezó a sentirse un poco incómodo, porque sabía que él era la principal razón por la cual Scully no podía pasar más tiempo con su familia. Ella amaba estas reuniones familiares. Mulder podía notarlo claramente en ese momento, por la manera en que sonría cada vez que su madre le hablaba de sus hermanos.
- Bueno, chicos, yo me voy a dormir. Mañana va a ser un día muy ajetreado – comentó Maggi levantándose – Ustedes pueden quedarse charlando, si lo desean –
- No, creo que en un rato subiremos también – dijo Scully.
- De acuerdo, cariño. Que duermas bien – le dijo Maggi a su hija dándole a beso. Luego se acercó a Mulder para darle otro beso en la mejilla – Buenas noches, Fox –
- Buenas noches, señora Scully – Maggi subió las escaleras, quedando Mulder y Scully solos en la sala. Luego de un rato ellos también subieron a sus respectivas habitaciones.
***
Era la una de la madrugada y Mulder seguía despierto en la cama. No sabía si se debía a la ansiedad que sentía por conocer a los demás integrantes de la familia Scully o a que otra razón. Se estaba arrepintiendo de haber aceptado la invitación de Scully. Pensaba en huir en ese momento, pero no quería parecer un cobarde.
No iba a poder dormir sin algo que le despejara la mente, asi que sigilosamente salió de su habitación y bajó a la sala, donde sabía que había un televisor. Lo prendió, y se echó en el sillón. Asi se sentía más en casa. Con el control remoto cambió de canales hasta que llegó al canal de deportes y lo dejó allí.
Entretanto, en su habitación, Scully se levantó tras escuchar un ruido de pisadas. Al principio pensó que alguien había entrado a la casa, pero tras ver la habitación de Mulder vacía, se dio cuenta que era él quien la había despertado.
Bajó las escaleras en piyama y pantuflas y lo encontró en el sillón con la luz del televisor iluminándolo.
- Hey, Mulder ¿qué haces aquí? – le preguntó Scully en un susurro, acercándose.
- Mmm… Oh.. Hola Scully. Perdón por despertarte – contestó él con un dejo de culpa, sentándose inmediatamente.
- No te preocupes – dijo Scully sentándose al lado de Mulder.
- No podía dormir – confesó Mulder con voz cansada. En realidad si tenía sueño, sentía una picazón en los ojos y seguramente estaban rojos, pero esa noche no podía dormir. Scully no quiso indagar más en el asunto. Sabía que el frecuentemente sufría de pesadillas, y que la manera más efectiva para dormirse era viendo la televisión.
- Scully… - susurró Mulder.
- ¿Qué pasa? – preguntó ella con el mismo tono de voz bajo.
- Estaba pensando que tal vez debería irme a mi apartamento. Mañana va a venir toda tu familia, y no sé si a todos ellos le caeré igual de bien que a tu a madre. Tú me has contado lo sobre protector que es Bill y seguramente no le gustará verme aquí – Scully lo miró incrédula.
- ¿Qué hablas, Mulder? Mi mamá está encantada de tenerte aquí. Y Bill es un poco sobre protector, pero tampoco es un ogro – dijo Scully riendo suavemente, intentando animar a su compañero. Mulder sonrió poco convencido – Bueno, me voy a dormir ¿Tú te quedas acá? –
- Sí, creo que si. Arriba no voy a poder dormir – Su compañera lo miró con algo de pena.
- Entonces, hasta más tarde – Scully se levantó y caminó hacia las escaleras, pero antes de empezar a subir se volteó nuevamente – Mañana quiero verte aquí por la mañana – lo amenazó con un tono entre serio y bromista, señalándolo con un dedo. Mulder asintió con la cabeza y ella subió al segundo piso.
***
A la seis de la mañana Mulder subió a su habitación para que la señora Scully que aún dormía no se diera cuenta que había dormido en el sillón de la sala. Aunque a él le parecía de lo más cómodo, seguramente Maggi no pensaba igual, y podría haberle recordado que era mal para su columna.
Como no podía seguir durmiendo, simplemente se quedó echado en la cama, pensando en lo que le esperaba ese día. Nada bueno, si es que Bill resultaba ser como lo había imaginado. Si Bill lo insultaba sabía que no podría responderle con otro insulto y menos con un golpe, dado que él era el hijo de la señora Scully, quien si lo trataba con mucho cariño. Pero tampoco pensaba aguantarse, asi que si Bill empezaba a humillarlo demasiado, ya tenía decidido irse de la casa.
Media hora más tarde escuchó una de las puertas del pasillo abrirse y decidió levantarse también. No quería ser el único en piyama mientras los otros ya estaban bañados y cambiados. Se bañó y se puso los mismos jeans del día anterior y una camiseta blanca. Cuando bajó a la cocina, su compañera estaba allí ya cambiada, preparando el desayuno.
- Hola, Scully – la saludó sentándose en uno de los taburetes.
- Buenos días, Mulder ¿Lograste dormir algo? - le preguntó moviendo la sartén donde freía huevos con tocinos.
- Si, pero a primera hora en la mañana me regresé a mi cuarto. No quería que tu madre me viera allí, sobre todo luego de que me dijiste que tiene su genio – bromeó sonriendo, y haciendo sonreír a Scully también.
- Hay café en la cafetera. Acabo de prepararlo – Scully le alcanzó una taza de una de las repisas y Mulder se sirvió un poco de café. Luego regresó a su taburete.
- Está bueno – comentó Mulder tras tomar un sorbo - ¿Y a qué hora vendrá tu hermano? – preguntó tratando de que su nerviosismo pasara desapercibido, sin embargo, Scully lo detectó y dejando lo que estaba haciendo, se volteó hacia Mulder y lo escrutó con la mirada, como intentando leer su mente. A los pocos segundos le preguntó: - ¿Le tienes miedo a mi hermano? –
- ¡No, Scully! ¡No es eso! - contestó Mulder un poco más alto de lo que hubiera querido, para que en verdad pareciera calmado. Scully lo observó un rato más y después volvió a concentrarse en cocinar.
***
Cerca a las diez de la mañana Bill y su esposa Tara arribaron a la casa. Mulder se quedó rezagado en la sala, mientras los demás se saludaban efusivamente en la entrada de la casa. Cuando entraron, Scully lo presentó a Tara y a su hermano, y al instante Mulder pudo sentir que no le agradaba al hermano de su compañera. Su rostro se volvió ceñudo, y cuando se dieron el apretón de manos, Mulder pudo jurar que lo que deseaba Bill era partirle todos los huesos de la mano. Luego se saludó con Tara, quien si le pareció una mujer muy simpática y sensata.
Después los recién llegados subieron a instalarse en la única habitación que quedaba libre. Al bajar, Tara puso los regalos bajo el árbol y luego se sentó a conversar con Mulder y Scully, mientras que Bill se dirigió a la cocina y cerró la puerta. Su madre estaba allí, empezando a cocinar lo que sería el almuerzo. Por la tarde, Tara y Dana le ayudarían a preparar la cena navideña.
- Mamá, ¿por qué está ese ahí? Seguro Dana lo invitó, ¿no? – preguntó Bill enojado.
- Yo le pedí a Dana que lo invitará, Bill – respondió la señora Scully tranquilamente. Ya sabía que esto pasaría en cuanto Bill llegara.
- ¿Y por qué? – Repuso asqueado – ¿Acaso no tiene su propia familia? – dijo indignado.
- Ese no es asunto tuyo, Bill – respondió Maggi apretando los dientes para no gritar, siguiendo con su tarea de cortar las papas en trozos cuadrados.
- ¡Claro que lo es! Desde el momento en que él viene a mi casa con mi familia para pasar las fiestas, se convierte en mi asunto – Bill comenzó a gritar sin controlarse por respeto a los que estaban en la sala, haciendo énfasis en la palabra “mi”
- Bill, cálmate – le pidió la señora Scully, pero su hijo no cedió.
- ¿Ya no te acuerdas de todas las cosas que le ha pasado a Dana por trabajar con ese tipo? ¡Estuvo pérdida por varias semanas quien sabe dónde, y por su culpa Missy murió! – Al segundo de haber nombrado a su hermana muerta, Bill se dio cuenta que había llegado muy lejos con sus palabras. Se arrepintió de haberlas dicho, pero ya era muy tarde para retractarse. Su madre volteó a mirarlo y en su rostro Bill vio toda la rabia que ella estaba intentando contener. Si Maggi no le dio una bofetada fue porque nunca lo había hecho antes, y no quería que hubiera una primera vez.
Bill salió de la cocina y la imagen que vio en la sala lo hizo enfurecer mucho más. Tara, Mulder y Scully conversaban como si fueran grandes amigos. Estaban tan entretenidos que no lo vieron subir las escaleras, y seguramente tampoco habían escuchado la discusión en la cocina, lo que por un lado hubiera querido porque asi Mulder tendría una razón para irse rápido.
***
Esa tarde, mientras almorzaban la relación entre Mulder y Bill aún era tensa, pero aún más tensa era la relación entre la señora Scully y su hijo mayor. Esta vez Bill no contaba anécdotas de su vida como marine, lo cual era algo que siempre hacía en las reuniones familiares. En la mesa Dana, Tara y Maggi conversaban de lo más bien entre ellas, menos Bill, a quien constantemente lo escuchaban refunfuñar. Mulder no se sentía cómodo con la situación, al saber que era él quien la había causado, y tampoco hablaba.
Antes de sentarse a almorzar, aprovechando un momento a solas con Scully, Mulder le había repetido a su compañera que lo mejor sería regresar a su apartamento, pero ella otra vez se había negado. Scully le prometió que a Bill se le pasaría rápido el enfado, pero Mulder no creía que sucedería tan pronto.
Cuando terminaron de almorzar, las mujeres se fueron a la cocina a lavar el servicio. Mulder tuvo la tentación de acompañarlas, pero no quiso que pareciera que estaba escapando, asi que se quedó en la sala. Bill se había sentado en el sillón frente al televisor, y estaba viendo un partido de basquetbol repetido. Mulder permaneció un rato parado, hasta que se armó de valor y se sentó en el mismo sillón, lo más alejado posible de Bill. De vez en cuando lo escuchaba gruñir por lo bajo. Mulder no podía seguir soportando esta situación asi que decidió hacer algo para remediarla.
- Bill, sé que no te gusta que esté aquí… - Sin mirarlo, Bill soltó un bufido burlón, pero éste no amilanó a Mulder, quien apretó los dientes y continuó – Pero yo no lo tenía planeado. Pensaba quedarme en casa, cuando Scully me llamó para invitarme. Le dije que no, pero ella insistió, ya sabes lo obstinada que puede ser… - Mulder sonrió, pensando que ese comentario resultaría gracioso, pero al instante se dio cuenta que se había equivocado, al ver a Bill mirarlo con odio. Seguramente Bill había interpretado esa sonrisa en su sentido más lujurioso – No, no es lo que piensas… Yo y tu hermana… nada que ver….sólo somos compañeros… y amigos… - Trató de rectificarse, pero Bill siguió mirándolo de la misma manera. Le enseñaba los dientes como si fuera un perro rabioso, obligando a Mulder a terminar de hablar rápido – Escucha, si es que te molesta demasiado mi presencia aquí, me voy – dijo Mulder, manteniéndole la mirada.
- Eso lo hubieras pensado, antes ¿no? – puntualizó Bill con sarcasmo, avergonzando a Mulder, quien no se atrevió a responder.
En ese momento, no podría haber otra cosa que hiciera más feliz a Bill Scully que ver a Mulder irse de la casa de su madre, pero no quería quedar como el malo de la película, asi que contra su voluntad dijo:
- Mira, la verdad es que a mí me alegraría bastante que te vayas, pero pensándolo bien, mejor te quedas. No entiendo por qué pero a ellas les caes bien, y si te vas, esta fiesta terminaría de desmoronarse por mi culpa, y no quiero que eso ocurra, asi que te vas a quedar - le impuso.
Mulder no entendía del todo si esta era la manera de Bill de hacer las paces con él, pero por si acaso le extendió la mano. Bill miró su rostro, luego a su mano, y después de pararse, subió al segundo piso. Mulder retiró su mano lentamente, y se quedó viendo la televisión.
Veinte minutos después, Scully salió de la cocina, y al encontrar a Mulder solo, sentado en el sillón, se le acercó.
- ¿Y mi hermano? – le preguntó, sentándose a su lado.
- Hace un rato subió, y no ha vuelto a bajar – le explicó Mulder con la mirada puesta en el televisor. Por el tono indiferente que había utilizado Scully se dio cuenta que algo había pasado entre los dos y no pudo evitar preguntar.
- ¿Pasó algo entre ustedes? –
- En realidad no lo sé – confesó Mulder con un dejo de confusión. Volteó a mirar a Scully – Pero al menos, no peleamos… -
- Eso es un avance – comentó Scully. Mulder le sonrió y regresó la mirada al televisor.
- Supongo que sí – dijo pensativo – Dijo que por él podría irme, pero que no quería arruinar la fiesta – Scully negó con la cabeza, reprobando el comportamiento de su hermano.
- No le hagas caso. Asi es él, siempre fue igual con todos los enamorados que tuve – Scully se dio cuenta de lo que estaba diciendo antes de terminar la frase, pero fue muy tarde para frenarse y Mulder la miró sorprendido.
- ¿Acaso me perdí de algo, Scully? – preguntó Mulder con una sonrisa insinuante. Scully le golpeó suavemente con el codo en las costillas.
- Me refiero a que siempre fue igual con todos mis amigos, no solo enamorados – trató de explicarse, pero no consiguió borrar la sonrisa tonta del rostro de su compañero.
***
En la tarde, la señora Scully notó que aunque su hijo no intentaba iniciar un diálogo con Mulder, al menos se comportaba de forma civilizada, asi que en un momento que Bill entró a la cocina para servir unas copas de vino para beber durante la cena, su madre se le acercó para conversar. Ella no iba a consentir estar enojada con uno de sus hijos, en una fecha donde debía de prevalecer la unión familiar y el amor. Sin embargo, ella no necesitó decir nada, porque fue su hijo quien le pidió perdón por su actitud, y a ella sólo le quedó abrazarlo.
Esa noche, después de cenar, Mulder le dijo a Scully que necesitaba hablar con ella a solas. Podrían haber subido a uno de las habitaciones en el piso de arriba, pero no quisieron que la familia de ella pensara mal, sobre todo Bill, quien aunque ya no miraba a Mulder como si quisiera matarlo, aún estaba muy lejos de caerle bien. Se pusieron sus casacas que estaban colgadas en el perchero en la entrada en la casa y salieron. Afuera empezaba a nevar y hacía bastante frío. Se sentaron en la banca de madera que había en el pórtico de la casa.
- ¿La estás pasando bien? – preguntó Scully a su compañero, al pensar que tal vez era eso de lo que quería hablarle.
- Si, al menos Bill ya no parece que quiere matarme – comentó tratando de sonar gracioso.
- Te dije que no era un ogro – le recordó Scully y él rió, pero su risa se acalló rápido.
- ¿Y de qué querías hablarme? – preguntó ella tras varios segundos en los que no se dijeron nada.
- Sé que aún no es hora, pero yo quería darte tu regalo – dijo él sacando del bolsillo de su casaca un pequeño paquete cuadrado envuelto en un papel de regalo de colores rojo y verde – Preferí dártelo ahora, en lugar de mañana con toda tu familia. Feliz navidad por adelantado – rió Mulder suavemente mientras le entregaba el regalo a su compañera. Ella lo recibió sorprendida. No esperaba este gesto de Mulder, principalmente porque nunca antes le había hecho un regalo – Puedes abrirlo, si quieres – la animó él al notar que se había quedado absorta observando el obsequio que sostenía en la palma de su mano.
Ella lo miró a los ojos y después con calma empezó retirar el papel de regalo que cubría un estuche aterciopelado verde. Levantó la cabeza nuevamente para fijarse en el rostro de su compañero. Él lucía nervioso y hasta un poco asustado. Scully se preguntó qué es lo que le había comprado. A menos que fuera un anillo o un collar de diamantes, Scully no encontraban razón para que él se sintiera de esa manera, pero le causó ternura verlo así.
Regresó la mirada al estuche y lentamente levantó la tapa. En su interior descubrió una medallita de plata con el símbolo del espíritu santo tallado delicadamente en relieve. Lo levantó hasta la altura de sus ojos y lo contempló por un rato.
- ¿Te gustó? – preguntó Mulder expectante cuando pasaron varios segundos sin que Scully hiciera algún comentario.
- Me encanta, Mulder. Está hermoso – le dijo ella sonriendo y Mulder soltó un suspiro.
- Hace unos días lo vi en una tienda, y aunque nunca nos hemos hecho regalos, pensé que tenía que comprártelo para que nunca dejes de creer – señaló Mulder. Scully sonrió.
- Gracias – contestó ella contemplando de nuevo la medalla – Es curioso, porque yo también tengo algo para ti – dijo volteando a mirarlo con unos expresivos ojos.
- Ah ¿sí? – preguntó él con un dejo sorpresa
- Si, pero no pienso dártelo hasta mañana – dijo ella con tono juguetón, parándose y jalando a Mulder con su mano.
- No es justo, Scully. Yo te acabo de dar el tuyo – se quejó su compañero, siguiéndola hasta la puerta de la casa.
- Lo siento, Mulder, tendrás que aguantarte hasta mañana – le advirtió.
- Al menos dame una pista – suplicó Mulder como un niño pequeño. Scully rió mientras abría la puerta de la casa de su madre y ambos entraban.
FIN
Finalizado Domingo 01 de marzo del 2009
Continua: No
Comentarios: Yes / Si
Email del Autor: quequeeg0824ARROBAhotmail.com